CAPÍTULO 4
Otra tormenta cayó de nuevo en la zona en que Naruto se aventuró.
Era una ciudad más bien pequeña, con poca destrucción. Hasta ahora.
La gente corría para protegerse de los brutales vientos. Naruto permaneció sin blindaje y se metió en un edificio de un solo nivel. Se metió en una pequeña habitación y tomó nota de los estantes con batas blancas dobladas. Se puso una de ellas y metió sus pies descalzos en extrañas zapatillas de papel azul con elásticos. Le calzaron bien.
Lamentos y gemidos en el interior del edificio lo llevaron a investigar. Había filas de humanos en camas blancas. Otros tipos con chaquetas blancas estaban empujando frenéticamente a los humanos encamados. Un último humano solitario lloraba a un lado. El olor del humano era extraño; su olor era raro e indescifrable.
No podía distinguir si era una hembra, Naruto no tenía ninguna forma para distinguirlo. Pero no podía ser macho. En lo profundo de su mente un pensamiento le asaltó y le dijo por qué las hembras podían oler mejor. A esta hembra le faltaba algo interno.
{¿Eliminan el órgano de los bebés de una mujer?}
Naruto negó con la cabeza. Los humanos eliminaban el órgano diseñado para crear bebés mientras que los Akatsuki estaban calientes y preocupados por las mujeres con ese órgano.
El universo se había vuelto loco.
Cuando Naruto retiró la cubierta para vislumbrar a la mujer, ella retrocedió. La humana tenía una mata de pelo blanco. De piel pálida, lucía unos ojos hundidos que se filtraron hasta que le vió y le sonrió con una dulce sonrisa. Una cara donde las arrugas se alineaban reunidas para crear nuevas arrugas era una rareza para Naruto. Manchas marrones pequeñas salpicaban su piel. Sus labios estaban pálidos y delgados, no tenía dientes.
Un tubo de líquido claro entraba en la parte posterior de la mano de la misma hembra. La fragilidad abrumadora agredía sus sentidos.
Esa humana estaba cerca de su muerte.
{¿Cómo puede alguien torturar a algo como esto?}
Naruto se horrorizó, odiaba esa emoción, pero se quedó. Era muy joven; Naruto detectó solamente noventa y cinco años o poco más. La pobre cosa se marchitaba hasta tener el tamaño de un niño. Llevaba una pequeña cubierta y un pañal. Se estremeció y Naruto agarró una manta para meterla a su alrededor, y luego otra.
{¿Era este el castigo por renunciar a su órgano para bebés? ¿Habían sido sabios los humanos en cuanto a averiguar lo que buscaban los Akatsuki?}
"¿Hembra?" susurró. "¿Qué te han hecho?"
¿Acaso tenía Madara otros experimentos que Naruto desconocía?
Esto era horrible.
"Hijo mío." dijo con voz ronca, levantó su mano temblorosa para tocar su mejilla y le sonrió.
El tacto era suave y Naruto con certeza supo que era una hembra. Estaría muerta pronto y ese pensamiento le entristeció, aunque se odiaba por tener otra estúpida emoción.
"¿Qué te pasó, pequeña hembra humana? ¿Quién te hizo esto? No sabía que las hembras serían heridas de esta manera. Ni siquiera yo no soy tan cruel."
Él colocó su mano sobre su frente, estaba demasiado caliente.
"Date prisa, maldita sea." le espetó una voz. "¿Por qué estás aquí? Lleva esta camilla al sótano. Sus huesos frágiles y viejos se romperán como ramitas si las puertas se abren y el viento sacude la camilla."
Naruto se sorprendió cuando una hembra más joven agarró la camilla y empezó a empujarla hacia un pasillo.
Su ímpetu aumentó y trotó mientras que la cama se balanceaba.
"¿Vieja?" susurró Naruto. "¿La hembra es vieja?"
Su escudo parpadeó con los pensamientos. Tanto humanas como Akatsuki y Konoha, las hembras debían envejecer, marchitarse y morir. La habitación apestaba a vieja, a muerte inminente. Naruto nunca había experimentado la edad, el envejecimiento. Un pensamiento parpadeó. Las hembras envejecían cuando se negaban a aparearse.
{¿Todas estas humanas se negaron a aparearse?}
Pero Naruto estaba seguro de que también olía a machos en esas camas. La idea era demasiado. Necesitaba salir fuera de aquí. El olor de la muerte goteaba por las paredes, había orina en el suelo, el olor de ese líquido impregnaba las camas vacías.
{¿Cómo lo soportan los humanos?}
Naruto arrancó los revestimientos de su cuerpo y de los pies y atravesó la puerta, donde una ráfaga de viento le golpeó haciendo que su escudo subiera. Miró hacia atrás, pero la camilla y las hembras se habían ido.
En la tormenta corrió a un ritmo vertiginoso hasta que el viento se calmó. Necesitaba pensar. ¡La Tierra era tan diferente!
Los humanos envejecían, tenían poca protección. El viento los tiraba al suelo. Eran una raza de juguetes para que Madara los usara. Un lugar diabólico que se podía destruir con juegos violentos.
¿Cuál era el sentido y por qué le importaba a Naruto?
Naruto odiaba la Tierra. Odiaba el olor; odiaba a los humanos y su patética debilidad. Todos ellos iban a morir. Los Akatsuki eran demasiado duros, demasiado crueles. Al menos ninguno iba a tener que preocuparse acerca de morir por vejez.
La descendencia de estas criaturas eran pequeñas, impotente.
Madara los convertiría en juguetes y en poco tiempo los rompería. Al igual que la pequeña niña que curó y la pequeña niña que salvó.
¿Por qué molestarse? La muerte sería más misericordiosa. ¿Él los salvaría de la crueldad? Lo que hizo no fue un acto de piedad en absoluto. Él era cruel.
