Day 5 - Free Day

~•~

— ¡Demonios, no soporto todo esto!

Un azabache muy alterado daba vueltas de un lado a otro en su habitación buscando miles de cosas para llevar en su maleta. La ropa que anteriormente estaba planchada y doblada guarda en su armario ahora se encontraba arrugada tirada por todos lados en la habitación.

Una castaña de cabello corto veía con desinterés como el hombre que tiene como mejor amigo se hacía mil pedacitos en tratar de calmar sus nervios.

— No he sabido nada de Ryomen Sukuna durante diez largos años y, de repente tengo que volar al otro lado del mundo para... — el hombre no continuó con lo que trataba de decir al cambiar repentinamente de tema — ¡No tengo la suficiente madurez para esto!

— Meg... — intentó llamar la mujer que se encontraba sosteniendo alguna de las prendas de su amigo.

— Si el hombre no me pusiera los nervios de punta, aún seguiría casado con él. — continuó hablando el azabache sumergido en su pelea consigo mismo. — Decidimos hacer este acuerdo, de modo que nunca más volviéramos a vernos.

A la castaña le divertía la escena; megumi aún en pijama y pantuflas, con una cinta en su cabello y una mascarilla en su rostro caminaba de un lado a otro con esos nervios a flor de piel.

Recapitulemos.

Hace más de diez años, Megumi Fushiguro y Ryomen Sukuna habían contraído matrimonio en una gran celebración. Todo parecía ser perfecto; un matrimonio feliz, amoroso, un hogar lo suficientemente grande para su comodidad, trabajo estable, y dos hermosos niños concebidos.

Megumi dio a luz a los gemelos Ryomen-Fushiguro. Una pareja de hermosos bebés de cabello rosa pastel como los de su padre, uno de ellos; el varón con ojos avellana, y la nena nacida con heterocromía compartiendo un bello azul y verde en cada ojo. Su familia no podía estar más completa.

Pero el tiempo pasó y cuando los bebés cumplieron dos años de nacidos: Megumi y Sukuna se divorciaron.

Fue un día lluvioso en el que ambos explotaron con su indiferencia, se pelearon diciendo las cosas más hirientes que llegaron a decir el uno del otro, rompiendo en miles de pedacitos el corazón que con tanto esfuerzo se habían empeñado en construir. Ese día Megumi tomó sus cosas y junto a uno de sus bebés, tomó el primer vuelo que la alejara para siempre de ese lugar al que llamaba hogar. Dejando a un Sukuna destrozado con el otro bebé en sus brazos.

Lo había dejado ir, y no hizo nada para detenerlo.

Hubieran seguido con sus vidas con regularidad como habían acordado cuando firmaron los papeles de divorcio. Pero debido a que ambos niños eran muy inteligentes, no contaron que habían ganado una beca para ser enviados como alumnos de intercambio en medio de sus mundos, jamás se imaginaron que sus niños se conocerían.

Yuji y Sana se conocieron en la academia jujutsu un día que se había organizado un amigable partido de béisbol contra los alumnos de la academia competidora.

Los gemelos se hicieron inseparables en cuanto se conocieron, no creyendo que había alguien igual a ellos en el mundo, completamente emocionados. Lo que los llevó a la curiosidad de descubrir el motivo del porqué sus padres se separaron. Creando un muy audaz plan de investigación para conocer al padre faltante a la vez de intentar buscar el motivo de su separación.

El plan de los gemelos Ryomen-Fushiguro pudo salir con éxito, de no se que no contaban con que su papá Sukuna había conocido a alguien más.

Creando un nuevo plan para que sus padres se reencontraran con la intención de volver a juntarlos.

Lo que nos lleva a la situación de ahora.

— ¿Qué tal si no me reconoce? — se escuchó un sonido seco cuando Megumi soltó al suelo las perchas en donde colgaba más ropa — No, no me respondas eso.

— No es como si me lo pidieras entonces. — contestó la mujer comenzando a desesperarse.

— Yuji dijo que era... — Megumi suspiró casi de forma risueña ignorando por completo lo que su amiga dijo — atractivo. Recuerdo que era encantador, tenía una mirada que me ponía de rodillas, imagínate.

Su amiga rodó los ojos al comprender lo que quiso decir.

— Mirame, Nobara, ¿alguna vez me viste así? — se señaló así mismo con la intención de despejar su mente.

— La verdad-

— No, tampoco me respondas eso.

