Confinamiento


Parte V


Lunes 31 marzo

03:17 hr

.

El primer sentido en recobrar Katsuki, es el olfato. Un aroma asqueroso a avellanas rancias llega a su nariz. Su cuerpo, aun débil, es incapaz de moverse. La consciencia va y viene esporádicamente, mas el olor perdura.

No tiene certeza de cuánto tiempo lleva dormido, o hace cuánto viene luchando y perdiendo contra la droga que le han inyectado, pero su mente es cada vez más lúcida.

"Izuku."

Abre los ojos venciendo al sueño, tarda unos segundos en estabilizar su vista, en percibir el resto de su cuerpo y ejecutar órdenes. Se alza despacio, con movimientos torpes y la cabeza mareada.

"Izuku."

El pensamiento le aviva.

– Izuku – raspa su garganta seca con el nombre de su pareja.

No recibe respuesta.

Se pone en pie y, de inmediato, vuelve al suelo. Cae de rodillas, débil. Hiperventila, coge el cuello de su camiseta queriéndosela arrancar. El mareo vuelve y apoya las manos en el suelo, buscando regularizar su respiración.

Inhala.

Exhala.

– ¡Izuku!

Pero no puede permitir que la debilidad le venza cuando su prioridad es buscar a su omega.

Vuelve a ponerse de pie, se alza lento, sosteniéndose de los muebles que encuentra. Toma unos segundos en adecuarse, lo que sea que le hayan inyectado, aun le mantiene adormecido por partes. Avanza torpe, botando algunos objetos a su paso, se ayuda de las barandas a subir. Una vez arriba, se tambalea por el pasillo, golpeando los muros en su andar, hasta finalmente dar con la habitación.

Ve la cama desarreglada, una lámpara rota y otros objetos desperdigados por el suelo. El aroma de Izuku aún perdura, mas no él.

Katsuki vuelve a caer de rodillas, desolado.

Lo consiguieron.

Se lo llevaron.

Grita fuerte, con el dolor rasgando su garganta y la impotencia carcomiendo su ser. Estampa los puños en el piso de madera. Una, dos, cinco veces, hasta lastimar sus nudillos. No logra calmarse. Recorre la habitación, arrojando todo lo que lo que encuentra a su paso. Golpea las paredes, destroza el velador, rompe el espejo donde Izuku veía su vientre. Desahoga su ira en cada mueble que ve y no es suficiente.

Nada calmara el dolor que siente.

"– Si ellos te llevan, yo salgo contigo."

Acelerado, vuelve al primer nivel, dispuesto a cumplir su promesa. Ahora sabe que nada malo sucederá al salir y, a pesar de no saber el paradero de Izuku, caminaría hasta el fin del mundo por él.

De pronto, llega a él el aroma extraño a avellanas nuevamente. Puede reconocerlo y no se trata del fruto seco como tal, es algo más. Cierra los ojos, permitiendo a su olfato funcionar. El olor le guía por el ambiente hacia un lugar en específico.

Cuando ingresa a la cocina, no necesita más de su olfato, porque le ve.

–Sal. – ordena, viendo a penas los pies de la persona que se esconde tras la lavadora.

La única respuesta que llega es la de esos pies escondiéndose mejor.

Katsuki frunce el ceño, se acerca irritado.

Tras la lavadora, una mujer pequeña, cabellos castaños, intenta esconderse en el rincón. Su olor la delata como una omega.

–¿Quién eres?

Una vez más no responde y la poca paciencia de Katsuki se termina. La toma del brazo, obligándola a dejar su escondite.

–¡No! ¡Por favor, no me hagas nada!

El alfa la arroja en medio de la cocina. La mujer tiembla asustada y, rehuyéndole la mirada, muestra el cuello, sumisa.

–¿Quién eres? – repite y su aroma se espesa. El silencio es lo único que se sostiene –¡RESPONDE!

– ¡O-Ochako!... Soy Ochako.

–¿Qué haces acá? ¿Dónde está Izuku?

–Ellos dijeron que yo sería tu nuevo omega. – informa en voz baja –No sé quién es Izuku.

–¿Nuevo omega?

La mujer asiente.

Katsuki sopesa su respuesta. Quisiera creer que es mentira, una pesadilla quizás, y cuando despierte tendrá Izuku acostado a su lado con su vientre enorme interponiéndose entre ellos.

Pero el olor a avellanas continúa pululando el ambiente, haciéndolo consciente de su realidad.

Izuku no esta y no volverá.

"– Si ellos te llevan, yo salgo contigo."

– Vas a llevarme con ellos. –musita calmado.

– ¿Qué?

El alfa la toma del brazo, forzándola a caminar por la casa. Ochako recién comprende las palabras del alfa cuando la primera compuerta se abre.

–No. –intenta retroceder, es en vano. Su fuerza es nula– ¡No!

Katsuki la carga de la cintura. La omega se retuerce entre sus brazos, queriéndose liberar mientras la puerta se cierra.

–¡No lo hagas! ¡Por favor, no lo hagas! – golpea el brazo de Katsuki, patea al aire y solloza asustada –¡Voy a ser una buena omega! ¡Por favor, no hagas esto!

La primera vez que Ochako ha visto con sus propios ojos el exterior, ha sido a penas la noche anterior, cuando le han llevado a esa casa. Sin embargo, ha oído muchas veces de lo que sucedería con ellos si se atreviera en salir ahí afuera.

Una muerte horrible se queda corta.

–Por favor... por favor... –repite ahogada, viendo la puerta cerrase frente a sus ojos y un pitido suena. Sus pulmones se paralizan, las manos se congelan.

No puede hacer más que cubrirse el rostro, buscando protegerse de alguna manera. Los pitidos se callan cuando oye la puerta exterior empezar a arreplegarse.

Ochako siente que va a vomitar.

Los ruidos cesan y una brisa desconocida roza su piel. De repente, siente a Katsuki andar. La arroja al césped y vuelve a jalarle del brazo.

–Andando.

Ochako le ignora. Observa su alrededor confundida. Respira y nada sucede.

Sigue con vida.

–¿No entiendes lo que digo? –la empuja delante suyo –¡Andando!

–E-espera –avanza pasos pequeños, tomando distancia –¿A dónde vamos?

–Vas a llevarme al laboratorio.

– ¿Qué?

–Camina. –Le gruñe molesto.

–N-no sé dónde queda.

–¡¿Como mierda no lo sabes?! –le increpa la mentira obvia, vuelve a sujetarla del brazo, acercándola a él. El aroma feroz del alfa llega a Ochako. –Vas a llevarme hasta allá.

–N-no. –Encoje el rostro entre los hombros.

Katsuki entorna los ojos.

No está dispuesto a aceptar esa respuesta. Toma de las mejillas a la mujer, presiona fuerte, lastimándola.

– Vas a llevarme hacia allá.

– No. – contesta, ahora sí con firmeza.

Cierra los ojos, traga hondo.

Conoce la agresividad de los alfas. Hombres bestias sin corazón, capaces de aniquilar de un golpe a su oponente. Ochako no se considera particularmente valiente, sin embargo, prefiere una muerte en ahí, libre, que volver al cautiverio.

– ¡ALTO!

Un aroma desconocido atraviesa potente entre ellos.

Tan fuerte que les aturde.

"Suéltala", es el mensaje que deja a su paso.

