La escuela nunca era muy divertida en las fechas finales, cuando parecía que todos los profesores se ponían de acuerdo para poner por lo menos diez proyectos, seis exámenes, veinte tareas, dos presentaciones y una obra para la misma semana, o lo que es peor, para el mismo día.

Por eso era que Lincoln llevaba trabajando desde hacía unas semanas en todo eso, pidiéndoles a sus amigos que lo ayudaran. Sin embargo, sólo Clyde lo hacía sin chistar, los demás se quejaron de todo.

Por supuesto, se quedaron sin razones para quejarse cuando se la pasaron mucho más tranquilos esas últimas semanas, sin agobiarse tanto. Los exámenes fueron más fáciles y llevaderos de lo normal, y no pudieron evitar sentirse agradecidos. Aún así, las vacaciones siempre eran un alivio, y los alegraba sobremanera verse librados de trabajos y estudios por unos largos, esperados y ansiados meses.

Lincoln los esperaba como cualquier otro, pero gracias a Lynn, ahora tenía un motivo para querer quedarse, aunque fueran sólo unos días más. Aún no había localizado a la chica del café, por lo que su miraba se paseaba con ahínco todos los días por los pasillos, inmunes a la fatiga, desesperados por encontrar a su objetivo. No fue sino hasta el último día de clases cuando por fin lo logró, cuando las esperanzas casi se habían desvanecido.

- Ven, Lincoln, hoy te enseñaré como se usa de verdad una patineta -le incitó Liam.

- Sí, como no -replicó Lincoln- Solo déjame ir por mis cosas, que las dejé en mi casillero.

No olvidaba que dentro de su casillero se encontraba un delicioso sándwich esperándolo, preparado por él mismo. Abrió la puerta, y mientras metía sus libros en la mochila, le dio una mordida a su comida, sintiendo una explosión de queso y jamón en su boca.

Deleitándose con su almuerzo, volteó la cabeza, donde sus ojos inmediatamente se posaron en una cabellera negra. La reconoció al instante. Al principio se quedó parado, sin saber qué hacer, pero logró reaccionar, y corrió tras ella. Tal como esperaba, era la chica que buscaba. Caminaba muy lentamente, con un libro en las manos, sola. Con el corazón en un puño, con la extraña sensación de que sus pies eran de plomo, y de que el aire se solidificaba,Lincoln se acercó.

- Ehm... Este... Hola.

La chica se volteó, extrañada de que alguien le hablara. Tardó unos segundos en recordar en dónde había visto al chico; al fin y al cabo, no eran muchas las personas que tenían el cabello blanco. Pero cuando lo hizo, quiso huir. Intentó alejarse, retrocediendo y aferrando su libro con fuerza.

- ¡No, espera! ¿Te llamas Lucy, cierto? Lucy Veral.

La mención de su nombre la sorprendió.

- ¿Cómo...? ¿Cómo sabes eso?

- Es que... Hace unas semanas habías hablado con una chica llamada Lynn, ¿verdad? Nos habló de ti. Bueno, ella es mi hermana. Una de mis cuatro hermanas.

- Oh, ya veo -repuso Lucy, un poco más calmada, pero sin soltar su libro- No tenía idea de que tuviera algún hermano.

- Sí, no nos parecemos tanto, pero ella sí que se parece más a mis hermanas mayores. Tengo cuatro hermanas, en realidad.

- Oh, pues yo... Yo también tengo muchas hermanas. Cinco, para ser exactos.

- Je, te entiendo, a veces puede resultar pesado, pero todos se apoyan entre sí, ¿no?

- Sí, supongo.

Hubo unos segundos de silencio.

- Oye -dijo por fin Lincoln- El otro día te vi en esa clase de club. Y me gustó mucho como habías hablado, me encantó como expresaste tu poema. Y no es que sepa mucho sobre eso, pero el lugar me agrada. Y quería saber si te gustaría vernos alguno de estos días. Al fin y al cabo ya son vacaciones.

