Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y a la Saga Crepúsculo.
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¡Hoooola de nuevoooo!
Aquí estamos una semana más con la actualización que espero os desvele más cositas de esta Bella y Edward.
Os quiero darlas gracias por el apoyo a la historia, me estáis dejando muy sorprendida con este recibimiento. Intento responder vuestras dudas por privado pero algunas no tengo la opción así que AL FINAL DEL CAPÍTULO RESPONDO A ALGUNAS PREGUNTAS QUE ME HABÉIS DEJADO EN LOS COMENTARIOS.
Sin más, os dejo con Edward!
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SOLO ERES EDWARD PARA MÍ
EPOV
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Había pasado un mes desde que mi vida y la de Bella cambiaran de la noche al día.
Literalmente.
Al contrario de lo que pudiéramos pensar al principio, nos habíamos adaptado muy bien a vivir juntos. En cuanto aprendí a ignorar las quejas de Bella sobre su capacidad de cuidarse sola y ella aceptó que no podía engañarme sobre su salud todo funcionó bien.
Aunque no todo era tan sencillo. Admito que cada día que llegaba a casa y comprobaba que seguía ahí era una sorpresa. Fue una dura batalla convencerla de que se quedara hasta que estuviera más recuperada. De esas peleas que no crees haber tenido la suerte de ganar.
Era fácil vivir con ella y, debido a mi horario de trabajo, tampoco era especialmente difícil hacerlo conmigo. El poco tiempo que pasábamos juntos conversábamos de todo un poco e, incluso, la había enseñado a jugar al póker y estaba comenzando a machacarme.
Tan solo teníamos que ceñirnos a una gran norma no escrita. Bajo ninguna circunstancia nombrar a mi familia o Forks. Algo que aún me provocaba sentimientos encontrados. No me sentía cómodo ocultándole esta información a Rose, pero esperaba convencer a Bella con el tiempo y poder redimirme con mi sobrina.
-No tenías que acompañarme. Podía coger el metro perfectamente. – se quejó, nuevamente, mi inesperada inquilina con ese puchero al que me estaba comenzando a hacer inmune. Había necesitado perder varias discusiones con ella, pero finalmente conseguí hacerme valer.
Hoy tenía revisión con Alice. Seguramente le quitarían el yeso y le harían las pruebas pertinentes para ver el estado de sus lesiones.
Bella no había podido dormir durante toda la semana y aunque no dijo nada en ningún momento las ojeras la delataban.
Estaba preocupada por las posibles secuelas en su mano. Era normal, era importante para ella, pero no debía hacerlo. Difícilmente le iba a suponer ningún problema… En cambio, su pierna me provocaba dolores de cabeza.
Sin que ella lo supiera me había puesto en contacto con uno de los mejores fisioterapeutas que conocía. A partir de mañana comenzaría sus sesiones. Los primeros días vendría a casa y cuando él lo considerara prudente, Bella podría desplazarse a su consultorio.
Solo tenía que encontrar el mejor momento para que Bella aceptara mi plan.
Ayer la vi preparar la maleta para volver a su casa. Esperaba convencerla que eso no era una opción aún. Subir seis pisos cada día, varias veces, sería el camino directo a una cojera permanente.
-¿Cuantas veces tengo que repetirte que de tu brazo y pierna me ocupo yo? – le recordé haciéndole rodar los ojos igual que anteriores ocasiones que lo había hecho durante estas semanas.
Reí.
-¿Crees que los huesos se habrán enganchado bien? – preguntó con los ojos temerosos.
Me distraje con su delicado rostro.
Los moratones que le había causado el accidente habían desaparecido y su piel volvía a lucir impoluta. Durante estos días no había lucido mucho maquillaje, pero hoy se había puesto algo de mascara de pestañas y un sutil pintalabios. La hacía parecer más mayor, no la niña que mi mente recordaba.
-Primero de todo, los huesos no se enganchan…. Y eso espero. – le dije intentando tranquilizarla, aunque su nerviosismo era casi imposible de calmar.
Vagaba por la casa nerviosa, mordiéndose las uñas buscando distracciones que no le duraban más de dos segundos antes que un bufido exasperado saliera de sus labios.
-¿Crees que puedo llamar a Jasper para decirle que puedo incorporarme esta semana? – preguntó tan inocentemente que quise cogerla en brazos y llevármela al fin del mundo para que nadie la dañara.
Bella estaba dispuesta a volver a trabajar lo antes posible pero aún no era el momento. Primero tendría que hacer rehabilitación. El museo le había dado la baja, pero entendía que no era lo mismo que estar trabajando. Aun así, debería tener paciencia.
