[Lo que ocurre bajo el cielo]

.

.

.

.

.

.

.

[Cap. 5: amigos y enemigos]

.

.

.

.

.

.

Félix llegó a casa después del baile sintiéndose entre irritado y alegre. Por una parte, su encuentro con Juleka Couffaine había sido muy afortunado, pese a que ella no parecía sentir especial interés por él, pero lo cierto es que él podía ver claramente que eventualmente terminaría por lo menos agradándole. Marinette había estado en lo correcto, sus caracteres no eran completamente diferentes.

Sin embargo había sido una escena en especial la que lo había irritado hasta más no poder. Después de su también fastidioso encuentro con Lila Rossi, él recibió un mensaje. Se trataba de una nota de Adrien quien le pedía que se reunieran en el balcón del estudio de su papá. Él sabía que no podía desairar al anfitrión, quien por casualidad resultaba ser su primo, así que sin pensarlo dos veces se dirigió hacía allí.

Félix recordó aquello:

.

.

.

.

.

.

.

.

Escuché que querías hablar conmigo– dijo Félix quien aún no se recuperaba del mal humor causado por su encuentro con Lila Rossi y su breve discusión con Marinette.

Por supuesto que quiero hablar contigo – dijo Adrien quien se veía molesto cómo Félix nunca lo hubiera visto. Su primo era un maestro en el arte de ocultar sus sentimientos, pero algo parecía haberse roto en él, ya que se veía descompuesto, con el rostro enrojecido y el cravat ligeramente ladeado.

¿A qué te refieres?

A Marinette, por supuesto– dijo Adrien – es dolorosamente claro que algo sucede entre ustedes dos.

¿Te has vuelto loco? – preguntó Félix molesto– nos conocemos hace dos semanas, parece que nuestras madres te han contagiado de su enfermedad. No sucede absolutamente nada…

Debiste haber visto cómo se veían bailando juntos – lo interrumpió Adrien – pero tú eres el que más me ha ofendido. Es claro que estás interesado en ella. Pero, tú eres mi primo, eres parte de mi familia, y aún así, no has tenido el menor reparo en intentar conquistarla. Te dije cómo me sentía, tú mejor que nadie vio lo lastimado que me siento, pero a tí no te importó, porque sólo piensas en tí mismo.

¿Yo soy el que sólo pienso en mi mismo? – preguntó Félix con voz aguda– Marinette me comentó la propuesta que le hiciste. Es inaudito. Sabes que la arruinarás si persistes en eso. La familia Dupain ha subido meteoricamente desde la revolución, un paso en falso, y la sociedad no se los perdonará.

No puedo creer que ella te haya contado...

¿Por qué no lo admites Adrien? – preguntó Félix mientras que Adrien le regalaba una mirada confundida – Todo esto tiene que ver con tu propio clasismo y arribismo, así no quieras admitirlo, pero yo lo sé, Marinette también lo sabe, y muy en el fondo, tú también lo sabes.

Así que ella también te contó eso. Ella me dijo algo parecido hoy por la mañana– respondió Adrien. Félix abrió los ojos en señal de sorpresa, ya que a decir verdad, él no tenía ni idea de lo que le estaba hablando.

Ella no mencionó eso– dijo Félix – pero es claro que si dos personas diferentes te lo dicen en un mismo día, tu deberías darle un segundo pensamiento.

No deberías involucrarte en lo que no te interesa, Félix – dijo Adrien mortalmente serio mientras su mirada se cruzaba con la suya.

Entiendo que no quieras que me involucre con Marinette, creeme que lo entiendo, pero lo que le has propuesto es inadmisible, la condenarás a ser una paria en la sociedad, sin mencionar que arruinarías a su familia– dijo Félix escuchándose tan serio como su primo instantes antes.

Dejaré a Marinette en paz – dijo Adrien mientras que Félix podía ver claramente el dolor en sus ojos.

¿Lo prometes? – preguntó Félix.

Lo prometo– contestó Adrien– pero yo también necesito una promesa de tu parte. Sé que eventualmente tendrá que pasar, que ella encontrará una persona digna para contraer matrimonio, pero tu eres mi familia, tú eres diferente. – dijo.

¿Qué es lo que quieres de mí?

Prometeme que no serás tú quien termine casándose con ella. – dijo Adrien.

Adrien yo no tengo intenciones de…

Prometelo – insistió Adrien.

Lo prometo – dijo Félix.

.

.

.

.

.

.

.

.

Félix no pensaba romper su palabra, pero lo cierto era que había algo sumamente perturbador en aquella promesa. Adrien seguía diciendo que su intención no era perjudicar a Marinette, pero había algo en el comportamiento de su primo que le hacía pensar que él realmente quería prácticamente acorralarla para que no le quedara más opción que aceptar su propuesta. Félix sacó de su mente este pensamiento rápidamente, ya que aquella no era la clase de cosas que hacía Adrien.

Al terminar el baile del señor Agreste, tanto a los Dupain como a los Graham de Vanili les pareció que era momento de regresar a la ciudad. Después de todo, la temporada social era aún joven y había muchos eventos por delante.

Sin embargo, las páginas sociales de todos los periódicos y boletines dedicados al tema enloquecieron con las noticias de aquel fin de semana. Dos compromisos en una sola noche. Pero no cualquiera, eran justamente la pareja más sonada hacía dos temporadas en París. Muchos lamentaron el acontecimiento, ya que un matrimonio entre Marinette y Adrien sería casi simbólico en una sociedad que urgentemente necesitaba reconciliación: Ella hacía parte de la burguesía, era miembro de una familia que había emergido gracias a la Revolución. Adrien, en cambio, hacía parte de una antigua dinastía. Su abuelo había sido nada menos y nada más que un duque, por lo que los dos establecerían un puente entre un mundo antiguo y la modernidad.

