Disclaimer:

La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.

Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

[PROHIBIDA SU COPIA]


Lo que menos se esperaba al girar la esquina era encontrarse con esa escena, un hombre inmovilizaba a una mujer contra la pared mientras otro le ataba las manos y un tercero los animaba entre risas.

Pensó en darse la vuelta y no meterse en asuntos que no eran de su incumbencia, pero al percatarse del anciano herido en el suelo, decidió esperar. Ya había visto a esos hombres varias veces en el bar y eran de los que les gustaba buscar problemas. Desde ahí no alcanzaba a distinguir a la mujer pero no parecía de la aldea. Cuando volvió a fijar la vista en el cabecilla vio que había conseguido abrir el pantalón de la chica.

Estaba a punto de girarse y seguir su camino cuando la chica levantó su cara al cielo mostrando sus finos y limpios rasgos. Sus ojos encrespados se clavaron sobre los tres individuos, echó la mano a su espalda tomando la empuñadura del Glock 81, un chasquido con la lengua fue la señal para salir de entre las sombras, se acercó en silencio al primero de ellos y en un único movimiento le tapó la boca tirando hacia atrás de él y clavando la afilada hoja de acero negro en su nuca. Sostuvo el cuerpo inerte hasta posarlo en el suelo sin hacer ruido.

Se encaminó hacia el rollizo hombre del bastón, este aun fue más rápido que él anterior, llego por su espalda y tomándolo por el hombro tiro de él haciéndolo girar a la vez que enterraba el cuchillo en su mandíbula en un limpio movimiento de abajo a arriba atravesándole el paladar, vio los pequeños ojos del bastardo ponerse en blanco antes de caer de bruces al suelo.

Ni la azabache ni su agresor, que aun luchaba por abrir su pantalón se habían percatado aun de su presencia, se escabulló entre las sombras por detrás de este. La azabache abrió los ojos solo para ver con estupor que dos de sus atacantes yacían muertos en el suelo, en un primer momento pensó en el maestro Fu pero al girarse lo vio aun inconsciente. Miró ahora al hombre que estaba frente a ella y sus ojos se agrandaron cuando un par de fuertes manos asomaron de entre la oscuridad y tomaron la cabeza por la nuca y por la barbilla y en un rápido y brusco movimiento la giraron hasta escuchar el crack de las vértebras al romperse para luego verlo caer en peso muerto a sus pies.

Marinette empezaba a llorar nuevamente y entre los sollozos liberó un suspiro de alivio, realmente no sabía que pensar en ese momento, solo sentía gratitud. Se asustó al notar un movimiento al frente, entre las sombras no era capaz de distinguir las facciones de la persona que la había salvado, solo escuchaba su pesada respiración tratando de recomponerse. Cuando una bota tipo campera color marrón salió a la luz ella rápidamente inclinó la cabeza por precaución, evitando cualquier contacto visual, juntó por inercia lo que quedaba de su desgarrada blusa frente a su pecho. Una mano fuerte la tomó por la barbilla e inclinó hacia atrás su cabeza dejando al descubierto su cuello, ella aun temblando apretó sus labios y cerró sus ojos al notar como ese desconocido acariciaba con delicadeza la zona que había sido lastimada. Habría jurado escucharle maldecir entre dientes.

La piel se le erizo cuando sus manos bajaron hasta su pantalón aun abierto, su respiración pasó a ser irregular por los constates gimoteos, al parecer ese infierno aun no había terminado y ese hombre parecía querer cobrar su recompensa.

Una vez más sintió la presión de unos dedos sobre su vientre pero con la diferencia de que estos eran suaves y cálidos, parecía más bien una caricia que un forcejeo con su ropa.

- ¡Aaah! - soltó el pequeño grito al notar el ligero empujón hacia arriba, aun atenazada por el miedo llevó rápidamente sus manos hacia abajo para tratar de cubrirse pero cuál fue su sorpresa al encontrar el pantalón cerrado y el cinturón abrochado. Antes de que pudiera decir algo notó el liviano roce de una tela sobre sus hombros, lentamente abrió los ojos y comprobó sorprendida que aquel hombre le había colocado su sahariana, ya sin ningún reparo levantó la vista para verlo caminar hacia uno de los cuerpos e inclinarse sobre él para extraer su cuchillo y limpiarlo sobre el abultado abdomen del infame individuo.