Katsuki obedece sin comprender que sucede. La intensidad de la fragancia le alerta de una presencia en la cual no había reparado segundos atrás. A su izquierda, una mujer de cabello corto, celeste, se aproxima.

Una omega.

La reconoce como la mujer de la que hablaba Eijiro al ver que, tras ella, la resguarda un alfa rubio.

–No te atrevas a poner un solo dedo en ella – le amenaza Nejire.

–Se llevaron a mi omega –es lo primero en informar Katsuki. Con rabia contenida observa a Ochako –y ella sabe dónde está.

A Nejire la noticia le cae desprevenida. Su rostro suaviza el gesto y las feromonas en el aire se enralecen.

"Se llevaron a mi omega"

Es el segundo al que se llevan.

Y puede que hayan más de los que no sepa.

Lo cual pudiera significar, que en muy poco, el siguiente sea Tamaki. Les han mantenido juntos por conveniencia, pero ahora que el omega se ha preñado, ha cumplido el objetivo. Podría importarles muy poco separarlos ahora.

– Nejire – La llama Mirio. Vuelve a la realidad. A su alrededor hay más personas. Otras parejas han salido de las casas, llamadas por la algarabía. – Nejire –la omega se centra en su alfa –nos vamos. Ahora.

– ¿Qué? – musita Katsuki. Atónito por la noticia. – Dijeron tres días, ¡Tres putos días!

–Es peligroso. – responde Nejire – ¡Nos vamos! –anuncia a todos los presentes, haciendo que un sinfín de aromas pululen por la brisa.

Confusión, miedo, ansiedad; pero todos están dispuestos a obedecer.

La omega da la vuelta, retornando a casa.

Katsuki presiona los puños, molesto.

–Pueden irse si quieren –especta rabioso –pero antes, díganme donde queda ese laboratorio. Yo iré por mi omega.

–No –ruge Mirio, adelanta unos pasos –Tú vendrás con nosotros.

Katuki ignora la orden y continua su camino por la calle.

No está dispuesto a aceptar un no por respuesta. Si no quieren darle la ubicación, él la encontrará a como dé lugar. En una nación donde la gente común no sale de casa ni posee autos, es solo indagar el rastro que dejan estos para darle seguimiento. A algún punto deberá llegar y es mejor eso que quedarse de brazos cruzados.

O peor aún, seguir con el plan de huida cuando Izuku no está con él.

De pronto, un fuerte tirón de su hombro le hace caer hacia atrás. La fuerza ejercida es tal, que no se limita en caer sobre su espalda, sino que rueda varios metros. El grito ahogado del resto de parejas no se hace esperar.

Katsuki opone resistencia a la fricción y su cuerpo se detiene. Entonces, descubre quien ha ejecutado el ataque.

–Debemos huir –gruñe con Mirio con voz potente. Su cuerpo grande, se ha plantado firme frente a Katsuki, frenando así cualquier intento de escape fuera de la villa. –si vuelves, les pondrás sobre aviso.

–Me importa una mierda –asevera con tanta agresividad como su atacante. –ellos tienen a mi omega.

Katsuki repara recién en el alfa. Su torso desnudo muestra cicatrices graves, sus músculos resaltan en cada minúscula parte de su cuerpo. Es grande e imponente. Sin embargo, él no está dispuesto a darse por vencido.

Avanza nuevamente, sin hacer ademan de esquivarle.

–¡Muévete!

Mirio gruñe salvaje, mostrando los dientes, intimidante. Toma pose encorvada, pies separados y manos listas para atacar.

Katsuki jamás ha peleado en su vida y, aunque una parte suya le dice que se someta al alfa, no puede hacerlo cuando es la vida de Izuku la que está en juego.

Así que, imita la posición de su rival.

–¡No tienes idea de cómo es un laboratorio! –grita el mayor –¡Vas a morir antes de que puedas entrar!

–¡Eso es asunto mío! – responde rabioso, acercándose a la confrontación inminente.

El choque de sus cuerpos retumba fuerte. Katsuki lo siente como haberse golpeado contra un muro, poco o nada ha movido al alfa. Mirio le sujeta de la camiseta, usándola a su favor para alzarlo del suelo y dejar caer su cuerpo con fuerza contra el pavimento.

Katsuki se alza rápidamente, viendo al alfa acercarse al contraataque. Ubica sus pies firmes en el suelo, pero el golpe es aún más fuerte que el primero. Cae al suelo y rueda metros atrás.

Siente el cuerpo molido y apenas ha empezado.

Mas no se rinde.

"– Si ellos te llevan, yo salgo contigo."

Va a cumplir su promesa así le cueste la vida.

Agitado, vuelve a ponerse de pie. La vista fija en su rival a quien no le ha movido ni un mechón. Ambos se miden, caminan en circulo manteniendo la distancia y, como si de una señal tacita se tratase, cuando Mirio pone un pie adelante, ambos corren hacia el otro.

Sin embargo, la velocidad mengua a escasos metros de su colisión. Un potente aroma a azafrán y frambuesas, tan dulce que les adormece al punto de hacerles trastabillas, hasta caer de rodillas junto a todos los alfas presentes.

Un perfume que se inmiscuye irritando garganta y nariz.

Mirio conoce a la perfección esas reacciones.

–Det... ente... Ne... jire –habla entrecortado.

Nejire camina a pasos lentos y firmes hacia los dos alfas. Los omegas no se ven afectados por su aroma y, aun así, se arrodillan a su paso, pues sus lados salvajes presienten estar frente a alguien poderoso, muestran respeto. La hembra detiene su andar cuando llega a Katsuki, coge sus cabellos cenizos y tira de ellos hacia atrás. Sus orbes se encuentran, el alfa le gruñe ahogado.

Ella le resta importancia.

Irrespeta su espacio, olfateando su cuello. Ahí donde el aroma de ellos es más potente. Tras la fiereza de ese alfa, logra descubrir que es lo que mueve ese ímpetu que le ha llevado incluso, a arriesgar su vida frente a Mirio.

Dolor, perdida, tristeza.

La misma mezcla que huele en Tamaki. Dia a día, es espectadora de la tristeza de su omega. Una perdida que ni su nuevo cachorro será capaz de reemplazar. Su omega sufre y ella es incapaz de ayudarlo.

Pero sí a ese alfa.

–Yo iré contigo.

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04: 59 hr

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–Son tres días de caminata en medio del bosque, llegaremos a una zona montañosa en donde se han formado cuevas. Habitaremos en ellas hasta que podamos elaborar algo mejor.

La omega a cargo de la misión comenta el plan frente al resto de parejas, que oyen en silencio, muy atentos, pues de ello depende su vida.

–Él es Mirio –presenta a su alfa ante todos –Él guiara a los omegas en el frente y protegerlos de ser necesario. El resto de alfas se encargarán de llevar el máximo posible de provisiones.

Katsuki mueve el pie ansioso. Ahora mismo, no le interesan los detalles del escape, quiere salir de ahí lo más pronto posible y encontrar a Deku.

–Debemos movernos rápido. Los trajes de protección traen oxígeno para doce horas, una vez ellos noten nuestra ausencia, ese será nuestro rango de huida.

–¿A qué hora partiremos? –pregunta un alfa.

–Ahora mismo –responde Mirio.

–No – se interpone otro alfa, causando revuelo en el grupo. Shoto se aproxima a la pareja líder –Ellos van a volver esta noche.

