Muchas gracias a todos por leer, por los likes, estrellitas y kudos, pero muy, muy especialmente a quienes me dejaron comentario/review en el capítulo anterior.

Espero les guste y puedan perdonar cualquier error.


- ¿Qué haces? - preguntó Regina incorporándose de inmediato haciendo que el Rey se pusiera de pie como un rayo. Le miró con desconfianza y hasta un tanto confundida por la situación mientras se sentaba en el sillón.

Estaba dormida, profundamente dormida y de pronto sintió una tierna caricia en el rostro que provocó despertara porque no se suponía que en ese lugar hubiera alguien que pudiese tener un gesto así con ella o más bien, en el mundo.

Realmente le sorprendió verlo a él y saber que era quién lo había hecho. Desde luego que no pudo evitar notar lo apuesto que era y se reprimió mentalmente por ello

- Yo sólo… - trató de explicar, pero las palabras no salieron. Le tomó por sorpresa saberla despierta de pronto y era la razón por la cual ahora su corazón latía tan aprisa - Me aseguraba que estuvieras respirando, ¿de acuerdo? - se justificó con una mentira haciendo su mejor esfuerzo por no tener que explicarle que no sólo le acarició porque la vio dormida y hermosa, sino que hasta tuvo ganas de besarla

- Cierto, es lo tuyo - soltó una ligera risa mientras cerraba momentáneamente los ojos - No sé por qué me sorprende si besaste a Snow creyendo que estaba muerta - dijo mordaz y esta vez le dedicó una media sonrisa burlesca

- ¡No iba a besarte! - exclamó espantado, sintiendo los nervios recorrerle el cuerpo entero causándole una sensación de entumecimiento, y es que se sintió sudar en frío por las palabras de Regina. Se sentía descubierto, aunque eso era algo imposible. No era como que la reina pudiera leerle la mente, ¿cierto?

Ella le miró estrechando un poco los ojos dejándole ver que no creía esa tonta excusa

- Quiero decir… - volvió a intentar mientras la veía ponerse de pie y comenzar a caminar rodeándolo hasta que quedó de espaldas a la puerta y de frente a él. En toda su magnífica e intimidante presencia no sólo por lo bella que era, sino por el porte altivo y elegante que la caracterizaba. Se relamió los labios y sacudió ligeramente la cabeza volviendo de su momentáneo trance - Quería saber cómo estás, cómo te sientes - dijo esta vez la verdad. Puso una de sus manos en puño contra su boca y se aclaró la garganta mientras se alejaba un poquito de ella quien le siguió con la enigmática mirada

- Estoy perfectamente bien, encantador - respondió con fastidio - ¿O es que acaso no lo ves? - preguntó cruzándose de brazos y recargando todo su peso en la pierna derecha que tenía un poco más delante de la otra.

Perfectamente bien no era la expresión que David utilizaría para describirla. Era perfecta sí, pero estaba mucho más que bien sobre todo en ese bendito vestido que le enmarcaba la preciosa y bien formada figura.

Desde luego que no puedo evitar concentrarse en el plano vientre que en los próximos meses comenzaría a creer por el hijo suyo que llevaba ahí.

Regina frunció el ceño al ver que el Rey parecía haberse perdido en sus pensamientos y le hizo sentir un tanto incómoda que le estuviera viendo el vientre. Sabía por qué lo hacía, pero dadas las circunstancias esto estaba lejos de ser algo lindo.

Decidió no quedarse ahí esperando a que reaccionara. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del salón

- ¿A dónde vas? - preguntó al verla dirigirse hacia la puerta tan de pronto y sin decir nada más

- Estoy cansada - respondió imprimiendo fastidio en la voz, para dejarle en claro que no tenía ni el más mínimo interés en él de ninguna forma

- Te acompaño - se apresuró para alcanzarla e inconscientemente puso una mano en la espalda baja de la reina

- No. Me. Toques - le ordenó entre dientes mientras le miraba amenazante. Puntualizó cada palabra para que le quedara muy claro al atrevido

- Está bien - alzó ambas manos como símbolo de paz y para demostrarle que no lo volvería a hacer. Tenía en claro que no eran amigos, pero iban a tener un hijo juntos y quería esforzarse por llevarse al menos bien con ella, o bueno, se conformaba con que no quisiera matarlo

- Sé muy bien dónde está mi habitación, pastor. No necesito que me escoltes - giró su rostro hacia el frente, alzándolo un poco en claro signo de indignación y retomó el camino con su elegante andar.

