*DISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son propiedad de la mangaka Rumiko Takahashi. Únicamente el fanfic y su trama son de mi entera pertenencia. No se aceptan copias, adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.
*SUMMARY: El amor es un juego donde pueden jugar dos, y ganar ambos. Kagome estará a punto de comprobarlo al jugar un videojuego online que está de moda, donde no solo la victoria estará en juego sino también su propio corazón, el cual ha sido robado por un enigmático chico que juega con ella en la misma plataforma. Pero... ¿Qué tan cerca estará su misterioso amor?
Game ''L''over
V
La alarma marcó las siete de la mañana y, por primera vez, alguien la apagó en cuanto sonó el primer pitido. El joven se levantó de la cama como si le quemara y ni siquiera tuvo necesidad de vestirse, pues se había dormido con el uniforme puesto, incapaz de perder un solo segundo abrochando los molestos botones de la camisa. Se calzó los zapatos sin ponerse calcetines y tomó su mochila, la misma que descansaba sobre una silla atestada de ropa sucia, y corrió hacia la entrada. ¡No podía perder tiempo! Pero, de camino a la entrada, se encontró con su madre que venía subiendo las escaleras hacia su cuarto.
—Buenos días —saludó con un dejo de asombro. ¿Qué hacía su hijo levantado tan temprano—. Venía a despertarte...
—Buen día, madre. Tengo que irme —las palabras salieron atropelladamente. Apenas lograban diferenciarse unas de otras e Izayoi supo al instante que algo raro pasaba—. ¿Qué? Tengo prisa.
—¿Estás bien?
—¿Qué? Claro que estoy bien.
—Es solo que los lunes nunca te levantas temprano —de hecho, siempre se quedaba dormido sin importar el día.
—En serio tengo que irme.
Rodeó el cuerpo de su madre teniendo especial cuidado de no tropezarse y bajó los escalones de dos en dos. Izayoi lo vio abrir la puerta para salir y se llevó una mano al pecho. ¿Qué le pasaba a su pequeño?
Inuyasha corrió a toda prisa a la estación. Ni siquiera se dio cuenta de si había empujado a alguna persona en el camino, esperaba que no. Miró su reloj de mano y comprobó que, si tenía suerte, llegaría a la estación justo a tiempo para tomar el tren que lo llevaría al instituto. Hoy no tenía tiempo para el autobús, para las filas o las paradas que este hacía. ¡Por Dios, ni siquiera recordaba haberse lavado la cara!
Se había pasado todo el fin de semana atormentándose con la voz de esa muchacha, una muchacha a la que finalmente le había puesto un rostro e inclusive un nombre. Necesitaba saber si, efectivamente, lo de esa noche había sido real. Y, aún si lo era, no significaba que Kagome fuese su compañera online. Tal vez Kagome era la hermana de Sacred_pearl y ella solo se había entrometido en la llamada, pero... ¿Kagome tenía hermanas?
._._._._._._._._._.
Sus ojos rebuscaron en el espacioso salón e hicieron contacto visual con los zafiros que tanto ansiaba ver.
—¡Miroku!
—Inuyasha, ¿no es temprano para que gri...?
—¡Cállate y préstame tu celular!
—¿Eh? ¿Quieres el número de la morena del otro salón? Espérame que lo...
—¡Dije que te calles!
—De acuerdo, yo solo decía. Ten.
Tomó bruscamente el celular que el pelinegro le ofrecía y lo desbloqueó. Rápidamente interceptó la aplicación que buscaba y se deslizó entre los chats. ¡¿Por qué mierda en este momento la lista se le hacía tan interminable?! Sus ojos brillaron con determinación al dar con su objetivo y le mostró la pantalla al ojiazul que seguía estático en su posición.
—Miroku, ¿este es el grupo de WhatsApp del curso?
—Sí, ¿necesitas la tarea de historia de nuevo? Yo la hice.
—No, no es eso —interrumpió y continuó deslizándose a través de la larga lista de integrantes del grupo. Sus ojos se ensancharon al ver el nombre que buscaba—. Higurashi... —Musitó— ¿Este es el número de nuestra compañera? ¿Kagome? ¿Kagome Higurashi?
—Amm... Sí, no hay ningún otro Higurashi en nuestro salón.
—Perfecto.
Tomó su propio celular. Se metió al chat de Sacred_pearl y lo colocó junto al teléfono del pelinegro. Más precisamente junto al número de la azabache y los comparó.
—De verdad... Kagome y ella son... —Murmuró abatido, como si su alma hubiera dejado su cuerpo.
—No estoy entendiendo nada —la sinceridad de Miroku lo hizo ganarse una mirada de advertencia por parte de su mejor amigo.
—¿Qué es lo que no entiendes?
—Nada.
—¡¿Qué tan lento puedes ser como para no entender que Higurashi y mi amiga en línea son la misma puta persona?!
—¡¿Qué?!
—Lo que oíste.