Y dejar de mencionar a ese tal Jasper cada dos segundos también estaría bien.
-Tendrás que hacer rehabilitación primero. – repetí con peor humor. Me arrepentí en cuanto la vi morderse el labio triste. – Irá bien. – le dije cogiendo su mano para que volviera a mirarme con esos ojos que comenzaban a brillar de nuevo. – No es el momento de tener prisas.
Bella asintió.
-Bella Swan. – Alice salió de su consulta alegre como siempre. - ¡Oh vaya! Y Edward Cullen. – añadió sorprendida de verme allí. Había tenido que cambiar varios pacientes y aplazar reuniones, pero me gustaba la idea que se enfrentara sola a este momento. – Bienvenidos a los dos. – dijo aguantando la puerta para que entráramos reponiéndose rápidamente de la sorpresa de verme aquí.
Bella se incorporó y sentó en la silla de la consulta sin ningún problema.
Era una experta en el uso de las muletas.
Los primeros días en casa causaron alguna que otra situación delicada, especialmente durante la hora de la ducha pero, poco a poco, nos amoldamos. Ella esperaba a que yo llegara, le ponía las protecciones para que no se mojara y salía pitando de su lavabo intentando no ver más piel de la necesaria.
Alice le preguntó a Bella sobre cómo habían ido estos días. Era extraño para mí mantenerme en segundo plano. Estaba acostumbrado a ser el que hacía las preguntas.
Alice debió notar algo porque me miró destilando diversión y malicia.
-¿Estás seguro que no quieres hacerlo tú? – bromeó cuando estaba a punto de cortar la escayola de Bella.
-Confío en tus habilidades. – respondí colocándome detrás de Bella para poder ver el proceso sin ponerla nerviosa.
Alice comenzó con la mano. La cicatriz era limpia y, a simple vista, no se veía nada que debiera preocuparnos. Bella movió inmediatamente los dedos. Volvió su rostro buscándome con una sonrisa deslumbrante. Le respondí de vuelta. Esa cabeza loca llevaba cuatro semanas pensando que no iba a volver a moverlos.
El yeso de la pierna fue otro cantar.
Las cicatrices eran mucho más profundas y dejaban muy claro, incluso para alguien que no entendiera ni una mierda de medicina, lo grave que era lo que le había pasado.
-Voy a dejar un rato al aire para que la piel descanse. Ahora Marisa te llevará a hacer unas radiografías y después te pondré vendajes más finos que te molestaran menos. Permitirán que puedas hacer los ejercicios de rehabilitación. – le explicó Alice mientras revisaba la zona.
No pude contenerme más y me acerqué cogiendo el taburete extra que tenía en la consulta. Ambos examinamos la zona con detenimiento.
-No podrás excederte con la rehabilitación. Vas a tener que ser muy precisa y tener mucha paciencia para que estos huesos recuperen su funcionalidad. – puntualicé olvidándome que Bella no era mi paciente.
Durante estos días Isabella había dejado muy claro las ganas que tenía de recuperar su vida. Tenía miedo que forzara tanto los ritmos que su pierna acabara resentida. El trabajo de Alice había sido bueno pero el golpe en su rodilla fue devastador.
La enfermera y el camillero llegaron y acompañaron a Bella a la sala de rayos.
Alice y yo nos quedamos en la consulta esperando las pruebas.
Seguramente llegaran antes que la propia Bella. El sistema informático de hoy en día era una maravilla, al menos no teníamos que ir acarreando esas radiografías enormes por todo el hospital buscando un poco de luz para verlas con claridad.
-Al menos no me voy a tener que preocupar de sus vendajes. ¿Sigue viviendo contigo? - preguntó Alice con algo más que simple curiosidad en su voz.
Me había llamado en varias ocasiones durante este mes para comprobar que cumplía con mi palabra.
-Sí… Pero es cabezota, anoche preparó su maleta. Al parecer piensa que una vez el yeso esté fuera todo se acaba. – me encogí de hombros acomodándome en el asiento delante de mi compañera.
-Suele pasar. – coincidió conmigo.
-He hablado con Black. – le expliqué.
-Guau… es… el mejor….- no añadió que también era caro y, obviamente, Bella no podía pagarlo. - ¿Cómo la vas a convencer? –
Me hizo gracia que Alice diera por hecho que Jacob Black hubiera aceptado. Era el mejor fisioterapeuta de la ciudad y del país. Era un condenado pretencioso capaz de hacer esperar hasta al mismísimo presidente. Menos a mí. Nadie me decía que no y menos él. Si podía caminar era gracias a mí y eso me daba ciertos privilegios.