David se quedó parado ahí sin saber qué hacer. Le siguió con la mirada, viéndola alejarse permitiendo que pudiera apreciar la divina figura, las bien definidas curvas y el precioso trasero de infarto que parecía invitarle a ir tras ella, aunque eso sonara absurdo. Y eso fue lo que hizo, bajo el autoengaño de que le seguía sólo porque quería asegurarse que no tuviera un encuentro desagradable en el trayecto.

Regina caminaba con parsimonia, decidida a no darles el gusto de andar apresurada por los corredores del palacio como si estuviera asustada. No tenía miedo de enfrentarse a alguien si ese era el caso.

Y mientras lo hacía, alcanzó a ver que el Rey iba tras ella al doblar en uno de los pasillos. Sintió algo extraño al ser consciente de ello. No estaba segura si le gustaba o no, pero era algo en lo que no se podía detener a pensar.

Tenía cosas mucho más importantes por las cuales preocuparse.


Una vez que se aseguró que Regina estaba dentro de la habitación, David regresó al salón de asuntos reales para revisar junto con Azul los avances que la reina había logrado en esas horas que estuvo trabajando.

Estaban absortos con la facilidad con que Regina resolvió muchas de las situaciones que Snow fue incapaz de solucionar en todo el tiempo que llevaba siendo la Reina.

La puerta abriéndose de par en par les distrajo de la labor

- ¿Dónde está? - preguntó molesta la ex princesa en cuanto se dio cuenta que Regina no estaba presente

- Se retiró a descansar - respondió David sin apartar la vista de los papeles que revisaba

- Pero si apenas se está poniendo el sol. Debería estar aquí - se quejó la Reina

- Majestad te recuerdo que, al igual que tú, Regina está embarazada y necesita descanso - explicó con calma el hada suprema

- Hicimos un trato y ella debe… -

- El trato no fue explotarla, ¿o sí? - preguntó el Rey con el mismo tono molesto que su esposa estaba empleando. La había volteado a ver y lo estaba haciendo de una no muy buena manera. Le enojaba que Snow insistiera en molestar a la reina de una u otra forma a sabiendas de que, como dijo el hada, también estaba embarazada y de un hijo suyo

- Me parece que lo más conveniente sería dejar que Regina decida cómo y cuándo atender los asuntos pendientes - propuso Azul aprovechando la situación

- Estoy de acuerdo - dijo David. No tenía nada qué meditar, para él la comodidad de la reina era importante - Hizo todo esto hoy - le mostró a la otra reina la cantidad importante de documentos que estaban catalogados como resueltos.

El asombro en el rostro de Snow fue evidente y es que no esperó que Regina fuera tan eficiente. Es decir, era obvio que ella sabía cómo resolver todos esos asuntos, pero pensó que le costaría un poco más, que sería más complicado.

Se sentía un poco contrariada porque eso era lo que quería, que la reina se hiciera cargo de los asuntos reales para no tener que preocuparse y disfrutar de su embarazo, pero no podía evitar sentir una especie de celos al saber que Regina podía hacer eso precisamente y ella no dado que era la Reina, sin mencionar que David se veía bastante satisfecho y encima de todo, no perdía oportunidad para defenderla

- ¿Qué hay con lo de George? - preguntó y se cruzó después de brazos. Era un tema delicado y estaba confiada en que, con lo complicada que era Regina, no sería capaz de mediar esa situación

- Le dio una respuesta - David alzó el documento que desde luego apartó porque sabía lo importante que era.

