Guy ya había sido muy claro respecto a lo que sucedería, volverían a la Hoja, y él iría con ellos. Además, era bastante obvio que Sasuke no aparecería, confiaba completamente en lo que Guy había dicho, seguramente, y mientras él dormía, Suigetsu y Jugo lo encontraron, claro con ayuda de Karin, pero no lograron atravesar la barrera que suponía el ninja de lo Hoja, no era de sorprender. Ninguno de ellos dos, ni siquiera uniendo fuerzas, podrían derrotarlo. Karin debió advertirles de ese detalle, así que presentarse allí, más que en ánimo de enfrentamiento, era para averiguar la situación y reportarla.

Era imposible que Sasuke pudiera recuperarse lo suficiente para aparecerse e intentar algo más arriesgado. Necesitaría un par de días para estar al nivel y competir con Guy, pero entendía perfectamente que no lo hiciera, que no se presentara y que no lo volviera a ver pronto. Era demasiado peligroso. No pretendía que su alumno se arriesgara tanto sólo por él, y si lo hacía, Kakashi estaba preparado para gritarle que se marchara, él tenía un objetivo y debía cumplirlo. Así que era mejor que Sasuke no volviera, él estaba dispuesto a pagar el precio que suponía mantener a salvo al Uchiha, esa había sido la razón para ofrecerse como distracción. Kakashi ya estaba ideando un sinfín de estrategias para escaparse, pero primero tendría que recuperarse. Sabía perfectamente que Sasuke lo estaría esperando, tenía un lugar a dónde volver, sólo que tardaría un poco en llegar. Además, esa era su última noche en esa Aldea, de ninguna forma podría convencer a Guy de quedarse un día más, ningún pretexto funcionaría porque la aparición de Siguetsu y Jugo dejaban en evidencia que lo intentarían en otra ocasión, y no le darían tiempo para llevar a cabo cualquier otra estrategia.

Esa noche fue diferente, la tormenta con la que había despertado no duró mucho tiempo y dejó ver el cielo nocturno y estrellado. Como lo predijo, esa corta lluvia era resultado de la batalla de Sasuke contra Deidara. Lo dejaron solo en la habitación, pero seguro que Guy estaba detrás de esa puerta, vigilando, que todos estaban repartidos en distintos puntos de vigilancia para no ser sorprendidos. Era una noche extraña, era la certeza de que no importaba lo que hiciera, terminaría por regresar a la Hoja, y no quería hacerlo. Se pasó horas en vela, el dolor seguía allí, punzando sin detenerse, pero, sobre todo, estaba la sensación de soledad. Ahora, en esa habitación pequeña, apenas rodeado y vigilado por unas cuantas personas ya se sentía tremendamente alejado de su entorno, como si no encajara. Y estaba seguro de que ese sentimiento sólo se agrandaría cuando llegara a la Hoja, no estaba listo para volver. Pensó en muchas cosas, pero no en las personas que estarían en la Aldea porque era seguro que nadie lo esperaba. Bueno, tal vez los ancianos dispuestos a exprimirle cada gota de información. Pensó en muchas cosas, pero no en Sakura ni en Naruto, no en los dos alumnos que había dejado atrás, ellos no estaban entre sus ideas más importantes o cercanas. Y cuando los recordaba, para él habían dejado de ser sus alumnos, eran tan sólo dos ninjas, tan sólo reconocía a Sasuke. De hecho, la mayor parte del tiempo lo ocupó en crear una nueva estrategia para el que consideraba su único alumno, el Uchiha, y su equipo, los pasos que deberían seguir ahora que estaban sin él, no dejó imaginar cada escenario posible y deseó tener aunque fueran unos minutos con Sasuke para darle las últimas indicaciones.

-Kakashi-sensei – Ino había aparecido, se le veía insegura, sus ojos se apartaban de él y movía las manos de forma nerviosa. No sabía cómo actuar con el ninja, y su voz era el principal delator. No le gustaba ese comportamiento inseguro, le parecía fastidioso – Revisaré sus heridas, nos iremos en unas horas y necesito verificar que todo esté en orden.