Si bien sonaba tranquilo, no podía decirse que siempre tuvo esa actitud. De hecho, gran parte del fin de semana se la había pasado sumido en la histeria y paranoia que por poco lo hacen caer en la locura. Había olvidado cuántas veces se lavó la cara esa mañana para comprobar que aquello no había sido un sueño o, más bien, una pesadilla. Sin importar cuántas veces intentó llamarla, ella nunca respondía a sus llamados. Solo que esta vez estaba seguro de que no lo ignoraba porque quisiera sino para mantenerlo en vilo durante todo el jodido fin de semana que, por primera vez, le pareció una auténtica tortura. Miró el rostro pálido de Miroku y se preguntó si acaso se habría visto así en el momento exacto en el que la realidad lo golpeó duramente. Tuvo ganas de reírse con ironía. No, seguramente se habría visto incluso más patético.
—¡Reacciona, hombre! —Gritó mientras lo zarandeaba rudamente. Hoy más que nunca necesitaba esas estúpidas frases suyas que lo hacían mantener la cabeza en su lugar, la misma que parecía estar a punto de explotar.
—Espera, espera... ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —Ahora sí que estaba perdido.
—¡Lo juro!
—¿Cómo dices que pasó? ¡No me estás explicando nada!
Inuyasha tuvo ganas de tomar el cuello de Miroku y estrujarlo como si se tratara de alguna clase de pelota anti-estrés. Pero se contuvo lo suficiente como para no hacerlo, al menos por ahora.
—El sábado a la madrugada mi madre estaba saliendo camino al trabajo y vino a mi cuarto a despertarme para despedirse, Higurashi escuchó nuestra conversación y luego me hizo una broma molesta al respecto y...
—¿Seguro? —Debía impedir que siguiera soltando tantas estupideces juntas— ¿Y si solo tienen voces parecidas? Las chicas japonesas tienen voces similares.
—¡Te digo que no!
—¿Por qué estás tan seguro?
—Me llamó por mi apellido. Dime, ¿un extraño podría saber eso?
—Pues... No —su amigo tenía un buen punto.
—Además, el tono que utilizó es el mismo que usaba cada vez que me regañaba por poner los pies sobre la mesa o quedarme dormido o...
—Oye, ¿y si Higurashi conoce a Sacred_pearl y solo son amigas? Es una posibilidad.
—También lo pensé. De hecho también podrían ser hermanas, pero Higurashi no tiene hermanas. Solo un hermano pequeño que va a primaria. Ella misma me lo dijo.
—¿Y qué hay de la posibilidad que acabo de mencionar?
—Esto acaba de refutar esa teoría —mencionó enseñándole la pantalla de ambos móviles donde podía apreciarse el mismo número de teléfono. Uno agendado como "Sacred_pearl" y el otro como "Higurashi (futura cuñada)"—. Dejando de lado la estúpida forma en que la tienes agendada, siguen siendo la misma maldita persona.
—Sí, eso parece —concordó Miroku al ver que el número de ambos chats era exactamente el mismo. Incluso compartían la misma foto de perfil.
Era innegable. Kagome Higurashi y Sacred_pearl siempre habían compartido la misma identidad.
—Veo que de verdad hablamos de nuestra compañera. ¿Y? ¿Qué piensas hacer?
—¿Qué quiero hacer? ¡Obviamente confrontarla para...!
—¿Para qué? Primero debes saber qué quieres saber y por qué quieres saberlo. No puedes ir simplemente a gritarle exigiendo respuestas. La asustarás.
—No voy a gritarle.
—Claro, ¿vas a hablar pacíficamente mientras toman un té? Porque ahora mismo, con esa apariencia de desquiciado que traes, pareciera que vas a ofrecer un té... Para su funeral.
—Mierda... —Susurró. Era cierto. Necesitaba calmarse— ¿Qué se supone que haga?
—Te sentarás y pensarás con la cabeza de arriba para saber cómo afrontar la situación.
—¿Afrontar? ¡¿Afrontar?! ¿Qué mierda se supone que tengo que entender? Esa chiquilla solo quiso verme la cara de idiota. Nunca le importé. Ni en línea, ni en la vida real. Ella solo...
—Ella solo estaba asustada, tal vez, ¿no?
—¿Por qué te empeñas tanto en defenderla? Hace dos días querías que la olvidara.
—Hace dos días no sabía que Higurashi y tu amiga eran la misma persona. Dime, si averiguaras que la persona que te atrae es todo lo contrario a "tu tipo", ¿qué harías?
—Yo...
—Yo te diré lo que harías: lo ignorarías y, si es posible lo borrarías de tu memoria. Seamos honestos, Inuyasha, ¿quién puede entusiasmarse al saber que le gustas al chico que te hace tropezar cada vez que puede?
Pensándolo detenidamente, Miroku tal vez sí tenía algo de razón. Era un detalle ínfimo, pero verdadero. Aunque no por eso dolía menos, y jamás estaría dispuesto a reconocerlo en voz alta.
—¡No me importa eso! ¡Debió decirme que ella era...! Espera, ¿hace cuánto lo sabe? ¿Desde siempre? ¿O lo supo hace poco?
—Esas son respuestas que solo ella puede darte, pero si piensas hablarle así dudo que puedan hablar como es debid...
