Los pasos de Draco comenzaron a escucharse por el pasillo, y Harry se apresuró a tener el plato de comida listo sobre la isla de la cocina.
—¿Qué diablos pasó ayer, por qué estoy acá, y cómo demonios no sabía que cocinabas? —dijo el rubio frotándose un ojo cuando llegó hasta donde estaba, y el pelinegro lo miró.
Llevaba la misma ropa de anoche, el cabello todo revuelto, y una cara de resaca que estaba seguro, a él no se le vería tan bien. Le sonrió un poco, buscando una pastilla dentro del mueble y sirviendo un vaso de agua.
—Ten. Te dejé un cambio de ropa en la cómoda de la pieza donde dormiste. Aunque si te quieres bañar, me avisas —le dijo, poniendo arriba de la encimera la pastilla junto el agua.
Draco bostezó, agitando una mano, y acercándose a tomar lo que le estaba ofreciendo, tragándoselo de una sola vez y rascándose el cuello.
—Vuelvo enseguida.
Harry se agitó un poco el cabello húmedo, viendo cómo el chico se perdía hasta la habitación de invitados, y sacando el pan de la tostadora manual. Dios, tenía que pagar la cuenta ese día. Al menos tenía gas.
Se sirvió su propia ración de huevos, y comenzó a comer sin esperar a Draco, echando un poco de té en su taza.
El rubio volvió no muy poco después, con una sudadera verde suya que le quedaba grande, (que no debería parecerle encantador), y unos pantalones de franela grises, sin ningún tipo de calzado, junto a su cabello más manejable.
—¿Me morí anoche, y esto es algún tipo de plano ancestral extraño? —dijo tomando asiento en el taburete frente a él, volviendo a frotarse los ojos—. Dios, mi cabeza va a estallar.
Harry negó, señalando la tetera con la barbilla.
—¿Quieres té? —preguntó, ya levantándose, sin esperar respuesta.
Draco asintió, y le sirvió hasta casi el tope, mientras el rubio tenía la vista fija en la comida.
—¿Me estás tratando de envenenar? —le dijo, entre cerrando los ojos una vez que estuvo frente a él.
—¿Por qué demonios querría envenenarte? —replicó, con el ceño fruncido— ¿Todavía estás ebrio?
Draco lo ignoró, probando la tostada junto al huevo, cerrando los párpados y emitiendo un pequeño ruido de placer. Harry tuvo que apartar la mirada.
—Eres realmemte bueno en esto —comentó, lamiendo su dedo pulgar.
Tuvo que volver a mirar hacia otro lado.
—Es solo huevo frito —respondió por lo bajo, dándole un sorbo a su té.
—¿Tienes idea de lo mucho que me cuesta que el huevo me quede así? Siempre se me ultra cuece o pareciera que en cualquier momento me va a decir pío —hizo un escalofrío, dándole otro mordisco.
—¿Qué clase de inútil no sabe hacerse un huevo frito? —le dijo, sonriendo un poco—. Ah, ya sé. Supongo que tuviste gente que lo hiciera por ti toda tu vida.
Draco rodó los ojos, tomando un poco de su té.
—Pues sí. Obviamente —replicó—. No tenía idea de lo difícil que era trapear un piso hasta que me fui a vivir solo.
Bueno, hablando de eso... era ahora o nunca. Se aclaró la garganta, mirándolo por abajo de sus cejas, y haciendo que el rubio le prestara total atención, disminuyendo la velocidad de cómo masticaba.
—Acerca de eso. ¿Qué es lo último que recuerdas de anoche? —le dijo.
Draco dejó su tostada encima del plato, sacudiéndose las manos para botar el resto de migas que quedaban en él y subiendo una ceja.
—Si hice algo ridículo, es mejor que vayas directo al grano, porque no estoy de humor de adivinanzas —espetó.
Harry tuvo que volver a rodar los ojos. ¿Siempre estaba tan a la defensiva? Se subió los lentes de vuelta al puente de su nariz.
—Solo te estoy haciendo una pregunta. Qué es lo último que recuerdas.
El ojigris se reclinó hacia atrás en su asiento, cruzándose de brazos, aún con esa expresión cerrada en su rostro.
—Bueno, estábamos en el club, y de pronto llegó éste mastodonte de la nada, y después llegaste tú, a... —pausó un momento y se encogió de hombros— No sé. Pero luego estábamos en la calle, y te dije algo acerca de--la entrevista —sonrió un poco, pero no parecía una sonrisa divertida—. Dios, qué insoportable soy. Y ya, luego llegamos acá, me dijiste algo del vómito y-- —volvió a entrecerrar los ojos— ¿Por qué estoy acá?