-Pensaba en que me echaras una mano. – tenté el terreno.
-¡Oh no! ¡Otra vez no! Ya te ayudé cuando le di el alta. No pienso convertirme en una mentirosa compulsiva por tu culpa. – se negó fervientemente.
-Te recordaba más amable. – me metí con ella aunque sabía que era lo justo.
-¿Y cómo ha sido este mes con Bella…? No te negaré que me habéis sorprendido. – Sabía que no tardaría en sacar el tema.
-Tampoco te recordaba dando rodeos para preguntar nada. – contesté disfrutando de su vergüenza.
-Me intriga saber qué es lo que os une. – finalmente se animó a preguntar lo que llevaba casi cuatro semanas callando.
- Era la mejor amiga de mi sobrina, Rose. – expliqué la parte más sencilla de la ecuación.
-¿También ha seguido los pasos familiares? – preguntó Alice. Conociendo mi familia era fácil llegar a esa conclusión. Asentí orgulloso de mi única sobrina.
Alice Brandon era de las pocas personas que se sentía como pez en el agua con los Cullen, especialmente con el gran George Cullen. Tenía la facilidad que ese viejo gruñón fuera mantequilla en sus manos.
-Esa chica siempre ha hecho lo que ha querido con su tío. Ahora entiendo que estés cuidando de Bella. – sacó sus propias conclusiones y no las negué porque tardaría demasiado en explicarme. Demasiadas explicaciones. Además, no era mi historia que contar.
-Ya estamos de vuelta. – canturreó Marisa quien empujaba a Bella en su silla de ruedas. Los recuerdos del día que abandonamos este hospital volvieron a mí. No podía creer todo lo que habíamos cambiado Bella y yo.
Marisa la dejó a mi lado pero Bella renunció a cambiarse de silla, cosa que llamó mi atención. Me incliné hacia ella mientras Alice miraba en su ordenador buscando las pruebas de Bella.
-¿Estás bien? – pregunté apretando su mano para que me hiciera caso.
-Me duele un poco. – confesó. Estaba un poco pálida y sudorosa.
-Es normal… Ahora con la comprensión sentirás un poco de alivio. – Bella estaba distraída. – Eh… eh.. Bella… No te agobies. – le dije notando que su humor había cambiado.
Asintió aún con la cabeza en otro lugar mientras Alice giraba su pantalla para mostrarnos las radiografías. Todo iba bien. Ahora quedaba la parte más difícil.
Salimos del hospital.
-¿Me llevarás a casa ahora? – preguntó Bella.
Me mantuve en silencio preparándome para esta discusión. Estaba seguro que Bella no me lo pondría fácil. Pero durante este mes había aprendido mucho sobre ella y pensaba usar todo ese conocimiento para ganar esta, más que segura discusión
– Puedo coger el metro si no te va bien…. – aclaró pero su voz sonaba algo afectada.
-¿Estás bien? – pregunté parando mis pasos, girándome para ella. No tenía buena cara.
-Me duele bastante… - dijo cogiendo aire con dificultad. – Sé que no es lo que te había prometido pero… ¿Me dejas quedarme esta noche…? Ahora mismo no me veo con fuerzas para subir todas esas escaleras. – me pidió agotada.
Debía estar sufriendo para pedirme algo así por su propia cuenta. Algo me decía que no solo estaba agotada por los cambios en su estado de salud sino por la vida y los problemas que llevaba en la espalda sin compartirlos con nadie.
Merecía que todo fuera más fácil.
-La única que se ha impuesto una fecha límite eres tú. – aclaré sincero. – Ya, gracias por todo. – la interrumpí, haciéndola reír, antes de que pudiera agradecerme una vez más.
Quizás no todo iba a ser tan difícil como había aventurado.
Llegamos a casa.
Puse música de fondo mientras obligaba a Bella a tumbarse en el sofá para descansar su pierna.
-¡¿Sabes que le falta a esta casa?! – chilló Bella haciendo que su voz se colara hasta la cocina donde nos preparaba algo para tomar.
-¡¿Qué?! – pregunté de vuelta imitando su chillido aunque sabía cuál sería su respuesta.
-¡COLORES! – respondió mientras yo murmuraba adivinando su respuesta en silencio mientras preparaba una copa de vino para mí y un refresco para Bella.
Reí.
Había intentado llenar esta casa de color desde la segunda semana. Un día incluso me amenazó enseñándome una lista de la compra en Amazon. Esos cojines parecían vomito de payaso.
-Tú necesitas colores. Esta casa está bien así. – bromeé con ella acercándole su bebida.