Otros, en cambio, se regocijaban ante la decisión. Ya que según ellos, ese era el adecuado orden del mundo, y las jerarquías debían ser mantenidas. Marinette se casaría con otro "plebeyo", el nieto de un revolucionario, tal y como su propia familia. Mientras que Adrien se uniría a la nieta de una antigua marquesa. Sin embargo, miembros de uno y otro grupo se preguntaban cómo lograría sobrevivir la familia Agreste, ya que era un hecho ampliamente conocido que pese a que tenían una gran fortuna, desafortunadamente, ya no podían limitarse a vivir de sus feudos como lo hacía la antigua realeza, y estaba claro que el chapado a la antigua de Gabriel Agreste, como buen aristócrata que era, no tenía la menor idea de lo que era un trabajo.

Félix sólo veía aquello en un amargo silencio mientras que él mismo seguía cortejando a la señorita Couffaine sin el menor éxito. Ella no parecía sentir atracción alguna por él, y a él le estaban comenzando a aburrir las largas veladas con ella, en las que apenas podía sacarle un par de murmullos. Él se dirigía a su casa en París después de un fallido almuerzo con los Agreste, pues hablando de veladas aburridas esta había sido de lejos una de las peores.

Lo cierto era que Félix era afortunado de no haber nacido mujer en una circunstancia como aquella, pues de haber sido así, la gente habría dicho que su opinión acerca de Kagami Tsurugui no era más que mala voluntad provocada por celos "femeninos", y que una mujer jamás podía tener una opinión negativa de otra, a riesgo de ser tachada de maliciosa.

Pero lo cierto era que la prometida de Adrien no había causado la mejor impresión en él. Félix hubiera encontrado muy difícil convivir con una persona como aquella, quien parecía en una eterna competencia con todo y con todos.

Él encontró completamente risible que ella hubiera pasado un buen cuarto de hora interrogandolo sobre su estadía en la casa de Marinette, cómo si a su amiga realmente le importara dar la lucha por Adrien, un sujeto que claramente no tenía la menor intención de dar la lucha por ella, es más, que su única salida era hacerle una propuesta completamente inaceptable.

Félix recostó su cabeza en el cristal de la ventana del carruaje mientras pensaba en aquello y no pudo dejar de sentir algo de tristeza por esa chica Kagami. Puede que ella pensara que ganaría una especie de competencia, pero lo cierto es que se estaba metiendo en un matrimonio sin amor, con una persona que creía que era aceptable tener una amante a quien trataría como una verdadera esposa. Para él era claro que aquella pobre mujer en realidad no estaba ganando nada, pero en realidad sí podría perder mucho.

De repente, Félix pasó enfrente de un edificio conocido. Unos días antes, su madre le había dicho que aquella era la casa de Lila Rossi. Félix revisó su reloj de cuerda y se dió cuenta de que aún era temprano, y que sería completamente aceptable si le hacía una visita. Félix se hizo presentar y entregó su tarjeta a espera de que la señorita decidiera si aceptar o negar su visita. Él estaba seguro de que el paje volvería con la noticia de que Lila solo recibía visitas en unos días y horas específicos, pero no fue así. Lila aceptó recibirlo en su salón de té, en donde se sentó como si en realidad fuera la gran heredera que decía que era, mientras que él formulaba sus disculpas.

– Por supuesto, señor Graham de Vanilli, no hay ninguna clase de malos sentimientos – dijo Lila en un tono condescendiente que le dejó claro que en realidad habían toda clase de malos sentimientos.

– Eso me complace mucho – respondió Félix mientras sostenía su taza entre las manos. Lo cierto era que él hubiera dado todo por poder marcharse de ahí lo más rápido posible. Sin embargo él estaba consciente que tan mal visto sería que él se fuera tan rápido.

– Tengo entendido que ha hecho amistad con la señorita Couffaine– dijo Lila antes de tomar un largo y cadencioso trago de su propia taza.

– Si, ella ha sido una compañera muy agradable en los últimos bailes – respondió Félix. El entendió en aquel momento lo que deseaba Lila Rossi: ella quería hacerlo hablar de más, aunque por su puesto, ella olvidaba de dónde venía él, y que podía ser todo un maestro en el arte de la hipocresía.

– Aún así, sé que no es mí lugar opinar, pero ella no parece muy interesada, creo que prefiere gozar de una buena amiga, antes que someterse a un matrimonio apresurado, y por lo que que tengo entendido, usted está bastante apresurado– comentó Lila.

Félix trató de descifrar el contenido de sus palabras, y le hizo preguntarse si tal vez Lila Rossi sabría algo de aquella familia que él desconocía. Sin embargo, él decidió en aquel momento que no le prestaría atención. Ella realmente parecía alguien sumamente peligroso y sería un verdadero error involucrarse en cualquier tipo de confidencia con aquella mujer.

– Si me disculpa, señorita Rossi, debo partir. Mamá y yo estamos invitados esta noche a cenar en la casa de los Dupain– dijo Félix mientras se ponía de pié.

– Oh, si, claro, los Dupain– comentó ella.

– Sí – confirmó Félix con la intención de librarse de cualquier tipo de malentendido por parte de Lila– mi mamá se ha hecho gran amiga de la señora Dupain, lo cual es una consecuencia natural luego de habernos salvado la vida. Aunque, por su puesto, el señor y la señorita Couffaine estarán presentes.

– Oh– dijo Lila quien probablemente se encontraba sumamente defraudada por no tener la posibilidad de diseminar rumores a su gusto, ya que no había nada escandaloso en aquello.

