Alba, Piamonte.

El día de ayer había pasado un estupendo día. Nunca había tenido la oportunidad de visitar algún viñedo, siempre le había parecido algo... aburrido. Sin embargo y con la guía de Amelia, aquel paseo que había surgido cuando el futbolista se presentó a la salida de las prácticas de la italiana había resultado muy entretenido y exaustivo.

Al otro día, el mediocampista de Albese se encontraba desayunando. Comenzó a husmear su celular, notando de inmediato varias llamadas perdidas que tenía de la argentina. Inmediatamente le marcó.

-¿Hola?- El chico saludó dudoso.

-¿Shingo? ¿Qué pasa?

-¿Cómo "¿qué pasa?"? ¿Acaso no estás enterada que siempre, todos los santos días, te llamo a esta hora?- Le dijo, elevando un poco su tono a uno alegre. -¿Ha pasado algo ayer que me llamaste repetidas veces?

-Bueno... Tuve una crísis.- Musitó.

-¿Una... crísis?- Repitió Shingo, sintiéndose inmediatamente mal. -¿Estás bien? Lamento no haberte podido ayudar ayer. Estaba...- Al recordar porqué no había estado disponible para ella, se calló.

(¡No la atendí por estar con Amelia! ¡Que estúpido soy!)

-Lo siento mucho, Azula. Dime, ¿crees que puedas...

-¿Ayer estabas durmiendo?

-No.

-¿Qué estabas haciendo entonces?

-Y-Yo... estaba...- Hizo una larguísima pausa, en el que intentó pensar en una respuesta que no resulte mala a oídos de la chica.

-¿Prometés decirme la verdad?- Preguntó, con una voz tan suave que logró cautivarlo.

-Eh... sí.- Dijo, para luego suspirar. -Estaba... Estaba cenando con una amiga. ¡Pero solo es eso, lo juro!

-Shingo... no necesitás darme explicaciones. Soy tu amiga, no tu novia.- Le dijo ella, manteniendo aquella dulce voz. Aoi percibió un suspiro de su parte y se percató de que su ánimo no era el mismo de siempre. Sin embargo, no supo si había sido por la noticia que él acababa de darle o por algo ajeno.

-Pero es cierto, ella es solo una amiga.

-Te creo. Decime, ¿es requisito compartir nombre para ser amiga del Príncipe del Sol?

-¿Qué?

-Yuki me habló de ella.- Finalmente soltó una ligera risita.

-¡Esa Yuki!- Gruñó Aoi por su entrometida hermana. -Es solo... una coincidencia.

-¿Es más linda que yo?

La pregunta de la latina fué en claro tono de juego, pero aquello había bastado para lograr que el chico se colorase como un tomate. ¡Suerte que ella no podía verlo!

-Bueno... creo que no.

-¡Lo dudaste!- Reprochó Azula.

-Es que... ¡Óyeme!- Hizo un mohín. -Amelia es linda y varios de mis compañeros de equipo están tras ella, pero para mi gusto, tú eres más linda que ella.

-O sea que no soy más linda que ella... ¿pero gano puntos por mi interior? ¡Eso es insultante para una mujer!

-No fué eso lo que dije.- No pudo evitar reírse. -Eres linda y punto. Te prefiero a ti.

-Seguro que a ella le decís lo mismo.

-¿Podrías intentar calmar tus celos?- Preguntó Aoi, en tono burlón, aprovechando el momento.

-Tiene a casi todo el plantel de la Selección de Fútbol de Japón para elegir y viene a elegirse al que me pertenece a mi. ¿Por qué no se elige a Soda, Wakashimazu, Jito...?- Bufó y el joven futbolista volvió a colorarse, totalmente sorprendido por tal comentario. El tono de voz de ella había vuelto a sentirse extraño, pero esa cuestión fué mínima comparada con lo otro.

-¿Per... tenece?- Parpadeó, incrédulo. -¿Yo te pertenezco?

-Oh can't you see you belong to me?- Canturreó con suavidad la chica. -Es así, te guste o no, vos me pertenecés a mi, no a ninguna japonesa, ni a ninguna italiana...

-¿S-Sí?- Sin poder evitarlo, una sonrisa sonrojada se plantó en su rostro. -Pues, yo...

-Gero dice que hablo mucho cuando tengo fiebre.- Se rió, interrumpiéndolo.

-¿Tienes fiebre?- Preguntó Shingo, comenzando a atar cabos al fin.

-¿Qué estás haciendo? ¡Dejá eso!- Se oyó del otro lado, seguido de una risita. -Uh... ¿Aoi?

-¿Gero?

-Perdón, Azula está con fiebre y...

-¿Crees que pueda hablar con ella un momento más?- Insistió el japonés. Aoi sabía que sería un tonto si se aprovechaba del estado de ella para intentar sacarle algún poco de información sobre sus sentimientos hacia él, pero no pudo evitarlo. Aquel "tú me perteneces" había abierto una puerta que le sería difícil ignorar, además de que tales palabras habían levantado sus esperanzas hasta la estratósfera.