Su mente estaba corriendo cuando se detuvo a muchas millas de distancia y fue a sentarse en los escombros. Había más descendencia en la Tierra. Las hembras embarazadas no tenían un escudo de bebé.
Se había acercado a un bebé no supervisado, su escudo le sugirió precaución, pero no había nada que le impidiera matar al niño. Él arrulló, balbuceó y agitó sus brazos hacia él. Otra hembra que retorció su corazón. No tenían ninguna manera de protegerse a sí mismos. La idea le aturdía.
Otra tormenta golpeó mientras estaba sentado pensando. Los escombros volaron por encima. La destrucción estaba en todos los lugares que mirara. Los edificios se derrumbaron. Los coches fueron sacudidos, aplastados, aniquilados.
Naruto no se movió, simplemente observó. Las nubes se elevaban sobre él, oscuras y siniestras. La lluvia corría por su piel en ríos, formando un charco a sus pies. Un pequeño trozo de cemento voló hacia su cara. Naruto levantó la mano, tomó la sustancia dura y agarrando el extraño material, lo aplastó.
El viento se calmó. La muerte flotaba en el aire. Los heridos estaban pidiendo ayuda. Naruto quería gritarles que no habría ayuda, que estaban perdidos. Murieran ahora o sufrieran más tarde, no había ninguna diferencia. Fue cada vez más difícil mantener su forma de pensar en línea. Él estaba en una misión, nada más. No debía preocuparse si las cosas iban de una manera u otra.
Las primeras naves se iban, era temprano y no había informado de vuelta, por lo que Naruto estaba un poco confundido, algunas volaron por encima. Naruto tenía que volver e informar a Madara. Quizás Madara ya había sido informado de que las tormentas eran demasiado brutales para los humanos. Esperaba que así fuera.
El aire no sólo olía a muerte, sino también a tristeza. La emoción que se arrastraba sobre Naruto durante la última semana era lástima. Los humanos lloraban lágrimas. Sus ojos se filtraban con el sufrimiento. Sus huesos podrían ser arrancados de su carne, extremidades arrancadas.
¿Cuánta destrucción podría tomar un guerrero y no sentirse afectado? Madara amaría esta escena delante de él. Naruto tenía que recuperar sus sentidos.
{No sentiré lástima.}
Los incesantes gritos de un niño llegaron a sus oídos. Quería ubicarlo. Había niños en la Tierra ahora mismo.
Decenas de ellos.
Todos sufriendo.
En algunas áreas, docenas de huérfanos recorrían la basura. Cada niño que veía muerto enfurecía a Naruto. Los Akatsuki no tenían que hacer esto.
Madara había subestimado a Naruto, ¿por qué necesitaba matar a los hijos de este mundo? Los más pequeños eran lo más indefenso que Naruto había visto. Madara podría haber enviado una nave y robado a todas las mujeres en edad fértil. En cambio, estaba destruyendo una especie completa.
Luchar contra los indefensos. Naruto amaba la batalla, él era una máquina de guerra. Pero la matanza de un oponente que no tenía forma de defenderse no era guerra, era miserable maldad. En todas partes donde Madara iba había sufrimiento. Madara disfrutaba con la destrucción.
Gruñendo, Naruto, se puso de pie.
El niño que gritaba estaba debajo de un vehículo pidiendo ayuda.
Naruto pasó, se apoderó de la parte inferior del coche y lo arrojó girando lejos, liberando al niño. En todas partes que mirara, los humanos estaban necesitando ayuda. A los machos adultos Naruto los ignoraba.
Una hembra lloró mientras le miraba con ojos asustados bajo un árbol agarrando su pierna atrapada. Ella gritó por su ayuda. Con una mano Naruto levantó la enorme rama y continuó caminando. Estaba sin blindaje, sin camisa y no le importaba. A nadie le importaba.
Naruto se estaba poniendo demasiado blando con los humanos.
Debería estar matando a los que le veían, no ayudándoles. Indefensos o no, tenía un deber para con su propia especie. Juró que al próximo humano con el que se topara lo mataría. ¡Tenía que hacerlo! Había demasiada piedad construyéndose dentro de él; si no se detenía, el sentimiento podría consumirlo.
Iba a cambiar en frente del próximo humano que lo viera y deslizaría sus garras en sus intestinos y las retorcería. Sonreiría, mientras tomaba su último aliento, lo haría. Después de ese pensamiento una niña corrió hasta su pierna, asustada de un perro que gruñía. La niña tal vez tenía diez años, la levantó alto en el aire con uno de sus brazos y golpeó con el puño en la cabeza del perro.
El perro murió al instante. Naruto bajó a la niña y la dejó en el suelo.
Era una hembra. Podía dejarla vivir. El siguiente humano que corrió al otro lado era un adolescente. Un niño varón, pero un niño. Frustrado, Naruto le dejó solo.
"Finalmente." murmuró Naruto.
Un macho estaba en cuclillas en el suelo. Naruto quería noquearlo.
Agarró al hombre por el brazo, haciéndole girar para una confrontación y sonrió con su aspecto más amenazador. Las lágrimas corrían en cascada por la cara del humano. En un montón a su lado, no lejos estaba una hembra muerta. Cerca de ella había dos niños pequeños, vivos. La amenaza y la sonrisa murieron en los labios de Naruto.
"¿Puede usted ayudar a mi esposa?" preguntó el macho.
Naruto lo bajó al suelo. El hombre le pidió ayuda para la mujer fallecida. Los pequeños estaban llorando. Naruto era un guerrero. Matar a un macho indefenso que perdió a su compañera dejaba un mal sabor en su boca. Matar al padre de dos inocentes no tenía que suceder. La Tierra se hizo añicos en esta área.