Félix regresó a casa y se preparó para la cena. Él intencionalmente omitió el detalle de que a diferencia de Luka, él y su mamá se quedarían a dormir en la casa de los Dupain. El plan era simple: todos pensaban salir muy temprano en la mañana de aquel sábado con la intención de pasar el día en la casa de campo de los Dupain montando a caballo y volver por la tarde para pasar la velada en la ópera. Félix sabía a la perfección cuantos rumores podría causar Lila con aquella información. Después de todo, él era un hombre joven en busca de una esposa, y Marinette aún no se encontraba casada. Sin embargo, nada había podido convencer a sus respectivas y voluntariosas mamás de que aquello no era una buena idea.

Su mamá y Félix llegaron algo temprano a la casa de los Dupain en donde fueron muy bien recibidos pese a que la casa se encontraba inmersa en un gran alboroto.

– Perdona las molestias, querida – le dijo Sabine a Amelie mientras la saludaba – estamos buscando otra doncella para Marinette.

– ¿Han despedido a su anterior doncella? – preguntó Amelie.

– No, pero creo que está en una edad en la que necesita otra– dijo Sabine.

– ¿Otra? – preguntó Amelie sorprendida. Félix entendió la sorpresa de su mamá. No era para nada común que una joven tuviera dos doncellas, sin mencionar el costo de aquello. Él sonrió por unos instantes antes de disculparse y solicitar permiso para dirigirse al ático de Marinette. Probablemente, su amiga tan sólo necesitaba más ayuda para cumplir con los pedidos de su negocio.

En cuanto él subió al ático se dio cuenta de que él no se encontraba equivocado. Marinette revoloteaba por la sala como una especie de mariposa, pese a que la estancia era mucho más pequeña que la de la casa de campo. Una explosión multicolor de tela y encajes lo inundó, al tiempo que veía a otras dos mujeres correr detrás de su amiga.

– Así que aquí está el culpable de todo este desastre– dijo Marinette mientras que se detenía por un momento a observarlo.

– A mí también me complace mucho verla señorita Dupain – dijo Félix amablemente haciendo una reverencia.

– No finja que no sabe de qué le hablo, señor– respondió ella– el elogio que usted le dirigió a mi vestido durante la noche del baile de los Agreste ha hecho que todas las doncellas en edad casadera de la clase alta parisina reclamen un vestido de Ladybug – dijo Marinette alegremente.

– Vaya, entonces, su negocio prospera– dijo él mientras se acercaba a la estación de café a un lado de la habitación. Afortunadamente, la tetera aún se encontraba caliente, por lo que sirvió una taza y se sentó al lado de la mesilla con las piernas cruzadas.

– Por supuesto que sí. Hoy hemos contratado a Trixx para que nos ayude, este es demasiado trabajo, pero si nos esforzamos, los vestidos estarán completamente listos para el sábado.

Marinette apenas si le dedicó otro par de frases corteses antes de volver al trabajo. Era evidente que tenía mucho por hacer, al punto, que en el momento en el que volvió a sonar la campanilla ella se mostró sumamente contrariada. Félix sabía que debía tratarse de su prometido y de su hermana. No era común que una joven recién comprometida no sintiera la menor alegría de ver a su prometido, sin embargo, era claro que este era un matrimonio exclusivamente por conveniencia, así que prefirió quedarse callado, pues a decir verdad, él tampoco se sentía tan emocionado al ver a la mujer a la que se suponía estaba cortejando.

– Debemos bajar, la cena dará inició en unos minutos– dijo Félix al ver que Marinette no sentía el menor interés de apartarse de su trabajo.

– Tiene razón – respondió Marinette. Ella dejó a cargo de su labor a Tikki y a Trixx para que ellas pudieran continuar. Félix no vió el menor rastro de alegría en su semblante mientras bajaban las escaleras. Más bien, ella hacía gala de una silenciosa resignación.

– Quisiera seguir trabajando en mis vestidos.

– Lo sé – respondió Félix quien se mordió brevemente el labio antes de continuar– señorita Dupain, no quiero ser una voz pesimista en todo este asunto, pero ¿Está usted consciente de que una vez usted se case no podrá seguir adelante con su negocio?

– Lo estoy – respondió Marinette mientras que su semblante se ensombrecía – no le he dicho nada al capitán, pero dudo mucho que él espere otra cosa más de mí que sea una esposa promedio.

– Él es un hombre razonable– se apresuró a contestar Félix – de seguro entenderá.

– De eso no podremos estar seguros hasta que nos hayamos casado, y ni siquiera tendré el tiempo suficiente para acostumbrarlo a la idea, ya que en menos de tres meses partirá a las colonias en África – dijo Marinette.

– Entonces,considerando todo lo que está sucediendo en América en este momento, de seguro el gobierno querrá que los soldados mantengan bien vigiladas las colonias en África, lo que significa que usted podrá continuar con su negocio.

Los dos llegaron al final del corredor en donde se encontraba un balcón que daba hacía el recibidor. Marinette se paró frente al barandal por algunos segundos y le regaló una mirada cargada de melancolía.

– Yo aún no entiendo porqué las cosas tienen que ser de esta manera, sé que estoy cumpliendo mi deber, que debería ser feliz, pues todo el mundo dice que es esto lo que debo esperar de la vida, pero aún así, yo no me encuentro feliz. Tengo el presentimiento de que por más que Luka sea un buen hombre, yo no podré hacerlo feliz, y que él tampoco lo será conmigo– dijo Marinette sin detenerse siquiera por un momento.

– Entonces, tal vez usted debería cancelar este compromiso – opinó Félix quien dijo aquello más con el corazón que con la mente, pues lo último que quería él era verla tan infeliz como parecía en aquel momento. Marinette se rió sin una pizca de humor.

