Capítulo 5
Sango conectó su móvil a una bocina por medio del Bluetooth, rebuscó en su playlist en Spotify cualquier canción y ésta inició a reproducirse. Esa noche se irían de fiesta. Un empleado del hotel les había mencionado que el hotel contaba con un exclusivo antro, así que no debían desperdiciar la oportunidad de ir, por lo que se estaban arreglando en la habitación de Kagome, con el afán de evitar que ésta última se les escapara.
Rin y Ayame compartían tocador, la pelirroja se aplicaba una máscara de pestañas, mientras que "cabecista con el mundo de color rosa" estaba indecisa si usar un labial en tono mate o vino.
―El mate va contigo – comentó animada Ayame.
Mientras que, por el otro lado, Sango y Kikyo discutían sobre que zapatos usar.
―Me van más los altos – dijo Kikyo.
― ¿Qué tanto quieres bailar? – preguntó la castaña, poniendo sus brazos en ambas caderas.
―Uff, bebé – sonrió divertida– Pienso hacerlo toda la noche, aunque me maten los pies.
El bar abría hasta las diez de la noche y aún faltaba una hora. Ese tiempo lo empleo Kagome en elegir su outfit. Lamentablemente no había llevado ropa adecuada para ir de fiesta, solo unos pantalones de cuero negro y una blusa holgada. Pero cuando Ayame vio su atuendo por poco le daba un infarto, así que le dio unas prendas para que eligiera cual ponerse. Esa era la ventaja de tener la misma talla que ella.
Estaba ante la perspectiva de usar una falda negra entubada junto a un top brillante de color beige con un provocativo escote en forma de "V" o un vestido negro ajustado y que le llegaba casi cinco dedos a la rodilla.
Se supone que iría solo a bailar con sus amigas, esos atuendos estaban más hechos para ligar que otra cosa. ¡
¡Maldita fuese Ayame y sus vestiditos hechos para ligar!
―Si fuera tú me pondría la falda con el top – aconsejó Ayame, mirándola a través del espejo – Y se te hará tarde entre más lo pienses.
La canción terminó y la pista cambió a "Last Friday Night", Sango y Kikyo comenzaron a bailar como locas. Ayame no logró resistirse a eso y se unió a ellas, subió a la cama y tomando una secadora de pelo la usó como micrófono, creyéndose Katy Perry.
Rin sólo sonrió y Kagome roló los ojos. Al ver su gesto, la pelirroja tomó una almohada y se la arrojó directo a la cabeza. Antes de que cayera al suelo, Kagome la había pescado en el aire.
―Amargada – condenó ella – Estas pareciéndote a tu prometido.
― Repite eso.
―Eres una amar….
Ella no pudo terminar la frase, ya que Kagome le había arrojado la almohada, haciendo que la pelirroja perdiera el equilibrio y rebotara en la cama. Todas aprovecharon ese descuido para subirse de ella. Entre risas les llegó las diez de la noche y aún faltaban por vestirse.
Las cinco se quedaban atónitas ante lo que veían. El antro era demasiado imponente. Luces de azul y rojo en neón se esparcían por todo el lugar. Había una barra circular con luces que cambiaban de dolor rojo, en frente estaba la pista de baile y a las esquinas se encontrabas unos sillones para más de cinco, y de estos había varios. Afortunadamente una estaba vacía. Ya que un mesero las fue guiando.
―Este lugar es increíble ― comentó atónita Ayame. ― Espero que Esteban llegue.
― ¿Quién es Esteban?
Todas preguntaron al mismo tiempo, menos Kagome, que ya sabía a la perfección de quien se trataba. Dejando su bolso tomó asiento y esbozó una sonrisa. Su amiga sí que no perdía el tiempo.
―Mi instructor de buceo – respondió ella como si no fuera de mayor importancia.
―Tú no pierdes el tiempo Ayame ― dijo Sango, reprochando la actitud liberal de su amiga.
―Se supone que esta noche iba ser solo para chicas. No para invitar chicos ― reclamó Rin.
