Capítulo 5
El amor duele y más porque sabes que lo arruinaste todo
Kagome subió a la segunda planta, estaba en frente de la puerta de la habitación de Inuyasha, su madre le había pedido que lo fuera a buscar para que bajara a cenar.
Tocó la puerta y no tuvo respuesta alguna, ella abrió la puerta y entró a la habitación, estaba vacía, pero había luz en el baño, probablemente estaba ahí, se detuvo en frente del tocado, ahí descansaban sus pertenencias, tomó entre sus manos el perfume que él usaba, se lo llevó a la nariz y respiró el aroma.
Por un momento cerró los ojos y se imaginó que estaba entre sus brazos, que la besaba de la misma manera que lo había hecho aquella tarde, pero de pronto sintió unos brazos que la rodeaban por la cintura, Inuyasha le quitó el perfume y la hizo girar para que ambos estuvieran frente a frente.
Kagome no quería abrir los ojos.
―Abre los ojos – dijo él dulcemente
Kagome los abrió y se encontró con esos hermosos ojos dorados que seguía amando, a quien quería engañar, jamás lo había olvidado, lo seguía amando incluso más que nunca, ahora que su corazón había madurado.
―Lo siento – dijo ella nerviosa, pues se sentía tan indefensa entre sus brazos – Toqué la puerta, pero nadie contestó, pensé que estabas dormido o…
―No tienes por qué disculparte – respondió él retirando un mechón de su cabello – Después de todo yo soy solo un intruso
―Sabes que no es así – ella negó – Eres parte de la familia
―Pero no de tu vida
Ante aquel comentario Kagome se incomodó un poco, a veces presentía que él quería decirle algo, pero simplemente se quedaba callado o simplemente ella no quería que le dijera nada por temor a escuchar lo único que no quería.
―Claro que lo eres – ella asintió – Eres como un hermano para mi
―Kagome, no me refiero a eso – dijo él
― ¿No? – preguntó ella arqueando una ceja
―No – Inuyasha negó – Sino a esto – la atrajo hacía él y la besó
Las lágrimas comenzaron a brotar por las mejillas de Kagome, años atrás había deseado que la besara de esa forma, que la abrazara de esa manera, pero ahora no, las cosas eran muy distintas, a ella le había costado tanto trabajo borrarlo de su mente, pero su terco corazón la estaba traicionando.
Ella lo apartó y se apartó de él.
― ¿Qué pasa? – preguntó Inuyasha tratando de acercarse a ella
―No lo vuelvas hacer
―Pero creí que te gustaba, te he besado en varias ocasiones y….
―Esas y al igual que esta es porque me tomaste desapercibida. Inuyasha el hecho de que hayas regresado y me hayas visto hecha toda una mujer, no significa nada, años atrás hubiera deseado que me besaras, que me abrazaras de esta forma, pero ya no – ella negó con la cabeza mientras retrocedía un paso – Porque hace diez años que decidí olvidarte y lo estoy consiguiendo
―Eso no fue lo que me dijeron tus labios
―Deja de repetir esa frase – dijo ella – La cosa es, que no tienes el derecho de reaparecer en mi vida y destrozar de nuevo lo que años me ha costado reconstruir. Lo mejor para ambos será que olvidemos esto, yo olvidaré tus besos y haré como si nada hubiera pasado, para mí solo serás el mejor amigo de mi hermano y para ti yo seré la hermanita de tu mejor amigo
―No me pidas eso, por favor – rogó él
―Es lo mejor para ambos – ella logró llegar a la puerta – Tal vez estas confundido, a lo mejor te sorprendiste al ver que aquella niña que conociste algún día se ha transformado en toda una mujer
―Para mí no has dejado ser…
―La cena está lista Inuyasha – interrumpió ella ignorándolo por completo– Todos nos esperan abajo
Todos estaban en el comedor cenando, Kagome buscaba de vez en cuando a Inuyasha, pero éste se encontraba platicando animadamente con su padre, era como si no hubiera pasado en aquella habitación, como si en un abrir y cerrar de ojos había adoptado otra actitud diferente, pues esos ojos dorados que tanto amaba, porque era momento de admitirlo, lo seguía amando, era como si se hubieran transformado de color, ya no brillaban como antes.
Bajó la cabeza cuando él estuvo volteó a verla y fingió que le ponía atención a la pequeña Kanna.
