NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO ESCRIBIENDO

¡Hola a todos! Lo siento mucho, me cambiaron el horario en mi trabajo y me aumentaron las horas, toda mi estabilidad para escribir se fue el traste por eso. Pero ya me estoy recuperando y creo que de aquí volveremos a un ritmo más estable. Pero, en compensación hay mucha cursilería y la primera escena M de este fic en este capítulo (quedan advertidos)

MUCHÍSIMAS GRACIAS por sus hermosos comentarios, vistas y favoritos. Ustedes son los mejores enserio.

¡disfruten!


Capítulo 5

Votos eternos

Anakin Skywalker estaba acostumbrado a los cambios. Su vida había cambiado tanto, que cada una de sus etapas era abismalmente distinta de la otra. Primero fue un esclavo en Tatooine que solamente tenía a su madre para consolarse. Luego, fue un esclavo aprendiz de Sith a merced de Palpatine. Después, fue un fugitivo desplazándose por el Borde Exterior durante una década, escapando de todo lo que alguna vez conoció. A excepción de su madre, no podía mencionar ninguna cosa buena en esas tres etapas de su vida.

Hasta que Padmé llegó al Executor y comenzó el cuarto cambio, el más importante hasta ahora, el momento en que su alma comenzó a sanar y su corazón se enamoró de esa mujer tan auténtica y audaz. La destrucción del Executor terminó con toda esa etapa de oscuridad y dio inicio a su vida en Naboo, al lado de Padmé, hasta ahora su cambio favorito.

Pero esa fresca mañana en Varykino, mientras Anakin se miraba en el espejo, se daba cuenta de que este era el primer cambio en su vida que él dirigía. Todas esas etapas previamente mencionadas fueron accidentes del destino, consecuencias de acciones de terceros. Pero en esta ocasión, él había tomado todas las decisiones que lo llevaron a este momento, la primera etapa que él eligió, construyó y viviría consciente y, realmente, feliz.

Llevaba puesto un pantalón oscuro y encima una túnica azul oscuro, con un cinturón café del mismo tono que sus botas y, encima de la túnica, un par de medallas que había recibido como mérito como oficial en el Palacio de Naboo. Aunque en sus cinco años trabajando en Naboo se acostumbró a verse con su uniforme, cada día un poco más contento consigo mismo, en esta ocasión le quitaba el aliento percatarse lo lejos que había llegado, considerando el lugar de donde venía.

Y no hablaba de la esclavitud, porque no se avergonzaba de ese pasado. De lo que sí sentía muchas veces vergüenza, fue de su tiempo usando las negras túnicas de Sith, y esos años portando la horrible máscara, un poco más agraciada que su deformado rostro. Nada parecido al semblante que contemplaba ahora, de facciones apuestas, con grandes ojos azules llenos de esperanza, un sentimiento que Padmé implantó en su corazón el cual, honestamente, había olvidado antes que ella llegara a su vida.

Cerrando los ojos por un momento, Anakin se concentró un poco, pero a pesar de la paz, la hermosa naturaleza y su propia felicidad, no pudo sentir a la Fuerza. Era frustrante, toda su vida lo único que tuvo fue a la Fuerza para sostenerse, y ahora que era feliz, parecía haberlo abandonado. Anakin abrió los ojos para desechar ese pensamiento, no queriendo arruinar ese espléndido día.

Obi-Wan Kenobi estaba recargado en la pared a unos pasos de Anakin, cruzándose de brazos y dándole su espacio para serenarse. Pero luego de ver el reloj, el padrino del novio decidió acercarse a él y colocar fraternalmente una mano sobre su hombro.

—Tenemos que ir al altar, ya casi empieza la ceremonia—dijo Obi-Wan.

—Muy bien.

Aunque podía notársele un poco el nerviosismo, muy dentro de sí Anakin estaba más emocionado que ninguna otra cosa. Aseguró el broche del cinturón y se dio una última mirada al espejo, antes de darle la vuelta hacia la puerta de salida.

—Anakin, antes de salir, ¿puedo decirte algo?

