Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, son propiedad de J.K. Rowling. La historia tampoco me pertenece, es de Inadaze22 y fue beteada por Julietta Regneey.
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Capítulo cuatro: El auge y la caída de las preguntas
Primera parte: Ellos
20 de octubre.
Lentamente Hermione hizo girar el líquido marrón-rojizo en el vaso; el mundo se desaceleró sobre cuando se llevó la copa a los labios.
El líquido le quemó la garganta mientras y se encontró rezando para que todo a su alrededor se incendiara, aunque sólo fuera por un momento. Se sentiría aliviada. Volviendo su mirada al vaso, Hermione miró a través del líquido. El mundo parecía ser de color rosa y vagamente translúcido, ese tipo de visión era simplemente una mentira.
Hermione no usaba anteojos rosas.
Ella era realista; más de lo que había sido a los dieciocho. No había escapatoria de la crudeza del mundo. Ya no se decía por ignorancia o miedo que todo estaría bien. El realismo era la única razón por la que no se había derrumbado por completo. En el fondo, el ser pragmático en ella le expresaba que el pesimismo era tan destructivo como el optimismo ciego. En cambio, el realismo era un equilibrio; había un tiempo y un lugar para todo. Pero la vida parecía tan mala, su soledad se sentía tan abrumadora que era más fácil hundirse que intentar salir a flote.
Porque, al final, nada cambiaría.
Mientras miraba a través del cristal color de rosa, se dio cuenta de que no siempre todo se trataba de optimismo o pesimismo. Quizás sólo era el acto de aferrarse a esa última pizca de integridad, con la esperanza de combatir la realidad. Porque la verdad no era para nada simple. Ella volvió a levantar la copa hacia sus labios y se bebió el contenido de un solo trago. Una vez más, ardió, pero lo disfrutaba y esperaba que le quemara todos los pecados.
—Seguramente no empezaste sin mí —una presuntuosa voz vino desde la puerta.
Hermione no necesitó girarse para identificar al hablante. Era la misma voz que había susurrado, "Potter es un idiota" y la había arrastrado al baño.
Pansy Parkinson.
—Es mi primer vaso. Ya sabes dónde servirte.
—Lo sé —salió de la puerta, en dirección a la cocina.
Hermione la vio y a su mente llegaron los recuerdos de su primera conversación real. por extraño que parezca, fue en un avión.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Pansy preguntó sin emoción.
Hermione levantó la vista.
—Creo que estamos aquí por las mismas razones, Parkinson. Estoy viajando a Australia, aunque estoy confundida en cuanto a por qué estás viajando al estilo Muggle.
Pansy revisó el boleto, suspiró y se sentó en su asiento, justo al lado de Hermione.
—No presumas de conocerme, Granger.
—Touché.
—He viajado así muchas veces.
Eso sí que era sorprendente, pero Hermione sabía que no debía demostrar sus pensamientos.
Una hora después, Pansy volvió a hablar.
—¿Por qué vas a Australia?
Hermione exhaló su frustración por ser interrumpida.
—¿Por qué me hablas? No somos amigas.
—Solo estoy conversando... mantiene fuera de mi mente... las cosas.
Hermione sabía exactamente a qué se refería. Había estado allí cuando la vida de la mimada Pansy Parkinson cambió para siempre. Fue una gran sorpresa que los Mortífagos buscaran venganza en las familias Parkinson y Zabini, que estaban en conversaciones sobre unificar a sus familias neutrales. Fueron atacados en medio de una de sus reuniones sobre "charlas matrimoniales". Fue un ataque bien planeado, pero no habían esperado el Patronus de la señora Parkinson.
Los Aurores y la Orden llegaron a la escena casi inmediatamente y tuvieron una batalla espectacular, que llevó a Hermione a recordar instantemente la batalla final de Hogwarts de hacía dos meses. La batalla prosiguió y Hermione, que acababa de derrotar a un mortífago en un duelo, vio a una histérica Pansy llorando sobre el cadáver de su padre. Cuando un mortífago apuntó con su varita a la afligida adolescente, ella hizo lo primero que se le ocurrió.
Salvó la vida de Pansy Parkinson.
—¿Cómo le va a tu madre?
Pansy llevaba una máscara de indiferencia; una que Hermione había visto a menudo en el rostro de Draco Malfoy.
—Mi madre fue torturada hasta la locura como los padres de Longbottom. No éramos cercanas, así que no importa.
—Sí te importa. Ella es tu madre.
—No actúes como si te importara, Granger. Probablemente pienses que obtuve lo que merezco.
—Nadie se merece eso.
—Tenemos dieciocho —susurró Pansy—. ¿Pero por qué pareciera que nuestras vidas ya han terminado?
Debería haber sabido entonces que sus caminos se cruzarían de nuevo. Y eso que Brisbane era una gran ciudad.
—No te escuché pasar por la red flu.
Pansy, con una copa vacía, se sentó en el extremo opuesto del sofá y tomó la botella, vertiendo una generosa cantidad del líquido ámbar. Pansy rápidamente lo bebió en varios tragos, haciendo una mueca cuando el líquido ardió en su pecho.
—Eso es porque no la usé —respondió y se sirvió a ella y a Hermione un segundo vaso—. Tus protecciones no me dejaron aparecerme. Espero que eso no signifique que me consideres una amiga —se rio entre dientes con pesar.
—No —Hermione cortó. A decir verdad, ella no tenía protecciones en su casa.
—Bueno —su respuesta sonó hueca incluso para los oídos de Hermione.
—¿Por qué estás aquí, Pansy? —la pregunta real era por qué seguía viniendo, pero sabía que era mejor no decirlo.
—Blaise me dijo que Draco le pidió que le buscara los registros del Ministerio.