La puerta del salón se abrió y dejó pasar a una enorme multitud de alumnos bulliciosos que poco a poco tomaban asiento en sus respectivos lugares. Inuyasha y Miroku eran los únicos que permanecían de pie impacibles ante el parloteo de los jóvenes que debatían las posibles respuestas de los exámenes del día anterior. El capitán miraba recelosamente la puerta de entrada, esperando que por allí se asomara la cabellera azabache que conocía demasiado bien a estas alturas; y el pelinegro, por su parte, estudiaba el comportamiento de su mejor amigo. ¿Qué tramaba?
El último alumno entró en el aula e Inuyasha se abalanzó hacia él sin piedad. Lo tomó del cuello de la camisa y lo miró amenazadoramente a los ojos.
—¿Dónde está?
—¿Q-quién?
—Tú sabes quién...
—Inuyasha, suéltalo —intervino Miroku. Sabía que su amigo no estaba molesto con el pobre infeliz que tuve lo mala suerte de ser el último en entrar al salón, solo estaba ansioso por obtener respuestas. Y no sabía cuál Inuyasha era peor: si el ansioso o el colérico—. Si quieres saber dónde está Higurashi, mejor pregúntale a Sango.
—Su amiga aún no llega —masculló—, y él —añadió devolviendo la vista al tipejo que temblaba como una hoja mientras intentaba zafarse— se toma el mismo autobús que ella. Tiene que saber dónde está. Dime, ¿Kagome viajó contigo hoy? —Su amenaza mal disfrazada de pregunta hizo que el chico mirara al ojiazul pidiendo un poco de ayuda.
—Solo responde. Mi amigo y yo necesitamos preguntarle algo con urgencia —intervino con voz calmada Miroku. No hacía falta perder los estribos, al menos no más de lo que ya lo habían hecho.
—N-no ha llegado —y, acto seguido, ambos voltearon a mirar el asiento vacío de la susodicha para comprobar que decía la verdad—. Seguramente hoy llegará tarde.
—No, ella nunca llega tarde —era imposible olvidar que ella era irritablemente puntual. Debía estar en algún lugar, pero... ¿Dónde?
—Tal vez se haya enfermado y no venga.
—O puede estar en la biblioteca.
—O en los baños de mujeres —el ojiazul y su compañero trataban de mencionar todos los posibles paraderos de la joven, tal vez así Inuyasha lograría calmarse. Pero, lejos de surtir el efecto deseado, solo lograron aclarar la mente del joven y vieron sus ojos brillar con un toque de malicia.
—Oh, no...
—¡La azotea!
._._._._._._._._._.
Kagome se encontraba reposando sobre el frío barandal de metal mientras veía al alumnado hacer gimnasia en el patio. La altura de la azotea le permitía disfrutar de la brisa veraniega, pero no era por eso que estaba allí salteándose las clases. Algo que había prometido que jamás en su vida haría. Oyó el ruido característico de la puerta tras de sí e inspiró hondo dándose fuerzas antes de voltearse.
—Hola, Inuyasha...
... Era por eso que estaba en la azotea.
Por primera vez cruzaron miradas, ambos estudiándose como si apenas se hubieran conocido y, en parte, era verdad. Finalmente conocían la identidad de la otra persona con la que habían compartido tantas horas de diversión y romance anónimo. Solo que ahora esas emociones habían cambiado. Los ojos dorados reflejaban desconfianza y los cafés se mostraban profundamente dolidos al ser víctimas de aquella dura mirada. Kagome lo vio allí, parado frente a ella, y le pareció tan hermoso como atemorizante.
—Ja, ¿Inuyasha? ¿No querrás decir "GoldenWarrior", Sacred_Pearl?
La forma en que arrastró las palabras oprimió su corazón. Había sonado como si ella fuese el ser más despreciable del mundo, pero no se amedrentaría. Tenía todo el derecho del mundo de odiarla, pero antes de eso deseaba explicarse. Solo eso. Luego podría bloquearla, eliminarla de su vida y odiarla incluso más que antes. Solo deseaba... Hablar.
—No, no soy ella —Inuyasha arqueó una ceja con desdén.
—¿Acaso pretendes decirme que la voz que oí no era la tuya? ¿Que oí mal? No quieras verme la cara, niña tonta.
Kagome hizo acopio de una paciencia y tranquilidad que sabía que normalmente no poseía. La Kagome de hace un par de semanas atrás seguramente habría negado todo inventando mentiras para hacer que todo pareciera un simple malentendido y, posteriormente, habría pedido con urgencia el traslado a otra escuela debido a la vergüenza que le producía verse descubierta. Pero esta Kagome, la que se hallaba de pie frente al chico que le gustaba, no deseaba huir, ni mentir o mucho menos.
—No soy ella, porque quien está aquí es Kagome Higurashi, no Sacred_pearl —solo ella, ya no era una jugadora, un perfil anónimo o un personaje sin rostro. Por primera vez quien se encontraba allí de pie era únicamente ella—. Este es mi verdadero yo.
—¿Eh? No me salgas con estupideces. ¡Te descubrí, estafadora! ¿Cuánto tiempo creíste que te duraría este cirquito? No soy ningún idiota al que puedes...