Se detuvo, mirando a Obi-Wan con una expresión curiosa. El Jedi inhaló profundamente, acomodando los pensamientos en su cabeza antes de hablar.

—Sé que ya hemos hablado de esto, y con más profundidad, pero quiero que sepas lo mucho que lamento Mustafar—Anakin abrió su boca, pero Obi-Wan continuó hablando antes de que pudiera interrumpirlo—Lamento que te causé. Pero la Fuerza ha tomado estas equivocaciones para darte una felicidad que no creo que nadie merezca tanto como tú. Y me place mucho poder ser testigo de esto.

Hablaba con el corazón en la mano y Anakin lo sabía. No necesitaba la Fuerza para saberlo, la expresión de Obi-Wan, tan transparente, era más que suficiente. Anakin sabía que el horror de Mustafar quizá nunca abandonara su mente y corazón, pero se negaba a dejar que el pasado condicionara su presente, mucho menos su futuro. En los últimos años, Obi-Wan había sido un aliado tan honesto y valiente, que no debió pensarlo mucho para pedirle que fuera su padrino de bodas. Una petición que a Obi-Wan lo tomó por sorpresa, pero que aceptó con humilde gratitud.

—No pensemos más en esos tiempos, Obi-Wan—le dijo Anakin, ahora siendo él quien colocaba fraternalmente su mano sobre el hombro del Jedi—Festejemos hoy los nuevos inicios.

—Así será, Anakin.

Ambos salieron al corredor y llegaron al balcón, donde sería la ceremonia. Todas las decoraciones estaban en su lugar y los invitados charlaban entre sí, acomodándose en las sillas. Anakin recorrió con una mirada a los invitados, a la familia y los amigos que había hecho en esos años, y su corazón saltó en su pecho. Nunca pensó en su juventud que podría vivir algo tan bello.

Bajo ese techo, estaban todas las personas que le importaban y que lo querían también. Solo faltaba su madre, pero Anakin confiaba en que su espíritu estaba de alguna forma presente, ya fuera en la energía del Lago o las hermosas flores, pero Shmi Skywalker debía estar ahí. Y Padmé, que saldría en unos cuantos minutos acompañada por su padre hacia el altar.

Con la emoción encogiéndole las entrañas un momento, Anakin se paró en el altar al lado del sacerdote, esforzándose por controlar su respiración, sintiendo eternos los pocos minutos que transcurrieron hasta que, al fin, la marcha nupcial sonó.

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Era una mañana soleada en el País de los Lagos, algunas pocas góndolas se deslizaban sobre las aguas cristalinas en dirección a la hermosa casona que se posicionaba sobre un risco a los pies del lago. Alrededor de la residencia Naberrie se habían colocado luces flotantes, y decoraciones con flores y listones para indicar el camino a los invitados.

El hermoso pórtico de Varykino había sido decorado con altos arreglos florales, rodeando un altar de listones blancos y capullos de ángel. Una alfombra color beige conectaba el altar con una amplia estancia, cuyas puertas y ventanas se abrieron de par en par para que el fresco aire del lago y el aroma de las flores lo inundaran. En la estancia, se dispuso una larga mesa con manteles blancos y servilletas moradas, en donde se serviría el banquete después de la ceremonia.

Las decoraciones florales, los listones, la música de fondo y la bella arquitectura del lugar crearon un ambiente de ensueño, tal y como Padmé siempre imagino que se vería desde que era una niña y soñó, un par de veces, en casarse en ese mismo balcón.

Cuando era niña Padmé pensaba poco en los chicos y visualizó una linda boda solo cuando su madre le contaba cuentos de princesas y príncipes antes de dormir. No pensó seriamente en eso hasta que su hermana Sola se casó, eligiendo ella una recepción en la casa de los padres de Darred (grande, con un vestíbulo enorme sostenido por pilares lisos que cubrieron de flores para la ocasión) y supo de inmediato que, si alguna vez ella se casaba, sería en Varykino, su lugar favorito.

