No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y ninguno de estos personajes me pertenece.


¿A dónde se va la amistad, cuándo se va?

Capítulo Cinco.

¿Crees en la amistad verdadera?

Enero, Luna.


"Un amigo es la mano que despeina tristezas."

Gustavo Gutiérrez.


Siempre me ha parecido curioso el efecto que tiene el comienzo de un nuevo año sobre la mayoría de las personas. Es como si creyeran que es el inicio de una nueva fase de sus vidas. Sinceramente, dudo que exista alguien para quien eso sea verdad. Los días más importantes de nuestras vidas siempre llegan sin avisar. A veces, una poción mal echa puede tener consecuencias devastadoras. Otras elegir un compartimiento en el tren, puede afectar nuestra vida de una forma maravillosa.

—Tengo algo que contarte.

Es lo primero que oigo en el desayuno, una semana después de la fiesta de los gemelos. Estoy sentada en la mesa de los Gryffindor porque desde Agosto, soy muy cuidadosa cuando elijo dónde sentarme.

—Primero déjame dejarte claro algo: fue culpa del muérdago —comienza, cada vez más seria —Toda la culpa la tuvo el maldito muérdago.

Empieza a contarme cómo fue que su idea era simplemente caminar un poco, que no se dio cuenta de cómo quedó atascada debajo de uno de esos muérdagos encantados. Entonces, cuando estaba por pedir ayuda, él apareció a su lado. Por supuesto, la había seguido. Cuando lo vio ahí, sabía que si quería hacerlo, esta era su oportunidad. Así que lo que lo beso.

—No me malentiendas, fue un lindo beso —me dice en todo confidencial —. Es sólo que no fue…

—¿Mágico? —ofrezco.

—Exacto. No hubo… —Ginny aprieta los labios, tratando de decidir la palabra adecuada — chispa.

—Pobre Nott —digo, pensando en cuanto tiempo él pasó persiguiendo a Ginny. —A veces las cosas son así; simplemente no parecen estar destinadas a darse.

—Lo sé —contesta ella, conteniéndose para no suspirar. Yo sé que en verdad lo sabe.

Otra cosa que sé es que esa noche los nargles estuvieron muy ocupados. La magia ayudó a más de uno a cumplir sus deseos, para que comprobaran si es lo que de verdad querían. Tristemente, al igual que Theodore Nott, hubo más de una persona decepcionada.

Veo como Ginny se incorpora, mostrando su sonrisa de catálogo. Eso me hace saber quiénes están entrando por la puerta principal del Gran Comedor. Me sorprende que sigan bajando juntos a desayunar, porque durante la última semana, Ron básicamente se ha dedicado a evitar a Harry. Sin decir mucho, ambos se sientan al lado de Ginny (uno de cada lado) y comienzan a desayunar.

—Buenos días —saluda alegremente Draco, quién también parece haberse dado cuenta que el lugar dónde te sientas es importante. O tal vez, sólo quiso asegurarse de que Hermione llegara sin desmayarse a la mesa. Ella sólo musita algo que no logro entender, para después dejarse caer en asiento, y comenzar a tomar grandes cantidades de agua.

—No es necesario tomar los dos litros de agua recomendados al día de una sola vez, Hermione —comenta Ron cuando ella va por su tercer vaso.

—¿Asumo que esto forma parte de un entrenamiento especial para la próxima vez que tengamos que salir huyendo de un profesor? —digo.

Draco y Hermione asienten, uno conteniendo la risa y la otra todavía tomando agua.

—Va a ser un largo proceso —dice Draco —Granger no aguató ni dos vueltas por los jardines.

Ginny se ríe, feliz. Ron intenta disimular la risa, mientras ve a Hermione con compasión. El único que está completamente serio es Harry, el cual parece haber tenido la mala suerte de toparse con algo agrio en su desayuno. Cae un silencio que cada vez se va haciendo más común entre nosotros.

A mí, en lo particular no me molesta. Estoy acostumbrada a estar en compañía con mis propios pensamientos.

—Deberíamos ir de nuevo a Hogsmeade —sugiero porque sé que a mis nuevos amigos les gusta tener un motivo para hablar —Ya casi se acaban mis ranas de chocolate.

