Día 5. Floristería.

Todas las mañanas Francis abre su puerta para encontrar un arreglo de flores. Y sonríe al verlas.

Cada mañana sin importar el mal clima o el dinero gastado un hombre enviaba aquellas flores a Francis. Ellas eran las mensajeras de las palabras prohibidas que tanto anhelaba su corazón expresar. Aquel tímido admirador era Arthur Kirkland, un hombre sin libertad.

Era un joven callado y serio que permanecía encerrado en su hogar, atado por las responsabilidades de sus títulos de realeza, sus pasos estaban contados, sus deseos no importaban, su vida no era suya y nunca lo sería, eso era un hecho al que se había resignado, acoplándose con su papel, dispuesto a abandonar todo lo que quería y era prohibido. Solo tenía una pequeña debilidad.

Un pequeño capricho al que se aferraba en secreto: su amor a Francis Bonnefoy.

Francis era el hijo de la sirvienta y era probablemente la persona más hermosa de la tierra. Se conocían desde niños, aunque sus encuentros solían ser furtivos ambos se hicieron amigos, primero fueron dos infantes que correteaban por una mansión silenciosa y escabrosa, dos niños que iluminaban el lúgubre ambiente con sus risas y discusiones pero la ilusión de la niñez terminó pronto, conforme crecían sus destinos tan distintos e inevitables les separaron.

Fue un momento devastador, como si toda su vida hubieran corrido tomados de las manos por el mismo sendero pero algo hiciera temblar la tierra y se abriera un gran agujero donde Arthur caía. La mano de Francis evitaba que cayera al abismo pero era cuestión de tiempo para que le soltara y le dejará hundirse solo.

Incluso si Francis tenía que trabajar y hacer sangrar sus manos para obtener algo tenía las riendas de su propia vida, podría viajar al fin del mundo si quisiera mientras Arthur estaba atado de manos. Eso lo notaba cada día, sus momentos juntos eran cada vez más efímeros, pronto Francis que ya era un hombre con sus propias ilusiones dejaría Inglaterra atrás y con ello a Arthur.

Así que siendo consciente del paso implacable del tiempo Arthur hizo una estupidez, una necesaria y peligrosa: confesarle todo a Francis.

Si pudiera huir y ocultarse del mundo probablemente lo hubiera enfrentado cara a cara pero no podía permitirse eso así que busco alguna forma de contarle todo sin revelar su rostro ni voz, solo dejar al descubierto sus sentimientos. Fue un día paseando por la biblioteca que encontró un libro de flores, del lenguaje secreto de las flores.

Los días pasan y en la puerta de Francis vuelve a aparecer un arreglo floral, el muchacho lleva semanas buscando pistas sobre la persona y cada descubrimiento que se acerca a la verdad es desviado elocuentemente por su más grande y confiable amigo.

Dalias, lirios, ásteres, un millar de flores rodean el cuarto de Francis. El eterno misterio que lo perseguirá toda su vida y es que la primera vez que las recibió se sintió extrañado, iba a ignorarlas o dárselas a alguien más pero entonces Arthur llegó con preguntas extrañas y algo en su interior le susurró que conservarlas sería la mejor opción.

Analizo como un loco la caligrafía en las notas buscando algún signo del rostro misterioso que le daba aquellos regalos pero conforme avanzaban los días, al escuchar las perfectas y razonables palabras de Arthur sospechaba sobre su amigo… muchas dudas surgían en su cabeza, no había nada lógico ni grandes pistas que indicaran que Arthur era la persona que mandaba las flores pero sus conversaciones alrededor de este tema parecían respuestas preparadas, como si fuera un diálogo bien estudiado

Y ante estos pensamientos reflexiono, ¿Qué significarían sus sospechas infundadas?, ¿Acaso él estaba enamorado de Arthur?, ¿Por qué buscaba en él las respuestas de un misterio como este?, ¿Acaso deseaba que estas confesiones silenciosas fueran suyas?

Narciso orquídea, ortiga, rododendro. Pequeñas huellas que solo incrustaban la absurda idea de que su amigo, el niño rico arrogante y malhumorado le amara, que le deseara con pasión, pensamientos que confundían a Francis. Porque esta idea no le asustaba ni le disgustaba. Se deja caer sobre la cama, rodeado de flores, encerrado en este cuadro del soñador con ilusiones frágiles e imposibles.

Francis quería una respuesta, quería escucharlo de sus labios, una negativa que lo regresara a la tierra firme o una resignación que hiciera realidad aquella probabilidad de fantasía, aun cuando esa respuesta fuera problemática: la quería.

El clímax de esto vendría en un día de tormenta, cuando el sol se ocultaba frente a la puerta de Francis yacía un Pensamiento negro y la calma antes del desastre duraría tan solo los instantes en los que leía la nota.

"Tristeza por el amor sin esperanza".

Las nubes del cielo se teñían grises y se revolvían amenazantes, con más descaro del debido para alguien de su posición fue como un huracán hacia el cuarto de Arthur.

