Capítulo V: Red Jaspe

Sonó la alarma y Demelza se despertó sobresaltada. Sentía mucho cansancio por todo el estrés del día anterior.

Su padre siempre dormía hasta tarde después de emborracharse y eso era una ventaja porque no quería verlo.

Triste realidad la de ella. No podía vivir tranquila.

Se levantó y fue directamente al baño a ducharse. Tenía que hacer el esfuerzo de no pensar en todo lo ocurrido si quería concentrarse en estudiar, cuidar a sus hermanos, realizar las tareas de su casa y como extra, encontrar una solución respecto de seguir o no, viviendo con su padre. La verdad es que no quería estar más allí. Se le hacía muy difícil llevar una vida como cualquier chica de su edad y eso que casi nunca salía con amigas ni mucho menos con chicos. Sentía mucha impotencia, dolor, miedo, vergüenza. Pero cuando pensaba la posibilidad de irse, sentía culpa por sus hermanos.

Y había algo más, esa mañana estaba como ansiosa, pendiente del teléfono. Inconscientemente esperaba un mensaje de Ross, aunque sabía, faltaba para el fin de semana.

Abrió el bolso donde tenía la muda de ropa de ayer. Estaba bastante arrugada pero no tenía otra opción. Ella no sabía lo que era tener un ropero lleno de prendas y elegir. Tenía lo básico, lo justo y necesario.

Así que se cambió y se puso esa ropa, el jean mom, un suéter de hilo blanco y sus únicos borceguíes negros.

Puso agua a calentar para prepararse un té. Hizo tostadas con pan del día sábado. Ese pan y un par de frascos de mermelada hecha por ella era todo lo que había en la heladera para desayunar.

Mientras tanto vació el bolso, lo limpió y guardó sus útiles, carpeta, unos libros, la billetera.

Dejó ropa limpia y tazas preparadas para sus hermanos. Se sentó a desayunar. Pensaba en lo bien que le vendría el empleo en casa de Ross. Bendito Ross que apareció en su vida.

Se abrigó y partió rumbo a la estación.

Hacía tiempo que no viajaba en tren y se puso a mirar por la ventanilla. El reflejo del vidrio le devolvía la imagen de una chica triste y no pudo evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos aguamarina.

De repente sonó su teléfono. Era un número desconocido. Abrió rápidamente el mensaje pensando que tal vez era Ross.

Pero no era una compañera de clases que no tenía agendada. Le consultaba si llevaba el material informativo que tenían que presentar en la cátedra de Pedagogía y Didáctica.

-¡Judas! Era hora de volver a la realidad y dejarse de soñar con cuentos de hadas.

Respondió el mensaje, se recostó en el asiento y se dispuso a repasar los textos que había estudiado la semana pasada para hoy.

Era el primer lunes del mes de marzo, pero hacía un día primaveral. Ross había vuelto de la joyería al mediodía y decidió recostarse en el sillón colgante del jardín de Nampara.

Se sentía distinto, como si una fuerza poderosa había hecho más liviano el peso de su cruz.

Sonreía. Recordar a esa pelirroja disfrazada de payaso, lo hacía sonreír y estaba siendo consciente de ello.

Buscó su contacto en whatsapp para enviarle un mensaje. Miró la foto de perfil.

Era de unos años atrás y sonreía feliz. Tenía el cabello recogido con dos rodetes. Llevaba puesta una remera negra, un short de jean que dejaba al descubierto sus delicadas piernas, unas gafas de sol y borceguíes negros.

Ross había quedado con la boca entreabierta. En la foto tenía una expresión distinta que la de ayer pero podía notarse esa frescura propia de ella.

Demelza ya estaba en su casa trabajando cuando escuchó que había recibido un mensaje en su teléfono.

Había cargado el lavarropas, hervido unas verduras para luego preparar la cena y mientras tanto limpió la casa. Buscó su teléfono y cuando abrió el mensaje decía:

-¡Hola Demelza! Soy Ross. ¿Cómo estás hoy, te sientes mejor?

Su corazón le golpeaba pecho.

-¡Hola Ross! Mejor, un poco más tranquila. Aunque de la moto no hay novedades. ¿Cómo estás tú? Le respondió.