-Discrepo. – discutió pero tras un mal gesto no añadió nada más lo que me daba una pista de lo mucho que debía estar molestándole su pierna.
Sin duda el destino parecía estar de mi lado.
-Tengo algo para ti. – le dije levantándome a buscar algo que compré para ella hace unos días. Había esperado a ver el estado de su mano para dárselo. – Aquí tienes. – le entregué el paquete perfectamente envuelto.
Bella lo abrió entusiasmada.
-¡Colores! – exclamó con una felicidad contagiosa.
Le había comprado unas pinturas de su marca favorita.
Bella no era una mujer de muchas revelaciones, pero una noche se abrió conmigo explicándome que el día del accidente iba distraída pensando en las pinturas que tenía que reponer y me sentí mal porque en esta casa no tuviera nada especial para pasar el tiempo. Nunca se quejaba, pero podía intuir que sus días encerrada entre estas paredes estaban siendo duros para ella.
A partir de esa noche algo cambió entre nosotros. Dejamos de ser unos desconocidos y comenzamos a crear esta extraña amistad que teníamos ahora.
-Gracias, gracias, gracias – repitió emocionada. - ¿Puedo abrazarte? – preguntó insegura. Era como si no estuviera acostumbrada a hacerlo.
¿A cuántas personas había echado de su vida durante estos años?
-Claro. – contesté acercándome hasta ella.
Se incorporó con dificultad, pero dejé que lo hiciera sola. Se molestaba cuando la ayudaba con algo que podía manejar por sí misma, aunque le representara un gran esfuerzo en su estado.
Bella me abrazó nerviosa.
Sus manos temblaban y su cuerpo también. Rodeó mi cuerpo con sus brazos de manera mecánica pero aun así la sostuve entre mis brazos. Haciéndole saber que no estaba sola.
Bella olía lavanda, era un olor fresco. Cualquier lugar en el que se encontrara olía igual. Me había vuelto adicto a esa sencilla esencia. Cuando entraba a casa, inundaba mis fosas nasales y todo se sentía bien de repente. Daba igual las horas que de trabajo o el dolor de cabeza que me estuviera provocando el maldito estudio. Toda esa tensión parecía quedarse siempre fuera de estas paredes.
Bella no tardó en separarse de mí.
Le di su espacio.
La observé en silencio.
No habíamos hablado de nada demasiado personal, especialmente de mi familia que también fue la suya. Eso lo hacía más fácil todo, pero también más inestable.
Cabeceé apartando a mi sobrina de mi mente. Ahora tenía otro gran problema por el que luchar.
La ayudé a sentarse de nuevo haciéndome un espacio a su lado.
-Ahora que estamos de buen humor, quiero aprovechar para comentarte que he llamado un amigo. – sus ojos marrones me inspeccionaban curiosa. - Es fisioterapeuta y me debe un favor de los grandes. Ha aceptado a venir a casa a tratarte. – expliqué sin demorar más lo inevitable.
Bella me dejó acabar sin hacer ni el intento de negarse, sorprendentemente.
-No sé qué decir… Has hecho tanto por mí y sigues haciendo tanto que siento que estaré en deuda toda la vida contigo si acepto. – confesó después de unos minutos en silencio.
Me alegraba que al menos no se negara vehemente o inventara alguna excusa que nadie creía. Era una pésima actriz.
-Creo que es justo que sepas que pienso perseguirte cada día, si hace falta, para asegurarme que estás haciendo tus ejercicios independientemente si aceptas o no quedarte aquí. –presionando un poco mi suerte, planteándole por primera vez la posibilidad de que se quedara conmigo un poco más.
-No quiero ser tu obra de caridad. – declaró bajando su mirada. –
-Su nombre es Jacob Black. – continué insistiendo en mi punto, ignorando el suyo. - Vendrá mañana y hará que vuelvas a caminar y a coger un pincel con tanta precisión que podrás pintar lo que tú quieras y cuando lo hagas podrás hacerme un cuadro. Lo colgaré en mi mejor pared y te dejaré que tenga tantos colores como el puto pantone pueda nombrar si eso te hace feliz. Será el único pago que aceptaré. – le dije estirando mi mano para sellar nuestro acuerdo.
-¿Jacob Black? – preguntó tensa sin tomar mi mano. – No hay ninguna mujer en la lista.
-Sí las hay pero en este campo es el mejor. – expliqué extrañado.
-No lo entiendes…. – contrapuso de nuevo.
-Bella… - intenté hacerla entrar en razón.
-No me siento cómoda entre extraños. – me interrumpió.
