-Malditos-
Capítulo 5. Emboscada
Esa mañana, Charlotte se levantó muy temprano. Realmente no había podido dormir casi. Entre la tensión de la conversación con Yami en la que le había confesado cuándo y cómo empezó a sentir algo más por él y la expectación de la batalla, los nervios no la habían dejado descansar ni un momento.
Al mirarse al espejo, notó las facciones de su cara algo agotadas. Llevaba algún tiempo sin dormir bien, pero le molestó especialmente no haberlo hecho esa noche porque sabía que probablemente se avecinaba una batalla importante. Más bien, decisiva, y no solo para el Reino del Trébol, sino para ella misma también. Para cerrar de una vez por todas aquel capítulo que la estaba atormentando tanto.
Su cerebro no paraba de trabajar a todas horas. Desde que aquello ocurrió y se recuperó levemente, empezó a investigar en profundidad a Dark Blood, a realizar hipótesis de todo tipo y a pensar en el porqué del nacimiento de esa organización en ese preciso instante. En por qué tal especial atención a Yami y a ella.
Sin embargo, no había podido llegar a ninguna conclusión clara. No tenía bastantes datos y, por mucho que le diera vueltas al asunto, todo lo que podía hacer eran suposiciones y conjeturas sin demasiado fundamento. Necesitaba investigar a fondo y de primera mano. Por eso, cuando Julius propuso aquella misión y se dio cuenta de que la había dejado fuera —aunque era por su bien, aunque ella no se había percatado del detalle—, sintió que no podía quedarse callada. Charlotte no era una persona que replicara las órdenes o directrices del Rey Mago nunca, porque después de todo era uno de los pocos hombres a los que profesaba un respeto y admiración incondicionales, pero ese día no pudo reprimirse. Intentó ser lo más educada posible, pero le fue inevitable ser insistente sobre su participación en la misión.
En el fondo, sabía que su parte más irracional era la que estaba actuando. Su sed de venganza la estaba desquiciando y las huellas de sus traumas estaban actuando por ella, haciendo que fuera en contra de todos y cada uno de sus principios cuando de su trabajo se trataba. Siempre era muy analítica y calmada porque le gustaba pensar cada detalle de cada misión de forma exhaustiva, pero especialmente ese enemigo hacía que actuara por impulso, algo que ni siquiera había hecho cuando obtuvo su grimorio y comenzó su andadura en las Rosas Azules.
Suspiró algo cansada y apoyó las manos en la barandilla de la terraza de la casa en la que habían pasado la noche. Era muy temprano, tanto que el amanecer rayaba el horizonte y solo algunos rayos de sol se vislumbraban en la lejanía. Incluso todavía había algunas estrellas que brillaban con gran intensidad en el cielo.
—Buenos días —escuchó a unos metros de ella.
Respingó involuntariamente. Creía que estaba completamente sola, pero al parecer alguien la acompañaba e incluso era posible que llevase allí más tiempo. Charlotte, que había volteado el rostro al escuchar la voz proveniente de su derecha, se quedó observando a la nueva vicecapitana de las Águilas Plateadas.
Su gesto era determinado y serio. Ni se había girado para mirarla. Se veía muy distinta a la niña que conoció en el pasado. Ahora era mucho más madura, más determinada y decidida, y tan parecida a su madre que asustaba, porque a mucha gente le parecía que estaba viendo un fantasma.
Sin embargo, a pesar de toda esa superación personal, a pesar de que ya era capaz de controlar toda su abismal cantidad de poder mágico, Charlotte bien sabía que su mirada desprendía un brillo de desconsuelo que ella bien conocía. No lo sabía con total seguridad, pero sospechaba por qué Noelle Silva había abandonado la orden que Yami capitaneaba. Tenía, por ese entonces, más o menos la misma edad que ella cuando se enamoró de Yami. Y el desasosiego de sus ojos, además de la relación que claramente había observado entre la chica y Asta, le sugería que había abandonado los Toros Negros porque no podía soportar ni un segundo más que el joven no correspondiera sus sentimientos.
Charlotte era una mujer inteligente, por lo tanto, no tardó demasiado en comprenderlo. Además, había estado en esa situación durante unos doce años, así que era como un secreto a voces para ella ese hecho.
—¿Sabes? Cada día te pareces más a tu madre.