– Usted sabe que no puedo hacer aquello – dijo Marinette frustrada – Adrien me humilló públicamente. Él prácticamente me marcó como mercancía no deseada en frente de toda la sociedad. Dejar a Luka sería la muerte para mí, y yo no planeo aceptar la ridícula propuesta de Adrien.

Marinette estaba en lo cierto. Ella no podía despreciar a Luka Couffaine sin tener que asumir consecuencias terribles por aquello. Él no pudo evitar pensar en que todo lo que le habían enseñado acerca de las mujeres era completamente falso. Muchas de ellas no eran esas criaturas suaves e inocentes, eternamente obsesionadas con el amor romántico que retrataban las novelas, a muchas de ellas les interesaba, sí, pero lo cierto es que cuando se trataba del aspecto económico del matrimonio, todo quedaba de lado. El instinto de supervivencia tenía que ser mucho más fuerte, aquello siempre le había quedado muy claro en el comportamiento de su madre, y ahora Marinette también le enseñaba este lado sumamente práctico de su personalidad, y él no pudo evitar preguntarse qué habría hecho ella de poder elegir libremente.

– Será mejor que nos demos prisa, ya nos hemos tomado demasiado tiempo.

– Sí, por supuesto– respondió Félix antes de ofrecerle su brazo al bajar las escaleras. En aquel momento, la campanilla que los convocaba a cenar sonó. Marinette se apresuró a soltarle el brazo y a correr al lado de su prometido. Por su puesto, aquello era de esperarse, pero aún así no dejaba de resentir la falta del calor de su compañera.

La cena dio inició sin el menor contratiempo. Como era de esperarse en la casa de los Dupain, la cena fue poco menos que magnífica. Sus compañeros de mesa también fueron muy agradables por lo que la velada terminó apaciblemente en el salón mientras tomaban bebidas calientes. Félix decidió sentarse al lado de Juleka Couffaine y cumplir con su papel de admirador diligente, mientras que ella trataba de evitar sus atenciones de la manera más cortés posible.

Eran pasadas las nueve cuando finalmente sus invitados se retiraron. Al parecer Luka tenía que asistir muy temprano a su regimiento con el fin de volver a tiempo para la función de ópera de aquel sábado. Marinette aceptó de buena gana su prematura marcha mientras que le dirigía todas las atenciones de su posición.

La partida de los hermanos Couffaine fue como si alguien hubiera soltado la cadena que retenía a Marinette, ya que ella se dirigió a toda velocidad hacía su ático. Era evidente que deseaba dejar de perder el tiempo y volver a sus vestidos. Félix se disculpó y decidió seguirla.

Marinette y las demás costureras se encontraban tan ocupadas que apenas le prestaron atención cuando él entró a la estancia.

– ¿Le molesta si les hago compañía?– dijo él mientras tomaba un libro de la pequeña biblioteca improvisada de la chica y se sentaba junto a la mesa del café.

– Por supuesto que no– dijo Marinette regalándole una sonrisa– mi única condición sería que nos ayudará en caso de requerirlo, por favor – pidió Marinette.

– Es una condición perfectamente razonable – contestó Félix en tanto asentía con la cabeza.

Nuevamente, ellas comenzaron a trabajar, y así lo hicieron por horas, aunque de tanto en tanto Marinette requería de su ayuda para sostener piezas de tela en su lugar mientras ella cosía algún encaje o adorno. No fue sino hasta llegada la madrugada que la chica finalmente anunció que los cuatro vestidos encargados estaban completamente terminados. Félix observó a Marinette sintiéndose completamente orgulloso de ella. Por alguna razón, le llenaba de alegría tener una amistad tan maravillosa en una persona que no hacía otra cosa más que sorprenderlo conforme pasaban las semanas.

Marinette le pidió a Tikki que trajera bebidas y algo de comer para los cuatro, ya que debían celebrar este acontecimiento como un punto de cúspide en su negocio, ya que vestiría a cuatro de las damas más influyentes de París para uno de los eventos más importantes de la temporada, después de aquello, las solicitudes llegarían por raudales. Sin embargo, la felicidad no duró mucho, ya que la mucama reapareció en la puerta con el rostro pálido y sin las bebidas y la comida tan anticipada.

– ¿Qué ha sucedido? – preguntó Marinette. Tikki no respondió de inmediato, ella se acercó a la chica y le murmuró algo.

– Oh, no – dijo Marinette, quien sin perder la compostura se dirigió a Trixx – empaca los vestidos, por favor, y si no volvemos, llevalos a la tienda de la señora Marant mañana. Después podrás tomarte el resto del fin de semana libre.

– Si, señora – contestó la chica mientras hacía una breve reverencia.

– Tú – dijo mientras tomaba la mano de Félix y lo guiaba hacia la puerta – ven conmigo.

Marinette y Félix bajaron las escaleras en compañía de Tikki hasta que llegaron al primer piso. Él la siguió en silencio incluso cuando avanzaban a través de los pasillos hasta llegar a la zona en donde se ubicaban las habitaciones de la servidumbre. Un fuerte grito femenino lo hizo estremecerse, probablemente una de las criadas se encontraba enferma o algo por el estilo.

Ella entró rápidamente a la habitación en donde se escuchaban los gritos, y le indicó con un simple gesto con la mano que tenía que esperarla. Félix comprendía a la perfección la gravedad de la situación, era evidente que algo muy malo estaba sucediendo, y él debía esforzarse por no causar ninguna molestia. De repente, Marinette salió de la habitación completamente pálida y con una nota en la mano.

– Tienes que ir a buscar al cochero– dijo Marinette apenas reuniendo el aliento suficiente para hacerse entender. Ella le puso una pequeña nota en las manos y dijo : – Ahí se encuentra la dirección de nuestro médico de cabecera, tienes que decirle que se trata de una emergencia, es un parto que se encuentra muy mal ubicado.

