Advertencia: Escenas de sexo. Muerte de un personaje.


Divina Ella

Siglo XVIII

Llevaba mucho tiempo caminando y en realidad empezaba a sentirme agotado. Como un santo dorado de Athena estaba acostumbrado a grandes esfuerzos, pero los días pasaban y mi cuerpo empezaba a recordarme que a pesar de todo, yo era un simple humano.

Mi misión era sencilla. Investigar los alrededores en busca de una nueva amenaza. Más exactamente de la existencia de espectros.

El Patriarca había sido claro. Nos informó que la llegada de Hades estaba cerca y que los 108 espectros ya estaban por doquier. Así que ahí estaba yo. Dando vueltas por las ciudades en busca de algún lacayo del mal y aunque sí me encontré con un par de esos miserables guerreros, eso fue todo lo que halle en mi recorrido.

Camine por un sendero montañoso en busca de un lugar donde refugiarme, el día estaba llegando a su clímax y yo aún estaba muy lejos del Santuario. Mire hacia cielo azulado, el sol empezaba a ocultarse, y me pregunte si mi buen amigo Shion ya había regresado de Jamir.

Desde muy jóvenes, Shion santo dorado de Aries y yo, caballero de Libra teníamos una muy buena relación, así que sabía que tan importante era esa visita para mi compañero y lo que podía encontrar allá, en su pueblo, donde una parte de su corazón ardía con fuerza y tenía nombre propio. De solo imaginarme a Shion con su rostro enrojecido al verla me daba mucha gracia.

Suspire profundo. Que difícil era amar en tiempos de guerra. Y nosotros santos de Athena no tenemos tiempo ni espacio para otra cosa que no sea la protección de nuestra señora.

Una gota de lluvia cayó. Era muy tarde y no había un mísero lugar donde resguardarme, así que aligere el paso y como un milagro un pequeño poblado se dibujó frente a mis ojos. Sé que no podría encontrar posada. La verdad había gastado todo mi dinero, y es que adoro comer y me atasque con lo que encontré a mi paso. Y ahora gracias a eso tenía que dormir a la deriva.

Aquello realmente no importaba, bajo peores situaciones me había encontrado en mi posición de guerrero. Así que dormir a la intemperie no era un problema, por lo tanto, encontrar un lugar donde tener un poco de calor estaba bien para mi. Así que ese pueblo era la promesa de un refugio.

El agua caía impresionantemente y al fin pude resguardarme bajo una columna, pero ya estaba completamente empapado. No importaba, esperaría allí hasta la mañana y emprendería mi camino como siempre. Me senté en cuclillas y vi la furia del cielo caer con brusquedad, parecía que toda la semana las cosas iban a ser así. Baje la vista por un momento y me entretuve viendo a una vendedora que recogía con afán su puesto de fruta.

Era bella. Realmente bella.

Su cabello era de un negro muy intenso, demasiado oscuro, como una noche profunda en el bosque sin estrellas. Sus ojos contrastaban con su pelo, estos tenían un verde muy intenso y su piel era muy pálida. Bella sin duda. Debo admitir que mi escrutinio no se detuvo ahí. Ella estaba empapada, por lo que su vestido estaba completamente ceñido a su cuerpo. Tenía grandes caderas y unos senos abultados.

Suspire y por un momento olvide mi lugar y todo por contemplarla a ella. Me di un manotazo e intente apartar todos esos malos pensamientos de mi mente. Ella de seguro ya estaría casada, tal vez tendría un par de pequeños hijos y yo, el ingenuo soñando con una mujer que de seguro estaría muy lejos de mi alcance.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuando la sentí mirarme fijamente. Aparentemente, aunque mi mente estaba en otro lugar mis ojos seguían sobre ella. Y ella, la diosa frente a mis ojos sonrió y me hizo un gesto con su mano para que me acercara. Sí, soy un idiota, me tomo un par de minutos reaccionar y caer en cuenta que ella se dirigía a mí.