Naruto tenía que salir antes de perder su identidad. Era duro, frío y malo. Era un Akatsuki despreciable, una criatura temida. La mera mención de los Akatsuki sembraba el terror en los corazones de muchos.
No había razón por la que debía sentir lástima por un macho humano y su descendencia, pero lo hacía. El humano más grande era una chica, en su adolescencia. De espeso y largo pelo negro, ojos azul cielo, largas pestañas gruesas. Ella olía a inocencia. Los Akatsuki se la comerían viva.
{Soy un jodido Akatsuki.}
"Tu esposa está muerta." dijo Naruto, sus palabras calmadas. "Encuentra un lugar seguro para ti y para tus hijos. Ya no puedes hacer nada por tu pareja."
"¿Dónde es seguro?"
Su tono era suave y lamentable. La muchacha adolescente era hermosa, tan pequeña y vulnerable. Sus ojos estaban hipnotizados y fijos en Naruto, mientras que su hermano pequeño utilizó sus manos para cubrir su rostro.
"No lo sé." dijo Naruto.
El hombre sollozaba, con aspecto derrotado y se volvió. Naruto lo agarró del brazo y le hizo girar hacia él.
"No vayas con los alienígenas. Escóndete de las naves. De hecho, solo ocúltate."
Sus palabras eran brutales, y sacudió al hombre. El escudo de Naruto se cerró y los ojos del hombre se ensancharon por el terror, la niña gritó.
"Si vas con los de mi raza vas a morir. Tu hija deseará estar muerta. Tu chico se quedará atrás, solo. Vete."
Soltó al macho, observó mientras corría con sus hijos y agarrando a cada uno con una mano, los tres tropezaron. Naruto negó con la cabeza. No tenía idea de por qué hizo lo que hizo.
{¡Sí Madara!, la cagué, boo-hoo.}
Corrió, blindado y seguro ante la brutal tormenta que volvió.
Podía cubrir cientos de millas en breve tiempo. Necesitaba encontrar la luz del sol. O tendría que volver a su nave para regenerarse. La oscuridad era un enemigo para su escudo negro. Le hubiera gustado correr más lejos, pero había una advertencia en su escudo.
Necesitaba encontrar un lugar para pasar la noche. Un lugar tranquilo a la orilla del camino donde detenerse.
La zona boscosa parecía haberse librado hasta ahora del desastre, pero ahora, una tormenta causaba estragos. La tormenta no estaba cerca de su máxima intensidad como algunas que ya había visto. Una lluvia de estrellas iluminó el cielo. Una pequeña caja lo suficientemente grande para estar en ella le llamó la atención.
Naruto se metió en el interior mientras la tormenta aumentaba. Cayó granizo, golpeando sobre el tejado. A Naruto le gustaba el granizo; nunca lo había visto antes de venir a la Tierra. Las tormentas eran fascinantes.
El pequeño cobertizo se sacudió y se estremeció. A Naruto no le importaba. Su escudo monitoreaba sus signos vitales. Se agachó, medio escondido detrás de una fila de estantes. No había descansado mucho ese día y pensó que era mejor sentarse y relajarse hasta la mañana siguiente. Una parte de él estaba molesto, quería ir a través de la tormenta y ver la acción. Los humanos y sus cuerpos indefensos estarían gritando de terror. Durante su carrera, sus emociones se asentaron. Naruto puso sus prioridades en orden.
Las hembras que Naruto viera las acorralaría si era necesario, llevándolas a un lugar seguro durante otra tormenta; los machos eran patéticos. Concluyó que todos los machos humanos eran despreciables. No podían mantener a sus hembras seguras, no podían proteger a sus hijos. Las hembras y su vulnerabilidad eran comprensibles. Se preguntó cómo la raza había sobrevivido durante tanto tiempo.
Los sonidos de truenos y relámpagos eran calmantes y su cuerpo estaba cambiando a un modo de espera. Eso era un estado en el que su escudo vigilaba mientras Naruto podría visitar cualquier parte del universo.
La puerta del cobertizo se abrió de golpe y para sorpresa de Naruto una pequeña hembra adulta corrió dentro y la cerró de nuevo empujándola, luchando contra el viento.
Bajo ninguna circunstancia, los humanos debían verlo blindado, era vital para el plan Akatsuki. Naruto había roto la regla una vez. Si seguía rompiéndola Madara lo sabría, entonces tendría mucho por lo que responder. Había sido informado que los humanos eran increíbles al momento de difundir información.
{Joder, ¿por qué no se me había ocurrido antes?}
Estaba a cientos de millas de donde vió al macho y su descendencia, si aquel macho hablara, y sin duda lo haría, contaría una historia sobre una gárgola de seis metros de altura de color purpura.
Naruto podría haber resoplado... humanos y su imaginación.
Era una de las razones por las que podían ser manipulados tan fácilmente. Dudaba que creyeran a un macho y a una joven histérica.
Aún así, la otra hembra estaba demasiado cerca. Gruñendo contra la interferencia, Naruto dejó caer su escudo.
La hembra estaba empapada, jadeante. Se volvió para poner su frente contra la puerta de madera dura. Al menos había un juguete que podía usar por la noche. Sería interesante descubrir lo que la alborotaba. Era pequeña, pero claramente no era una niña. El pelo mojado negro caía sobre su espalda. Era hermosa; sin duda iba a asustarla con su fealdad.
Cuando Naruto apareció a la vista, el shock en la cara de la hembra cuando se volvió hacia él era un claro indicativo de que había metido la pata. Sin su blindaje, Naruto llevaba un pantalón gris ajustado, había descartado la ropa para una mayor flexibilidad, sin calcetines, sin zapatos, sin camisa, y lo más importante, no había pezones en su sólido pecho.