Comenzó a mirar a su alrededor, como si acabara de darse cuenta, desde que se levantó, que no estaba en su casa, y Harry tuvo que juntar todas sus fuerzas para no volver a rodar los ojos.
—Porque no me quisiste decir cómo llevarte. No leo mentes, y... —se cortó a medio camino. No quería revelar algo que haría, muy probablemente, que Draco se cerrara a hablar— Bueno. Da igual. El punto de todo esto es que dijiste que no habías pagado la renta, ¿es eso verdad?
Draco estiró la mano para alcanzar lo que le quedaba de tostada, no respondiendo de inmediato, pero mirándolo. Harry no desvió sus orbes de los ajenos, sin darle chance de cambiar de tema.
—No voy a aceptarte dinero, Potter.
El ojiverde no reaccionó instantáneamente, pero luego de un segundo, se echó a reír, estirando la cabeza levemente hacia atrás. Negó un poco, tomando un poco más de su té sin parar de soltar risas, mientras Draco lo miraba, entre la confusión y la ofensa.
—Mira, Draco, ni siquiera he pagado mi luz —se estiró un poco en su lugar hacia la pared, alcanzando el interruptor de la cocina, accionándolo varias veces—. ¿Ves?
Pero cuando volvió el cuello hacia él, la mirada hasta el rubio estaba fija hacia un punto que no podía reconocer, no al menos hasta que notó que su camiseta había subido hasta un poco más de su ombligo. Se devolvió rápidamente, cubriéndose como si su vida dependiera de ello, y tratando de que no haya visto más de lo que debería.
—¿Qué...?
—El punto es —habló por encima, sin darle oportunidad de traerlo a colación. Draco cerró la boca de golpe, prestándole atención de nuevo—, que podemos sacar provecho. Este apartamento es mío, lo único que se gasta aquí son en las cosas básicas, comida, y artículos de aseo personal. No te conozco mucho, pero me caes bien. Una vez tuve a Blaise viviendo acá y casi terminé teniendo una crisis nerviosa, pero tu no te ves así. Eh...solo necesitaríamos dividir los gastos a la mitad y--
—¿Ésta es tu forma poco civilizada de proponerme que seamos roomates? —lo interrumpió, alzando una ceja. Harry se rascó la cabeza.
—Eh, ¿sí? —respondió, arrugando el rostro—. ¿Perdón?
Draco ahora sonreía, abiertamente, Harry realmente esperaba que no fuera por su estupidez, pero de pronto, pareció recordar algo, poniéndose serio casi al instante.
—Aprecio tu oferta, pero no —le dijo de forma tajante, volcando la vista hasta su plato, aunque sin intenciones de comer—. Gracias, en todo caso.
Ah, esto ya había pasado, cuando le pidió ser parte de la banda. Ahora al menos tenía la confianza suficiente como para insistir.
—Escucha Draco, y no me interrumpas —ordenó, haciendo que el chico juntara sus cejas, comenzando a jugar con su aro—. No me parece que seas una persona que le gusta la lástima, ni que suele aceptar ayuda por lo mismo, por lo que, cuando te digo esto, créeme que no tiene que ver con que te tenga lástima. Esto es una situación de beneficio propio para ambos —dijo con voz neutra, el rubio seguía impasible—. Nuestros gastos disminuirán, y a ti claramente no te gusta el lugar donde estás viviendo, y además de todo, ahora seremos parte de la vida del otro aunque no lo queramos. Como te dije, Blaise estuvo viviendo aquí un tiempo, y yo viví por años con Ron. Esto no es diferente. Solo deja el orgullo de lado, y considéralo.
El ojigris no movió un solo músculo por unos segundos, procesando las palabras. No mentía, en todo caso. No completamente al menos. Todo lo que dijo era verdad, no estaba haciendo eso por lástima, y sí sería bueno disminuir los gastos, además de que habían dos habitaciones sobrantes. Solo estaba ocultando una pieza de información. Suponía que Draco no se tomaría muy bien el extraño deseo de protegerlo, la verdad.
Asintió, lenta y brevemente, tomándose lo que quedaba de té de un solo trago, para proceder a masajear sus sienes.
—¿Lo pensarás? —preguntó Harry, comiendo lo último que le quedaba.
—Lo pensaré —aseguró él.
—Dame tu teléfono.
—¿Disculpa? —arqueó ambas cejas, elevando el mentón. Harry rodó los ojos, estirando su mano.