Hermione no se sorprendió. De hecho, esperaba que Malfoy enviara a alguien más a hacer su trabajo sucio. Nunca trabajaba bien en solitario, pero Hermione no había esperado que se tardara tanto. Paciencia, no era algo que definiera a Draco Malfoy.
—Deja que él lo tenga —agitó la mano distraídamente y bebió un sorbo de vino.
—Pero Hermione…
—No hay nada de importancia en mis archivos. Me aseguré de que todo fuera eliminado.
El silencio se instaló sobre ellas como una espesa niebla y cada segundo le brindó paz; paz que fue rota por la ansiedad de Pansy.
—Él lo va a averiguar —cuando Hermione trató de discutir, Pansy la interrumpió—. No lo subestimes, Hermione. Cuando quiera saber algo, no se detiene ante nada.
—Nunca lo he subestimado.
La implacable ambición de Malfoy era casi legendaria. Sabía que él nunca se detendría hasta que tuviera lo que quería. Una parte perversa de ella quería que él se enterara, para castigarlo igual que como ella se castigaba. Pero realmente no quería que nadie lo supiera. Los secretos eran cosas terribles y a veces los secretos se volvían peores cuando salían a la luz. Era la razón por la que se aferraba al suyo con tanta fuerza. Ya era bastante malo que Pansy lo supiera, le había contado todo en un momento de vulnerabilidad, pero Hermione no necesitaba que Malfoy se enterara.
—Tienes que contarle a alguien lo que pasó. Tus secretos te están matando.
Pansy nunca le decía lo que quería escuchar, sino más bien lo que necesitaba escuchar.
Y eso la irritaba.
—No necesito que me regañen, Pansy.
—No, lo que necesitas es un poco de ayuda —reprendió Pansy mientras se servía otro trago—. Necesitas hablar con alguien sobre Australia, sobre Italia, sobre todo, incluso sobre ellos.
Hermione trató de ocultarlo, pero su rostro la traicionó e hizo una mueca.
Ellos.
—No quiero hablar de ellos.
—Nunca lo haces, Hermione, ese es el problema. Nunca hablas de nada, nunca has llorado, pero tampoco lo has soltado. No creas que no sé lo que hay en tu ático. No puedes encerrarlos para siempre. No puedes ocultar el hecho de que existieron.
Su ira era ardiente y brillante. Antes de que se diera cuenta, estaba gritando.
—¡Lo sé! ¡Sé que existieron! ¡No necesito que me digas que existieron!
—¿Lo haces? —Pansy mantuvo la calma—. Porque a mí me parece que estás haciendo todo lo que está en tu poder para olvidar.
Hermione negó con amargura.
—El hecho de que no transmita mi dolor no significa que lo haya olvidado.
¿Cómo podría olvidar cuando ya habían dejado su huella en su alma?
—No hablas de eso. No conmigo, de todos modos.
—¿De qué sirve hablar? No cambiará nada. No los traerá de vuelta. No detendrá las pesadillas.
—Depende de con quién hables... —se calló para terminar su vino—. He hablado con Blaise.
La sangre se le escapó y miró a Pansy con horror.
—¿Le… le dijiste a Blaise?
Pansy asintió solemnemente.
—Antes de registrarme en San Mungo.
—Al menos sé por qué es tan amable conmigo —odiaba lo resentida que sonó. Más que eso, odiaba que toda bondad tuviera un precio.
—No es solo eso, Hermione. Él entiende. Dudo que encuentres a alguien que no lo haga.
Pasó el dedo por el borde del vaso y suspiró con cansancio.
—Me alegro de que tengas a alguien en quien confiar…
—También podrías dejar entrar a alguien. No confías en nadie; ni siquiera confías en mí y sabes que daría mi vida antes de apuñalarte por la espalda. Te perdoné por mentirme y he guardado silencio, he hecho todo lo que me pediste, todo lo que estaba en mi poder para mostrarte que puedes dejarme entrar y todavía no lo haces. Sufres en silencio.
Hermione cerró los ojos. Pansy tenía razón, pero no podía dar ese paso.
—Algún día—le dijo con sinceridad—. Algún día, te dejaré entrar. Confiaré en ti incondicionalmente. Pero no hoy.
El silencio cayó entre las dos mujeres. Era tenso y lleno de palabras no dichas. Pansy se acercó más y, vacilante, extendió la mano, moviendo mechones del cabello de Hermione detrás de su oreja. Apoyó la cabeza en el hombro de Hermione y respiraron juntas. El tiempo se detuvo. Todo estaba en silencio. Hermione se relajó.
—Quizás —susurró Pansy—. Tal vez para cuando estés lista, yo seré lo suficientemente fuerte por los dos.
Hermione no dijo nada.
Pansy se enderezó y se sirvió una tercera copa de vino, que se derramó un poco sobre la mesa de madera porque le temblaban mucho las manos.
—Le diré a Draco sobre Australia —bebió el contenido de su vaso.
La miró solemnemente. Hermione no estaba molesta ni sorprendida. Ansiosa, por supuesto, pero no podía decirle que no. Después de todo, no era solo su secreto. Pansy también estuvo allí. Y Malfoy era el mejor amigo de Pansy. Él se quedó a su lado durante el funeral de su padre y sin saberlo, estuvo allí para ella cuando tuvo una crisis nerviosa en los meses posteriores a Australia. Pansy había escrito sobre él en sus cartas. Honestamente, Hermione estaba sorprendida de que no le hubiera dicho ya.
—¿Has pensado sobre eso?
—Solo todos los días durante los últimos dos meses. Merece saber lo que Blaise sabe —estaba asustada, lo que explicaba su excesivo consumo de alcohol. Hermione probablemente tendría que abrir una segunda botella antes de que terminara la noche—. Estoy lista para seguir adelante con mi vida. No quiero ser como tú. No quiero tener secretos y ya no quiero decir mentiras. Quiero dormir por la noche sin escuchar tu voz o la mía en mi cabeza. Quiero conquistar mis demonios para poder ayudarte a conquistar los tuyos.