{Es por eso que la niña estaba hipnotizada, ¡maldición!, la jodí de nuevo.}
"¿Qué en el infierno?" susurró ella mientras le miraba de pies a cabeza y volvió a subir.
"No voy a hacerte daño." dijo Naruto.
Tenía la esperanza de que no fuera a tener que matarla. Era la más bella hembra humana que había visto hasta ahora.
Se acercó sonriente, con los brazos extendidos. Estaba sorprendida, como si él tuviese dos cabezas. Contempló varias veces su pecho desnudo. Naruto tenía la esperanza de poder hablar con ella para poder salir de esta situación.
"No tienes ningún..."
"Un defecto de nacimiento." dijo Naruto.
Naruto se tensó. La reacción al haberse dado cuenta, debería haber sido inmediata. La mentira era una forma de vida para un Akatsuki, pero llegaba con un precio. Su escudo subió y su cola creció.
Los ojos de la mujer eran redondos como platos. Ella tomó una respiración rápida de aire mientras su boca formó una perfecta 'O'.
"Eres un alien. ¡Oh, Dios mío! Un jodido monstruo. Los rumores son ciertos."
{¿Rumores? Mierda.}
Naruto bajó rápidamente su escudo, la transformación completa. La hembra no se había movido; le miraba aterrorizada, olió su miedo. Él podría hablar, y ella podría creerle. Naruto oyó su cerebro gritando; ahora tendría que matarla.
Si una descripción de él igualaba a cientos de otras a kilómetros de distancia, se creerían. Sólo haría falta un segundo para apretar su delicada garganta. Pero ella era hembra y con años de maternidad. Sus hermosos ojos perlados se llenaron de espanto.
Por un momento, Naruto se encogió. La única cosa que le gustaba de los humanos era que muchos tenían ojos azules, como los suyos.
La mayoría de los Akatsuki tenían ojos marrones o grises. Madara le dijo a Naruto que sus ojos eran del color de la mierda porque él era una mierda. Una mierda azul.
{Qué haré contigo preciosa...}
Los ojos grises quedaban bien, pero él podría capturar sus ojos perlas libres y enjaularla. Su largo y negro cabello caía con rizos salvajes pidiendo ser domesticados. Naruto se maravilló de nuevo con lo pequeñas que eran las hembras humanas.
Cada una de las hembras con las que se encontró era pequeña.
Fue divertido cuando escuchó a los humanos reírse y apuntar a una hembra "gorda". No importaba su tamaño, Naruto era siempre más pesado, más alto y más poderoso.
Los humanos eran estúpidos cuando se trataba de juzgar el tamaño. Si ellos cerraran sus ojos y sólo olieran, comprenderían mejor lo que era bueno y lo que no lo era. El tamaño no significaba nada. La dulzura de un individuo era un aroma, Naruto lo utilizaba para diferenciar.
Si la humana ante él tuviera cincuenta veces su tamaño, ella todavía tendría un olor que lo incitaría a cuidarla, compasión y la determinación más allá de su miedo, era coraje.
El aroma era intoxicante.
No había ninguna necesidad de matar a una criatura tan hermosa. Podría ocultarse hasta que se fuera o podría llevársela con él.
Sería una buena compañera para el camino a casa. O como un regalo.
Todo lo que necesitaba era llegar al premio. Después de pensar eso, la hembra se movió rápido. Un martillo se balanceó hacia su cabeza. A último segundo su escudo subió.
El rotundo 'ping' del golpe fue suficiente para asustarle.
{¡Santa mierda!}
Naruto sacudió su cabeza.
La mujer estaba luchando para abrir la puerta, tratando de escapar. Naruto se abalanzó sobre ella, dejando caer su escudo, sus garras podrían cortarla por la mitad.
La agarró, pero ella era un manojo de movimiento salvaje. Luchó locamente. Todavía necesitó las dos manos para tratar de sostenerla.
Su grito fue breve cuando Naruto tiró de ella contra su pecho inclinando la cara hacia arriba y plantó su boca sobre la de ella para hacerla callar.
Fue un error.
Su escudo se volvió loco. Los Konoha no eran los únicos seres que se acercaban a su necesidad. Su gusto le llenó, le devoró. Sus sentidos se volvieron locos con la sensación de ella entre sus brazos.
Este fue el primer beso de Naruto. Su boca era suave, su lengua era de terciopelo, su aroma fluía a través de él en vez de solamente alrededor de él. Sus labios húmedos temblaron debajo de él. Tenía miedo al principio, hasta que Naruto reconfiguró sus sentidos, su escudo y sus salivas fluyeron dulcemente juntas.
Naruto sabía que debía apartarse, pero ella era intoxicante. Sus emociones alimentaban su escudo hasta que sintió la euforia. Su forcejeo cesó, y se dejó caer en sus brazos, presionándose contra su pecho. Sus altos y firmes pechos se aplastaron contra él.
Cuando soltó sus labios, ella estaba con los ojos abiertos. No había miedo. Ella parpadeó rápidamente.
Naruto conocía que la aceptación no duraría mucho tiempo; sus secreciones daban a una hembra lo suficiente para calmarla.
"¿Quién eres? ¿Qué eres?" susurró ella.
Naruto bajó la cabeza cuando ella comenzó a alejarse.
Su inhalación brusca cuando reclamó sus labios le hizo estremecerse. Su escudo se ajustó dentro, centrado en cada secreción diferente que necesitaba.
La diminuta hembra levantó sus manos para recorrer sus brazos, una acción que hizo por su cuenta.
{Aceptación.}
Su escudo la reclamó inmediatamente.
