CAPÍTULO V
Sucedió que la noche del domingo que celebraban el cumpleaños de Hermione, Draco había querido complacer a su esposa invitando a sus amigos más cercanos, a pesar de que siempre había tenido relaciones más que hostiles con ellos. Esto había tenido que cambiar ahora que se habían casado, decidiendo todos dejar atrás sus diferencias por el bien común, o sea, por Hermione.
Esa tarde acudieron Harry, Ginny Luna, Neville, las gemelas Patil, así como también había llegado Theo con su novia Daphne Greengrass. Ron estaba ese fin de semana en Rumanía y Hermione había sospechado que había sido un viaje planeado a propósito para no acudir a la casa de su eterno enemigo. Andrómeda, por su parte, había almorzado con ella temprano por lo que no los acompañaría en la tarde.
Se habían reunido en uno de los gazebos de hierro forjado alrededor del lago donde los elfos habían dispuesto de una mesa grande y muchas golosinas, cerveza de mantequilla, y un gran pastel de cumpleaños. Sentados en mantas disfrutando de la naturaleza y hablando de todo un poco, fue Parvati quien sacó de nuevo el tema del baile de disfraces.
—No creo que alguien haya pensado en eso —fue la seca respuesta de Draco.
—Era el evento social del año —remarcó Parvati—. Les aseguro que muchos lo esperan con ansias.
—Es muy complicado de organizar —insistió Draco. Hermione se sintió cohibida por la insistencia de la gemela.
—Hermione, convéncelo. Eres la única capaz de influir en él.
Hermione se sintió sonrojar por tener ahora el peso de influir en aquella decisión. Lanzó una mirada a Theo, el único con el que había hablado del tema.
—Podrían dar el baile como una forma de celebrar su boda —dijo Luna con su usual tono soñador.
—Estoy de acuerdo, ya que no se dignaron a invitarnos a la ceremonia, esta sería una excelente forma de celebrarlo —apoyó Ginny dirigiéndose a Draco como si siempre hubieran sido amigos cercanos. Hermione lo vio fruncir el ceño. Sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma.
—Hace unas semanas, Adrian Pucey me comentó lo mismo —comentó Daphne.
—¿Lo ven? —siguió Parvati—. Todos lo esperan.
Draco fijó su mirada en Hermione como si quisiera saber su opinión. Ella se limitó a sonreír.
—Supongo que puede ser divertido —comentó.
—Pues entonces habrá que hacerlo —Draco se alzó de hombros con resignación.
Las gemelas aplaudieron con algarabía, Ginny empezó a proponer algunas fechas de octubre cuando aún no fuera muy frío el otoño y Luna reflexionaba sobre el traje que escogería. Una vez en la biblioteca, cuando al anochecer todos menos Theo se habían marchado, Draco mostró su molestia por la intromisión.
—Si Patil tuviera que organizar un evento de tal magnitud, no estaría tan entusiasmada —bufó.
—Entre Danny y los elfos se encargarán. Ya saben cómo tener todo perfecto y que la mansión luzca en todo su esplendor.
Draco no se veía aún convencido con la idea.
—¿De qué te vestirás? —le preguntó Hermione.
—Nunca me disfrazo. Es un privilegio por ser el anfitrión.
—No tengo experiencia con esto de disfrazarme…
—Muy fácil. De Hermione Granger, heroína de la segunda guerra mágica —dijo Draco en broma.
—No te burles, Draco. Aunque con que deje de usar el alisante del cabello quedo igualita —se carcajeó—. Pero no; creo que les voy a dar una sorpresa. No me conocerán.
—Con que no te llenes de pecas el rostro y te pongas rojo el cabello para salirme con que te disfrazaste de un Weasley, me contento —dijo Draco sirviendo dos copas de whisky de Ogden, provocando una risotada en Theo.
—Ya verán que los sorprenderé. Ven Crookshanks, dejemos a estos dos y vamos a dar una vuelta tú y yo.
Hermione se dirigió a su dormitorio y una vez sentada en su sillón al lado de la ventana, vio la luna creciente. En algunas ocasiones no podía dejar de sentir que Draco la trataba como si fuera una niña. Con aquella idea se quedó por varios minutos para luego preguntarse una vez más, si Draco visitaría las habitaciones del ala oeste, si se conservarían como estaban por orden suya, si tocaría aquellos vestidos añorando otros tiempos. Sin poderlo evitar, unas lágrimas recorrieron sus mejillas mientras su mascota le maullaba como si comprendiera que algo pasaba.