Hubo un leve golpe en la ventana de su cocina.
En contra de su mejor juicio, Hermione rápidamente se puso de pie y dejó entrar a la lechuza. Pansy la siguió por curiosidad. Hermione, automáticamente, reconoció al dueño del ave, era su jefe, Gregory Kingston. Después de que Pansy le diera un bocadillo a la lechuza, vio como volaba por la ventana.
—¿De quién es?
—De mi jefe.
—¿Tan tarde? Pensé que estabas de vacaciones.
Hermione abrió la carta.
—Lo estoy y no es tan tarde.
Señorita Granger,
Sé que hoy es su día libre y entiendo que es más tarde de lo esperado, pero tenemos una emergencia. ¿Podría venir a la oficina ahora mismo? Muchas gracias.
Gregory Kingston.
Miró el reloj de la pared y suspiró pensando en simplemente ignorar la carta; su instinto le dijo que la arrugara y fingiera ignorancia hasta el lunes cuando regresara al trabajo. Pero el búho había entregado el paquete.
—Quieren que vaya al trabajo.
—No vas a ir, ¿verdad? —preguntó Pansy en voz baja.
—No tengo nada mejor que hacer.
Pansy resopló, pero Hermione sabía que era mejor no decir nada más, ya que podría ofenderla con sus comentarios.
Aparte de beber con Pansy, preocuparse por lo que Malfoy diría cuando se enterara de Australia y dejar que la depresión la pudriera hasta la médula, no tenía otros planes para esta noche de miércoles. Y sólo eran las siete de la tarde.
Además, tenía curiosidad del por qué la estaban convocando.
La curiosidad ganó la batalla.
Encontró su varita enterrada entre los cojines del sofá y sacó su bolsa de trabajo de la mesita de centro. Pansy estaba sentada en el sofá, golpeando nerviosamente su pie contra el suelo. Ansiosamente, miró hacia arriba cuando Hermione cruzó frente a ella y se paró instantáneamente.
—Herm…
—Dile —Hermione le sonrió débilmente, apoyando sus manos sobre las de Pansy. El temblor cesó—. Tienes razón. Mereces ser libre.
—Tú también te lo mereces.
Hermione negó con tristeza.
—No, no, no lo merezco.
Pansy la abrazó, pero ella se quedó allí con las manos a los lados.
—Tienes que perdonarte por todo.
—Tengo que irme.
Los dos se fueron mediante la aparición.
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Segunda parte: Mansión Marquette
Algo estaba definitivamente mal.
Una sensación de pavor se apoderó de Hermione mientras se asomaba a la sala de conferencias. Su estado de ánimo no mitigó los sentimientos que azotaban su estómago. El aire en la habitación estaba denso y olía ligeramente a tabaco y café; nauseabundo, pero soportable. Las luces de la habitación eran lo suficientemente brillantes como para causar dolor de cabeza, pero ella no era de las que se quejaban. Nueve sillas pulcras y acolchadas estaban colocadas alrededor de la reluciente mesa de conferencias.
Una estaba vacía, pero los otros ocho no.
Tres sillas estaban ocupadas por funcionarios del Ministerio: el ministro Shacklebolt estaba vestido con unas espléndidas túnicas, también estaban su subsecretario y el asistente del subsecretario. En la silla al lado del ministro, estaba su jefe. Las otras tres sillas estaban siendo ocupadas por Aurores; ninguno que ella reconociera, pero sabía que uno era el jefe del Departamento de Aurores. Había visto su rostro en El Profeta varias veces desde que regresó. La última silla estaba ocupada nada más y nada menos que por Draco Malfoy, que se veía desinteresado y vagamente molesto. Bueno, se notaba más molesto porque su mirada en blanco se convirtió en un ceño fruncido cuando la persona a su lado dijo algo sobre las pruebas del Wizengamot.
No quería saber de qué estaban hablando.
—¿Señorita? ¿Quiere algo de beber? ¿Café tal vez? —preguntó una pequeña morena con gafas de montura metálica.
Hermione parpadeó un par de veces, tratando de recordar su nombre, pero solo sabía que era la Asistente del Subsecretario. Sacudió su cabeza.
—No, ¿pero tienes té?
La mujer no respondió; en cambio, se volvió, preparó una taza de té y se la dio a Hermione unos minutos después. Le procuró un suave susurro de agradecimiento y Hermione dio a conocer su presencia.
El ministro Shacklebolt le dio un amable asentimiento desde su lugar antes de señalar el asiento vacío entre el jefe de los Aurores, Robert Dorchester… y Draco Malfoy. El jefe de los Aurores recibió una lechuza urgente y fue a manejar el asunto en cuestión, dejándolos conversar antes de que comenzara la reunión. Bebió un sorbo de té y rezaba para que Malfoy no le dijera nada.
No tenían nada que discutir.
—Quieres explicar por qué hueles como a una cava —dijo Malfoy, impasible, con una voz que solo ella pudo oír.
Hermione lo fulminó con la mirada.
—Es mi día libre y fui convocada, lo que haga en mi tiempo libre no es que sea asunto tuyo, Malfoy.
—No hay necesidad de estar tan a la defensiva, Granger —se burló.
Ella murmuró algo grosero. Después de todo, ella tenía todo el derecho de estar a la defensiva.
La mueca engreída de él aumentó a algo que se parecía a una sonrisa.
—Vaya, vaya, ¿qué tiene tus bragas tan apretadas?
—Por favor, muérete —tomó un sorbo de té antes de sacar una pluma y un trozo de pergamino de su bolso.