Nobara bufó molesta.

En eso, un joven niño de diez años entra a la habitación completamente arreglado y listo para cuando el taxi viniera a traerles para llevarlos al aeropuerto. — Ya estoy listo, papá.

— Eh, también yo, cielo... — Yuji notó el nerviosismo en su padre, luchando con todas sus fuerzas no reírse. — Casi.

— Papá, tu maleta está casi vacía.

Los tres en la habitación dirigieron su mirada a la valija que efectivamente no llevaba mayor cosa que un par de jeans y una sudadera. Megumi sintió sus mejillas arder.

— Lo siento, eh... — sus manos habían comenzado a sudar — ¿Hablaste con tu padre, mi cielo?

— Claro, acabo de colgar de hecho — mentira — me dijo que está ansioso por verte.

Megumi sonrió tan radiante y risueño que incluso sus ojos brillaron a la ilusión. — ¿Ansioso como si estuviera confundido, o ansioso porque realmente quiere verme?

Nobara fulminó a Yuji con la mirada, este en cambio sonrió al conseguir engañar otra vez a su padre.

— Loco por verte.

El azabache sonrió más.

— Dijo que nos reuniremos mañana a medio día en el hotel. — otra mentira.

— ¿Por qué no vas por los boletos del vuelo y me esperas en la puerta mientras terminó de empacar mis cosas.

— Claro. — asintió su rayito de sol cuando se giró para irse.

— Te crecerá la nariz de Pinocho — acusó Nobara cuando se dirigía a la puerta.

Yuji la fulminó con la mirada mientras le decía que callara. Megumi no se dio cuenta para nada.

— Nobara — llamó el azabache a su amiga que competía mirada con su hijo — Tengo una petición que podría sonarte infantil y ridícula, pero crees pod-

— ¿Acompañarte en el viaje para apoyarte en ello?

— ¿Lo harías? — la castaña no pudo negarse — ¡Muchas gracias! Tu sabes que eres más que una amiga, eres como una hermana para mi.

— Por supuesto, después de todo quiero ver en vivo el drama. — confesó dejando de lado las prendas que cargaba — y como buena hermana que soy te aconsejaría que si yo fuera a ver a mi ex, después de diez años y si tuviera ese cuerpazo que te traes... — Nobara fue hasta el fondo de su armario en una búsqueda que seria de ayuda — Usaría esta arma mortal. — Nobara extendió uno de sus trajes negros con chaleco igual de negro y camisa de manga larga gris que envolvía como guante su cuerpo. — Lo hará garras.

~•~

De todas las cosas que imaginó su reencuentro, jamás imaginó ver a Sukuna tomar el elevador del lobby con el cuerpo de alguien más entre sus brazos acariciando la espalda descubierta de la persona.

Megumi de forma espontánea le sonrió saludandolo con una mano. El hombre completamente sorprendido y pálido se le quedó viendo moviendo su cuerpo cuando la puerta del elevador comenzaba a cerrarse. No creyendo lo que sus ojos rubíes veían.

— ¿Mami?

Megumi giró a donde escuchó el llamado, encontrándose con esos bellos ojos heterocromáticos, su hermosa niña lo veía con preocupación.

— Sana, mi amor... — su corazón latino fuertemente cuando atrapó con sus brazos a su hermosa hija en un cálido abrazo que fue correspondido de forma inmediata — Estás tan hermosa.

— Me da mucho gusto al fin verte — su dulce hijita aún seguía abrazada a él fuertemente.

— Estoy aquí ahora, querida. Perdóname el haberte abandonado, nunca más voy a volver hacerlo.

— Está bien, mami. — la niña se separó levemente para verla de frente — No te tengo ningún rencor.

Megumi sonrió ampliamente al escucharla. Dios... habían tantas cosas que hizo en el pasado de lo que realmente se arrepiente ahora. Entre ellos; el haber abandonado a su niña con su padre sin mirar atrás, el de ocultarle a Yuji la verdad sobre su familia, o... haber abandonado y romper el corazón de Sukuna.

Todo fue su culpa.

— ¡Sana! — un llamado agudo llamó la atención de la chica cuyo cabello es igual al de su padre. Quien la había llamado era un joven de cabellos blancos y punteadas de rojo. — No vuelvas a separarse así de mi, si su padre se llega a enterar, no cabe duda de que va a matarme.

