Aquella mañana Meowth se levantó tan temprano como Jessie. Parecía que por fin alguien había aceptado darle un trabajo al Pokémon que habla. «Ya os lo contaré cuando sea el momento, es algo raro». No podía revelar que estaba trabajando para la policía y mucho menos decirle a Jessie y James que había vuelto al Team Rocket. Esperó hasta que Jessie se fue fingiendo estar preparándose en el baño. No quería que lo viera caminando en dirección al casino. Después de perder el tiempo iba justo, así que tenía que salir apurado. Quizá viéndolo así James no creería apropiado preguntarle qué llevaba en la mochila. De todos modos, no tendría por qué preguntarle por qué llevaba una mochila al trabajo, ¿no?
—Nos vemos a la noche —dijo apresuradamente Meowth.
—¡Buena suerte en tu primer día! —el ánimo de James sirvió para llenar a Meowth de determinación.
Allá iba. Por sus amigos.
El Monte Moon era la zona más importante de Kanto para el Team Rocket. Aunque para la policía parecía que el principal foco de la actividad criminal estaba puesto sobre el robo de Pokémon para ser vendidos como premios en el casino, algo escondido en el interior de aquella montaña la convertía en la mayor prioridad de la organización. Se podría pensar que las piedras lunares y sus efectos sobre algunos Pokémon eran lo que lo convertían en un lugar de interés. O esto mismo añadiendo la teoría de cómo los Clefairy llegaron a la Tierra desde la Luna. Pero esas teorías se quedaban para los ignorantes, porque lo que realmente deseaba Giovanni era encontrar los fósiles de unos Pokémon antiguos solo recordados por unos pocos estudiosos. Ya habían reclutado, extorsionado o raptado a la inmensa mayoría de ellos. Profesores Pokémon y paleontólogos que ahora servían exclusivamente al Team Rocket.
La policía de Kanto conocía la actividad que habían tenido en la zona, principalmente por los errores que habían cometido Jessie, James y Meowth, pero no había motivos evidentes para asegurar que no se trataban de intentos de robos como los que había en tantos otros lugares de la región. La existencia de aquellos fósiles era conocida por pocos.
Quedaban dos personas conocedoras de aquellos fósiles fuera del Team Rocket. Hoy iban a reclutar a una de ellas.
En el Museo de la Ciencia de Ciudad Plateada había una exposición permanente dedicada a los Pokémon extintos. De hecho, la proximidad al Monte Moon lo convertía en un centro de investigación especialmente relevante para aquellos a quienes les interesaba el estudio de estos especímenes. En los últimos meses se había reducido enormemente el número de investigadores que frecuentaban el museo hasta reducirse a uno. Tan solo el doctor Soto seguía estudiando allí a los Pokémon primitivos. No era nadie especialmente importante, pero no por ello dejaba de ser un erudito en la materia. Por eso era necesario que se asociase con el Team Rocket, ya fuera de forma voluntaria o forzosa.
Un coche de color negro se adrentraba en Ciudad Plateada. No estaba en mal estado, pero se notaba que ya había recorrido muchos años sobre las carreteras. Jonas, el capitán de Meowth, era lo suficientemente pudiente como para permitirse un coche bueno ahora como lo fue en el día en el que había comprado el que conducía en ese momento. No iban en un coche viejo, ni siquiera en un coche antiguo, iban en un coche clásico. Así eran los gustos de Jonas. Ir en un coche personal era importante para la misión que llevarían a cabo. Nadie debería saber que el Team Rocket iba a reunirse con el doctor Soto hasta que fuera demasiado tarde. Era un lunes cerca del mediodía.
Tras aparcar en una zona cercana al museo, ambos caminaron por la calle como dos transeúntes más. ¿Quién se preguntaría qué hacían ellos allí? Andando con bolsas de la compra, teniendo una conversación por teléfono o paseando al perro, unas caras desconocidas como las de Jonas y Meowth eran como las caras de cualquier otra persona con su Pokémon. Por eso su capitán no tuvo problemas en avisarle allí mismo.
—No hagas nada que no te ordene —dijo mientras sacaba una Poké Ball del bolsillo—, ¿vale?
Meowth maulló como un Meowth.
Entraron en el museo.