Fingió no escucharla.
—¿Cómo van las lecciones de italiano de mi madre?
A pesar de sí misma y de la compañía, Hermione sonrió. Cuanto más tiempo pasaba con Narcissa Malfoy, más le agradaba la mujer. Una emergencia familiar les había impedido comenzar las lecciones ese mes, pero una vez que tuvieron lección inicial, las cosas habían ido sobre ruedas.
El sábado anterior habían hecho algo diferente y se reunieron en un restaurante de un jardín botánico. Naturalmente, Hermione se mostró cautelosa, pero al final no hubo necesidad. Durante seis horas, simplemente habían hablado y caminado. Hermione le enseñó los nombres de todas las plantas en italiano. Narcissa se preocupó por la delgada figura de Hermione, diciéndole que comiera algo más que ensalada. Hermione le dijo que después de años en Italia, la comida inglesa le sabía bastante sosa.
Después de eso, no hubo más información personal intercambiada, al menos por parte de Hermione; de hecho, no habló mucho. La señora Malfoy tomó el control de la conversación, pero hizo algo que sorprendió a Hermione. Ella se disculpó.
—Hay tantas cosas en la vida que desearía poder deshacer, pero no puedo. Todo lo que puedo hacer es seguir adelante y pedir perdón por el pasado.
Hermione parpadeó.
—¿Quieres perdón... de mí?
—Sí.
—Perdoné a toda tu familia hace mucho tiempo. No tenía la energía para aferrarme a ese odio y definitivamente no lo tengo ahora.
Narcissa pareció sorprendida.
—Realmente eres extraordinaria.
—No, no soy.
—Sí, lo eres. Sé mucho más de ti de lo que piensas.
Trató de tragarse el horror que se acumuló en su pecho ante esas palabras.
—No tenemos que hablar de eso, olvida que lo dije. Nunca se lo diré a nadie. Sin embargo, si necesitas algo, estoy a una lechuza de distancia.
La búsqueda de Narcissa por la redención era real; no necesitaba que Pansy le dijera eso. Y aunque se preguntaba qué era lo que exactamente sabía la señora Malfoy de ella, Hermione decidió que era mejor no preocuparse porque ninguna de los dos lo volvió a mencionar. Por alguna razón, sintió que entendía a Narcissa Malfoy. Después de todo, ella también quería recuperar cosas de su propia vida.
Tantas cosas.
—Genial. Ella es talentosa —respondió finalmente Hermione.
Se quedaron en silencio por un momento antes de que Malfoy volviera a hablar.
—Le agradas.
Ella lo miró con gracia.
—A ella también le agradas tu —Narcissa hablaba de él a menudo durante sus lecciones. Eso era un poco molesto, en realidad, pero era una madre orgullosa. A regañadientes, Hermione admitió que finalmente tenía una buena razón para estarlo. Malfoy era tolerable, supuso... eso era cuando no estaba siendo un entrometido y un molesto idiota.
Él sonrió con arrogancia.
—A todo el mundo le agrado. No puedo evitarlo.
Con un bufido, Hermione puso los ojos en blanco.
—Veo que todavía eres un bastardo descarado.
—Y tú todavía eres una sabelotodo ratona de biblioteca; es bueno saber que algunas cosas no cambian... bueno, excepto tu estatus en el Ejército de seguidores de Potter. Dime, Granger, ¿por qué mi madre y Pansy son las únicas brujas de Londres a las que les agradas?
Casi se atraganta con el té.
Malfoy siempre había sido demasiado directo para su gusto.
Justo cuando pensaba que podía tener una conversación agradable, bien una discusión pasable, él fue y lo arruino.
—Fue un malentendido —eso era bastante vago.
Se pasó los dedos por el cabello recién cortado.
—Un malentendido es cuando le ponen tomates a tu sándwich cuando lo pediste sin ellos. Lo que sea que pasó entre tú y la Brigada Potter es más que un simple malentendido, así que no insultes mi inteligencia con tus mentiras.
El tono frío en el que habló hizo que su ira y sus defensas se elevaran, pero había otros en la habitación y no podía levantar la voz.
—¿Qué te importa, Malfoy? La última vez que verifiqué, no te importaba nadie más que tú o la pureza de tu sangre.
—¿De verdad?
—Sí, como tu padre.
La mirada ofendida y salvaje, que Malfoy le disparó la hizo sentirse acorralada.
—¿Es eso lo que piensas de mí? —escupió mordazmente—. ¿Crees… crees que soy como mi padre? —Malfoy ni siquiera la dejó responder, mucho menos parpadear antes de hablar de nuevo con voz baja y furiosa—. Noticia de última hora Granger, no soy como mi padre. No estaría sentado aquí hablando contigo si fuera él. Hubiera usado Legilimens para acceder a los recuerdos que has escondido y a quienes has mentido durante los últimos cinco años, usaría la maldición Imperius para forzar la verdad si te atrevías a bloquear tu mente y si te resistías más, habría usado la maldición Cruciatus... así sería yo si fuera como mi padre.
—N…
Malfoy estaba furioso, pero su voz era fría.
—No te atrevas a pensar que me conoces y no te atrevas a pensar que puedes simplemente juzgarme y etiquetarme como en el "malvado Mortífago" como hicieron con mi padre. No funciona así. Dejemos una cosa muy clara, Granger, no sabes una mierda. No sabes una mierda sobre mí, sobre mi padre o sobre mi familia y lo que he pasado... y sería prudente que cerraras la puta boca —había mantenido la voz baja y controlada todo el tiempo, pero ella sabía lo enojado que estaba.
Se quedó allí aturdida, parpadeando rápidamente mientras se contenía. Quizás tenía razón en todo y quizás no era como su padre, pero él comenzó todo esto.