Mis piernas temblaron y no precisamente por el frio o por el agua. Temblaban porque yo estaba nervioso. Nunca en la vida me había sentido de esa manera. Siempre me eh enfrentado a infinidad de rivales y situaciones extenuante que no podía entender porque ella simplemente me desarmo.

¿Cómo lo hizo?

Como pude, llegue hasta su persona y note pequeñas características que no había visto antes. Como pecas en su rostro y unas ojeras marcadas. Cuando logre alcanzarla, intente decir algo, pero fue imposible unir las palabras.

— ¿Cómo te llamas? — Me pregunto con una bonita sonrisa, yo dije algo, o eso pensé. Ella frunció el ceño — ¿Disculpa?

— Dohko — Logre pronunciar. Fue como si aquella palabra hubiera estado atorada mucho tiempo en mi garganta

— Hola Dohko. No eres de por aquí ¿Verdad? — Yo conteste moviendo mi cabeza de lado a lado en negación — ¿Tienes un lugar donde quedarte? — Volví a negar — Bueno, ayúdame con esto — Señalo una tela con la fruta que vendía — Y te buscare un lugar donde quedarte

Sin titubear levante la bolsa y con mucho entusiasmo espere a que ella me indicara el camino. Me sentía algo estúpido. No. En realidad me sentía estúpido. Ella me había quitado el don de la palabra. Siempre he sido bueno con la palabra. Pueden preguntarle a cualquiera. Pero ahí con ella, yo olvide algo tan simple.

La lluvia seguía cayendo sin clemencia. Ella caminaba delante de mí moviendo sus caderas de lado a lado. Yo como todo un pervertido no podía apartar mi mirada de su magnífica cintura y desde luego de sus nalgas.

— Es aquí — Anuncio ella señalándome una pequeña casa. Luego abrió la puerta y con un gesto me dejo pasar. Adentro estaba tibio — Muchas gracias. Puedes dejar eso por ahí — Me indico un rincón del lugar — ¿Tienes hambre?

— Sí — Conteste mirándola caminar. Era soberbia — No quiero incomodarla. Mejor me retiro — Musite haciendo un ademán

— No me incomodas — Expuso ella tratando de quitar el exceso de agua de su cabello — Puedes quedarte. No dejare que duermas a la intemperie

— Está bien para mí — Me incline en son de respeto — No quiero traerle problemas con su esposo e hijos

Ella dejo salir una amplia carcajada.

— No tengo hijos — Explico perdiéndose en un cuarto — Y mi esposo murió hace dos años — Continuo mientras volvía aparecer frente a mis ojos con algo de ropa limpia — Fue muy poco el tiempo que estuvimos casados y aquel tiempo no fue lo suficiente para darme hijos. Toma — Dijo entregándome la ropa — Estoy segura que te quedara. Era de mi esposo

— No puedo

— No te preocupes. A él ya no le hace falta. Esta casa y el puesto de fruta, fue todo lo que me dejo

— Debe extrañarlo mucho

— Mi esposo era un hombre fuerte y valiente. El abrumarme por su muerte, solo lo decepcionaría. Puedes vestirte en esa habitación — Me indico

Tome una gran bocanada de aire y mire hacia la puerta. El agua se escuchaba caer al otro lado y pensé que aquella invitación era mejor que estar allí fuera. Y como ella me indico decidí cambiarme de ropa.

El cuarto era pequeño y mucho más acogedor que el recibidor, había una pequeña cama, una mesa y un pequeño baúl. La luz de una lámpara de gas iluminaba tenuemente el lugar.

Deje mi caja de mimbre a un lado. Allí mi armadura de libra se ocultaba. Mi ropa, estaba empapada completamente y como lo advirtió mi anfitriona las prendas de su esposo estaban hechas a mi medida. Todo ese lugar se sentía muy pacifico. Salí del cuarto con mis pertenencias en una mano. No sé cuánto tiempo estuve adentro. Ella ya estaba cambiada, apenas una ligera bata blanca la cubría, por lo que su maravillosa figura se veía con vehemencia. Sus pies descalzos se movían con ligereza por todo el lugar y sus manos ágilmente trataban de prender una pequeña llama para la estufa de hierro.