El ex ANBU no contestó, se quedó inmóvil y sólo cerró los ojos. Las manos de Ino temblaron cuando retiró las mantas, cuando quitó las vendas que lo cubrían y cuando revisó la herida. En realidad, tembló durante todo el proceso. Kakashi escuchaba su respiración, irregular, temblaba como sus manos, como su seguridad. Era muy frustrante, no estaba acostumbrado a recibir ayuda y cuando lo hacía, Kabuto nunca titubeaba, era rápido y eficaz. En cambio, Ino, era muy lenta, sus manos se enredaban con las vendas, lo lastimaban, pero no dijo ni una sola palabra a pesar de las repetidas disculpas de la médico. Era mucho menos paciente con la incompetencia, para aceptar los errores y soportar la inseguridad. Ya no tenía madera para ser sensei, mejor dicho, el único alumno que podría tener era Sasuke.

-Guy-sensei vendrá pronto, entonces partiremos – fue lo último que dijo ella antes de salir de la habitación. Cambió su vendaje de forma torpe y apresurada. Eso terminó por alterar el poco humor que conservaba, estaba completamente irritado. Quería irse de una buena vez y terminar con todo, estaba cansado de depender de alguien, de no poder levantarse por su propio pie y recibir atenciones tan mediocres. No estaba agradecido con los ninjas de la Hoja, sus atenciones estaban derivadas de su deseo de atraparlos, de no haberlos seguidos él seguiría completamente sano. Así que no, no estaba en deuda con la Hoja, no les agradecería y no estaba dispuesto a seguir escuchando sermones de Guy. Su humor había cambiado significativamente y las circunstancias en las que se encontraba sobrepasaban la poca paciencia que tenía.

Así que cuando entraron Guy, Lee y Kiba, por propio orgullo, Kakashi ya estaba sentado en la cama. Las vendas estaban manchadas de sangre, pero estaban cubiertas por su camiseta negra. Debía lucir fatal, sólo que el orgullo era más grande que el dolor y la necesidad de depender de alguien.

-Bien, Kakashi, nos ahorraste mucho trabajo – Guy habló como si el ninja no tuviera que gastar toda su energía en mantenerse sentado – Ahora es momento de irnos, sígueme.

-¿No deberíamos ayudarlo, sensei? – preguntó Lee con cierta inquietud.

-No, es evidente que él puede hacerlo. Vamos, Kakashi, no podemos retrasarnos.

Los tres ninjas salieron de la habitación caminando tranquilamente, sin ayudar a Kakashi que apenas se incorporaba de la cama y que luchaba por no vomitar. Sabía que, de haber mostrado otra actitud, Guy lo habría ayudado personalmente, pero el orgullo que emanaba de él, su silencio y el fastidio que era evidente para todos, habían ocasionado esa actitud del que alguna vez fuera su amigo más cercano. No es que Guy aplicara la ley de tratar como es tratado, el ninja poseía una humanidad digna de admirarse, nunca humilló a un rival, pero él no era un rival, mucho menos un amigo, era un renegado que no quería volver, y eso no era tan fácil de ignorar. Guy sabía la verdad, la auténtica verdad, que él no resultó herido en ninguna batalla, que tan sólo fue una distracción para darle tiempo a el Uchiha de escapar, que la razón para herirse era porque sabía que Guy no lo abandonaría, incluso después de tantos años, Might Guy era un sentimental que no dejaría a su eterno rival para seguir a otro ninja renegado, aunque fuera más importante. Kakashi se aqprovechó del ninja, de su humanidad, de los buenos recuerdos, del pasado que compartieron, se aprovechó de todo eso para darle tiempo a su alumno, y "la Bestia Verde de la Hoja", lo sabía, por eso su mirada había cambiado. Tuvo el descaro de mentirle en la cara al que demostró ser su mejor amigo en el pasado.

Se incorporó y caminó como si no estuviera herido. Su ego ya estaba herido, esa herida era lo que menos dolía en ese momento. Cuando salió de la pequeña posada donde se encontraban, los primeros rayos del sol apenas se asomaban tímidamente. Todo estaba demasiado solitario, ninguna persona estaba cerca, esa no era una coincidencia, todo estaba planeado. Se quedó en la puerta, tomó aire y observó a su alrededor.