—Dame tu teléfono.
Draco no se lo entregó de inmediato, pero con una expresión de hastío, sacó su celular del bolsillo trasero del pantalón, pasándoselo. El moreno le sacó la lengua, y lo abrió, comenzando a anotar su propio número en él, registrándose como "hottest guy" y devolviéndoselo.
Draco lo tomó, frunciendo el ceño para mirarlo desagradablemente. Harry sonrió.
—¿En serio fuiste el espermatozoide más rápido? —murmuró, guardándolo—. Al menos no fue peor que el de Blaise.
El pelinegro se encogió de hombros, para proceder a levantarse, rodeando la isla y botar el resto de las migas de su plato, pasando por atrás de Draco. Cuando sintió aquel tan distintivo olor a alcohol golpeándolo, ingresando por sus fosas nasales.
—Ew. Por favor, báñate —le dijo, y escuchó cómo Draco jadeaba de la impresión—. Apestas a whisky.
Cuando retornó a su lugar, y le devolvió la mirada, su boca abierta de par en par con sorpresa lo divirtió más de lo que esperaba. El rubio entrecerró los ojos, apuntándolo con un dedo.
—Tú no tienes derecho de decirme que me bañe.
Ahora era su turno de lucir insultado.
—¿Disculpa? ¿Qué se supone que significa eso? —elevó una ceja, dejando su taza en el lavaplatos.
—Mírate.
Cuando volteó, la cara de Draco estaba tan seria como siempre, pero él podía ver el brillo de diversión en sus ojos. Harry sacudió su cabello, haciendo que un par de gotas cayeran en el ojigris que se quejó. Luego se acercó, apoyando sus manos sobre el mueble y ladeando la cabeza, para que su cuello quedara a unos centímetros del rostro ajeno.
—Huelo a lavanda. Tú a borracho sin hogar después de una pelea —dijo, sin moverse, y pudo ver por el rabillo del ojo, cómo Draco se reclinaba hacia atrás para establecer lejanía—. Yo gano ésta.
Lo oyó bufar y se paró. El rubio tenía los brazos cruzados y una expresión de desagrado. Labios presionados juntos, y sus ojos caídos.
—Descuídate, y soy capaz de matarte mientras duermes. No me conoces —espetó, poniéndose de pie. Harry sonrió, pasando la lengua por sus dientes y levantando sus manos, simulando miedo.
—¿Sí? Ayer dijiste que no te molestaría que te conociera. Que era el que mejor te caía. Que sin mí, tus días serian grises. Que no sabías cómo habías pasado toda tu vida sin saber de mi existencia.
Las mejillas de Draco estaban tiñédose rosadas y él no podía borrar la sonrisa de su rostro. Nunca le había causado tanto placer molestar a alguien.
—No lo hice —siseó.
No, no lo hizo.
—Oh, sí que lo hiciste —no podía parar de sonreír, mientras más avergonzado lucía el chico—. También dijiste que soy muy misterioso, y atrayente y--
Se interrumpió, porque algo cayó directo encima de su nariz.
Draco le tiró la tostada en la cara.
Le tomó un segundo darse cuenta, cerrando los ojos, y luego la comida estaba en el suelo. Parpadeó un par de veces, para ver cómo el rubio tenía un gesto triunfante en el rostro.
—Ahora, voy a gastarme todo tu gas, idiota —dijo, dándose vuelta y dirigiéndose al baño.
Le había tirado una tostada, en la cara.
¿Qué tenía, nueve?
Harry decidió que la venganza más sabia era esconder su ropa hasta que rogara por ella.
Cosa que no hizo, porque amenazó con gastarse todo el jabón y shampoo del baño si no se la devolvía.
Digamos que aunque Harry apenas lo conociera, y esa actitud debería molestarle y hacerlo arrepentirse de proponerle que sean compañeros de piso, se vio obligado a escalar de nivel solo para ponerle los nervios de punta.
Cosa que consiguió.
Ron se mordió el labio, negando con la cabeza y posando sus manos dentro de sus bolsillos. Harry rodó los ojos.
—¿No es un poco apresurado? —comentó por lo bajo. Él soltó una pequeña risa.
—¿Qué? ¿Acaso le pedí matrimonio y me acabo de enterar o...? —dejo la oración en el aire, sentándose en el árbol del patio de la casa de su mejor amigo.
