El tono de llamada se corta. Una voz irrumpe en sus oídos y por un momento lo deja sin aliento: como un fantasma ese escueto "hola" desde el otro lado de la línea se escurre en su canal auditivo, se le escabulle entre las sinapsis de sus neuronas y se queda ahí, agazapado y expectante, como acechando.

Porque el recuerdo que Shaka pudiera haber formado en su cerebro se ve violentamente interrumpido por el ensordecedor ulular de las sirenas de varias ambulancias y patrullas de policía que se acercan.

Frunce el ceño con disgusto, no solo por lo molesto que es el ruido o lo inoportuno de su aparición sino porque no sabe si del otro lado todavía pueden escucharlo o no.

-Hola, buenos días – responde el saludo tratando de mantener un volumen de voz normal a pesar del insistente iuiuiuiu: ya bastante mala iba a ser la primera impresión como para encima agregarle una llamada telefónica a los gritos – Soy Shaka Bennett, le hablo del Estudio de Arquitectura Kido – se encoge de hombros y le da la espalda a la calle como si por ello fuera a disminuir el ruido – Estoy en la calle y parece que hubo un accidente o algo por la zona y no lo escucho bien, por favor si me escucha no corte – continua hablando aún si no oye la respuesta del otro lado – Me disculpo por la llamada tan desprolija, pero acaban de avisarme que hoy es su visita al nuevo sitio de construcción para la muestra del lugar...

Si bien Shaka no era exactamente el arquitecto que terminó poniendo la firma en los planos, había colaborado y formado parte activa del proyecto, por lo que estaba capacitado para brindarle al nuevo agente inmobiliario toda la información que necesitara para su trabajo como así también despejar cualquier duda al respecto del emprendimiento edilicio. Pero también tenía muy en claro que lo habían designado a él como el encargado de realizar esas muestras no exactamente por su gran don de gente si no más bien por su cara bonita. Qué demonios, por esta vez esperaba que eso sumado a su conocimiento integral del diseño fueran suficientes para que la primera impresión no fuera tan patética y terminara quedando como una anécdota laboral más.

-Desafortunadamente, por un error en agenda, su visita se solapó con mí día de franco y al momento de recibir la noticia no me encontraba en mi casa. Estoy yendo al lugar pero quizás me demore unos minutos más, le pido por favor me espere. Me disculpo nuevamente. Adiós.

Corta el teléfono y detiene su andar en la entrada grafiteada de un local que seguramente cerró sus persianas consecuencia de la crisis. Apoya su espalda en la pared y desenvuelve su desayuno. El tono amable y las palabras corteses que acaba de utilizar en la llamada se contradicen visiblemente con el mordisco lleno de bronca que le da al pobre sandwich que se asoma medio desarmado desde adentro de la bolsa de papel marrón. El té ya está frío y de relajante no tiene más un carajo.

Termina de comer y mete los restos en un cesto de basura.

Acelera el paso. Si bien el edificio en construcción no está lejos todavía le quedan unas cuadras. Conoce el lugar porque es donde terminan sus salidas de running matutino. La zona todavía es de casas bajas y no sufrió de la completa explotación por parte de las grandes inmobiliarias, por lo que los precios siguen siendo relativamente más accesibles con respecto a la capital.

Cuando por fin tiene el edificio de frente, atraviesa la calle por el medio, sube a la vereda metiéndose entre los autos estacionados contra el cordón y se para delante de uno de los ventanales de entrada.

No hay nada que pueda hacer al respecto de su ropa, pero por lo menos podría arreglarse el cabello. Se quita la vincha que todavía cuelga de su cuello y la guarda en sus bolsillos. Se ata el pelo con una liga e intenta que los mechones rebeldes queden en su lugar. Aún tiene la vaga esperanza que el accidente que hubo en las cercanías pueda haber retrasado al agente inmobiliario.

-Ideales para parejas que buscan comprar su primer departamento – imita en voz baja el comentario que le había hecho una vez el jefe del proyecto y se ríe entre dientes, como si eso fuera suficiente para convencer a alguien de comprar, antes de empujar la puerta de vidrio y entrar.


By MëRäK