-Nadie vendrá, Kakashi, nos aseguramos de eso – Guy siguió caminando, saludó a un ANBU, un ANBU con una máscara que reconocía y que no pensó que vería de nuevo. Por primera vez, desde su captura, porque se consideraba capturado, pensó en Sakura, era el mismo ninja que la había acompañado en las dos misiones en las que coincidieron. Y ahora estaba de nuevo frente a él, en una misión que involucraba un nivel específico. No, no era el único ANBU, pero sí parecía ser uno de los principales. Lo siguiente que llamó su atención fue el transporte y el ninja que lo había diseñado, un joven pálido y de aspecto silencioso, debía tener la edad de Kiba y Lee, pero no lo reconocía. Era nuevo y tenía una habilidad muy particular, lo observó dibujar en un pergamino, un par de sellos, y segundos después el dibujo se materializó. Era el transporte, y muy conveniente para un ninja que apenas podía moverse. Por un momento sí consideró que lo harían regresar a la Hoja por su propio pie, y estaba dispuesto a hacerlo, pero agradeció internamente ese transporte. No estaba listo para dar las gracias en voz alta. Seguía considerándose como un ninja capturado, y ellos no daban las gracias.

Kakashi tomó un poco de aire que, en lugar de ayudarlo a seguir avanzando, le provocó un dolor terrible que lo mareó. No había sido buena idea respirar profundo, así que lo intentó de forma corta pero repetida.

-Mucho mejor – se dijo. Ino lo veía indecisa, seguramente estaba pensando en ayudarlo, pero el ninja de ninguna forma aceptaría su ayuda. Si volvía a "curarlo", no llegaría vivo a la Hoja. Además, debía ver en su expresión que no tenía ganas de que alguien se le acercara. Caminó con lentitud hacía el grupo ANBU que hablaba con Guy. Era seguro que todos los ojos, escondidos bajo esas máscaras, lo veían a él, lo reconocían, que, a pesar de su deplorable estado, estaban en guardia, preparados para atacar, tanto al ninja, como a cualquier otro que apareciera, ya fuera el propio Sasuke o alguno de sus nuevos reclutas. Caminaba intentando disimular el dolor, mantenía la mano derecha sobre su abdomen, su rostro ya estaba cubierto de gotas de sudor por el esfuerza que había realizado, era sudor frío. El grupo se quedó en completo silencio cuando Kakashi estuvo lo bastante cerca, no le importaba entrometerse ni aparentar que su presencia no los incomodaba. Ellos habían arruinado sus planes, así que tenía derecho a entrometerse.

-Está todo listo, Kakashi – anunció Guy – Sube, llegaremos en unas horas.

Lo hizo todo completamente solo, sin recibir ayuda, nadie se ofreció y a él ni siquiera se le cruzó la idea de pedirla. Se las arregló para subir a esa especie de ave gigante. Sólo pudo descansar un poco cuando logró sentarse. La mano que estaba sobre su abdomen ya estaba manchada de sangre que había traspasado las vendas y su camisa. Estaba mareado, seguía sudando y las ganas de vomitar se atoraban en su garganta. Todos lo observaban, así que debía verse fatal, pero no le importaba, ahora sólo se sentaría y descansaría. El ninja cuyo nombre desconocía se subió con él, también lo hizo el ANBU cuya máscara le era familiar. El resto se dividió en dos grupos, el que lidereaba Guy, y el segundo que estaba bajo las órdenes de un ANBU. El pájaro comenzó a elevarse, fue un movimiento muy sutil que apenas lo molestó. Mientras se elevaban, su mirada recorrió el paisaje que los rodeaba, la Aldea que dejaban atrás. Una gran parte del bosque presentaba rastros de la pelea del día anterior, parecía mentira que unos días antes estaba con Sasuke, rastreando a Akatuski, y ahora iba a la Hoja. Fue un giro demasiado rápido, demasiado brusco y muy poco deseando. En esa Aldea estaba dejando su última oportunidad de ser libre, Sasuke no iría a la Hoja, era demasiado arriesgado para intentarlo. No tenía ninguna excusa para quedarse, era obvio que no lo dejarían descansar, y la vigilancia estaba preparada para cualquier ataque sorpresa, por eso se había divido en dos grupos, por eso lo acompañaba un ANBU. No tenía opciones. Si Karin y el grupo estaban cerca, ella sentiría cómo se alejaban. Le deseó la mejor de las suertes a Sasuke y prometió volver pronto, tan pronto como le fuera posible. En medio del bosque le pareció ver a su alumno, entre las sombras de los árboles, pero era ridículo, él no se arriesgaría de esa manera.

