Los Tres Caballeros
Summary: Ellos son los Tres Caballeros y quieren comerse al mundo.
Advertencia: Rosinha/José.
Rosinha había sido quien consiguió el espacio para el concierto. Su padre estaba por inaugurar un hotel y había convencido a su padre de que contratara a la banda de su novio para dicho evento. No lo hacía únicamente por lo que sentía por José, si bien era cierto que Zé era su novio, también lo era que confiaba en sus habilidades y que realmente disfrutaba de la música de los Tres Caballeros.
Donald había querido cantar, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo. No sabía si era por el picante o por otro motivo, lo único seguro era que había perdido su voz y que no podría hablar, mucho menos cantar, en un tiempo considerable. Cancelar no era una opción. Los tres le habían dado su palabra al padre de Rosinha y muchos esperaban con ansias de dicho evento.
—Descuida, habrá otras oportunidades —le dijo José. Él y Panchito sonreían de forma nerviosa, algo que Donald ignoró.
Rosinha y Nestor se habían encargado de la decoración del escenario. El padre de Rosinha había dicho que no era necesario, pero ambos insistieron, deseaban con tantas fuerzas hacer de ese momento algo memorable para todos.
Los tres Caballeros subieron al escenario, cada uno cargando con sus instrumentos y la emoción propia de la primera vez. Las manos de Panchito sudaban, Donald sentía náuseas y José sentía las piernas débiles, pero los tres tenían algo en común, el deseo por subir al escenario y dar lo mejor de sí mismos.
—Será divertido —comentó Panchito en un intento por calmarse a sí mismo y a sus amigos.
—Somos los Tres Caballeros, podemos con esto y más —añadió José.
Donald no podía decir nada, su garganta seguía afectada y difícilmente podía decir una palabra o emitir un sonido. Todo lo que pudo hacer fue sonreírle a sus amigos y tomar sus manos.
Eran los Tres Caballeros, estaban juntos en eso y siempre lo estarían.
Subieron al escenario. Panchito comenzó con la guitarra, José lo siguió con su trompeta y Donald terminó con su acordeón. Aquellas bellas notas llenaron el lugar de felicidad.
