Aquella mañana, el sol de primavera no quemaba la piel como normalmente debería hacerlo; aunque como bien dijo Shaka, en verano es cuando uno puede aprovechar para no hacer nada y broncearse.
El rubio aún tenía algunos meses para pensar en sólo trabajar, justo como ese día, en el que se encontraba bastamente ocupado, envuelto entre los papeles que tenía en la mesa y que revolvía con ansia, y a veces, un poco de desesperación. Milo le contemplaba con una sonrisa divertida, escuchándole murmurar maldiciones o palabras de alegría, según su suerte.
- Este caso es muy difícil. - Sentenció dándose por vencido. Permitió que su cuerpo se desparramara en forma indebida en la silla, antes de retomar su postura aristócrata y beber lo último que le quedaba de café. - Creo que consultaré a mi asesor. Quizás él pueda sugerirme algo - Pensó en voz alta, limpiándose los labios con una servilleta.
- Eso mismo te aconsejé la semana pasada, recuerdas? En vez de asistir a la fiesta de tu 'peor es nada' debiste aprovechar la visita de Shion en Londres para pedirle un consejo
- Dos puntos que te voy a aclarar, Milo. En primer lugar, Mu no es nada mío. En segundo, cuando a la fecha me has visto dejar una reunión tan importante por mi trabajo?. Te recuerdo que no lo hago por necesidad, es un pasatiempo. Siempre quise ser abogado y mi madre me animó mucho para hacerlo. Ella se volvió mi fuente de inspiración, aún cuando mi padre me amenazó y...
- Tuvimos que vivir juntos en la universidad - Acotó con fastidio su primo, como si no fuera la primera vez que escuchaba tan conmovedor discurso. Shaka agregó al notar su tono
- Creo que me voy a conseguir un biógrafo. Mi vida debe ser conocida por todos. - Milo se llevó una mano a la frente y negó varias veces con la cabeza, resignado. – En fin... - Se puso en pie y recogió sus papeles, mientras decía - Yo sé que para ti fue un placer compartir estos momentos conmigo...
- Uy si no sabes cuanto!
-... Pero, ya tengo que irme - Prosiguió sin hacer el menor caso a la burla de su primo, dio tres palmaditas en la corinilla de su cabeza y comenzó a caminar de vuelta a la mansión ya que habían decidido tomar el desayuno en el jardín.
- Es insoportable... - Murmuró el rubio rizado, de malas, bebiendo lo poco que le quedaba de café.
- Parece que alguien se levantó con el pie izquierdo - Una línea de perlas se asomó por los labios del muchacho, al escuchar aquél comentario. Pronto la entidad del galo se sitió a un lado de la mesa de jardín, luciendo una de esas playeras que dejaban sus brazos marcados a entera vista y una tenue sonrisa.
Hacía casi una semana de aquella confesión y desde entonces, él era el único que podía gozar de ese gesto o de algún tipo de comentario como el que acababa de escuchar.
No era un cambio completo, pero al menos era una pequeña abertura por la cual colarse hasta su corazón.
- Hola... - Se limitó a responder.
Era muy difícil saber quién se ponía más nervioso, si Camus con su problema heterosexual o Milo al pensar que no podía actuar más que a discreción.
- Te vas ya? - Inquirió haciendo reparo en la falta del usual traje que empleaba como guardaespaldas.
- Si, tengo que aprovechar al máximo mis tres días de descanso, y mi avión sale en dos horas - Contestó.
El pelirrojo había empleado como excusa que iría a una playa, cuando en realidad, tenía una misión muy importante en México y esperaba que el tiempo le alcanzara.
- Ya... - El rubio desconocía esa información, y aunque hubiera deseado acompañarlo, sentía que no era muy buena idea no despegarse de él o terminaría tomándolo como un acosador.
- Por cierto, quisiera pedirte un favor - El muchacho rizado le observó, intrigado. - Me gustaría recordar una de esas ocasiones en que nos vimos, si no te molestaría contarme... algo... - Milo permaneció un momento en silencio, rememorando aquellos datos.