– Entiendo – asintió Félix – ¿Quieres que le informe a tu mamá? – preguntó, ante lo que vió el rostro de Marinette ensombrecerse.

– Lo mejor será evitarlo más posible hasta que haya nacido la criatura, en tanto, quisiera que mamá no se enterara. – dijo.

– Supongo que es un asunto que requiere confidencialidad.

– Lo supones bien– respondió Marinette con gravedad.

Félix cumplió con las instrucciones sin siquiera demorarse en preguntar una palabra. Él fue en compañía del cochero a buscar al médico que vivía a un par de cuadras de allí. El sujeto parecía tener un poco más de cuarenta años y no se veía tan contento de que Félix hubiera decidido despertarlo a la mitad de la noche. Y a pesar de ello, él lo siguió en silencio mientras que le advertía que era de un asunto que requería la máxima discreción.

Él fácilmente pudo imaginar de qué se trataba el asunto. Félix sabía cuán grave sería no sólo para la chica en cuestión, como para los Dupain si aquel rumor se llegaba a filtrar.

Si las columnas de chismes se llegaban a enterar de aquello sería el final del compromiso de Marinette, y en general, de toda su carrera en el mercado matrimonial parisino. Él había escuchado algunos rumores malintencionados acerca de la naturaleza de su relación con Adrien, y si se llegaba a saber que esto había ocurrido, sería la gota que derramaría el vaso, toda la respetabilidad de los Dupain se iría por la borda.

– Por aquí – dijo Félix guiando al médico hacía la habitación de la muchacha. Félix se percató de que las habitaciones cercanas se encontraban prácticamente desocupadas. Probablemente, Tikki y Marinette se habían ocupado de deshacerse de los demás miembros de la servidumbre para que nadie pudiera escuchar ni hablar de más.

– Gracias al cielo que llegó– dijo Marinette quien respondió al llamado de la puerta. Ella le indicó al médico que entrara prontamente sin siquiera dedicarle una segunda mirada a Félix, quien no la pudo culpar, ya que se encontraba en una situación de vida o muerte para aquella pobre chica que daba a luz.

Félix permaneció con los brazos cruzados observando la puerta cerrada en frente de él. Mientras que Tikki salía de vez en cuando en busca de agua fresca y compresas limpias. De repente, las salidas de la chica comenzaron a parecer cada vez menos frenéticas, cómo si el sentido de urgencia que había gobernado la situación en un principio hubiera desaparecido de repente. A pesar de lo anterior, Félix seguía sin escuchar un llanto infantil, por lo que él comenzó a temer que no se hubiera tratado de un embarazo.

– ¡Marinette!– llamó Félix en cuanto la vió salir de la habitación. Ella se paró de repente y lo observó como si recién hubiera recordado que se encontraba allí, parado esperándola. Félix vió claramente que sus ojos se encontraban húmedos.

– ¿Qué ha ocurrido? – preguntó él sorprendido.

– No respiraba – dijo Marinette simplemente antes de romper en llanto. Félix supuso que se trataba del bebé, y esperó silenciosamente que la madre se encontrara bien, ya que de lo contrario, sería muy difícil cubrir una muerte como aquella en el hogar de los Dupain.

– Marie quiere volver a casa con su familia – dijo Marinette recomponiendose del llanto – sus padres viven en una villa en medio del bosque cerca a nuestra casa de campo. Ella quiere ir allí, y yo planeo llevarla.

–Yo puedo acompañarte – dijo Félix quien se sentía atado a todo aquel desastre, y quien no deseaba que su nueva amiga tuviera que enfrentarse a todo aquello completamente sola.

– No tiene que hacerlo, señor Graham…

– Por favor, dígame Félix – la interrumpió él – para mí no será ninguna molestia acompañarla, si es que me da ese tipo de confianza.

– Yo no tengo palabras para agradecer su ayuda– dijo Marinette mientras le regalaba una pálida sonrisa, que llegaba a sus ojos y los hacía parecer más luminosos de lo usual.

– Perdone mi atrevimiento, pero podría preguntar cómo se encuentra…

– Marie se siente bastante cansada y algo triste – dijo Marinette – pero tengo que reconocer, que también se encuentra ligeramente aliviada, lo cual no es difícil de entender.

– ¿A qué se refiere? – preguntó.

– La familia de Marie es buena, pero no hubieran sido tan comprensivos con ella, y yo conozco al papá de la criatura, es un inutil, si ella se hubiera visto forzada a casarse con él hubiera terminado no con una persona a cargo, sino con dos.– dijo Marinette– y la otra opción… las dos sabemos que nadie volvería a emplearla en ninguna casa.

– Eso es verdad – aceptó Félix.

– ¿Quiere saber cuál es mi plan? – preguntó Marinette de inmediato. Félix no pudo más que maravillarse de la practicidad de su amiga. Puede que la situación fuere demasiado para ella, pero aquello no significaba que ella se pondría manos a la obra sin pensarlo dos veces.

– Por su puesto. – respondió mientras ella comenzaba a caminar y le hacía una simple seña con la mano para que la siguiera.

– Tikki se encargará de limpiarla y prepararla lo mejor que pueda para el viaje– dijo Marinette– mientras tanto, yo me alistaré para nuestra excursión del día de hoy. Llegaremos a la casa de Marie unas cuantas horas antes de que los demás. Ella se quedará descansando en casa y nosotros pretendemos que nada ha ocurrido.

– ¿Qué le dirá a sus padres?

– ¿A los de Marie o a los míos?

– A los dos.

– A los de Marie les diremos que fue un accidente con los caballos. Marie sospecha que su mamá se dará cuenta, pero como no ha habido consecuencias, ella se quedará callada. A mis padres les diré que el accidente ha sido culpa mía por lo que lo más conveniente es pagarle el tiempo y esperar a que se recupere.