–¿Cómo lo sabes?

– Porque yo también he perdido a mi omega.

El ambiente ligero se ve inmerso de pronto en la seriedad de sus palabras. La brisa es incapaz de aligerar la dureza del saber, que aún deben esperar por la ansiada libertad.

–Nos iremos una vez ellos se vayan –anuncia Nejire –por ahora, alisten lo necesario. Ropa, mantas, comida, ¡Muévanse! –Termina de ahuyentar a las parejas.

Excepto a un pequeño grupo.

–¿Cuál es el plan? –inquiere Katsuki y está lejos de referirse al plan de huida.

Nejire observa al lado de él, esperando respuestas de la pareja ajena a esa conversación.

–Yo también iré. – formula convencido Shoto.

–Sera un viaje peligroso.

–No me importa.

–Podríamos quedarnos dentro e igual, no volverían a ver a sus omegas.

–Correré el riesgo – responde ahora Katsuki.

Los ojos de Nejire viajan hacia la tercera persona. Una omega que ha permanecido en silencio hasta ese momento.

Momo traga hondo, afirmando sus puños.

–Los acompañare.

Shoto le mira sorprendido. Sin entender a qué se debe su posición.

Y es que no tiene sentido.

–No tienes por qué hacerlo.

–Cuando hay carencia de personal, los médicos toman a omegas como ayudantes. –explica Momo –Yo fui uno, conozco cada rincón de los tres laboratorios que hay.

–¿Son tres? –murmuran los alfas.

–Así lo indica el mapa –confirma Nejire, recordando el mapa que Aizawa le enseño antes de partir. –El más cercano se encuentra al oeste. Es al que iremos, si sus omegas no están ahí, denlos por perdidos.

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08: 59 hr

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Izuku retoma la consciencia lentamente, a él llega olor a desinfectante. El frio es otro aspecto que le sobrecoge y entonces, no necesita abrir los ojos para saber en dónde se encuentra.

Fue sedado en su habitación. Su cuerpo resistió cuanto pudo, gritó y forcejeó; pero cuando vio a Katsuki tirado en mitad de la sala, él solo cedió.

Una vida sin Kacchan fue su mayor pesadilla y ahora era su realidad.

Solloza impotente.

Remueve su cuerpo bajo las sábanas y recién en ese instante, es consciente del tercer aspecto desgarrador de esa situación.

Su vientre bajo duele.

Pasa las manos sobre su abdomen.

No es del mismo tamaño del que recuerda.

Rápidamente, toma asiento, con el dolor punzándole la piel. Quita las sabanas de encima, observa su cuerpo vistiendo la bata celeste que por años había odiado y hoy volvía a ser su prenda oficial. Con temor, alza la tela, dejando expuesta la gaza ensangrentada que cubre la zona bajo su ombligo.

De donde proviene el dolor.

–Mis bebés –gimotea. No necesita confirmación alguna, sus hijos ya no están con él. –Mis bebés.

El llanto suave se torna en un grito que desgarra su garganta. Abraza su abdomen, incapaz de creer que fueran capaces de hacerlo. Sus pies golpean contra el colchón, ocasionando que la herida duela más. No le importa, el dolor físico es insignificante comparado al de su interior.

Ha perdido a Kacchan.

Ha perdido a sus cachorros.

–Tranquilo –la voz de una mujer intenta calmarle.

Él le ignora.

Sin saber cómo afrontar la situación, su cuerpo solo se mueve desesperado en busca de una salida que le es imposible encontrar.

Cae de la cama.

–No hagas eso –otra vez la voz femenina le habla. Izuku continua, gatea por el piso de la celda, queriendo llegar a los barrotes. –Vas a lastimarte.

La mujer le toma del brazo, haciendo que caiga al suelo y su rostro se golpee. Aún no se encuentra en todos sus sentidos para reaccionar.

Continúa insistiendo en arrastrarse por el suelo.

–Cálmate o vas a lastimarte –pero la mujer se pone fuerte y no le libera.

–No... no –se queja, viendo los barrotes frente a él.

Estira su brazo hasta finalmente llegar a tocar uno. Solo entonces, termina por ceder a las suplicas de la mujer. De nada sirve que se esfuerce, no logrará salir de ahí. No va a traer a sus hijos de vuelta, mucho menos lo hará con Kacchan.

La frustración nuevamente se le incrusta en la garganta y llora.

–Tranquilo –la mujer jala de su cuerpo inerte, obligándole a sentarse en el frio suelo de cemento. Le abraza con dulzura, permitiéndole recostar el rostro sobre sus pechos. –tranquilo –repite en susurros pequeños.

Izuku se deja consolar, acurrucado entre sus brazos. La voz de la mujer le calma y, en un tiempo corto, sus lágrimas se agotan. Respira hondo, el pecho agitado. Nuevamente es consciente del dolor de su herida, así como del frio suelo en el que está sentado.

En casa todo era cálido, hasta ese aspecto.

Sorbe su nariz, más calmado, resignado, y toma distancia de la mujer. Cuando la ve, siente que el mundo bajo él tiembla. Parpadea un par de veces, creyendo estar alucinando.

Cree que su mente le está jugando algún tipo de broma, o está viendo alucinaciones producto del sedante.

Frota sus ojos.

–¿Cómo te llamas?

–I-Izuku.

La mujer le sonríe y seca sus mejillas.

–Yo soy Mitsuki.

Y entonces, comprende que no es una alucinación. Que el parecido que ve en ella es real y sus dudas empiezan a cerrar el círculo.

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11:38 hr

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Katsuki observa entre sus manos el pequeño enterizo que Izuku había tejido con mucho empeño para sus hijos. En el diseño nota su poca pericia tejiendo, los patrones no resultan del todo similares y hay puntos que se ha saltado.

Al alfa se le forma una sonrisa decorada con melancolía.

Su corazón presiona angustiado de no tener idea cómo la estarán pasando. Si Izuku ha dado a luz o no, si está junto a sus hijos o fueron separados como él tanto temía.

Le han dicho que deben esperar a que sus consejeros lleguen, pero, ¿si no lo hacen? Si no llegaran ese día, ¿deberían esperar otro más?

Le irrita pensar que mientras él sigue a gusto en la comodidad de ese hogar, Izuku puede estar pasando miedo y desesperación. Pensar que cada minuto ahí, son valiosos para traer a su omega de regreso a su lado.

–Aquí esta... ¡Iugh! –el alfa alza la mirada hacia la omega que contrae el rostro. –Lo siento – se disculpa al notar que, entre las manos de ese hombre, hay una pequeña ropita.

El aroma desagradable que emana el alfa, no es más que la consecuencia de cómo se siente en ese momento. Tras el olor a vinagre y ajos, siente su tristeza y desesperación. Así como también la rabia y fortaleza dispuestas a ser usadas por traer a su pareja de regreso.

Ochako no puede más que sentirse enternecida de lo que siente.

Algo que nunca antes a logrado percibir en el laboratorio.

–Aquí esta mí maleta.

Katsuki la toma. Al igual que Izuku, la omega ha llegado con algunas pertenencias que les dan al salir del laboratorio. Presiona la ropa de ella lo más que puede, haciendo espacio para todo lo que sus hijos puedan necesitar. La ropa tejida, mantas, toallas y medicamentos básicos.

–Tú omega es afortunado.

Katsuki no responde.