Respiró hondo e intentó que la forma miserable en que Inuyasha la miraba no le hiciera tener ganas de llorar. Se lo merecía. Se merecía todos esos insultos, esa inseguridad iracunda que brotaba en su mirada y en cada palabra que le dirigía. Realmente se lo merecía por haberse alejado sin más, sin dar explicaciones o tan siquiera una pobre excusa.
—¿Desde cuándo lo sabes? Oh, adivinaré: desde el principio —siseó— y todo esto no fue más que un estúpido show que montaste con todas tus amiguitas.
Kagome negó suavemente con la cabeza. Sabía perfectamente que por mucho que lo negase, él no iba a escucharla. Al menos no ahora que se encontraba herido.
—¿Y? ¿Se rieron? Apuesto que sí. Debió ser divertido reírse de este idiota, del holgazán al que tanto detestas, Higurashi.
Una y mil veces, era merecedora de toda esa rabia dirigida hacia ella. Pero también se merecía, por sobre todo, hacerle llegar sus sentimientos después de tanto tiempo. Se recargó en el barandal sin dejar de mirarlo, ni de oír sus crecientes insultos, y se preparó para hablar. No sabía si esa pose era para poder mirarlo mejor o si era, simplemente, para tener algo de lo que agarrarse en caso de que sus fuerzas la abandonaran.
—Yo no... No te odio, nunca te odié —susurró—. De verdad que no —repitió. ¿Por qué debería odiarlo?—, pero entiendo si tú no quieres verme de ahora en adelante.
—Ni siquiera quiero verte ahora —siseó y le dirigió una mirada de puro odio que paralizó el corazón de la pelinegra. Lo había herido y sus ojos eran la prueba de ello.
—Lo entiendo, pero antes te pido que me escuches.
—¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería gastar mi tiempo contigo más de lo que ya lo he hecho? No vales nada.
—Por favor... —Suplicó, y el silencio tajante de Inuyasha le demostró que estaba dispuesto a oírla al menos unos segundos.
El clima estaba cargado de una tensión insoportable, una tensión que parecía haberse adueñado de su voz y amenazaba con cortar su garganta si se atrevía a pronunciar siquiera una sola palabra. Miró al chico frente a ella y supo que debía darse prisa si no quería que este se fuera. Ahora que se detenía a pensar, era bastante extraña la situación en la que se encontraba. Jamás creyó estar a solas con Inuyasha, enamorada, ni mucho menos buscando detener el tiempo con tal de que no la abandonara. Sin poder evitarlo, comenzó a reír.
—¡¿De qué demonios te ríes?! —Arqueó una ceja con disgusto. ¿Se estaba riendo de él? ¿Era un objeto de burla? La risa risueña de la joven le dejaba en claro que no se trataba de una risa burlesca y eso lo confundió aún más— ¡Cállate, tonta!
Aquel característico apelativo consiguió hacer que Kagome volviera en sí y se limpió disimuladamente las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos debido a la risa. El chico la miraba ceñudo e indignado desde su posición y se sintió mal al haber dejado de lado la discusión.
—Lo lamento, es que es gracioso.
—¿Qué?
—Esto —señaló todo a su alrededor e Inuyasha la siguió con la mirada. No la entendía—. Nunca creí vivir algo así... Y me disculpo por haberme reído, pero no pude evitarlo —dijo con sinceridad.
-Eres una idiota y no me importa...
—¿Sabes? —Comenzó, cortando así la oleada de insultos hacia ella— Cuando me enteré de que tú eras... Bueno, tú, tuve ganas de renunciar. De eliminar mi usuario, la aplicación y bloquearte, pero...
Hizo una pausa. Pero... Sinceramente, había demasiados "peros" en ese embrollo en el que se había metido y del que esperaba salir entera o, por lo menos, sin el corazón hecho trizas.
—Pero, por alguna razón, no lo hice —finalizó mirándolo fijamente a los ojos—. Me tomó semanas saber que quería conocer más de este Inuyasha. Quería encontrar algo que me demostrara que no solo eras el chico grosero y molesto que constantemente me hacía rabiar... Y pude hacerlo.
El ojidorado mantenía la mandíbula en tensión. Le dolía escucharla decir eso, pero sabía perfectamente que era verdad. No se soportaban, era imposible que compartieran siquiera una sola clase sin insultarse. Le había mostrado su lado más tosco e insolente sin tener en cuenta la imagen que le daba a ella. Realmente le daba igual lo que Higurashi pensara de su persona, nunca le habían importado las apariencias... Hasta que conoció a ese simpático usuario que rápidamente captó su interés. Extrañamente aquel videojuego había disfrazado de tal manera la identidad de Kagome que parecían dos personas completamente diferentes. Ahora notaba los parecidos innegables entre las formas de expresarse o competir y no podía creer que había estado tan ciego.
—Pude conocer a un Inuyasha dulce, atento, gracioso —contuvo a duras penas una sonrisa al verlo sonrojarse. No era para menos. Ella también había mostrado su lado meloso con él y le daba cierto pudor que ahora la viera con otros ojos—, alguien que se preocupaba por mi día a día y con quien compartí tantas noches en línea. Pude conocer al verdadero tú.