— Ven a tomar un poco de sopa — me dijo apenas me vio y me señalo un sillón frente al horno. Me quede parado como un tonto buscando donde colocar mi ropa empapada — Deja eso por ahí

Sin saber que era lo correcto, coloque mi canasta sobre el suelo y encima de está deje caer mis prendas. Con paso lento pero firme camine hasta ella tomando asiento en el sillón. Ella tomo una olla y sirvió un poco de sopa en un plato y con mucha naturalidad me lo entrego. Después hizo lo mismo con un segundo plato y se sentó a mi lado a disfrutar de la comida.

Olía bien. Todo en aquel lugar era agradable, el aroma de los alimentos, la calidez de esa pequeña casa y la dulzura de ella.

Otra vez me vi absorto contemplando sus facciones, mirando su figura, deslizando mis ojos por el resto del su cuerpo y contemplando sus senos abultados.

Suspire muy profundamente, otra vez estaba observando lo que no debía, pero nunca había estado tan cerca de una dama. En el Santuario hay muchas mujeres. Fuertes, atléticas y especialmente salvajes. De femeninas solo tienen su anatomía, que, aunque hermosas, solo esconden armas letales.

Por lo que encontrarme tan cerca de una delicada dama, me causaba mucha curiosidad, mucho deseo y sensaciones que había mantenido ocultas durante tiempo.

Ella me miro, y nuevamente sentí que estaba siendo imprudente al verla de esa manera. Deje caer mi cabeza y contemple el plato en mis manos, ni un solo bocado había probado por estarla mirando.

Debo comportarme.

— Me recuerdas mucho a mi difunto esposo — Dijo ella dejando su plato a un lado y caminando hacia la horno de hierro para remover la madera — Él solía imaginar muchas cosas y se ausentaba con facilidad — Me conto, yo conteste con una ligera sonrisa — Era un hombre de pocas palabras, pero podía ser muy claro con apenas un par de frases. Era muy joven y apuesto y tenia una sonrisa traviesa como la tuya

¿Sonrisa traviesa? Ya en otra época alguien me había dicho lo mismo ¿Qué tan traviesa era mi sonrisa? Para mí, era solo eso, una sonrisa. Pero por algún motivo volví a reír y ella me imito

— Esa sonrisa es interesante. Fascinante — Musito caminando hacia mí, acto seguido me quito el plato de las manos y me miro por un largo rato — Es una sonrisa que quisiera conservar para siempre ¿Qué tantas perversiones guardas Dohko?

No supe que contestar, cuando caí en la cuenta ella se había sentado con las piernas abiertas sobre mi regazo, sus brazos pálidos rodearon mi cuello y su boca carnosa se acerco a la mía con demasiada alevosía.

— Dime Dohko ¿Eres un muchacho malo?

— Yo…— Si antes me estaba costando decir palabra alguna, ahora si que me encontraba en una encrucijada sin saber exactamente que hacer — Yo

— Eres un muchacho malo. Lo sé. He visto como me miras — me dijo con una sensual sonrisa y luego me beso con mucha agresividad

Que sensación más maravillosa, era agradable. Ella era soberbia, fascinante y toda una maestra.

— Sí eres un muchacho malo — Expuso luego de soltarme y robarme cada milímetro de aliento — Mírate nada más

— No sé si esto sea correcto — Dije, pero muy en el fondo anhelaba todo de ella — Usted es una mujer hermosa. Pero no quiero traerle problemas con nadie ni causarle inconvenientes con los vecinos

Ella sonrió divertida y luego me observo mordiéndose el labio inferior.