Inuyasha la miraba sonreírle a su sobrina, sentía envidia por la pequeña, ya que hubiera deseado que ella lo mirara de esa manera, que le sonriera a cada momento, había sido un completo tonto hace diez años, y ahora que trataba de recuperarla era como si el mismo destino la apartara de él, no, él negó, no era el destino, el único culpable era y había sido siempre él.
El amor duele, y más cuando se daba cuenta que él mismo había arruinado todo, que había destrozado él único corazón que lo amaba sinceramente.
Lo que si estaba decidido era darle un poco de tiempo, tal vez volvió a entrar a su vida de una manera precipitada, le daría su espacio hasta que ella fuera voluntariamente hacia él, y cuando eso pasara, no la dejaría marchar.
Al día siguiente…
Habían festejado a la pequeña cumpleañera con un rico pastel y una comida preparada especialmente para ella, Kagome le había regalado otra muñeca, mientras que sus padres le habían regalado un Jepp, sus abuelos ropa y por último Inuyasha, que más bien él le regaló lo mismo que Kagome.
Tanto los padres de Kagome como los de Kanna y el propio Inuyasha, se encontraban descansando y platicando animadamente mientras veían a Kagome jugar futbol americano con la joven, la pequeña trataba de taclearla, pero Kagome lograba desaparecer de su alcance sin ningún esfuerzo.
―Tía déjate – gruñó Kanna
―No – Kagome negó con la cabeza y con el balón en manos
Todos se rieron al ver como la pequeña trataba de alcanzar a su tía.
―Ese par se ama mucho – comentó el padre de Kagome
―No es eso, es que Kagome tiene instinto de madre – dijo su esposa – Ah solo falta ella por hacerme abuela –miró a Inuyasha – O ¿Tú qué piensas Inuyasha? ¿Crees que Kagome ya está lista para el matrimonio?
―Yo…―dijo nervioso
―Mamá no lo incomodes – intervino Koga – Kagome se casará cuando encuentre a alguien ideal, además ya nos confesó que lo de su supuesto novio era mentira y me alegro, porque no me puedo imaginar ver a ese flaco con gafas como mi cuñado por el resto de mi vida
Y de nuevo se echaron a reír cuando la pequeña logró taclear a su tía, pues ella estaba arriba de Kagome.
―Tía te quiero mucho – dijo Kanna quitándole el balón
―Yo también – y le dio un beso en la frente
Inuyasha se levantó de su asiento sin darle importancia a lo que dijeran los demás, fue directo hacía las dos mujeres que se encontraban tendidas sobre el césped.
― ¿Aceptan un jugador más?
Kagome y Kanna se miraron y la pequeña asintió.
―Sí, pero yo quiero ser con mi tía – dijo la pequeña
―Bien – Inuyasha asintió – Será dos contra uno, puedo con las dos
Kagome la pequeña se miraron al mismo tiempo, ella esbozó una sonrisa.
―Eso lo veremos
Kanna le hizo un pase a Kagome.
―Corre tía, corre – gritaba la pequeña emocionada
Ella corrió, pero cuando iba anotar un touchdown fue derribada dulcemente por Inuyasha, él había aprovechado ese momento para tener su cuerpo cerca al suyo.
Esbozó una sonrisa radiante.
―Tacleada perfecta – dijo ella esbozando una sonrisa
―No soy tan piadoso como tú lo hacías con tu sobrina – respondió él – Pero debo confesar que me gusta tenerte así –le susurró al odio
Kagome giró la cabeza y todos los estaban viendo.
―No quisiera interrumpirte – dijo ella – Pero todos nos están viendo
―Muy bien – él asintió, pero antes de que se apartara de su cuerpo le volvió a susurrar en el odio – Ya habrá otra oportunidad de tenerte así de nuevo, pero de una manera muy distinta a esta
Se apartó de su cuerpo y la ayudó a ponerse de pie solo para seguir con el juego, al final Inuyasha les vino ganando a los dos.
Esa noche, no podía dormir, todo le estaba dando vueltas en su cabeza, los abrazos los besos que él le había dado estaban abriendo de nuevo las puertas de corazón, de hecho, jamás estuvieron cerradas, siempre estaban abiertas para él, pero sabía que nunca regresaría a su vida, tuvieron que pasar diez años para que eso pasara.
No, negó con cabeza resignada a no conciliar el sueño, así que se levantó de su cama, se puso un batín y salió de su habitación.