~ oOo ~
Pronto la noticia del baile de disfraces circuló por toda la sociedad mágica. Glondy no hablaba de otra cosa cada mañana y estaba ansiosa por ayudar a su señora con la elección del vestido.
Hermione se preguntaba qué pensaría Danny del evento; sin embargo, no había vuelto a saber de ella desde que la vio salir de la biblioteca luego de hablar con Draco sobre Blaise. Diariamente se encontraba el menú en el escritorio pero nada más, y tenía curiosidad por saber si Danny creería que había sido ella quien le había informado a Draco sobre la visita de su antiguo compañero de colegio a la casa. Si fuera ese el caso, probablemente la odiaría más que nunca.
Decidió no pensar más en eso y centrarse en su traje. Estaba empezando a impacientarse pues por más que pensara en alguna opción, nada le convencía. Se lo había comentado a Glondy, que quizá lo había comentado con los demás pues una tarde que se encontraba en la terraza ojeando unas revistas muggles, Danny pasó a su lado camino al jardín para luego regresar con unas flores y acercándose, con cierta satisfacción, le preguntó:
—¿Ha decidido la señora qué ponerse?
—No…
—Podría la señora copiar uno de los retratos de los antepasados de la familia —Hermione frunció los labios preguntándose por qué no se le había ocurrido antes. Draco había amenazado a los cuadros con quemarlos si alguno se atrevía a ofender a Hermione meses atrás, por lo que ya no la insultaban las pocas veces que ella pasaba cerca de ellos. Quizá por eso no había tomado en cuenta esa opción, porque los evitaba—. Especialmente, podría poner atención al de la mujer con un vestido color salmón y elegante peluca —hablaba con naturalidad, como si fueran íntimas amigas—. ¿El señor no le ha dado alguna idea?
—No —le dijo Hermione luego de dudar un instante—. Quiero sorprenderlo.
—Cuando la señora decida, me permito aconsejarle que encargue el traje en Twilfit & Tattings. Son mucho mejores que los de Madame Malkin.
—Lo tendré en cuenta…
—Y ya sabe, yo estudiaría los cuadros de la familia, en particular el que le he dicho. Es una pena que el retrato de mi señora no se encuentre entre esos, pero el señor dijo que no le habían hecho justicia a su verdadera belleza y por eso nunca lo trajo a la mansión —dijo con un murmullo, pero luego siguió como si nada—. Tenga la señora confianza en que no diré nada a nadie.
—Gracias, Danny.
La semielfa siguió su camino flores en mano y Hermione se quedó intrigada por su actitud, tan diferente a la usual. ¿Acaso tendría que agradecerle el cambio a la misteriosa visita de Blaise? ¿Por qué sería que Blaise y Draco se habían distanciado? ¿Qué había sido tan grave como para prohibirle visitar la mansión? ¿Tendría Pansy algo que ver? Se imaginó que a lo mejor Pansy había salido en su defensa ante alguna situación y eso no había sido del agrado de Draco. Estuvo sumida en esos pensamientos incluso durante la cena porque Draco la interrogó.
—¿En qué piensas? —Hermione se sobresaltó.
—¿Por qué?
—Estás ausente.
—No es nada.
—Dime en qué pensabas —sonrió.
—¿Por qué? Tú nunca me dices en qué piensas.
—A lo mejor no me has preguntado.
—Una vez lo hice.
—¿Y qué?
—Respondiste que en algo de Oliver Wood y el Quidditch —Draco volvió a sonreír.
—¿Y en qué crees que pensaba?
—En algo muy distinto.
—¿Cómo en qué? —insistió.
—No sé…
—Pues si te dije que pensaba en Wood y el Quidditch, en eso precisamente estaría pensando —sonrió—. Los hombres no somos tan complicados como las mujeres.
—No entiendo por qué me tratas como si fuera una niña tonta a la que no hay que contarle cosas…
—Deja de darle tantas vueltas a esa cabecita tuya, Hermione. No se puede saber todo en esta vida y no por eso se acaba el mundo. Come que este pastel de manzana está delicioso —le guiñó un ojo y siguió comiendo tranquilamente.
Después de comer, Hermione decidió que vería los retratos que, al ella pasar, apenas susurraban entre ellos pero que tenían prohibido hablarle directamente. Rato después dio con el de Oniria, la esposa de Septimus Malfoy. El retrato había sido pintado en uno de los rincones del jardín mostrando a la mujer con un pomposo vestido al estilo francés y le encantó. Tendría que usar también una peluca pero se sintió aliviada por al fin haber encontrado un disfraz. Con su varita lanzó un geminio para copiar la pintura y después lo encogió para enviarlo por lechuza a Twilfit & Tattings con sus medidas e indicaciones para que copiaran todo exactamente. Con el asunto del vestido resuelto, casi se mostraba ansiosa por la llegada del baile.