Por suerte, esos dulces parecen ser un tema lo suficientemente inofensivo como para que todos decidan amarrarse a una conversación dedicada a ellos. Yo los escucho, sin aportar nada a la conversación. Me gusta escuchar a las personas; a menudo se les escapan ideas brillantes.

—No hay una visita programada sino hasta mediado de febrero —dice Harry, evitando decir el día preciso.

—Aún así, deberíamos ir —dice Ron y Ginny solo afirma con su cabeza en apoyo.

Es curioso como cuando se la pasaban molestándose el uno a la otra parecían tener una mejor relación que ahora, cuando se la pasan concordando en todo.

Después de la fiesta, Ron no se atrevió a decirle a Harry sobre su beso con Hermione. Cuando se enteró que lo ocurrido entre su hermana y Nott, aprovecho ese pretexto para excusar su mal humor. Lo ha hecho tan bien, que hasta Ginny se lo creyó. La razón por la que Ginny me contó apenas hoy del beso es porque ya sabe que de cualquier forma, todos lo sabemos.

No entiendo porque hace tanto alboroto por ello. Hermione no le ha dicho nada a nadie del suyo y aun así, es su beso el que está causando más conflicto en el grupo, para diversión de Draco.

El desayuno sigue transcurriendo en esta fingida cordialidad que nos está poniendo a todos de malas.

—Lo que pasa es que San Potter no se atreve a romper las reglas —dice Draco.

En verdad no entiendo que gana molestando así a Harry. Porque yo sé, (y él sabe y todos los aquí presentes sabemos) que acaba de decir justo lo necesario para que Harry estuviera dispuesto hasta lanzarse de la torre de astronomía. Pienso que debe ser difícil vivir con un legado como el suyo, proviniendo de una familia de alborotadores.

Ginny se ríe un poco, Ron niega con la cabeza y Hermione tiene que reprimir el impulso de morder el labio por la preocupación.

A veces yo misma me sorprendo de lo bien que he llegado a conocer a estas personas en los últimos cinco meses. Creo que ayuda el hecho de que ninguno de ellos me toma muy en serio, y por lo tanto se permiten ser un poco más reales cuando están a mi alrededor.

—Debemos usar la entrada de la Casa de los Gritos —dice nada menos que Hermione. ¿Ah? ¿De qué me perdí? Pensaba que el entrenamiento que Draco le estaba dando era sólo para mejorar su condición física.

Después de desayunar, salimos a los jardines. Está helando, pero llegamos al acuerdo que lo mejor sería ir al pueblo ahora que todavía son vacaciones y no cuando las clases regresen a la normalidad, porque llamaríamos mucho la atención. Estuve a punto de decir que de cualquier forma vamos a llamar la atención, saliendo al pueblo con este clima, pero mejor permanecí callada. Tengo ganas de ver en qué problema nos vamos a meter ahora.

Llegar al hasta el sauce boxeador fue sencillo, aunque no lo es tanto acercarnos a él. Está temblando, pero no como comúnmente lo hace. Parece que hasta él tiene frío, así que me quito la bufanda y la amarro en una de sus ramas. Puede que no lo ayude mucho, pero pienso que aprecia el gesto porque no nos golpea cuando nos escabullimos entre sus ramas para encontrar la entrada del túnel. Puede que el inmobilus que utilizó Draco también ayudara. Estoy abierta a todas las posibilidades.

El camino hacia la casa de los gritos transcurre en silencio. No sé si es porque nadie quiere hablar, o porque ninguno puede hacerlo. Las corrientes de aire que hay aquí están haciendo que nos castañeen los dientes.

Al llegar a la casa ocurren tres cosas. La primera es que todos nos alegramos por dejar el túnel; la segunda es que nuestra alegría se ve mermada cuando nos damos cuenta que el frío es casi igual entre las paredes de la casa; y la tercera es la que la nos hace desmoralizarnos por completo: parece ser que durante el tiempo que nos tomó el recorrido, una fuerte ventisca se instaló sobre todo el pueblo.

—¿Y ahora? —pregunta Ginny.

—No podemos salir, es demasiado arriesgado. —contesta Draco.

—¿Regresamos al colegio? —dice Ron.