La casa estaba en penumbras pues todos se encontraban durmiendo, bajó con cuidado las escaleras y fue a la cocina por un vaso de agua.
Sacó un vaso de la alacena, abrió la nevera dispuesta a tomar la jarra de agua que estaba ahí, pero se sobresaltó al sentir el aliento de otra persona justo detrás de ella.
― ¿Qué tenemos aquí? – dijo Inuyasha – Una pequeña ladrona.
Kagome saltó e iba a gritar, pero Inuyasha fue más rápido que ella y le tapó la boca.
―Te sugiero que no lo hagas – esbozó una sonrisa – Todo el mundo duerme
―Idiota – fue lo único que dijo cuando Inuyasha retiró su mano de sus labios – Me asustaste.
―No fue mi intención – él encogió los hombros e hizo una cara de niño regañado ― ¿Qué haces despierta tan tarde?
Kagome terminó de servirse agua en su vaso y se le dio un pequeño trago.
―No podía dormir.
―Seguramente pensabas en mí – dijo él con tanta seguridad.
Cielos, nunca había imaginado que era tan vanidoso, en el pasado así no era o siempre lo había sido y jamás se dio cuenta por estar tan enamorada.
― ¿Siempre eres así de vanidoso?
Ella pasó a un lado de él, solo para salir a la terraza, Inuyasha la siguió en cada momento, justamente hasta la alberca, en ese lugar que se escondían recuerdos, el más hermoso había sido escuchar "te amo" de sus labios, ella había tenido más valor que él al momento de confesar sus sentimientos.
―No soy vanidoso – dijo cuando la joven se había detenido y él se puso atrás de ella – Pero, aunque te cueste reconocerlo, aun sigues pensando en mi – le susurró al odio
―Inuyasha no sigas – Kagome negó – Ya te dejé bien claro lo que pienso
Él rodeó su cintura con un brazo y la atrajo a él, besó la comisura de sus labios y Kagome sentía como se le encogía el corazón, sus rodillas comenzaban a tambalear y el mundo estaba a punto de caerle encima.
Inuyasha la giró, la miró a los ojos y con su otra mano libre la tomó de la nunca y acercó su rostro al de él solo para fundir de nuevo sus labios con los de ella, Kagome se dejó llevar y dejó caer el vaso de agua al piso, haciendo que se hiciera pedazos.
―Lo dejaste claro – le susurró al oído – Pero no entendí
Kagome levantó sus ojos solo para encontrase con ese par de ojos dorados.
― ¿Qué es lo que quieres de mí, Inuyasha? ― preguntó ella con lágrimas en los ojos.
― ¿Aun no lo puedes entender? – respondió él retirando esas lagrimas – Te quiero a ti, siempre te he querido a ti
―No es verdad – ella negó sin creerle ni una sola palabra – Eso no fue lo que me dijiste hace diez años, justamente aquí en el mismo lugar, en una noche como esta
―Hay muchas cosas que no sabes Kagome – respondió él sin dejarla de abrazar – Pero una cosa si te digo, si te rechacé fue porque eras solo una niña, Koga me habría matado si saliera contigo al igual que tus padres. Pero ahora las cosas son distintas, ahora somos adultos y si no quieres entender que te quiero, te lo demostraré día tras día, no te dejaré ni un instante, si es preciso te acosaré y que te quedé claro esto…No me voy a dar por vencido hasta lograr que me ames de nuevo, hasta tenerte solo para mi
Kagome no supo que decir a esas palabras, pues se había quedado completamente muda, solo pudo sentir de nuevo sus labios sobre los de ella.
―Es mejor que regresemos adentro – comentó él – La noche esta fría y te puede hacer mal
Ella asintió y ambos entraron de nuevo a la casa, cuando Kagome estuvo a punto de subir las escaleras, Inuyasha la pescó en el aire y la atrajo hacia él para besarla.
―No olvides lo que te acabo de decir, no voy a dejarte tan fácilmente
Sin decir más la soltó y ella subió rápidamente las escaleras hasta llegar a su habitación, se recargó en la puerta y le puso seguro.
Se había llevado una mano al corazón, todo en ella daba vueltas, vueltas, vueltas y más vueltas.
―Ay dios ¿Qué voy a hacer?
Él le había confesado que siempre la había querido y que si no dijo nada en su momento fue porque era solo una niña.