La había enamorado utilizando únicamente sus encantos como persona, sin mostrar su apariencia física había logrado encandilarla a tal punto que solo esperaba la llegada de la noche para poder compartir al menos un par de horas con él mientras hablaban y jugaban, mientras la enamoraba otro poquito noche tras noche.
Gracias a esas cándidas tardes juntos en la azotea había conseguido vislumbrar al menos un poquito del GoldenWarrior que conoció en línea, terminando así de caer en la realidad. Inuyasha y GoldenWarrior compartían expresiones imposibles de disimular, ya sea en el videojuego o en persona. Simplemente era imposible ignorar los gestos, expresiones o pensamientos que tenían en común. Aún no lograba comprender del todo por qué su compañero le caía fatal hace unas semanas, el mismo que ahora estaba allí de pie frente a ella mientras rogaba internamente que le permitiera terminar de hablar.
—Tú fuiste sincero conmigo y yo... Yo no pude devolverte el mismo trato.
No, no había sido para nada sincera. Había mantenido sus dos vidas completamente alejadas la una de la otra y eso la había vuelto una completa desconocida aún para ella misma. Inuyasha no la conocía, al menos no de la misma forma que ella a él. Su compañero no sabía nada acerca de su forma de vivir. Apenas habían compartido algunas noches en línea y bastantes peleas sin sentido en el horario escolar, las mismas que le habían costado a ambos varias tardes en detención.
Taisho no conocía sus extraños rituales, sus virtudes o defectos. Sí, sabía que era aplicada en sus estudios, que le gustaba ser organizada, educada y diligente. Conocía su lado caprichoso, enérgico y molesto que siempre lo sacaba de quicio, como él mismo se había encargado de hacérselo saber cada vez que conversaban y hablaban mal de su "insoportable" compañera de curso. Fuera de eso: era una completa extraña para el ojidorado que continuaba mirándola como si se tratara de una serpiente que está a punto de morderlo. Y eso era culpa suya, solamente suya por no haberse abierto desde un principio.
Pero se encargaría de hacerle saber a su enamorado todos y cada uno de sus defectos y manías. Le haría saber que le costaba levantarse de la cama en las mañanas y que casi siempre era Sango la que la llamaba para que no llegara tarde a la escuela, que la comida chatarra era su debilidad, que su habitación era un caos porque nunca tenía tiempo de limpiarla y siempre tiraba la ropa del colegio por cualquier lugar de la casa. Que los viernes llegaba tarde a su hogar porque se quedaba con sus amigas comiendo en WcDonald's y que casi siempre la regañaban por eso, que detestaba la clase de gimnasia y también la de química, aunque era muy buena en matemática y física.
—Lo que quiero decir es que desde el principio hice todo mal —de vez en cuando debía dar su brazo a torcer. Debía reconocer que gran parte de ese problema se había generado por su estúpido afán de mentir y ser cobarde—. Y por eso mismo quiero empezar de nuevo. —Inspiró hondo e hizo una sutil reverencia al chico frente a ella— Hola, mi nombre es Kagome Higurashi —se presentó. De ahora en adelante, solo sería ella misma.
El bufido de hartazgo y casi burlesco que claramente iba dirigido hacia ella hizo que se enderezara y lo mirara dolorosamente a los ojos. Tal y como lo había anticipado: las palabras no habían servido de nada.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir? —La vio asentir tímidamente en su dirección y eso fue todo lo que necesitó para querer marcharse— Bien, entonces me largo.
Dio media vuelta, dispuesto a abandonar el tejado que estaba seguro de no querer volver a pisar jamás y a su espalda escuchó el correteo apresurado de la azabache seguido de una fuerza tirante en uno de sus brazos.
—Quédate —suplicó—. Sé que estuve mal, créeme que lo sé. Pero, por favor, no te vayas.
Los delgados dedos femeninos se cernían con fuerza sobre su brazo, casi encajando las uñas en su piel. Estaba desesperada. Sabía que si lo dejaba marchar, si lo dejaba dar tan siquiera un paso más, él se iría y jamás volvería a verlo, ni le dirigiría la palabra. Afirmó aún más su agarre e Inuyasha apretó los dientes a causa del dolor de las uñas femeninas. Recordó las palabras de Miroku esa mañana y se obligó a quedarse quieto. Ya fuera para descargar toda su furia producto de la humillación que sentía o para entender la situación. Alejó su brazo de la joven de forma brusca y retrocedió varios pasos para guardar distancia, pero no siguió con su plan de huída.
—Me quedaré, pero no me toques —advirtió aún sin dignarse a darse la vuelta y mirarla a los ojos.
—Vale —soltó la manga de su camisa y retrocedió dos pasos. La congoja inundaba su voz e Inuyasha gruñó con fastidio al oírla.
Le producía tanta repulsión ver a quien hasta hace unos días habría considerado una especie de amiga y, en el videojuego, su primer amor. La misma que había osado engañarlo y reírse a expensas suyas. Le dolía tanto haberse abierto de aquella manera con alguien que ahora prácticamente lloraba tras él y, al mismo tiempo, detestaba sentirse mal al verla tan dolida.