Pero jamás hubiera podido imaginar las condiciones en que se dio su boda soñada. Había sido reina de Naboo y ahora sería senadora en el Senado Galáctico de la República, jamás soñó con llegar tan lejos. Pero lo más importante, el hombre que la esperaría en el altar, el que sería su esposo, era mucho mejor que cualquier bosquejo que ella pudo imaginar con inocencia infantil o romanticismo juvenil. Porque Anakin Skywalker era real, de carne y hueso, y nunca pensó que alguien como él pudiera existir.

Padmé no pudo dormir esa noche, y cuando comenzó a amanecer se puso de pie y sacó del armario el hermoso vestido de novia que había elegido. Se detuvo un momento para pasar su mano sobre los hermosos bordados delanteros en el corsé, y se mordió el labio inferior para no llorar. Poco después, Jobal y Sola llegaron para ayudarla a prepararse, sugiriendo un par de cambios al peinado y dando consejos de maquillaje. Varias horas después Padmé ya estaba lista y se miraba al espejo con una combinación de asombro y nerviosismo.

—Sé que suena a cliché—admitió, mirando a su hermana de reojo—Pero me siento enferma.

—Es normal, hermanita—la consoló Sola—Me pasó lo mismo en mi boda, ¿recuerdas?

—Perdona por haberme burlado de ti.

—Oh, no te disculpes—Sola le dedicó una sonrisa traviesa—Solo imagina que allá afuera nuestros amigos y familia esperan a que salgas, y tendrán sus ojos puestos en ti.

—¡Sola!—le reclamó, con expresión compungida—Voy a llorar.

—Aún no, o arruinarás el maquillaje. Llora en el altar.

—Pero…

—Ya, perdona mi broma—Sola de repente sonó seria—No notarás nada, te lo aseguro. Cuando salgas, solo serán tú y Anakin.

—¿Estás segura?

—Si.

Jobal entró a la habitación en ese instante, llevando en la mano el ramo de Padmé y, cuando se lo tendió a su hija, no pudo contener más su emoción.

—Te ves tan hermosa, cariño—dijo Jobal, abrazando a su hija menor por los hombros con lágrimas en los ojos—Y tan feliz.

—Lo soy.

—Lo sabemos.

Jobal y Sola intercambiaron una rápida mirada, con amor y orgullo en sus ojos. Finalmente, Padmé tendría esa hermosa familia que siempre se mereció, con un hombre que sí la valoraba.

Padmé siguió viéndose al espejo, reconociéndose en esta nueva faceta suya. Se acostumbró muy pronto a usar esos enormes vestidos reales y el maquillaje ceremonial, pero esta vez, viéndose con el vestido blanco y su peinado perfectamente acomodado bajo el velo, Padmé se dio cuenta que estaba empezando una nueva etapa de su vida. Esta imagen era el inicio de su vida como esposa, un título que estrenaría en unos pocos minutos.

Poco después llegó Ruwee, pidiendo unos momentos a solas con su hija antes de escoltarla al altar. Jobal le dio otro abrazo a Padmé y Sola le susurró al oído que todo saldría bien, luego caminaron hacia el corredor para dejarlos solos. Al momento en que se cerró la puerta, Ruwee miró a Padmé con la mirada empañada.

—No pensé que este día llegaría—admitió Ruwee—Siempre fuiste tan independiente, tan decidida a poner primero tu carrera… que varias veces pensé que nunca te casarías.

—Mamá me lo decía todo el tiempo—respondió Padmé con una sonrisa.

—Luego pensé, que si algún día te casabas debería ser un hombre excepcional, capaz de ver más allá de las cosas, como tú. Y mientras la Crisis se extendía, me hice a la idea de que ese hombre visionario no podía estar en Naboo.

—Técnicamente tenías razón, papá.

—Lo sé, es curioso cómo la vida nos guía a donde debemos estar—Ruwee sujetó las manos de su hija afectuosamente—Estoy tan feliz por ti, hija, pero al mismo tiempo… ya no eres mi niña.

Los ojos de Padmé se empañaron también, y parpadeó rápidamente para no llorar aún.

—Siempre lo seré, papi.

Ruwee beso a Padmé en la frente, dándole una vez más su bendición, y luego ambos salieron hacia el pasillo.