— Está bien Uraume, no pasa nada. Es más, te presento a mi mamá. — la pelirosa señaló al azabache atrás. — Mami, él es Uraume, la persona quien cuidó de mi desde que era pequeña.

— Es un placer conocerlo, señor Fushiguro-san. — saludó educadamente el muchacho con una amable sonrisa

— El placer es mío — respondió Megumi, Sana se separó de él para ir al lado del muchacho. — Sana, mi niña, ¿Por qué no van a su habitación y los veré a la hora en que acordamos? Te mandaré a Yuji si quieres.

— Claro ma' — asintió la niña notando un aura entristecida en su progenitor — Papá muere por verte.

Sana no lo dijo con mala intención, lo dijo en un intento para que se emocionara, sin embargo, no contó con ese fugaz encuentro en donde el azabache vio a si ex con alguien más, específicamente una mujer. Megumi se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando.

— Claro.

Cuando finalmente se encontraron todos juntos, el pelirosado mayor llegó todo empapado. La causa fue que se distrajo cuando vio a lo lejos a quien consideraba el amor de su vida bajar las escaleras del hotel, tropezando con uno de los empleados, cayó de espaldas a la piscina con todo y traje negro que llevaba puesto.

Su prometida; Mei Mei, llegó tiempo después, presentándose de la forma más amable que Megumi jamás pensó que lo haría. Ella era bonita, su cabello albino atado en una trenza que caía por su espalda descubierta por su vestido negro. Alguien tan bonita y agradable, ella era todo lo que le hacía sentir inseguro.

Los gemelos tenían todo fríamente calculado, sabían que el incómodo encuentro entre su madre y madrastra con su padre pasaría, por lo que tomaron de excusa salir a cenar solamente los cuatro como la familia que eran. A Mei Mei le pareció justo, y no dijo absolutamente nada.

— ¿Cómo has estado Meg? — el primero en hablar fue el mayor, no mentiría que se sentía un poco nervioso. El azabache desvió su mirada avergonzado, recordando que Sukuna le llamaba así cada mañana que despertaban juntos. — Lo siento, ¿debo llamarte mejor Fushiguro? — cuestionó al sentir incómodo a la persona sentado frente a él.

Ambos sentados frente al otro en la mesa que sus hijos habían reservado en un barco exclusivo para ellos. Obviamente fue el abuelo de los gemelos quien hizo el gasto, cómplice de los audaces jovencitos. Quienes con más audacia, no van a cenar con ellos con la excusa de que se aburririan escuchándolos hablar cosas de adultos. Obviamente una estratégica mentira.

— Está bien, llámame como más te sientas cómodo.

Sukuna asintió suavemente, fijándose más en el rostro del hombre. Megumi llevaba puesto un traje negro con chaleco del mismo color, y una camisa gris de mangas largas, el traje le quedaba tan bien. Apreció cada uno de sus rasgos faciales, sería un vil mentiroso si dijera que sigue igual de hermoso a como cuando lo conoció. Esa piel tan blanca como la nieve, y suave como los pétalos de una rosa, su cabello tan oscuro como las alas de un cuervo, esos ojos tam azules que aún podía sentir sumergirse en ellos. Sin embargo... notó el aura entristecido en él.

Oh...

— Estoy realmente sorprendido, después de todos estos años, nos reencontramos de una forma un tanto peculiar.

Megumi sonrió levemente, peculiar, claro.

— No me sorprende viniendo de los niños. — respondió el azabache jugando con la copa de vino entre sus dedos.

Sukuna rió suavemente imitando la acción, se sentía nervioso, tal y como lo hacía cuando tuvieron su primera cita.

Luego de un momento con un silencio que se podría cortar con un cuchillo, Sukuna carraspeo para ser el primero en hablar.

— ¿Podemos hablar de lo que pasó? — el pelirosa trató de estar lo suficientemente serio para hablar con madurez.

— No hay nada de qué hablar. — mentira — Ambos éramos muy jóvenes e inmaduros, no pensábamos en lo que decíamos.

— Aún me duele la cabeza desde que me lanzaste ese reloj. — intentó bromear el más alto con aquel acontecimiento, se arrepintió de inmediato cuando el azabache se puso aún más serio.

— Lamento eso. — continuó el azabache entrelazando sus dedos en la copa, donde podría seguir un bonito anillo de matrimonio en su dedo anular. — Yo solo... tomé el primer avión que me llevara lejos, no importando hasta donde iría. Incluso volteé varias veces hacia atrás con la ilusión de verte en el aeropuerto para impedir que me alejara de ti. — la tensión en ambos se podía sentir de forma abrumadora — Pero no fue así, tú no fuiste por mi.