Ochako suspira y solo observa como su ropa es apelmazada en la maleta mientras el alfa empaca más cosas.

Siente una gran pena por lo que le sucede y quisiera ayudarle en verdad, pero tampoco quiere volver a al laboratorio bajo riesgo de no salir más.

Sin embargo, hay un pequeño aporte que puede dar.

–El laboratorio al que irán, es uno de paso para los omegas –comenta y capta la atención del alfa –Ahí experimentan con... otros tipos de personas.

–¿Qué tipo? – intenta cerrar la maleta con dificultad.

– No lo sé, pero no son ni alfas ni omegas. Ellos no tienen olor – presiona la maleta, queriendo facilitar el cerrarla –Estuve solo unos días antes de que me trajeran acá. Era la única omega en el pabellón.

–¿Intentas decir que puede Izuku no esté ahí? – cierra finalmente la maleta.

Tuerce los labios.

Ella niega.

–Digo que, si se apresuran, puede que aun este ahí.

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13:04 hr

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–Estas son las maletas que llevaran –anuncia Nejire bajando las escaleras –Una es de Tamaki, he alistado ropa, zapatos y medicinas. La otra es todo para el cachorro y algunas prendas mías.

Tamaki mira confundido como la omega coloca las dos maletas al lado de la de Mirio en la sala.

–¿No es muy poco? Mirio y yo tenemos una maleta completa y tú solo mitad de una.

La omega sonríe sin brillo. Suspira leve.

–Maki, quizás... yo no necesite mucho.

Y entonces, Tamaki comprende.

–Tú no vas a ir con ellos, es una locura – toma la maleta de la omega y empieza a quitar de ella mantas y toallas.

Nejire le sujeta las manos.

–Mak...

–¡No!

El aroma calmo del omega macho se libera intranquilo. Acaricia su abdomen, sintiendo a su cachorro empezar a moverse, quizás inquieto al percibir la ansiedad de su padre.

–Cálmate –Mirio se aproxima, abrazándolo suave.

–No puedes dejar que se vaya –susurra entrecortado contra su pecho.

El alfa mira a su omega hembra, quien refleja en sus ojos una plegaria distinta a Tamaki.

Y es que Mirio nota que detrás de esa ayuda que precisa brindar a los dos alfas, esta también una necesidad personal. Lo ha olido en el momento que uso su aroma para dominarlos.

Libertad.

Poder.

Nejire es una omega distinta a Tamaki. Ella sufre siendo encerrada, siendo condenada a una vida monótona. Recibiendo órdenes y exigiéndole obediencia.

Por primera vez en años, Mirio ha sido capaz de sentir un aroma fresco provenir de ella. Tan calmo y sereno, que cree haber saboreado la libertad mediante ella. Por primera vez, ha sido capaz de percibir los sentimientos de su omega y unas ganas abismales por vivir.

¿Cómo podría negarle algo?

¿Cómo encadenarla cuando ha percibido aquello?

La omega sonríe al sentir la aprobación venir en el aroma a campo de su alfa y no porque la necesite, sino porque ellos son parte de un todo que debe emitir una opinión unánime. Tamaki llora al no recibir apoyo de su alfa. Al ser consciente, de la energía arrolladora que ha fluido en el aroma de la omega durante su encuentro con el otro alfa.

Su aroma cede finalmente.

–No, no llores –se acerca Nejire –todo saldrá bien. –Le abraza –Yo volveré con tu cachorra.

Tamaki continúa llorando. No se hace de ilusiones tras las palabras de Nejire. Extraña a su cachorra, sí, pero no por ella sacrificaría a la omega. La quiere con ellos, la quiere con vida a su lado; pero jamás le cortaría las alas por un deseo suyo.

Teme perderla, pero teme más encadenarla contra su voluntad.

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18:25 hr

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La cena llega a una hora a la que ya se había desacostumbrado.

Con Kacchan aquello solía ser más improvisado. Iniciaban la cocina a una hora y mientras inventaban algún nuevo platillo, terminaban muy tarde. Kacchan era un genio en la cocina y, aun cuando hacia mezclas extrañas, siempre sabía bien.

Ahora su comida lucia tan poco apetecible como la recordaba. El sabor insípido, desagradable.

–¿No tienes hambre?

Izuku no mueve la vista de la bandeja sobre sus rodillas. Toma un pedazo de pan y remoja en la crema de verduras antes de comerlo.

–Muy bien –continúa hablando su compañera –debes alimentarte bien para que puedas amamantar a tu hijo.

–¿Voy a ver a mi hijo? –se apresura a preguntar aun con el alimento en la boca.

Mitsuki asiente.

–Así es como yo veo a mi pequeño– le sonríe –di a luz hace un par de meses.

Izuku sonríe, esperanzado de que podrá ver a sus bebés pronto.

Empieza a comer más animoso gracias a las palabras de la mujer. Tiene entendido, gracias a Emi y Shota, que mientras mejor se alimente, mejor nutrido estarán sus hijos al amamantarlos. Debe comer mucho si quiere poder satisfacer a los dos.

–¿Le ha puesto nombre?

El rostro de Mitsuki, aunque no pierde la sonrisa, Izuku nota que se apaga un poco.

–Sí. –deja su bandeja vacía a un lado. –Katsuki, como mí primer hijo.

Izuku siente el nudo en la garganta.

Ya no hay más dudas. La mujer es la madre de Kacchan.

–Él se fue de casa a cerca de dos años atrás. Espero que todo le esté yendo bien. Que le hayan emparejado con una buena chica y su familia haya empezado a crecer.

La mujer vuelve a sonreír con alegría e Izuku le devuelve el gesto.

No tiene corazón para decirle que la última vez que lo vio, el alfa yacía tirado en el suelo, probablemente muerto.

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20:04 hr

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Tal como el alfa bicolor predijo, los consejeros llegan por la noche. Katsuki los ve por la ventana. Llegan con guardias y armas.

La última orden que tuvo de Nejire fue que, si intentan llevarse o lastimar a alguien más, tienen permitido atacar. Pero eso acarrearía acelerar la huida y renuncias a Izuku. Así que, por más rabia contenida que traiga, intenta calmarse, domar la fiera que lleva dentro y tiembla por salir. No quiere ocasionar alguna situación que peligre la misión que viene después.

Izuku es su prioridad.

La puerta se abre y las armas ya están apuntándole.

–Esta es solo una visita de verificación – Inicia Chizaki, a penas a unos centímetros de la puerta. –Veo que la omega aún está viva, por lo que no será necesario traerte otro. – toma una pequeña cartilla que ha traído dentro de un folder –en esta cartilla están las fechas de los celos de tu nueva omega.

–¿Dónde está Izuku?

El medico forma una sonrisa sarcástica.

–Encárgate de los celos primero –agita la cartilla y la arroja sobre el sofá –si eres un buen alfa, quizás puedas verlo.

Katsuki ruge molesto.

¿Cómo puede alguien jugar con la vida de otros?

Embravecido, da un paso delante, pero es interceptado por Ochako. Su aroma es desagradable, empalagoso en extremo, sin embargo, el mensaje llega fuerte y claro.

Sí ataca, se despide de su omega.

Respira el perfume distractor y baja la guardia.

–Muy bien –el medico continua con el tinte socarrón –apenas llevan unas horas juntos y ya se entienden.

Chizaki pasea la vista por la casa. Todo se ve en orden.