—Pasaste casi la mitad de nuestras vidas pensando que soy un idiota con prejuicios y tenías razón, pero, ¿quién es el imbécil con prejuicios ahora?
—No te sientes ahí y actúes herido, Malfoy —Hermione acusó desafiante—. Tengo todo el derecho a pensar mal de ti. No es como si me hubieras dado una razón para pensar lo contrario.
—Creo que ser decente contigo es suficiente.
Ella se burló como si le hubiera contado un chiste. Y eso es lo que era, una broma.
—¿Crees que estás siendo decente? ¡Ja! Malfoy, no sabrías que es ser decente, aunque esta emoción viniera y se sentara en ti. Además, ¿cuándo fuiste decente? ¿En el útero? Aunque por las historias de terror que tu madre me contó sobre su embarazo, yo lo dudo seriamente.
Malfoy parecía querer romper la pluma en su mano, pero algo mantuvo su temperamento en su lugar.
—No me sorprende, Granger, no me conoces ni la mitad de bien de lo que crees.
—Es cierto, pero estoy bastante sorprendida de que realmente te preocupes por lo que piense de ti, Malfoy.
Se puso muy pálido e iba a repicar replicar, pero Robert Dorchester regresó a su asiento y el ministro Shacklebolt inició la reunión.
Justo a tiempo.
—Como algunos de ustedes ya saben, hubo una redada de Aurores en la Mansión Marquette y detuvimos a unos doscientos miembros de un grupo terrorista fundado por antiguos Mortífagos simpatizantes de Voldemort. Nuestros Aurores hicieron un trabajo maravilloso al infiltrarse. El grupo fue responsable de los ataques contra los muggles y nacidos de muggles en los últimos cuatro años. Fueron rápidamente detenidos y enviados a Azkaban.
Hermione no podía entender por qué estaba aquí, pero diligentemente tomó notas.
Vio como Malfoy estaba escribiendo con un bolígrafo.
Eso era extraño.
Sin embargo, no le sorprendió la presencia de los funcionarios del Ministerio en su lugar de trabajo. Curse-Breakers trabajaba mucho para el Ministerio; rompían maldiciones de los artefactos incautados durante las redadas y los vendían en subastas por cantidades de dinero ridículamente grandes y le daban al Ministerio la mitad de las ganancias. Además de eso, Curse-Breakers trabajaba con varios bancos mágicos en toda Europa. La compañía realizaba trabajos privados para familias dispuestas a pagar, compraba artículos malditos de aquellos que querían deshacerse de ellos, rompía todas las maldiciones y si eran valiosos, los vendían a museos o los subastaban.
El ministro habló sin parar durante unos minutos sobre la importancia de la redada contra los terroristas y dio el crédito a quienes lo merecían. Discutió la información del juicio con Malfoy, quien asintió ante todas las solicitudes del ministro e hizo sus propias sugerencias.
Bueno, eso ciertamente explicaba por qué él estaba allí.
Aun así, fue una reunión bastante aburrida y sintió que sus ojos se ponían pesados.
Eso fue, hasta que el jefe de los Aurores comenzó a hablar.
—Parece que la casa no solo está fuertemente protegida con hechizos que nuestros Aurores no pueden derribar, sino que está maldita con magia anticuada. La evidencia dentro de la casa también está maldita, aunque con hechizos bastante simples. El problema es que la casa no permitirá que nadie que no esté relacionado por sangre quite nada o intente romper la maldición.
Los ojos de Hermione se abrieron muy levemente. No importa cuántas veces haya visto este tipo de cosas, todavía se sentía impresionada por las cosas que la gente hacía para guardar sus secretos.
—Señorita Granger, escuché de su jefa, que está muy familiarizada con este tipo de situaciones.
Instintivamente, asintió, pero estaba demasiado ocupada con sus notas como para mirar hacia arriba y mucho menos para hablar.
Oh, definitivamente estaba familiarizada. Muchos de los casos que había tenido en Italia implicaban tales maldiciones; ya estaba redactando una lista de hechizos que podrían usarse para romper las barreras, así como para romper maldiciones dentro y fuera de la casa.
—¡Maravilloso! —le entregó los planos a la mansión, que fueron archivados en el Ministerio y terminó—. El señor Dorchester la llevará a la escena tan pronto como concluyamos aquí. Ahora...
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Tercera parte: Abandono
La mansión Marquette parecía sacada de una novela gótica; el hecho de que estaba casi anocheciendo cuando ella y Robert llegaron por medio de un trasladador solo acrecentaba su espeluznante atractivo. Estaba lleno de Aurores y era bastante ruidoso, pero por alguna razón, Hermione no se sentía muy segura. Ya se había memorizado los planos; los había estudiado durante toda la reunión. Malfoy, que ya no estaba mirándola con furia, se quedó allí y para su mayor sorpresa, había respondido todas y cada una de sus preguntas sobre la ubicación de la mansión Marquette.
Casualmente, se encontraban aproximadamente a treinta y dos kilómetros de la mansión Malfoy. Él había estado mirando los planos y señaló algunos lugares clave donde la Mansión podría ser más débil. Luego Malfoy habló de cómo su familia solía visitar a los Marquette cuando él era pequeño, antes de tener la edad suficiente para asistir a Hogwarts y para su horror, cómo todos solían practicar maleficios y hechizos con los elfos domésticos. Lo más alarmante, sin embargo, era el hecho de que Malfoy le había advertido que los elfos domésticos eran ferozmente leales a la familia y que probablemente intentarían alterar la investigación.
Con ese consejo, lo primero que les dijo a los Aurores fue que sacaran a todos los elfos domésticos.
—¿La escena es segura? —Robert Dorchester preguntó.
Hermione salió de sus pensamientos sobre hechizos que había planeado usar en la casa no solo para romper las barreras sino también para romper la maldición; para posar sus ojos en Blaise Zabini.