¿Por qué mierda no podía ser como el idiota de Sesshomaru y tragarse sus sentimientos? ¿Por qué le producía tanta culpa verla así?
Se dio la vuelta a regañadientes y la miró. La imagen de niña indefensa y claramente arrepentida estaba dibujada en todas y cada una de sus facciones. Le daría una oportunidad. Una única oportunidad para ser sincera como jamás lo había sido.
—¿Por qué lo hiciste? —Aunque quiso que su voz sonara firme y autoritaria, a los oídos de Kagome le parecieron más bien una súplica.
—Tenía miedo.
¿Miedo?
—Miedo de verme atraída por un compañero que siempre me molestaba, que parecía no tener metas en la vida. Miedo de que solo me vieras como a una chica a la cual adular en internet para luego reírte con tus amigos.
Qué casualidad. Al menos en algo ambos coincidían. El mismo miedo y, al mismo tiempo, igual de irracional.
—Al principio me negué a creerlo. Pensé que era una estúpida casualidad ver que teníamos el mismo videojuego. Después de todo, está de moda. Pero esa tarde... —Inspiró hondo. Lo recordaba como si fuera ayer— Cuando vi tu usuario me di cuenta de que era imposible que fuera una simple casualidad, GoldenWarrior.
El corazón de Inuyasha comenzó a latir de prisa aún en contra de su voluntad. La forma en que susurró su seudónimo, con aquella carga afectiva, le volvía a recordar que Sacred_pearl se encontraba justo frente a él. Un recordatorio que lo molestaba e incomodaba.
—Habría desinstalado el juego, eliminado mi usuario y, de ser posible, jamás volvería a intercambiar una palabra contigo.
—Lo hubieras hecho —el tono mordaz se apoderó de su voz, denotando cuánto le habría encantado que así fuera. Todo con tal de no estar pasando por ese mal momento—. Me habrías ahorrado esta molestia.
—Pues ya somos dos —concordó, e Inuyasha abrió los ojos con asombro—, pero Sango no pensaba lo mismo. Ella insistía en que Sacred_pearl sentía algo más por ti. No, que yo sentía algo más. Y, por suerte o desgracia, tenía razón —concluyó.
Inuyasha procesaba lentamente lo anterior dicho por la azabache sin saber si confiarse o no. Había demasiadas cosas que aún no entendía.
—¿Y por qué aceptaste tus estúpidos sentimientos hacia este idiota? —Los mismos estúpidos sentimientos que hasta hace unas semanas habría correspondido encantado, con el corazón desbocado y una sonrisa resplandeciente.
—Porque cuando te vi tan triste al haberme perdido, al haber perdido a Sacred_pearl, supe que no podía quedarme de brazos cruzados.
No podía ver cómo seguía perdiendo peso, la forma en que las ojeras parecían acumularse bajo sus ojos o su estado de ánimo decaía cada vez más. Inuyasha había estado enfermo, pero no se trataba de una gripe o un resfriado. Inuyasha estaba enfermo de amor y, para bien o para mal, solo ella podría curarlo.
—No dejaría que perdieras tu puesto como capitán, ni que tu salud siguiera decayendo.
—Y por eso viniste todo ese tiempo a molestarme para almorzar. Todo era una treta —le había tomado el pelo. No había compartido el almuerzo con él solo por casualidad sino para ver de cerca qué tan patético se veía el holgazán de la clase. Estaba seguro.
—No es así —se apresuró a negar—. Sí, tal vez mentí con respecto a Sango y su tendencia a dejarme "plantada" —enfatizó—, pero mi preocupación era genuina.
—Tan genuina como tus sentimientos hacia mí, ¿verdad? —Ironizó. Sin importar cuánto se esforzara, no lograba creerle. Cada palabra que salía de los labios de la colegiala le parecían un burdo insulto a su persona.
—Especialmente eso —hizo caso omiso al evidente sarcasmo en su voz y sonrió débilmente—. Me esforcé por negarlo, en serio lo hice. Quise alejarme, desaparecer e ignorar completamente lo que pasó entre nosotros. Pero ya era tarde... Me había enamorado de ti, me había enamorado de "este idiota", y no podía negarlo por más tiempo —un silencio tenso se formó y pudo apreciar la forma en que los ojos de Inuyasha se abrían denotando su sorpresa.
—No te creo. No te creo absolutamente nada. ¡Solo te burlaste de mí! ¡Fui un idiota al creer que eras diferente! —Kagome reunió cada gotita de valor en su cuerpo para dar un paso hacia él mientras ignoraba todos y cada uno de los insultos que el ojidorado le gritaba. No se quedaría callada mientras descargaba su furia en ella. Ya suficiente tenía con la forma en que su propia conciencia la carcomía noche tras noche— ¡No eres más que una embustera!
Cada pregunta, cada insulto que salía de sus labios producto de su iracundo corazón, era un paso más que Kagome daba en dirección a él. Poco a poco fue retrocediendo mientras ella avanzaba y sutilmente lo acorralaba contra la pared del pequeño tejado en la azotea. Toda la valentía que la había abandonado en esas semanas parecía haberse reunido en su cuerpo de una sola vez en un cúmulo de sensaciones que le pedían a gritos dar un paso más, el último, el definitivo.