–Nos vamos –informa a sus escoltas, adentrándose al hall de salida –Recuerda, mientras más rápido la preñes, más rápido veras a tu omega.

Ochako sujeta al alfa cuando nota que quiere avanzar nuevamente. El alfa luce furioso por la mentira tan descarada que ha soltado.

Si se queda ahí, Izuku nunca volverá a él.

La puerta se cierra y con ello, Katsuki es capaz finalmente de liberar su ira con la mesa del comedor. Ochako observa asustada como el hombre destroza la madera tan solo con sus manos. La mesa se quiebra tan fácil como si trozara una galleta.

Ochako sube a la habitación, por la ventana ve el auto del gobierno irse. Sus ojos se mantienen observando la villa un poco más. Pensar que existía una vida así lejos del laboratorio. Casas bonitas, bien amobladas, con alimentos curiosos.

Pensar, que una vez se acostumbrara a eso y tuviera un cachorro, la llevarían de vuelta al laboratorio.

Sin duda alguna, huir es la mejor opción. Pero una vez ellos sean libres, ¿Qué será de la vida de los omegas de laboratorio? ¿Qué suerte les deparara a quien aún siguen cautivos?

Le duele pensar que la severidad de los actos de pocos recaiga sobre ellos. Inocentes víctimas, piezas de un juego del que nunca pidieron ser parte.

–Nos vamos.

Ochako se gira, ve ingresar a Katsuki. El alfa toma las maletas que han alistado durante la mañana y baja con prisa.

–E-¡Espérame! –corre detrás.

Baja apresurada.

Ya fuera, ve que son los primeros en salir.

–No lo pierdas –le entrega las maletas a Ochako.

La omega es consciente que esas maletas tienen un peso que ella nunca ha cargado en su vida y que, para una caminata de tres días, resulte en extremo cansado. Sin embargo, no se queja. Acepta firme la misión que se le encomienda y las toma en ambas manos.

Las personas empiezan a salir de sus casas y a agruparse como Nejire indico. Los omegas se forman a un lado, cargando pequeñas bolsas con sus pertenencias, el peso mayor lo llevan sus alfas.

Nejire observa como aquella utopía se hace realidad. Cada palabra de Aizawa puesta en el actuar de esas parejas. Alfas y omegas le miran y agachan levemente la cabeza en respeto. No es algo que hayan aprendido, es el instinto de ellos que le reconoce como líder.

La omega siente como su vida finalmente comienza a tomar un sentido.

Guiar una manada.

–Nejire –siente la mano suave de su omega envolver la suya. Se gira a verle. Tamaki le mira con sus ojos inmensos llenos de miedos y angustias.

–Tranquilo –le abraza –todo saldrá bien.

–Nejire es fuerte, Maki –acota Mirio, abrazando a los dos.

Él conoce la fortaleza de su omega. La ha visto luchar en el laboratorio tan solo para diversión de los médicos. Sin embargo, duda que esa fortaleza sirva si ellos traen armas.

Al igual que Tamaki, él teme dejarla ir sola y con dos alfas en los que no confía.

Pero si se lo impidiese, ¿Que le haría diferente de las personas que los encerraron ahí?

–Debemos irnos. –Besa a la omega, sin saber si se tratara de la última vez.

–Cuídalos mucho –le susurra a los labios de su alfa. Luego, pasa a su omega. Un beso más juguetón, rozando sus narices y acariciando su vientre – Tú también cuídalos.

Tamaki asiente. Respira hondo, ha prometido no llorar ante esa separación. Porque, se ha mentalizado, que es solo eso, una separación momentánea que, en corto plazo, desaparecerá y Nejire estará a su lado de vuelta.

Finalmente, rompen el contacto de sus cuerpos.

Aclara su garganta y el grupo hace silencio.

Le miran atentos.

–¡Andando!

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22:04 hr

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Izuku da vueltas en la cama. Aún es temprano a comparación de la hora que dormía en casa, pero ahí ya llevan una hora con las luces apagadas.

Suspira hondo.

Los ojos puestos en un punto fijo del techo.

¿Así de solitarios eran sus días antes?

–¿No tienes sueño?

El omega mira a su acompañante de celda. Niega y se acuesta de lado, mirándola. Mitsuki es una mujer joven y bonita, tal como Katsuki la describía. Una parte suya, agradece que él nunca se enterara de que su madre estaba ahí dentro.

"Kacchan"

Aprieta los labios, recordando al alfa amoroso que una vez tuvo de pareja.

–¿Cómo era tu hijo? –pregunta en voz baja.

La mujer suspira melancólica. Extraña a su hijo, pero a la vez, es feliz de pensar que el muchacho ha iniciado su vida en algún lugar.

Que es tan feliz como ella lo fue una vez con su marido.

–Katsuki era un niño terrible –ríe bajito –Su padre era muy calmado, trabajando gran parte del día, cuando estaba en casa solía mimarlo mucho. Por lo que a mí me tocaba poner mano dura y pelear con él.

El omega ve como el rostro de la mujer se ilumina al recordar su vida en familia.

–Solía hacerme rabiar con las tareas, no quería comer sus verduras y se escondía cuando le mandaba a limpiar la sala. No me quejo, al menos hacia mis días entretenidos.

Izuku sonríe de imaginar a Kacchan tan rebelde de pequeño.

–¿Cómo era con su papá?

Mitsuki resopla.

–Un pan de dios. El niño más dócil que puedes imaginar –vuelve a reír –bastaba con que él le pidiera algo y Katsuki obedecía. –Mitsuki hace una pausa. La sonrisa se vuelve tenue, casi seria –Cuando mi marido se fue, Katsuki cambio mucho. Se volvió más reservado, menos rebelde.

Katsuki siempre comentó que había cambiado en su adolescencia, pero no imaginaba que aquello hubiera sido tan abrupto como para que su madre relacionara los hechos. Lo cual no era nada extraño, él sabía el cariño que le tenía el alfa a sus padres.

–Solo espero que sea muy feliz donde sea que se encuentre ahora.

–Estoy seguro que sí.

O al menos, lo fue el tiempo que estuvieron juntos.

...

02 de marzo.

05:45 hr

...

La fatiga llega con fuerza a al grupo que se encuentra poco habituado a ejercitarse. Nejire encabeza la fila. Los dos alfas van metros tras de ella. Momo les mira del final, agotada, arrastrando los pies.

Los mosquitos le comen, ha conocido a las hormigas, que veía solo en libros, metiéndose en sus zapatos. Los arbustos les rozan los brazos y algunos originan comezón, la tierra se siente húmeda y hay mil olores en el ambiente.

Hierva, animales, orine.

Nejire les ha hecho caminar en medio del bosque, a metros alejados de la via. Momo se arrepiente a ratos de haber toma esa decisión, pero continúa andando. Entiende, que aún no están ni cerca del laboratorio.

De pronto, la omega líder se detiene, espera al grupo. Momo acelera el paso, no queriendo dejar notar su cansancio.

–Dormiremos aquí.

–¿Qué? entonan en coro los dos alfas. Luego, es Shoto quien sigue –Debemos seguir.

–Vamos a descansar.

–¡NO! –ruge el cenizo, tomando la misma posición que tuvo en su enfrentamiento con Mirio –¡Mi omega está lejos, solo y...