-Bien, bien. En cuanto a tu moto veré qué puedo hacer. Podrás llegarte a Redruth mañana? Es para preparar tu contrato de trabajo. Necesito algunos datos tuyos, tu firma, en fin…

-Sí Ross! ¿Mañana después del mediodía cuando termine de cursar puede ser? Pásame la dirección.

-Perfecto! Busca en el Town Centre, Joyería Grace. Trabajo allí.

-Agradecerte es poco 😊

-Ahhh tonterías Demelza! ¡Nos vemos mañana!

-Hasta mañana!

Ross guardó su celular y continuó recostado sobre el sillón colgante mirando el horizonte.

Descansaría unos minutos más y luego bajaría a la playa para caminar un poco y meditar con el sonido del mar.

Demelza sa había alegrado mucho con el mensaje. Esperaba que su padre no recordara lo sucedido anoche para que todo estuviera bien, pero no estaba segura.

Cuando el hombre volvió del trabajo la miró con desdén, aunque ella en ningún momento se mostró con hostilidad. Al contrario, había limpiado y cocinado para todos.

Tom Carne no tenía idea de lo mucho que lastimaba a su hija. Parecía que descargaba en ella toda su ira y la rabia de sus frustraciones.

Durante la cena hizo algunos comentarios ofensivos hacia su hija. Demelza trató de hacer oídos sordos para evitar un daño mayor pero se sentía avergonzada y humillada delante de sus hermanos.

Drake finalmente intervino para ayudarla:

-Hermana tengo tarea de la escuela que terminar y no entiendo demasiado. ¿Podrías ayudarme?

-Sí, Drake pero antes tengo que levantar los platos de la mesa y lavarlos.

-No te preocupes, yo lo haré. Dijo Sam.

Demelza se fue con Drake al dormitorio y comenzó a llorar de tristeza. Su hermano la abrazó y la contuvo hasta que se tranquilizó.

-Dem, esto que te diré, me duele en el alma, pero tienes que irte de aquí.

-Pero Drake además de que no tengo adónde ir no podría dejarlos solos.

-Tampoco somos dos niños. Sam está por cumplir los dieciséis y yo, bueno tengo catorce. Ya nos podemos arreglar solos.

Demelza lo escuchaba atenta. Luego dijo:

-Tengo que contarte algo y espero que me entiendas. En parte me siento mal porque mentí. Pero mentí por miedo. Le mentí a padre sobre la motoneta de mamá. ¿Recuerdas que la otra noche me trajo un hombre?

-Sí, Ross me dijiste que se llama.

-Sí. Él me ayudó porque la moto me la robaron en Truro cuando terminé de hacer la función. Cuando vi al hombre que se la llevaba comencé a correr hasta que apareció un chico que estaba con el ladrón e intentó arrebatarme el bolso también. Fue en ese momento que apareció Ross y me salvó de que me lo robaran y de que quizá me golpeara.

Amablemente se ofreció en traerme hasta aquí porque yo estaba muy angustiada. Cuando llegué quise contarle la verdad a padre, pero estaba tan borracho que me dio miedo. Igualmente, entendí que no me hubiera creído, aunque le hubiese contado la verdad.

Demelza lloraba.

-Y me gritó cosas horribles.

Se abrazaron y Drake también lloraba.

-Claro que te entiendo. Anoche escuché sus gritos. Sé que te insultó.

-Ross quiere darme un empleo los fines de semana en su casa para cuidar a su hijo. Pero no sé cómo haré para que padre no piense mal de mí, si vuelvo tarde o si Ross me trae hasta aquí. No puedo más. Le confesó ella.

-Debes tranquilizarte hermana y aceptar ese empleo. Lo necesitarás para irte de aquí. Y para este fin de semana ya pensaremos en algo. Mientras tanto ve fijándote si encuentras un lugar donde vivir.

-Gracias Drake! A pesar de todo me siento muy orgullosa de tí y de Sam.

Se acostó y no tardó en quedarse dormida, estaba agotada.

El martes prometía ser otro día tan bonito como el anterior y Demelza estaba un poco más animada. Hoy vería a Ross.