Noelle, realmente sorprendida por aquellas palabras, volteó su rostro para mirar a la mujer rubia. Nunca habían sido próximas en absoluto y ni siquiera recordaba si habían hablado directamente alguna vez, pero no podía negar que la admiraba profundamente. Ser una mujer fuerte, independiente y con tal don de liderazgo era en quien anhelaba convertirse algún día.
—Capitana Charlotte, tú… ¿conocías a mi madre?
—¿Y quién no? Todos en el reino lo hacían. La gran Acier Silva. Su recuerdo es inolvidable porque su huella fue muy profunda. Es uno de mis referentes absolutos. A pesar de ser noble y mujer, siempre fue capaz de conciliar su vida profesional y familiar. Tuvo cuatro hijos y nunca dejó de entregar su vida, su magia y sus capacidades al Reino del Trébol. Ya debes haberte dado cuenta; el mundo es un poco más difícil para las mujeres. Y ella hacía que pareciese todo tremendamente sencillo.
Noelle agachó ligeramente la mirada. Estaba convencida de que nunca nadie podría ser capaz de hablar de ella de esa forma.
—Puede que nuestro físico sea similar, pero solo eso. Estoy segura de que ella era mejor que yo en todos los sentidos…
—¿Por qué dices eso? Tienes diecinueve años y ya eres vicecapitana de una orden.
—Porque el capitán es mi hermano.
—Por supuesto que no. Parece que no lo conoces. Nozel jamás haría algo así, mucho menos tratándose de su orden. De su legado. Del legado de tu madre. Definitivamente no —Noelle no contestó, probablemente porque en el fondo sabía que Charlotte llevaba razón—. No tengo dudas de que Yami también tenía grandes planes para ti. Pero cada uno decide su destino y tú escogiste cambiar de orden, algo que, por otra parte, es totalmente respetable.
La joven apretó la barandilla con fuerza. No entendía qué estaba pasando muy bien, porque la Capitana de las Rosas Azules no era una mujer que hablase demasiado o que pareciese mostrar ningún interés en gente que no fuese de un grupo selecto de personas. Pero lo que menos comprendía era que sintiese una necesidad tan imperiosa de hablar con ella también.
—Yo… —susurró despacio y con frustración— yo no quería abandonar los Toros Negros… Ellos son como mi familia…
—Entonces, ¿por qué lo hiciste?
Noelle, que se había quedado mirando al sol, que cada vez subía más hacia arriba en el cielo, aunque a un ritmo lento, miró a Charlotte con determinación.
—Determinadas circunstancias me obligaron a tomar esa decisión.
La mujer rubia, por primera vez en toda la conversación, sonrió suavemente, gesto que dejó algo descolocada a la chica. Era una sonrisa algo triste y que desbordaba comprensión y empatía.
—Si escondes lo que sientes durante mucho tiempo, te va a acabar explotando en la cara. Créeme; lo sé bien.
—¿Qué…?
—Me alegra que te vaya bien en las Águilas Plateadas. Prepárate para la misión. Saldremos en poco rato.
Noelle asintió con firmeza y se marchó, desconcertada por aquella conversación e intentando descifrar qué significaba lo que acababa de escuchar. Tenía una ligera sospecha, pero rápidamente la descartó. No era posible que Charlotte Roselei conociera sus sentimientos por Asta si nunca había hablado del tema con nadie.
Mientras tanto, Charlotte la observó durante unos segundos y después volvió a fijar su vista en el horizonte. A fin de cuentas, Noelle y ella se parecían un poco. Aunque obviamente no eran iguales, podía llegar a entenderla. Y sabía que también era lista, así que sabría captar el mensaje con facilidad. Tal vez no de forma inmediata, pero sí con el tiempo.
Frunció el ceño con decisión una vez que vio que había amanecido por completo. Era momento de concentrarse en lo que vendría.
De forma natural e incuestionable para todo el grupo, Charlotte asumió el mando de la misión de reconocimiento y exploración que había sido encomendada por Julius. Nadie conocía mejor que ella al atacante y sus métodos —aunque ni siquiera tenía demasiados datos—, así que todos se amoldaron de forma rápida y efectiva a sus órdenes. Después de todo, Charlotte dirigía un escuadrón desde hacía muchos años y, por tanto, estaba acostumbrada a ser la líder en distintas misiones y situaciones.