- De acuerdo. - Le invitó a que tomara asiento en el lugar que Shaka antes había ocupado. - Te hablaré de una reciente. - Camus asintió. - Confieso que en ese momento no me acordaba de ti; habían pasado muchos años desde la última vez...
- Enserio?
- Si; pero todo a su tiempo. - Tomó un poco de aire. - Fue en Italia, hace como un año y medio, antes de que... - Hizo una pausa al percatarse de que estuvo a punto de hablar sobre su fallecida novia. Y si él no se acordaba que estuvo a punto de propinarle un golpe, en un momento de furor, lo mejor era sacarlo a la luz más adelante.
- Antes de...? - Interrogó el colorado al ver la pausa que había hecho.
- Antes de que mi primo y yo nos mudáramos a Londres, muchos meses antes. Lo importante es que salvaste mi vida - El galo se sorprendió por el comentario. Si se encontraron en Italia, lo más seguro era que Milo lo viera en una de esas tantas operaciones que hacía en nombre de la SD-6, lo cual pondría en peligro la existencia de ambos; aún más si Camus le había salvado la vida.
- Lo hice? - Preguntó disfrazando acertadamente su temor.
- Si. Verás... - Bajo un poco el rostro - Hace años yo también tuve un accidente... - sus párpados cubrieron sus pupilas mientras recordaba aquella tarde navideña. - ... En él murió la única figura materna para mi... - Al decirlo, la herida que creía suturada, sangró nuevamente, y las imágenes fueron más vivas que nunca, como si nuevamente se encontrara en el interior del carro, siendo testigo de cuanto ocurría; causando que las palabras no salieran tan claras como pretendía. - ... Fue en una persecución y... yo... aún... recuerdo el sonido de los disparos... los cristales rompiéndose... el tiroteo... la sangre de Shaka... a mí pensando que estaba muerto y tratando de ser fuerte... a ... ella... la hoja de papel... y... ella...ella...
- Milo, regresa. - Dijo Camus de pronto. El rubio abrió los ojos abruptamente, como si despertara de un mal sueño. Sentía el rostro empapado: la frente en sudor, las mejillas con lágrimas. Tenía al galo de cuclillas a un lado, con una mano sobre uno de sus propios puños cerrados y la otra en su pómulo diestro. - Parece que fue un trauma muy fuerte - El otro apretó los labios. Hizo una profunda exhalación y ambos esperaron a que se calmara.
- No tienes idea de cuantos médicos tuve que ver. - relató - Mi tío me creía loco. Mi 'coherencia' se la debo a mi primo, quien intercedió por mí y me sacó del hospital psiquiátrico al que fui confinado. - El galo bajó la vista. Él había pasado toda su vida en un orfanato, así que podía decir que comprendía un poco su padecimiento al permanecer encerrado; aunque los lugares eran muy diferentes. - Los Everett son todo lo que tengo. Estoy condenado a estar solo - Camus negó con la cabeza
- Eso mismo pensaba, Milo; pero tú me ofreciste una salida, una que aún no deshecho del todo... - Sonrió un poco y apretó las manos que sostenían las suyas - nos tenemos el uno al otro.
- Cierto... la soledad es una de las cosas que nos unen... - Y sin contenerse, agachó la cabeza hasta lograr rozar con sus labios los del galo, quien no rechazó el contacto aunque le había tomado por sorpresa. - Lo siento... - Se disculpó el rubio al percatarse de su error; pero el otro respondió: - Yo no. - su respuesta espontánea hizo sonreír al rubio. Volvió a tomar asiento delante del él, mientras que Milo se deleitaba al verle un leve carmín en sus mejillas.
- Continuaré - Dijo para que la sensación de incomodidad en Camus pasara. - Aquella tarde, yo estaba haciendo un movimiento bancario, cuando...
— — FlashBack — —
Llevaba varios minutos esperando que la transacción se efectuara, y sus ojos no paraban de contemplar el reloj, con apuro.
- Señor Belafonte, lamentamos el retraso... - Se disculpó el empleado bancario.
- No importa. Tienen los fondos o no?
