Le cuesta poco encontrar su lugar de trabajo en el ministerio. Aún menos localizar su despacho. Sí le cuesta que le reciba. No sabe si porque está muy ocupado o porque es él quien quiere verlo. Y aunque eso no debería importarle, termina por darle cierta inseguridad y una sensación de no saber qué está haciendo allí se apodera de él. Ni siquiera ha pensado bien en qué va a decirle.
—Siéntate, Malfoy.
La simple frase le devuelve a la realidad, y en cuanto posa sus ojos en él, como imaginaba, sus pensamientos se diluyen dejándolo en blanco.
—Intentaré no robarte mucho tiempo, pareces ocupado —comienza, bajando la mirada, y continúa sin poder mirarle a los ojos—. Imagino que sabes a qué he venido —Harry se cruza de brazos y asiente—, pues, bien; lo siento. Sé que lo que dije estuvo mal. Lo hablé con Pansy y me di cuenta de que me había pasado.
A Draco nunca le ha intimidado Harry. De ninguna forma, ni como compañero de escuela, ni como némesis, ni como supuesto héroe del mundo mágico. Pero ahora, mientras levanta la mirada y le observa levantarse de su silla, caminando alrededor de la enorme mesa para apoyarse sobre esta frente a él, se da cuenta de que, como hombre, Potter le intimida. No de una forma negativa, sino de una forma fuerte, masculina y atractiva. Y aunque debería crearle rechazo, lo único que provoca es que su boca salive.
—¿Sabes? —le dice con la voz suave mientras se mete las manos en los bolsillos y lo interroga con la mirada esperando a que le mire a los ojos y no los retire—, me alegra que hayas venido a decir esto, porque me has ayudado a comprender algo.
—Y yo me alegro que hayas aceptado mis disculpas —le corta de inmediato. No quiere jugar a juegos mentales con Potter. No quiere que le diga lo que él ya sabe y que no sabe si sus piernas van a aguantar oír.
Pero Harry se ríe, descolocándolo por completo.
—No me he creído tu disculpa en absoluto —la mirada del slytherin no tiene precio, pero por fin le mira con firmeza por primera vez desde que cruzó la puerta—, sé que estás aquí porque Pansy te ha pedido que me pidas disculpas, y sé que, seguramente, Pansy te lo ha pedido porque Ginny le ha dicho que está muy cabreada.
—Bueno, Potter, como pareces saberlo todo, no sé qué hago aquí...
Se vuelve a mover hasta sentarse en el mismo sofá que Draco, haciendo que este se remueva algo incómodo.
—Aún no te he dicho por qué me he alegrado de que hayas venido —le dice en un tono tan íntimo que Draco teme que de un momento a otro, se pueda oír su corazón latir.
—¿Y por qué te has alegrado? —él intenta sonar seguro de sí mismo, pero tiene la sensación de que su voz no le ha acompañado en absoluto.
Está tan cerca que mire a donde mire, sólo puede verle a él.
—¿Recuerdas cuando te besé? —el pecho de Draco sube y baja con fuerza, ¿que si lo recuerda?—, lo hice porque en ese momento creía que me gustabas, vi algo en ti que me atrajo. Pero me equivoqué. Y ha sido gracias a que has venido aquí que me he dado cuenta de que lo que me gustaba de ti, no existe.
Draco cierra su boca, cuando ni siquiera era consciente de que la tuviese abierta.
La duda y la incertidumbre inundan su mirada. Necesita saber más, pero no se ve en el derecho de preguntar. ¿Qué iba a preguntarle exactamente?, ¿por qué ya no le gusta?, ¿qué era lo que le gustaba? ¿Qué podría ver alguien como Harry en alguien como él? Harry cree que ya no existe, pero él piensa que nunca ha existido. Por fin ha caído en lo que en realidad quería decir Pansy con aquel discurso. Ahora, se acaba de dar cuenta de que los últimos años de su vida los ha pasado recluido en su laboratorio escondiéndose de sí mismo. Si nadie le decía que era un paria, era como si no lo fuese. Dentro de su propia realidad, podía fingir que seguía siendo el Draco Malfoy que él quería ser.
Aquel día con Harry había sido como si no hubiese pasado una guerra, como si él no estuviese marcado de todas las formas en las que lo está, literal y metafóricamente. Pero eso no existe. No fue real.
Siente la mano de Potter sobre su barbilla alzando su rostro devolviéndole de nuevo al despacho.