Nuevamente el aroma a azafrán puro llega a su olfato, ahogándolo con su intensidad. Ambos alfas caen de rodillas.

Agitados.

Rendidos.

–No me sirven cansados. –El olor se difumina de a pocos. – Tomaremos turnos de vigilia. Yo iré primero.

Katsuki chasquea con fastidio, sin embargo, obedece. Entiende que sin la omega no llegaran muy lejos en su travesía. Toma asiento en la tierra, al pie de un árbol en donde se recuesta.

Shoto decide limpiar un poco su espacio. Quitar piedras y maleza de donde ha decidido será su lugar para dormir. Momo le ayuda a despejar la zona, viendo como al poco tiempo Katsuki se pone de pie, maldice y sacude su cuerpo.

Hormigas.

Están por todos lados.

También la suciedad.

La omega mira sus manos, negras y pastosas.

–Acuéstate aquí –Shoto extiende su chaqueta en el suelo.

Momo asiente en agradecimiento. Toma asiento sobre la tela y, aunque busca un punto cómodo en el cual acostarse, solo lo encuentra duro y frio.

El laboratorio podía ser muchas cosas, pero al menos tenía un lugar cómodo en el que dormir. Tampoco había insectos o suciedad. No es que Momo extrañe aquel lugar, pero ahora es consciente que la libertad que han buscado, conlleva perder ciertos privilegios.

–¿Te sientes mal?

–¿Eh? –vuelve los ojos hacia Shoto. El otro alfa y la omega líder también le miran.

Entonces, es consciente que su aroma delata sus preocupaciones.

–Perdón –dice avergonzada, controlando sus emociones.

–Hey –le llama Katsuki –¿Cómo es allá?

Momo procesa la pregunta, trayendo recuerdos no muy agradables. Ser partícipe de la tortura ejercida sobre los suyos, no es su mejor memoria.

– No es como otros laboratorios. – inicia con lo más resaltante –He estado en tres de ellos, pero en este, rara vez hay alfas y omegas.

–¿Por qué?

–Es de betas.

–¿Qué es eso? – Preguntan extrañados.

–Los betas son lo más parecido a las personas normales. –explica la morena –No tienen celo, su olfato no siente nuestros olores, fuerza casi nula; pero parte de ellos es omega o alfa. Eso decían los médicos.

–¿Cómo está distribuido dentro? –inquiere Nejire.

–En la planta baja están las oficinas generales, salas de reuniones, nada importante. En el segundo nivel se encuentran las betas hembras.

–¿Los machos?

Momo hace una pausa. Juega con sus manos nerviosa.

–A ellos los liberan. Los acomodan en familias.

Nejire oye atenta. Los acomodan en familias como lo hicieron con ella y, seguramente, luego se los arrebatan cuando los necesitan de vuelta en el laboratorio.

–Entonces, no hay omegas ahí. – dice en tono de afirmación el heterocromático.

–Sí hay –responde Katsuki con la información que le compartió Ochako –están de paso... o eso dijo la omega que trajeron.

Momo no quisiera darle falsas esperanzas.

Solo calla.

–Todo lo que sé, es que las betas están en el segundo nivel y en el sótano, tienen a algunos alfas. Los usan para poder inseminar betas.

–¿Hay niños? –interviene Nejire.

–Hijos de betas. También están en el sótano. Por último, está el tercer nivel, con las habitaciones del personal.

Shoto escucha a la omega, percatándose de lo poco que sabe de ella. Con Inasa, los días se hacían cortos, el omega no podía dejar de hablar, mientras que Momo era una persona más reservada y él tampoco se había dado la oportunidad de conocerla.

Es consciente que le ha restado importancia a su presencia, se ha sumido en su sentir y el esperar que un día Inasa retorne.

Ahora, siente ese momento cerca y no sabe que sucederá con Momo una vez Inasa este de vuelta a su lado.

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07:15 hr

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Izuku come su desayuno con más ánimos de lo que fue su cena. Mitsuki ha dicho que una vez terminen, los guardias vienen a llevarlos a alimentar a sus bebés. Kacchan ya no está, pero aún puede tener a sus hijos.

Una pequeña parte suya brilla de esperanza.

No todo está perdido.

Continúa devorando el desayuno. Mitsuki hace un comentario ameno sobre su apetito y él le sonríe. La mujer es tan agradable como Kacchan solía mencionar. Durante la noche no ha dejado de contarle historias sobre él y su marido hasta hacerle dormir. También le ha comentado cómo funciona la situación con los niños ahí, tiene un único horario de lactancia, aunque hay guardias que les dejan ir a deshoras a ver a sus hijos.

Al igual que a Katsuki, la mujer fue sorprendida al saber que él era hombre y no una mujer.

Ahora que Izuku comprendía el porqué, no hubo más preguntas como sí las tuvo con Kacchan.

Suspira, abatido por el recuerdo de su alfa.

Izuku siente como toda la melancolía se despabila en el momento en que el guardia ingresa al pabellón y empieza a vociferar el número de cada persona seleccionada. Todos traen una pulsera en la muñeca izquierda. Sus nombres sirven cuando los médicos intentan llegar a ellos con engaños, los números son más consecuentes a su realidad.

Mitsuki se pone de pie cuando oye el suyo, debe formar frente a los barrotes. Izuku no quita la vista de su pulsera, aunque su número ya lo sabe de memoria en los años que ha vivido ahí dentro.

Sin embargo, el guardia calla y no le menciona su código.

Las puertas se abren, permitiendo la salida de solo los que han seleccionado.

–No. –susurra bajito. –Esperen, mis bebés. –Izuku se aproxima a la puerta antes de que este cierre. – ¡Tengo que verlo! ¡Por favor!

Uno de los guardias se para en frente, impidiéndole la salida y le empuja dentro. Cierra la reja sin importarle que el omega se queje de dolor en el suelo.

–A dado a luz recién, –explica Mitsuki –necesita alimentar a sus hijos.

–Los omegas lo tienen prohibido.

El guardia la toma del brazo, instándole a avanzar. Por más que quiere ser de más ayuda, le es imposible, Mitsuki solo obedece, mientras oye en el llanto de Izuku hacer eco en el ambiente.

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09:00 hr

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Izuku permanece acostado en su cama, inmóvil, ya sin lágrimas. En solo un instante le arrebataron todo lo que quería. Le quitaron a Kacchan, le apartaron de sus bebés. Si las cosas iban a suceder así de inicio, hubiera preferido nunca saborear la felicidad.

En cambio, ahora, debía sobrevivir con el vacío que dejaba el abandono y a merced de una suerte que ha sido echada. Lo que viene, no será mejor que sus dos años al lado de Katsuki.

Ni siquiera comparable.

Una vez su celo retorne, será enviado a aparearse a las salas de las que otros omegas tanto hablaban. Caso contrario, enviado a otro hogar, con otro alfa.

Alguien muy distinto a Kacchan.

Muerde sus mejillas, conteniendo el llanto.

No quiere derramar más lagrimas por una situación que no logrará cambiar. En poco, las parejas de la villa habrán huido, dejándolo a su suerte junto al resto de personas dentro de los laboratorios.

Solo le queda resignarse.

La puerta principal se abre, oye los pasos de las mujeres acercarse. Izuku continua inerte. Las rejas se abres, más pasos. El aroma a leche es palpable para él, imagina que asi deben oler los bebés.

