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Inquietante espera

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Las luces del apartamento estaban apagadas cuando Minako entró, así que todo estaba oscuro. Eran casi las siete y media. Su nueva jefa estaba arrasando con la mitad del personal con cualquier pretexto y no convenía llevarle la contraria, así que aquél viernes había salido más tarde de lo acostumbrado por entregar unos diseños de última hora. Casi contaba con que Yaten le hubiese ganado el trayecto siendo que siempre era al revés, pero no fue así. Le extrañó, pero no advirtió nada anormal en ello. Al menos no de momento.

Se sacó los tacones en la puerta y tras deshacerse de su bolso, caminó descalza hasta su recámara. Había sido un día agotador y le había parecido interminable, como si no fuera a acabarse nunca. Sacó un sonoro suspiro de alivio. No importa, era viernes y ya estaba en casa. Podía relajarse. Usualmente, los viernes por la noche iban a cenar a algún bonito restaurante después del trabajo, para despejarse de la pesada semana. Pero aquél día ambos habían acordado en vez de eso ordenar algo simple a domicilio y después ver una película. Ninguno tenía ganas de salir.

Recobró el ánimo y se puso cómoda con unos mallones negros de algodón y un top del mismo color. Encima se puso una camiseta blanca holgada de esas que dejan un hombro al descubierto. Se recogió el pelo en un chongo despeinado y mientras destapaba un refresco light de limón y subía los pies en el sofá, tomó su celular para llamar a Yaten.

Después del quinto tono le dirigió a buzón. Minako frunció el entrecejo, pero no insistió. Por la hora seguro que estaría atascado en el tráfico, vendría conduciendo camino a casa y no quería distraerlo. Era cuestión de minutos para que llegara, pues la constructora no estaba demasiado lejos del departamento.

Pero no lo hizo. Pasaron otros veinte minutos y ya no le pareció lógico. Volvió a llamarlo y obtuvo el mismo resultado, cinco tonos y el buzón.

Se aclaró la garganta y entró a su chat para enviarle una nota de voz.

—Hey, no sé en qué andes aun pero sólo quería preguntarte qué se te antojaba cenar hoy... ya que si no me respondes me obligarás a pedir una grasosa y deliciosa pizza de peperonni, así que avisado estás y no acepto reclamaciones después —bromeó sonriendo —. Vale, te espero aquí... no tardes. Besos. Chau.

Tomó el control remoto y se puso a buscar algo interesante, pero no se concentraba del todo. Sus ojos estaban pendientes en que el diminuto foco de la pantalla se encendiera con su anhelada respuesta, aunque fuera una corta. No sabía por qué, pero comenzaba a sentirse intranquila.

Respiró hondo y le dio otro trago al refresco, diciéndose que estaba exagerando por lo estresada que había estado toda la semana. No era nada.

Como se moría de hambre, decidió acortar algo el tiempo de espera y pidió la pizza, pero como se sentía un pelín culpable por Yaten, le concedió pedirle la mitad de vegetales asados y la mitad de peperonni para ella. Siguió haciendo zapping en la tele y no pasaba nada.

Pero cuando colgó con el repartidor se dio cuenta que él había escuchado su nota de voz. No obstante, tampoco había tenido respuesta. Vamos, ni un OK. Eso enfadó a Minako. Estaba ignorándola a propósito, pero no sabía por qué. ¿Qué podría haber pasado para que estuviera demorando tanto? Yaten tenía un trabajo demandante, eso no era novedad, pero siempre se daba el tiempo de llamarla a mediodía para ver qué tal le estaba yendo, o para avisar cualquier percance. Y sobre todo, jamás pasaba de ella. El sentimiento de intranquilidad se acrecentó.

No le quería llamar al trabajo. No era para tanto y sabía que se enojaría. Pero... mierda, sólo necesitaba saber que estuviera allí. Quizá estaba en alguna junta inesperada, o terminando un plano... o lo que sea.