"Es prácticamente imposible"… "No hay pruebas; solo es una corazonada de que sea él"…

"Crees eso porque necesitas que sea él". Le recuerda con molestia su propia cabeza, él mismo quiere detenerse de hacer alguna estupidez, pero incluso si es un error necesita escucharlo de Arthur.

Necesita que sea él quien le regrese su cordura si es que la ha perdido.

Sin saludar y solo por capricho del universo encontrará a Arthur por completo solo.

— ¿Por qué piensas que es un amor sin esperanza? —la pregunta descoloca a Kirkland. Que en el fondo entiende a la perfección lo que dice Francis pero se niega a creerlo, la idea de ser descubierto y afrontado le causa dolor.

— ¿De qué hablas? —Finge

— ¿De qué hablo? —se acerca a Arthur dejando escapar su temor en sus palabras.

—Las flores, las notas, todas esas palabras de amor y añoranza, has sido tú todo este tiempo… ¿cierto? —cuestiona nervioso ante la respuesta. Observa a Arthur como nadie nunca lo ha hecho, sus ojos azules brillan, luce tan vulnerable.

Arthur odia tanto verlo así y se odia mucho a sí mismo en este instante. Molesto de pronto con el universo por darle el don a Francis de poder ver entre las sombras su rastro, busca en el rostro de su amado algún deje de asco o molestia, necesitando encontrar alguna señal así que le permite hacer lo adecuado sin muchos problemas pero en su lugar una expresión de genuina preocupación y timidez le abofetean frente a sí. Hay una mirada que solo había visto en sueños, una mirada sanadora que le decía que estaba asustado pero deseaba amarle, cuidarle… Volviendo todo más difícil.

—No sé de donde sacas tal ridiculez.

—Esto grita tu nombre por todos lados… solo tu podrías amarme tanto como me odias, la ortiga y el lirio, mandarlo anónimamente-

—Deja ya eso Francis. Eres mi amigo pero no solo insistes con una idiotez sin fundamentos sino que me haces una acusación muy terrible… como si yo fuera un desagradable uranista.

Acaba de ver con claridad la dolorosa imagen, si solo la gentil mano de Francis evitaba que cayera, era terriblemente egoísta mantenerlo allí al pie del acantilado, con la esperanza de que podría salvarlo cuando era imposible. Incluso si Francis lograra traerlo a tierra firma, evitar su caída… las consecuencias que vendrían…el después del final feliz era un escenario abrumadoramente cruel.

Era una historia imposible, él no podía permitirse sus anhelos, consciente de los peligros. Así que debía hacer lo más sensato por el bien de ambos: soltar su mano

Francis sabía que era una tontería. Una improbabilidad pero eso no hizo que doliera menos. Se sintió frágil, sus ojos se empañaron un poco, especialmente con las últimas palabras, a él siempre le había dado igual ese tipo de cosas y fue estúpidamente ingenuo al creer por un instante que eso le daría igual a Arthur, él había sido tan distinto del resto de los chicos en la realeza en tantos aspectos que había olvidado que al final seguía siendo parte de esa elite que juzga al mundo.

Una parte de su corazón, la más irracional le decía que Arthur mentía pero esa posibilidad no era consoladora en absoluto. En cualquier escenario este amor era imposible ya fuera porque nunca existió o porque Arthur había decidido por los dos su destino.

—Lo siento —dijo a secas pensando en lo iluso que fue, ¡por dios si era ilegal!, ningún lunático quería eso, nadie sacrificaría tanto, especialmente alguien como Arthur…

De pronto fue insoportable seguir allí, la vergüenza, la frustración y el pesar de su roto corazón le pedían que huyeran. Sin importar si allá fuera el cielo se caía a pedazos. En el tenso ambiente Francis avanzó al umbral de la puerta y antes de partir se sintió débil, dejó ir su última esperanza en una pregunta de la que ya conocía la respuesta:

— ¿De verdad estoy en un error? o ¿sólo estás tan asustado como yo?

"Suelta su mano y cae. Al abismo. Sin punto de retorno".

—Creo que ya he dejado en claro lo que pienso. Por favor no insistas.

Y Francis desapareció para siempre.

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Este one-shot tiene lugar durante la época victoriana, sobre todo en los últimos años donde las leyes contra la homosexualidad eran mas severas. Ahora vienen datos extras/ aclaraciones.

En el lenguaje de las flores las mencionadas significan:
Dalia violeta: mi amor por ti es fuerte y crece cada día
Dalia: inestabilidad.
Lirios amarillos: amarte me hace feliz.
Lirios naranjas: ardo de amor por ti.
Aster: un corazón que confía.
Narciso Orquídea: egoísmo.
Ortiga: eres cruel.
Rododendro: peligro.
Pensamiento negro: tristeza por el amor sin esperanza. Y la palabra "Uranista" se refiere a alguien que siente atracción por su mismo sexo.