—Lo que vi en ti, fue sinceridad —dice, adivinando perfectamente todo lo que cruza por su mente en ese momento—, vi seguridad; te daba igual que fuese yo, nadie podía decirte qué hacer o decir porque estabas por encima de lo que los demás pudieran pensar o hacer. Cuando estaba frente a ti, no era Harry Potter. Era un tío cualquiera, cenando y riéndose con otro tío cualquiera. Y te interesaba de verdad lo que decía, lo que opinaba. Pero la otra noche, y, sobre todo, cuando has cruzado esa puerta y me has pedido perdón, me he dado cuenta de que esa persona había desaparecido —Draco abre la boca para replicar, pero Harry no le deja—. Has venido a pedirme perdón porque tus amigos te lo han pedido, porque ellos creen habernos ofendido a Ginny y a mí. Y no lo niego, estaba cabreado, y ella también, pero no vamos a dejar el grupo por eso. Ese tiempo ha pasado. Somos adultos. No quiero que me traten como si fuese una decoración para llevar a una fiesta, una chapa en vuestra solapa para que todo el mundo vea que sois buenas personas. Siento haberte besado pensando que tú también estabas interesado en mi de verdad, cuando solo intentabas que fuese tu amigo para dejar de ser Draco Malfoy el de la marca en el brazo.
Después de esa última puñalada, Potter se levanta y se aleja, dejándole lo más hundido que nadie le ha dejado nunca. Cuando le indica que puede irse si quiere, se levanta como un autómata y deja la habitación como si en vez de andar, estuviera levitando. No esperaba otro discurso después del Pansy, creía que el de su amiga se le había clavado, pero después de este, se siente tan vacío que ni siquiera cree que enterrarse su laboratorio pueda ayudarle esta vez.
Pansy le escribe varios días después dándole las gracias; al parecer, han ido todos juntos a no sé qué evento en Hogsmeade y todo parece volver a la normalidad en el país de los amigos perfectos, donde él no tiene cabida.
Los días pasan, y tiene la sensación que todo ha sido un mal sueño. Pansy se pasa por su laboratorio al menos una vez a la semana, se toman un café y hablan. Parece feliz. Se alegra por ella. Él no pertenecía a esa realidad no ha hecho nada para ganársela. No es que esté auto compadeciéndose, pero nunca ha puesto nada de él en nada. Ni siquiera en la relación con su amiga. Ella viene a verlo, le cuida, se preocupa de que esté bien… ¿Qué ha hecho él por Pansy en la última década para merecer esa atención? ¿O es simplemente que ella sí que se compadece de él? ¿En eso se ha convertido?
Cuando mira atrás y se da cuenta de que su vida, su rutina, ha sido la misma los últimos años y lo que se ha abandonado, es consciente de que los discursos de ambos, de Pansy y de Potter, no eran más que una bofetada para que despertase de una vez. Y, por primera vez en años, piensa que no le gusta lo que ve y lo que tiene y que quiere hacer algo para cambiarlo.
Lo primero que hace, es irse de compras. Algo de lo que ha sido consciente, es de que tenía una imagen distorsionada de sí mismo cuando se miraba al espejo. No sentía que se hubiese dejado tanto hasta que ha abierto los ojos de verdad y ha sido consciente de que no recuerda la última vez que compró una prenda de ropa por el simple hecho de que le gustase y no por que sus pantalones se habían roto o su camisa perdido un par de botones. Además, una de las cosas que más le gustaba hacer con su madre era ir a comprar túnicas nuevas. Cuando terminó la guerra, dejó de cuidar ese aspecto por varias razones, la primera porque no quería llamar la atención cuando caminaba por el mundo mágico, y la segunda porque sentía que no lo merecía. También se corta el pelo. Tampoco recuerda la última vez que lo hizo de verdad y no solo porque se veía demasiado largo.
De camino a casa, con sus bolsillos llenos de pequeños paquetes, se siente satisfecho. Se lo prueba todo de nuevo delante del espejo de su habitación y por primera vez en mucho tiempo, le gusta lo que ve.
Después de eso, va a casa de Pansy, quien se sorprende enormemente de verle allí. Su amiga está acostumbrada a que siempre es ella quien va a verle al laboratorio.
—Vaya —dice mirándole de arriba a abajo apreciativamente—, menudo modelazo. ¿Algo que deba saber?
—Nada nuevo, solo que últimamente me siento diferente.
Ella le abraza y le deja pasar.
—Me alegro de que te sientas así —le dice dándole el abrazo más cálido que le ha dado en años.
La cosa no acaba ahí, aparentemente. Theo les cuenta como Draco ha cambiado hasta sus rutinas, muchas de ellas; mientras Pansy, Ginny, Blaise y Harry le oyen con una cerveza en la mano en un pub de Hogsmeade.
—Además —continúa—, ha empezado a trabajar en el laboratorio con nosotros en vez de recluirse en el suyo; salimos a comer a menudo y me deja irme a casa a las cinco. Como una persona normal.
—Cierto —apoya Pansy—, y no solo eso, él también ha empezado a irse a casa a las cinco. No sé qué ha podido pasar, pero sea lo que sea, me alegro.
