La historia de Draco


-¡¿QUÉ ONDA, LOS ÁNGELES?!

El bramido de la multitud fue tan intenso que enmudeció el sonido de la guitarra de Draco por un segundo.

El estadio de Los Ángeles estaba inundado con veinte mil fans enloquecidos que se empujaban entre sí, gritaban y extendían sus brazos hacia el escenario, donde Draco sonreía, feliz de la vida, tocando su guitarra a toda velocidad y haciendo muecas extrañas con la cara mientras cantaba una de sus canciones.

Mientras hacía resonar su guitarra por todo el estadio, Draco alternaba las letras de sus canciones con sonrisas que volvían loca a la multitud. Lanzaba besos a las chicas de la hilera de adelante y meneaba las caderas de forma sensual, provocando que la gente gritara más y más fuerte.

A su lado, en la oscura cabina de sonido, Gregory Goyle movía la cabeza al ritmo de la música con unos enormes auriculares puestos. Allí, oculto de la vista del público, manipulaba una consola de sonido con su varita mágica, mientras se movía al ritmo de la música con expresión seria, a diferencia de Draco.

Salió humo del suelo del escenario al finalizar uno de sus temas principales, y la multitud se volvió completamente loca. El humo creció más y más, inundando todo. Draco sonreía con sus brazos extendidos, encantado de la vida, todas las luces sobre él y los gritos de los fans rompiéndoles los oídos…

-Sirve un poco de tequila, Goyle -dijo Draco más tarde, luego de finalizado el concierto, en los camerinos. Estaba prácticamente acostado sobre un sofá, con los pies sobre una mesita repleta de botellas de alcohol y otras cosas.

Draco Malfoy llevaba unos lentes oscuros, la barba rubia muy crecida y prolijamente recortada, y una camisa de colores abierta hacia la mitad del pecho, exhibiendo unos bellos rubios en su torso.

Goyle sirvió las bebidas, ambos brindaron y se bebieron el shot de tequila de un trago.

-El sonido estuvo fantástico -comentó Draco, mientras le hacía señas a unas chicas que había allí en los camerinos. Una de ellas se acercó y, siguiendo las indicaciones de él, comenzó a hacerle masajes en los hombros. -Te has pasado, amigo.

-Todo está bajo control -dijo Goyle. El muchacho estaba irreconocible: había adelgazado, estaba muy musculoso y su cabello iba cortado con estilo. Su expresión era seria, lo que hacía contraste con la de Draco, que no dejaba de sonreír un segundo. -Tuve algunos problemas con el autotune del tercer tema, pero pude corregirlo enseguida.

-¿Se puede usar magia para arreglar el sonido de un concierto lleno de muggles? -preguntó la chica que hacía los masajes a Draco. Tanto este como Goyle adoptaron una mueca de sorpresa y se la quedaron mirando.

-No preguntes, Clarissa -dijo Draco, y le dedicó una de sus mejores sonrisas-. Haz masajes.

La chica obedeció, y Draco se volvió hacia su amigo otra vez.

-¿Me conseguiste algunas chicas, Goyle?

-A ambos -dijo él, sirviendo otros shots de tequila.

-Tienen más de dieciocho, ¿verdad?

-Claro, amigo.

-¿Estás seguro?

-Sí… lucían de más de dieciocho.

-Bien, vamos allá.

Minutos después, ambos se subieron a la Cadillac Escalade negra de Malfoy, una camioneta lujosa modificada mediante magia. Tomaron asiento en la parte de atrás con dos chicas muy hermosas mientras el chofer, un hombre anciano, colocaba encantamientos desilusionadores en el vehículo, que desapareció de la vista exterior, y alzaba vuelo.

-Pon música, Alfred -pidió Draco, sin dejar de sonreír, recostándose en el asiento y estirando las piernas en el amplio espacio del vehículo, que estaba extendido por dentro mediante magia-. ¿Qué es esto, un velorio?