El pelirrojo no se unió de inmediato, en cambio, le dio una mala mirada, que Harry ignoró magistralmente, centrándose en, lo que algún día apodó, La madriguera. Era una casa que en un principio era pequeña, para no más de cuatro personas, pero con el tiempo y los niños que nacieron después, Arthur construyó habitaciones tanto pegadas a la casa, como separadas, casi como cobertizos. No tenían nada que ver con el modelo original. Ni siquiera era estéticamente linda, pero Harry la amaba así. Dos cuartos pegados a la estructura principal, y uno separado, donde él vivió con Ron hasta los veinte, gracias a Molly, quien lo acogió como un hijo más, a sabiendas de los gastos que eso implicaría. Le debía la vida a esa mujer.
Aunque se preguntaba a veces, si los señores Weasley no conocían los condones porque Dios santo, ¿siete hijos? Uno más, contándolo a él y entre todos podrían hacer un equipo de fútbol.
—Apenas lo conoces —reprochó, accediendo a sentarse al fin—. Podría ser perfectamente un asesino serial. O tener fetiches raros, o costumbres extrañas. ¡Podría ser caníbal!
Harry arqueó una ceja, mirándolo por el rabillo del ojo.
—Claro, porque obviamente tendríamos a un asesino en serie en la banda. Y obviamente Draco tiene toda la pinta de ser caníbal.
—Las apariencias engañan. Confiabas en Tom, le preguntaste si quería ser parte de Color Blue apenas lo conociste y ya viste cómo terminaron las cosas.
—Sí bueno. En primer lugar, ¿hace cuánto conocemos a este chico? Un mes y medio ya. Para ese punto, Tom ya había mostrado su verdadera personalidad. Y nunca lo llevé a mi apartamento —replicó, muy tranquilo—. Y segundo, ¿viste lo delgado que es? ¿Qué es lo peor que puede hacerme?
—Claro, como tu eres tan fuerte y musculoso.
Harry golpeó sus costillas, Ron se quejó, probando su punto. No era que estuviese repleto de músculos, pero estaba lo suficientemente en forma para soportar una pelea, muchas gracias.
—Da igual. Necesita ayuda, yo puedo dársela, como ustedes un día me la dieron a mí. Pude haberlos matado a todos mientras dormían y aún así se arriesgaron —se encogió de hombros, sin mirarle—. Además, en ese maldito edificio las cosas realmente subieron de valor, no tienes idea de cuánto tuve que pagar en luz este mes--
—Sabes que no tienes que enviar dinero a mis padres todos los meses. Te lo hemos dicho —lo interrumpió Ron, y Harry viéndolo por un segundo, notó que fruncía el ceño.
—Lo sé. Lo voy a seguir haciendo, en todo caso —respondió, impasible—. Y bueno por último, si me mata, me mata, y ustedes sabrán quién fue —el pelirrojo resopló. El ojiverde hizo una pequeña pausa—. Ni siquiera sé si va a aceptar en todo caso.
Estuvieron en silencio unos segundos. Era un día nublado, aunque allí en La madriguera, todo parecía un poco más colorido de lo que realmente era. Podía escuchar las exclamaciones de Molly a lo lejos y el parloteo de Arthur que siempre performaba durante el fin de semana.
—¿Cómo está Fred? —preguntó finalmente, con genuina preocupación. Ron se tensó un poco a su lado.
—Bien, recuperándose —dijo simplemente—. Ya sabes cómo es, él y George. No han descansado hasta que la tienda vuelva a ser lo que era.
Harry no los había visto en semanas, no desde que habían sido asaltados en su propio local. Les habían quitado todo lo que guardaban en el cajero, un montón de artículos originales de la juguetería y por poco, el dinero de la caja fuerte. Casi los mataron a ambos, también. Pero los gemelos se negaban a hablar de ello. Y Ron junto a Ginny habían vuelto a vivir con sus padres momentáneamente, al menos hasta que la situación financiera mejorara, siendo Geore junto a Fred los mayores proveedores de dinero para la casa, debido al bajo puesto que Arthur desempeñaba en el Ministerio, que Harry nunca había podido entender muy bien qué era.
—¿Qué hay de Percy? Y bueno, Charlie, Bill —ladeó la cabeza para mirarlo. Ron estaba arrancando un poco de pasto.
—Percy está--extraño —respondió—. Ahora que se metió en la política, está simplemente raro, y bueno, mamá está preocupada de que le vayan a hacer algo. Aunque si me preguntas, creo que se está uniendo a la gente que le hace cosas a los demás —continuó amargamente—. Charlie aún no vuelve de su beca en ¿África...?
—¿Qué parte de África? —lo cortó, enterándose por primera vez hacia qué lugar había ido Charlie a sus estudios de medicina veterinaria en animales salvajes.