Ginny y Harry intercambian una mirada de entendimiento que no pasa desapercibida para Pansy.
—Por cierto, espero que no os importe, pero le he dicho que íbamos a estar aquí.
—Theo, tendrías que haber preguntado antes, no sé si… —Pansy luce incómoda, ellos recibirán a Draco con los brazos abiertos, pero no sabe cómo reaccionarán Harry o Ginny.
Pero el auror, que está bebiendo de su vaso de pinta, lo mueve rápidamente de su boca para aclararlo:
—Si lo dices por mí, no te preocupes, ya lo hablamos. Además, también me alegro de que esté bien.
La mirada de la chica lo dice todo, Harry nunca les contó la conversación con Draco, pero sí les dijo que lo habían hablado todo y que estaba solucionado, que no era técnicamente cierto, pero sabía, por lo que había oído de sus amigos, que el pocionista había utilizado su pequeña discusión como motivación para volver a ser él mismo. Y aunque no quiere pensarlo, una pequeña parte de él aún tiene un poco de esperanza.
Mientras piensa en eso y sonríe, la puerta del pub se abre y Draco aparece tras ella. Como esperaba, hasta físicamente, puede notar el cambio. No solo en su forma de andar o moverse, también en sus ojos, en su sonrisa. Merlín, no puede quitarle los ojos de encima.
Draco también le mira, y Harry le sonríe para que sepa que no hay ningún problema. Toma asiento al lado de Theo quien le da una palmadita en la espalda y le suelta un irónico "cuánto tiempo", pues ambos vienen del laboratorio.
—Bueno, ahora que somos uno más —dice el ex gryffindor levantándose—, es tiempo para otra ronda, ¿lo mismo? —cuestiona a mirando a su alrededor.
Draco se levanta automáticamente tras él.
—Deja que sea yo quien vaya, acabo de llegar —responde intentando que no se note su repentino entusiasmo.
Harry hace un gesto con la mano para que no se preocupe y se mueve hasta salir de la mesa. Pero Draco se disculpa y lo sigue con la excusa de ir al baño.
Cuando ambos doblan la esquina y está seguro de que nadie puede verlos, toca el codo del auror sutilmente para llamar su atención y este se vuelve hacia él.
—Me preguntaba —dice intentando mirarle a los ojos con toda la seguridad que puede reunir en ese momento— si podríamos hablar. No ahora —se apresura a añadir viendo un atisbo de sorpresa en él—, pero me gustaría aclarar que lo que pasó en tu casa no fue por las razones que piensas.
Harry también quiere aclararlo, pero hay gente caminando a su alrededor, así que le agarra del antebrazo, lo aparta hacia un lado y se acerca a él un poco más.
—Draco, sé que no querías acercarte a mí por eso. Solo lo dije porque creí que así reaccionarías. De nuevo me equivoqué.
—No, espera —añade antes de que el auror se mueva—, no te equivocaste, solo estaba confundido en ese momento. No sé en qué estaba pensando, pero confundí las cosas, pensé que tú…
—No pasa nada, ¿vale? No hace falta —Harry levanta las manos para darle a entender que el tema está zanjado.
Draco está impaciente, no quiere que ahora que está poniendo en orden su vida, Harry se deslice fuera de ella como agua entre sus dedos, así que cree que la mejor forma de que le crea, es agachar un poco la cabeza hasta alcanzar sus labios y besarle.
Harry aunque no se lo espera, no se aparta y le devuelve el beso despacio y relajado. Como si fuese la resolución a todo lo que han hecho y dicho hasta ahora. Pero en seguida pone una mano en el pecho del pocionista para tomar un poco de espacio y mirarle a los ojos.
—Me gustas, Draco. De verdad —le advierte mirándole a los ojos para que entienda bien el mensaje.
No quiere algo de una noche, piensa sin quitarle los ojos de encima, captado. Él tampoco. No sabe cómo va a ir la cosa, pero desde luego quiere ir a más con él. A mucho más. Este segundo beso le ha dejado claro que su mente no le ha hecho justicia al recuerdo del primero. Y al pensar en cómo puede evolucionar, se le eriza todo el vello del cuerpo.
—¿Siempre sois así de directos los gryffindor? —bromea poniendo su mano sobre la de Harry que aún está sobre su pecho.
Harry sonríe mientras sigue observándolo con curiosidad, como si no terminase de creerse nada.
Draco le sonríe de vuelta, en muda promesa de que esa noche, una vez todos se hayan ido, van a hablar, y puede que algo más.
Cuando vuelven a la mesa demasiado tiempo después con cervezas para todos, Pansy los observa y sabe que algo ha cambiado. Sus miradas han cambiado. Ve paz en ambos y suspira mientras piensa que ya era hora.