-Confía en mí. – le pedí forzando aún más mi suerte. Black era un tipo honrado.
-¿Puedo ir a su consulta?- propuso nerviosa.
-Estaré contigo aquí mañana. Te prometo que te sentirás cómoda. Si no probaremos con otra persona. Te lo prometo. – le di mi palabra y al parecer funcionó porque Bella acabó asintiendo. Un simple gesto que me pareció el paraíso.
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No podía dormir.
La conversación con Bella me había dejado preocupado.
Su pasado era un secreto a voces en ese pequeño pueblo del que procedía. Nadie hablaba de ello y no por eso dejaba de ser uno de los mayores chismorreos entre los vecinos.
Había conseguido acallar mi consciencia durante un mes, pero no podía continuar con esto sin decirle nada a mi familia. Era injusto cuando yo sabía todo lo que habían sufrido. Toda la culpa que mi pobre sobrina aun sentía.
Ni tan siquiera era justo con Isabella. Ella necesitaba a alguien con quien poder hablar libremente, sin necesidad de esconderse. Yo podía ser esa persona, pero no lo conseguiría si continuábamos evitando su pasado.
-¡Ahhhhhh! – un grito cruzó toda la casa como un sonoro trueno un día de tormenta.
Me puse unos pantalones a toda prisa y bajé corriendo hasta la habitación de Bella.
-Edward me duele. – sollozó entre lágrimas en cuanto me vio entrar.
Me acerqué a ella.
Estaba sudorosa.
Encendí la luz para poder comprobar qué pasaba y asegurarme que no tenía fiebre. Todo parecía en orden. Revisé sus heridas y ninguna estaba abierta o con signos de infección. Volví a asegurar sus vendajes.
-Creo que me he dormido apoyada en la pierna. – aclaró nerviosa.
-Tranquila, te daré un analgésico. – le dije comprobando que habían pasado las horas necesarias para no abusar de su efecto. -
Rebusqué en la mesita de noche de Bella y se lo entregué.
Me quedé con ella, sentado a su lado hasta que se calmó. Poco a poco su respiración dejó de ser agitada y sus ojos se abrieron con calma dejando atrás el dolor.
Nos quedamos en silencio. Ella mirando al techo y yo concentrado su pulso que sentía a través de mi constante toque sobre sus delicadas muñecas. Era una bella melodía.
-¿Crees que volveré a pintar? – preguntó rompiendo el tranquilo silencio. No era capaz de calcular cuánto tiempo había pasado desde que había llegado a su habitación.
-Llevo un mes asegurándote que lo que debe preocuparte es la pierna y tú sigues insistiendo en tu mano. ¿Sabes que soy de los mejores médicos del país? Es increíble la facilidad que tienes en desconfiar de mi criterio. – bromeé.
-Qué voy a decir… Solo eres Edward para mí. – restó importancia y aunque normalmente me habría ofendido que alguien ignorara la relevancia que tanto me había costado ganarme, fue refrescante que ella lo hiciera.
Rodé los ojos intentando hacerme el ofendido por sus palabras, pero no podía. No cuando me miraba así.
No cuando era lo más sincero y real que me habían dicho en mucho tiempo.
-Puede venir Jacob Black y no es necesario que tú te quedes. – cedió con seguridad esta vez. – Ya me has cuidado más de lo que deberías haber hecho. -
-Me quedaré. – insistí. – Ahora solo descansa. –
Sin pensármelo dos veces me acerqué hasta ella y le dejé un beso en su frente.
-Buenas noches. – le dije suavemente antes de apartarme.
-Buenas… noches. – Escuché murmurar Bella desde su cama antes de cerrar la puerta de su habitación.
Me apoyé contra la puerta.
¡Joder!
¿Qué cojones estaba haciendo?
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[**]
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NA:
¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado este POV de nuestro chico.
Vamos sabiendo más cositas. Por el momento sabemos que hay alguien capaz de luchar contra la testarudez de Bella y ese es Edward. Quien no lo está pasando muy bien luchando con su consciencia… ¿Acabará llamando a Rose o respetará los deseos de Bella?
RONDA DE RESPUESTAS:
Sobre la familia de Bella: Es uno de los grandes interrogantes de su pasado. Iremos descubriendo qué pasó y qué hay con estos misteriosos familiares que ella no menciona en ningún momento.
Sobre la soledad de Bella: Sí, realmente lo que hemos sentido estos primeros capítulos ha sido su realidad. Como se pregunta Edward en este episodio, Bella no ha dejado entrar a mucha gente en su vida.
Nos leemos en el próximo,
Saludos ;)