Los invitados ya estaban en sus asientos susurrando unas cuantas palabras de emoción y admirando la decoración del lugar. No eran más de treinta personas, entre familiares y amigos, pues tanto Padmé como Anakin habían querido hacer algo privado. Cuando vieron al novio caminar hacia el altar, parándose al lado del sacerdote, todos guardaron silencio, sabiendo que había llegado el momento.

Minutos después empezó la ceremonia. Al sonido de la música, las damas desfilaron por el pasillo (Sola, Ryoo y Pooja) abriéndole el paso a la novia. Ruwee escoltó a Padmé con orgullo, feliz al ver de reojo lo contenta que estaba su hija.

Tal y como Sola había dicho, cuando Padmé puso un pie en el pasillo, todo a su alrededor desapareció, y solo vio a Anakin. Él estaba de pie frente al altar, conteniendo su propio nerviosismo, pero cuando puso sus ojos en Padmé una enorme, radiante sonrisa adornó su rostro y lágrimas llegaron a sus ojos, y Padmé sintió sus propias lágrimas asomarse con más descaro. Cada paso fue como caminar sobre nubes, sintiéndose etérea por un instante, hasta que llegó al altar.

Ruwee agarró la mano de Padmé que no estaba sujetando el ramo, y delicadamente, la tendió hacia Anakin, quien estrechó su mano con un suspiro de emoción.

—Cuídala mucho—dijo Ruwee con un nudo en la garganta—Y sean muy, muy felices juntos.

Dicho eso, Ruwee se sentó al lado de su esposa, y el sacerdote procedió a oficiar la ceremonia. Ni Padmé ni Anakin escucharon gran cosa, porque estaban perdidos en ellos mismos, mirándose a los ojos en todo momento, sujetando fuertemente sus manos, dejando que la emoción y el amor los abrumara por un instante.

—Ahora, el novio procede con sus votos—dijo el sacerdote.

Obi-Wan, que estaba sentado en primera fila, le habló a Anakin a través de la Fuerza para que reaccionara. Él inhaló profundo, reaccionando de su embelesamiento, y empezó a hablar.

—Una vez, cuando era niño, miré a las estrellas y me atreví a soñar que algún día las conocería todas, que sería feliz viajando por toda la galaxia—dijo Anakin, su voz tornándose más seria—Y conocí más mundos de los que nunca soñé, pero era infeliz. Miserable incluso. Y durante años, pensé que mi vida sería siempre así, sin atreverme a volver a soñar para que la vida no me robara dicho sueño. Pero luego llegaste a mi vida, Padmé, y lo cambiaste todo.

Anakin respiro profundo, mirando a Padmé a los ojos antes de continuar.

—Me hiciste tener esperanza en que mi vida podía cambiar, me hiciste recuperar la confianza en mí mismo, y me devolviste la capacidad de soñar, de ambicionar, de crear. Sanaste las heridas de mi corazón roto y curaste mi alma moribunda, dándome una segunda oportunidad de vivir. Y te prometo que, desde hoy en adelante, consagraré mi vida a que seas feliz, a que cumplas tus sueños, a que no pase ningún día sin que te sientas amada y apoyada, porque siempre estaré contigo.

Para ese punto Padmé no pudo contener más sus lágrimas y un par se deslizaron por sus mejillas, Anakin las limpio tiernamente con su pulgar, aprovechando para acariciar su mejilla antes de que Padmé empezara a pronunciar sus votos.

—Cuando era una niña, me consideraba muy diferente de mis otras amigas, cuando ellas hablaban de novios y bodas y bebés yo solo pensaba en estudiar leyes de la República—se escuchó una suave risa, quizá de Ruwee, a ninguno le importó verificarlo—Nunca pensé que iba a querer eso en mi vida, hasta que te conocí, y aprendí que solo la persona correcta consigue despertar ese tipo de sueños.

Anakin contuvo el aliento, mientras la voz de Padmé se volvía más firme.