— ¿De que problemas hablas? Aquí nadie debería preocuparse por mí. Nunca lo han hecho — se quedó callada por un momento, perdida en lo lejano — A lo único que le temo es a la muerte. No quiero morir — Expuso, llamando completamente mi atención. Ella no quiere morir. Sonrió, como borrando algún mal recuerdo — ¿Qué importa lo que piensen los demás? — Expuso con una agradable gesto

Sonreí con mucho gusto. No debía importar nada y sí yo estaba destinado a la muerte ¿que tenia de malo divertirme un poco? Volví a buscar su boca y estaba vez disfruté del fruto prohibido con más fiereza, probando cada bocada de aire y ahogando cada gemido. Extasiado y ardiente.

— Ni siquiera sé tu nombre — Informe besando su cuello

— Shila — Contesto ella con los ojos cerrados, atenta a mis besos

Shila.

El súcubo emergido de las fauces de infierno. El demonio sensual interponiéndose en mi camino arrebatándome cualquier acto moralista y haciéndome olvidar mi misión como guerrero. Ella. Denota mis pasiones y pone en tela de juicio cada una de mis decisiones. Me impide pensar con claridad, me entretiene con sus atributos y me envuelve con sus destellantes ojos esmeralda.

Sí Shila.

El beso que me roba el aliento me calienta demasiado. La ropa me estorba, pero me estorba más sus prendas. Quiero verla, quiero sentir su piel cerca de la mía, quiero percibir su aroma en su forma más sensible. Quiero todo de ella.

Tal vez ella quiera lo mismo, tal vez ella se sienta angustiada, ajena, presa de la dicha, presa de las desdichas, presa de la soledad. Tal vez no entienda la razón de sus actos, tal vez viva sin entender su vida, sin entender a los dioses, sin entender al mundo. Tal vez después de tanto deambular se sienta miserable perdiendo su energía, buscando una forma de huir de la melancolía, para que su espíritu no se debilite una vez más.

Mis manos, mis torpes manos avanzan por su figura, buscando la suavidad de su piel y el calor de su cuerpo. Son manos de guerrero y son manos toscas, poco delicadas y completamente inexpertas. Pero no me detengo y sigo avanzando por ese camino sinuoso tratando de ahogar mi delirio y consumir mi deseo.

Ella levanta el camisón dejándome ver lo que yo ya venia imaginando. Belleza. No hay ninguna prenda debajo, solo su angelical y fascinante figura. Sus pechos blancos y abultados, su cintura pequeña, sus caderas grandes y su entrada húmeda.

Cuerpo perfecto, esculpido por los dioses, el juego erótico de Afrodita.

Sonrió. O eso me pareció. Hizo una mueca, una burla al placer. Y la desee a un más y la corriente en mi pantalón empezó a crecer, anhelando su aliento, anhelando su ser. No sé en qué momento mis manos volaron hacia su pecho. Sus senos eran firmes, cálidos y suaves, y esta vez sí estaba seguro de que sonrió. Sonrió perversa y maquiavélicamente.

No dejo de observarla, estoy fascinado ante cada fibra de su piel, ante cada gesto; ante su boca entreabierta y su respiración agitada. No soporto más e intento decirlo, pero simplemente no puedo.

Un nuevo beso ahora más lujurioso y unas manos inquietas bajo mi pantalón me hacen pensar que todo acabara antes de tiempo.

Me contengo. Me contengo lo suficiente porque quiero saber que se siente. Quiero saber cómo es estar dentro de ella y quiero perderme en su ser y disfrutar de sus caricias y su magnifica humedad. Quiero tenerla entre mis brazos, hoy y siempre, la quiero para mí.

Mi pantalón desciende por sí solo, o eso es lo que yo creo, tal vez es ella, tomando la delantera, anteponiéndose a mi instinto y a mi nula experiencia.

Estoy libre de ataduras muy cerca de su abdomen palpitando con fuerza a la espera de la culminación. Su mano, a diferencia de la mía es suave y precisa, desciende y asciende poniéndome cada vez más duro.

La veo. La veo mirarme con sus perversos ojos y sonreír de placer. Se levanta un poco y sin ningún problema se deja caer sobre mi miembro endurecido abrazándome con las llamas de su infierno.