- Si señor. Ya puede disponer de ellos en el banco de su elección, en Londres. - Milo se sintió satisfecho. El tiempo perdido bien valía la pena, si con ese dinero podían construir un futuro mejor para su primo y él sin la necesidad de depender del testarudo de su tío, el padre de Shaka.
Pasando cerca de la mesa donde él se encontraba, un pelirrojo se dispuso a salir del banco con un portafolio negro en las manos.
- Todo en orden, voy de salida - Comentó en voz baja, simulado acomodarse los lentes.
- "Perfecto. Nos vemos en la puerta."- Dijo una voz en su oído. El misterioso chico siguió caminando hasta que lo escuchó asustado. – "No puede ser! Sus hombres están aquí!" - Nuevamente simuló acomodarse los lentes.
- Qué pasa? No te estoy entendiendo...
- "Sal por el conducto de ventilación!. Repito. La salida frontal no es segura" - Camus no cuestionó tal orden. Dio la vuelta y comenzó a caminar por donde había venido, chocando por accidente con Milo.
- Disculpe. - Expresó el rubio. El francés hizo un movimiento negativo con la cabeza y trató de abandonar aquél lugar; pero en ese instante la puerta de entrada se abrió, dando paso a varios personajes encapuchados portadores de armas de fuego. Fue cuando el colorado entendió la preocupación de Kanon:
La KGB se había enterado de que en una de las bóvedas de ese banco, se encontraba uno de los tantos fragmentos del mapa, con la ubicación exacta de la cueva donde Hitler escondía su armamento mortal. Lo que ellos desconocían es que él lo llevaba en su maletín.
- "Camus, no permitas que se lo lleven"
- Como si fuera tan fácil evitarlo - Murmuró levantando las manos.
El sitio se había llenado de gritos y confusión. Y el pelirrojo sabía que sería muy difícil evitar que se llevaran el mapa.
- Todo el mundo al suelo! - Gritó uno de los hampones dando varios tiros al aire, provocando que las mujeres comenzaran a gritar, a la par que obedecían todos su petición.
- "Hay dos guardias de seguridad vestidos de civiles, tres policías en el primer piso y nosotros dos. Dame unos minutos y neutralizaré al que esta en la entrada, si puedes encárgate de los otros."
- Bien - Respondió el francés
- "Una cosa más. Activa el sistema de seguridad, eso hará que la policía venga..." - Camus oía las instrucciones de su amigo, cuando la voz de uno de los maleantes le hizo prestar atención a lo que ocurría dentro del banco.
- Dije que te agaches! - Era de uno de ellos, apuntando con su arma al muchacho con el que antes había chocado, quien ahora tenia la boca levemente abierta y los ojos desorbitados.
- Hazle caso. - Le rogó jalándole la manga de su saco; mas, el rubio permanecía allí de pie
- Miserable... - El francés notó, como si fuera en cámara lenta como su dedo presionaba lentamente el gatillo del arma; así que apoyó las manos en el piso, su peso en ellas y con una de sus piernas hizo que el maleante perdiera el equilibrio, cayera hacia atrás y disparara al techo, en tanto él se ponía de pie, se iba con todo su peso y fuerza sobre el rubio y le obligaba a ponerse tras un escritorio, en tanto los otros tiraban balazos en su contra. Aprovechando la distracción, los guardias vestidos de civiles tomaron sus armas y dispararon a matar contra los ladrones. Entre el combate, muchos de los que estaban en el banco se arrastraron hacia las bóvedas, otros se cubrieron tras los escritorios o columnas.
Camus, por su parte, trataba de hacer reaccionar al joven.
- Despierta. - Lo sacudió por los hombros pero no había caso.
- Tendrás que perdonarme por lo que voy a hacer - Y sin decir más, le propinó una cachetada que lo hizo volver en sí. Miró hacia todos lados, quiso salir de su resguardo, cuando el pelirrojo tuvo que abrazarlo para que se agachara y la bala que le rozó la cabeza, no le diera en la frente.
- No te das cuenta que estuvieron a punto de matarte? Despierta! - le reprendió. Se metió la mano en el saco y tomó su pistola, la misma que hizo reaccionar al rubio como un demente. - Tranquilízate! - Lo sujetó con fuerza por los hombros y le miró directamente a los ojos. - Tenemos que movernos, este escritorio no aguantará mucho.