—Desde el momento en que te conocí, supe que mi vida había cambiado, pero no supe que sería para mejor. Nunca pensé que podría amar tanto a alguien, que iba a querer vivir a tu lado, que iba a ser feliz viendo tu sonrisa y sujetando tu mano. A tu lado me siento la mujer más importante de la galaxia, porque tu amor y tu confianza hacia mí anulan cualquier inseguridad que tenga. Prometo hoy y siempre amarte con todo mi corazón, prometo estar a tu lado para apoyarte, para que seamos una familia, para que tus sueños se cumplan y seas tan feliz como solo tú te lo mereces.

Terminados los votos, se colocaron mutuamente los anillos, y el sacerdote los bendijo por última vez.

—Puede besar a la novia—dijo.

Anakin se inclinó y besó suavemente a Padmé en los labios, su primer beso como marido y mujer, uno corto, dulce, lleno de esperanza, amor y alegría.

Los invitados aplaudieron, Anakin y Padmé caminaron despacio con enormes sonrisas hacia la mesa de recepción, donde los droides comenzaron a servir el banquete. Las siguientes dos horas, se la pasaron entre buena comida, anécdotas divertidas y discursos de buenos deseos hacia los recién casados. Cuando empezó a atardecer, y las luces flotantes y flores se encendieron, Anakin y Padmé inauguraron la pequeña pista de baile con su primer baile como recién casados.

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La habitación principal estaba decorada con flores, un buen vino de Naboo y shuura, la fruta favorita de Padmé. Los recién casados entraron con sonrisas soñadoras, demasiado ensimismados uno con el otro como para notar esos detalles. Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Anakin beso a Padmé con pasión, ella rodeó el cuello masculino con sus brazos, presionando su cuerpo contra el de él.

—Te amo—susurró Padmé, despegando sus labios de Anakin solo unos segundos—Te amo tanto…

—Ángel...—dijo él entre suspiros de satisfacción—Mi ángel… mi Padmé…

Ella era suya. Padmé Amidala Naberrie, la mujer más hermosa, inteligente y valiente de la galaxia era su esposa. Anakin no entendía cómo pudo tener tanta suerte.

Besó con absoluta adoración sus labios, su mejilla, su barbilla, y luego descendió hasta su cuello, tomándose su tiempo de trazar un recorrido seductor de un lado del cuello al otro, deleitándose cuando los suaves suspiros de Padmé se volvieron sonoros gemidos. Las manos de Padmé subieron a sus hombros y los apretaron con deseo, alejándose de él apenas los centímetros suficientes para buscar sus labios.

Mientras Padmé lo besaba, sus pequeñas manos recorrieron la espalda de Anakin y luego buscaron su cinturón, desabrochándolo con rapidez y jalando un par de veces la correa hasta que cayó al suelo. Introduciendo sus manos entre los pliegues de su túnica, Padmé fue retirando telas hasta encontrarse con la piel desnuda de Anakin, suspirando de satisfacción cuando pudo acariciar su pecho, retirando la túnica en el proceso.

Anakin estaba en la gloria, literalmente. Un ángel en sus brazos besaba sus labios al mismo tiempo que acariciaba su piel desnuda con anhelo y adoración. ¿Cómo no amar a esta mujer, cómo no sentir su corazón palpitar hasta el agotamiento cuando era ella quien le devolvía el aliento con sus besos, la ternura y las ganas de vivir con su amor, que encendía en llamas su alma con esta pasión?

Todavía inmerso en las sensaciones que Padmé despertaba en su cuerpo, apenas fue consciente de su ángel empujándolo hacia la cama y de ella subiéndose a horcajas sobre él, para este punto ya había retirado la túnica y su camisa, dejando su torso desnudo para que ella lo cubriera de besos y caricias, empezando por su sensible cuello y descendiendo seductoramente hacia su abdomen.

Padmé estaba disfrutando muchísimo al sentir los músculos de Anakin tensarse bajo sus manos y escuchar sus gemidos cada vez que ella besaba con más fuerza en sus lugares favoritos. Anakin no parecía darse cuenta del poder que proyectaba, de la forma en que las personas instintivamente bajaban los ojos cuando él estaba cerca, reconociendo su autoridad innata aún si él hablaba en voz baja. Padmé sentía su excitación crecer siempre que este varonil y fuerte hombre sucumbía bajo sus besos, satisfecha de ser la única mujer en la galaxia capaz de tenerlo en su cama gimiendo y suplicando por ella.