―No se preocupen ― intervino Kagome ― Si Ayame quiere divertirse, adelante. Esteban será bienvenido al grupo. Además, fue un buen instructor, evitó que me ahogara en dos ocasiones.
Se escuchaba en las cuatro paredes de ese recinto una música electrónica. Ayame fue la primera en ir a la pista junto a Rin, poco a poco todas se les fueron uniendo.
Después de bailar un rato les dieron sed y pidieron unas bebidas. Varios chicos que al verlas solas comenzaban a acercarse a ellas para pedirles un baile, pero uno a uno fue rechazando. Esa noche era solo para ellas y de nadie más.
Kagome estaba en la barra, esperando su bebida, a pesar de llevar tres cocteles comenzaba a sentirse bella y poderosa. Algo o más bien alguien llamó su atención y de nuevo ahí estaba ese chico de ojos dorados al extremo opuesto de la barra. Frunció el cejo, había perdido las veces con las que se había cruzado con ese hombre. En el avión, en el ascensor, en la clase de buceo y para rematar le había enviado una piña colada.
¿Debía acercarse a él y agradecerle el gesto de la piña colada?
Si vestido de traje era muy atractivo, ahora con ropa de acuerdo con la ocasión lo hacía verse mucho más sexy. Llevaba una blazer en tono negro y los tres botones desabrochados de su camisa de lino, en tono azul cielo, donde llevaba colgadas sus gafas de sol, por lo visto ese chico no dejaba afuera sus lentes.
Todo ese conjunto lo hacían lucir demasiado atractivo y si, ya no tenía por qué negarlo más. Era atractivo que incluso despertaban sensaciones que jamás había experimentado.
― ¿Qué haces? ― era la voz de Kikyo.
Al escuchar a su hermana, Kagome parpadeó y se liberó de inmediato de esos pensamientos que la comenzaban a llevar por otro rumbo. Se puso tensa, como si se hubiese visto descubierta y por último desvió la mirada de su objetivo.
―Nada ― mintió ―Sólo espero las bebidas.
Pero la bebida la tenía justo en frente de ella, por lo que Kikyo no se tragó el cuento de la bebida. Ella no era estúpida y miró al chico a quien su hermana observaba hace unos momentos antes de que la interrumpiera. Frunció el cejo y no porque tuviera celos, sino porque el chico era realmente atractivo y se iba a odiar a sí misma al darle este consejo.
― ¿Sabes por qué se inventaron las despedidas de solteros?
Kagome se encogió de hombros y negó.
―Para dar rienda suelta a la pasión. Para saber si harás lo correcto o no. Por primera vez deja ser tan puritana y pórtate mal, aunque sea una vez. Al cabo aquí no vamos a decir nada.
―Kikyo…
―Solo hazlo y no te juzgues. Puede que sea el amor de tu vida y que casarte con Hoyo sea un error. Quien pueda saber, no somos dueños de nuestro futuro, pero nosotros tomamos la decisión.
Y tras estas palabras, Kikyo tomó las bebidas de sus amigas dejando a una Kagome muy pensativa.
Dejar de ser tan puritana.
Portarse mal una noche.
Dar rienda suelta a la pasión.
Todo eso era confuso y ardía en su cabeza, eran pequeños dardos que le martillaban sin cesar.
¡Se iba a casar en tres semanas! Para eso las chicas organizaron ese viaje a Cancún, para celebrar su despedida de soltera, no para serle infiel a su prometido. Que sin duda alguna él no se merecía algo así de su parte. Le había sido fiel durante todos estos años y la verdad no sería justo de su parte. Hoyo siempre se había mostrado atento y educado con ella.
"A veces las relaciones no se basan en atención, Kagome"
Escuchó la voz de Sango en su cabeza una vez más.