—Sí, señor. Si la señorita Granger me sigue —hizo un suave gesto con la mano derecha.
Era la primera vez que lo veía desde su conversación en el Ministerio, así como la primera vez que lo veía sabiendo que sabía lo de Australia. No hace falta decir que Hermione estaba bastante aprensiva en su presencia.
Solo al principio.
Rápidamente, llegó a la conclusión de que Zabini no era un Auror ordinario.
—Fue una buena idea enviar a los elfos domésticos lejos —dijo con bastante calma mientras paseaban por el mar de Aurores en dirección a la mansión.
—Bueno, no puedo tomar el crédito por eso. Malfoy me lo dijo. No sé cómo los elfos domésticos pueden ser tan leales a una familia que permitía que sus hijos los usaran como tiro al blanco para los hechizos que aprendían en la escuela.
—No, supongo que no lo harías.
Su cabeza giró en su dirección.
—¿Y qué se supone que significa eso? —ella no pudo evitar el resentimiento en su voz. Había sonado como el Malfoy de dieciséis años y Hermione no estaba de humor para lidiar con otro bastardo prejuicioso.
Los oscuros ojos de Zabini se posaron en ella momentáneamente antes de usar su varita para abrir la enorme puerta principal.
—Espero que no te ofendas, pero solo estaba señalando que aparte de Dobby, Winky y Kreacher, no tienes mucha experiencia con elfos domésticos.
—Como supiste…
—He trabajado con Potter durante los últimos cinco años. Hablamos… algunas veces.
Eso fue suficiente para hacer que sus labios se cerraran de golpe, estaba ansiosa por cambiar de tema.
Zabini tomó su silencio como un permiso para continuar.
—De todos modos. Imagina tener un anillo de diamantes en tu familia. Se ha transmitido de generación en generación y ahora es tuyo. No tiene precio. Significa más para ti que el mundo mismo porque simboliza tu historia y tu futuro.
Hermione quería ver adónde iba y se cruzó de brazos, con los pies clavados en el piso. Los Aurores y los trabajadores del Ministerio estaban dando vueltas, pero no fueron detectados por la pareja que acababa de entrar en escena.
—Digamos que los tiempos difíciles caen sobre ti y alguien te dice que tienes que vender el anillo de diamante. ¿Querrías hacerlo?
—¡Ciertamente no! —se había quedado con todo lo que fue de sus padres. Todo eso eran tesoros para ella. Tesoros invaluables, aunque estuvieran encerrados en su ático porque todavía era demasiado dolorosos.
—Así es para los elfos domésticos. Sus familias son como ese anillo de diamantes en el sentido de que por lo general han estado con esas familias durante cientos de años; hay una lealtad en ellos que ni siquiera el más noble Gryffindor puede comprender. Los elfos domésticos de la familia Marquette han estado con ellos desde el siglo XIV. Creo que es entendible que sean un poco protectores con algo de lo que han formado parte durante los últimos siete siglos.
Él tenía un muy buen punto, pero ella nunca tuvo la oportunidad de responder.
—Oi, ¿ustedes dos terminaron de charlar? —la pregunta vino de detrás de ellos e hizo que todo el cuerpo de Hermione se pusiera rígido—. Si es así, ¿podemos ir a trabajar para que pueda ir a casa antes de la semana que viene?
Hermione no tuvo que darse la vuelta para saber quién había hablado.
—Sí, hemos terminado aquí, Potter. Ella es toda tuya.
¿Qué se supone que significa eso?
—Bueno, Granger, fue divertido.
—¿Te vas a ir?
Una sensación de abandono se apoderó de su pecho y por una fracción de segundo, casi quiso agarrar la mano de Zabini y rogarle que no se fuera.
—Potter ha sido designado para mantenerte segura mientras trabajas en la casa.
Sus ojos se posaron en el hombre que se suponía debía protegerla. No parecía del todo emocionado por su asignación. De hecho, parecía bastante enojado, estaba bien, lívido; al igual que como estuvo en el restaurante cuando la había arrojado al piso. Hermione se encogió ante el recuerdo y ante el artículo de El Profeta sobre el incidente: El final del Trío Dorado y el papel de Pansy Parkinson en la ruptura, por Parvati Patil.
—Fue agradable hablar contigo, Granger, como siempre.
Hermione miró impotente mientras Blaise Zabini salía por la puerta y se perdía de vista.
Ella estaba condenada.
Las siguientes dos horas fueron pura tortura. La ahora vacía mansión era tan hermosa como espeluznante, pero no se sentía en lo más mínimo segura bajo el supuesto escudo de protección que le proporcionaba Harry; sus hechizos salían por la barrera, pero cualquier cosa que la casa arrojara no podía entrar. En lugar del cálido y normal escudo, el de ella estaba terriblemente frío; tanto que le castañeteaban los dientes y le dolían los músculos. Hermione sabía lo que significaba un hechizo de protección gélido y eso hacía que trabajar fuera casi insoportable.
Sin embargo, anuló con éxito casi todas las protecciones de la mansión. Lo único que se escuchaba era el retumbar de truenos; una señal de una tormenta inminente. Era una metáfora de su vida en ese momento.
La tensión en la habitación era tremenda, pero la tensión entre ellos era insoportable. Si no hubiera estado tan fría y entumecida, habría podido sentir el calor de su mirada... y el agujero que él estaba perforado en la parte posterior de su cabeza con los ojos. Hermione estaba segura de que había atravesado su cráneo hacía media hora. Ahora esperaba que el dique de tensión se rompiera y estropeara los hermosos pisos y las altas y ornamentadas paredes.
Sucedió bastante rápido y con una suave pero dura palabra.
—¿Por qué?