A la par que avanzaba el tiempo, empezó también a dar vueltas en círculos sobre la alfombra. Ni siquiera veía la tele. ¿Llamar o no llamar? Esa era la cuestión. Bueno, ¡la culpa la tenía él por no contestarle los mensajes! Era sencillamente inaceptable. El mismo tiempo que se tardó en ignorarla pudo dignarse a escribirle. ¡Y claro que sabía que ella no era una persona que se sentara a esperar pacientemente por nadie, ni siquiera porque fuera su marido, y mucho menos estando tan hambrienta!

Tras arrepentirse dos veces y sabiendo de antemano que quizá se le vendría un pleito, mandó al cuerno su prudencia y llamó a la constructora.

Le atendió el vigilante en turno.

—Buenas noches... me preguntaba si podría decirme si uno de los empleados ya dejó el edificio —dijo con voz dulce. Eso siempre ayudaba a coaccionar los sobornos, sobre todo si se trataba del sexo opuesto.

—¿De quién se trata? —preguntó el hombre con voz monótona.

—Yaten Kou.

Se oyeron unos tecleos, posiblemente de algún computador.

—El arquitecto Kou entregó su tarejta de identificación a las 18:37.

A Minako se le enfrió la sangre.

—¿Está seguro?

—Eso dice el sistema —respondió sin afán.

—Vale... gracias —colgó.

Las 18:37, repitió la voz en su cabeza indignada. Tenía más de dos horas de retraso y no le había dicho nada. ¿Por qué? ¿Dónde había ido? ¿Con quién?

Minako sacudió la cabeza para despejarse el pensamiento. Odiaba sentirse así. Yaten jamás le había infundado inseguridad o celos, él era alguien muy serio y confiable. Y sólo tenía ojos para ella. Nunca dudaría de su palabra ni de sus acciones, pero lo cierto es que tampoco se había comportado así. Todo era muy raro. Críptico y raro. Ya no sólo estaba enojada, estaba indignada y confundida también. Lo peor es que la espera le hacía sentirse como una esposa loca y controladora, de ésas que sólo le fastidian la vida al pobre hombre que sólo trata de ganarse la vida en santa paz para su familia.

La pizza llegó y Minako se sirvió una rebanada pero sin tocarla. La verdad es que se le había ido el apetito. Para entonces eran casi las diez.

Volvió a llamarlo sin éxito. Puso los ojos en blanco y entró nuevamente al chat para enviarle otra nota de voz, esta vez llena de reproche:

—Quería decirte que ordené la pizza y estoy comiendo, SOLA. Y que independientemente que te tocaba invitar a ti, no es divertido. Pensé que podrías dignarte y decirme por lo menos dónde estás o cuándo llegas, ya que es obvio que NO estás en el trabajo. Llámame, ¿okay?

Minako le dio una mordida a su pizza con rabia. Rabia que se multiplicó hasta la estratrósfera cuando volvió a marcarse la notificación de leído y simplemente no sucedió nada. Minako maldijo en voz alta. La princesa que aguardaba por el príncipe se estaba convirtiendo en el dragón de la guarida. Estaba tan cabreada con él que quería arrancarse el pelo a mechones. ¿Quién demonios se creía que era para actuar así? Ya sabía que él no era una frutilla en néctar, ella tampoco lo era. Ambos constaban de defectos. Pero era parte de la educación y la consideración básica por la pareja no hacer este tipo de cosas, lo cuál le llevó a pensar en el peor escenario posible, además de la mentira y/o el adulterio. ¿Y si en vez de estar siendo un idiota le había ocurrido algo malo? ¿Un accidente, un asalto o algo horrible que le impidiera comunicarse y quienquiera que tuviese su teléfono sólo estaba burlándose de ella?

Se puso de pie, peleándose con todas las espantosas posibilidades antes de abrir la puerta del apartamento y salir corriendo. Le entro un súbito pánico que casi hace que se caiga al suelo. No, eso no podía ser. Si a él le pasaba algo sería también su fin. Sabía que no sobreviviría. Le llamó otras cinco veces consecutivas y no atendió.