Se acercó al anciano para comprobar si estaba bien y asegurarse que no había sido más que un golpe, lo tomó entre sus brazos y lo dejo apoyado contra la pared más cercana, todo ante la atenta mirada de Marinette.

Rápidamente pasó sus brazos por las mangas de la chaqueta y la ató al frente antes de acercarse a él.

- Yo...yo no sé qué decir... le estoy muy agradecida...no sé lo que hubiera pasado si no hubiera aparecido. – balbuceaba aun nerviosa por lo ocurrido.

El se levantó lentamente...quedando bajo la escasa luz de la bombilla, ahora podía verlo perfectamente, alto, de espalda amplia y fuerte y cabello rubio, sus pupilas se dilataron hasta casi perder el azul del iris en cuanto lo reconoció.

- ¡¿Adrien?! - inquirió con asombro al tenerlo ahí tan cerca de ella después de tanto tiempo.

- Te advertí que te mantuvieras alejada. – dijo con voz gélida, sin atreverse a encararla.

- ¡Adrien por favor, he venido hasta aquí por ti! - exclamó al verlo retirarse en silencio sin siquiera voltear a verla.

Olvidándose de todo, apuró el paso tras de él hasta tomarlo del brazo y forzarlo para que se girase hacia ella.

- ¿Por qué lo haces?, ¡dímelo!, ¿por qué te empeñas en castigarme así? - ahora lo tenía de frente a escaso centímetros. El bajó la vista entrecerrando los ojos para evitar mirarla directamente. Ella se sentía dolida por su actitud apática.

- ¡Di algo!, ¡respóndeme! - volvió a levantar la voz al ver que él continuaba inmerso en su mutismo.

Se estremeció cuando por fin vio sus ojos, su verde esmeralda se había tornado en un opaco tono enebro - A...Adrien, ¿Qué te ha pasado? - intento tocar su mejilla con su mano pero él apartó su cara.

- Ayuda al maestro y vuelvan a Paris, aquí no tienen nada que hacer. - ordenó con aspereza, manteniendo su actitud indiferente.

- ¡No!, - exclamó con determinación - he venido a buscarte y no me iré de aquí hasta que hablemos...quiero recuperar lo que teníamos...quiero recuperarte a ti. - su intensa mirada no se despegaba de él esperando a que dijera algo, a que se olvidara de todo y que le confesara que todo estaba bien entre ellos.

Su expresión se endureció por momentos, sus puños se apretaron bajo la tensión a la que estaba siendo sometido. Imperceptibles gotas resbalaban por su nuca, con una mirada fruncida se dispuso a responderle.

- ¿Y según tú qué era lo que teníamos?, una relación basada en qué...¿la mentira?. Deberías hacer lo que yo, olvidarte de todo y buscar a alguien más... - pasó pesadamente la saliva antes de continuar - yo lo he hecho. - desvió la vista, no podía continuar mirándola.

Contuvo el aliento dolida, él no podía estar diciendo en verdad aquello, ¿estaba renegando de ella, de su amor?, tal pareciera que los seis años que habían vivido juntos no habían significado nada para él. Difícilmente contenía las ganas de llorar, un sentimiento apesadumbrado se había clavado en su pecho. Sus palabras la habían irritado mucho hasta el extremo de nublar su razón, en cuanto la primera lagrima resbalo por su mejilla su pequeña mano se lanzó con toda su fuerza hasta impactar en su rostro en una sonora bofetada.

Aquel golpe le había dolido pero no como cabría esperar. Solo sentía el calor en su mejilla, fue su pecho quien había recibido realmente el punzante sentimiento del impacto.

Lo tomó por la camisa y se apegó más a él, encarándolo con decisión - ¡Dime que no me quieres!, ¡dime que no significo nada para ti!, ¡dime que lo que has dicho es verdad!...¡dímelo!... y te juro que me marchare y nunca más volverás a saber de mi. - azul y verde se enfrentaron con intensidad, los ojos de Adrien temblaban ante la estoica mirada de ella. Separó ligeramente los labios esperando que sus palabras fluyeran mientras lentamente llevaba su mano hacia la nívea mejilla. Por su parte Marinette se devanaba la cabeza con la idea de lo que podría pasar, un atisbo de esperanza se hizo presente al verle dudar, el simple hecho de que no dijera nada ya significaba mucho, su agarre sobre él flaqueo al notar como su mano subía con cuidado hacia su mejilla.