La primera vez que lo dijo, ella fingió ignorancia. No había nada que discutir. O al menos eso era lo que Hermione se decía a sí misma. Entonces, sin responder, continuó murmurando hechizos con manos temblorosas, tratando diligentemente de romper la última barrera para intentar romper la maldición de la casa.
Pero luego él volvió a preguntar.
—¿Por qué?
Una burbuja de ira se formó en su estómago. El descaro de él de quedarse aquí y preguntarle por qué. Nunca antes se había molestado en hacer preguntas, al menos no cuando realmente importaba. Simplemente asumió todo. Siempre veía las cosas al pie de la letra y nunca se molestó en mirar más a fondo. Él solo tomó siete años de amistad y los tiró a la basura sin siquiera… Hermione tomó una respiración profunda para calmarse, pero las lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos...
Ella se negó a llorar en su presencia.
La voz de Harry se elevó cuando preguntó por tercera vez.
—¿Por qué?
Pequeñas cosas llenaron sus sentidos. El reloj del abuelo a las afueras del salón; marcaba la undécima hora. Los truenos afuera eran más fuertes que antes; la tormenta estaba más cerca. Voces débiles de los pocos Aurores en la escena; la mayoría habían sido enviados a casa para descansar porque el día siguiente iba a ser largo para todos. La respiración irregular de Harry. El sonido de la lluvia. El sonido de sus propios dientes castañeteando cuando el frío de su hechizo protector.
Aun así, ella lo ignoró.
La ignorancia siempre fue la mejor dicha.
Los crepitantes relámpagos se encontraron con un retumbante trueno y con un movimiento de su varita, la última protección cayó. Todos los eventos unieron fuerzas y llevaron la hostilidad en la sala a su punto máximo.
La voz de Harry resonó en la habitación cuando rugió.
—¡Porqué!
Hermione se congeló de miedo, no movió un músculo, no es que pudiera. El frío, la tensión y la creciente ira la pusieron en alerta. Dolía moverse. Le dolía respirar. Ella se sentía débil. Más que nada, quería gritar, pero las palabras no salían. En cambio, se quedó allí, con los pies firmemente plantados en el suelo. No sabía si su cuerpo estaba temblando de miedo, por el frío o por la ira.
Un relámpago iluminó las ventanas y un momento después escuchó el trueno que sonaba muy cerca. Toda la situación hacía poco para bloquear la incesante y ensordecedora pregunta de Harry.
—¿Por qué?
Hermione no lo entendía, pero era seguro decir que Harry, que seguía gritando, tampoco entendía nada. Ella no le dijo una palabra. No importa cuánto le dolieran sus gritos. Sentía presión en el pecho. Era intenso, tanto que apenas podía respirar mientras él seguía gritando la misma palabra una y otra vez: por qué.
Todo chisporroteó y crepitó dentro de ella y antes de que Hermione se diera cuenta de lo que estaba pasando, giró sobre sus talones y gritó por la frustración y el frío.
—¿Por qué qué? ¡Harry! ¿Por qué qué?
—¿Por qué estás aquí? —escupió amargamente, con el rostro enrojecido. Si apretaba el puño con más fuerza, su varita se habría roto.
A pesar de que estaba completamente entumecida por el frío, Hermione permaneció tranquila.
—Como tú, solo estoy aquí para hacer mi trabajo. Déjame hacerlo en paz.
Durante unos benditos momentos, hubo silencio. Luego lo escuchó murmurar.
—No puedo creer que me quede atrapado aquí contigo.
Ese fue su punto de ruptura.
—¿Crees que quiero estar aquí contigo? —Hermione lo miró desafiante—. ¿Crees que quiero estar en el mismo país que tú y mucho menos en la misma habitación? Habría preferido a Zabini. ¡No quiero estar aquí tanto como tú no me quieres aquí!
—¡Entonces vete! —apuntó hacia la puerta—. ¡Fuera! ¡Mi vida era mucho mejor sin ti! —él echaba humo y su desordenado cabello pareció electrificarse—. Nos tomaste a todos por tontos y te odio.
Sus labios temblaron cuando la ira se convirtió en dolor. Era una vocalización de todo lo que ella ya sabía: Harry la odiaba.
—Únete al club —murmuró tan bajo que él no pudo oírla. Únete al club, porque ella también se odiaba a sí misma. Y verlo, verlos a todos, fue un duro recordatorio de esa verdad.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos y su respiración salió entrecortada. Por un momento se desconectó, tratando de calmarse. Ella no iba a llorar. No frente a él; sus lágrimas eran como oxígeno en para un fuego, solo avivaría su ira. Solo había un hechizo más que lanzar y ella podría dejar la frialdad de su hechizo protector, podría salir del salón, dejar la mansión y dejarlo a él. Fue un estímulo más que suficiente para forzar de sus labios las siguientes palabras.
—Gracias por expresarte tan elocuentemente, Harry, pero yo tengo un trabajo que hacer y tú también. Así que, crece y déjame terminar mi trabajo. Entonces serás libre de odiarme tanto como quieras.
Ella esperaba que él controlara su temperamento, que estuviera de acuerdo y que retrocediera.
Lo que Hermione no se imaginó era que él abruptamente quitara el escudo protector y saliera de la habitación, cerrando las grandes puertas con tanta fuerza que la habitación tembló.
Hermione se tambaleó. Incredulidad era lo único que sentía mientras miraba las puertas, pura incredulidad.
De hecho, él se había marchado.
Resultó que la habitación no era más cálida que el encantamiento de protección. Se encontró temblando de nuevo, pero tenía un trabajo que hacer y estaba decidida a terminar. Le dio un vistazo rápido a su lista de hechizos, apuntó con su varita y comenzó.
No pasó nada.
Hermione gritó otro.
Nada.