—Aunque regresemos, no podremos salir del túnel —racionaliza Hermione. —Con tanta nieve será imposible llegar al castillo.

—La mejor opción es quedarnos aquí y espera a que pase —finaliza Harry.

La casa es una construcción de tres pisos y nosotros estamos en el primero. Aquí hay tres puertas: la primera es por la que acabamos de salir, la segunda es la de salida de la casa y la tercera conduce a un baño. Al subir al segundo piso descubrimos una hay lo que en algún tiempo debió ser una recámara, porque hay algo similar a una cama y dos sillones. Al lado de ella, está un cuarto dónde hay mesas de trabajo, estanterías con libros llenos de polvo y algunos calderos viejos y oxidados. El tercer piso está vacío.

—¿Alguien vivió aquí? —pregunta Draco, quién ha tenido mucho cuidado de no tocar nada.

—No exactamente —contesta Harry, examinando las paredes, como si un fantasma pudiera atravesarlas en cualquier momento. Con los rumores que hay sobre esta casa, pienso que está siendo sensato.

—Mi papá dice que fue construida después de su época en Hogwarts —aporta Ron, cruzando una mirada con Harry.

—Creo que el mejor lugar para esperar es la recámara. —dice Hermione, buscando como siempre el lado práctico de las situaciones.

Todos concordamos con ella, pero una vez dentro de la habitación nadie tiene muchas ganas de sentarse.

—Aquí hay polvo de por lo menos un siglo —dice Draco.

—20 años —vuelve a decir Harry, pero nadie le presta mucha atención.

Todos (conscientemente o no) estamos esperando que Hermione ofrezca un hechizo que solucione el problema. Ella también parece estar pensando en alguno, por la manera en que su mirada está fija en la nada.

Fregoteo —dice Ginny, sacudiendo su varita. Ron comienza a imitarla y al cabo de unos diez minutos, los hermanos han desaparecido todo el polvo, la mugre y algunas manchas extrañas que había en el piso y la pared.

—Cuando vives en una casa llena de niños, aprendes algunos hechizos de limpieza —dice Ginny, después de lanzarle un reparo a uno de los sillones y sentándose en él. Ron se sienta junto a ella, y Draco y Harry reparan el otro sillón, así que Hermione y yo nos sentamos en la cama.

Pasan un par de minutos, en los que sólo se oye el viento que corre afuera de la casa.

—Aquí hace falta una chimenea —se queja Draco, mientras se ajusta la bufanda.

—Podríamos intentar quemar los libros que al en la habitación de al lado —dice Ron.

—¡No! —saltan Harry y Hermione.

—Pero si traen los calderos, puedo conjurar un fuego mágico y colocarlo en ellos. —ofrece Hermione.

Así lo hace. Después de otro hechizo de limpieza, ahora tenemos cinco pequeñas estufas improvisadas en la habitación. Con eso solucionamos el tema del frío, pero ¡cómo no! Otro problema se hace presente casi inmediatamente.

—Tengo sed —dice Ginny. Yo había hecho lo posible por ignorar la sensación mi garganta, pero después de que ella lo menciona es todo en lo que puedo pensar.

Ron apaga el fuego en uno de los calderos, conjuga un aguamenti y se lo pasa a su hermana quien se toma por lo menos la mitad de un trago.

—Sigo con sed —vuelve a decir Ginny.

—La comida es la primera de las cinco Excepciones Principales a la Ley de Gamp sobre Transformaciones Elementes —dice Hermione.

—Ahora en nuestro idioma —pide Ron.

—Puedes conjurar algo que se parezca al agua, que se sienta como tal, pero al no tener las mismas propiedades, no puede hidratar un cuerpo —explica ella. Como nadie responde, continúa —Pero podemos beber nieve derretida. Lo hice un par de veces, cuando estaba acampando con mis padres.

Sé que debe estar diciendo la verdad, pero a ninguno de nosotros (todos hijos de magos, que en las ocasiones en que acampamos nuestras tiendas de campaña eran pequeños departamentos con todo lo necesario, incluida la comida) se nos hubiera ocurrido.

Harry se ofrece a ir a recolectar nieve y Ron lo acompaña. Esta vez, no hay ningún silencio incómodo porque Draco formula la pregunta que todos estamos pensando.