El anciano que conducía asintió con la cabeza, sonriente, encendió el estéreo y una música electrónica inundó todo el interior del vehículo, con una calidad de sonido impresionante.

-¡Oh, me encanta The Weeknd! -dijo una de las chicas, muy contenta. Era negra y llevaba el cabello teñido de azul intenso.

Draco hizo un chiste y todos rieron, mientras Goyle preparaba más bebidas en una mesita que tenían delante y sacaba un polvo blanco, alineándolo sobre pequeños espejos delante de los cuatro. El coche volaba ahora sobre la ciudad de Los Ángeles, invisible, y las luces de toda la ciudad brillaban bajo ellos en la noche.

-Vamos, ¡hasta el fondo! -dijo Draco, tomando su pequeño espejo con la línea de polvo blanco. Los cuatro lo aspiraron con la ayuda de un instrumento por la nariz y luego Draco aplaudió, sin dejar de sonreír, y empezó a moverse al ritmo de la música. Las dos chicas reían y tragaban ahora shot tras shot de bebidas blancas.

-¡Ohhh, Draco, ohhhhh! -gritó una de ellas más tarde, en un cuarto de hotel. Estaban todos desnudos, teniendo sexo salvaje en una habitación con dos camas enormes. Draco estaba con la chica negra, que estaba en cuatro patas delante de él.

Mientras la penetraba, Draco se miraba a sí mismo en el espejo del techo. Alcanzaba a ver la espalda y el trasero de la chica, que se movía adelante y atrás, mientras él la embestía con ganas.

Se guiñó un ojo a sí mismo en el espejo y sonrió mientras las luces de colores de la habitación cambiaban y la música sonaba más y más fuerte.

-¡Eres todo un experto! -le gritó la chica, mientras Draco se movía tras ella con un ritmo perfecto y pasaba sus manos por todo su cuerpo.

-Claro que sí, Claire -le dijo, disfrutando el momento-. Son años de experiencia, ¿sabes? Ohh, sí…

Más tarde, luego de dejarlas a cada una en su casa, el Cadillac emprendió vuelo sobre Los Ángeles una vez más, esta vez rumbo al centro de la ciudad. Malfoy y Goyle estaban solos ahora en la parte de atrás, aspirando más líneas del polvo blanco.

-Llévanos al Dragon Rouge, Alfred, por favor -pidió Draco, y el anciano que conducía asintió con la cabeza una vez más, tan sonriente como Draco.

-¿Qué hay allí? -preguntó Goyle, limpiándose la nariz.

-Mi viejo amigo, ¿recuerdas? Acaba de enviarme un mensaje.

Draco sacó del bolsillo de sus pantalones Gucci una pluma de oro con tinta mágica incorporada y respondió rápidamente una carta, que enrolló y ató a la pata de la lechuza que acababa de meterse por la ventana de la camioneta. El ave emprendió vuelo y se perdió en la noche, descendiendo hacia la ciudad iluminada bajo ellos.

-Hablas de… ¿el tipo?

-Sí, el tipo -asintió Draco, indicando con el tono de voz que hablaba de alguien misterioso o importante-. Vamos a ir a verlo.

-Aún no entiendo por qué tenemos que hacer negocios con él, Draco.

-Escucha, amigo -Draco se volvió hacia Goyle y le guiñó un ojo-. Vamos a hacernos ricos con esto, ¿entiendes? Bueno, más ricos. Ricos ya somos, pero hablo de ricos ricos. Es decir, puedes ser rico como mi padre, un tipo con una mansión, unos cuantos empleados, buenos contactos en el Ministerio… O puedes ser rico rico. ¿Me entiendes?

-¿Hablas de ricos como esos muggles que tienen empresas de internet? ¿Steve Rogers?

-Steve Jobs, creo que se llama. Steve Rogers es el Capitán América.

-¿Capitán qué?

-No es importante, pero sí, de eso hablo. Rico rico. Pero nosotros podemos hacer magia.

-¿Dices que usemos la magia para crear empresas de internet?