Naruto no tenía idea de lo que significaba esta emoción. Cada vez que la tocaba lo llevaba a esforzarse más para crear las hormonas que ella necesitaba para sentirse segura en sus brazos. Naruto quería que se sintiese segura. Las sensaciones en su interior no tenían sentido. Ella era un buen regalo.
{Suya.}
Naruto levantó su cabeza rompiendo el contacto.
"Parece que mi misión ha terminado. Me iré a casa pequeña hembra humana. Contigo."
"¿Casa?"
Ella sonaba aturdida. Su respiración se hizo más rápida. Naruto sintió crecer su miedo y no quería que tuviera miedo, quería que estuviera bien. La guerra dentro de él creció a tal extremo que su escudo subió.
Estar cerca de la bestia en que se convirtió era demasiado para ella. La mujer trató de darle una patada, intentó luchar contra el guerrero. Las advertencias en su escudo se apagaron. La mitad quería verla muerta, la otra mitad luchando por mantenerla a salvo.
Cada golpe a su persona la lastimaba y ella gritó mientras trataba de luchar con él. Marcas rojas salpicaron su mano. Ella sacó su propia sangre. Las entrañas de Naruto gritaban por el olor. Ella resultó herida, debió ser herida.
{Maldita sea, ella no debería estar lesionada.}
Naruto hizo lo único que podía hasta que fuera capaz de averiguar lo que debía hacer. Dos largos colmillos a ambos lados de su boca comenzaron a gotear saliva.
Inclinando la cabeza de ella Naruto hundió los colmillos en su garganta de una manera eficaz, no queriendo rasgar su piel a pedazos.
La reacción fue instantánea. La hembra se aflojó, la potente droga trabajó rápido. Ella no estaba inconsciente, pero su cuerpo estaba plácido. Él la hizo girar en sus brazos, la presionó de forma segura contra su pecho y se la llevó en la noche.
Una vez que ella estuviera a bordo de su nave la pondría en la jaula. La pequeña cosa que Naruto sostenía era lo más cercano que había llegado a un peligro real. Nada antes de su sabor y el olor de su sangre hicieron que su cuerpo y escudo estuvieran en guerra.
La lluvia fría y húmeda se deslizaba por las mejillas de Hinata.
Llevaba el pelo pegado a la cabeza.
La bestia que la llevaba se movía tan rápido que sus alrededores eran un borrón. Hinata no tenía dolor, sus extremidades estaban letárgicas, colgando. Un solo poderoso brazo la mantenía apretada contra un pecho duro. Rozó su mejilla contra el frío, duro, terrible alien.
El único pensamiento que le impedía sucumbir al terror era que la bestia se movía y no hacia cualquier lugar cerca de su tía y las niñas.
Hinata no podía dejarle cerca de las otras. Las más pequeñas ya eran familia, ya las amaba. Se había comprometido a mantenerlas a salvo.
Chino tendría el corazón roto. Le había prometido volver.
Una oleada de tristeza pasó a través de ella. Hinata había protegido a aquellas dos niñas durante más de una semana, ella las había salvado de sólo Dios sabía qué. Iba a tener que encontrar algo más fuerte que un martillo para poner fin a esta bestia y regresar con su familia.
La bestia se detuvo en seco cuando se movió por un momento.
No fue más que un tic, pero la llenó de alivio. Estar alerta y totalmente vulnerable era horrible. Se preguntó todo tipo de terroríficos escenarios.
¿Acaso el alien le haría una autopsia, mientras que ella no podría moverse, pero podría sentirlo todo? Se volvería loca.
Estaba a medio camino de un árbol enorme. Sus brazos la sujetaron, sus pies formados en garras enterradas en la corteza. Una cola en el trasero envuelta alrededor de sus tobillos, juntándolos. Su cabeza estaba inclinada había unas protuberancias grises donde se suponía que estaban los ojos. Tatuajes negros resplandecían contra la oscuridad en las mejillas. Cincuenta centímetros de colmillos, de un blanco puro como la nieve, de los que caía una sustancia transparente.
Era horrible a la vista, cuando había sido tan increíblemente guapo. Cuando vió que no tenía pezones supo que era un alien, pero él era el hombre más perfecto que había visto nunca. Su corazón casi estalló por la atracción, hasta que cambió.
{¿Qué pasó cuando besé a este hombre?}
¿Por qué había sido tan complaciente? ¿Por qué quería darle un beso? No era una cosa del momento. ¿Por qué no podía cambiar de nuevo? Esta criatura era demasiado terrorífica. La criatura bajó la cabeza y cada colmillo se deslizó dentro de su cuello. No era cruel o apresurado. No le dolió.
Las gotitas de sus colmillos gotearon sobre su piel en primer lugar, y se preguntó si se trataba de un agente anestésico. Pudo haberle arrancado la garganta.
El efecto fue instantáneo. Su cuerpo era incapaz de moverse, sin contracciones, ni el meneo de un dedo meñique, nada. Excepto los ojos.
Hinata sintió el rastro de una lágrima deslizarse, mezclándose con el pelo mojado.
{Me gustaría estar en casa.}
"Huelo tu miedo, hembra humana."
Su voz era profunda y vacía de emoción.
"La droga no hace daño, pequeña fémina."
Hinata no pudo decir nada. Otra lágrima se liberó. Le prometió a las niñas que regresaría; su tía estaría muy preocupada. Tía Natsu se culparía a sí misma si Hinata no regresaba.
"Para." le ordenó. "Las lágrimas se mezclan con la lluvia y mi maldito escudo las absorbe. No puedo calmarte aquí. Estamos expuestos. No te voy a matar. Haz que tus ojos se comporten. Domestica tu arma emocional. Joder, las hembras son peligrosas."
Maldijo en voz baja y estuvo de nuevo en movimiento. Hinata se alegraba de que estuviese oscuro. La bestia fue de tierra a árbol a tierra cuando era posible.