-¡Decile que lo amo!- Shingo oyó decir a la muchacha, sin comprender nada de su castellano pero aumentando su necesidad de hablar con ella.

-¡Por favor, Gero!

Gerónimo soltó un bufido.

-¡Shingo!- Dijo Azula, obteniendo de nuevo su celular confiscado.

-Hola...- Él sonrió con ternura. -Dime lo que quieras.

-Quiero que me hagas una Miz.- Soltó, en un dulce tono de ruego.

-¿Una qué?

-Suficiente.- Gero volvió a tomar el control del aparato. -Lamento actuar como un tutor responsable, pero Azula debe descansar.

-Lo entiendo.- Asintió Shingo. -Solo... ¿qué habrá querido decir con una Miz? ¿Qué es una Miz?

-Una Mizuki.- El argentino rió. -Nada importante, solo delirios de fiebre.

-De acuerdo.- Dijo Shingo, no muy convencido. -Nos hablaremos. Mantenme al tanto de su salud, por favor.

-Por supuesto, amigo. Nos vemos.

El chico de Gifu soltó un profundo suspiro. Sabía que algo había detrás de esa Miz que Azula había mencionado, pero... ¿qué sería?

-¡Por supuesto!- Exclamó, recordando que sí existía alguien que tenía información confidencial sobre Azula, y esa persona llevaba su misma nacionalidad, sus mismos ojos y su misma sangre. Procedió a marcar un número de celular.

-¿Shingo? ¿No íbamos a hablar en un rato?

-¿Quién o qué es Mizuki?

-Oh... Shingo... ¿ya te enteraste de eso?- Yuki sonó un tanto avergonzada. -Pero... ¿cómo?

-Azula me lo dijo.

-Ese es el nombre que ella dijo que le pondrá a su hija, el día que tenga una.- Le explicó. Al joven futbolista le costó unos pocos segundos relacional todo, pero al hacerlo su cara se tornó más sonrojada que nunca en su vida, viéndose roja y humeante. -¿Shingo?

-¿Ella... ¿Ella me pidió que le haga una hija?- Murmuró, aún anonadado y enrojecido, con una sonrisa boba. Si bien era despistado e incluso un tanto inocente, sabía perfectamente cómo es que un bebé llega a la vida. Cosa indeseable si llegaran a preguntarle al Shingo de hace cinco años, pero al Shingo actual...

-¡Shingo!

-¡Necesito una ducha de agua helada!- Exclamó, divertido, removiéndose en la silla.

-¿Qué...

-¡Te hablo en un rato, Yuki!- Se despidió.

-¡Espera! ¿Qué...

Shingo le cortó, procediendo a terminar con su desayuno lo más rápido posible, con sus ánimos por los cielos.


-¿Soy el único que lo nota raro?- Preguntó Luca al verlo realizar sus trabajos, con una cara que irradiaba alegría.

-¿Shingo? ¿Alegre? ¡Qué raro!- Se mofó Bobang, sarcástico.

-Me refiero a que nunca lo había visto taaan alegre.- Le respondió el italiano, mirándolo mal. -¡Míralo! Da hasta miedo.

-Probablemente recibió una buena noticia.- Sonrió Zargardo, el portero de Albese.

-Quizás finalmente pasó algo con...- Belucci miró con indignación a la italiana que se encontraba en las gradas, quien observaba atenta a los movimientos del Príncipe del Sol, con la misma mueca interrogativa que ellos.

-Lo dudo, de ser así, ella no tendría la misma cara de "¿qué demonios le pasa a este hoy?" que todos tenemos.- Dijo Bobang.

-Quizás es algo relacionado con su novia de Argentina porque, les recuerdo, Aoi tiene una novia en Argentina.- Marco se entrometió en la charla.

-Azula no es su novia, es la amiga por la cual él suspira en las noches mientras abraza una almohada.- Se rió Luca.

-Qué profundo. Debe de pasarte seguido, ¿no?- Se mofó Bobang.

-Por favor, amigo. Además, la única chica que deseo y con la que no logré concretar nada aún es con esa belleza italiana que está allá.- Volvieron a mirar a Amelia. -Pero ella pareciera que solo tiene ojos para nuestro pequeño y tonto amigo.

-¿Amelia?- Bobang enarcó una ceja. -Ellos solo son amigos.

-¿Y? Uno puede estar enamorado del otro. Mirame a mi y a ella, somos amigos pero si tuviera la oportunidad sería el papá de sus hijos.- Sonrió.

-En fin, probablemente sí tenga que ver con la argentina su felicidad.- Dijo Marco.

-¡Eh, Shingo! ¿Por qué estás tan feliz hoy?- Preguntó Bobang, sin tantas vueltas. Aoi se acercó, sonriente, sin dejar de trotar.

-Tendré una hija y se llamará Mizuki.- Soltó el sonriente japonés, dejando a los futbolistas aún más perplejos e incluso, a algunos, escandalizados.