Shiho se paseó por el mercado para comprar fruta e ingredientes para la cena. No podía quedarse en su casa y hundirse por la pena. Era consciente de que su relación se había acabado con el accidente que había tenido Kudo. Sabía que la recuperación de una herida así, era muy, muy larga. Y un intento de suicidio le dejaba bien claro la necesidad que tenía él de huir de todo, incluso de ella.

Pero su corazón no lo entendía y sentía una pena que le anulaba todas las demás emociones. Le había calado hasta las entrañas y luego se había ido de un parpadeo a otro.

"Siento lo que ha pasado, Shiho." Le dijo una conocida mientras se acercaba a ella y le mandaba una sonrisa de apoyo.

Shiho asintió y siguió su camino hasta su coche para volver a casa. Bajó la ventanilla y dejó que el aire chocara en su cara. Paró de camino en una de las carreteras poco transitadas al ver una cara conocida.

"¿Aún no has acabado la jornada, Ayumi?" Le preguntó con una sonrisa amable mientras la veía cargando con esas flores

"Las han traído hoy a la floristería, tenemos que cuidar nuestra naturaleza." Le dijo sonriente mientras se acercaba a ella y se ponía más seria. "¿Tú como estás?" Le preguntó un poco preocupada, con la mirada más triste. "Me quedé muy sorprendida al enterarme."

"Estoy bien." Contestó justo antes de que un coche chocase contra el suyo por detrás. Shiho abrió los ojos sorprendida y bajó del coche para saber que había pasado. "¿Ade?" Preguntó sorprendida al ver que se trataba de la morena que acababa de conocer días atrás.

Ran salió del coche, exagerando un poco la sorpresa. "¡Lo siento mucho, Shiho!" Se disculpó mientras salía del coche un poco mareada. Le había dado con más fuerza de la que esperaba.

"¿Estás bien?" Preguntó la pelirroja mientras se acercaba a ella para ayudarla. "Estás sangrando." Dijo al ver la herida que se había hecho en la frente.

"Estoy bien." Contestó la morena mientras se acariciaba la cabeza intentando frenar el mareo."Perdona, he calculado mal."

"No te preocupes." Dijo sacando un pañuelo limpio de su bolsillo. "Toma, presiónate la herida con esto."

"Gracias." Contestó haciendo una mueca al presionar.

"No puedes conducir así, deberías sentarte unos minutos. Deja que te lleve a casa y te cure la herida primero." Le sugirió mientras se dirigían al coche de la pelirroja.

Ran asintió. Esa chica era muy amable con ella y le hizo sentirse un poco mal por hacer eso. Se dirigieron a la casa de la pelirroja. El camino era todo verde y el río seguía el lateral de la carretera. Llenaba de calma al contemplarlo y el mareo había desaparecido por completo.

"Tú no eres de por aquí, ¿Verdad?" Preguntó la pelirroja mientras desinfectaba su herida y contemplaba la elegancia que desprendía el traje que lucía la morena.

"No." Contestó ella observando cada rincón del interior de su casa. "Soy fotógrafa. Estoy haciendo un reportaje sobre las aves de la zona." Se inventó rápidamente. No estaba preparada para decirle la verdad, antes de eso necesitaba saber más.

"Vaya, que bonito." Contestó con una sonrisa mientras secaba la herida para vendarla. "¿Y qué aves estás buscando?" Preguntó curiosa.

"Pues de todo. Patos, gansos, cisnes y alguna especie difícil de captar si tengo suerte." Dijo intentando solidificar su fachada.

"Pues aquí, tienes muchas que escoger." Contestó ella. "Esto ya está."

Ambas sonrieron y Shiho se dirigió al baño para volver a guardar el botiquín. Ran no podía parar de estudiarla. Era tan distintas que seguía sin entender que le había hecho engancharse a ella.

"¿Estás mejor?" Preguntó Ran antes de que el silencio se volviese incomodo.

"¿Qué?" Preguntó la pelirroja confundida.

"De lo de tu marido, me refiero…" Dijo disimulando no saber nada.

"No, no era mi marido. Él estaba casado." Dijo rompiendo el contacto visual.

