Contuvo la respiración al sentir el calor del cuerpo de Kiba tan próximo. Nunca había sido tan conciente de la elevada temperatura del verano. Probablemente no era sano que estuviesen en esa sofocante habitación en plena tarde...

Kiba se inclinó para lamer una de las lágrimas furtivas que resbaló sobre su pálida mejilla e hizo que ella soltara un grito sordo por la sorpresa.

-¿Quieres que me detenga?- le preguntó muy bajito, una vez más Inuzuka.

La joven se llevó ambas manos con pudor sobre el rostro y negó con la cabeza.

Tomo un instante para sentir el dulce aroma a Jazmín que siempre la acompañaba. Aún después de haber estado corriendo durante la clase de gimnasia. ¿Como era eso posible? Él no se lo preguntaba. Solo podía pensar en lo jodidamente bonita que se veía. Aún con el pelo desarreglado y la camiseta salpicada de tierra. ¿Desde cuando esos shorts deportivos venían tan cortos?

Se pasó la mano por el cabello para disipar esa inquietud e infantil vergüenza al tener una chica en su cuarto. Desearía un aire acondicionado para la ocasión, pero solo podía desplegar las ventanas.

-Si te duele lo dejaremos así. Pero mírame- le indico Kiba apartando las palmas. Aún así ella apretó con fuerza los párpados al sentir el ardor, aún así procuro guardar silencio.

Finalmente Kiba llenandole el rostro de besos para distraerla, dejó a un lado el alcohol y vendó su herida.

A Hinata no le molestó ser consentida como una niña pequeña, por su novio. Sin embargo se alteró al sentir como este se ponía de pie para irse.

Kiba suspiro aliviado al terminar de curar las heridas de su novia. Había estado contenidose y procurado no incomodarla o dar una idea equivocada de sus intenciones por traerla a casa. Aún peor, a su habitación! Dejó de respirar al sentir a Hinata que se aferrada al borde de su camisa.

-aun no quiero irme- murmuró mirándolo valientemente a los ojos. Después de todo, tenían toda la tarde para ellos aún.