Atisbos de sombras aterradoras fue todo lo que captó alrededor.
Las palmeras desaparecieron y fueron reemplazadas por árboles de coníferas. Se enfrió el aire. El olor de la atmósfera era diferente.
Hinata no lo podía creer, se movió tan rápido que estaban en estados diferentes, estaba segura. La llevaba muy lejos de casa. Con cada movimiento, estaba aún más lejos de lo que quería. Le dolía el corazón. Hinata quería a su familia segura, pero ¿cómo podía regresar?
El frío invadió sus huesos. Moriría; él la mataría, y su tía y las niñas nunca sabrían lo que le pasó. Hinata no podía moverse, pedir, gritar o susurrar. Su agarre era fuerte, pero no le trituraba los huesos.
Su agilidad era salvaje a donde sea que él la llevara.
Estaban en una remota zona, profundamente boscosa. Su mundo se había ido.
{¿Dónde estamos?}
La bestia se detuvo, agarró a Hinata bajo los brazos y la apretó contra su pecho, vientre contra vientre.
"Te voy a llevar hacia abajo en el valle, pequeña hembra humana. No voy a dejarte caer. No tienes necesidad de tener miedo. No dejaré que mueras. Hay una cueva allá abajo y mi nave."
Hinata le habría gritado si pudiera. El revestimiento rocoso era empinado, de cientos de metros.
Su corazón comenzó a latir con fuerza, no podía controlarlo.
"Humana fémina, para. He dicho que vas a estar bien. Soy un guerrero utilizado para aterrorizar y amenazar. ¿Cómo puedes no entender una simple garantía de seguridad? Si quisiera asustarte, te colgaría sobre el borde y no aliviaría tus temores. Ahora tranquila, maldita sea."
La bestia tenía el descaro para ser condescendiente, como si lo que hablaba fuera un hecho. Él saltó. Las garras en las patas de la bestia chirriaron cuando surfeó por la ladera de la montaña. Un brazo la contuvo segura contra su pecho, presionado a lo largo de la longitud de su cuerpo, el otro se extendía detrás de él. Saltaron chispas en la oscuridad desde sus largas garras. Su ritmo era electrizante y las tripas de Hinata se sacudieron en protesta cuando su velocidad aumentó. Un número de veces estuvieron en el aire, y luego aterrizaron contra la dura roca en un zigzag. Un águila chilló y tomó vuelo cuando relampagueó.
La bestia golpeó la tierra mientras corría, y ella estaba metida bajo su brazo. Hinata no tenía ni idea de cómo podría encontrar su camino en esa oscuridad.
Se detuvo y la hizo girar hasta acunarla contra su pecho. La presión para mantenerla era leve, pero lo suficiente para saber que no se cayó. Ella le escuchó soltar una enorme cantidad de aire, se arremolinó humo y se abrió una puerta en la oscuridad para revelar el interior de un transbordador.
Dentro todo estaba iluminado con luces fluorescentes. Hinata estaba colgada de su hombro. Cuando él entró en el transporte, la puerta se cerró detrás. Sellándola dentro, con él. La llevó hasta una habitación con una pequeña jaula plateada con barras separadas solamente a unos centímetros de distancia. Parecía una casa de hámster con mucha vegetación.
La bestia la dejó en el suelo al lado de la jaula; el suelo de la nave era glacial. Su pecho estaba en llamas, mientras que el resto temblaba de frío.
A cuatro patas, se transformó en el hombre que había visto en el cobertizo. La dureza gris desapareció de su piel con un aspecto líquido como mercurio. Su respiración era irregular. Se sentó sobre sus patas traseras y se estiró.
Cuando se volvió a mirarla, Hinata fue empalada por sus ojos claros. Él era poderoso, y precioso, y demasiado aterrador para comprenderlo.
"No mueras de miedo, pequeña hembra humana. Tengo que dejarte aquí. Tengo que regenerarme. Tú no puedes vagar por mi nave."
Él era la bestia y sin embargo era ella quien estaba enjaulada. No vió nada en su expresión, sin piedad, sin remordimiento, sin ira. Su expresión era neutra y demacrada. Cuando sus manos calientes la sostuvieron en sus brazos desnudos, la soltó como si ella le lastimara.
Se echó hacia atrás para mirar hacia sus manos. Su revestimiento gris lo envolvió. La bestia gruñó bajo en su garganta. Él la miró.
"No te voy a lastimar. Deja de estar asustada."
El gris desapareció y una vez más se parecía a un hombre.
Hinata se sorprendió por su ira. Era como si ella tratara de atormentarle. Sus dedos se contrajeron. Su mandíbula se estremeció.
La sensación comenzó a regresar.
"¿Nombre?" susurró ella.
Sus labios apenas se movieron; su respiración casi inaudible.
"Soy Naruto. Soy un guerrero Akatsuki de un planeta distante. Estoy aquí para observar, pero no me gusta este lugar. Es tiempo para que vuelva a casa y termine mi misión. La Tierra es un planeta terrible. Tienes suerte de que te encontré. Puedo mantenerte en algún lugar."
"Frío."
{¿Él me mantendrá en alguna parte?}
¿Iba a ser mantenida enjaulada para siempre?
Naruto tocó su rostro. Sus dedos permanecieron ahí.
Hinata tosió y tembló. Estaba empapada, congelada y aterrorizada. En su prisa por recuperar el gas para el generador se olvidó de que había colocado su chaqueta sobre Chino con el fin de proteger a la niña de las fuertes lluvias, cuando huyeron de la cabaña.
Los numerosos charcos habían empapado sus zapatos, al deslizarse por el terraplén la hierba los había cubierto de barro, sus pantalones vaqueros y calcetines estaban empapados. El dolor en el pecho empeoró y aumentó, pero ella se preguntó si se trataba de un ataque de ansiedad. Realmente se merecía uno ahora mismo.