Estaba tan agradecida con él y le gustaba mucho la idea de cuidar a su hijo. Valentine era un niñito sufrido quizá por la separación de sus padres. Pronto lo sabría porque lo conocería mejor.

Esa mañana se había arreglado más que de costumbre. Quería darle una buena impresión, después de todo era su primera entrevista de trabajo. Se puso la única ropa nueva que tenía, un jean blanco y una remera corta también blanca, los borceguíes negros y las gafas redondas de sol. Se dejó el cabello suelto. Guardó un peine, un desodorante y otras cosas en una mochila negra que pocas veces usaba para salir. Tomó su abrigo de lana negra, sus apuntes y se fue.

Ross se había levantado más temprano. Tenía que afeitarse y ducharse, desayunar y pasar por lo de Harris Pascoe para retirar el contrato de trabajo.

Al fin llegó el mediodía y Demelza caminó rumbo al Town Centre.

Al llegar dio una vuelta y enseguida encontró una placa en la pared que decía: Joyería Grace. Fundada en 1975.

Era una tienda preciosa. Antes de entrar decidió mirar la vidriera. Todo lo que exhibía le parecía maravilloso aunque ella no usaba nada de eso porque era un lujo que no podía darse. En un sector observó que decía: diseños de autor R.V.P

-¡Qué belleza! Exclamó. Ross diseña estas joyas.

Suspiró hondo y entró a la vez que una mujer elegantemente vestida salía. Casi la llevaba por delante si no se corría y la miró de arriba abajo. Demelza no sabía que era Ruth Teague.

Ya se estaba poniendo un poco nerviosa. No era el lugar sino ese tipo de personas que la hacían sentir fuera de su elemento.

Ross, la vio llegar mientras atendía a Ruth, una de sus mejores clientas, que compraba todos sus diseños.

Cuando vio entrar a Demelza con ese jean blanco ajustado, no pudo evitar recorrer sus curvas mientras ella miraba distraídamente unos colgantes.

-¡Hola! Dijo ella.

-¡Hola! ¿Cómo estás? Respondió él.

-¡Qué precioso todo Ross! Estoy bien y tú?

-Con bastante apetito. ¿Almorzaste?

-No.

-¡Entonces vamos!

-¡Oh no! No te preocupes por mí. Lo haré en cuanto llegue a casa.

-¿Estás rechazando mi invitación?

-Por supuesto que no. Está bien, acepto.

Ross tomó su sobretodo color beige de un perchero y salió detrás del mostrador. Llevaba puesto un pantalón gris de vestir, una remera negra ajustada y zapatos negros. Con la mano libre le hizo seña que saliera primero. Ross tenía esos gestos tan elegantes que lo hacían aún más atractivo.

Salieron y se dirigieron hacia el auto.

La experiencia que había tenido con Hugh hacía que las miradas de Ross, sus modales y buenas costumbres no la intimidaran demasiado y pudiera actuar con más naturalidad.

Llegaron a un restaurante llamado Red Jaspe.

Al entrar, Demelza notó que la gente los miraba.

Comprendía que Ross era un hombre que no pasaba desapercibido.

Le hizo seña que se sentara primero para luego ubicarse frente a ella.

Ross era muy conocido del dueño, Tholly Tregirls, que había sido muy amigo de Joshua por lo que apreciaba mucho a su hijo. Siempre que iba lo atendía él personalmente. El viejo Tholly había sido navegante y viajado mucho. Cuando quiso establecerse decidió abrir un restaurante de comidas típicas de otras partes del mundo.

Se acercó a la mesa y dijo:

-¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí?

Ross se levantó y se dieron un abrazo.

Tholly le dijo al oído:

-Te perdono tanta ausencia porque me imagino que esta belleza no te dio tiempo.

Ross se rió con ganas.

-Te presento a Demelza, la niñera de mi hijo.

-¡Hola, mucho gusto! Dijo ella con voz suave.

-El gusto es mío querida. Y agregó:

-Los dejo así eligen tranquilos. Ross, llámame cuando quieran ordenar.

Demelza observaba la carta y lo miraba a él. No sabía qué pedir. En toda su vida cuanto mucho había ido a una pizzería. No conocía ninguno de los platos que aparecían en la carta.