Tal y como había informado el día anterior, los grupos se dividieron por escuadrones, excepto por Mimosa, que estaba siendo escoltada por los Toros Negros, principalmente por Asta. Noelle, unos metros más adelante, los miraba con recelo.
Habían llegado a una explanada bastante grande y desierta y, aunque estaban un poco separados los unos de los otros, Charlotte había insistido en que ningún miembro de la misión podía irse lejos del alcance visual de los demás. Si se desperdigaban demasiado, era posible caer en una emboscada o ser atacados con más facilidad.
Nozel rechistó al ver a su hermana pequeña mirando a los dos miembros de su escuadrón y a su prima con tal insistencia. No pudo contener el reproche que expulsó de sus labios de forma inmediata al observarla.
—Noelle, concéntrate.
La chica, algo avergonzada por haber sido vista mirando a Asta y Mimosa tan descaradamente, volvió su rostro para fijar su mirada en la espalda de su hermano mayor, pues este iba unos dos pasos por delante de ella.
Sabía que los celos son algo irracional y sin fundamento, pero no podía evitar sentirse triste cuando veía al que había sido su más cercano compañero de escuadrón y a su prima llevándose tan bien. Mimosa sonreía ante absolutamente todo lo que el chico decía, mientras él hablaba de forma muy animada y hacía aspavientos con las manos, mostrando así lo cómodo que se sentía con la conversación.
No quería que Nozel notara que su atención se dirigía a ellos, así que decidió olvidarse del tema, al menos durante el rato que estuvieran fuera realizando esa misión de exploración.
—Sí. Lo siento, capitán. No volverá a ocurrir.
Nozel frenó en seco, haciendo que su hermana lo imitara. Se dio la vuelta y la miró serio. Él mismo le había dicho que en las misiones oficiales debía llamarlo «capitán», pero todavía no se acostumbraba a escuchar esa palabra de sus labios.
—Siempre que desees, puedes volver a los Toros Negros, Noelle.
—Estoy en el lugar en el que quiero estar —afirmó la joven decidida.
—Bien —dijo él aliviado, incluso sonriendo de forma muy tenue—. Continuemos.
Noelle le correspondió a la sonrisa. En los últimos años, se llevaba mucho mejor con su hermano mayor. Ya sabía que las acciones que había llevado a cabo en el pasado habían sido por su bien y, aunque era consciente de que sus decisiones no habían sido las mejores, había aprendido a perdonarlo. Además, era su actual único apoyo, ya que la relación con sus otros hermanos seguía sin ser especialmente buena. Se limitaba a saludos apáticos y a comentarios mordaces, porque probablemente tanto Nebra como Solid tenían envidia de que la vicecapitanía de las Águilas Plateadas hubiese sido para la pequeña de los Silva, que ni siquiera conocía el escuadrón. Aun así, Noelle sentía mucho orgullo de que Nozel hubiese depositado su máxima confianza en ella para desempeñar un rol de tal importancia.
Además, la Capitana Charlotte tenía razón. No la habría elegido de no ser por sus méritos y por su valía. Él no funcionaba así; nunca lo había hecho y nunca lo haría. Se sentía bastante aliviada de haber tenido aquella conversación por la mañana. Su interlocutora había sido alguien quien nunca imaginó, pero la había salvado de la inseguridad que el cambio le había provocado y en la que estaba a punto de caer de nuevo.
Todavía no comprendía del todo la trascendencia de las palabras que le había dicho, especialmente de la parte de que no debía esconder sus sentimientos. Incluso después le había dado a entender que ella había actuado igual. Noelle vio a su hermano dándose la vuelta y sacudió su cabeza. No era momento de detenerse a pensar en eso, sino de concentrarse en la misión. Nozel comenzó a caminar seguido de ella.
Los siguientes segundos se desarrollaron de forma extraña, porque Noelle casi vio a cámara lenta la escena delante de sus ojos sin poder hacer absolutamente nada. Una lanza atravesó el pecho de su hermano y cayó desplomado hacia atrás.
—¡Nozel!
