Le toma un rato encontrarla, para cuando finalmente lo hace es por casualidad al volver al templo tras recorrer toda la ciudad gritando su nombre. Al pasar junto a las mujeres que suelen atender a la diosa estas le miraron con tristeza, las emociones de la peligrosa deidad pintándose sobre las caras de sus aduladores, la ciudad entera parece haber muerto un poco con un silencio algo abrumador, tal vez un efecto del humor de Ishtar al ser ella quien controla este sueño infinito. Una vez sube las escaleras hasta el punto más alto el mundo entero se estremece bajo sus pies, no un terremoto sino sus propios sentidos confundiéndose, las paredes de roca tallada cambian de color rápidamente, un amarillo apagado pasa a ser gris azulado, el sol se esconde a gran velocidad mientras la luna toma su posición como si de una carrera se tratara.

En su ira, se hizo la noche, un comando involuntario, un mundo falso que busca adaptarse a las necesidades de su creadora. Cuando llega al interior de los aposentos la encuentra allí parada, dándole la espalda con los brazos cruzados, la oscura noche desértica se extiende a lo lejos a través de la ventana mientras velos de seda blancos bailan al compás del viento envolviendo la figura de la hermosa Inanna.

Cruza la habitación lentamente, la voz ominosa que se hace presente casi logra tirarla en la dirección contraria, realmente la ira divina encarnada.

- Hablaste con él ¿Verdad? – Dice enseguida, sin siquiera dedicarle un saludo – Seguramente te ha dicho sobre mi malvado plan, mi sueño inducido para destruirte o algo así –

- Algo así – Admite la pelirroja entre dientes.

- ¡Seguramente ha dicho también que soy una niña mimada! ¡Que soy una idiota, una inútil que no sabe ni como reinar sobre sus propios humanos! ¡Una pretenciosa niña jugando con cosas que no entiende, odiada por el resto de los dioses! –

- No… -

- ¡Es todo verdad! ¡Te traje aquí por mi propia voluntad y pensaba retenerte todo lo que pudiera porque soy una egoísta y malcriada diosa! –

Da la vuelta con una de sus manos en el aire, es difícil saber si va a disparar algo de magia o chasquear sus dedos para que todo el sueño se venga abajo, no puede hacer ninguna de ellas porque tan pronto como enfrenta a su invocadora esta alcanza esa mano, tomándola por la muñeca con un agarre firme. Ritsuka le mira seria, la cara usual de bromista picara se desvanece por completo e Ishtar siente su corazón humano encogiéndose, preparada para escuchar sus fuertes palabras de desaprobación, en ese momento la diosa se empequeñece como nunca lo ha hecho.

Y, sin embargo, en vez de odio…

- Eso no es verdad, sea este tu sueño o no, nunca dejaría que alguien hable así sobre ti. No importa cuánto digan tus leyendas sobre lo egoísta que eres o sobre cuánto te odian los demás yo siempre estaré allí para negarlo todo – La japonesa traga saliva, lentamente la seriedad se desvanece – Eres mi diosa de la victoria, eso dijiste, ningún otro servant puede ocupar tu lugar, haya o no un templo entero dedicado a ti –

Ishtar relaja su brazo, la mano de su invocadora deslizándose hasta su muñeca donde finalmente puede alcanzar un poco más y entrelazar sus dedos, el adorno negro y dorado en su brazo deja salir pequeños ruidos al reacomodarse una vez se toman una a la otra. Incapaz de responder a algo tan directo la diosa simplemente niega con su cabeza, ojos brillantes perdiéndose en la oscuridad bajo su temple entristecido.

- Es mi naturaleza ser adorada, a veces hago cosas que… parecen terribles, es normal para mi ¿Puedes decir todo eso incluso si pensaba tenerte para mi sola de una manera tan egoísta? –

Son gestos grandes que los humanos no entienden, ni la propia Ishtar los entiende a veces. Ritsuka logra sonreír cálidamente, regresando la atención de su Servant hacia ella, es verdad que no puede hacer cosas para satisfacer esas necesidades, construir una religión entera alrededor de Ishtar, templos ostentosos con sus propios sacerdotes, está algo fuera del alcance de una adolescente que apenas y recibía dinero antes de que el mundo quedara en cenizas.

- Si tienes necesidad de ser adorada, y no puedo brindarte esto… entonces tendré que compensar. No tienes que traerme aquí para saber que soy tuya, incluso cuando haya cientos de personas alrededor –

¿Qué tan determinado puede estar un humano? Sabiendo lo que sabe sobre ella, habiendo sufrido su magia en varias oportunidades cara a cara, aun así se empeña en decir que su amor es genuino. Palabras son solo palabras, y aunque las aprecia todavía duda si cumplirá con lo dicho cuando llegue el momento, aun así Ishtar sabe que la ha retenido durante demasiado tiempo.

Mostrando una sonrisa que corresponde a la de su Master, asiente.