—¿Cómo es ir a acampar cuando eres muggle?

—¿A qué te refieres? —responde Hermione.

—¿De dónde sacan la comida?

—¿Cómo montan la tienda?

—¿A dónde van al baño?

Hermione comienza a reírse. Después comienza a narrarnos como es la experiencia "tradicional" de ir a acampar como muggle. Por suerte, Ron y Harry regresan a tiempo para escuchar todo lo relacionado con las necesidades sanitarias que incluyen una pala.

—Estás bromeando —dice Ron.

—Te lo juro —contesta Hermione —No sé porqué se asombran tanto. Antes, los magos no eran mejores; todo lo que usaban era un evanesco. —todos la vemos con cara de incredulidad —Una vez más, ¡lean "Historia de Hogwarts"!

—Prefiero seguir sorprendiéndome cada vez que abres la boca con un dato relacionado a ella —dice Draco.

—¿Cómo es acampar cuando eres un mago? —pregunta Hermione, ignorándolo.

Todos tenemos diferentes experiencias para contarle; Draco ha ido pocas veces, y todas en una casa de campaña tan impresionante que incluye pavorreales en su jardín "así que no hay mucha diferencia con la mansión". Yo puedo narrar de los viajes en solitario que hago con mi padre, dónde nos vamos por varias semanas a diferentes países para intentar localizar animales exóticos para sus artículos del Quisquilloso "aunque no hemos tenido mucha suerte últimamente" añado. Ron y Ginny narran viajes todo lo contrario a los míos: por un lado, nunca se van más de dos o tres días, y siempre lo hacen en compañía de todos sus hermanos, por lo que tienen unas historias divertidísimas para contar.

—Entonces mamá intentó usar a Bill para demostrarnos que la poción para sanar heridas no ardía —dice Ron comenzando a reírse.

—¡Pero él se negó diciendo que prefería trabajar sin guantes pus de bubotubérculo antes que echarse esa cosa! —completó Ginny.

—Yo tenía siete años cuando eso pasó —siguió hablando Ron —Así que él debe haber estado en su último de Hogwarts. Mamá todavía no debe hacer sabido que pretendía trabajar como rompedor de maldiciones, o hubiera usado eso en su contra.

—¿Bill sigue en Egipto? —pregunta Harry. No me pasa desapercibido que es el único que no ha contado historias sobre acampar en familia.

—Si, pero tiene planes de irse a Francia en un par de meses. Mamá está encantada, porque piensa que puede tomar un traslador para ir a La Madriguera cada fin de semana o algo así —contesta Ginny.

—Chicas francesas, versus la comida casera de su madre —dice Draco mientras pretende que sus manos son una balanza —Creo que seguirá prefiriendo guisarse solo.

—Eso lo dices porque no conoces la comida casera de nuestra madre —dice mordaz Ginny, pero Ron hace un gesto para darle la razón a Draco.

La plática sobre comida me hizo pensar en mi última rana de chocolate, la cual traigo en mi bolsillo. Me dan ganas de sacarla para mordisquearla, pero temo que tenga una reacción parecida a la que tuvo Ginny al expresar su deseo de tomar agua. Llevamos aquí tres horas, y la caída de nieve no parece querer parar. Oigo la envoltura de un dulce, y entonces sé que Ron tuvo la misma idea que yo.

—¿De dónde sacaste esas? —pregunta Harry.

—Las traía en mi túnica. —contesta Ron, examinando una gragea de color verde brillante, antes de decidir llevársela a la boca — Menta.

—Bueno, pásalas —dice Ginny, extendiendo su mano. Ron rezonga un poco, pero finalmente le da el paquete. Ella escoge una de color rosado. —Puaj, pasta de dientes —dice escupiéndola.

—¿Alguien trae más comida? —pregunta Hermione.

Juntamos nuestros recursos; dos ranas de chocolate, cinco varitas de regaliz, medio paquete de grageas y una manzana que por alguna extraña razón Draco traiga consigo.

—¿Hay alguna Ley de Gamp que impida multiplicar comida? —pregunta Ginny.

—No, de hecho esa es otra de las excepciones —contesta Hermione —Puedes aumentar la cantidad siempre y cuando ya tengas un poco. Aunque les advierto, no nos van a satisfacer tanto como las originales.