Ron lo miró confundido.
—¿África?
—África es un continente.
Ahora parecía sorprendido, y Harry se preguntó cómo había aguantado que toda su vida Ron le dijera que era un idiota.
—¿Africa es un continente?
Se palmeó la frente, negando. No iba a tener esta conversación con él.
—¿Y Bill?
Su amigo no reaccionó de inmediato, en cambio, parecía perdido en sus pensamientos. Harry tuvo que chocarle el hombro para que despertara.
—Ah. Eh, Bill. Creo que Bill está terminando su doctorado. No lo sé muy bien. Al parecer escuché a mamá decir que ingresaría a trabajar a un banco, gracias a una chica francesa que conoció, lo que nos vendría genial en estos momentos, no te voy a mentir —dijo, tronando sus dedos.
Harry asintió. Bien. Estaban todos bien, al menos, ese era su consuelo. No habían sido unos buenos meses para nadie.
—¿Y qué hay de ti y Hermione? —juntó sus piernas hasta su pecho, apoyando su mejilla en una rodilla.
—¿Yo y Hermione? —replicó Ron, viéndose confundido de nuevo.
—Bueno, están juntos o no. ¿Le pediste que sea tu novia?
Ron parpadeó un par de veces, mientras Harry lo miraba, y no respondió. En cambio, se echó a reír. El pelirrojo apoyó su nuca en el tronco del árbol, mordiéndose la lengua para no subir el volumen. No estaba siendo escandaloso, pero si burlesco. Harry frunció el ceño.
—¿Qué?
—¿Pedirle que sea mi novia? ¿Cuánto tenemos, doce? —Ron lo miraba desde su posición, flexionando sus piernas hasta quedar sentado sobre ellas.
El pelinegro no entendía qué tenía de malo pedirle a alguien que sea tu pareja. Realmente no.
—No entiendo. ¿Cómo sabes que están juntos entonces?
Su amigo soltó otra pequeña risa, posando una de sus manos abrazando su cuello. Harry acentuó su ceño fruncido.
—Solo lo sabes, Harry. Nos besamos, me gusta desde hace años, pasamos mucho tiempo juntos. Vino hasta acá, la presente oficialmente. Conocí a sus padres —se encogió de hombros, aún sonriendo—. No entiendo qué te resulta tan confuso.
—Bueno, perdóname por no tener novia desde hace tres años. Imbécil —espetó, haciéndolo reír nuevamente—. Es confuso. Si fuese así, he tenido alrededor de diez novias en los últimos tres meses —arrugó la nariz.
—No cuentan si las acabas de conocer —apuntó Ron.
—¿Por qué no? ¿Y qué hay de los amigos con beneficios? ¿Cómo no se confunden?
—Y yo que sé Harry. Nunca he tenido una —rodó los ojos—. Solo sé que esto es lo normal, y no te confundes, es-- —se detuvo, como si se hubiese dado cuenta de algo. Entonces, abrió sus ojos desmesuradamente— Dime, por favor, que no le pediste a mi hermana que "sea tu novia."
Sus mejillas enrojecieron. ¿Desde cuándo eso no era normal en la adultez? No entendía. Recordó cómo le había comprado una caja de chocolates bastante cara a Ginny y le preparó una cena especial para pedirle que sea su pareja. Ahí se sonrojó más fuerte.
—¡¿Cómo se supone que debía saber que no era algo que se hacía?! —elevó sus manos, en signo de protesta.
—¡Tenías dieciocho!
—¡¿Y?! A ella le gustó —se envolvió las piernas, refunfuñando.
Ron le dio una mirada ladeada, sonriendo un poco.
—Eres un hombre muy extraño.
Harry resopló. Bueno, que Jesús lo perdonara por no ser experto en relaciones y cosas de gente grande. Acababa de descubrir que era algo que solo sabías. ¿Pero cómo iba a saberlo? No lo entendía. Realmente no entendía nada de eso y odiaba a todos. Volvió a refunfuñar.
—Te vas a arrugar.
—Me importa una hectárea de mierda.
Ron volvió a reír, y Harry quería golpearlo. Bueno, no en verdad. Pero sí.
—Problemas de ira... —canturreó.
—Claro, y tú eres exactamente el indicado para hablar de eso.
Quedaron en silencio nuevamente, pero no uno incómodo. Uno agradable.
—Supongo que eso quiere decir que Theo y Gin están juntos.
Ron se rascó la cabeza, y asintió un poco en respuesta, torciendo la boca.