-Usamos la magia para que mi voz y mi guitarra suenen mejor, Goyle. No, ya es suficiente con eso. Lo hemos hecho bien, hace años que lo hacemos. Somos grandes socios en el mundo de la música, ¿no crees?

-Ya lo creo. Oye, Draco, y este tipo está involucrado con todo lo del asesinato de Harry Potter, ¿verdad?

-Sí, sí, pero no andes diciendo eso en voz alta.

-¿Eso nos convierte en asesinos?

-No, Goyle. Escucha, te acabo de decir que somos del mundo de la música, ¿recuerdas?

-Sí.

-Pues me alegro, porque si no lo recordaras sería preocupante, porque lo acabo de decir. Pensaría que todo lo que consumiste te hizo daño al cerebro, pero está bien, mejor así. Dime, amigo, ¿qué es lo mejor del mundo de la música?

-No lo sé. ¿Las chicas?

-Sí, las chicas también, pero yo hablo de algo más -Draco se acercó más a Goyle y lo abrazó por el hombro, mientras lo miraba fijamente a través de sus lentes oscuros-. El negocio de la música es legal, amigo.

-No si descubren lo que hago con las consolas de sonido.

-Sí, mejor no hablemos de eso tampoco. Pero el punto es que no estamos vendiendo drogas, ni estamos tratando con la mafia. Y, sobre todo, no matamos gente. Estamos tocando música, ¿entiendes? Somos tipos buenos. Tenemos una imagen limpia.

-¿Y eso qué importa?

-Eso importa mucho, amigo. Mira, puedes moverte por el territorio negro, o por el territorio blanco. Solo piénsalo así: el territorio negro está lleno de gente peligrosa, con intereses con los que no quieres joder, gente a la que no le importa matar. Si te haces rico en el territorio negro, corres mucho peligro. Es muy fácil morir asesinado por alguien allí. Tú no quieres morir, ¿verdad?

-No, claro que no.

-Eres joven y muy hermoso. Yo también. ¿Por qué desperdiciar estos bellos cuerpos? El territorio blanco es mucho mejor. Es un terreno sin enemigos, sin problemas. Haces lo tuyo, cobras tu dinero, te vas. ¿Entiendes? Mucho mejor.

Goyle asintió, reflexivo y boquiabierto. Parecía un guanaco tratando de entender una derivada logarítmica por intervalos de crecimiento.

-Toma, toma un poco de esto -Draco le pasó una línea de polvo blanco-. ¿Lo ves? Es blanca. De la buena. ¿No es buena?

-Sí, sí lo es -dijo Goyle con voz algo tonta, tomando el espejito.

-Es territorio blanco -dijo Draco, señalando el polvo-. El blanco es bueno, amigo. Ahora aspíralo.

Goyle obedeció y aspiró la línea por la nariz, mientras Draco sonreía, observándolo.

-Muy bien, amigo. Por allí nos moveremos: por el territorio blanco.

-¿Así que el Ministerio nos hará ricos? -preguntó Goyle, sacudiendo la cara.

-Exacto. Ricos ricos. Solo debemos negociar un poco más con el tipo. Él conseguirá que nuestro invento sea patentado y registrado. Todo será legal. Y recibiremos enormes cantidades de oro. El Ministerio pagará muy bien para administrar nuestro pequeño experimento.

-¿Más que si se lo vendiéramos a la gente del mercado negro?

-Yo no soy un asesino ni un mafioso, Goyle. No quiero que mi experimento acabe en las manos equivocadas. ¿Cuánto oro hemos invertido en comprar el laboratorio, en contratar a esos nerds para que lo desarrollaran? Han sido años de experimentos para desarrollar el Ojo Maligno. No, amigo. En las manos equivocadas, podría hacer toda clase de desastres, y también nos vendrían a buscar las personas más peligrosas del mundo. No, mejor démoselo al Ministerio. Ellos nos pagarán igual de bien, tienen mucho oro. Y esto puede serles muy útil. Lo administrarán los aurores, nadie más podrá usarlo, sabremos que no será utilizado para perjudicar a nadie, y, lo mejor de todo, nosotros estaremos libres de problemas.