- No! No lo haré! - Protestó el otro.
- Si quieres morir aquí, bien por ti. Yo tengo a alguien que me esta esperando en casa, no me puedo quedar aquí.
Los disparos habían disminuido, señal de que quedaban menos personas con vida. Incluso, él podría ser el único que pudiera 'defender' el banco.
- De acuerdo... - Dijo Milo con su respiración aún acelerada.
- En cuanto carguen el cartucho... bueno, cuando yo te de la señal gatearás hasta ese escritorio. Yo le daré la vuelta y te cubriré. - Apoyó la espalda en una de las patas, preparó su arma y notó que él cerraba los ojos, quizás para no entrar nuevamente en pánico. - Lleva contigo esto - Le pasó el maletín, que el otro abrazó con fuerza.
Tomó una bocanada de aire
- AHORA! - Mientras el muchacho hacía lo que Camus le había pedido, éste sacaba las manos, con la pistola, por encima del escritorio y disparaba a matar. Cuando notó que el rubio se encontraba seguro, junto con el 'paquete', agachó la cabeza, esperó a que el maleante dejara de tirar, se puso en pie y disparó el arma hasta quedarse sin municiones, mientras se lanzaba hacia el otro escritorio, lo volcaba, se apoyaba con las manos y nuevamente se resguardaba.
- No quiero morir... no quiero morir... - Repetía su acompañante.
- Y no lo harás. - Sacó un par de balas sueltas que traía en la bolsa de su saco. - Háblame de ti... - El otro le miró como si se hubiera vuelto loco. - Será la única forma de que no escuches los disparos. - Explicó.
Efectivamente. Uno de los temores más grandes de él, se debían a las armas de fuego, por eso se había quedado estático cuando los vio entrar.
Camus volvió a sacar las manos con la pistola y a tirar contra los maleantes. Ya sólo quedaban él y el guardia vestido de civil, junto con Kanon que no debía tardar mucho en llegar.
- So-y Mi-lo Be-bela-fonte... te-tengo.. veintiún... veintidós años... bueno... los cumpliré...
- Enserio? - Preguntó el galo ocultándose de las balas que parecían tener su nombre escrito en el casquillo. - Para cuando será tan grandioso evento? - Arremetió al contraataque
- En Otoño... mediados de Otoño... hum... creo que eso depende del país donde uno esté...
- Esa estuvo cerca... - Murmuró cuando una bala le pasó rozando la mejilla, enseguida se volvió al rubio. - Me parece que si... - Y cargó de nuevo su arma.
- "Camus, está neutralizado el sujeto de la puerta. Yo estoy por entrar" - Dijo Kanon
- Por qué demonios tardaste tanto? - Le cuestionó virando la cabeza hacia algún lado donde Milo no escuchara su conversación con el peliazul.
- "Olvídate de eso y usa tus lentes"
- OK
- ... Es un buen tipo; pero siempre me saca de quicio... - Seguía contando el rubio.
- Tu primo? - Inquirió el agente quitándose los lentes, mientras viraba la cara y le miraba a los ojos.
- Si... - Suspiró el muchacho, que le recordaba a alguien - Lamento aburrirte con mis cosas...
- Para nada. Aunque no lo creas, esta ah sido la mejor misión que eh tenido en meses
- Misión? - Preguntó al no captar correctamente. El colorado se maldijo mentalmente.
- ... eh... Cúbrete! - Ordenó rompiendo una de las patas de sus lentes. Salió de su escondite unos segundos, tiró hacia donde se escondían sus agresores, uno de los encapuchados le disparó, ocasionando que se fuera de espaldas con el brazo herido
- Estás bien? - Escuchó que el rubio le preguntaba; mas, el galo le abrazó con una pierna y con la extremidad buena, logrando volcarse y quedar sobre él, mientras el ruido de una explosión se escuchaba tras el escritorio.