—Supongo. No he hablado con ella —luego le dio una pequeña mirada—. ¿No te da...? Ya sabes...
—¿Celos? —preguntó, y Ron volvió a asentir.
Harry lo pensó un momento. Si bien, no es agradable o cómodo el pensar en tu ex novia con alguien más, da igual quien sea, celos no era la palabra adecuada. No quería a Ginny de vuelta, Dios, no. Tampoco le daba rabia verla con otras personas. Era más que todo...no sabía. ¿Costumbre? ¿Un sentimiento egoísta de pertenencia? No celos, en todo caso.
—Mientras no arruinen el ambiente de la banda, como casi sucedió entre nosotros dos, no tengo problema —respondió finalmente. Después añadió:—. No lo veía venir, si te soy sincero.
Su amigo sonrió.
—Nunca te das cuenta de las cosas más obvias.
Suponía que tenía razón.
El sonido del timbre unos días después, lo hizo pegar un salto sobre el colchón de su cama.
Harry bostezó, viendo el reloj de su pared. 9 a.m. Un sábado. Con mucho pesar se levantó, frotándose los ojos mientras torcía el cuello, encaminándose a paso lento hacia la puerta.
Sin siquiera mirar, la abrió. Allí, Draco Malfoy con su tan característica expresión de aburrimiento le devolvió la mirada, lleno de bolsos, cajones y maletas. Oh.
Se preguntó fugazmente cómo se las había arreglado para subir eso sin pedirle ayuda. El bastardo orgulloso.
—Buenos días —le dijo somnolientamente.
Draco le arrojó el bolso que tenía entre sus manos contra su pecho, y Harry lo atrapó, frunciendo el ceño, dejándolo en la encimera de la cocina.
—¿Esto quiere decir que vas a vivir aquí o...?
El rubio no le había dicho nada la semana que transcurrió desde el viernes pasado, donde le había propuesto la idea. Fueron a los ensayos, comenzaron a componer y juntar presupuesto para grabar nuevas canciones, hasta celebraron cómo algunos de sus temas con la voz de Draco eran pasados por la radio, pero ni una palabra fue dicha al respecto. Harry tampoco había presionado en el tema.
—No, Potter. Simplemente hoy me desperté y dije, oh, me siento de ánimo para trasladar todas mis putas cosas por siete pisos para dejarlas en otro apartamento y dormir en el suelo sin absolutamente nada, en otro lugar —le respondió, comenzando a entrar con una maleta cuando el ojiverde le había abierto la puerta.
Harry rodó los ojos, volviendo a bostezar.
—Un simple sí habría sido suficiente —replicó por lo bajo, saliendo hasta el pasillo de afuera y ayudándole.
Draco no protestó, aunque Harry se esperaba que así fuera. Era orgulloso, parecía algo reacio a cualquier tipo de ayuda externa y tenía menos humor que una piedra.
Dejó todas las cosas en la sala de estar, excepto los bolsos de ropa que el pelinegro decidió colocar en la pieza de invitados, que sería donde dormiría Draco. O sea que ya no sería cuarto de invitados. Pero daba igual.
Harry se sentó en el sillón, viendo cómo el rubio empezaba a mover los pesados cajones hasta su pieza, no dejando al ojiverde ayudarlo más. Por posesiones delicadas, o una mierda así.
—¿Tenía que ser tan temprano? —dijo en voz alta, apoyando la cabeza en el respaldo y mirando el techo.
—Son las nueve —replicó Draco desde el cuarto.
—Es sábado —se quejó.
Sintió cómo algo aterrizaba sobre su rostro un segundo después. Un suéter. Harry se lo sacó de la cara, viéndolo, y pestañeando un par de veces. Draco estaba apoyado en el inicio del pasillo con una ceja arriba.
—¿Cuál es tu obsesión con arrojarme cosas?
—Vístete —ordenó.
Harry miró hacia abajo, no entendiendo. Solo ahí se dio cuenta que había estado en bóxers todo el tiempo. Oh Dios. Ni siquiera lo notó. Su cuerpo. Sus cicatrices--
No lo dudó un segundo, pasó la vestimenta por sus hombros y bajándola hasta poco más abajo de la pelvis, sin devolverle la mirada. Esperaba que no hiciera ningún comentario. Que no dijera nada al respecto.
—Deberíamos establecer algunas reglas —dijo el ojigris luego de algunos segundos. Harry se negaba a mirarle.