- Desharé el conjuro entonces, despertarás –

- No todavía –

El susurro la toma desprevenida, Ritsuka tira de su mano llevándola lejos de la ventana, de vuelta a su trono ahora de un apagado color vino descansando frente a la luz de la ventana y la noche estrellada.

- ¿No…? –

- Dije que sería tuya, y todavía tenemos una noche aquí – La pelirroja vuelve a susurrar pero, ahora, un poco de esa picara actitud aparece finalmente en su habla – Quiero adorarte como se debe hacerlo correctamente ante la diosa Inanna… –

Y así, terminan calladas.

Sentadas en el trono se encuentran a mitad de camino para un beso, largo y uniforme, sus manos entrelazadas sienten el ligero apretón proviniendo de la otra mientras prologan el contacto un poco más. Más que pasional es un beso de confirmación, no han estado así de cerca desde hace semanas por el trabajo que llevan el Chaldea y la constante de estar vigiladas por todos los Servants de allí, necesitaban simplemente volver a sentir los labios de la otra para recordar de aquella noche en la sala de hologramas, necesitaban recordar cómo se sentía y por eso ninguna arriesga a llevar el primer beso más allá.

Cuando se separan pasa solo un segundo para que Ritsuka se incline hacia adelante sobre Ishtar, esta deja salir un pequeño quejido de sorpresa mientras es ocupada nuevamente por el sabor de su amante, la pasión se hace notar al momento del segundo beso. Se tumban juntas sobre el sillón, donde es más fácil tenerla quieta para Gudako quien procede a tomarla por los hombros con fuerza unos segundos más antes de volver a tomar aire.

Ishtar aparta su rostro lo suficiente para dejar expuesto su largo cuello adornado por oro, donde la pelirroja sobre ella continúa su camino de secos besos más delicados, sigue hasta encontrar el pecho de la diosa inflándose en agitados bufidos calurosos. No puede resistir la urgencia de apreciarla con su tacto, manos libres dibujan la figura de su estómago expuesto hasta deslizar las llenas de sus dedos por debajo de la fina tela del sujetador divino, rosando un territorio codiciado por ella misma desde hace incontables noches.

- E-eres incorregible, Fujimaru –

En unos pocos segundos pierde completamente la noción del espacio, podría haber volado por la habitación o ser transportada mágicamente sin notarlo, cuando Ritsuka golpea su cabeza contra el acolchonado sillón se encuentra por debajo de la diosa, esta misma sentada sobre su cuerpo.

- ¿Qué…? –

- Tienes razón al querer adorar a Inanna, pero no olvides quien controla este mundo, humana –

Los finos dedos de la diosa presionan los hombros de su invocadora, ni necesita un empujón fuerte para dejarla donde está pues la misma se encuentra hipnotizada. Sus ojos rojos entreabiertos denotan que ha despertado una parte que quizás no debería estar despierta, la sonrisa teñida de ligera vergüenza es una premonición de las ideas sucias que pasan por la mente de esa perfecta reina del cielo. La luna deshace, con su magia irreal, las pocas ropas que Ishtar lleva encima de su torso y sus brazos dejándola completamente expuesta, piel pálida como la nieve entrecortada por coletas color cuervo que llueven sobre sus hombros, la oscuridad acentúa el brillo nocturno que cae sobre sus pechos, cuanto más se inclina hacia adelante menos humana y más animal se siente Ritsuka.

Hay algo sobre esa voz joven haciendo lo mejor para sonar correctora y con experiencia que le provoca parálisis. Quiere alcanzar y tocarla, sentir cada centímetro de su cuerpo, pero también admirarla de lejos esperando a que le dé permiso.

- Este es el cuerpo que llevó a la ruina a poderosos hombres –

- No soy poderosa, ni un hombre… - Responde, con decisión – Tal vez sea inmune –

- No siento que seas inmune –

Acentuando su punto Ishtar desaparece una de sus manos por debajo del largo vestido blanco que lleva la maga, sabe exactamente donde corroborar su información y, de paso, sacarle un quejido agudo a la juguetona japonesa.

- Disfrutemos esta noche, con la luna como testigo, demostrándome que solo me amas mí, la diosa de Venus –

- Solo tú –

Es un suspiro patético el que deja salir Ritsuka antes de ser sumida en deseos fuera de su comprensión, continuaron probando una a la otra durante todo el tiempo que quisieron, incluso mientras el mundo se deshacía a su alrededor y la conciencia comenzaba a reaparecer. Un sueño distante lleno de risas gemidas, caricias atrevidas pero pudorosas al mismo tiempo y las dulces pero irreales palabras que les hace creer en un hermoso sueño imposible…

"Para siempre"


Venus

Atracción, relaciones, amor, belleza, harmonia


Una corta historia de amor condenado a la tragedia, a veces no hay nada mas bello que eso.

Buenas noches.