Snow avanzó y le quitó el papel de las manos ganándose una mirada de reproche por parte del Rey. Leyó lo que estaba escrito y sintió coraje nuevamente

- Al menos será su culpa si nos declara la guerra - dijo despectiva y arrojó el documento sobre el escritorio

- No seas exagerada - soltó un suspiro cansino porque era claro que Snow estaba demeritando la labor de Regina

- ¿Por qué la defiendes tanto? - preguntó con reclamo y enojo.

Ese fue el momento en el que Azul decidió que estaba de más en el salón y desapareció del lugar

- No quiero discutir sobre eso - dijo David acomodando los papeles

- Yo soy tu esposa - recalcó Snow apoyando las manos sobre el escritorio para inclinarse y acercarse un poco más a él

- Exacto - respondió el Rey mirándola con enfado - Por eso mismo no entiendo por qué estás tan insistente en seguirla agrediendo cuando se supone que llegamos a un acuerdo por el bien de nosotros y el bebé que ella espera - le recordó y la otra sólo apretó los labios, como si se estuviera conteniendo para no responder

- Fue ella quien dijo que le alegraba que mi padre estuviera muerto - habló con los dientes apretados, como tratando de contener el sentimiento

- Y tú respondiste igual - le reprochó y pudo ver la culpa reflejada en la mirada de Snow. Tomó aire profundamente y lo soltó - Enviaste a Johanna y a Graham a su habitación. Querías que se pusiera un vestido que al parecer le trae malos recuerdos. Tú la provocaste - le recalcó todo lo que había hecho en un sólo día

- ¿La estás justificando por burlarse de la muerte de mi padre? - arrugó el rostro en un gesto que denotaba no podía creer lo que estaba escuchando de su marido

- ¡No lo sé! - exclamó comenzando a desesperarse - Nosotros también somos responsables por la muerte de su padre - le recordó con culpa porque hasta donde sabían, el príncipe Henry no había hecho nada malo

- Fueron los guardias. Nosotros no ordenamos matarlo - se mordió brevemente el labio inferior porque desde luego que se sentía responsable y sabía bien que el hombre mayor no merecía morir

- Hay mucho que no entiendo. Nunca me has dicho qué carajos sucedió entre ustedes dos. Lo único que sé es que asumes la culpa por haberle arruinado la vida - le dijo mirándola fijamente

- ¡Porque lo hice! - cerró los ojos y negó con la cabeza, recordando su historia con la reina - Y ahora ella se está vengando. Te sedujo y se embarazó de ti - se alzó poniendo una mano tras su espalda y otra en su frente - En verdad está destruyendo mi final feliz - dijo con la mirada perdida y puesta en una de las ventanas, sintiéndose contrariada por la mezcla de emociones donde lo que más predominaba era una en particular

- Las cosas no fueron así - se puso de pie y caminó hasta la Reina - Ni ella me sedujo ni está destruyendo tu final feliz porque sabes muy bien que nuestros problemas comenzaron meses antes de ese día - explicó con calma.

Snow le miró con ojos llenos de lágrimas, dándose cuenta de lo que estaba provocando. Gran parte era su culpa, lo sabía y era algo que no la dejaba vivir en paz, pero no era fácil admitirlo

- Soy yo el responsable de lo que pasó, reconozco que lo hice todo mal - David siguió hablando con la mirada baja - No me puedo justificar y lamento mucho haberte lastimado de esta forma - le habló sincero levantando la vista hacia ella - Entiendo que te sea difícil, casi imposible perdonarme, pero entonces no comprendo qué hacemos aquí - su tono de voz fue suave, casi suplicante.