Lucy se quedó unos momentos sin decir nada, un poco insegura aún. Pero saber que ese chico quería conocerla no la confortaba mucho; solo se tuteaba con sus pocos amigos, y a veces con su familia. Él parecía ser muy alegre y amable, algo que ella siempre repudiaba. Sin embargo, la alegró un poco saber que su poema no solo les había gustado a las personas de su club, sino también a personas ajenas al tema. Seguía indecisa, pero parecía que alguien más hablaba a través de sus labios cuando habló.

- Supongo que sí... Nos podríamos ver el martes en la tarde, tal vez.

- Muy bien -sonrió Lincoln- Hasta entonces. Ah, por cierto, mi nombre es Lincoln. Lincoln Faren.

- Ok... Eh, yo soy Lucy Veral. Bueno, eso ya lo sabías... Este, me tengo que ir. Adiós.

Sujetando su libro, Lucy se alejó. Volvió a sentir ese atisbo de recuerdo que había sentido con Lynn. No era solo que el nombre le resultara conocido, sentía como si... como si ya hubiera visto a esas personas, a los Faren. No podía sacar a relucir nada, pero conforme llegaba a su casa, se convenció de que no era una coincidencia. Algo en ella estaba relacionada con los Faren. Mientras tomaba un refrigerio de la cocina, dejó sus cosas en el suelo. Subió y se acostó en su cama.

Y de repente, se dio cuenta. Había invitado a Lincoln a verla el martes. En nombre de Drácula, ¿qué rayos le pasaba? Nunca, jamás en la vida había hecho algo como eso. Se sorprendió a sí misma, pero tal vez fuera que, en lo más profundo de su subconsciente, anhelara tener un amigo.

Por otro lado, Lincoln se sintió mucho mejor al poder conocer a Lucy. Pero mientras ella se alejaba, se percató, al igual que Lucy, que el apellido de esta le resultaba familiar. Lucy Veral. ¿Qué tendría de especial? ¿Acaso la conocía de antes y no se acordaba? ¿Sería una amiga de la infancia? ¿Una compañera? Quién sabe.

Pero por el momento, la idea de volver a verla le ilusionó aún más la perspectiva de las vacaciones. La llegada a su casa lo distrajo de todo aún así. Lynn tenía la manía de pedirle a él que lo ayudara con sus entrenamientos, y rara vez él podía negarse. Ese día no fue una excepción.

- ¡Llegas tarde, Lincoln! Ven, quiero que me ayudes a practicar para mi partido de béisbol -exclamó Lynn, diciéndoselo como si fuera el placer más irresistible del mundo.

- ¿Y si yo no quiero? -se atrevió a preguntar el albino.

La sonrisa de Lynn desapareció, dando lugar a su entrecejo fruncido. En realidad, todas sus hermanas podían ser amenazantes, pero Lynn se llevaba todos los premios.

- Tendría que hacerte lo mismo que a Ryan, y preferiría que no pasaras por eso, hermanito... A menos, claro, que te agrade la idea de quedarte lisiado de por vida.

Lincoln tragó saliva. Ryan era el ex-novio de Lynn, quien cometió el grave error de engañarla. Los rumores aseguraban que sus pulmones y riñones no funcionaban correctamente, y sus costillas nunca volvieron a ser las mismas.

- Está bien, está bien -se resignó el albino- Te ayudo.

Durante las siguientes horas estuvo lanzando lo mejor que pudo la pelota que tenían, pero Lynn era tan buena que bateaba todo lo que le lanzaba. Al final, Lynn estuvo a punto de pegarle a Lincoln, por lo que se enojó y se negó a seguir jugando.

Se sentía completamente agotado, por lo que se fue a acostar en el sofá. Luan se sentó cerca de su cabeza, mirándolo desde arriba.

- ¿Qué pasa, Luan? -dijo Lincoln, abriendo perezosamente uno de sus ojos.

- Mañana tengo un cumpleaños, y necesito a alguien que me ayude.

- ¿Qué clase de ayuda?