~ oOo ~
El día antes del baile todo empezó a verse diferente con Danny dando órdenes a los elfos para colocar mesas, sillas, luces, flores, entarimados y adornos dentro y fuera de la casa, todo en forma ordenada y en la cantidad justa para la elegancia y sobriedad digna de la ancestral mansión.
Su traje había llegado por la mañana y estaba muy satisfecha con el resultado. Draco y Theo habían insistido en verlo pero ella seguía en su posición.
—No insistan, ya saben que es una sorpresa —dijo con aires de suficiencia.
—No te vestirás de Peeves, ¿verdad? —dijo Draco—. ¿No estarás tratando de gastarnos una tonta broma?
—No, nada de Peeves —sonrió.
—No te hubieras complicado y hecho lo que te dije —bromeó Draco.
—Déjala Draco, con cualquier cosa que haya elegido se verá bien.
—No le des alas, Theo, tenemos bastante con aguantarla por mantener su dichoso secreto. No la alagues más. Lo que soy yo, estoy deseando que termine todo esto…
Daphne había sido invitada a cenar antes del baile por lo que fue de las primeras en llegar esa tarde.
—Me parece que fue ayer —dijo saliendo de la chimenea y empezando a caminar por las diferentes estancias destinadas a la actividad—. Los felicito. Todo está igual que siempre; recordaron cada detalle.
—Todo estaba anotado, era cuestión de seguir las indicaciones y ya —dijo Theo.
—Es una pena que no te disfraces, Draco. Deberías dar el ejemplo como el señor de la casa.
—Con que la señora de la casa lo haga está bien. A mí nunca me han gustado esas cosas.
—Yo me vestiré de una ninfa del bosque. Astoria viene de Morgana y Adrian de Merlín. ¿Y tú? —se dirigió a Hermione.
—Es un secreto —contestó Draco—. Ninguno lo sabe. Sólo que encargó todo en el Callejón Diagon.
—Seguro que nos va a opacar a todos. Nosotras nada más transfiguramos unos trajes antiguos.
—No te preocupes —dijo Hermione riendo—. Nada del otro mundo pero Draco empezó a molestarme y decidí que le daría la sorpresa más grande de su vida.
—¡Qué emoción! Ya quiero verlos a todos disfrazados. Qué bueno que decidiste dar la fiesta, Draco.
—Agradécelo a ella —dijo el aludido señalando con la cabeza a su esposa.
—No, a Parvati —se defendió Hermione.
—Pero no negarás que estás emocionada con la idea —repuso Draco sonriendo.
—Pues yo estoy intrigada con lo de tu traje —comentó Daphne con picardía.
—En serio, no es nada en particular —insistió Hermione, quien se sentía bien con ella y lamentaba que las rivalidades entre las casas en Hogwarts hubiera evitado tratar a personas como Daphne y Theo. Hacía meses no se sentía tan bien como en ese momento, como una más y no como la que había que comparar con otra. Estaba realmente feliz.
La atmósfera en la mansión se sentía mucho menos fría y callada. Era una noche clara y la temperatura estaba algo templada. Hermione subió a su habitación donde ya la esperaba Glondy ansiosa por ayudar a vestir a su señora. Hermione le había pedido a Draco que se vistiera en otra habitación.
El hermoso vestido de seda color salmón y vaporosos encajes color crema, venía envuelto en un delicado papel que la elfina retiró con mucho cuidado. La peluca era idéntica a los empolvados peinados del siglo XVIII, con un pouf de treinta centímetros de alto y en el que se apreciaba el hermoso tocado de plumas de avestruz, lazos y perlas. Largos tirabuzones enmarcaban su rostro. Con magia había logrado controlar su rebelde cabello para que no se colara debajo de la peluca. Hermione se sentía otra persona; todo le quedaba perfecto.
—Se ve preciosa, señora —repetía constantemente la elfina—, parece una reina.
Hermione dio unas vueltas delante del espejo, satisfecha con el resultado, sintiéndose muy segura de sí misma. Mientras se contemplaba, alguien llamó a la puerta, pero ella no abrió. Era Andrómeda que venía a buscarla por orden de Draco, para bajar a cenar.
—Dile que baje sin mí. Aún me faltan unos detalles.
—¡No tardes! Todos están ansiosos por verte.