Lo único que pudo hacer tras gritar su nombre fue reaccionar con rapidez y sujetarlo con cuidado, depositándolo después de lado sobre el suelo. Jadeaba con insistencia y la sangre salía a borbotones de la herida y de su boca. Pero lo más inverosímil era que no sabía de dónde había salido la lanza y además que no había nadie a su alrededor, la explanada seguía completamente vacía y no había sido capaz de identificar ni un solo flujo de maná desconocido cerca.
—¡Mimosa! ¡Ven rápido!
El grito desesperado le desgarró la garganta y puso a todos en alerta, ya que se habían quedado paralizados después de ver a Nozel sangrando en el suelo.
Mimosa miró a Asta y justo cuando se iban a mover para ir juntos adonde se encontraban tanto Noelle como su hermano, Yami los detuvo. Miraba al frente con el ceño fruncido, hacia arriba de una colina que coronaba la explanada, algo que hizo que los dos chicos dirigieran su vista hacia el mismo lugar. Se acababa de abrir un portal espacial gigantesco.
El primero en salir de allí fue un hombre con cabello rojo y ojos verdes. Sonreía de forma casi maquiavélica. Primero miró a Yami de forma directa sin que aquella sonrisa abandonara su rostro y después su atención fue directamente dirigida hacia Charlotte. A continuación, salieron del portal una cantidad ingente de soldados. Yami se quedó mirándolos, moviendo sus ojos de un lado a otro sin cesar. No podía sentir ni un solo ki del grupo.
Antes de que cualquiera de los Caballeros Mágicos del Reino del Trébol pudiera actuar, el hombre de cabellos carmesíes alzó la mano y la bajó inmediatamente, dando orden a unos diez arqueros para que dispararan flechas contra el mismo objetivo: Charlotte Roselei. Mientras tanto, ordenó al resto de sus súbditos que atacaran a los demás para que no pudieran ir en su ayuda.
La mujer, que no podía dejar de mirar a aquel hombre, tampoco fue capaz de moverse. Sentía que sus piernas le temblaban, porque además sus ojos verdes se clavaban como dagas sobre el azul de su mirada, cuyas pupilas se contraían sin cesar. Un sudor frío le recorrió la nuca. No podía moverse, no podía hacer nada. No podía. Quería huir, quería escapar, quería que su cuerpo se viese reducido a cenizas y desaparecer, irse muy lejos de allí.
Sin embargo, justo cuando las flechas iban a interceptarla, vio la espalda de Yami enfrente de su cuerpo. El Capitán de los Toros Negros cortó con su katana casi todas las flechas, aunque por la inmediatez y el nerviosismo del momento, una se le escapó y se le clavó en el hombro. Se la arrancó inmediatamente. No pasaba nada; podía soportar ese tipo de heridas y otras incluso mucho peores. Claro que lo que había olvidado era que aquel grupo había desarrollado aquella toxina que paralizaba el cuerpo. Y aquellas flechas —y posiblemente la lanza que había herido a Nozel— estaban impregnadas con aquel veneno. Así que Yami no tardó demasiado en sentirse mareado y perder las fuerzas.
Charlotte, por fin, reaccionó. Estaba demasiado cansada de que siempre fuera él quien la rescatara de su debilidad, así que esta vez sería ella quien actuaría y de forma más que contundente. Construyó un muro de zarzas alrededor del cuerpo del Capitán de los Toros Negros, que se encontraba postrado en el suelo y se puso delante de él.
—Charlotte… —susurró el hombre con las pocas fuerzas que le quedaban. Ella lo escuchó perfectamente a través del muro.
No dejaría que le sucediese nada, incluso si tenía que dar su vida para lograrlo.
Cuando Yami vio que Charlotte iba a ser atacada de nuevo, su cuerpo se movió solo. Fue un impulso, fue pura inercia. Simplemente gritó a Asta que se reagrupara con Mimosa y se fue hacia donde la mujer rubia, estática, se encontraba.
Con Nozel fuera de combate, estaba más que claro que no podría construir su escudo de mercurio para protegerla. Yami sabía que Charlotte no estaba bien y esto era una prueba más de que sus secuelas psicológicas por haber sido atacada en la misión que compartieron eran aún demasiado profundas. De que, tal vez, jamás podrían borrarse, aunque él estuviese empeñado en ayudarla a recuperarse.