- Oouh - sonó a sus espaldas el apagado quejido - ¿Ma...Marinette? - llamó la débil voz.

La azabache salió de su ensimismamiento al escuchar al maestro Fu, soltó a Adrien y corrió hacia el anciano. Se acuclillo para enderezarlo sobre la pared y revisar su lesión, al comprobar que la herida era solo superficial trató de ponerlo en pie.

- Adrien, por favor ayúdame. - al no recibir respuesta miró hacia él solo para encontrarse con que se había marchado.

Se había alejado lo suficiente de ella pero aun no era capaz de controlar lo acelerado de su pulso, con un andar casi tambaleante había llegado hasta su vehículo, su mano aun se apretaba con fuerza contra su pecho tratando de mitigar el fuerte dolor.

Sacó las llaves del bolsillo y trató de abrir la puerta del todo terreno cuando un agudo dolor lo hizo doblarse cayendo sobre sus rodillas. De nuevo la áspera voz taladraba sus oídos clavándose en el centro de su cerebro. Era tanta la tensión que la bilis apareció en forma de amargo vomito

- No...no ha pasado nada - decía con voz trémula - ¡No!, a ella déjala en paz, no supone ningún peligro. - pesadas gotas caían por su frente, quien lo viera pensaría que era un loco hablándole al aire.

Igual de repentina como había aparecido, la voz se había callado en su cabeza. Sus ojos se anegaron por las lagrimas que llevaba largo rato conteniendo; ahí, sin poder moverse rompió a llorar como si eso le ayudara a liberar la pesada presión que sentía por todos los sentimientos reprimidos.

Toc...toc - Zhu abrió la puerta - ¡Fu!, ¡¿Qué ha pasado?! - el anciano se sobresalto al ver a su amigo con un rastro de sangre que bajaba por su cuello y se perdía por su camisa, de inmediato lo tomó del brazo ayudando a Marinette que lo sostenía por la cintura y el hombro.

Lo sentaron con cuidado en una silla de la pequeña habitación, el maestro abrió un cajón buscando paños limpios mientras que Marinette llenaba un recipiente con agua.

Colocaron todo sobre la mesa frente al maestro Fu, Marinette tomó uno de los paños y lo humedeció, pasándolo delicadamente sobre la herida.

- Marinette ¿Qué es lo que les ha pasado?, me preocupe cuando llegue a casa y vi que no estaban.

- Nos atacaron. - dijo sin dejar de atender al anciano.

- ¡¿Los atacaron?! - sus ojos se abrieron mostrando su asombro - ¿sabes quien fue?

Ella asintió con la cabeza - Fueron los hombres que estaban en el bar con la chica.

- Sari - masculló, la miró extrañado al reparar en la ropa que traía la azabache - ¿Y tú estás bien?.

- Si,...ellos trataron de...de...- se expresión se torno nerviosa al recordar el horrible momento por el que había pasado.

- Tranquila, no es necesario que lo hablemos ahora. - dijo el anciano ofreciéndole una cálida sonrisa que ella correspondió.

Marinette puso un poco de un ungüento que el maestro Zhu le había dado sobre la herida ya limpia.

- Aaah - se quejó el anciano al sentir el ligero ardor ocasionado por el medicamento - Si no fuera por la intervención de Adrien posiblemente no estaríamos aquí. - puntualizó el maestro Fu.

- ¿Entonces fue Adrien quien los ayudo? - no podía disimular la sutil sonrisa de satisfacción al saber que había sido él quien los había salvado.

Marinette permanecía en silencio escuchando a los dos guardianes, pasaba suavemente de arriba a abajo su mano sobre su brazo rozando la prenda que Adrien le había dado, podía percibir su aroma en ella, era una sensación que la relajaba.

Una hora más tarde los dos amigos aun seguían conversando, Marinette se había retirado a acostar, todas las emociones de las últimas horas la habían agotado.

- Debemos de estar preparados. A pesar de todo lo ocurrido lo de Adrien ha sido alentador pero necesitamos saber más, ¿lo has traído?. - inquirió el mayor de los guardianes.

El maestro Fu asintió, sacando de su cartera una pequeña caja de madera de forma hexagonal.

- Bien, despertemos a Nooroo.