— Estaba en shock, a la vez que molesto. No pensé que querías que lo hiciera. — contestó con completa sinceridad el mayor.

Cielos, aún duele.

Megumi suspiró, sintiendo una presión en su pecho, por alguna razón, esperaba escuchar otra cosa. — Eso no importa, solo... continuemos con la noche y resolvamos la situación con los niños.

Ahora fue Sukuna que sintió una punzada en su pecho. — Claro, será como tú digas. — aceptó cuando el azabache dio por finalizada "esa" conversación.

Que desperdicio de tiempo.

~•~

— Entonces Sana te visitará para navidad. — comentó Sukuna que terminaba de firmar su su estadía en el hotel.

— Y Yuji pasará las pascuas contigo. — respondió Megumi firmando lo mismo que él.

El acuerdo fue simple: seguir con sus vidas de siempre, a excepción que los gemelos viajarían cada cierta temporada del año para quedarse con su hermano y padre, y viceversa. No estarían juntos los cuatro.

Al terminar el papeleo, escucharon la campana del elevador en el hotel, ambos voltearon a ver si sus hijos ya vendrían con sus maletas, pero fueron sorprendidos al verlos vestidos tan casual como para tomar un avión.

— ¿Por qué están vestidos así? Estamos por tomar un avión, vayan a cambiarse. — el primero en llamar la atención fue Megumi.

— Mamá, Papá... — Sana se llevó sus manos hacia atrás viendo con diversión a sus padres — Lo pensamos muy bien, y llegamos a conclusión que nos tomaron por el pelo. Papá mencionó que antes de que sus vacaciones terminaran, quería que fuéramos a Shibuya a pasar unos días ahí, y hemos tomado la decisión de querer ir juntos.

— ¿Qué?

— ¿De qué hablas, jovencita? — Sukuna exigió respuesta al ver a Megumi comenzar a molestarse.

— Una vez al año, organizas un viaje en alguna ciudad del país, y hemos decidido que queremos ir juntos.

Megumi frunció más el seño cruzándose de brazos. — Niños, no estoy para juegos. Así que van a ir a cambiarse y me llevaré a uno de ustedes aunque sea a rastras.

— Niños, obedezcan, — Sukuna un poco más calmado intento ablandar la situación — Van hacer que su madre pierda el avión.

— ¡Ryomen! — alzó la voz el de ojos azules en protesta.

— ¿Sí? — tanto los gemelos como Sukuna respondieron al llamado.

A Megumi comenzó a darle jaqueca.

~•~

Casi pudo salir exitoso el plan de los gemelos, pero no contaron con que Meguni invitaría a Mei Mei al viaje en su lugar. Meguni sabía lo que hacía, pudo sacarse el clavo sin ningún problema, en cambio los que se fueron molestos fueron ambos niños que no tuvieron de otra y se fueron junto a su padre y futura madrastra hasta shibuya en donde se quedarían por los últimos cuatro días.

Mei Mei no es una mala persona, al contrario, solo era alguien seria. No tardó en notar a su prometido más serio de lo habitual, incluso preocupado. Constantemente iba a vigilar a sus hijos en su habitación compartida, a la vez que veía frecuentemente su teléfono, en la espera de algún mensaje o llamada.

Ella se dio cuenta.

La albina se dio cuenta de cómo Sukuna cambió cuando volvió a ver a Megumi, incluso pudo notar ese brillo especial en sus ojos cada vez que lo veía.

— Sukuna. — llamó la mujer al hombre recostado en la cama a su lado. Era casi media noche, los gemelos estaban profundamente dormidos, el momento ideal para poder hablar.

— Dime...

— Cancelemos el compromiso.

¿Qué?

Ryomen se levantó de la cama quedando sentada sobre esta, encendió la luz de la mesa de noche volteando de forma muy sorprendida a la mujer a su lado que lo veía con completa normalidad.

— ¿Qué dijiste?

Mei suspiró imitando la posición del hombre — Voy a ser sincera. Tú no me amas.

— No digas estupideces, Mei. — Sukuna tomó su cabeza entre sus manos inclinándose sobre sus piernas. — Sí te quiero.

— Exacto, me quieres. Más sin embargo, no me amas. — explicó la mujer con completa normalidad. — Tú aún lo amas a él.