Se sentó en el sofá tratando de calmarse, y su mente trabajó a todo vapor para hallarle una razón lógica a todo lo que estaba pasando, por absurdo que fuera. Quería hallarle sentido a la frase ésa de que las malas noticias siempre vuelan. No estaba tan segura. No sería capaz de esperar. Lo sabía. Se frotó las sienes ansiosamente, hasta que no le quedó de otra más que pedir ayuda al único que le conocía bien. Con las manos hormigueando buscó el número de Seiya en sus contactos y lo telefonéo.

Escándalo y música electro se escuchaban de fondo. Cosa normal, Seiya trabajaba en un bar. Lo que no fue normal es que no contestó él precisamente.

—¿Hola? —dijo una voz masculina y desconocida, más seria y educada. De hombre joven. Minako se aseguró de que ése era el número de Seiya en la pantalla. Lo era. Ahí se había comunicado con él para los preparativos de la boda —¿Hola? —repitió el hombre.

—¿Quién eres? —le preguntó con desconfianza.

—Ah, hola Minako —saludó el chico amablemente al oír su voz —. Soy Andrew, ¿cómo estás?

Claro que se acordaba. Andrew le caía de perlas. Era un chico muy mono, alegre y pacífico. Le gustaba para su amiga Serena en un principio, pero le contaron que una chica morena y muy alta ya se le había adelantado para entonces. Una lástima. Emparejar personas era casi su hobby.

—¡Andrew! Hola... esto... bien, gracias. ¿Qué haces con el teléfono de Seiya? —quiso saber con el mayor tacto posible.

—Pueees... digamos que no está en condiciones de hablar.

—¿Por qué? ¿Él está bien? —oh no, no podría afrontar dos problemas a la vez con la misma familia.

Andrew se escuchaba relajado, eso la apaciguó.

—Sí, no te preocupes. Sólo está demasiado ebrio... no quiero que te diga algo estúpido o incoherente, es todo. No está en su mejor momento.

—Ya veo... —murmuró Minako con decepción. En un sitio así Yaten jamás estaría con él. No era del tipo que disfrutaba emborracharse ni salir de discotecas cada fin de semana. Lo suyo era el teatro, los museos y los cafés.

—Yo le llevo después a casa, no creas que se va solo. Yo sólo me tomé una copa, pero le estoy cuidando mientras se desahoga un rato...

—No suena muy divertido en tu caso —le dijo Minako mirando hacia la puerta, y rogando que se abriera. Defnitivamente era el día de las rarezas.

—Y qué lo digas. Me muero por irme a casa, pero siendo el día que es, quise darle gusto al pobre ¿sabes? Dijo que sólo tomaríamos una copa para charlar, pero ya ves como es... una nunca es una —dijo medio en broma, pero con voz triste.

Minako parpadeó y repitiendo en su mente las palabras de Andrew. Algo no le cuadraba.

—¿El día que es? ¿Cuál?

—¿No sabes? Hoy es el aniversario luctuoso de sus padres. Dos años del horrible accidente. Qué mierda, ¿no?

Minako cerró los ojos y se llevó una mano a la frente, con una profunda y desagradable sensación.

—No, no lo sabía —dijo simplemente cuando se compuso. ¿Por qué no se lo había dicho Yaten en la mañana? En vez de dejarla quejarse de la megalómana de su jefa todo el desayuno, para variar, podría haber pensado en cómo animarlo o consolarlo en un día tan significativo y difícil. El día en que su vida y la de su hermano se había desmoronado. En cambio, él había optado por callar y desaparecer. Genial.

—Oh. Bueno... —dijo Andrew, como sin saber qué decir —. ¿Quieres que le diga algo a Seiya? Fue a la barra a conseguir más alcohol.

—No. Gracias, Andrew. Ya me dijiste lo que quería saber. Lo llevarás a casa, ¿verdad?

—Por supuesto.

—Buenas noches, pues...

—Adiós, Mina.