-Está bien, Draco, pero suenas un poco marica, ¿sabes?

-No, no marica -Malfoy negó con un dedo y con la cabeza-. Territorio blanco, amigo. Eso es.

-De acuerdo.

-Aspira un poco más de esta mierda. Anda.

-De acuerdo, amigo. Pero esta cocaína no me pega nada, no sé qué problema tiene.

-¿Cocaína? ¿Estás loco? Esto no es cocaína, Goyle. Es azúcar mentolada aspirable del Doctor Filibuster, para el buen aliento. La venden en el carrito de golosinas del Expreso de Hogwarts. ¿No la habías probado antes?

Goyle alzó las cejas, sorprendido.

-Esta es de Honeydukes, la más rica. Ten, toma unas grageas Bertie Botts también. Tengo algunas aquí.

El Cadillac tocó tierra firme poco después y avanzó por una calle céntrica repleta de luces, coches caros y personalidades. Finalmente estacionó frente a un club de donde provenía una fuerte música electrónica ahogada. Alfred apagó el vehículo y los miró por el espejo retrovisor.

-¿Lo espero aquí, señor?

-Sí, gracias, Alfred -dijo Malfoy-. Vamos, amigo.

Los dos muchachos bajaron de la camioneta y se acomodaron sus lentes oscuros mientras caminaban entre la gente. Llevaban costosos y brillantes zapatos, ropa Gucci y relojes y pulseras de oro. Cruzaron una fila de personas sin mirar a nadie, hasta donde dos enormes tipos de seguridad bloqueaban la entrada al club. Estos se apartaron solo al verlos, para dejarlos pasar.

La música de hip hop retumbaba en las paredes. Las luces de la pista de baile giraban por todos lados. La noche estaba en su punto álgido, y las personalidades que bailaban y bebían tragos allí inundaban todo el lugar.

Malfoy y Goyle avanzaron entre medio de la multitud hasta llegar a la barra, toda iluminada de forma muy moderna y donde varios elfos domésticos servían bebidas de todo tipo a una variedad de magos y brujas adinerados de Estados Unidos.

-Dos martinis -pidió Draco, mientras se acomodaba en un banco alto frente a la barra y miraba alrededor, sonriente-. Vendrá en cualquier momento. Relajémonos mientras tanto.

Goyle se acomodó también en un banco y recibieron sus martinis, en copas triangulares.

-¿A qué hora dijo que vendría?

-No lo sé -Draco se encogió de hombros-. No me importa. ¡Escucha! Me encanta esta canción. Vamos a bailar.

Draco se incorporó de un salto y, antes de que Goyle pudiera decir nada, ya estaba en el centro de la pista de baile.

-¡Oh, sí! -dijo, al tiempo que aplaudía. La canción llegó a su estribillo y Draco se puso a bailar con muchísimas ganas, moviendo la cintura, aplaudiendo y riendo solo. Era todo un experto bailarín.

Goyle lo observaba desde la barra, aún sentado, bebiendo su martini lentamente.

Malfoy lanzó una carcajada y aplaudió mientras movía los hombros y los brazos al ritmo de la canción. La gente alrededor bailaba con él y se movían siguiendo el ritmo, pero él se destacaba entre todos.

-Se está divirtiendo, ¿no es así? -dijo una voz junto a Goyle. Sin sobresaltarse, el muchacho bebió otro sorbo de martini y giró la cabeza lentamente, para ver al recién llegado.

-Tú -dijo, simplemente.

-Sí, yo. ¿Me das uno de esos?

Goyle le hizo una seña al barman sin decir nada, y este sirvió otro martini.

-¡Hey! -era Draco, que acababa de llegar matándose de la risa y bastante más acalorado-. Ya llegaste. ¿Cómo estás, amigo?

-No soy tu amigo, Malfoy -dijo el recién llegado, un hombre de cabello pelirrojo con rulos y ojos negros, vestido con una camisa a cuadros.