– ¿No planea prescindir de ella? – preguntó Félix, quien sabía que tan escandaloso sería si llegaban a enterarse de que Marinette tenía una chica embarazada por fuera del matrimonio viviendo en su propia casa.

– ¿Por qué habría de hacerlo? – preguntó ella– eso sería completamente despreciable.

– Podrían haber graves consecuencias a este tipo de eventos escandalosos– dijo Félix sin siquiera sentirlo, más como si estuviera repitiendo una fórmula que había escuchado en todas aquellas buenas gentes que se sentían escandalizadas con situaciones como las de este tipo.

– Todos estamos propensos a cometer errores. Nadie es completamente intachable, eso se lo aseguro– dijo Marinette – usted tiene su pasado, yo también y ahora Marie también lo tiene. Es curioso, pero siempre he pensado que ese tipo de personas que se sientan en lo alto a ver los defectos de todo lo que los demás hacen, portándose como moralmente superiores son simplemente sujetos que nunca se han enfrentado a decisiones verdaderamente difíciles, a ese tipo de encrucijadas que a veces escapan de nuestro control. Creo que para este punto, los dos ya hemos comprendido que la vida no es blanca y negra, tiene mil tonos grises en la mitad, a veces da, a veces quita.

– Pero… – comenzó Félix quien mientras caminaba se sentía como poniendo a Marinette a una prueba poco planificada. – Qué hay de los altos estándares de moral que la sociedad pide de nosotros.

– No lo sé – respondió Marinette encogiéndose de hombros– pero sí sé que hay situaciones que definitivamente merecen un poco más de compasión y compresión. – respondió Marinette.

Félix se detuvo de repente en aquel pasillo. Sin saberlo, Marinette había pasado su prueba, y con creces. Ella entendía, ella realmente lo entendía.

– ¿Se encuentra bien? – preguntó Marinette al ver que él había dejado de avanzar.

– Si– respondió él quien no pudo soportar el impulso de mirarla a los ojos. Marinette permaneció expectante en la mitad de aquel pasillo, en tanto que él dió un par de pasos adelante y tomó sus dos manos entre las suyas. Había algo claramente especial en el carácter de Marinette, algo que no encajaba en todas aquellas reglas no escritas que él no terminaba de comprender, pero que la hacían infinitamente especial.

Félix compartió su mirada con la de ella, y la vio suspirar brevemente. Él deseaba inclinarse y besarla en los labios, tal vez así, él encontraría una manera de hacerle entender cuanto habían significado aquellas palabras. El pensar que Marinette era del tipo de personas que tenía su mente y su corazón lo suficientemente abiertos para brindar una oportunidad a aquellos rechazados por las circunstancias era completamente sobrecogedor para él, quien no había recibido más que un desafortunadamente justo desprecio.

Marinette levantó su rostro hacía él con los ojos entrecerrados y sus labios rosa expectantes por un beso que él estaría más que dispuesto a ofrecer. Sin embargo, justo cuando Félix se encontraba por hacerlo, ella decidió voltear su rostro. Félix sintió como si un balde de agua fría le hubiera caído encima. Era evidente que ella había roto el encanto de aquel precioso momento, y por una justa razón.

– Puede que yo crea en el poder de las segundas oportunidades– comenzó Marinette con la garganta ligeramente seca – pero yo también creo en el poder de la lealtad, y el Capitán Couffaine no tiene la culpa de la situación en la que me encuentro. En realidad, él no ha sido más que comprensivo conmigo.

– Entiendo– dijo Félix quien luchaba entre sentirse ligeramente defraudado, y en comprender a Marinette, ya que él no podía dejar de darle la razón.

– Lo lamento mucho señor Graham – dijo Marinette dedicándole una sonrisa. Por un momento, él hubiera querido creer que ella se sentía tentada en poner su suave mano en su mejilla, pero si así fue ella se abstuvo de hacerlo, pues prefirió avanzar unos cuantos pasos en dirección de su habitación, y lejos de él.

– Por favor, realmente quisiera volverle a pedir que me llamara por mi nombre, creo que nuestra amistad ya es lo suficientemente fuerte – dijo Félix.

– Quisiera hacerlo, pero dudo que los demás sean tan comprensivos… – comenzó Marinette quien se veía genuinamente apenada. Félix asintió

– Usted valora la lealtad, así como las segundas oportunidades– asintió él comprendiendo las palabras de la chica.

Ella se marchó hacía su habitación y juntos bajaron enseguida con sus pertenencias listas para partir a la casa de campo. Félix se sentía algo ridículo vestido como alguien que se encontraba por hacer una excursión, cuando en realidad se enfrentaban a una situación que tenía la posibilidad de convertirse en algo verdaderamente grave.

Entre el doctor y él ayudaron a la pobre muchacha a subirse al carruaje en donde la ubicaron sentada cómodamente en la silla, mientras el regazo de Tikki le servía como almohada. Antes de subir al carruaje, Félix se aproximó al doctor y le pagó una buena suma por sus servicios, y otra aún mejor por su silencio. Después, él subió al vehículo en donde reinaba un silencio sepulcral y un ambiente de gravedad en el aire que apenas era acompañado por los murmullos de las ruedas contra la grava de las calles.

– Le pagaré en cuanto lleguemos a la mansión – dijo Marinette.

– No tiene que hacerlo respondió – respondió Félix. – es sólo una demostración, un regalo, que sirve como prueba de que, al igual que usted, yo también creo en el poder de las segundas oportunidades – dijo él mientras que le regalaba una mirada a la chica que yacía acostada frente a él.