Sin embargo, una leve esencia distinta resalta en medio de todo. Inhala hondo al tiempo que Mitsuki ingresa. De inmediato, Izuku se reincorpora, toma a la mujer de los brazos y empieza a olfatearla. Mitsuki se extraña de su actuar, mas se lo permite.

Izuku recorre el torso de la mujer, absorbe lo más que puede de ese perfume. Es una esencia que siente por primera vez en su vida y, sin embargo, su olfato lo reconoce como propio.

–Mi bebé –el instinto lo descubre –viste a mi bebé.

–Me hicieron alimentar a otro bebé además del mío.

–¿Solo uno? –cuestiona temeroso.

Asiente.

Izuku palidece y Mitsuki le sostiene antes de caiga. Le ayuda a acostarse y le da aire con una almohada, en tanto le insta a respirar con calma.

–Son dos salas de lactancia. – le explica, en su intento por tranquilizarle; pues sabe que el muchacho esperaba dos bebés. – Quizás otra de nosotras lo haya alimentado.

Izuku no quiere pensar lo peor, pero es imposible cuando todo a su alrededor confabula por hacerle venir abajo. En toda su vida, nunca se ha sentido tan impotente. Antes, solo debía valerse por él y para él. Ahora, no pudo defender a Kacchan, no pudo proteger a uno de sus bebés. Cuando su respiración se regulariza y el color vuelve a su rostro, llora nuevamente.

Mitsuki se acuesta a su lado, abrazándole. No le ha preguntado su edad, pero puede deducir por su rostro, que es solo un niño.

No es justo que pase por todo eso.

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18:30 hr

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La luz del ocaso empieza a escurrirse entre las ramas de los árboles. La brisa empieza a refrescarles luego de llevar toda la mañana sudando por el calor mezclado con humedad entre la vegetación.

–Si solo hay betas en el laboratorio, ¿Para qué tiene a los alfas? –pregunta curioso Shoto, tomando a Momo de la mano, ayudándola a seguir.

–Los usan para inseminar betas –responde falta de aire – Son más fáciles de manejar que los omegas y reciben mejor la inseminación, los omegas solían tener perdidas pronto. –Momo hace una pausa. Respira hondo, agotada. –El estudio en betas es muy reciente y los médicos prefieren trabajar con ellos, porque son más dóciles.

–¿Para qué tienen omegas si los betas son mejores?

–Quieren hacer crecer la sociedad y necesitan todo el personal posible. En los betas, solo se preñan las hembras. En cambio, con omegas, lo hacen tanto machos como hembras. –comenta lo mismo que oía del médico que tomó como ayudante – Ellos decían, que los dos únicos problemas de los omegas, era preñarlos y luego su agresividad.

–¿Agresivos? –Nejire resopla, en burla.

Ha luchado con decenas de omegas y la agresividad no es una característica suya. La mayoría son dóciles, incapaces de ejecutar un movimiento cuando se ven aterrados.

–Sí –reafirma su posición –Un omega es tan agresivo como un alfa cuando ve a su cachorro en peligro, que es lo que sienten cuando los médicos se los llevan. Son capaces de sacrificar sus vidas con tal de protegerlos. Le llaman instinto, algo que los betas no poseen.

–¿Siempre se los quitan? –indaga Shoto. Momo asiente –¿Cómo?

–Los duermen –responde Nejire. La hembra detiene el paso unos segundos, sentida de lo que acaba de oír. Ella ha sido tan agresiva como un alfa y sabe que lo único capaz de mover así a un omega, es el dolor. Uno triste y desgarrador. –Cuando despiertan, ya no tienen a su cachorro dentro.

Piensa en Tamaki.

Piensa en los dos omegas que se han llevado.

Piensa en todos los omegas que padecen aquello encerrados.

Nejire retoma el paso.

Todos le siguen en silencio. La angustia, rabia y preocupación los acompaña el resto del camino. Momo siente que ha hablado de más. Ella ha vivido dentro por diecisiete años, se ha acostumbrado al trato y normalizado. Shoto y Katsuki no, ellos no son alfas de laboratorio. De Nejire no sabe mucho, pero es perceptible que algo de eso también le ha afectado.

El cielo cada vez pierde más color y entre los árboles, vislumbran algunas luces.

–Llegamos –anuncia la omega líder.

El grupo acelera el paso, caminando en dirección a la vía, pero escondiéndose aun entre los arbustos. Frente a ellos, ven el laboratorio tomar forma. Tres pisos como ha dicho Momo, un área delantera en donde se estacionan los autos y unos pocos guardias de pie afuera.

–Tienen armas.

–¿Cómo carajos vamos a entrar?

–Si nos acercamos nos disiparan o atrapan.

Los tres giran a ver a Momo, esperando una solución. La omega intenta pensar detenidamente algún punto flojo en la organización del laboratorio. Ella solo estaba al lado de uno de los investigadores, rara vez se separaba de su lado, solían quedarse hasta muy entrada la noche en el laboratorio... y ahí, está su respuesta.

–Casi a media noche sale el encargado de la basura por la puerta trasera. Él tiene una identificación que abre todas las puertas.

–Entonces andando, vayamos a esa puerta a esperar.

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23:45 hr

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Con los nervios a flor de piel, la noche cae en un pestañeo. Han terminado de comer hace poco, algunos enlatados que cada uno llevó y ahora se guarecen los cuatros juntos entre los matorrales. Esa noche parece ser más fría que la anterior.

Momo observa el laboratorio. Un año antes de llegar a vivir con Shoto, ese había sido su hogar. Su rutina consistía en acompañar al medicó que la había puesto de asistente durante sus largas horas de trabajo, ser parte de los que ocasionaban dolor para no ser ella en quien lo infringían.

Al final, de nada había servido su obediencia, fue reemplazada por una omega más joven y regresada al laboratorio de donde había venido.

Los que luego se convirtieran en sus consejeros habían logrado sacarla de ese infierno y ahora volvía con sus propios pies.

Momo siente que, si debe arreglar cuentas por lo que hizo, ese es el momento; arriesgando su libertad.

Su vida.

–¿Cómo ingresaremos una vez tengamos la identificación? ¿Tienes un plan? – consulta Katsuki.

–Vamos a dividirnos. –señala a Momo y a Shoto – Ustedes irán donde los betas. Vamos a liberar a todos.

–¿Qué? –musita Shoto –Pero no sabemos si ellos resistirán el aire.

–Lo averiguaremos en el momento. –responde con frialdad Nejire. Para ella, es mejor así que dejarlos encerrados y solo llevarse a los dos omegas. Nadie merece vivir encerrado –Katsuki y yo iremos por los niños.

Una pequeña parte suya se esperanza de poder cumplir su palabra con Tamaki y recuperar a su cachorro. Una pequeña hembra de la que no sabe cómo luce, pero tiene fe en que su olfato reconocerá.

–¿Y los alfas? ¿A ellos también los liberaremos?

Nejire duda.

Los alfas son fuertes y aguerridos, podrían ser de gran ayuda. Sin embargo, también son inestables. Muy salvajes y violentos, podrían simplemente aniquilar a todos en un instante y acabar con el plan.

–Ahí está –Momo señala hacia la puerta.

Ocultos, observan al hombre salir con el carrito de basura empujándolo hacia los botes en donde se concentran los deshechos.

–¿Cómo se lo pediremos? No va a oírnos –acota Shoto, al verle vestir el traje exterior con casco.