Se maldijo en cuanto la flecha se clavó en su hombro y recordó contra quién estaban luchando. Cuando se empezó a marear, sintió una frustración tremenda y horrible, y no por ser derrotado en batalla —lo había sido en múltiples ocasiones—, sino porque de esa forma Charlotte quedaría totalmente desprotegida, ya que se había llevado a cabo un ataque simultáneo a los demás integrantes de la misión y la vicecapitana de las Rosas Azules estaba inmersa en una lucha cruenta también.
Pero una vez más, Charlotte lo sorprendió. Al sentirse dentro de una especie de muralla de espinas, el pecho se le infló de orgullo. Sí, definitivamente le gustaban las mujeres fuertes. Especialmente, le gustaba esa mujer que lo estaba protegiendo y que siempre había sido capaz de avanzar con su propio esfuerzo y dedicación; sin depender de otros, de su título o de su apellido.
Mientras tanto, Charlotte analizaba la situación. Los superaban en número y por una cantidad más que cuantiosa. Había dos personas heridas; una de ellas de gravedad. Nadie daba abasto y además parecía que del portal no paraba de salir gente, así que, como había decidido liderar ese improvisado escuadrón, debía tomar la decisión más sensata y además actuar de la manera más rápida posible.
—¡Nos retiramos! —dijo en voz alta para que todos la escucharan—. ¡Asta, tu capitán! ¡Fuegoleón, ve a por Nozel! ¡Mirai, abre el portal!
Las órdenes fueron claras y concisas, así que todos empezaron a actuar. Se reunieron en torno a Charlotte, cargaron a los heridos y la vicecapitana de las Rosas Azules creó el portal para retirarse. Charlotte deshizo el muro que protegía a Yami y lo construyó esta vez alrededor de todos para que la retirada fuera segura y no tuvieran que lamentar más ataques.
Entre las espinas y las zarzas, la mujer de mirada clara pudo ver por última vez al que parecía el cabecilla de Dark Blood. Pudo leerle los labios perfectamente. Lo último que vio antes de atravesar el portal fue al hombre diciéndole: «Esto acaba de comenzar. Ten por seguro que serás mía».
Al llegar a la casa que Julius les había ofrecido como estancia previa a la misión, Charlotte se dio cuenta de que Mirai también había sido herida en la clavícula con una de esas flechas. Por ese motivo, antes de que la chica cayera contra el suelo, la sujetó y la tumbó en uno de los sillones de la sala. ¿Su barrera había fallado? ¿O la habían herido antes de que pudiera protegerse detrás de ella? ¿Tal vez después cuando la chica estaba atravesando su propio portal y las espinas se habían comenzado a debilitar? Intentó llamar a Mimosa para que la atendiera, pero la joven del Amanecer Dorado estaba ocupada.
El pronóstico de Nozel no era demasiado bueno. Había perdido mucha sangre y estaba completamente pálido e inconsciente. Lo trasladaron a una habitación y Mimosa se quedó con él. Noelle insistió en que quería permanecer al lado de su hermano, pero la respuesta de su prima fue negativa. Necesitaba concentración máxima y si estaba Noelle allí sabía que se distraería y quien lo pagaría sería Nozel.
Por otra parte, Yami y Mirai también fueron llevados a una habitación. Sus heridas no eran graves y el efecto de la sustancia tóxica pasaría pronto, pero con la maga espacial en ese estado, le iba a ser imposible usar su magia al menos hasta que se recuperara un poco, así que tampoco podían irse de allí de forma inmediata.
Las horas pasaron agónicas para Noelle. Cuando la noche llegó, aún daba vueltas en su habitación sin parar. Estaba muy nerviosa y angustiada. Y lo peor de todo era que se sentía una inútil porque no había sido capaz de salvaguardar la integridad física de su hermano. Todo había pasado demasiado rápido y cuando se quiso dar cuenta, Nozel ya estaba en el suelo sangrando. No se lo podía quitar de la cabeza. Sabía que la noche, además, se presentaría muy larga, porque estaba completamente segura de que no podría conseguir dormir ni un solo minuto.
Mientras estaba enfrascada en esa amalgama de pensamientos negativos, escuchó un suave toque en la puerta de la habitación. Ni siquiera sabía quién era, pero solo pudo susurrar un suave «adelante» mientras se sentaba en la cama y miraba hacia abajo con decepción.
Escuchó a alguien entrando y cerrando la puerta posteriormente.