—¿Con cuántos lo hiciste? ¿Hay otros idiotas que cayeron en la trampa además de mí? Keh, ¿qué tonterías estoy diciendo? ¡Claro que los hay! No puedo creer que... —La vio hacerle frente hasta alzarse de puntillas ante su atenta mirada y retrocedió instintivamente, pero solo sintió el frío contacto de la puerta metálica. Gruñó con fastidio al saber que estaba acorralado.
Con la determinación colmando sus ojos hizo contacto visual con el ojidorado. Quería que la viera a ella. Que su mirada hablara por ella mejor de lo que podía hacerlo con las palabras. Tomó firmemente el pulcro uniforme de su compañero y, de una vez, juntó sus labios con los del chico que, hasta hace unas semanas, era su peor pesadilla... Y hoy su más codiciado sueño. Lo sintió tensarse y tener intenciones de apartarla, pero no se dejó intimidar. Terminó de apegar aún más sus labios contra los suyos hasta que sus respiraciones se mezclaron. Tuvo ganas de reírse al sentir las mariposas revolotear en su vientre dándole una agradable sensación de nerviosismo que rayaba en la euforia.
Inuyasha, por su parte, estaba tenso y temblando ligeramente. Tenía a la azabache frente a él, posando su boca sobre la suya en una caricia íntima y sutil. Mantenía los brazos de ella fuertemente apretados entre sus manos. Como si su cuerpo quisiera apartarla, pero su mente se negara a hacerlo. Estaba seguro de que le quedaría una marca violácea al día siguiente, pero su compañera parecía perdida en ese beso que había osado robarle y el dolor no estaba ni siquiera entre las primeras cinco prioridades de su lista.
No estaba en sintonía consigo mismo. Su cuerpo clamaba espacio, privacidad, alejarse de esa mujer que solo le había visto la cara y pretendía burlarse a expensas suyas; su mente, por otro lado, le pedía un minuto de ventaja. Que esperara, pero... ¿Que esperara qué?
La pequeña lengua femenina se paseó sobre sus labios con cariño, la sintió apegarse aún más a su cuerpo pidiéndole que la abrazara. Pudo sentir claramente el corazón de Kagome retumbando en su pecho, haciendo reaccionar al suyo propio. ¿Desde cuándo tenía el pulso tan acelerado? ¿Taquicardia? Posó los ojos con fastidio sobre la chica frente a él, la misma que parecía no tener intenciones de irse y se abría con confianza de la misma manera en la que él lo hizo alguna vez. Su instinto le decía una cosa, su cabeza otra y su corazón, por primera vez, habló fuerte y claro. Dándole un único mensaje: dejarse llevar.
"Y, para mi próximo truco, necesitaré que me beses y haré aparecer mágicamente mariposas en tu estómago."
La tomó posesivamente de la cintura sin saber del todo si eso estaba bien o no y con una de sus manos alzó el mentón femenino para corresponder tras interminables segundos de quietud. Kagome abrió los ojos al sentir algo cálido querer introducirse en su boca y, con cariño, abrió sus labios para él. Dándole la confianza y trato que debió darle desde un principio. Sin darse cuenta ambos estaban sonriendo, uno por el alivio de haber recuperado a la chica de la que se había enamorado en línea y otra por encontrar las fuerzas para hacer de ese inusual romance una realidad.
Y, con la rendición final de Inuyasha, todo pareció esfumarse. Las inseguridades, la incertidumbre y el dolor de cada uno de los jóvenes pareció irse entre suaves chupeteos y mordidas juguetonas que le dedicaban a su enamorado "misterioso", ya no tan misterioso. Sus bocas se habían fundido con tal perfección y desesperación que pronto se quedaron sin aire. Kagome se apartó apenas unos centímetros para tomar una gran bocanada de aire y, sin importarle lo rojos e hinchados que estaban sus labios, se abalanzó nuevamente sobre el dueño de aquella boca que, había descubierto, poseía un sabor endemoniadamente adictivo. Sin embargo, una gran mano se apresuró a cubrir parte de su rostro para evitar que volviera a besarlo.
—¿Qué? —Preguntó con desesperación. Ahora que había probado aquella dulce miel, no deseaba pasar otro segundo alejada de su fascinante sabor.
—Necesito saber... —Tomó aire. Su mente daba vueltas y no tenía tiempo para eso. Necesitaba recomponerse y ser claro— Necesito saber que no te irás.
—¿Eh?
Había pasado demasiadas noches atormentándose con el paradero de la joven frente a él, preguntándose si había hecho algo mal o si siquiera volverían a hablar algún día. Y ahora que la tenía allí, no deseaba dejarla ir nuevamente.
—Necesito saber que no volverás a ignorar mis mensajes, ni mis llamadas. Que vendrás a la escuela y me mirarás con el mismo amor con el que me miras ahora —porque sí, su mirada destilaba amor hacia él de la misma manera en que su corazón parecía desfallecer por ella—. Que no desaparecerás, ni fingirás que nada de esto ha pasado. Necesito saber...