Una vez más, todos esperamos que mueva su varita. Hermione nos ve dudosa, y luego vuelve a perder la mirada en el infinito. Rápidamente niega con la cabeza.

—No sé el hechizo —nos informa.

Las miradas ahora se dirigen a Ginny y Ron.

—Ahmm… —dice Ron, pensando.

—Mamá siempre prepara la comida en la cocina, sin ayuda de nadie —dice Ginny.

—Bueno —dice Draco —Oficialmente tenemos un problema.

Pasamos la siguiente hora intentando pensar en algún hechizo que nos pueda servir. Draco no tiene idea, porque en su casa toda la comida es preparada por su elfo doméstico. Harry dice que su madre normalmente consigue la comida en un sitio llamado "super mercado" y aunque no nos sabe decir que cosa es exactamente, sirve para que Hermione nos dé una clase improvisada de cultura muggle. Mi padre y yo sembramos la mitad de lo que comemos, y la otra mitad la obtenemos vía lechuza, así que tampoco soy de gran ayuda.

—¿Sigue nevando? —pregunta Harry.

—Sigue nevando. —contestamos Draco y yo al mismo tiempo.

Ahora ha bajado definitivamente la intensidad de la nevada, pero todos sabemos que todavía no es buena idea abandonar nuestro refugio.

—¿Cuánto falta para que anochezca?

—Alrededor de una hora.

—Demonios.

Una vez que se oculte el sol, no hay manera de que lleguemos a salvo al castillo desde el sauce boxeador. Incluso con magia, las historias de gente perdiéndose en la nieve son aterradoras.

Nosotros seis solos, con noche cerrada, después de una gran tormenta de nieve, en los inmensos jardines de Hogwarts, los cuales colindan con el bosque prohibido… no, gracias.

—Nos quedamos aquí, repartimos la comida y le rogamos a Merlín porque la profesora McGonagall no note que hay cuatro estudiantes de su casa faltantes —dice Hermione.

—Si tuviéramos la forma de hacerle llegar un mensaje a Fred y George, ellos podrían cubrirnos —dice Ginny.

—¿Alguien trajo consigo una lechuza miniatura consigo? —pregunta Draco medio en broma, medio en serio.

—No —dice Ron, mirando a Harry —Pero si tenemos una forma de hacerles llegar un mensaje.

—No sé si funcione —advierte Harry.

—Nada perdemos con intentar —contesta Ron.

Harry le dirige una mirada molesta, pero luego se va a una esquina de la habitación y cierra los ojos.

Expecto Patronum —dice con una voz queda y firme.

Un brillante ciervo galopante sale de su varita, en una de las exhibiciones más fantásticas de magia que he visto. Comienzo a aplaudir impresionada, y unos segundos después Hermione se me une.

—Fred, George, soy Harry. Estamos resguardados en la Casa de los Gritos. Asegúrense que ni McGonagall, ni Snape, ni Flitwick se enteren. —le dice Harry al ciervo, el cual parece entenderlo. A los pocos segundos, el animal desaparece entre la nieve con dirección al castillo.

—¡Wow, Harry! —dice Hermione, desbordando admiración en su voz — Eso es magia muy avanzada.

—¿Quién te enseñó a hacer eso? —pregunta Draco.

—Uno de mis tíos —responde secamente Harry. Hubiera esperado que se mostrara más animado.

—¿Por qué no les cuentas? —dice Ron.

Al principio Harry parece querer rehusarse, pero después se resigna.

—Supongo que no tenemos nada mejor que hacer durante las siguientes horas —dice, comenzando su narración.

La noche lleva un buen rato de haber caído sobre nosotros cuando Harry termina. Después de haber oído la historia de sus padres, y del grupo de amigos que hicieron mientras eran estudiantes, siento que lo conozco diez veces mejor ahora que hace dos horas. Es el primero de nosotros que se abre completamente ante el resto de nosotros y creo que eso necesita de mucho valor. Acaba de demostrar que es un digno representante de la casa de los leones.

—¿Así que tienes un tío que es un hombre lobo? —pregunta Draco.