—Noelle…
Al darse cuenta de quién era el dueño de la voz que acababa de escuchar, la chica se puso de pie de forma instantánea y lo único que sus ojos pudieron visualizar con claridad fueron los ojos y la sonrisa preocupada de Asta, que la miraba de forma incluso tímida.
No quería meterse en sus asuntos, pero no había podido evitar ir aunque fuera para verla. Porque, en el fondo, era una persona que le preocupaba y mucho. Que le importaba.
—Asta, yo…
—¿Cómo estás? —le preguntó con la voz tenue. Después, se arrepintió. Qué pregunta más absurda acababa de hacer.
—B-bien… —le contestó ella de forma algo entrecortada.
Asta, como respuesta, recortó la distancia entre ambos y la abrazó. Automáticamente, la joven comenzó a sollozar mientras apretaba el abrazo con desesperación.
—Claro que no estás bien, Noelle. Y es completamente normal. Puedes… puedes apoyarte en mí siempre que lo necesites.
Las palabras calaron muy hondo en el corazón de la chica, que lloró aún con más intensidad. Desde que abandonó los Toros Negros, su estabilidad emocional había sido un verdadero desastre. Principalmente porque no podía soportar el hecho de que Asta no la viera, no la correspondiera, no la amara como ella hacía con él. Por eso, lo que le acababa de decir se le metió debajo de la piel, circuló por todo su interior y se instaló en el fondo de su corazón con una intensidad arrolladora.
—Tengo mucho miedo de que mi hermano se muera, Asta. Yo… no podría soportar que eso pasara —profirió de forma atropellada contra el hombro del chico.
Él entonces cortó el abrazo para sujetar a Noelle por los hombros y pegar su frente con la de ella.
—Eso no va a pasar. Te aseguro que no. Mimosa lo salvará y después se recuperará totalmente con Owen. No te preocupes.
Después de algunos segundos, Asta se separó de Noelle. Ese acercamiento se había sentido raro en extremo. Le había provocado una suerte de cosquilleo en las manos, estaba inquieto y no podía entender bien el porqué.
—Bueno, me voy a mi habitación. Estoy para todo lo que quieras, ¿vale?
Noelle asintió tímidamente. Sin embargo, no se había quedado tranquila. Ni por la situación de su hermano ni tampoco porque quería decirle algo a Asta y él estaba por marcharse. Por primera vez en su vida, decidió que sería valiente. ¿Qué más daba ya todo? No tenía nada que perder.
—Asta.
—¿Sí?
—¿Te… te podrías quedar a dormir hoy conmigo?
Cuando terminó de hablar, Noelle giró el rostro completamente avergonzada. Se sonrojó profusamente, porque Asta era ingenuo, pero ya tenía una edad, así que podría malinterpretarlo todo por completo. La chica se atrevió a mirarlo. Y allí estaba su sonrisa pura, inquebrantable, cálida. Allí estaban sus ojos verdes vibrando con comprensión y apoyo incondicionales. Allí estaba Asta, simplemente siendo el pilar de su vida, al igual que lo había sido desde el momento en el que lo conoció.
—Claro que sí.
Noelle, todavía algo abochornada, se tumbó en la cama de lado. Asta la imitó. Apagó la única vela que tenía encendida y que les proporcionaba luz. Se quedaron mirándose durante unos minutos en completo silencio, en la penumbra de la habitación, vislumbrando sus siluetas entre las sombras.
Asta, entonces, alzó su mano y la estrechó con dulzura contra la de la chica, que yacía sobre el colchón cerca de su cuerpo, para darle así algo de consuelo. Ella, emocionada, sintió dos lágrimas recorrer su rostro. Interpretaba el gesto como de amistad, de fraternidad, pero no le importaba porque, a fin de cuentas, Asta estaba con ella. El corazón del joven se aceleró un poco tras aquel movimiento, pero lo achacó a la tensión y la preocupación del momento, sin saber que esa sería la semilla de todo lo que brotaría entre los dos en el futuro.
Charlotte recorría de forma algo intranquila los pasillos. Habían pasado horas desde que regresaron, así que Yami probablemente ya habría recuperado el control de los movimientos de su cuerpo. Pero también tenía una herida y, aunque no era tan grave como otras que había sufrido en ocasiones anteriores, Charlotte no podía evitar estar preocupada por él.