Ahora no había vuelta atrás, conservó una ligera esperanza, pero cuando la Aldea dejó ser visible, ser resignó a su destino. Llegaría a la Hoja.

Llevaba tanto tiempo sin pensar en su natal Aldea que olvidó la dirección, el tiempo que tardarían, todo, lo había olvidado todo. Se quedó sentado allí, sin decir una palabra, sin quejarse del fuerte dolor que ya tenía entumidas las piernas, la herida no sangraba, pero no había probado bocado en horas y eso lo hacía sentir extremadamente débil. Aunque iba a la Hoja no pensó en la Aldea, sus pensamientos estaban muy lejos de su destino, y era mejor así. Iba a un lugar en el que no sería bien recibido, donde nadie lo esperaba, donde era considerado un ninja renegado y sería vigilado día y noche, tratado como un prisionero, se había convertido en otra mancha para la Hoja, para su historia. Él, entrenado por el cuarto Hokage, con un padre cuyo nombre seguía resonando, que se enfrentó a la Guerra Ninja a una corta edad y salió casi convertido en una leyenda, con habilidades que muy pocos podían superar, un orgullo de la Hoja, y todo eso se había volcado en su contra, en contra de la Aldea cuando él decidió irse. No era de extrañar que no fuera bien recibido, el trato que se le estaba dando era lo que merecía, pero no por eso se conformaba. No quería estar allí, no quería estar en el lugar a donde lo llevarían.

Fueron más que un par de horas de trayecto, habían salido en las primeras horas de la mañana, pero cuando visualizó el monte Hokage, donde ya estaba tallado el rostro de la Quinta, la tarde había avanzado considerablemente. No se habían detenido en ningún momento, sin duda que tenía prisa por llegar. Ese pájaro resultó demasiado útil para los planes, muy conveniente para transportarlo y mantenerlo alejado de cualquier posibilidad de escapar. No tuvieron ninguna clase de percance, nadie que se presentara y lo ayudara a librarse, nada sucedió. Y cuando el pájaro se detuvo en el techo de la Torre Hokage, supo que su destino se había sellado. Ya era muy tarde para seguir observando cambios en el que alguna vez fuera su hogar, y realmente era lo que menos le importaba, no creía que le permitieran un siempre paseo, así que para qué ver aquello que estaba fuera de su alcance. Pasaría sus días en una habitación vigilada.

Un grupo muy extenso los estaba esperando, incluido varios ANBU, como lo predijo: no lo dejarían tranquilo. No sólo había ANBU, también enfermeras. Bajó y enseguida fue atendido por ellas, lo recostaron en una camilla y lo trasladaron por los pasillos. No reconocía a ninguna enfermera, todos los rostros le eran desconocidos, o los había olvidado o eran nuevas. No dijeron una sola palabra, ni siquiera lo veían, se mantenían concentradas. No tenía importancia. Lo llevaron a una habitación, creyó que lo atenderían, pero no, lo dejaron acostado y salieron. Era una habitación bastante amplia, sin ventanas y sin ningún instrumento para suponer que en algún momento atenderían su herida. Por un momento se le cruzó por la cabeza que comenzaría el interrogatorio justo en ese momento, se aprovecharían de su débil situación e intentarían extraer toda la información. Sin duda que sería un método un efectivo, rudo, pero efectivo.