En la zona de oficinas, donde los investigadores pasaban la mayor parte del tiempo, ya sea redactando sus resultados de sus financiaciones o buscando financiación externa, Soto cubría un documento estándar. En una situación normal eso lo estaría haciendo un novato o un estudiante en prácticas, pero no era una época normal para los departamentos de paleontología. Y el motivo de ello se presentó por la puerta, sin llamar.
—Buenos días, doctor.
Soto miró al hombre. No era normal que alguien se pasease por la ciudad, y menos por un museo, con su Pokémon fuera de la Poké Ball.
—¿Le puedo ayudar en algo?
—Oh, no. Soy yo quien le quiere ayudar a usted.
Jonas se invitó a sí mismo a sentarse en una de las sillas que había delante del escritorio del científico mientras Meowth cerraba la puerta para dar una sensación que, al principio, sería de privacidad.
—¿Viene de una universidad?, ¿ha recibido un correo mío?
—No, vengo representando a una empresa privada que está interesada en su trabajo. Nos gustaría contar con su colaboración.
—Oh, eh… ¿Viene de Silph?
Jonas se rió con suficiencia.
—No, mi empresa es mucho más poderosa. Vengo del Team Rocket.
La expresión del científico cambió drásticamente. Era evidente que la tensión había aflorado en su cuerpo. Inconscientemente apretó la mandíbula y miró alrededor como si se estuviera dando cuenta de la situación que finalmente había llegado a su vida. En el fondo ya sabía que iba a pasar y, vaya, ¿lo había aceptado? Recogió los papeles que tenía en su mesa y apagó el ordenador.
—Mi respuesta es negativa.
—Supongo que ya conoce las consecuencias que le supondrán eso.
El científico respondió con silencio. Intentaba ocultar que le temblaban las manos. Todo ocurría según lo esperado. Jonas miró a Meowth y le hizo un gesto.
—¿Qué? —preguntó el gato.
El científico abrió los ojos impresionado, llegando a valorar que podría estar sufriendo una alucinación.
—Sí, este Meowth habla —dijo Jonas, pretendiendo que aquello era una conversación amistosa—, si te unes al Team Rocket podrías investigarlo.
—¿Cómo que investigarme? ¿Estás de coña?
—Cállate —Jonas mostró la Poké Ball.
—Yo —dijo el científico—… No puedo hacerlo.
Jonas se giró a Meowth de nuevo. Él sacó las garras.
El científico tuvo que aceptar su destino.
Jonas conducía. El científico estaba sentado en el asiento del copiloto hundido en la impotencia. Ya había escuchado historias de lo que ocurrió con sus compañeros de profesión que rechazaron con demasiada determinación al Team Rocket. Había hecho lo suficiente como para ser capaz de justificarse ante sí mismo. Ahora ya podía hacer lo que le pidieran, no sería culpa suya, ¿no? Meowth, en el asiento trasero, escuchaba a su capitán.
—No lo has hecho mal, pero si vuelves a desafiarme te voy a sacar la moneda que tienes en la frente con un alicates y echaré sal en la herida que te quede.
Meowth no dijo nada. Era mejor así. Un buen soldado no se queja y acepta lo que le dicen los superiores. Y mientras estaba dentro tenía que ser un buen soldado.
En la base, bajo el casino, esperaba Giovanni. Tras recibir la noticia de que ya tenían uno de los dos científicos que les faltaban, sirvió dos copas, una para él y otra para Jonas. Meowth los miraba desde una distancia extraña, como si no formase parte del mismo grupo. Pero estaba ahí para reunirse con ellos por algo importante.
—Me alegra que estés de vuelta con nosotros —dijo el jefe—. A pesar de todo, eres inteligente. Curiosamente, eres más inteligente que la mayoría de humanos que hay aquí. Pero la mayoría de ellos son idiotas como los dos que trabajaban contigo —se rió—. Quizá no tanto, pero tú tienes madera para ser más que todos ellos. Podrías ser capitán, como Jonas —mientras Giovanni hablaba, su compañero le hizo un gesto de aprobación con la cabeza—. Por eso mañana quiero ponerte al día de cómo vamos con la operación Lunar y que me des tu opinión sobre qué debería ser lo siguiente. Si todo va bien, podrías formar parte de la misión final.
Giovanni y Jonas sonrieron y brindaron por él. En casa, James estaba haciendo la cena.