Ran intentó sonreír tristemente fallando en el intento. "Siete años…¿No te resultaba doloroso que tuviese otra vida?" Preguntó sin entender.

Shiho bajó la mirada mientras pensaba y sonreía tristemente al hacerlo. "¿A ti no te pasa…cuando quieres tanto a alguien… que sólo quieres que esa persona sea feliz? Y todo lo que le hace feliz…pues te hace feliz a ti también." Dijo fijando su mirada en un punto fijo, mientras sus lagrimales se llenaban de lágrimas.

La puerta se abrió en ese momento y la pelirroja sacudió la cara y serenó su rostro para eliminar cualquier signo de tristeza de él.

"Hola, cariño." Dijo con el tomo más cálido que pudo sacar.

"Hola, mamá." Dijo la niña con un tono cansado a la vez que se acercaba a su madre para abrazarla.

Ran se levantó del sofá y se quedó ahí de pie, estudiando cada gesto de la niña que ahora tenía delante.

"¿Qué ha pasado?" Preguntó al ver los papeles y vendas que le habían quedado por recoger a su madre.

"Nada cariño. Hemos tenido un susto y hemos venido para curar su herida." Dijo girando su mirada para observar a la morena, que tenía los ojos bien abiertos al ver las infinitas similitudes que tenía esa niña con su marido.

"Hola." Dijo Ran casi en un hilo de voz. Su pelo era moreno y tenía los mismos ojos que su madre. Pero con solo verle la cara, podía saber con certeza quien era su padre. Sus ojos se pusieron brillantes y su mirada no era capaz de apartarse.

"Tienes una herida." Dijo la niña señalando a su frente.

"Es que, ¿Sabes que ha pasado?" Dijo Shiho agachándose para ponerse a su altura. "Hemos chocado las dos con el coche, pero no ha sido nada cielo." Explicó abrazándola fuertemente. Tenerla entre sus brazos calmaba todo lo demás. "Te quiero." Dijo apretándola contra ella.

Shiho se levantó al romper el abrazo y se dirigió a la cocina para prepararle la merienda, dejando a la niña y a la morena a solas en el salón.

"¿Te duele mucho?" Preguntó la niña inocentemente.

"Un poquito."

"Ven que te curo." Contestó cogiéndola de la mano y volviendo a sentarla en el sofá. La pequeña se puso delante de ella y alzó un dedo justo delante de sus ojos. "Tienes que centrar todo tu dolor aquí, a mi dedo. ¿Estás preparada?"

Ran se quedó sin habla. Era como ver a Shinichi a través de ella. Cada gesto, cada palabra,…

La niña apoyó su dedo en su frente. "Concéntrate, cierra los ojos." Le pidió.

La morena obedeció y las imágenes de su amado inundaron nuevamente su mente, mientras la niña soplaba suavemente sobre su dedo para ahuyentar cualquier tipo de dolor. Kudo había echo eso con ella centenares de veces, era cómo ver un reflejo, cómo si estuviese justo ahí delante junto a ella. Sus ojos se pusieron brillantes y la respiración se le aceleró sin poder evitarlo.

"¿Te ha dejado de doler?" Preguntó la niña inocentemente obligándole a abrir los ojos y devolverla a la realidad.

"Sí, gracias." Dijo escapándosele un par de lágrimas.

"¿Y por qué lloras?" Preguntó la niña un poco triste. "Eso es que no te ha dejado de doler." Dijo volteándose a su madre. "Mamá, ¿Podemos llamar a papá para que le cure?" Preguntó emocionándose.

Shiho dejó el plato delante de la niña en silencio y tensa ante esa propuesta.

"Es que a mi no me sale…" Dijo la pequeña morena aún triste.

"Es que papa está trabajando." Se inventó la pelirroja, notando cómo el dolor de su pecho aumentaba. "Está de viaje."

"¿Y cuando va a volver?" Preguntó curiosa.

Shiho se quedó completamente quieta, sin saber que responderle a su hija. No podía engañarla toda la vida, tarde o temprano se daría cuenta de todo y cuando creciese se daría cuenta de la clase de relación que tenían sus padres. No quería avergonzarla, ella realmente le amaba. Simplemente, pertenecía a otra persona. Esperaba que entendiese eso también.