-Me da igual, tú sí eres el mío -le dijo Draco, sonriendo, y le dio unas palmadas en el hombro-. ¿Qué hay de nuevo, amigo? ¿Ya te sirvieron un trago? ¿Quieres bailar un poco antes de pasar a los negocios?

-Prefiero ir directo al grano. No me agradan estos lugares.

-Está bien, está bien -Malfoy asintió. Aun bailaba, emocionadísimo. -Vayamos al grano entonces. Oye…

Estuvo a punto de decir el nombre del individuo, pero este se puso de pie de un salto tan bruscamente que Malfoy se quedó inmóvil por la sorpresa.

-¿Estás loco? No puedes decir mi nombre en voz alta, Malfoy, ¿qué hemos hablado?

-Lo sé, lo sé. Tranquilo, hermano, estamos en América. ¿Quién va a saber quién eres? No creo que les importe, además.

-Me importa un excremento de lechuza. No vuelvas a intentar hacerlo, ¿está claro?

-Ya. ¡No problem, man! Amigo, compadre, mi güey. ¿Cuál era tu nombre en clave? Porque se me olvidó. Mmm, ¿acaso era Michael? ¿Timothy? ¿Jeremías Springfield?

-De verdad, Malfoy, agotas mi paciencia.

-¿Pikachu? Te llamaré Pikachu.

-Solo dame la maldita poción, ¿quieres?

-Está bien, Pikachu, mira. Lo importante es hacer negocios. Goyle, ¿quieres pasarle a nuestro amigo la poción que preparamos para él?

Goyle asintió y se puso a buscar algo en un bolso de cuero que llevaba colgando del hombro. La música de hip hop les taladraba los oídos.

-Solo necesito unas cuantas botellas más, Malfoy. ¿Cuándo me las puedes conseguir todas?

-¿Cuándo me dirás cuánto oro puede darme el Ministerio por mi invento? -dijo Malfoy, que no dejaba de bailar y beber su martini, siempre sonriente.

-No puedo saberlo aún. Te dije que primero la probaré yo, y si esto… ¿cómo es que se llama?

-Ojo Maligno -dijo Malfoy, guiñándole un ojo y bajando el resto de la copa de un solo trago.

-¿Acaso le has puesto ese nombre antes o después de decidir hacer negocios con el Ministerio?

-Después, por supuesto -dijo Malfoy-. Pensé que les resultaría atractivo. El Ojo Maligno -hizo un gesto con la mano, como si pudiera ver ese título escrito ante él-. Es pegadizo, ¿no crees? Estoy seguro de que a la Ministra le encantará.

-La Ministra no tiene ni idea de todo esto.

-Se volverá loca -Malfoy guiñó un ojo y asintió con la cabeza, sonriente.

El hombre pelirrojo tomó unas botellas que le pasaba Goyle y se las guardó. Luego se puso de pie y se preparó para irse.

-Consígueme las que faltan, Malfoy. Y tenemos un trato.

-Entendido, Pika Pika -dijo Malfoy-. ¡Yo te elijo! Sé quién eres, no lo olvides. Sé que puedo confiar en ti. Prueba mi producto, hazlo tranquilo. Sé que te encantará, y te encargarás de que Brock y Ash lo patenten. No te olvides de decirle a Misty que la espero cuando quiera en mi recámara, ¿de acuerdo?

-Malfoy, te juro que no sé de qué hablas.

-¡Oh, es mi canción! -anunció Malfoy de pronto, señalando la pista de baile-. ¡Adiós, Pikachu! ¡Psyduck y yo no podemos perdernos este temón de temones! ¡Vamos, Meowth! ¡El equipo Rocket despega a la velocidad de la luuuuzzzz!

Se alejó hacia la pista de baile sin dejar de bailar y mover su cabeza al ritmo de la música, cerrando los puños y agitando los brazos hacia adelante y atrás, sacudiéndolos en el aire y girando en medio de la pista de baile, cantando y meneando.