Hermione se colocó un poco de rubor, aunque por la emoción, sus mejillas ya tenían uno natural, luego hizo una reverencia de corte a la imagen en el espejo y sonrió entre nerviosa y alegre. Seguidamente salió de la habitación, caminó con elegancia a través de los pasillos y gradas y cuando llegó al final del pasillo antes de bajar al vestíbulo, pudo observar desde lo alto a Theo, Andrómeda y Draco al pie de la escalera, los tres de espaldas, enfrascados en alguna conversación mientras la esperaban.
Draco estaba impecable con su túnica de gala, Theo iba con un traje de Gancahagh y su pipa irlandesa de tallo corto. Andrómeda vestía una túnica con larga cola color verde esmeralda y negro, lentes y sombrero picudo que le recordó muchísimo a Minerva McGonagall. A la distancia, pudo apreciar el retrato y comprobar que el traje era exacto. Sonrió satisfecha.
—Anuncia a Oniria Malfoy —le murmuró a Glondy que la había seguido emocionada. Inmediatamente, se apareció al lado de Draco y compañía y con su vocecilla carrasposa, cumplió con la petición señalando hacia lo alto.
—¡La señora Oniria Malfoy!
Hermione en el descanso de la escalera sonreía orgullosa esperando por unos halagos que nunca llegaron. Los tres la veían fijamente, y Andrómeda se había llevado una mano a la boca, dejando caer por la impresión, un pequeño vaso.
—¿Cómo está usted, señor Malfoy? —dijo Hermione aún sonriendo.
Draco la veía sin parpadear, más pálido que nunca. Theo quiso adelantarse pero su amigo lo detuvo con brusquedad. Hermione no entendía qué pasaba y borró su sonrisa. ¿Por qué todos la veían de esa manera? Draco subió de tres en tres los escalones y con ojos llenos de ira, murmuró:
—¿Qué haces vestida así?
—Es el retrato… —respondió aterrorizada por su mirada, incapaz de moverse.
—Ve y cámbiate —dijo con voz ronca y arrastrando las palabras como hace años—. Por lo primero que aparezca en el vestidor, ya no importa. Pero vete antes de que alguien más te vea —Hermione seguía sin poder moverse, con su mirada fija en él—. ¿Qué esperas? —masculló—. ¿No me has escuchado?
Hermione se giró y se echó a correr por los desiertos pasillos sin rumbo fijo, aturdida y cegada por las lágrimas hasta que llegó al que conducía al ala oeste y divisó a Danny con expresión triunfante, sonriéndole. Dejándose caer, llamó a Glondy y le pidió que la apareciera en su dormitorio y que después la dejara sola, prohibiéndole mencionar algo de lo sucedido. Se quitó el traje sin prisa; minutos después tocaron a la puerta. Ella le permitió entrar y una azorada Andrómeda entró en el cuarto sin dejar de murmurar "por Merlín". Hermione invocó una bata y luego se sentó en la cama con actitud derrotada.
—Pansy copió ese vestido en su último baile… —apenas murmuró la mujer sentándose a su lado y tomándole una mano—, pero por supuesto, tú no lo sabías. Por unos segundos pensé que… —sin terminar la frase negó con la cabeza y apretaba más la mano de la joven—. ¡Qué terrible coincidencia!
—Debí suponerlo…
—¿Cómo iba a ser eso posible? Nadie lo hubiera imaginado, pero de que fue una gran sorpresa, lo fue… Y Draco…
—¿Qué?
—Cree que lo hiciste a propósito. Le dijiste que lo sorprenderías y por supuesto que así fue. Sé que fue en broma pero él no lo ve así. Ha sido un golpe muy fuerte para sus emociones. Theo y yo hemos intentado convencerlo que no serías capaz de hacer algo así, que ha sido mala suerte que escogieras precisamente ese retrato para hacer el traje.
—Debí suponerlo —repitió—. Todo ha sido mi culpa.
—No, no; no te preocupes. Ya tendrás ocasión para explicarte —Andrómeda se levantó y se dirigió al vestidor—. Al menos aún no había llegado ningún invitado, y Daphne aún está en su cuarto así que nadie más te vio. Diremos que tu traje no llegó a tiempo. Este vestido azul es precioso —dijo regresando con uno de sus más elegantes.
—No bajaré —Andrómeda se quedó perpleja—. No después de lo que he hecho.
—Debes bajar. Con este vestido estarás bien.
—No es por el vestido.
—Sería extraño si no apareces. Eres la anfitriona.
—Nadie me echará en falta.