Al abrir la caja un destello purpura ilumino la estancia y al momento el pequeño ser mágico apareció ante sus ojos.

Lentamente abrió sus ojos, una sonrisa se mostró al ver frente a él a los guardianes - ¡Maestro Fu!, ¡Maestro Zhu! - exclamó intercambiando su mirada entre uno y otro.

- Hola Nooroo - Fu fue el primero en hablar -¿ha pasado tiempo desde la última vez que hablamos?, ¿Cómo has estado?. - preguntó acercándole un plato con alimento.

- Maestro yo - bajó la vista avergonzado - trate de evitarlo pero no me escuchó y no pude hacer nada más. Lamento que mi poder se haya utilizado con un mal fin.

- Sabemos que no ha sido culpa tuya, tú te debes a tu portador. Las malas acciones han sido de él y no tuyas. - habló el maestro Zhu tratando de reconfortar al kwami.

- Gracias maestro... ¿Dónde está Gabriel Agreste? - inquirió con cierta preocupación.

- Murió en su último enfrentamiento con Ladybug y Chat Noir, - el pequeño ser lo miraba incrédulo - fue un accidente provocado por sus propias armas.

- Ya veo, - comentó cabizbajo - ¿Cómo esta su hijo? - aunque nunca llegó a conocerlo, el chico le generaba cierta empatía, sabía por su portador que prácticamente vivía recluido en la casa.

- Es precisamente por él por lo que te hemos despertado. - habló en un tono más grave el maestro Fu.

- Es muy importante que recuerdes cualquier cosa sobre Gabriel Agreste que te haya parecido inusual. - dijo el maestro Zhu.

Nooroo quedó pensativo ya que no recordaba nada que pudiera ser importante, la rutina de su portador siempre había sido la misma...salvo aquella última semana.

- Recibió un paquete, - habló casi en automático - venía de América y fue poco antes de su última transformación. Debía de ser importante porque se le veía emocionado y lo llevó directamente a la buhardilla desde donde controlaba a los infectados por los akumas.

- ¿Sabes lo que había en el paquete? - inquirió intrigado el maestro Zhu.

- Una mariposa. - respondió al momento.

- ¿Una mariposa? - preguntaron a la vez los perplejos guardianes.

- Si, nunca había visto una igual, era muy grande y de color negro. - los guardianes se miraron entre sí confundidos.

Lo que él pequeño ser no pudo contarles fue lo que Hawk Moth hizo con la mariposa.

[...]

- Eres perfecta - le decía a ese magnífico ejemplar de Ascalapha Odorata – y algún día me serás de gran utilidad.

La tomó entre sus manos concentrando en una bruma oscura toda su frustración y aversión hacia Ladybug, era tal su negatividad y odio que una parte de su conciencia quedo impregnada en el oscuro lepidóptero.

Acercó la empuñadura de su bastón hacia ella absorbiéndola en un instante. Desenvaino el estoque oculto en la caña y vio como el reluciente acero poco a poco pasaba a un negro mate.

Una carcajada de locura resonó en toda la buhardilla mientras la compuerta del óculo se cerraba dejando la estancia en penumbras.

[...]

Toc...toc...toc - apenas había despuntado él sol y alguien ya aporreaba la puerta de la modesta casa - ¡Ya voy! - grito el maestro Zhu.

Al abrir la puerta, vio atónito a su joven discípulo apoyado en sus rodillas recuperando el aliento a grandes bocanadas. Lo ayudó a entrar y dejándolo en una silla le sirvió un vaso de agua

- ¿Pasa algo Zhu? - preguntó el maestro Fu apareciendo por la puerta de la habitación.

- Han...han...llegado a la cámara principal. - pudo por fin hablar él joven pupilo, al parecer había recorrido corriendo la distancia que separaba el templo de la aldea.

Los ojos de los ancianos se abrieron de más mostrándose contrariados en especial el maestro Zhu que contaba en tener al menos un par de días más para prepararse.

- Tenemos que ir inmediatamente, no podemos permitir que abran el portal. - se apresuró a tomar una cartera y a meter varios objetos en ella.

- Marinette puede correr peligro, lo mejor es que se quede aquí así que no le diremos nada de esto. - advirtió preocupado el maestro Fu.

- ¿No decirme el que? - dijo una suave voz a sus espaldas.