—Nos acaba de contar que Dumbledore cambió las reglas del colegio, que sus padres y sus amigos consiguieron hacer un mapa del todo el castillo que muestra la ubicación de cada uno de sus habitantes, que estamos en la casa que le sirvió de refugio y donde ¡se volvieron animagos a nuestra edad! —Hermione alza su voz una décima al decir eso último —¿Y tú te quedas con la parte del hombre lobo?

—Es que no lo entiendes —dice Harry, antes de que Draco pueda contestar.

Todos nos quedamos callados. Debe ser la primera vez que alguien dirige esas palabras hacia Hermione.

—Pues explícamelo —contesta ella.

¿Cómo hacerle entender la gravedad de tener un hombre lobo en tu familia, sin hacer sentir mal a quién acaba de admitirlo? Creo que ninguno de nosotros los sabe.

—No todos los magos son buenas personas, Hermione —dice Ron —Y hace muchos años, hubo uno terrible. Su nombre era Grindelwald. El creía que las personas mágicas eran tan especiales que tenían el derecho de gobernar a todos los demás

—Entre sus seguidores había todo tipo de criaturas —dice Harry —Entre ellos, los hombres lobo. Desde entonces son seres considerados… malignos. Por eso a nadie le gusta ser asociado con ellos.

—Bueno, por eso y porque son peligrosos. Si te enfrentas a uno con luna llena, es muy probable que termines muerto —dice Ron.

Todos nos volvemos a quedar callados. Casi puedo oír a los nargles que nos rodean.

—He pasado cinco años en este mundo y todavía desconozco demasiadas cosas —admite Hermione. —Tienes razón —dice dirigiéndose a Harry —Perdón, no lo entiendo.

—No me gusta hablar de ello —contesta Harry, sin mirarla.

—Una parte de mi familia lo apoyaba —dice Draco súbitamente —A Grindelwald. Todos tenemos cosas de las que no nos gusta hablar, Potter.

—Mi mamá murió frente a mí —digo —Le gustaba experimentar con pociones, y un día una salió mal; yo tenía nueve años. —creo que por primera vez, tengo la atención de todos sobre mí —Esa es la cosa de la que no me gusta hablar.

Nadie responde. ¿Me habré equivocado al decirles? La gente normalmente no sabe como reaccionar ante la muerte. Los espanta ser conscientes de su propia mortalidad. Estoy pensando en decir cualquier otra cosa, lo que sea, cuando Ginny se levanta de su lugar y viene a sentarse junto a mí, para abrazarme. Ese gesto casi me hace ponerme a llorar.

Nadie saber que decir, pero un sonido proveniente del estómago de Ron hace que el silencio se rompa y, aunque intentan controlarse, todos comienzan a reírse.

—Perdón, perdón —dice Ron, con las orejas rojas de la pena —Pero de verdad tengo hambre.

—Piensa en otra cosa —le ordena Draco.

—¿Y si nos arriesgamos? —opina Harry, jugando con nuestra única manzana entre sus manos.

—Terminaríamos sin nada —le contesta Ginny.

—Podemos tomar más agua —dice Hermione —Si tomamos la suficiente, nos hará olvidar el hambre.

Me encanta como pueden resumir sus personalidades en una sola conversación.

Al final, decidimos hacerle caso a Hermione y satisfacernos con nieve derretida. El único problema es que el resto de la noche nos la pasamos visitando el baño, pero creo que todo lo que nos pudo haber pasado, ese fue el mal menos peor.

Como apenas tengo quince años, no puedo estar segura, pero algo me dice que cuando sea una bruja viejita y arrugada, voy a recordar la noche que pasé en esta casa abandonada, acurrucada junto a Ginny y Hermione en la cama que nadie había dormido por veinte años; viendo como Harry, Draco y Ron intentaban encontrar la mejor manera para no morirse de frío sin compartir un sillón; comiendo los pocos dulces que teníamos y sin tocar la manzana porque a nadie se le ocurrió una forma de partirla en seis partes iguales, con una gran nostalgia.


Me tomó dos años decidirme a publicar cuatro mil palabras, no tengo perdón de Dior.

Pero si acaso tengo perdón de ustedes, ¿me dejarían un comentario? :)

Imágenes del capítulo en mi recién desempolvado instagram: aliathna.