Ligeramente desanimada, murmuró el tercero.
Lo siguiente que sucedió fue tan rápido y tan fuerte que no tuvo tiempo para levantar un escudo para protegerse de las consecuencias. Sin defensas ni barreras, la maldición de la mansión se desató en una granizada de pura magia que brotó de las cuatro paredes. Apenas podía ver, las luces eran tan brillantes.
La habitación, la casa, tembló con una fuerza que Hermione nunca había experimentado. No tenía nada a lo que agarrarse para protegerse mientras caía al suelo. Las paredes se abrieron y bolas de magia salieron de ellas. Mientras trataba de arrastrarse a ciegas hacia la salida, la luz y la magia rompieron todas las ventanas. El vidrio llovió sobre ella y Hermione apenas si alcanzo a cerrar los ojos. Sintió los cristales en su camisa, cabello y manos.
Después de que el polvo de vidrio se asentara, Hermione abrió los ojos con cuidado y se puso de pie de un salto. Se preguntó brevemente cuánto tardaría la magia en hacer que la habitación colapsara encima de ella.
No hubo tiempo para calcular porque el suelo volvió a temblar.
Todo lo que sintió a continuación fue dolor cuando aterrizó sobre los fragmentos de vidrio.
Nadie la encontraría. No sabrían que ella estaba allí. Nadie lo haría, el suelo de repente dejó de moverse.
El torrente de luz siguió saliendo desde las paredes a su alrededor. La escuchó, pero no vio la puerta cuando cayó en la habitación, aterrizando a menos de diez metros de ella. Hermione ignoró rápidamente el dolor y se quitó el vidrio del cabello. No hubo tiempo para pensar. Solo tiempo para correr.
Tenía que salvarse a sí misma.
Un rayo de luz pasó por su mano, golpeando su varita. El siguiente la rozó. Se dejó caer al suelo para evitar el tercero. El cuarto la hizo saltar de su posición. Por varios minutos, esquivó los rayos de luz que las paredes le arrojaban con presteza y velocidad mientras se acercaba cada vez más a las puertas abiertas.
Pero todo iba demasiado bien para ser verdad.
Un rayo de magia pura la golpeó con la fuerza suficiente para dejarla sin aliento. La adrenalina le negó el derecho a sentir algo, pero el segundo golpe le dio a Hermione su primera probada del verdadero dolor.
Y no se detuvo.
Con cada golpe, la magia levantaba el cuerpo de Hermione más y más del suelo. Durante lo que pareció una eternidad, su cuerpo se retorció y giró en el aire. El dolor era indescriptible, pero no tenía sentido gritar. No podría pedir ayuda. No podría hacer nada. Nadie podría ayudarla. Nadie podría salvarla.
Cuando la casa liberó una fuerte oleada de energía y magia, fue arrojada a través de la habitación, Hermione se preparó para el impacto. El sonido de huesos rompiéndose llenó en sus oídos cuando su cuerpo se estrelló contra la pared.
Y luego ella cayó al piso.
La sensación de caer fue como un mal sueño, porque sabía que no iba a despertar antes de tocar el suelo. Esta era la realidad. Y aceptó que no saldría viva de esta habitación, solo saldría arrugada y rota, como una muñeca de trapo.
Todo se detuvo.
Todo quedó en calma y silencio.
Hermione pensó que estaba muerta, pero cuando abrió los ojos y vio la habitación destruida, se dio cuenta de que aún estaba en el mundo de los vivos. Tenía miedo de intentar moverse o respirar demasiado profundo, pero de todos modos lo intentó.
Dolor.
Un dolor insoportable, diferente a todo lo que había sentido en su vida, atravesó cada célula de su cuerpo. Quería gritar para que alguien la ayudara, pero le dolía mover los labios. Las lágrimas querían fluir, pero dolía llorar. Dolía pensar. Le dolía respirar. Duele. Todo dolía. Así que se quedó allí, acostada en el piso, llorando silenciosas lágrimas. Se quedó allí e intentó convencerse de que nada de eso era culpa suya.
Pero tal vez lo era.
Hermione conocía los riesgos del trabajo y todo lo que podía hacer era culparse a sí misma por no ser más cuidadosa, por no detenerse, por ser tan imprudente. Juró en silencio que, si lograba salir, nunca volvería a ser tan descuidada. Ella nunca…
El pensamiento se detuvo en seco cuando sintió algo húmedo en la parte posterior de su cuello. Hermione supo instantáneamente que era sangre.
Su sangre.
La habitación giraba. Hermione casi se sintió enferma por todo el movimiento. Sabía que tenía que mantener los ojos abiertos, pero de todos modos los cerró.
Y fue entonces cuando escuchó pasos... y voces.
—¡La encontramos!
—¡En el salón de baile!
Los pasos se acercaron a ella. Abrió los ojos, pero no pudo identificar a nadie.
—¿Dónde está Potter? —preguntó una voz ronca.
La sola mención de su nombre envió una punzada de dolor a través de ella.
—Él no está aquí.
—¿La dejó aquí?
Sí, lo había hecho, pero supuso que era una venganza por haberlo ella abandonado a él.
Hubo más movimiento y supo que alguien estaba de rodillas junto a ella. Hermione usó el resto de sus fuerzas para concentrarse en los oscuros y aterrorizados ojos de Blaise Zabini.
Fue el último rostro que vio antes de que todo se volviera negro.
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Fin capitulo cuatro
Notas: ¡Hola! ¿cómo están? Aprovechando el feriado, hare mi segunda ronda de actualizaciones más temprano y también porque quiero dormir una pequeña siesta reparadora, anoche me quede despierta hasta tarde trabajando en un fic.
Disfruten de la lectura y por favor cuídense mucho. Besos.
Link historia original: s/4172243/1/Broken
Naoko Ichigo