Ahora, agregada a las sensaciones anteriores podía sumarle también la culpa, por qué no. No es que se sintiera mal por no tener un lector de mentes, Yaten era sumamente hermético, pero creyó que eso había cambiado con el matrimonio. Creía que él le había abierto su alma, al menos un poco a comparación de cómo ella había hecho con él. Nada de eso estaba pasando, él seguía cerrándose con mil candados y no confiaba en ella. Eso la hería y la frustraba, pero si había algo de lo que estaba segura, era que acorralándole o presionándole no conseguiría que él volviera a casa. Necesitaba hacerle saber que ése era su lugar seguro, a su lado, no deambulando sabe dónde, solo y perdido...

Minako se volvió a sentar, imaginando que en vez de enfrentarse a una pesada conversación o la incertidumbre, Yaten estaría a punto de volver a casa después de un día pesado, le sonreiría y le diría cuánto la quiere, que la había echado de menos durante todo el día para luego darle un beso y acurrucarse juntos en el sofá.

Pero Minako sabía que al haberle dicho "Sí", también sabía que le había dicho que sí a las dificultades que estaban por venir. Ésta sólo era una de tantas. Así que al igual que las veces anteriores, debía asumirlas con la única arma infalible que tenía a su favor. Su amor.

Tras pensar un poco las cosas, volvió a enviarle otro audio procurando que su voz no trasluciera ninguna recriminación.

—Yaten, es tarde. Creo que eres perfectamente consciente de ello, y de lo preocupada que a éstas alturas debo estar. Si no quieres volver ahora mismo lo entiendo, sólo... sólo dime que estás bien. Por favor. No estoy enfadada, lo prometo. Vuelve a casa... y... sólo eso, vuelve —agregó con un hilo de voz, sonando más angustiada de lo que pretendía al final, pero igual lo envió.

Minako exhaló pesadamente y dejó su teléfono cerca. Se comió dos rebanadas de pizza fría y luego fue a lavar los platos sucios del desayuno. Más no podía hacer. Aunque amaba mucho a Yaten, tampoco podía actuar como su madre. Él y Seiya debían superar su duelo por sí mismos. No puedes salvar a quien no quiere ser salvado.

Estaba limpiando la encimera con un paño húmedo cuando la campanilla sonó. Lo tomó tan rápido que se le cayó en un pie. Su mensaje decía que había ido a caminar al parque y volvería pronto, y que no la esperara despierta. Sólo eso. Minako ahogó un quejido de alivio y la tensión se le descargó de los hombros. De pronto se sentía muy cansada, pero no se fue a acostar. Apagó todas las luces y se recostó en el sofá con una película cualquiera llenando el silencio.

El sonido de los cerrojos la despertó. Minako levantó la cabeza somnolienta, para ver en la penumbra como Yaten se aproximaba. Encendió una de las lámparas de mesa de la sala y se talló los ojos para enfocarle bien.

—Hola —saludó él con voz escarmentada.

—Hola...

Minako le miró. Ondeaba los dedos de sus manos con ansiedad, y sus ojos se le clavaron como dagas. Vio verguenza pura y dolor detrás de sus iris verdes y cambiando el peso de una pierna a otra, totalmente descompuesto.

—Yo... bueno, yo... pues... —empezó a excusarse, pero al final se le trabó la lengua.

Ella ablandó su semblante y le extendió una mano en una muda invitación.

—Ven conmigo.

Yaten obedeció, algo extrañado por no recibir ningún sermón. Se había sentado a su lado, pero Minako simplemente lo envolvió en sus brazos hasta que quedó acostado de lado sobre sus muslos.

Y así pasaron los minutos.

—¿Estás bien? —le preguntó acariciándole el pelo.

—Ahora sí.

Minako esbozó una leve sonrisa. Siempre supo que cobijo era lo único que necesitaba, ¿por qué era tan rejego en admitirlo? ¿en pedir ayuda? Se sintió además confusa. ¿Cómo alguien podía ser tan fuerte y frágil a la vez? Yaten siempre sabía que decir, cómo actuar y qué decisión era la mejor para todo. Nada lo doblegaba. Pero en cuestiones así, cuando se trataba de su pasado y tenía la guardia baja, era totalmente distinto, y le gustaba saber que ella era la única capaz de volver a levantarlo.