La puerta se abrió, y aunque le ocasionó un dolor que lo terminó por debilitar, tomó aire. No hablaría, no diría nada, protegería a su alumno, su ubicación y sus planes. Estaba preparado para todo, para cualquier persona, menos para la que apareció. Era Sakura, sólo veía su rostro y parte de su cuerpo, hasta su cintura, hasta allí llegaba su rango de visión. Su cabello rosa estaba recogido, vestía una clase de bata blanca, sus ojos jade recorrían su cuerpo, pero no lo veían directamente a la cara. Había cambiado mucho. Se quedó completamente desubicado, realmente no esperaba verla, cualquier otra médico, pero no ella. Verla tan pronto, saber que estaba allí para curarlo. Una enfermera se acercó, conducía un pequeño carrito con vendas limpias y otras cosas. Lo dejó cerca de la médico y salió.

La médico no se quedó quieta, trabajó con una rapidez que lo dejó impresionado para estar sola. De hecho, era como si estuviera acostumbrada a ello. Cortó la camisa completamente, cortó las vendas y dejó al descubierto la herida, no se mostró asustada, su mirada no cambió, se mantuvo firme, como si la herida no fuera grave, tal vez había visto peores. Si estaba asustada no lo demostró en absoluto, apenas sentía las manos de Sakura que recorrían su abdomen, no era agresiva, mucho menos torpe, ella sólo hacía su trabajo de manera eficiente. Limpió la herida con rapidez, con agilidad. Cuando la herida estuvo completamente limpia, se lavó las manos, las secó y entonces chakra verde comenzó a emanar. Se acercó de nuevo a él, y colocó sus manos sobre su abdomen. Después de tantas horas, de tanto tiempo, el dolor parecía estar cediendo, su respiración se normalizaba, dejó de tener frío. Dejó escapar un imperceptible suspiro de alivio. Habían sido horas de dolor e incomodidad, pero eso parecía quedar atrás, por fin. Qué diferente a Ino, a sus cuidados inseguros y torpes. Si Sasuke hubiera sabido del nivel de la médico, no habría desperdiciado una oportunidad de reclutarla para el equipo.

Observó el rostro de Sakura, sus ojos jade relampagueaban de seguridad, pero también estaban completamente ajenos a la situación, era un paciente más, no había ningún lazo que parecía unirla a él, quizá por eso le era tan fácil curarlo. No se le veía fatigada, pero se detuvo, la herida no estaba completamente cerrada. Limpió nuevamente su abdomen y terminó por borrar cualquier rastro de sangre, tomo vendas y la cubrió. Había terminado, por fin podía descansar, respiró hondo, con tranquilidad, estaba exhausto. Sakura se lavaba las manos, le daba la espalda, así que no podía ver su rostro. Secó sus manos, dejó todas las vendas ensangrentadas en el suelo, junto con su camisa que estaba hecha pedazos y sucia, y comenzó a caminar hacia la puerta. No se giró para observarlo, no le dijo una sola palabra. Había hecho su trabajo y eso era todo. Una enfermera abrió la puerta observó a Kakashi, después a la médico.

-Me llevaré las vendas y todo lo demás – habló la enfermera. Era por precaución, no querían dejarle nada que pudiera asemejarse a un arma.

-Llévalo a la habitación – la voz de Sakura resonó en la habitación casi vacía, era suave. Había olvidado cómo sonaba, eso lo sorprendió, fue como oír a un fantasma – Estará bien, una enfermera es más que suficiente, que revise las vendas y limpie la herida, pasó mucho tiempo sin ser atendido y podría infectarse, realmente lo dudo, pero es mejor tomar precauciones. Sangrará un poco, es normal, si cree que es demasiada sangre, que me llame. Se quedará dormido y dudo que despierte hasta mañana por la tarde, asegúrense que tenga mantas suficientes, la pérdida de sangre... No tengo que decirte todo esto, Hann, tú ya sabes qué hacer.