—Debes hacer un esfuerzo, Hermione. Debes bajar.
—No puedo…
Hermione se levantó de la cama y viendo fijamente el vestido y la peluca, ambos en el piso, tomó su varita, los levitó hasta la tina de baño y ahí les prendió fuego. Después de unos minutos en los que pasó contemplando cómo se retorcían los encajes y la seda, volvió al dormitorio y sintió la mirada de compasión de la señora. Hubiera deseado tener su temple, su astucia para saber qué hacer. Quizá Andrómeda se habría cambiado sin pensarlo mucho y habría bajado a recibir los invitados con una gran sonrisa, como si nada hubiera pasado. Hermione había perdido hasta su valentía al recordar la mirada de Draco. Andrómeda dejó el vestido sobre la cama y susurró:
—Te espero abajo. No tardes.
Cuando se hubo marchado, su estado de ánimo la llevó a imaginar lo que murmurarían los invitados si no bajaba, una vez más comparándola con la antigua señora que caminaba de un lado a otro supervisando cada detalle, saludando a cada invitado e impresionando a todos con sus sonrisas y belleza.
Se sentó frente al espejo y con paciencia se retiró el maquillaje y cepilló el cabello que ahora lucía peor que nunca por haber usado la peluca. Se aplicó la poción alisadora y luego se vistió para bajar al comedor, donde aún estaban cenando Draco, Theo, Andrómeda y Daphne. Antes de entrar al comedor, volvió su mirada al retrato de Oniria, quien también parecía sonreír triunfante. E inmediatamente se le vinieron a la memoria las palabras de Parvati: "nunca la olvidaré con aquel vestido estilo francés". Debió de haberlo recordado antes. Cuando todos salieron del comedor, todo pasó como en una película muggle.
Ella junto a Draco en la puerta principal le dio la bienvenida a los invitados con una sonrisa forzada, cuando lo único que hubiera deseado era tomar la mano de Harry y Ginny que iban disfrazados de Peter Pan y Campanita, volar hacia el País de Nunca Jamás y no regresar en la vida. Todas aquellas personas que en otro tiempo la habían despreciado por su origen, también le dedicaron su bien practicada sonrisa por ser ahora la señora Malfoy, y fingían interesarse por su trabajo en el Ministerio pero ella apenas respondía con monosílabos. Bailó una que otra vez con Harry quien insistía en preocuparse pues la veía "diferente", y con Theo, que en ocasiones dejaba a Daphne para mostrarle su apoyo diciéndole que con ese vestido estaba perfecta, como si a ella le preocupara en ese momento lo que llevara puesto.
Harry notó que no había comido e insistió en que probara alguno de los bocadillos y luego le llevó una gillywater que si acaso pudo pasar tres sorbos con tal de complacerlo. El pobre creía que estaba dolida por no haberse podido poner el vestido que había comprado para esa noche, como si no la conociera bien y supiera que a ella no le importaban esas banalidades. Pero tampoco tenía el valor para contarle la verdad, tal era su vergüenza por haber sido tan tonta, precisamente ella, que siempre se decía ser inteligente.
Draco parecía una estatua sonriendo fingidamente, con un rostro que más parecía una máscara, y la mirada fría que a Hermione le recordó el sexto año en el colegio. Estaba sumido en sus recuerdos, muy lejos en algún lugar donde ella no podía acompañarlo. No le habló ni una sola vez, tampoco la tocó. Estaban uno al lado del otro, pero no juntos. Era amable con todos, sonreía a un invitado por allá, bromeaba con otro por acá, un apretón al hombro de aquél que se había acercado, pero Hermione notaba lo falso de su comportamiento. Ambos eran dos actores interpretando su papel en una comedia falsa, con tal de divertir a toda aquella gente que ella deseaba no volver a ver.
Suspiró aliviada cuando la farsa terminó muy entrada la madrugada y todos, felicitándola por el éxito de la fiesta, se hubieron marchado. La última en irse fue Andrómeda, quien se acercó y llevándola hasta el inicio de las escaleras, le dijo:
—Debes estar cansada. Vete a dormir. Yo le diré a Draco. Te veías encantadora. Nadie se ha enterado de lo otro así que no te preocupes. Tómate un filtro para dormir sin sueños y mañana quédate hasta tarde en cama —le dio un beso en la mejilla acompañado de unas palmaditas en la espalda.
—Gracias, Andrómeda, eso haré.
Una vez en su habitación, Hermione se cambió y se acostó extrañando a Draco a su lado. No se tomó la poción esperando poder hablar con él. Pero amaneció, y Draco no llegó.