Sintió cómo se movía, para sentarse en el sillón a un lado del largo donde estaba él. De reojo, vio cómo colocaba su tobillo apoyado en su muslo, reclinándose hasta quedar cómodo, y mirándolo.
—¿Y? —preguntó.
—Primero, no voy a vivir en un chiquero —continuó, dando un vistazo alrededor—. Si quieres nos turnamos, pero no--no voy a vivir en la suciedad.
Harry ladeó la cabeza, alzando una ceja, y luego miró hacia el resto del lugar también.
—¿Crees que está sucio? —replicó, incrédulo, y un poco ofendido. Él odiaba los espacios sucios.
Sucios, fríos, pequeños y oscuros.
—No —Draco rodó los ojos—. Pero no toleraré que en algún momento esté así. Ni desordenado.
—Justo —se encogió de hombros.
—Si tengo la puerta de mi cuarto cerrada, te cortaré una bola si entras —dijo, en tono severo.
Harry ahogó una risa. ¿Siempre tenía que ser así? Tan a la defensiva, tan arisco. Le causaba gracia, la verdad. Sabía que no debería ser así.
—Me gustaría verte intentarlo.
—Y por último —lo ignoró, desviando la mirada—. Necesito que si vas a traer a una--mujer —presionó los labios un momento—, me avises. Para salir a dar un paseo de unos diez minutos o algo. Volver en un rato. O irme antes de...
Harry frunció el ceño. Eso era--extraño. Se preguntó si era algo de gente rica. Tenían tendencia a ser raros; era cosa de ver a Blaise. Pero nunca se esperó algo así. Asintió, un poco desconcertado. Luego volvió a fruncir el ceño.
—¿Diez minutos? —preguntó, sintiéndose insultado nuevamente. Draco sonrió de labios cerrados, alzando una ceja.
—Bueno, si quieres cinco —replicó—. O tres. Cómo desees.
Resopló, enderezándose en su lugar.
—Te odio.
—Mala suerte. Vas a tener que verme la cara por mucho tiempo —dijo Draco sin más.
Estuvieron callados unos momentos, y un tercer bostezo escapó de sus labios, revolviendo su cabello, se levantó.
—¿Puedo volver a dormir? —preguntó.
—No soy tu papá, Potter —espetó Draco.
Harry se acercó hasta él, golpeándolo sin fuerza en la frente. El rubio lo miró con los ojos entre cerrados.
—Imbécil —comenzó a caminar—. Saca la comida que quieras. Te veo más tarde.
—Encantador.
Y así como así, Draco estaba viviendo en su apartamento.
Parecía que ni siquiera estaba allí en primer lugar. Lo vio el domingo un poco durante la mañana, y el lunes en el ensayo de la tarde. El resto del tiempo, tenía su puerta cerrada, o estaba, según el suponía, en la facultad.
Harry no sabía si eso era bueno o malo. Ciertamente diferente. No era como Ron; reservado, pero sabiendo los momentos en los que empujar ciertos límites. O Blaise, que simplemente estaba por todo el lugar. Draco, a veces parecía no estar allí.
De hecho, un día en el que tenían ensayo durante la mañana, debido que el ojigris no tenía clases hasta la tarde, Harry se despertó para encontrarse que estaba terriblemente solo. Solo.
Draco se había ido sin él.
—¿Por qué no me despertaste? —había susurrado cuando llegó, esperando a los demás.
El rubio le miró con una ceja arriba.
—¿Y por qué haría eso? —respondió sin más.
Harry lo miró incrédulamente.
—¡Vivimos juntos! —exclamó.
—¿Y?
Decidió no decirle nada más, cruzándose de brazos.
Así que allí estaban, una semana después, y el olor a...¿verduras cocidas? Lo había despertado.
—Good old-fashioned lover boy...
La voz de Draco mientras avanzaba por el pasillo hasta la sala de estar lo avivó un poco más. Podía ser un bastardo difícil, pero realmente no se quejaba si despertaba el resto de su vida escuchándolo cantar. Era un privilegio, la verdad.
Vio cómo el rubio se servía unos huevos ultra cocidos en su plato, junto a unas cosas que reconoció como pimentón, tomate y demás. Alzó una ceja, mirando como solo había una sola taza.
—¿No me hiciste desayuno? —preguntó.
Draco le dio una media sonrisa, volteándose hacia el mueble para buscar una cuchara.
—¿Por qué debería cocinarte desayuno? —dijo, mirando por encima del hombro.
—¡Yo sí lo hice! —protestó Harry, tomando asiento en el taburete y cruzándose de brazos.