La mujer extendió su mano izquierda, quitándose de su dedo anular, el anillo que afirmaba su compromiso, tomando las manos del pelirosa, devolvió el anillo.

— Ahora ve por él, y para nada en el mundo lo vuelvas a dejar ir.

Sukuna estaba confundido.

~•~

El compromiso de Sukuna y Mei Mei se había acabado para siempre, fue el mismísimo Ryomen que lo informó cuando volvió solo con sus hijos del viaje.

Lo que más sorprendió al hombre, fue que no se sintió mal ni triste, se sentía... bien. Eso no significaba que le diera igual lo que pasara con Mei Mei de ahora en adelante, pero tal vez, y solo quizás... sólo era una verdadera compañera, sólo eso.

Unos días pasaron llegando a la última noche en dónde su ex esposo e hijo se encontrarían en su hogar, el acuerdo ya había sido decidido, y sin que él quiera, terminó respetando la decisión del muchacho que aún lo ponía nervioso.

Ahora se encontraba en el patio trasero fumando un cigarrillo viendo el cielo estrellado. Su camisa holgada de color marrón se menea levemente con la corriente nocturna de aire, sus jeans negros en sus piernas. Pensando en lo que realmente debería hacer.

— Hola

Escuchó a sus espaldas, Megumi se acercó tímidamente a su lado, con la curiosidad de saber qué hacía ahí a esta hora.

— Hola — contestó Sukuna tomando por última vez de su cigarro antes de tirarlo al suelo y aplastar la punta. — Te creía dormido.

— Insomnio.

Megumi se colocó a solo unos centímetros de distancia a su lado, viendo atentamente las estrellas. Sukuna apreció lo hermoso que se veía con la luz de la luna golpeando su piel.

— Los niños por fin se durmieron cuando pasé por su habitación antes de salir aquí. — informó el azabache cruzándose de brazos. — Esta vez verifique si realmente lo estaban.

Sukuna comenzó a reír a recordar los últimos días en donde los gemelos aparentaban estar dormidos cuando realmente se escapaban para espiarlos al afirmar que nadie los veía.

— Me pregunto de dónde habrán sacado tanta audacia. — respondió de forma sarcástica el pelirosa, consiguiendo una hermosa risa por parte del contrario.

— A mi no me mires, lo intenso lo sacaron de ti. — las mejillas de Meguni comenzaban a colorarse al reír. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, y realmente se siente bien.

Pasaron un momento platicando y riendo de las cosas que sus inteligentes hijos habían hecho con anterioridad, sin darse cuenta de cómo sus cuerpos lentamente comenzaban a acercarse más poco a poco.

— Siento lo de Mei. — Megumi llevó una de sus manos a su nuca con pesar — En parte fue mi culpa que anularon su compromiso.

— No, no es así. — Sukuna de inmediato lo tomó de los hombros — No tuviste nada que ver en ello, ya llevábamos un tiempo distanciados.

— Aún así siento que debo disculparme. Después de todo he sido manipulado por mis propios hijos.

Sukuna suspiró esbozando una sonrisa, no se dio cuenta de cómo su mano iba acercándose a la de su ex esposo.

— Con respecto a ellos... — mencionó en un intento de buscar otra solución, su mano estaba a punto de entrelazarse con la de él.

— La decisión está tomada. — Megumi separó de él al darse cuenta de lo que intentaba. — Además sería incómodo estar viviendo con unos padres que ya no se quieren.

Eso dolió.

"Nunca dije que había dejado de hacerlo..."

Sukuna dejó caer su cabeza, desilusionado. Megumi en cambio apretó las manos contra su pecho en cuanto lo dijo. Sus sentimientos se veían sumergidos en un tsunami. Sintió sus ojos humedecerse, realmente la herida sigue abierta.

— Que descanses. — fue lo último que dijo el azabache hasta regresar corriendo a la casa a encerrarse a su habitación.

Otra vez, abandonó a Sukuna, quien lo veía perplejo sintiendo otra conocida punzada en su pecho.

~•~

La lluvia caía a mares azotando fuertemente el piso que golpeaba. Un niño de cabellos rosados se aferraban fuertemente a su padre quien lo tenía fuertemente agarrado en sus brazos en un nostálgico abrazo. Una niña con las mismas características hacía lo mismo con su madre.

— Ya está todo listo. — Nobara informó momentos antes de subirse al taxi a esperar a su amigo y sobrino.