La vida que les aguardaba no sería agradable si Snow no podía perdonarle esa falta y tenía todo el derecho de no hacerlo. Él era el que deliberadamente fue infiel y embarazó a una mujer que no era su esposa. Estaba asumiendo su responsabilidad y buscando una solución, pero la ex princesa parecía empeñada en que no funcionara cuando decía todo lo contrario

- Porque eres el Rey - le dijo y lo vio resoplar negando con la cabeza, como si esa razón no fuera suficiente - Es el embarazo - se excusó llevando ambas manos a sus ojos para cubrirlos por un momento - No me deja pensar con claridad y… - se relamió los labios con nerviosismo - Intentaré no tener problemas con ella y no culparte, David - mordió brevemente su labio inferior - Todo volverá a ser como antes entre nosotros cuando nuestro hijo nazca - le dijo esperanzada - Granny dice que es normal que mi libido se haya esfumado en cuanto me enteré que estaba esperando un bebé. Les pasa a muchas mujeres - lo vio asentir con calma, pero se le notaba muy serio.

David alargó la mano para tocar el abultado vientre de su esposa. Le acarició un poco notando como siempre la incomodidad en ella y vio cómo llevó una mano hasta la suya seguro de que se la quitaría, pero para su sorpresa no fue así

- Sé que seremos muy felices cuando llegue al mundo, ya lo verás - apretó la mano de su esposo y unió sus labios con los de él en un beso simple y corto, carente de emoción por ambas partes.

El Rey le sonrió con nostalgia y ella hizo lo mismo

- Vamos al comedor. Es hora de la cena - sugirió la Reina empezando a dar pasos llevando a David con ella.

Una vez que estuvieron fuera, él la detuvo

- Adelántate - pidió - Iré a ver que Regina esté bien - le besó la mano. La vio tomar aire, seguramente para persuadirlo de no hacerlo - Quedamos en que estaría al pendiente de ella por el embarazo y no es conveniente que se salte alguna de las comidas. Enseguida te alcanzo - le dio un suave apretón y le soltó de la mano

- No tardes - pidió, dedicándole una fingida sonrisa.

Lo vio marcharse mientras pensaba en que no estaba segura de poder tolerar esa situación por mucho tiempo.


Desde que llegó a su habitación, Regina estuvo intentando dormir de nuevo sin éxito alguno. Y es que cada vez que lo intentaba las imágenes del guapo príncipe, que se suponía era ahora Rey y que en realidad era un pastor, no dejaban de cruzar por su mente.

Esa escena, donde esa suave y tierna caricia la despertó para encontrarse con el apuesto rostro tan cerca del suyo se repetía una y otra vez en su cabeza.

Y de pronto regresó al bosque, con él, follando contra el árbol, sobre la capa roja, delirando de placer debajo del rubio Rey mientras éste la penetraba…

Abrió los ojos y se sentó de golpe en la cama, algo espantada por esa mala pasada que le estaba haciendo su mente. Cerró los ojos e inhaló profundo, soltando luego el aire buscando relajarse y apartar esos pensamientos de su mente. Empezó a recostarse de nuevo cuando alguien llamó a su puerta

- ¿Regina? - se escuchó la inconfundible voz desde el otro lado.

Lo que le faltaba, el inútil pastor

- ¿Otra vez tú? - preguntó rodando los ojos con fastidio. Se recostó por completo sobre la cama y colocó un brazo sobre sus ojos. Inhalo y soltó el aire de golpe

- Te traje la cena - el tono que usó fue sutil, casi complaciente

- No tengo hambre - respondió molesta y se bajó de la cama para dirigirse a la puerta que no abriría por nada del mundo y esperaba que él no lo hiciera.

Estaba sin cerrojo y David podía entrar si así lo quería

- Pero… - trató de debatir, desde luego que lo hizo

- Lárgate - ordenó con determinación y se preparó para encararlo, segura de que entraría.

Sin embargo, la puerta no se abrió

- Está bien - accedió el Rey - Dejaré la bandeja aquí afuera por si te da hambre más al rato - ofreció y segundos después, escuchó pasos alejándose.

Regina se sorprendió, y no porque David hubiera hecho lo que pidió sin insistencia, sino por el gesto de procurar que cenara. Fue un sentimiento que se esfumó de inmediato porque estaba segura que el tonto pastor lo hacía sólo para ganarse su confianza.

Algo que nunca iba a suceder. No había forma en que ella confiara en alguno de los héroes después de todo lo que le estaban haciendo.

Y David podría ser el padre de su bebé, pero sobre su cadáver se lo iban a quedar.