Pasaron un buen rato así, pero en algún momento de la noche Yaten se incorporó, dándole la espalda y enjugándose la cara con el dorso de la mano. Murmuró que allí estaban muy incómodos y mejor se fueran a la cama.

Minako se puso el pijama de verano y no dejó de seguirlo con los ojos en lo todo lo que hacía. Cambiarse, lavarse los dientes, todo eso. Pero se mordió la lengua para no decir nada. Pretendió más interés en la crema que se estaba frotando en las manos cuando Yaten desdobló su lado del edredón y se metió a la cama.

—Sé que quieres decirme un millón de cosas pero... ¿podría esperar hasta mañana? —pidió con voz agotada.

—Sólo quiero saber por qué me lo ocultaste.

—No lo sé.

—Yo sí. Porque no confías en mí... aún.

Aquello pareció desarmarlo, y Yaten abrió mucho los ojos.

—No, eso no.

—¿Entonces?

Se encogió débilmente de hombros.

—Sólo... no quería contagiarte con mi mierda. Arruinar la cena y la película. Sabía que lo echaría a perder. Quería que fuera un día normal. Fui a caminar para matar el tiempo y distraerme, pero no funcionó. No fue mi intención dejarte colgada...

Minako puso los ojos en blanco y contuvo proferir una exclamación nada adecuada para esa hora de la madrugada, por respeto a sus vecinos de piso. Le cogió la mano izquierda con cierta brusquedad y le mostró la suya también:

—Esto —le indicó señalando la alianza de bodas con obviedad —, significa más que un adorno, ¿sabes? Somos un equipo, Yaten. ¿Qué clase de compañera sería si tu dolor no fuera el mío? ¿Si no puedes decirme lo que te pasa?

Aunque seguía luciendo mortificado, Yaten no intentó disimular su alivio al escucharla. No obstante, agregó:

—Pero yo no quiero que te duela nada.

—¿Y cómo crees que me sentí al no saber nada de ti tantas horas? ¡No tienes idea de lo preocupada que estaba!

Yaten bajó la mirada al colchón.

—No pensé en eso. Lo siento.

—Nada de desapariciones misteriosas. Tu hogar es éste. Soy yo. Te prometo que todo irá bien, pero si no, aquí es donde debes ir si algo va mal. ¿Está claro?

Minako se sentó derecha y altiva, le puso una mano en el rostro y le miró a los ojos con un brillo titilante de amor puro. Toda la tensión se había disipado como nubes negras después de la lluvia. Yaten asintió y sonrió ligeramente a la vez, como si fuera justamente lo que necesitaba escuchar.

—Vale... así lo haré.

—Te traeré un vaso de agua.

Cuando volvió él ya había apagado todas las luces de la habitación. Apenas se acomodó en su sitio, Yaten le estrechó por detrás en un abrazo ansioso y oyó un quejido ahogado en su nuca, como si se alegrara de que el día hubiera terminado.

—Buenas noches...

—No me sueltes, Mina.

—Nunca.

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Notas:

Ayñ, ya sé T_T snif... Bueno, creo es gran parte de lo que no sabemos de los Kou es el misterio y de lo que pasaron con su familia. Los dos son diferentes y lo manejan totalmente distinto. Quería hacer algo agridulce entre ellos de la relación de Mina y Yaten pero que fuera muy especial. Era obvio que él creyó que casándose resolvería sus inseguridades de pertenencia, independientemente de lo que sienta que sabemos es fuerte. Pero no es algo que cambie de la noche a la mañana y me gusta saber que es ella quien le devuelva ésa sensación de protección y fortaleza cuando le toca, y no sea siempre al revés como se espera en los prejuiciosos roles de género.

Gracias a quien lee y espero me hagas saber si te agradó :)