Vio que una chica rubia se acercaba al él. Le entregó una bebida, el único gesto educado que tuvo fue aceptar la bebida y en lugar de beberla, la dejó en la barra. La chica parecía estar desesperada por llamar su atención, así que se acercó todo lo que pudo y le susurró algo en su oreja. Él alzó una ceja y con una sonrisa amable negó, diciéndole algo que hizo que la joven comenzara a retroceder. Ella giró sobre sus talones y se marchó muy decepcionada.
Kagome le dio un trago a su coctel.
Ahora esta vez entraba al acecho una despampanante morena y decía despampanante porque era más alta que ella y con senos muy grandes. Ella le tocó el hombro, donde descanso su mano en el antebrazo. Él alzó una ceja demasiado arrogante y con la mayor elegancia apartó la mano de aquella mujer de su brazo. Ese gesto hizo enojar a la mujer, pues retrocedió unos cuantos pasos, giró sobre sus talones y se fue demasiado molesta de ahí.
Era un maldito arrogante, cada chica que se le acercaba él la rechazaba contundentemente sin importarle si era la más hermosa.
¡Muy bien, ser mala por una noche!
Le dio otro trago a su copa.
¡Darle rienda suelta a la pasión, aunque fuera una sola noche!
Otro trago.
¡Dejar de ser tan puritana!
Terminó su bebida, dejó la copa sobre la mesa y se encaminó hacia el chico arrogante que rechazaba a toda chica que se le acercara. Rodeó la barra hasta llegar al punto donde él estaba.
En la barra estaba él y un grupo mixto, todos charlaban de manera amistosa y hablaba muy bien español para su sorpresa.
― ¿Vienes a invitarme una copa o bailar, pequeña? ― preguntó una vez que reparó en ella, pero lo hizo con tal arrogancia que ella arrugó la nariz.
―No ―simplemente negó.
Ya estaba allí, lo tenía en frente y no había marcha atrás, no era momento de ser cobardes.
Se inclinó un poco para estar a su altura, deslizó sus manos por detrás de su nuca y lo acercó a ella.
―Vine a decirte que dejes de ser tan malditamente arrogante.
Tras estas palabras lo besó. Y por primera vez se sentía dichosa, poderosa, ella era la que estaba marcando el ritmo del beso. No era monótono como cuando besaba a Hoyo. Aquí había algo más, se podía sentir la pasión correr entre ellos dos y eso le dio las suficientes señales de alarma para salir huyendo de ahí, pero no, se quedó como la perfecta valiente que era.
El beso se prolongó unos minutos más y fue ella misma la que se separó. Se miraron a los ojos, si se podía leer la pasión en los de él, pero ¿Y en los de ella? Lo vio saborearse los labios donde seguramente había dejado rastros de vodka en ellos.
Se apartó de él y volteó a ver al grupo que lo acompañaban, quienes solo estaban atónitos a lo que veían. Hizo un leve saludo con la cabeza y esbozó una sonrisa.
―Con permiso.
Giró sobre sus talones y se marchó de ahí con una sonrisa, pero a toda prisa, por temor a que la detuviera.
Podía sentir la victoria y la saboreaba en sus labios.
Sus amigas ya la esperaban, ninguna le reprocho nada. Kikyo esbozó una sonrisa y le entregó un vodka.
―La noche es joven.
Asintió y se lo bebió de golpe.
―Por cierto, éste es Esteban ― dijo Ayame, presentando al instructor de buceo al resto de las chicas.
―Hola, a ver cuándo otras clases de buceo. ― comentó mientras le tendía la mano a Kagome para saludarla.
Kagome asintió
―Tal vez en mi luna de miel te mande a mi marido.
Tras el comentario todos estallaron en risas y otra canción comenzó a escucharse.
―Oh esa es mi canción ― dijo Rin, tomando a Kagome de la mano ―Vamos a bailar Kagome.
Todas se reunieron en la pista de baile, Ayame bailaba muy pegada a Esteban, seguramente ellos dos iban a tener una noche muy larga. Uno que otro se acercaba a ellas, pero de inmediato los rechazaban. Kagome comenzó a sentirse un poco mareada, seguramente había bebido un poco más de lo normal y el alcohol ya comenzaba a hacer reacción en su cuerpo.