Camus se levantó enseguida y corrió hacia los maleantes en el mismo momento que Kanon entraba por la puerta. Sometió a dos encapuchados, antes de ir en pos del tercero y hacerle una advertencia
- Dile a tu jefe que la próxima vez que se meta en nuestros asuntos, yo iré personalmente a terminar con él - Y le pegó con la pistola en la cara.
Por su parte, el pelirrojo disparaba hacia la alarma, atrayendo así a los policías. Vio de reojo la seña de su compañero para que abandonaran el lugar y quiso seguirlo, pero recordó al rubio tras el escritorio, por lo que corrió hacia él para comprobar su estado.
- No volveré a venir a este banco, ni a Italia... - Decía al mismo tiempo que se paraba y se sacudía la ropa.
- Me alegra ver que estés a salvo. - Le dijo el francés.
- Yo si... pero tú estás herido - Señaló su brazo.
- Iré a un hospital, no te preocupes. - Levantó el portafolio. - Bueno, fue un placer - Le dio la espalda y se dispuso a correr antes de que llegara la policía a hacerles preguntas que no podían responder.
- Espera. - Camus viró el rostro hacia atrás.
- No me dijiste tu nombre - El colorado no creía que fuera necesario decírselo; después de todo, había llegado hasta ahí con un alias, con el nombre de un importante empresario llamado Angello Menotti. Pero no quería mentirle... aunque no entendía porqué.
Se quedó un momento pensativo y luego concibió la idea de que tal vez jamás se volverían a ver, por lo que Milo no corría ninguna clase de peligro en saber su verdadera identidad.
Caminó hasta él con una sonrisa en los labios y se acercó hasta que pudiera escuchar lo que iba a susurrarle en el oído...
- Soy Camus Noiret - Y partió con el mapa.
El rubio no respondió nada. Para empezar, el nombre le era familiar, auque el apellido jamás lo había escuchado. En segunda instancia, aquella cercanía le dio mucho en que pensar...
— — EndFlashBack — —
- Aún no supero mi temor a las armas de fuego; pero lo creas o no, salvaste mi vida aquella tarde. - Terminó el rubio de contar con un suspiro y una sonrisa que el otro no supo descifrar.
- Me gustaría recordarlo... - Comentó clonando su misma exhalación.
- Bueno, ten en cuenta que perdiste la memoria. Según eh leído, para que una persona pueda recuperarla, tiene que estar en contacto con las cosas de su pasado. Si quieres puedo seguir contándote más; cuando tengas tiempo, claro. - El pelirrojo asintió.
- Estupendo. A mi vuelta seguiremos conversando. - Se levantó de la silla al mismo tiempo que Milo. - Nos veremos en tres días. - Le tendió la mano para despedirse. El otro se la tomó, pero en vez de sólo apretarla con afabilidad en signo de despedida, lo jaló hacia sí y lo estrechó con ardor.
- Cuídate... Te estaré esperando - Dijo en voz baja, con el temor de que el viento le arrancara aquellos vocablos, que sólo eran para él.
Los pómulos del galo comenzaron a arder. No emitió comentario; mas, correspondió el abrazo y se permitió sentir la paz que le otorgaba. Sus manos se colocaron en los antebrazos del rubio, el mismo que contorneaba su cintura con los brazos y deslizaba su mentón por el hombro, hasta perder el rostro entre su mata de fuego. Camus se hizo un poco hacia atrás, dejando que el otro experimentara una tortuosa lejanía, solamente recompensada por ese carmín en sus mejillas y un nuevo acercamiento, que le dio la llave buscada para volver a juntar sus labios.
Milo se apoderó de la carnosidad superior del galo, la retuvo entre las suyas y buscó hacer lo mismo con la otra, cuando abrió un poco la boca. Rozó ambos contornos rosados, los amó como lo había hecho en cada oportunidad concedida por el francés.
Camus correspondió su beso lentamente, sorprendido.
Al final suspiró y apoyó la frente en el hombro del rubio.
- Tengo que irme. Te veré en un par de días. - Y sin decir más le dejó.
Sabía que tendría ese tiempo para pensar un poco más, algo corto para cuanto necesitaba razonar; pero al fin y al cabo, un lapso suficiente que le ayudaría a descubrir cuanta falta podría hacerle.