La cena fue un completo desastre. Estaban todos ahí reunidos compartiendo la mesa como solían hacerlo de vez en cuando. El problema es que ahora, los aliados le lanzaban merecidas miradas de odio, reproche y enojo a David.

Y a pesar de que Snow trató de tranquilizarlos y persuadirlos hablando a favor del Rey, la incomodidad lo sobrepasó, así que, tan pronto como le fue posible se disculpó y se retiró del comedor.


Para mala suerte de Regina el hambre llegó. Se estuvo conteniendo lo más que pudo por orgullo, por el simple hecho de no aceptar algo de David, pero sabía bien que su bebé no tenía la culpa de sus problemas y resentimientos. Era completamente inocente y ajeno a cualquier mal que ella o el tonto pastor pudieron haber causado.

Así que, tomó aire profundo mientras cerraba los ojos y apretaba las manos en puños convenciéndose. Soltó el aire y abrió los ojos para encaminarse hacia la puerta. La abrió y vio la bandeja repleta de comida.

Nuevamente su orgullo le impedía agacharse para tomarla, pero al final se rindió. La idea de inclinarse cruzó por su mente y entonces la bandeja se elevó con magia, era obvio para Regina. Comenzó a flotar trasladándose por su habitación hasta llegar a la pequeña mesa donde se posó y acto seguido todos los alimentos estuvieron como recién hechos

- Maldita seas polilla azulada - masculló entre dientes.

Cerró de un portazo y fue directo a comer.


- Es que no entiendo cómo puedes fingir que todo está bien cuando no es así - reclamó Ruby a Snow quien se quedó callada, como si supiera que estaba haciendo mal - Tuvo sexo y embarazó a Regina, tu peor enemiga. La mujer que ha jurado arruinar tu final feliz y el de todos los que habitamos el bosque - habló enojada porque no lograba entender a su amiga

- No es tan sencillo - respondió, pero se escuchó y mostró ansiosa

- ¿De qué hablas? - preguntó incrédula - Te fue infiel. Se merece la horca - soltó despreocupada lo que por mandato real era la condena por lo hecho

- ¡Ruby! - le llamó la atención su amiga, totalmente escandalizada ante el pensamiento. No iban a colgar a David

- En mala hora se te ocurrió nombrarlo Rey y no sólo tu príncipe consorte como debía ser - le echó en cara. Estaba segura que esa era una de las razones por las cuales la ex princesa seguía aferrada a la idea de continuar con ese matrimonio y guardar las apariencias. Gracias a esa decisión, David era quien mandaba por sobre todos ellos

- Esa fue la voluntad de mi padre - Snow le miró y habló muy seria - Él quería que yo estuviera segura y protegida por el hombre que habría de desposar - le contó y después cerró los ojos, negando un poco la cabeza mostrando un semblante afligido y preocupado que denotaba sabía bien todo estaba muy mal, mucho más de lo que aceptaba

- Lo siento - se disculpó la joven lobo sabiendo lo importante que fue el Rey Leopold para su amiga, y después, hizo una mueca de desagrado al recordar que Regina fue la esposa del padre de Snow y que ahora estaba embarazada del esposo de Snow - ¿Qué harán con ella una vez que tenga al bebé? - preguntó cruzándose de brazos

- No lo sé - fue la respuesta de la Reina quien se puso de pie y comenzó a pasearse por la habitación en la que se encontraban. Usó su mano derecha para sobar un poco su notorio vientre - El trato que hice con ella fue negociar su cercanía con el niño, así que la idea de no volverla a ver jamás no será posible - dijo con algo de recelo y vio a su amiga asentir, igual de pensativa que ella. Era como si ambas supieran que eso no terminaría bien.

La puerta de la habitación se abrió dando paso a Granny

- Qué bueno que te encuentro aquí, Snow - le sonrió a la embarazada Reina quien le regresó el gesto - ¿Todavía quieres llevar a cabo la sorpresa? - preguntó por lo que tenían acordado desde hacía un par de meses

- No - respondió tajante - Después de lo que ocurrió, no pienso decirle - decretó con altivez.