―Tengo que ir al tocador ― le anunció a Sango.
―Te acompaño ― dijo ella.
―No ― Kagome negó ― Estoy bien.
― ¿Segura? ― la castaña alzó una ceja no muy convencida ― Por mí no hay problema.
Kagome asintió por última vez y salió de la pista de baile para ir al tocador.
Cuando estuvo a punto de entrar al tocador, algo o más bien alguien la tomó del brazo y le daban un pequeño tirón. Para llevarla directo hasta la salida del club. Por un leve momento busco a sus amigas, pero tal parecía que ninguna era consciente de lo que le estaba pasando. Gritar sería lo más absurdo ya que no la podrían escuchar por la música. Y de la persona que se la llevaba a la fuerza solo veía su espalda y algo en ella la hicieron sentir un escalofrío, incluso el mismo bochorno que experimentó cuando vio a su vecino de aquel avión.
No fue hasta que estuvo afuera del local para darse cuenta quien había sido.
Él tenía expresión seria y se le veía demasiado molesto, incluso tenso ya que apretaba con fuerza los nudillos de sus dedos. Kagome se mordió el labio inferior y casi temió desmayarse.
¿En qué demonios se había metido? Todo por seguirle el juego a su hermana.
Y el mareó se disipó en parpadear.
Tenía que fingir indignación, jamás verse nerviosa, así que con un leve forcejeó se liberó de su agarre. Se aclaró la garganta, frunció el cejó y entornó la mirada hacía él.
― ¿Quién se cree que es para sacarme de esa manera? – ahora volvía a emplear un tono más formal que hace unos minutos en el bar ― Llamaré a seguridad.
Al verla, él arqueó una ceja negra y avanzó un paso, logrando que la chica retrocediera dos hasta que su espalda topara contra la pared. Él apoyó el brazo izquierdo en la pared, justo por encima de su cabeza, la otra mano la tenía cuidadosamente guardada en el bolsillo de sus jeans. Reclinó un poco el cuerpo hacia ella.
― ¿En serio te atreves a cuestionarme eso? – inquirió aquel hombre – Si a esas vamos pequeña, ¿Quién te crees que eres para besarme? – se podría decir que se le veía indignado.
―Er…mm.…n…
Kagome no sabía que responder, si abría la boca era solo para balbucear o decir puras estupideces. Pero es que aquel hombre la miraba con tanta intensidad, sus ojos dorados brillaban con las luces de los faros. Una pareja pasó a lado de ellos y sonrieron al verlos en aquella posición romántica, que poco tenía de eso.
Se mordió el labio inferior ante su nerviosismo. Maldición, maldito fuera ese hombre sexy, que, aparte de atractivo, su aroma era tremendamente masculino. Haciendo que le flaquearan las piernas.
Cuando vio que ella no era capaz de responderle, inclinó un poco más el cuerpo hacía ella. Sacó su mano derecha del pantalón y fue directo hasta su mentón. Para levantar levemente su cabeza hasta lograr que sus miradas se encontraran. Ese contacto fue tierno y tremendamente seductor a la vez.
―Estoy esperando una respuesta, pequeña – su voz era sensual – Y te advierto que no soy muy paciente.
Kagome se regañaba mentalmente así misma. En la posición que estaba tenía mucha desventaja. Primero debía mostrar dignidad, jamás verse vulnerable. Si lo pensaba bien, ahora a la que le tocaba jugar sería a ella. Por lo que podía notar tal vez el beso le hubiese afectado, de otro modo él nunca hubiera ido a ella. Eso debería usarlo como un tipo de arma a su favor y no estaba dispuesta a perder tan fácilmente.
Así que, mostrando su lado más seductor, esbozó una sonrisa y dijo:
―No tengo porque darle alguna explicación ―respondió al fin, en un modo retador ―Si es la primera vez que te besan y no fue lo que esperabas te ruego una disculpa.