La médico estaba de perfil, pero en medio de todo el caos, de todo lo que estaba sucediendo, es decir, el que alguna vez fuera su sensei, había vuelto, ella fue la encargada de curar su herida. Y después de todo eso, ella sólo hablaba con la enfermera, se despidió con una sonrisa, con una sonrisa sincera. A él ni siquiera lo volteó a ver. Salió por la puerta y no volvió.

La enfermera se acercó a Kakashi, se le veía un poco temerosa, luchaba por no verlo, sus ojos se desviaban a cualquier otro lugar y estaba ligeramente sonrojada. Ella debía saber quién era y las razones para estar allí, temía cometer alguna equivocación con un ninja que era considerado de suma importancia y que estaba bajo estricta vigilancia. Tomó la bandeja donde estaban el resto de las vendas limpias, unas tijeras y nada más. Sakura no necesitó de nada más. Lo sacó y después volvió por él. Comenzó a empujar la cama por los pasillos, Kakashi quería recordar a dónde era trasladado, seguramente Danzo lo estaría esperando, lo llevaría a la Raíz y se encargaría de él, por eso no lo habían terminado de curar, para tener una ventaja. Quería mantenerse despierto, pero estaba exhausto y por fin sentía que podía descansar. Después de tantas horas, del dolor, de la frustración y de los malos momentos, de la irritación que le provocaba estar de vuelta, por fin estaba descansando. Se quedó dormido antes de saber a dónde lo conducían. El sueño venció a la preocupación de sentirse vulnerable, no estaba a salvo, pero no pudo evitar que sus ojos se cerraran. Seguramente despertaría en manos de sus principales captores, Danzo y los Abuelo.

...

Despertó, había tenido sueños demasiados extraños, demasiado borrosos y sin sentido que desaparecían cuando lograba el mínimo nivel conciencia. Le costó alcanzar una estabilidad en el que verdaderamente fuera consciente de lo que sucedía, abría los ojos por algunos segundos, pero se cerraban involuntariamente y lo invitaban a seguir durmiendo, recobrando energía. Eso sucedió un varias veces, y sólo cuando realmente se esforzó por mantenerse despierto pudo averiguar dónde estaba. Era una habitación amplia, pero no había nada más que su cama y él, ni una mesa, ni sillas, cuadros o cualquier adorno. Las paredes eran de un suave color azul, y el techo blanco, lo sorprendente era que había una ventana, una ventana de buen tamaño que estaba abierta, con cortinas amarillas que se movían con el viento que entraba y refrescaba la habitación. Podía ver parte de la Aldea Oculta entre las Hojas, los edificios más altos, parte del bosque. Parpadeó un par de veces, debía estar soñando, no había otra posibilidad, era imposible que estuviera descansando en una habitación como esa. Tragó un poco de saliva, tenía sed, pero no había agua, también tenía hambre y necesitaba comer para recuperar un poco de energía, para que el dolor de cabeza se calmara, para que su estómago se tranquilizara, tenía náuseas, vomitaría pronto si algo no comía algo sólido. El hambre, el dolor, las náuseas, la poca energía, le aclararon que no estaba soñando, que realmente estaba en esa habitación y no encerrado en algún hoyo de la Raíz.

-¿Qué estoy haciendo aquí? – preguntó a la nada. Su voz salió ronca, apenas un susurro torpe y entrecortado. Sabía que estaba en la Hoja, no lo olvidaba, pero su pregunta era literalmente por qué estaba en una habitación tan cómoda, cubierto con sábanas limpias y frescas y no en una celda vigilado por ANBU. Volvió a pasar saliva. El paisaje que se asomaba por la ventana, le avisaba que la mañana se había ido por completo - ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

La puerta se abrió y entró Sakura, detrás de ella una enfermera. La médico tenía los ojos en unas hojas que parecía estudiar con detenimiento. Su cabello rosado estaba recogido en un moño alto, vestía una falda rosa, una blusa roja, botas negras, y además una bata blanca. Había cambiado desde que la viera en aquella misión del lago, pero no podría decir exactamente cuál era la principal diferencia. Cuando curó su herida no se tomó la molestia de observarla, pero ahora, con un poco más de luz, era capaz de verla, cuando la dejó era una niña, con sus rasgos infantiles, ahora sólo conservaba los ojos jade y el cabello rosado, pero después de todo, era lo más distintivo, siempre lo fue y siempre lo sería. Era tan extraño estar en su presencia, tan raro estar en la Hoja.