Yuji y Sana se dirigieron juntos y abrazados al taxi, en donde la niña se despedía de su hermano.

Adiós. — susurró la apagaba voz del azabache cuyo rostro estaba lleno de tristeza.

— Cuídate. — respondió el pelirosa mayor depositando un beso en la mejilla del contrario.

Megumi quedó esperando algo por un segundo, al no recibir nada al respecto, tomó una sombrilla y se fue corriendo dirección al taxi. La punzada en el pecho de ambos hombres comenzaron a doler.

Sana regresó corriendo a los brazos de su padre despidiéndose de esos seres tan queridos.

Otra vez, se habían ido, se fueron. Y no había hecho nada para impedirlo.

~•~

Cuando volvieron a su hogar, todo seguía tal y como lo dejaron. Nobara siguió de largo en el taxi para regresar a su casa. Quedando finalmente Megumi y Yuji solos. Yuji estaba decaído, su alegre mirada se encontraba apagada, Megumi estaba listo si su hijo lo llegara a odiar por separarlo nuevamente de su hermana y padre.

Vamos a estar bien.

Un sonido proveniente de la pequeña oficina que tenía Megumi en su casa llamó la atención de ambos. Un tanto austados al pensar que algún extraño había entrado a robarles. Grande fue su sorpresa al encontrarse con una hermosa niña de cabellos rosados sentada en la silla del escritorio.

— ¡Hola mami! — saludó la pequeña con normalidad — ¿Sabías que existe un avión que te trae a la mitad del tiempo? Es muy cool.

— Si, había escuchado algo de eso...

— ¡Sana! — Yuji corrió a abrazar a su hermanita — ¿Qué haces aquí?

— Después de que se fueran, nos tomó un par de minutos darnos cuenta que no queríamos volver a perderles. — explicó la pelirosa cuando Yuji por fin la soltó.

— ¿Darnos?

Sana desvió su mirada a una de las esquinas de la habitación, tanto Yuji como Megumi siguieron su mirada, el azabache estaba perplejo.

Sukuna está ahí.

— Cometí un fuerte error en el pasado — Sukuna fue acercándose lentamente al azabache quien había comenzando a temblar — Haberte perdido una vez fue doloroso, no quiero una segunda vez.

Se acercó lo suficiente a él hasta dejar una centímetros de distancia.

— No quiero volver a equivocarme, no importa cuán fuerte seas.

Megumi no pudo contener sus emociones dejando salir esas lágrimas que llevaba mucho tiempo contrayendo.

— ¿En serio me crees capas de olvidar todo lo que pasó? ¿Que de no ser por los niños y su viaje de intercambio tú y yo jamás nos habríamos reencontrado? ¿Que después de todo esto, seguiremos juntos criando que nuestros hijos como siempre debió ser? — Megumi comenzó a sollozar sintiendo como su cuerpo temblaba más, Sukuna se acercó lo suficiente — ¿Esperas que me lance a tus brazos a besarte diciendo lo mucho que aún te amo? Porque todo lo que dije es cierto, sin embargo yo-

Las manos del más alto tomaron las mejillas húmedas del chico sollozando. — Aún te amo, Fushiguro Megumi. Te amo tanto que no podría soportar dejarte ir de nuevo. Estoy aquí por ello. Porque quiero volver a estar a tu lado junto a nuestros hijos como la familia que siempre debimos ser.

Yuji y Sana veían emocionados que sus padres. Yuji incluso estaba comenzando a llorar de la emoción.

— También quiero eso, yo-.

Sukuna no dejó terminarlo lanzándose a su boca para besar esos labios que tanto había extrañado. Es cierto, eran muy jóvenes para cuando se casaron, sin embargo aún se amaban, era su orgullo lo que impedía mantenerlos juntos. Megumi rodeó el cuello del pelirosa con sus brazos profundizando el beso que Sukuna había comenzando, ya no importando si los gemelos los veían. Lo único que querían era seguir devorando esos labios que siempre les pertenecieron.

— ¡Genial, lo logramos! — Sana se dejó caer emocionada al suelo en donde Yuji momentos antes había caído.

Ambos padres se separaron para sonreírse antes de volver a besararse uniéndose en un abrazo que ya habían olvidado como se sentía durante todo este tiempo.

Volverían a empezar desde cero, esta vez, conociéndose mejor.

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Sip, me inspiré en juego de gemelas :D