Félix se percató de la mirada acuosa que la pobre mujer le regalaba, así como las expresiones cargadas de afecto de Tikki y Marinette. Él se sintió sobrecogido, ya que muy pocas personas le habían dedicado un gesto como aquel. Félix pensó en los salones de Londres en donde las expresiones de las damas variaban entre ambición,un poco de admiración superficial y finalmente desprecio, al ver lo desagradable que podía llegar a ser.

– Además – continuó Félix tratando de bromear para aligerar el ambiente – si es que la señorita Couffainne no llega a aceptarme me encantaría gastar el mayor dinero posible antes de permitir que llegue a manos de mi tío. – dijo. Las tres mujeres le regalaron una sonrisa más por cortesía que por verdadero sentimiento.

El sol apenas despuntaba cuando los cuatro viajeros llegaron a una cabaña en medio del bosque cercano a la casa de Marinette. Los padres de la chica se asustaron bastante al verla llegar, pero se tranquilizaron al escuchar a su amiga decir que la esperaban de vuelta en su trabajo lo más rápido posible.

Marinette, Tikki y Félix decidieron que lo más adecuado era regresar a pie a la casa, con el fin de disimular. Él sabía que si cualquiera de los vecinos, o incluso los padres de Marinette, los llegaban a ver en el carruaje tan temprano en la mañana se preguntarían acerca de la urgencia de aquel viaje. Por lo anterior, los tres emprendieron el camino de vuelta mientras que Félix y Marinette pretendían dar un casual paseo y Tikki servirles de chaperona.

Félix caminó a paso rápido a través de la floresta. Según le había dicho Marinette, este era el sitio que ella y Adrien usaban para sus constantes encuentros secretos en la mañana. En aquel momento, una extraña envidia se apropió de él, pues Félix ya llevaba poco más de un mes de conocer a Marinette y estaba comenzando a sentirse aún más atraído a ella de lo que había planeado. Aquella noche no había hecho otra cosa más que cimentar estos nacientes sentimientos. Había fuerza y carácter en las decisiones de Marinette, quien tenía muy claros sus principios aún por encima de lo que la sociedad dijera.

Él sintió el brazo de Marinette tocarlo con más firmeza mientras se acercaban a la salida del bosque. Los dos pasaron en frente del jardín trasero, y rodearon la casa hasta que se encontraron al lado del seto en donde Félix había visto por primera vez a su primo y a su prometida. Félix escuchó voces, y trató de guiar a Marinette para que caminara más rápido, pues lo último que necesitaba era encontrarse con los vecinos de la chica.

– ¡Félix! – llamó la voz de Gabriel quien se acercó al seto en compañía de su hijo, bien parecía que los dos también habían compartido un paseo matutino, aunque él intuía que el suyo no debió ser ni la mitad de interesante que el de Marinette y Félix.

– Buenos días Tío – dijo Félix mientras hacía la reverencia de rigor. Él sabía que por lo mucho que le hubiera gustado evitar aquel encuentro, no se vería bien visto que él decidiera simplemente ignorar a su tío. Su yo del pasado no había reparado dos veces antes de hacerlo, pero ahora él era mucho más inteligente, y sabía que no sería adecuado rechazar a alguien que tenía tanta influencia en su vida.

– Señorita Dupain– dijo Gabriel dedicándole un saludo a su joven vecina.

– Buenos días señor. – contestó ella con un reverencia. Adrien le dedicó una sonrisa, y fue claro para Félix que él estaba muy complacido de verla.

– Buenos días Félix – dijo lacónicamente su primo sin apenas dedicarle una mirada – buenos días señorita Dupain – continuó. La mirada de Adrien apenas si se separó de ella durante todo el tiempo que habló. Félix se sorprendió, pues su primo verdaderamente parecía encantado por ella.

– ¿Así que ustedes también se encuentran dando un paseo matutino, juntos? – preguntó su tío Gabriel quien puso un malintencionado énfasis en la última palabra. Félix intuyó que aquello apuntaba más a herir a Adrien que a hacerles ver que se encontraban haciendo algo que iba contra las reglas del decoro, pues Tikki les servía como chaperona. Fuera lo que fuera que su tío planeaba, funcionó, ya que la sonrisa de Adrien desapareció de inmediato, y fue reemplazada con un gesto de sorpresa.

– Señorita Dupain – comenzó nuevamente su tío – creo que aún no le hemos dado nuestras más sinceras felicitaciones por su compromiso, la semana pasada envié una nota a sus padres, espero que la haya recibido. – dijo. Adrien encogió momentáneamente sus ojos, de una manera casi imperceptible, si él no lo hubiera conocido tan bien apenas si lo habría notado, era claro que había recibido aquello poco menos que como un golpe en el estómago.

– Si señor, agradezco mucho sus felicitaciones, igualmente, espero que hayan recibido las nuestras por el compromiso del señor Adrien Agreste – dijo Marinette. A Félix le agradó la increíble compostura de Marinette. Era evidente que ella sabía exactamente cómo debía moverse en sociedad.

– Por su puesto, la recibimos, le agradezco mucho– dijo Gabriel – supongo que usted y su padre van a ir al teatro esta noche.

– Si señor, vamos a ir en compañía de la familia de mi prometido, y de los Graham de Vanilli – dijo la chica. Félix se preguntó si en aquello no existiría una nota de mala intención, pues ella sabía perfectamente que si él tenía éxito con la señorita Couffaine, su tío sería el más afectado al perder la herencia de su abuelo, por lo que un comentario como este no hacía otra cosa más que poner el dedo en la herida.