Sakura levantó la vista, sólo por un segundo.

-¿Podrías traer un poco de comida, Hann, algo sólido y una jarra de agua? – preguntó con una sonrisa amable, como si no fuera ella una médico y la otra una enfermera, como si no tuvieran que obedecer sus órdenes, y como si no se diera cuenta de su superioridad.

-Por supuesto, Sakura-san, ahora vuelvo.

La médico se guardó los papeles en la bata, se acercó, retiró las mantas y observó las vendas. Estaban limpias, sonrió. Aún así las quitó y revisó la herida, seguía abierta, pero sangraba lo mínimo, el dolor era completamente soportable, se recuperaría pronto.

-¿Qué haces aquí? – esa pregunta lo sorprendió, la voz de la médico no tenía nada de neutral o de desinterés, era de amabilidad y alegría, contrastaba con una pregunta que podía sonar hostil. ¿Qué se suponía que debía responder? – Sé que estás aquí, así que sal.

La confusión del ninja desapareció cuando un ANBU, el ANBU apareció por la ventana y se quedó sentado allí, observando a la médico que volvía a cubrir la herida con vendas limpias. Era ese ANBU, su máscara, el mismo de siempre. Ahora estaba ahí, después de custodiarlo todo el camino, se presentaba en su habitación.

-No me gusta que te aparezcas cuando estoy con un paciente, además, sé que no estás a cargo de la vigilancia – el ANBU se encogió de hombros y Sakura sonrió. Terminó de cambiar las vendas y lo cubrió de nuevo -Vuelve aquí en dos horas – él asintió y despareció dejando a la médico con una ligera sonrisa en los labios. La enfermera entró con una bandeja de comida y una jarra de agua, Sakura le dijo algo en voz baja, ella asintió, dejó la bandeja sobre la cama y las dos salieron.

El ninja resopló, toda la frustración se renovó por completo, la amargura por estar de vuelta en la Hoja. No es que lo estuvieran tratando mal, de hecho, era muy diferente a lo que había esperado, esa bandeja esta llena de fruta picada, algunos panecillos y una jarra de agua, era más de lo que podía esperar. Pero el sentimiento de soledad era tan grande y hondo que le quitaba el apetito. No le importaba que Sakura lo tratara con una indiferencia mortal, que ni siquiera se dignara a verlo a los ojos o que ninguna palabra hubiera sido dirigida a él. Nada. Pero eso no le afectaba especialmente, lo frustrante era sentirse como un auténtico extraño en el lugar que alguna vez fuera su hogar. Volvió a enfurecerse por estar de vuelta, tenía que escapar pronto o se volvería loco. No pertenecía a la Hoja y pronto lo averiguarían. Ni sus buenas intenciones, ni la habitación amplia y bonita, tampoco la comida ni las atenciones serían suficientes. Lo vigilaban, ese cuarto estaba rodeando de ninjas esperando cualquier intento de su parte, seguía capturado. No probaría bocado. No quería visitas, de ningún tipo, pero en realidad no las esperaba. No había una fila esperando por verlo y enterarse de su progreso.

Cuando la puerta volvió a abrirse, un par de horas después, la comida seguía intacta y el ninja estaba sentado en la cama. Y con un humor de perros. Entró Tsunade, Jiraiya, Shizune y Sakura. Esta última traía consigo una pequeña mesa que colocó al lado de la cama y donde depositó la bandeja con comida, rodeó la cama y se recargó en el marco de la ventana, se había despojado de la bata blanca. Kakashi se mantuvo en silencio, no sería el quien diría la primera palabra.

-Deberías comer algo, Kakashi – Jiraiya habló con un tono completamente neutral, no había ningún reproche, pero no lo vio a los ojos – Te hará bien, además se ve delicioso – se acercó y estaba por comerse el plato de fruta cuando la voz de Tsunade lo detuvo.