Divino desliz. Divina ella.

Vencido a su diestra me dejo inundar de un sinfín de sensaciones placenteras. Es húmedo y caliente y la siento apretar y soltar al compás de sus caderas. Carne sobre carne, placer infinito, amor de una noche.

Y así paso.

Ella sobre mí, saciándose con mis pobres movimientos y poca habilidad, intento rebuscado de placer, débil e inexperto. Y yo, bañado en su líquido divino, succionado por su experiencia, devorado por su vaivén, calcinándome en su interior.

Intento estar atento a todo lo que pasa. A su rostro placentero, al ruido de nuestras caderas golpeando una a la otra, al subir y bajar de su pecho, a sus ojos verdes, a su aroma lujurioso, a su piel que se ha hecho más suave, a mi pene que se a puesto más duro, a mi boca intentando no morder con brusquedad, a las sensaciones entre mis dedos, a sus pezones firmes, al sabor de su cuello. A sus gemidos excitantes.

Todo. Quiero guardar todo en lo más profundo de mi mente.

Un escuálido 'sí' sale de su boca y su movimiento se hace más rápido. No puedo controlarlo y también me dejo llevar por esa alevosía. Enredo mis brazos por su cintura y escondo mi cabeza en su negra cabellera. Ella sigue subiendo y bajando, deslizándose por mi tallo y apretando a cada paso. La humedad es mas intensa y mi interior quiere explotar.

Ella me abraza fuertemente. Gime de placer, se aferra más a mí y me oprime con fiereza. La escucho clamar en mi oído, la siento más caliente, más excitada, más hambrienta, permitiéndome hurgar más en su interior, dejándome entrar completamente, para sentir su calidez, su estreches, su presión, atrapando mi miembro entre sus pliegues, calcinando mi excitación.

Un rugido escapa de mi garganta y me sorprendo al escucharme, porque estoy a punto de desfallecer. No lo puedo evitar, no puedo dar más pelea y simplemente me dejo llevar por el frenesí, por el poder de su cuerpo, por el calor de su interior, por su deliciosa forma de hacer el amor.

Exploto, dejando regar mi semilla en su interior y ahogando el más grande de los gritos por la cosa más maravillosa que me ha pasado en toda mi vida. Ella sí deja salir un último gemido acompañado de un 'sí' fulminante. Acto seguido se deja caer sobre mi cuerpo completamente extasiada y agotada.

— Maravilloso — Dijo ella tratando de recuperar el aliento y no sé cómo sentirme realmente, pero sin poder evitarlo sonrió de medio lado y me imagino que ahora sí, mi sonrisa es muy traviesa — ¿Vamos a la habitación?

No hay palabras. La verdad no tengo ganas de decir nada y solo me limito a tomarla entre mis brazos, mientras ella mantiene sus piernas atadas a mi cintura. En un par de zancadas llego hasta su habitación para acostarla sobre la cama.

Analizo la situación.

Estoy cansado. Pero quiero más. No sé cuando vuelva a tener semejante oportunidad y quiero aprovechar hasta el ultimo minuto al lado de mi diosa. Y así lo hago. Otra vez me pierdo entre su cuerpo, esta vez probando cada milímetro de su piel. Mis inexpertas manos se posan en su entrepierna y la siento completamente mojada, culpa del acto anterior. Ella gime y cierra los ojos. Empiezo a tocar, a sentir su entrada suave y su pequeño botón de carne. Presiono y la escucho gemir y la veo enterrar las uñas en la sabana.

Este deseo se quedará en mí.

Continuó. Acaricio, beso y luego penetro y me dejo llevar por su cuerpo, por sus gemidos, por la succión de su cuerpo. Y así me quedo toda la noche.

.

Una pesadilla.

Despierto empapado en sudor y me toma un par de segundos recordar quien soy y donde estoy. Ella me mira interesada y con una tierna sonrisa me pregunta, que si estoy bien. Le contesto con un movimiento de cabeza e intento recordar que fue lo que soñé. Que fue aquello que me despertó tan angustiado y que se quedo clavado en mi pecho.