Se asomó a la habitación que Yami ocupaba. Ni siquiera tenía la puerta cerrada. Lo vio con el torso desnudo e intentando vendarse el hombro, aunque por la parte de la espalda le estaba resultado difícil, así que el vendaje en general estaba quedando hecho un desastre. Sonrió de forma involuntaria, sintiendo a la vez alivio al verlo en buen estado.
—¿Necesitas ayuda?
Yami, que también estaba sonriendo porque había notado su ki acercándose desde hacía algunos metros, ni siquiera se dio la vuelta para mirarla.
—Por favor.
La mujer se acercó despacio. Agarró la venda por sobre su hombro y se la quitó a Yami de las manos, provocando que sus dedos se rozaran ligeramente; que su corazón, emocionado, latiera como hacía mucho tiempo que no le había sucedido. Vendó el hombro con dedicación y cuidado, dejando un resultado no perfecto, pero sí mucho mejor que el que él estaba logrando. Por suerte, la flecha no había atravesado todo su hombro, así que la herida estaba en mejores condiciones de lo que pensaba.
—Ya está. Perdona si no está demasiado bien. No hago esto desde hace muchos años.
—Muchas gracias, Charlotte.
La Capitana de las Rosas Azules suspiró. No podía más. No se aguantaba a sí misma ni un segundo más. No solo tenía que cargar con el lastre de sentirse vacía por haber sido atacada y marcada, sino que ahora se sentía también completamente inservible y una carga para los demás.
A pesar de que ella misma se había autoproclamado líder de la misión y todos habían aceptado sin rechistar, les había fallado. No había actuado como debía, el miedo y la inseguridad la habían paralizado y había puesto en riesgo a todos y cada uno de aquellos Caballeros Mágicos que habían confiado ciegamente en sus capacidades.
Sin razonar mucho, apoyó su frente sobre la espalda desnuda de Yami, a quien se le erizó la piel al sentir el contacto. Llevaba esperando ese momento semanas, pero no quería iniciar el acercamiento él porque simplemente no se sentía con derecho de hacerlo. Quería que fuera ella quien decidiera cuándo actuar, cuándo liberarse, cuándo abrir un pequeño resquicio de su alma rota para que él entrara y la ayudara a enmendarla.
—No sirvo para nada… —susurró Charlotte con voz trémula.
—No digas eso nunca más —contestó él de forma tajante. No permitiría que se menospreciase, mucho menos si estaba a su lado—. Tienes que confiar más en los demás, Charlotte. No puedes cargar con todo tú sola o acabará pasándote factura. Siempre puedes confiar en mí. Siempre.
Como respuesta, la mujer asintió débilmente. Después, se separó de él. Tenía ganas de abrazarlo por la espalda y sentir su calidez contra su rostro y su cuerpo, pero sabía que aún no estaba preparada para que algo así ocurriese. Y en realidad, aquel pequeño contacto había sido un gran paso, pero no sabía si sería capaz de seguir avanzando más.
—Ten cuidado con la herida.
—Sí. Gracias de nuevo.
Charlotte se marchó y Yami se quedó entonces mirando la puerta entreabierta. Probablemente debería haberle dicho algo más, ser más contundente, haberle dicho que era la mujer más maravillosa que había conocido alguna vez y que no debería pensar así sobre sí misma, pero simplemente no pudo.
Después de un rato, se acostó, pero no pudo dormir. De hecho, aquella noche, pocos fueron los que lograron conciliar el sueño.
Continuará...
Nota de la autora:
¿Qué tal estáis? Como es viernes por la noche y no tengo nada que hacer, pues aquí me hallo actualizando. Tenía pensado escribir una batalla más extensa pero al final decidí dejarlo así porque en este momento me pareció lo mejor. Uffff, tengo la sensación de que han pasado un montón de cosas en este capítulo.
Siempre he pensado que Noelle y Charlotte son parecidas; no iguales, pero sí similares. Así que he decidido que quería hacer una interacción aunque fuera pequeña entre ellas, porque además son mis dos personajes femeninos favoritos de Black Clover.
Por cierto, en el próximo capítulo se empezará a conocer a Dark Blood, al hombre misterioso y sus intenciones.
Espero que os haya gustado. Muchas gracias por el apoyo, significa mucho para mí.
¡Nos leemos en la próxima!