- Tranquilo, lo normal, solo unos pays y trajes de payaso, y tú me los lanzas, y eso.

- Está bien, tengo libre mañana -dijo el albino, cerrando perezosamente su ojo.

- Gracias, Lincky, eres el mejor. Y con tu permiso, veré la televisión.

Y mientras Lincoln por fin se dormía, las demás pasaron una tarde normal.

Lucy, en cambio, se había visto obligada a asistir a un concurso de belleza de Lola, quien no podía ir sin que alguien la viera y admirara sus logros. Lana también estaba ahí, y juntas se daban miradas aburridas y sin entusiasmo. Cuando por fin terminó, Lola se limitó a hablar de sí misma, sin darse cuenta que en realidad no la escuchaban.

La travesía culminó con Lola acostándose y durmiéndose en cuanto llegaron a casa, por lo que Lana y Lucy por fin pudieron escabullirse. Lucy se acostó en su cuarto, pero sintió verdadera sorpresa cuando vio que recibía un mensaje de Leni, pues casi nunca le llegaban mensajes de nadie. Lo leyó lentamente.

- Lucy -decía- Sé que no quieres que nadie te hable, pero si me pudieras ayudar a probar unos trajes y vestidos que hice, te lo agradecería muchísimo. Por favooooor. :(

La pelinegra estuvo a punto de negarse, pero algo de repente cambió en ella. Recordó todas las veces que Leni había intentado hablarle, sin éxito. Nunca se le escapaba que Leni era una muy buena chica: era amable, popular entre la gente, linda, un poco ilusa, pero en el fondo era tan pura que casi brillaba. Prácticamente lo contrario a ella. Sin embargo, eso no evitaba que Leni le provocara cierta ternura, imposible de ignorar. Sentía como se estaba abriendo poco a poco... Pero descubrió, algo feliz, de que no la molestaba mucho ese cambio.

- Suspiro. Está bien, Leni. Mientras sean pocos los atuendos, te ayudo -escribió Lucy.

- ¡Gracias, Lucy! Ahorita nos vemos. ;) -respondió Leni.

Lucy sintió cierta felicidad al recibir la aceptación de Leni, aunque no mucha como para que representara un verdadero cambio.

En unas horas, Lucy se vio rodeada de varios vestidos y ropas que Leni había llevado. Casi todos eran de tonos oscuros, pero alcanzó a notar unos de rojo brillante o azul marino, que no pensaba ponerse ni bajo amenaza de tortura.

- En el centro comercial hay cada vez más demanda por estos estilos -explicó Leni, con una aguja entre los dientes, y probando un vestido tras otro en Lucy- Así que pensé que te podría gustar alguno de estos. Cuando terminemos, toma los que quieras.

Lucy no creía lo que oía.

- ¿Qué?

- Lo que oyes -sonrió Leni- Sabes que me dan un descuento increíble en mis compras. Mis ventas me van bien. Hago bien mis ofrendas.

- Ofertas, Leni -corrigió levemente Lucy.

- Ah sí, eso -dijo Leni, soltando una risita- Así que agarra lo que quieras, lo que te guste.

- Ehm... Está bien... Suspiro...

Después de varias horas de cambios y cambios de ropa, por fin terminaron. Lucy tomó varias ropas negras, entre los que se encontraban unos jeans, pantalones, una bufanda,medias negras combinadas con violeta, y otras prendas de color azul oscuro, o incluso un rojo algo llamativo... Que era justo lo que no se pensaba poner en un principio.

- Lucy, te ves preciosa -dijo una voz que venía de atrás.

Lucy se volteó, y se encontró con Lori, quien tenía pinta de haber estado ahí desde hacía tiempo.

- No, no es cierto -soltó Lucy, cortante.

- Lo que digas, pero sé reconocer a una persona linda cuando la veo.

- Cómo sea -siseó Lucy, saliendo de la habitación.

Pero cuando llegó a su habitación y cerró la puerta, se odió por desear que Lori tuviera razón: que ella era, sin quererlo, linda.