—Entiendo —interrumpió y con sumo cariño cogió la palma masculina para que acunara su mejilla, transmitiéndole así su propio calor.
El ojidorado debía saber que esta vez era verdaderamente correspondido. Sin peros, sin miedos, sin tapujos. Y, aún si había temores de por medio, los atravesarían juntos. Sostendría su mano, la misma que seguía acariciando sutilmente su rostro, y le demostraría día a día que aquella decisión era definitiva y que no se arrepentiría de haber dado aquel paso que, para su casi nula valentía, parecía más bien un salto inmenso.
—No, no me iré —afirmó con una sonrisa que lo deslumbró y lo hizo corresponder con una sonrisa igual de eufórica—. Me quedaré para siempre.
—Así me gusta.
Y esta vez fue su turno de iniciar un nuevo beso. Estrechando con inmensa felicidad el pequeño cuerpo de la colegiala contra el suyo propio. Los labios cándidos le dieron la bienvenida nuevamente y con mayor apremio que la vez anterior, haciéndolo sonreír en medio del beso al percibir la juguetona lengua femenina intentando colarse en su boca para así profundizar aquella íntima caricia. Ninguno deseaba perder el tiempo. Los problemas habían sido solucionados con ese simple roce iniciado por la colegiala y muy poco les importaba ahora quién había ignorado a quién. Todo lo que deseaban era poder disfrutar del calor del ser amado, ese que ahora les correspondía con todo el cariño que sus inexpertos cuerpos podían llegar a sentir.
._._._._._._._._._.
Mientras Kagome se arreglaba los enmarañados cabellos y disfrutaba de la suave brisa que la azotea le brindaba, junto con aquella asombrosa vista panorámica, pudo escuchar claramente la forma en que una melodía familiar parecía inundar el ambiente. Sintió un calor a su lado y Kagome sonrió con entusiasmo al saber que todo había vuelto a la normalidad y, al mismo tiempo, era completamente diferente.
—¿Quieres... Jugar? —Inquirió el ojidorado mientras enseñaba su celular, sonriendo por primera vez con sinceridad y confianza.
—Estaba esperando que lo preguntaras.
Inuyasha había resultado ser el mismo chiquillo que la había enamorado con la única ayuda de un videojuego de segunda mano, sin conocer su rostro, ni su apariencia o siquiera su verdadera voz. A pesar de que una pantalla los dividía, habían conseguido unirse aún más que en la vida real donde difícilmente intercambiaban algo más que insultos o empujones.
—No me malentiendas. Dije que no sería lo mismo, pero eso no quiere decir que de ahora en adelante no pueda ser mejor.
Sonrió para sus adentros mientras entraba en la aplicación y apoyaba tímidamente su cabeza en el hombro masculino a su lado. Desearía haberle hecho caso a Sango desde el principio. Habría compartido más tiempo con Inuyasha, más tardes, más almuerzos, más juegos y montones de sonrisas más. Rio pícaramente al darse cuenta de que, de paso, podrían haber compartido más caricias, ¿por qué no? Se acurrucó aún más contra su compañero y aspiró disimuladamente el aroma varonil que desprendía su uniforme. Se aseguraría de nunca más volver a perder el tiempo, lo aprovecharía al máximo.
Sí, el amor es un juego donde pierde aquel que se enamore primero y, por desgracia, tanto Inuyasha como Kagome no supieron lidiar con los encantos de su contrincante. Resultando así en un fulminante... Game over.
FIN
¡AAAAAAH! ¡LLEGAMOS AL FINAL! Perdónenme en serio por tanta demora, pero las razones las conocen de sobra. Realmente no sé qué haría sin su adorada comprensión c:
Ahora prosigo a seguir llorando porque no puedo creer que al fin terminé esto. Creí que este día nunca llegaría xD ¡¿QUÉ PIENSAN DEL FINAL?! Espero que hayan estado en vilo, hayan llorado un poquitín y que por sobre todo hayan disfrutado de la lectura al máximo. ¡SI NO ME LO DICEN, ME MATO! Ahre es que amo, amo, amo recibir sus comentarios. Gracias por seguirme en esta pequeña travesía, por alentarme, apoyarme y esperarme. Cuando hice esto no creí que fuera a recibir tantos comentarios, ni favoritos o seguidores. Realmente no creí que generaría tal revuelo en las redes como para que distintas páginas y autoras me recomienden. De solo pensarlo me pongo a lagrimear xD me alegro de haber llegado hasta aquí junto a ustedes con sus comentarios tan dulces, eufóricos y amorosos. Los leo a todos y cada uno de ustedes. Me han sacado sonrisas a montones con sus palabras, las mismas que guardo en mi corazón con inmenso amor.
Disculpen si no logré llenar las expectativas de algún lector, pero les aseguro que di lo mejor de mí y que continuaré creciendo junto a ustedes :D
¡GRACIAS POR TANTO Y PERDÓN POR TAN POCO! ¡Nos leemos pronto!
P.D.: No olviden seguirme en mi página de facebook —nombre en mi perfil— donde subo bobadas xD
15.4.21
