Capítulo 5: Parchís.

...

A la mañana siguiente, me levanté tarde para no despertar temprano a Anna. Aburridísimo de estar en el sofá sin pegar ojo, me levanté y preparé tortitas para desayunar; como en las películas americanas. Para cuando Anna despertó, casi a medio día debo añadir sólo para que quede constancia, el desayuno estaba servido y yo leía un libro a la luz de la rendija que no cerraba bien de una de las persianas.

—Buenos días —me dijo con una sonrisa.

Su pelo era una absoluta maraña y tenía el resto seco de un hilillo de baba recorriéndole la barbilla. Ver a una señorita bien de aquella guisa fue realmente inesperado, pero también me pareció entrañable.

—Buenos días —contesté devolviéndole la sonrisa.
—Parece que sigo viva.
—Empezaba a dudarlo.
—¿Tan tarde es?
—No te preocupes, todavía no empalmas.
—Entonces está bien.

Levanté las persianas por fin y abrí para ventilar un poco. Dos adultos y un perro en una casa de esas dimensiones durante toda una noche cargan mucho el ambiente.

—¿Qué es eso que huele tan bien?
—Tortitas. ¿Te gustan?
—¿Me has hecho el desayuno?
—Sí, bueno, tenía tiempo libre. No tengo que ir a trabajar, ya sabes… No sabía qué acostumbrabas a desayunar.
—Me encantan, gracias.

Desayunó sin intentar peinarse si quiera y aparentemente cómoda con la situación en la que se encontraba.

—¿Has descansado bien? —pregunté por romper un poco el hielo.
—No dormía tan bien desde hace años. A veces los colchones baratos son los mejores.
—Voy a intentar no ofenderme por tu comentario de niña pija.
—No lo hagas: era un cumplido.
—Deberías revisar tu forma de hacer cumplidos…
—Y tú, ¿qué tal? ¿Has dormido bien en el sofá?

Hice una pausa probablemente demasiado larga como para tener credibilidad.

—Sí. Sin problemas.
—De acuerdo, entonces esta noche me toca a mí ahí.
—Ni hablar.
—¿Por qué? Se duerme bien, ¿no?
—Por eso, no necesito cambiártelo.
—No creerás en serio que me estás engañando.
—Voy a hacer como que sí.
—Me niego. Esta noche me toca en el sofá, y si te niegas me sentaré encima tuyo hasta que te bajes de él.

"Esta muchacha no sabe lo que se dice."

—No. Dormiré yo en el sofá y es mi última palabra.

Arrugó el morro y siguió desayunando. Después, se vistió y se peleó con su cabellera hasta ser capaz de meterla en dos trenzas perfectas que no parecían ser del mismo pelo que había visto antes.

—Y ahora, ¿qué? —preguntó como si esperase que realmente tuviese algo planificado.
—¿Una peli? ¿Un juego?
—¡Parchís! ¡Nunca me ganarás a ese juego! ¿Lo tienes?
—Lo tengo. Estaba en el bajo cuando llegué.
—¿Qué más tienes?
—No lo sé muy bien. Había un mueble con unos cuantos juegos, pero nunca he tenido oportunidad de usarlos.
—¿Nunca?
—No, a Sven le va más otro estilo.

Sven se sintió llamado y se subió amorosa y bruscamente a mi regazo.

—Está bien, chico. Lo sé, lo sé —dije devolviéndole un poco de amor.
—Bueno, pues vas a tener unos días para ponerte las pilas con eso. Soy invencible en los juegos de mesa.

Anna resultó ser una persona muy competitiva. Me barrió alegremente al parchís, al Dobble, al Jenga, al Mazzle y a otros tres juegos de los que aún no me he aprendido el nombre. Y con cada victoria saltaba, gritaba y hacía bailecitos de autoproclamación a los que Sven se apuntaba feliz de moverse algo más que la salida exprés que teníamos permitida durante esos días. Fue sorprendentemente divertido.

—Deberías estar un poco más despierto. Has podido comerme dos veces y ni te has enterado.
—¿Habrías preferido que te comiese?

El cambio de color en sus mejillas me pilló completamente por sorpresa y tardé un momento en darme cuenta de lo que había dicho. El mismo momento que tardé en ponerme aún más colorado que ella.

—¡Elsa!
—¿Qué?
—¡Ella no sabe que no me has c… asesinado!
—Ah… deberías correr a decírselo; no quiero sufrir su ira.
—Sí, será lo mejor.

Anna fue a buscar su teléfono y habló con su hermana durante más de una hora. Me parecía increíble lo que era capaz de hablar con una misma persona después de haber hablado con ella el día anterior.

El resto del día transcurrió entre comidas, juegos con Sven y más parchís. Y, efectivamente, esa noche, ella durmió en el sofá.