Ross consciente de ello dijo:

-¿Te gustan los fideos salteados con carne y verduras?

-Oh sí! Respondió. Nunca había probado otra comida que no fuera la de su casa, pero no tenía inconvenientes en degustar algo nuevo.

-¿Me acompañas con una cerveza?

-Sí, claro.

Ross ordenó comida china, dos chow mein y un par de cervezas.

Él le estaba abriendo las puertas de un mundo desconocido que ella con gusto aceptaba conocer.

Le preguntó qué tal le iba con sus estudios y ella le respondió que le faltaban pocas materias para recibirse. Luego se acordó de Verity y le preguntó:

-Una compañera de clases se llama Verity Poldark. ¿Es familiar tuyo?

-¡Oh Verity, claro! Es mi prima hermana. ¿Acaso no la encontraste parecida a mí?

-Puede ser, es solo que... no la encuentro tan seria.

-¡Jajajaja! ¿Yo te parezco serio?

Demelza se puso roja. Y respondió:

-Es solo que me pareces un padre tan responsable y excepcional. Valentine es muy afortunado.

-¡Ah no lo sé! Desde el día en que Elizabeth, su madre, y yo nos separamos, él no tuvo otra opción más que aceptar estar lejos de mí. A veces me pregunto qué tan excepcional podrá considerarme si no vive conmigo.

-¡Disculpa pero disiento contigo! Un padre no es mejor porque viva o no con su hijo. Son los momentos, el tiempo que compartes con él, los que te convierten en mejor o peor.

Ross no sabía cómo disimular el encanto que le producía escucharla. ¡Atrevida! Pensó. Y le sonrió. La miraba de esa forma que Demelza se ruborizaba.

Trajeron las cervezas y Ross encontró con qué distraerse. Sirvió las copas de ambos y dijo:

-¡Brindemos!

-Por los padres que adoran a sus hijos. Dijo ella y bebió un sorbo.

Le parecía tan auténtica y tan llena de vida que mejor elección que ella no podía haber hecho para su hijo.

Por su parte Demelza temía que el efecto del alcohol dejara en evidencia la ya declarada admiración que sentía por él en su interior.

La comida que trajeron estaba exquisita. Creía estar viviendo un sueño. El hombre que la había salvado, la había invitado a almorzar, le hablaba de cosas interesantes y la miraba de esa forma que la hacía olvidarse de todas sus tristezas.

Cuando terminaron el almuerzo pasaron a ver el tema del contrato. Ross le explicó su situación, que deseaba pasar más tiempo con Valentine los fines de semana pero que no podía cuidarlo todo el tiempo porque también tenía que ocuparse de la joyería. Demelza aceptó las condiciones y el viernes por la tarde comenzaría su nuevo empleo.

Ross quería llevarla hasta su casa pero tuvo que inventarle que se reuniría con una compañera a estudiar para evitar llegar a su casa otra vez con él.

Le dijo que la chica vivía a pocas cuadras de la estación de trenes porque no se le ocurría ninguna dirección.

¡Qué difícil era negarse a los encantos de Ross!

-El viernes cuando termines de cursar avísame así paso a buscarte y vamos a Nampara. Mi casa se encuentra en zona rural y solo se puede llegar en auto.

-Bueno Ross como tú digas. ¿Dónde se encuentra exactamente?

-Sobre un acantilado. Te encantará.

-¡Seguramente y con Valentine no tendremos tiempo de aburrirnos! Me hace muy feliz que confíes en mí para cuidarlo y le sonrió.

Habían llegado al supuesto lugar, Ross paró el auto y atinó a bajarse primero, pero Demelza le dijo que no hacía falta y le dio las gracias por todo. Abrió la puerta, tomó sus cosas, se bajó y lo saludó con la mano que tenía libre.

Se sentía feliz, realmente lo había disfrutado.

Y él también.

Mientras conducía, recordó lo que Demelza le contó sobre Verity. Miró la hora, eran casi las 16, era temprano. Pasaría por Trenwith que estaba cerca de Nampara. Quería visitar a su prima que hacía meses no veía.

¿Tendría su prima algo más para contarle sobre Demelza que él no supiera?