– Eso suena interesante– dijo Gabriel al tiempo que Adrien pasaba su mirada de Félix a Marinette. Él sabía que su primo sospechaba que él no cumpliría su promesa de mantenerse alejado de ella. Nuevamente, la sospecha que había guardado en contra de Adrien regresó con más fuerza. Su primo no tenía ninguna razón en guardar esperanzas en relación con Marinette, por lo que no existía ninguna razón para que siguiera fijado a ella, la única explicación era que deseaba que ella se encontrara tan desesperada por su supervivencia y la de su mamá, que pensara que podría manipularla para aceptar su descabellada propuesta.

Félix luchó en contra de aquel pensamiento, aquello no podía ser, su primo nunca había demostrado ser otra cosa más que gentil. Pero, por supuesto, Adrien había sido educado como un noble de la vieja guardia, de aquellos que solían obligar a las plebeyas en sus tierras a seguir sus descabellados caprichos. Además, él sabía tan bien como Adrien que a situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Marinette y él se despidieron de Gabriel Agreste y regresaron a la casa de los Dupain. Los dos apenas pudieron dormir un par de horas antes de que llegaran los demás miembros de la familia y su madre. Sus padres se mostraron contrariados al no encontrar el entusiasmo que habían esperado en los más jóvenes, pero ambos estaban exhaustos. A pesar de lo anterior, el viaje transcurrió sin mayores contratiempos, hasta que ambos volvieron a París en el más absoluto silencio, mientras que Félix dormitaba en su asiento.

Asistir a la ópera durante aquella noche fue poco menos que una tortura para Félix. Él sabía que todos los observaban desde sus correspondientes palcos. Disimuladamente, él le regaló una mirada a Adrien y a su prometida quienes se encontraban en el palco que solían alquilar los Agreste. Félix notó la tradicional falsa sonrisa en el rostro de su primo, él lo conocía lo suficiente cómo para saber que aquella fachada escondía una profunda tristeza, y posiblemente celos, ya que desde que el Capitán había cruzado la puerta de entrada de la ópera, Marinette había entrecruzado su brazo con el suyo.

Sin embargo, en ese momento, fue su turno de sentir tristeza, ya que era una verdadera lástima que una persona cómo Marinette tuviera la desdicha de casarse en un apresurado matrimonio con una persona a la que apenas conocía, por la que no sentía nada más que una profunda amistad y que probablemente pasaría un largo tiempo en campañas militares. Félix casi se encontró a sí mismo deseando secretamente que sus respectivos compromisos con los Couffainne fueran un desastre, aunque este pensamiento lo avergonzara.

El intermedio dio inicio y todos los miembros de la alta sociedad parisina se apresuraron hacia el recibidor a beber una copa de champagne. Félix se unió al grupo de los Couffaine y los Dupaine, en donde se situó en su ya tradicional sitio al lado de la hermana del señor Couffainne. Mientras que Félix bebía de su copa, él se percató de que un par de miradas recaían sobre él. El murmullo de la gente se hacía más y más alto, al punto que él comenzó a prestarle atención aún por encima de la hermosa música que tocaba la banda.

De repente, él se dio cuenta de que Juleka Couffaine se disponía a comprar uno de los tantos tabloides sociales que vendían los niños repartidores en las calles durante las mañanas, o durante los eventos sociales. Félix compró dos ediciones para él y para su pareja, como todo un caballero, pero sin apenas detenerse a mirarlo.

– Señor Graham de Vanilli – dijo Juleka en un tono apenas audible. Félix le regaló una mirada y notó que ella cubría sus labios con su mano, mientras ojeaba ávidamente el boletín, en un gesto estupefacto.

– ¿Qué sucede?

– Debería leerlo, habla de usted.

– ¿Qué? – preguntó frenéticamente Félix antes de regalarle una mirada al artículo.

EL ESCÁNDALO QUE LLEGÓ DEL OTRO LADO DEL CANAL

Queridos lectores, es una verdadera vergüenza para mi informarles que el tan bienvenido señor G.V. quien ya lleva compartiendo en nuestra agradable comunidad por poco más de un mes, y que ha tenido suspirando a todas las ambiciosas mamás de jóvenes en edad casadera por su enorme fortuna, ha sido descubierto como un verdadero fraude.

Una fuente confiable que ha decidido permanecer en secreto al momento de narrar estos hechos nos ha informado de las alarmantes afrentas al decoro y las buenas maneras que el señor G.V. cometió en su país natal. Desde terribles desplantes a las más ilustres anfitrionas de la capital del vecino país, hasta un grave escándalo por robo.

Queridos lectores, les invito a que sigan al interior de este boletín especial, para que descubran la verdadera personalidad de un caballero que ha logrado engañarnos a todos con su apariencia agradable y aún mejor fortuna, para que tras leer estas líneas puedan decidir con toda tranquilidad si dejarán que un mentiroso pendenciero conquiste a sus familias.

Félix apenas parpadeó al ver aquello. Por su puesto, cómo era costumbre, las columnas de noticias sociales no solían más que anunciar las iniciales. A pesar de aquello, estaba completamente claro a quién se referían. Él abrió el tabloide y leyó una a una cada sus fechorías de tiempos pasados escritos en aquel mismo lenguaje florido y moralista del principio del artículo, mientras que se preguntaba una y otra vez cómo habrían podido obtener aquella detallada información acerca de cada evento. Él levantó su mirada, y reparó en alguien que lo observaba fijamente, se trataba de la única enemiga que había hecho hasta aquel momento:

Lila Rossi.


Hola a todos, muchas gracias por haber leído, si les gustó por favor no olviden de dejarme estrellita, comentario o kudo, realmente me alegra mucho cuando lo hacen. Generalmente, trato de actualizar semanalmente, pero he tenido mucho trabajo y me puse la condición de no ingresar a páginas de fanfiction hasta que terminara algo muy importante que tenía que hacer.

Por cierto ¿han visto los capítulos de la nueva temporada? en mi opinión me gan gustado bastante. En fin… Adiós.