Las lobo asintieron dándole la razón con esa decisión.

Gracias al amuleto de la madre de David, el cual tenía el poder de predecir el sexo del bebé incluso antes de concebirlo, ella lo sabía y el ex príncipe llevaba ansioso todos esos meses por saber. Le prometió que se lo diría, que prepararía una sorpresa y se le ocurrió que Granny le ayudara tejiendo algo que hiciera la revelación, pero ahora no quería hacerlo.

David no se lo merecía. Lo haría como un pequeño castigo por el daño que le estaba causando al haberla traicionado de la peor forma.

Y otra vez la culpa se dejaba sentir pesada en su corazón.


David no se pudo contener. Saliendo del comedor fue a encerrarse a su habitación, pero la duda y preocupación por si Regina había tomado la bandeja no le dejaban en paz por lo que terminó sucumbiendo a sus deseos por saber y acabó en el pasillo de la habitación de la reina.

Desde lejos pudo observar que la bandeja no estaba, pero de igual forma llegó hasta la puerta. Pensó en tocar para preguntarle cómo estaba, si necesitaba algo pues sabía bien que nadie más lo haría, pero prefirió no molestarla más por ese día.

Se retiró sintiéndose apesadumbrado y solo, sin imaginar que, dentro de la habitación, Regina se sentía mucho peor.

Esa noche ambos lloraron.

David por la culpa y el remordimiento que sentía, porque sabía que lo había echado todo a perder y no tenía forma de arreglar las cosas. No importaba lo que dijera o hiciera, no importaba si estaba arrepentido. Su vida nunca volvería a ser igual no importaba cuán optimista se mostrara Snow, era imposible.

Y Regina, ella lloraba porque se sentía atrapada y asfixiada por la situación. Quería irse muy lejos de ese lugar que sólo le traía malos recuerdos. No quería estar con esas personas. Quería esa vida que comenzó a imaginar al lado de su padre y de su bebé antes de que los héroes llegaran y lo arruinaran todo como siempre.

En un arrebato de desesperación se apresuró hasta el balcón por el cual sabía no podía escapar a no ser que se arrojara al mar desde esa altura arriesgándose a morir, pero una parte de ella no se permitiría no intentar.

De la nada comenzó a llover con fuerza, Regina se aferró a la piedra del balcón lista para asomarse al vacío, pero de inmediato supo que algo estaba mal pues no se estaba mojando.

Alargó una mano tratando de ir más allá del límite del balcón, pero no lo consiguió. La palma de su mano colisionó con un hechizo que estaba ahí para evitar que escapara por ese lugar.

Las lágrimas corrieron silenciosamente por sus mejillas mientras la lluvia seguía cayendo.

¿Es que nunca iba a ser feliz?


Pasaron algunos días en los cuales a David le quedó en claro que ya no era querido por los aliados. Éstos le respondían de mala gana, le cuestionaban y reprochaban su postura de ser él quien estuviera procurando a la reina a pesar de que les explicó el porqué de esa decisión, pero sobre todo no perdían la oportunidad de echarle en cara su desliz.

No era para menos después de lo que hizo y estaba seguro que si no fuera por sus bebés, ya no estaría ahí aguantando, aunque sabía bien que lo tenía merecido.

Nada justificaba su falta.

La Reina parecía llevar las cosas bien con él, seguía aferrada a que todo volvería a la normalidad en cuanto naciera el hijo que esperaban, pero no dejaba de reprocharle el haberse acostado con Regina y que tendría un hijo con ella también. Lo hacía en cada oportunidad que tenía a pesar de que luego se disculpaba y prometía no volver a hacerlo.

Sólo Azul era quien no le juzgaba y parecía muy de acuerdo con absolutamente todo lo que David hacía y no se mostraba molesta o escandalizada por el bebé que tendría con Regina sino todo lo contrario.

Se podría decir que lo apoyaba, a él y a la reina, aunque ésta última se quejara todo el tiempo de las atenciones brindadas recordándoles que no quería estar ahí y que les odiaba.