"Duele."
Su palma frotó sobre su pecho.
"Mi escudo detecta una enfermedad que comienza dentro de ti. Hay dolor, tengo la sensación de ello. Tu temperatura está aumentando. La jaula sería demasiado fría y causaría más daño. No es mi misión hacerte daño, ni ser visto, ni capturarte, ni joder por el culo a una rata."
{Maldición.}
"Estúpida misión. Justo cuando pensaba que no podía odiar más a Madara."
Naruto la levantó y se dirigió a un catre. La cama se sumergió cuando se sentó a su lado. Pasó una mano por su corto cabello rubio en puntas. Su cabeza inclinada, como si pensara. La tomó de la mano y la apretó con fuerza.
Su mano era cálida y la humedad aumento de una manera que encontró agradable. Él ladeó la cabeza. Asintió y dijo 'Sí' en voz alta varias veces, como si respondiera a preguntas no escuchadas.
{Oh Dios, está loco. Voces en su cabeza le hablan.}
"Cierra los ojos." dijo.
Hinata negó con la cabeza.
"No voy a dejar que vagues. Necesitas descansar. Voy a morderte, pero mis colmillos te asustarán. Mis colmillos te darán suficiente medicamento para dejarte inconsciente. Este fármaco es diferente del anterior, no puedo utilizar un agente de entumecimiento, interferiría con el resultado y mis colmillos serán más grandes y perforarán más profundo. Tengo la impresión de que estás agotada. Necesito que duermas, pequeña fémina. Cuando despiertes te sentirás mejor. Cierra los ojos, hembra humana."
"No."
"Está bien, sé terca. No morirás de miedo, a pesar de que te servirá como lección por tu desobediencia."
Hinata contuvo el aliento cuando los colmillos de Naruto crecieron más allá de su labio inferior. Eran más grandes. Un líquido claro goteaba de cada uno. Estaba en forma humana, vestido sólo con pantalones ajustados de color gris, nada más. Naruto se apoderó de su pelo e inclinó su cuello para exponer su garganta. A la luz daba miedo como la mierda y ella lo vió todo.
{Existen los vampiros.}
"No me comas." se las arregló para gorgotear.
"Grosera, fémina."
Naruto usó su otra mano para cubrir sus ojos. Dos pinchazos agudos perforaron su carne en ese momento y antes que pudiera decir 'ay', Hinata estaba inconsciente.
Naruto arrugó la nariz mientras se incorporaba. La hembra era demasiado emocional.
{¿Comérmela? Como si pudiera.}
Los Akatsuki no eran una raza de caníbales.
{¡Qué desagradable imagen!}
Si necesitaba sedarla otra vez, no se lo advertiría, solo lo haría.
{Pequeña cosa insubordinada.}
Madara tendría que golpearla por su obstinación. Ella tenía suerte de que él no estuviera aquí.
Su piel estaba en llamas por el miedo, la confusión y la desesperación. Las emociones en sus secreciones estaban en todas partes. Terror, tristeza, soledad. Ella estaba caliente y fría. Miró hacia abajo por su cuerpo inerte sin saber qué hacer a continuación.
Estaba empapada. La ropa que llevaba estaba fría, eso podría añadirse a su angustia. A Naruto no le gustó mucho cuando había estado empapado confinado dentro de esos materiales.
Fue al replicador y exigió una manta caliente. Las mantas eléctricas la apartarían del frío y humedad. Una gran manta suave y esponjosa apareció y Naruto la llevó hasta ella. Naruto remetió la manta alrededor de ella. La manta estaba equipada con sensores y se amoldó a ella, en cuestión de segundos su cabello estaba seco. Eso era lo mejor que podía hacer. No sabía cómo cuidar de una hembra humana.
Era demasiado frágil.
Y Naruto estaba cansado.
Las únicas veces que había estado cansado en su planeta, fueron cuando Madara lo había encerrado lejos de la luz del sol como castigo. Lo que fue muy seguido cuando era niño y más a menudo siendo adolescente. Él surgía, arrastrándose, medio muerto. Es lo que le hacían a los prisioneros Konoha y aún así ellos mantenían sus secretos. Ni uno se rompió. Por otra parte, tampoco Naruto. Las hembras humanas eran armas. Serían la caída de los Konoha.
Esta hembra sería su caída si él no guardaba su distancia. Su tacto y su olor eran toxinas emocionales.
Se levantó de la cama y arrastró su cuerpo cansado hasta el regenerador. El tirón de su escudo para regresar hacia la hembra era molesto y extraño. Naruto no tenía tiempo para ella. Ella era un peón. Él era un guerrero mortal.
Había dos generadores, uno de mano, el otro más grande y más rápido. Taz optó por el mayor y más rápido. La máquina hizo 'clic' para una verificación de los sistemas, reconfiguró los datos y empezó a tararear. El tirón de su escudo para ir hacia la hembra aumentó, en lugar de disminuir. Su escudo señalaba y tiraba imágenes que Naruto rechazó.
"¿Qué diablos quieres entonces?" dijo Naruto en voz alta.
A menudo hablaba con su escudo cuando estaba solo.
"Bien. Muéstrame lo que te dé la gana."
En su cabeza los pensamientos se agolpaban y se le presentó un escenario. Su escudo le mostró una escena que se desarrollaría cuando Naruto regresara a su planeta con la hembra. La imagen era vívida; era como si Naruto ya estuviera en casa.
Naruto entró en el foso de Madara en la enorme colmena; oyó sus pasos duros. A Madara le gustaba su sala privada porque así podía escuchar a otros viniendo.