"Gracias, gracias, gracias…" era lo único en lo que Anakin podía pensar, agradeciendo a la Fuerza, a la vida, a quien fuera responsable de que Padmé estuviera encima de él besando su vientre y acariciando sus costados en la medida justa para sacarle suspiros. Pero su silenciosa oración quedó en blanco cuando Padmé, con movimientos rápidos y sincronizados, bajó el pantalón de Anakin lo suficiente para liberar su excitación y sujetó su duro miembro, llevando la punta hacia sus labios.

—¡Padmé! —gimió Anakin, excitado y sorprendido por el igual, mientras su ahora esposa deslizaba un poco más de su dureza dentro de su boca, mientras su mano se enrollaba en la base de su pene con fuerza.

Ella no respondió, pero emocionada por su respuesta comenzó a bombear su miembro con la mano mientras mantenía la punta en su boca, acariciándolo con su lengua exactamente como a él le gustaba. Anakin gimió cada vez más duro, moviendo inconscientemente sus caderas hacia ella. La excitación en su bajo vientre crecía cada vez más, hasta que Anakin decidió que había sido suficiente.

Primero enterró sus manos en el cabello de Padmé, sin importarle si deshacía su peinado, y suavemente la empujó para que se moviera lejos de su miembro. Padmé jadeó sorprendida, alzando sus ojos para preguntarle si quería otra cosa, pero se encontró con los azules ojos de Anakin casi negros por la lujuria y ahí se dio cuenta que se había metido en problemas.

Sus problemas favoritos, desde luego.

Con un movimiento injustamente veloz –Padmé jamás dejaba de sorprenderse por lo rápido que podía ser Anakin cuando quería– alternó las posiciones, quedando él encima de ella, y mientras sus manos iban bajando su vestido sus labios atacaron su cuello sin clemencia, descendiendo conforme se revelaba cada centímetro nuevo de piel, hasta que le quitó el vestido y se encontró a sí mismo besando sus pies. Padmé suspiró de placer, mientras Anakin besaba sus pies, luego sus tobillos, pantorrillas, muslos, hasta abrir suavemente sus piernas y besar sin previo aviso su clítoris.

Padmé se irguió por sorpresa y placer, presionando sus dedos contra el cráneo de Anakin mientras él seguía estimulando su clítoris con la lengua, despacio, sin presionar el cuerpo de su amada, Anakin acarició los labios externos de Padmé, y cuando la sintió lo suficientemente húmeda introdujo un dedo, buscando ese punto en su interior que la enloquecía.

—A… Anakin… Oh…¡Ani! —sin poder contenerse más, Padmé arqueó su espalda y sintió sus músculos internos moverse en fuertes espasmos mientras su orgasmo nublaba sus sentidos.

Cuando terminó, Padmé colapsó contra la cama, luchando por recuperar su respiración y con una tenue capa de sudor sobre su piel. Anakin la dejó descansar un poco, besando con ternura el hueso de su cadera, su abdomen, el espacio entre sus senos, su clavícula y llegando finalmente a sus labios. Padmé lo besó tiernamente, pero no pasó mucho antes de que Anakin se acomodara encima de ella.

La besó con más intención, sosteniendo su peso con sus antebrazos para mover con mayor libertad sus caderas, Padmé instintivamente abrió sus piernas, gimiendo un poco cuando la dureza de Anakin rozó sus húmedos pliegues. El juego de anticipación puso en llamas cada nervio de sus cuerpos, siendo Padmé la primera en desesperarse, rodeando la cintura de Anakin con sus piernas para jalar sus caderas hacia ella.

Anakin gimió, rompiendo el beso para esconder su rostro en el hueco de su cuello, introduciéndose en ella despacio y cuidando su autocontrol. Ambos gimieron al mismo tiempo cuando comenzaron a moverse, primero despacio, luego con un desenfreno voraz. Padmé rodeó los hombros de Anakin con sus brazos, primero besando su cuello, luego, demasiado perdida entre gemidos como para hacer o decir algo que no fuera mover sus caderas contra las de él.