Ella seguía cumpliendo con su parte del trato al pie de la letra. Lo hacía a su ritmo y posibilidades porque el cansancio por el embarazo siempre terminaba por vencerla, pero sus habilidades para resolver los asuntos del reino les habían dejado muy en claro a él y al hada que Regina podía reinar perfectamente.

Snow se estaba manteniendo al margen y tal como lo pensó cuando el hada le metió la idea del trato con Regina, se estaba dedicando a disfrutar de su embarazo, rodeada de sus amigos y aliados que le acompañaban y apoyaban a cada momento. No le importaban mucho los asuntos del reino y le hacía muy feliz que todo estuviera marchando de maravilla, aunque la responsable de ello fuera la mismísima Reina Malvada.

El Rey veía todas las atenciones que Snow recibía por el embarazo y no podía evitar sentirse aún más culpable porque sabía bien que Regina estaba sola, que por culpa de ellos se había quedado aún más sola pues el padre de la reina había muerto durante el ataque al Castillo Oscuro que ellos orquestaron.

Era por eso que casi todos los días intentaba que Regina aceptara su compañía, pero ésta siempre se negaba. Al igual que los demás, no quería nada con él y estaba tratando de respetarlo a fin de no perturbarla más de lo que ya lo estaban haciendo.

En ese momento, David estaba convencido de que todo había sido un error y de que estaba haciendo todo mal.


Regina estaba en el pequeño jardín que habían designado para ella. Estaba entrando al tercer mes de embarazo y su vientre apenas comenzaba a notarse, aunque más que nada era ella quien lo notaba en lo ajustado de sus vestidos.

Estaba descansando un poco, disfrutando del aire libre mientras seguía pensando en la forma de escapar de ese Castillo.

Había intentado llamar a su disque fiel amiga Maléfica para pedirle ayuda, pero ni siquiera había cuervos a su disposición y sin su magia, era imposible contactarla. Además, no estaba segura que en verdad fuera a ayudarla, después de todo Maléfica había sido quien lanzó el hechizo para dejarla sin magia.

Debía pensar en otra forma, pero ¿qué podía hacer?

- Mire nada más, ¿qué tenemos aquí? A la Reina Malvada - Regina volteó de inmediato para encontrarse con la joven lobo que le miraba con aparente superioridad

- ¿Saliste a pasearte tú sola? - preguntó la reina volviendo su mirada hacia el frente, quitando su atención de la amiga de Snow.

Por supuesto que su comentario hizo enfadar a Ruby

- A mí no me vas a engañar. Sé bien que te acostaste con David y te embarazaste para arruinar el final feliz de Snow - le acusó y el escucharla soltar una pequeña risa, la hizo enojar - No te vas a salir con la tuya… - empezó a amenazarla, pero Regina simplemente se puso de pie y comenzó a caminar hacia la puerta que daba al interior del palacio

- No estoy interesada en nada de lo que tengas que decir - le dijo sin dejar de caminar.

Se detuvo en seco cuando la otra se le paró enfrente con verdadera rabia en el mirar

- Cuando llegue la primera luna llena después de que nazca ese bebé que llevas en el vientre me encargaré de que el lobo acabe contigo - le sorprendió ver que la reina ni siquiera se inmuto ante su clara amenaza de matara

- No creas que te tengo miedo sólo porque te comiste a tu novio - le dijo sarcástica, logrando herir a Ruby con ese pequeño recordatorio - Pero te diré algo, si intentas algo en contra de mi bebé o de mí vas a desear nunca haber nacido - le habló con advertencia y ella sí que consiguió intimidar a la joven lobo - Ahora apártate de mi camino, caperucita roja - le dijo con desprecio.

Y mientras se alejaba se repetía la firme promesa de que no permitiría que los héroes la intimidaran ni humillaran. Convencida además que necesitaba irse de ese Castillo cuanto antes. No se podía permitir dar a luz ahí bajo ninguna circunstancia y cada día que pasaba era uno menos.