Pero no logro recordar.

— Debo irme — Dice ella terminando de arreglarse — Debo atender mi negocio ¿Te quedaras hoy?

Quisiera contestar que sí, quisiera quedarme a su lado y nunca irme de allí, pero me es imposible y la sensación en mi pecho me recuerda que aquella vida y que esa mujer, no son para mí.

— Entiendo — Pronuncia ella ante mi silencio — Tampoco esperaba que te quedaras, debes seguir con tu vida. Fue un placer conocerte — Me dice sentándose cerca de mi rostro — La verdad fue interesante éste encuentro. No te olvidare y cuando pases por acá. Ven a visitarme — Finaliza dándome un profundo beso. Un beso que no quiero que termine jamás

.

Soy Dohko de Libra y debo volver al Santuario, atrás eh dejado aquel pequeño poblado y con ello eh dejado a Shila. Escondo mi rostro y aprieto con fuerza las correas de mi canasta de mimbre. Quisiera volver.

Es imposible.

Camino pensativo obligándome a no mirar atrás, me aferro a la idea de que tal vez en algún futuro vuelva a verla e intento continuar sin derrumbarme.

Su imagen habita en mí, el olor de su piel sigue impreso en mi alma, aun puedo recordarla y sentirla sobre mi cuerpo, aun puedo recodar sus manos inquietas, su lengua salvaje y su cavidad ardiente.

La noche entre sus brazos fue realmente exaltante, todo lo que ella hizo fue completamente placentero y fascinante. No puedo deshacerme de la lujuria al recordarla, ni de su boca, esa boca que se perdió en algún momento entre mis piernas, lamiendo mi abultado miembro.

Embriagado estoy de ella. Divina ella.

Tres cosmos oscuros logro sentir y recuerdo mi misión como guerrero, me quedo impresionando ante los tres espectros y sin ningún problema me deshago de ellos.

Esa es la satisfacción de acabar con el mal y de hacer de mundo un lugar mejor. Mejor para todos, mejor para Shila. Pero una gran explosión me hace titubear. Esa explosión viene del pueblo que horas antes deje atrás.

Debo regresar.

No entiendo bien que es lo que esta pasando. Hace unas horas cuando deje el pueblo todo estaba bien, todo era perfecto, pero ahora, un aura oscura rodea todo el lugar. Es como si una semilla maligna hubiera aterrizado para germinar en el pueblo de Shila.

Shila. Debía volver con ella e impedir que algo malo le pasase.

El pueblo estaba en ruinas. La gente corría y lloraba mirando como un ángel negro destruía el lugar y Shila no estaba. Su puesto estaba completamente destruido y no había ninguna señal de ella. Mi deber era eliminar la amenaza, por lo que me esforcé para no seguir buscándola. Si tenia suerte ella debía estar bien.

Y lo estaba.

Vaya sorpresa la mía cuando al llegar al centro de la plaza la vi a ella. Sus ojos verdes eran más intensos y su sonrisa más perversa, su hermosa figura estaba rodeada de un ropaje más oscuro que su cabello, y su mirada era diabólica.

¿Dónde esta mi diosa? ¿Dónde está la mujer que me entrego todo en una noche? Ahora ya no es más ella. Shila, mi querida Shila se ha ido.

Esa fue mi pesadilla.

— Dohko — Dijo ella al verme — Mírame Dohko. Ya no debo preocuparme por la muerte

Intente cerrar los ojos y pensar que todo aquello era un sueño. Shila, se había vendido a Hades. Shila, era y fue siempre un espectro del inframundo. No lo note antes, simplemente porque ella no despertaba del todo, seguramente los tres espectros que asesine hace unos minutos tuvieron algo que ver.