Todo se resumía a este momento, pensó Anakin con la última cordura que le quedaba. Todo se resumía a ellos dos, entrelazando sus cuerpos al límite, sudando, gimiendo, moviéndose a un ritmo que era único entre ellos, creando una intimidad que no deseaba conocer con nadie más que su ángel. Todo se resumía al amor por el cual se entregaban mutuamente una y otra vez, recibiendo un exquisito placer, sí, pero también una conexión, un vínculo irrompible que nadie más que ellos, entendía.

Y que después de esta noche, sería eterno.

Pero toda esa coherencia se esfumó cuando Padmé, cerca de su clímax, se las ingenió para besar su pulso, mordiendo suavemente su piel. Anakin enloqueció, escuchando sus gemidos en su oído y acelerando sus embestidas.

—Te amo… —gimió Padmé, antes de que el placer la inundara de nuevo.

Anakin se elevó un poco, manteniendo su ritmo, pero viendo el hermoso rostro de Padmé contraído por el placer, unos momentos después él también llegó a su orgasmo.

Ambos yacieron sobre la cama, acompasando su respiración y acurrucándose. Padmé dibujaba patrones sobre el pecho de Anakin, mientras él acariciaba su brazo tiernamente.

—Deberíamos apurarnos—dijo Padmé con tono de broma—Mi esposo no debe tardar en llegar…

Anakin rio, bajando su mano para sostener la cintura de Padmé.

—Tu esposo ¿eh? Debe ser un hombre muy afortunado. El más afortunado de la galaxia.

—No lo sé—ella se encogió de hombros, mirándolo con una radiante sonrisa—¿Por qué no le preguntas un día de estos?

—Creo que él ya lo sabe.

—¿Enserio?

—Sí, pero tienes razón, debemos apurarnos—Anakin la sujetó de la cintura con fuerza, rodando sobre la cama para estar encima de ella otra vez—Y aprovechar cada minuto hasta que él vuelva…

Mmm, me gusta ese plan—ella ronroneó, mordiéndose el labio inferior, Anakin la besó apasionadamente y cuando se separaron, ella lo miró a los ojos—Tu esposa también es muy afortunada, ¿sabes?

—Lo es—con una sonrisa llena de alegría, Anakin besó la punta de su nariz—Te amo, esposa.

—Y yo a ti, esposo—susurró ella a su oído, y luego besó su cuello.

Esa noche, marido y mujer deshicieron la cama hasta el amanecer.

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Al día siguiente, cuando Anakin y Padmé se despidieron de sus familiares y amigos, una sensación agridulce se coló en los Naberrie cuando vieron la góndola de los recién casado desaparecer por el lago. Terminada la luna de miel, la pareja se establecería en Coruscant, y no volverían a verlos en seis meses, cuando el Senado levantara sesiones.

Ni Anakin ni Padmé pensaron en eso mientras subían a su nave y partían hacia Alderaan, donde habían reservado una estancia en un romántico retiro cerca de las montañas, cuyas hermosas vistas creaban un entorno de ensueño para los recién casados.

Aunque sus primeros días ahí fueron extremadamente felices, hacia el final de la luna de miel, ambos esposos comenzaron a inquietarse. Ninguno dijo nada, no queriendo romper la atmósfera del momento, pero cada día era más inminente su partida a Coruscant. Y ninguno de los dos sabía exactamente a qué se iban a enfrentar ahí.

La tensión llegó a su punto máximo en su última noche en Alderaan, cuando Padmé, acurrucándose al lado de Anakin, entrelazó sus dedos con los de él.

—Seremos un equipo allá también, ¿verdad? —dijo ella con un hilo de voz.

—Siempre, ángel—respondió Anakin, abrazándola y besando su sien.

Ambos se quedaron así, abrazados, sin querer decir algo más, emocionados por su nueva vida juntos, pero nerviosos por lo que Coruscant pudiera provocar.


Eso es todo por ahora, en el próximo capítulo, los Skywalker llegan a Coruscant...

¿Les ha gustado? Mil gracias por seguir leyendo y apoyarme en estos proyectos ¡les mando un fuerte abrazo!