—Porque estaba enfermo, e indispuesto. Tú tienes tu cuerpo completo y funcional. Era tu deber —continuó Draco, impasible.
—Increíble.
De todas formas, una taza aterrizó frente a él de mala gana, junto a un plato y una ración de las verduras (sin mucho huevo, suponía que a propósito). Así que no presionó, en cambio, le sonrió a la espalda del ojigris.
—Say the word you wish is my command —tarareó.
A pesar de que efectivamente le gustaba oírlo cantar, arrugó la nariz, mientras Draco se daba vuelta hacia él, y Harry se echaba la comida a la boca. Estaba--no malo. Tampoco bueno. Suponía que no podía pedir mucho.
—¿No te gusta Queen? —preguntó el rubio como si no pudiera creérselo.
Harry tragó con pesadez, luego, al Draco tomar asiento delante de él, ladeó un poco su cabeza, haciendo una mueca.
—No son mi taza de té —admitió, acercando el líquido a sus labios.
El ojigris abrió la boca de par en par, para apuntarlo, uñas pintadas perfectamente de negro.
—Vomita eso. No te lo mereces —dijo con aire ofendido.
El moreno rodó los ojos, volviendo a comer una porción del desayuno y escuchando cómo la melodía seguía sonando. No era que los considerara malos, Dios, no. Solo...no eran de su gusto, no estaba acostumbrado. No sabía.
—¿Como pueden no gustarte? —Draco frunció el ceño exageradamente. Harry se encogió de hombros.
—No lo sé. Nunca los escuché mucho —se limpió la boca con una servilleta, ignorando la mirada reprobatoria del rostro ajeno.
—De ahora en adelante cualquier opinión que tengas no será tomada en cuenta. Has perdido cada derecho humano que tenías —asintió una vez, elevando el mentón, como si tuviese todo el sentido del mundo.
Harry no pudo contenerse, puso los ojos en blanco, y se inclinó para robarle un poco de huevo del plato de Draco, quien golpeó su mano de forma inmediata.
Le sacó la lengua, y otra melodía empezó a sonar. Ah, la reconocía. God Save The Queen.
—Me gusta esa, en todo caso —apuntó con la barbilla hacia la radio en un mueble de la cocina.
Draco se giró brevemente, resoplando.
—Por supuesto que te gusta —dijo finalmente.
—¿Qué se supone que significa eso? —Harry entre cerró los ojos, dándose cuenta que no llevaba puesto los lentes.
Ah, eso explicaría lo borroso que se veía todo.
—Significa que eres un bastardo que se cree anarquista y diferente —Draco dijo, sorbiendo su té.
Harry, insultado, lo apuntó de vuelta, el cabello sacudiéndose brevemente. Tuvo que hacer una nota mental para cortarlo.
—¡Te gusta a ti también! ¡Está en tu mix tape! —acusó.
—No cuenta para mí —Draco se encogió de hombros.
Resopló él también, haciendo que un mechón que había caído en su frente subiera.
—Te odio.
Él sonrió, de oreja a oreja. Harry suprimió un escalofrío.
—El sentimiento es mutuo.
—¿Entonces por qué elegiste aceptar vivir acá? Ándate.
Draco arqueó una ceja, comiendo nuevamente y analizando la respuesta. El pelinegro tuvo miedo por un momento, de que se lo estuviese tomando en serio. No estaba seguro de querer saber el real por qué. O que se fuera.
—Porque te equivocaste —dijo el ojigris, y Harry arrugó la frente, confundido. La inusual sonrisa de su pálido rostro no se iba—. La verdad, sí adoro un poco de lástima.
Tenía una respuesta ácida en la punta de la lengua. De verdad la tenía.
Pero el timbre sonó.
Harry dirigió su entrecejo fruncido hacia la puerta, mirando a Draco de vuelta, quien parecía tener la misma expresión que él.
—¿Esperas a alguien?
Draco negó.
Sacudiendo migas inexistentes del suéter que llevaba puesto, se levantó hacia ella, y con duda, la abrió.
Entonces, ni siquiera fue capaz de ver quién estaba en el umbral, porque un latigazo de dolor le atravesó desde la frente hasta la mandíbula, porque allí, un puño se acababa de estrellar contra su cara.
(1) Roomates: compañeros de piso.
(2)Hottest guy: El chico más caliente/guapo
Si les causa problemas imaginarse la cocina, gogleen cocina americana jeje
Las canciones mencionadas en el cap son Good Old-Fashioned Lover Boy y God Save The Queen. Dos joyitas, si me preguntan.
Nos leemos pronto!3