-Ya comiste demasiado, Jiraiya, deja la comida para quien lo necesita – la Quinta observó a Kakashi, era la primera lo veía de frente – Deberías comer, Kakashi, a menos que planees morirte de hambre. Sakura, ¿por qué tarda tanto? Siempre llega tarde, es un desobligado impuntual...

-Aquí estoy, Abuela – era Naruto que había aparecido por la ventana y revolvía el cabello de Sakura como si se tratara de una niña, su melenita rosada estaba suelta, la mantenía corta, al nivel de los hombros y se había despeinado ligeramente destacando algunas ondas que caían suavemente – Perdón por el retraso – Naruto se quedó sentado en la ventada, junto a Sakura. Puso una de sus manos sobre los hombros de ella.

Kakashi no pudo evitar sorprenderse, no había sabido nada de él desde que abandonara la Aldea, nada, ni siquiera una pequeña pista y ahora sabía el porqué, Naruto vestía con la típica armadura ANBU, en su brazo izquierdo estaba la marca. No portaba ninguna máscara, así que su rostro estaba al descubierto, también había cambiado, demasiado, en su expresión no había nada infantil, nada de aquella impaciencia que solía caracterizarlo, había madurado de forma notoria. Sus ojos azules permanecían en Sakura.

-Así que un ANBU – susurró Kakashi involuntariamente, y para su desgracia, en un tono en el que todos escucharon.

-Sí – respondió Naruto encogiéndose de hombros, sus ojos azules, un azul que le recordaba mucho al Cuarto, lo observaron con absoluta seguridad - ¿Hace cuánto que estoy ahí, lo recuerdas, Sakura-chan?

-Claro que lo recuerdo.

-Bueno, no vamos no estamos aquí para discutir la trayectoria de Naruto – aseguró la Hokage, pero Kakashi siguió con el tema.

-Tú eres el ANBU que me custodiaba cuando me trajeron de vuelta, el mismo que estaba presente en la misión del lago, que se enfrentó con Kabuto – era sólo una teoría, pero tenía la certeza de no estarse equivocando

-Sí – dijo con simplicidad. Ninguno parecía preocupado con el hecho de que un ANBU revelara su verdadera identidad – Pero la Abuela tiene razón, no estamos aquí para discutir mi trayectoria como ANBU, ni las misiones en las que he estado. Si queremos hablar de alguien, mejor hablemos de Sakura-chan y de su talento como ninja médico, eso sí es interesante.

-Naruto... - Sakura resopló su nombre con ese tono de advertencia que aún recordaba.

-Lo siento, Sakura-chan– se disculpó el ANBU volviendo a revolver el cabello de su compañera.

Ahora todo tenía sentido, cuando se enfrentaron a Kabuto lucían confiados en el otro, conocían los movimientos y se acoplaban perfectamente. Después, en la misión del lago, él estaba allí para cuidar de su compañera. Era evidente que seguían siendo cercando, que nunca se alejaron uno del otro, que aunque siguieron caminos separados, crecieron y mejoraron juntos. No había equipo siete, pero Sakura y Naruto nunca estuvieron más unidos. Él, como ANBU, tuvo una evolución asombrosa, recordaba sus movimientos, su velocidad y agilidad, ella como médico... era cierto, tenía talento. Sasuke estaría sorprendido cuando le contara todo lo que estaba pasando, la razón por la que Naruto había permanecido fuera del radar. Se veían tan cómodos allí, ella recargada en la ventana, él sentado, derrochaban complicidad.

Kakashi no dijo nada más, sólo se quedó observando a esa pareja de ninjas que permanecía en la ventana. Los observaba de manera descarada, y tanto Naruto como Sakura le devolvían la mirada, por primera vez ella lo vio a los ojos. Habían cambiado demasiado, se les veía tan confiados, no había ninguna clase de timidez al observar al que alguna vez fuera su sensei, era un ninja más, nada especial en su mirada, ninguna clase de familiaridad. Era la misma mirada con la que Kakashi los veía, ni ellos lo reconocían, ni él a ellos.

No tenía nada qué hacer en la Hoja.