Naruto era el que llevaba a la pequeña hembra. Madara sonrió y arrastró sus dedos por su suave mejilla. Madara sacó los cabellos de su cara. Miró a los ojos de Naruto, tomando a la hembra.
Una emoción parpadeaba mientras Naruto la entregaba.
Repugnancia.
Luego preocupación.
Y en ese momento, Madara vió y olió que Naruto se dejaba influir por ella. Naruto se había interesado en la mujer, que aún sostenía.
Naruto quería ocultar su cercanía, pero sabía que no iba a pasar.
Volvió la esperanza en que Madara le permitiría este único favor, cuando él nunca había tenido nada y nunca lo tendría. Madara sonrió y cerró el puño en el pecho de la hembra, arrancó su corazón y lo pisoteó mientras ella se desmoronó y cayó al suelo cuando Madara la soltó para dejarla caer.
Naruto nunca podría tener nada; Naruto debía permanecer solo, para siempre.
El corazón de Naruto golpeó hasta que su escudo controló sus emociones. Cualquier criatura que le diera placer a Naruto unos pocos segundos, era destruida, hasta el punto que Naruto fue quien mató a la última de ellas antes de que pudiera hacerlo Madara. Y no lo hizo por ser cruel, como Madara pensó que le enseñó a ser, Naruto mató al animal para evitárselo a cualquier otro. El asesinato tenía que parar y sólo Naruto podría hacer que se detuviera. Madara mataría a esta mujer delante de él.
{¿Qué estaba pensando?}
Naruto no podría ocultar su interés; Madara sabría de su existencia, aunque Naruto la entregara. Madara lo sabría todo. A Naruto le gustaba esta pequeña fémina.
Ella presionó sus labios con los suyos. Sabía muy dulce. No podía dejar que Madara la matara y destruyera su único recuerdo dulce de la Tierra.
"Tengo que llevarla de vuelta a su casa." susurró Naruto. "Ella tiene que volver."
{Pero… ¿y si la toman?}
Naruto salió de la cámara, el escudo estaba completamente recargado. Se dirigió a la hembra. Era hermosa y estaba en edad de procrear. Naruto sabía lo que planeaban sus homólogos. Sería difícil que los guerreros como él ignoraran el sufrimiento por siempre.
Los de su tipo se dejarían influenciar. Eran crueles, pero no tan malos, al menos no con la clase de maldad de Madara. Debían desempeñar un papel duro, pero no era el único camino que podía tomar su especie.
La cama se hundió cuando Naruto se sentó a su lado. Colocó su palma en su frente afiebrada. El dolor se había ido. Ella estaba soñando, feliz en su sueño. Abrió la manta para ver si estaba seca, lo estaba. Acercó su torso desnudo más cerca de ella. Habían pasado cuatrocientos años desde la muerte de sus padres, pero Madara mencionaba las mujeres con frecuencia. Las llamó inútiles. Naruto recordaba vagamente a su madre. Ella no era inútil; era hermosa, dulce, cariñosa. Había sido su mundo. Y, le pidió que hiciera una promesa.
¿Cual había sido?
Fue hace mucho tiempo. Le habría prometido a su maravillosa madre todo lo que le hubiese pedido, la amaba mucho.
{¿Amor? ¿Había amado?}
No, su memoria estaba distorsionaba. Naruto no supo de la bondad hasta que Madara llegó a su vida. Debió haber sido bondad lo que su madre le pidió.
Curioso, Naruto se acercó a oler el aliento de la hembra, preguntándose acerca de la bondad de las hembras.
Su escudo se volvió loco tratando de contener sus emociones así como algunas de las de ella. El escudo no detuvo las sensaciones; las que presentaban diversos aromas y que fueron puestas en diferentes categorías. Un olor era dominante. Un aroma estaba reclamando su atención. El aroma de esta hembra era...
{A Naruto.}
Entonces Naruto respiró hondo y saltó fuera de la cama. Él estaba en el aroma de ella.
{¡Santa jodida mierda! Esto no es bueno. Ella está muerta y con seguridad, yo también.}
Ella no podía usar su olor. Él tenía que entregárselo. No podía llevarla de vuelta a la Tierra hasta que su olor estuviera fuera de ella.
Madara la olería en él cuando regresara a su casa. Madara podría rastrearla en cualquier sitio.
Naruto paseó por la nave maldiciendo, arrastrando las manos por su cara y su cuello. No podía ir casa; no podía volver a la Tierra. Tenía que haber un lugar al que pudiera llevar a su humana y que a la vez estuviera libre de Akatsuki hasta que pudiera solucionar este loco lío.
{¿Cómo diablos?, ¿por qué diablos?, ¿qué diablos?}
La fémina no debería estar impregnada con su aroma.
Naruto corrió hasta el monitor. Fue una decisión precipitada, pero necesitaba planificar su curso sin ojos vigilantes. Era peligroso desconectar la comunicación de la nave. Madara podría pensar que se perdió en el espacio y le buscaría. La alternativa de ser etiquetado como un traidor era mucho más mortal. Necesitaba eludir a todos.
En la pantalla, a la distancia de una galaxia, Naruto vió un pequeño planeta. Lo buscó arriba en el monitor para una inspección más cercana. Inspeccionó los detalles en un tiempo récord.
Estaba deshabitado. La hembra sería capaz de respirar y Naruto podría regenerarse bajo el único sol. Había estanques, lagos, corrientes de agua. Podía librarla de su olor. O podía dejarla allí y él podría deshacerse del olor de ella.
{¿Qué pasa si no puedo?}
Naruto volvió a mirar a la pequeña hembra. Su corazón latía con fuerza hasta que el escudo lo calmó. Tan de mal gusto como sonaba, podría tener que poner fin a su vida, después de todo.
Continuará...