Él esbozó una sonrisa y acto seguido comenzó a reír a carcajadas muy fuertes y para su sorpresa, eran de alegría, algo que la hizo confundir mucho. Después se compuso, y optó una posición muy seria.
― ¿En serio crees que eso es besar, pequeña?
Esa pregunta hizo que se paralizara de pies a cabeza, se acercaba peligrosamente a ella, su ancho pecho rozó las puntas de sus pechos y Kagome tuvo que pasar saliva con dificultad. Aun sostenía su mirada. La miraba de una manera extraña, se podían leer en sus ojos deseo incluso pasión en ellos. Su cerebro le decía que se alejara de esa situación incómoda, pero por alguna extraña razón su cuerpo no reaccionaba a las órdenes dictadas.
Se sobresaltó cuando sintió sus poderosas manos rodearla por la cintura y atraerla hacia él.
―Te hice una pregunta ― le susurró al oído.
Kagome parpadeó y volvió a balbucear.
―Bueno… yo… este…
―Pequeña, tu modo de hablar me está exasperando ― comentó el joven – Y no tienes idea cuanto me esta costando controlarme.
―Por favor no me digas así ― dijo nerviosa.
― ¿Te pongo nerviosa…― hizo una pequeña pausa y ablando entre silabas añadió― pe―que―ña?
Estaba segura de que le decía pequeña solo para fastidiarla y si, la verdad era que la ponía nerviosa, más de lo que él imaginaba.
― ¿Nerviosa yo? Por favor ― un bufido salió de sus labios ― No podrías poner nerviosa ni a una hormiga. ― pero en realidad estaba temblando como una gelatina.
― ¿Segura? ¿Entonces porque tiemblas?
Rayos ¿Tan obvia era?
―Por qué …― miró a ambas direcciones ― Por qué – se rascó la nunca y su boca fue capaz de ―Tengo frío, no crea que es por usted.
Y esa era la mentira más estúpida que había dicho en toda su vida. Se encontraban en Cancún, cuyo clima era tropical los 365 días del año. El único frío que sentía era del aire caliente mezclarse con las pequeñas gotas de sudor que emanaban de su frente.
¿En serio no pudo inventar otra cosa más creíble que eso?
Él volvió a sonreír mientras negaba con la cabeza, era evidente que no le había creído ni una pisca. Pero segundos después se echó a reír, luego dejó de hacerlo, soltó un aire tibio que fue a parar directo a la cara de Kagome. Su aliento a whisky la embriago por completo. Y una vez más clamado movió la cabeza de un lado a otro en forma de negación y por último suspiró.
―Bien, basta de juegos ― dijo de un modo más serio ― Ahora sabrás lo que en realidad es un beso.
Hizo más fuerte su abrazo y la pegó mucho más a su cuerpo. Kagome podía sentir los latidos del corazón de aquel chico golpear contra su pecho, así de cerca estaban. Y sin esperar una negativa de su parte, invadió sus labios con un brutal y apasionado beso haciéndola estremecer de arriba abajo.
¿Alguna vez han caminado entre nubes de algodón? ¿No? Pues así se sentía, flotar y volar al mismo tiempo para caer en picada. Era como si le estuvieran robando el alma. Aquel beso era el más cálido, apasionado, devastador y electrizante que jamás había recibido. Le hacían ansiar más, de tener una cama y entregarse a la locura y a ese desconocido.
Y si, a Kagome por primera vez se le movió el piso bajo sus pies.
Hola
Porque ustedes me lo pidieron, así para que tengan todo el fin de semana con la perspectiva de lo que va a pasar.
De una vez les adelanto que si habrá lemon, por lo que si son menores de edad pasen siguiente capítulo (ja ja si como no)
Por otro lado, no me queda más que agradecerles un montón con la aceptación de esta historia. Es el segundo que hago ambientado en época actual.
Gracias totales.
Nos vemos el lunes, si es que otra cosa pasa.
Besos.
BPB