— Shila, ríndete — Le dije sin tan siquiera mirarla. No podía verla a los ojos, no en ese estado — Mira lo que has hecho

— ¿No lo entiendes Dohko? Por fin soy libre — Explico poniendo los pies sobre la tierra y caminando hacia mi — No tengo que temer más, no tengo que esforzarme por nada. Ya no tengo que preocuparme — Me dijo tomando mi rostro entre sus manos. Estaban frías — Puedes venir conmigo si lo deseas. Mi señor Hades es benevolente

— ¡Jamás! — Brame intentando no llorar mientras bajaba la mirada. Ella retrocedió — No podría unirme al malévolo Hades ¡¿Entiendes?!

Mi cosmos ardió con fuerza y mi armadura brillo aun más. Shila me miro desilusionada.

— ¿Entonces pelearas en mi contra? — Pregunto y el cielo se oscureció al no obtener respuesta — Como quieras ¡Muere!

Vi un haz de luz violeta recorrer y abrir la tierra en dos. El golpe iba dirigido hacia mí con mucha violencia. Ella no dudo ni por un minuto en asesinarme. Yo no podía dejarla así. No podía permitir que su alma fuera consumida por el infierno y que su bello ser desapareciera por los planes de un dios siniestro.

— Le temes a la muerte — Musite — Al final todos vamos a morir ¡Los cien dragones del rozan!

Shila no era una experta en el campo de batalla. Su cuerpo no resistió el golpe y mi técnica la alcanzo sin ningún problema. La vi caer al suelo completamente inerte y todo dolor pareció borrarse de su rostro.

Mi último recuerdo de ella fue su sonrisa pervertida, los gestos de su cara, el sabor de su piel.

Adiós amor de una noche, jamás te volver a tener así.

.

Otra vez lluvia. Lluvia que caí con fuerza en lo que yo caminaba en medio del bosque, no tenia ganas de nada, quería morir en ese momento. Ella se fue y no pude entender su estilo de vida, no la puede entender a ella. No pude entender porque el destino fue tan cruel y porque precisamente Hades la tomo a ella como una de sus marionetas.

Oh mi divina Shila. Mi vida puede que haya quedado atada a ti.

Cosmos.

Un ligero cosmos, pequeño, muy cerca de mí, llamo mi atención. Decidí ir a mirar, más por curiosidad que por responsabilidad, y allí lo vi. Un niño. Un pequeño intentando romper las rocas que habían desviado el paso del rio. Su tenacidad fue sorprendente. El pequeño lo consiguió y su pueblo se salvó.

Sí alguien así era capaz de seguir, yo también debía seguir su ejemplo.

Es curioso que cuando pensamos que la vida gira sobre un circulo vicioso de superficialidades y circunstancias desgarradoras; sucede que siempre hay alguien que te recuerda la importancia de seguir adelante, de luchar por lo que se ama y de proteger al mundo pase lo pase.

La vida da muchas vueltas, algunos mueren y otros viven. Yo recordare a Shila en su forma más humana y pura. Recordare su sonrisa y la calidez de su corazón, tal vez algún día, solo un día, logre alcanzar mi propia felicidad. Por ahora, es maravilloso poder encontrar a alguien que te ayude a olvidar y te ayude a recordar tu propósito en el mundo.

En un par de días llegue a sentir infinidad de cosas, pero al final mi destino es el mismo. Mi deber es luchar y defender esté mundo. Esté mundo en el que Shila, por un pequeño momento fue feliz.

Saint Seiya es una obra de Masami Kurumada

.

.


Hola, hola ¿Cómo van? Bueno, no sabia como hacer está historia, por lo que me pareció buena idea un encuentro casual con un espectro. Pobre Dohko, pero ya ven que él es muy fuerte y que ya tiene quien lo apapache en las noches.

Por ahora mientras las cosas no se compliquen más de lo que están aquí en mi país, tratare de actualizar seguido.

Muchas gracias por leerme. Seguimos resistiendo y deseo que todos estén bien.

Camilo Navas, Monse, Nyan-mx, Ivonne Galvn, Natalita07 y Beauty-amazon muchas gracias por sus bellos comentarios.

Monse: Sí, por eso Shion es como es jajaja

Nos estamos leyendo.