Nejire trae los ojos fijos en el hombre, mientras, a su lado, ambos alfas murmuran la manera más idónea para arrebatarle la credencial.

La omega no es tan racional.

Ella ha crecido bajo un régimen distinto, no hay apego por seres que una vez abusaron y la maltratado. Ellos alentaron un comportamiento en ella que jamás pensó tendría y es ahora, en donde todo converge a favor suyo.

Nejire salta de un impulso los arbustos, corre en medio de la oscuridad captando la atención del hombre y antes de que alguien pueda decir nada, acierta un zarpado en el traje del sujeto. El hombre trastabilla, intenta huir, pero Nejire enreda sus brazos alrededor de su cuello.

–¡No! –Grita suplicante Momo.

Es tarde.

Los brazos de la omega liberan a su presa y el hombre cae inerte al suelo, sin vida.

Todos observan la escena anonadados. Nejire no se inmuta un solo instante, rebusca en el cuerpo hasta dar con la credencial que necesitaban.

–Andando.

...

03 de marzo.

00:03 hr

...

Momo sujeta del brazo a Shoto, subiendo con cautela escalón tras escalón dentro del laboratorio, han ingresado por el área de servicio. El corazón acelerado, respira agitada, tiene miedo ¿Cómo no tenerlo? Si sólo alguien los ve ahí, terminarían encerrados nuevamente. Si saben de dónde vienen, no logra imaginar lo que sucedería con ellos.

–Llegamos –anuncia Shoto, pisando sobre la losa del segundo nivel.

Momo traga hondo.

Son dos áreas de betas, una cerca de las escaleras, la otra al otro extremo.

–¿Lista?

La omega exhala fuerte, asiente. Libera el brazo de su alfa, este le mira y ella comprende.

–Cabello corto, oscuro. Ojos rasgados, de tu altura, un poco más. –Repite de memoria la descripción que Shoto le ha dado del omega camino al laboratorio.

El alfa le muestra un gesto afable y asiente leve antes de seguir de largo.

Momo ve a su pareja alejarse. Observa el pasillo, blanco y frío. Le da unos escalofríos recordarse caminando por ahí. Siendo parte de semejante crueldad.

Respira profundo e ingresa a la sala de betas.

Entonces, se paraliza. Aquella área ha cambiado. Cuando ella estaba ahí, los betas tenían una sala con menos seguridad, ahora hay una sala previa de ingreso antes de a las celdas. Solo las áreas de alfas u omegas tienen salas de monitoreo previas.

Momo se acerca a la segunda puerta que posee esa sala. A un lado, en el muro, hay un lector igual al que encontraron para ingresar al laboratorio. Pasa los dedos sobre el lector, mete la mano en su bolsillo y saca la credencial que usaron para ingresar.

Debe ser rápido para poder ir con Shoto y ayudarle a ingresar.

–Alto ahí.

El corazón se le detiene.

Esa no es la voz de Shoto.

–Manos arriba y gírate.

Observa sobre su hombro, uno de los guardias le apunta con un arma. Es de electricidad, lo sabe. Así como también, que la que trae en su cintura, sí podría matarla.

Momo no puede hacer más que obedecer.

Alza las manos, gira lentamente.

–De rodillas. –Ordena el guardia y, una vez más, Momo obedece.

El hombre se acerca sin dejar de apuntarla. Momo recuerda a Nejire y la facilidad con la que mató al hombre de limpieza. Sin embargo, por más que lo piensa, no podría ejecutar semejante acción.

–Tu nombre – demanda mientras la requisa por la espalda.

La omega no responde.

Quiere ganar tiempo y que alguno de sus compañeros llegue pronto a salvarla.

Si es que eso sucede.

–¡Tu nombre! –exclama impaciente y, al no recibir respuesta nuevamente, la empuja contra el piso.

Momo se resiste esta vez, pues si deja que la sometan, su destino estará sellado. La meterán en una celda, se pondrá en aviso al resto de guardias y el resto de sus compañeros correrían el mismo fin.

Puede sacrificarse ella, mas no al resto.

–¡Quieta!

Momo se resiste cuanto puede, pero entonces, oye el arma detonarse y una fuerte corriente eléctrica recorre su cuerpo. Sus músculos se engarrotan, la espalda se le arquea y su cuerpo tiembla agonizante contra el duro suelo.

La piel donde han ingresado los dardos quema.

Momo quiere gritar adolorida, sin embargo, sus dientes están presionados fuertemente. Toda su mandíbula tensionada se lo impide.

De pronto, la electricidad se detiene. Deja de temblar, su cuerpo queda cansado, la mente aún aturdida poco a poco es consciente del ruido.

Golpes.

Gruñidos.

Disparos.

Y el fuerte aroma a verano e invierno.

–Sho-Shoto – Murmura bajito.

Se alza temblorosa, viendo a su alfa de pie al otro lado de la sala. Tiene un brazo herido, sangra. El guardia le apunta, ya no con el arma eléctrica, sino con la de fuego.

Momo sabe que Shoto no tiene opción. No se necesita de mucho esfuerzo para notar que es un alfa y a los de su género no se les tiene condescendencias. Ella ha visto a alfas sucumbir a sus armas por no obedecer estando amordazados.

La omega ve las intenciones en el guardia y, antes de que haga nada, salta sobre él, logrando desviar el disparo. Ambos caen al suelo, Momo, con el cuerpo aún débil, solo le muerde el brazo.

–¡Ah! –El guardia grita adolorido. Golpea a la omega con su brazo libre.

Momo no le suelta.

De repente, otro disparo suena.

Momo se asusta, su instinto le lleva a mirar a Shoto y dejar al guardia de lado. El alfa sigue de pie, unos pasos más cerca que antes y con el arma en su mano. Vuelve la vista al guardia, tiene una mancha de sangre en su abdomen.

–¿Estás bien?

Asiente temblorosa, la adrenalina hincándole las venas.

–Rápido –indica poniéndose en pie – pronto vendrán más alertados por los disparos.

Le quita la identificación al guardia y abre la puerta de ingreso a las celdas de los betas. Cuando esta se abre, rápidamente ambos distinguen un aroma peculiar.

Olor a omega.

Aunque el rostro de Shoto no muestra tranquilidad. No es el perfume de su omega.

–Tranquilo, vamos a encontrarlo –le calma con una sonrisa.

El alfa asiente y empieza a doblar los barrotes de cada celda, liberando a los prisioneros de a pocos. Shoto confirma que Momo tenía razón, todas son mujeres. Algunas, mucho menores de lo que se imaginaria.

La omega ayuda a salir a aquellas betas en cinta. Sabe que el trato, aunque mejor que el de alfas u omegas, tampoco es envidiable. A las hembras, las inseminan a penas sus cuerpos se tornan fértiles.

Ha visto omegas tener a sus primeros cachorros a los quince años.

Pero a visto a betas tenerlos a los doce y algunas de ahí, son esos casos.

Cuando el aroma a omega se intensifica, el aroma de Momo también aletea emocionado.

Un omega de entre catorce personas.

–¿Izuku? –Pregunta la morena, reconociendo sus rasgos que Katsuki mencionó durante la noche anterior.

El pequeño omega la huele a la distancia, escondido tras la mujer con la que ha compartido celda.

Asiente tímido.

Momo sonríe.

–Tu alfa ha venido por ti.

Inmediatamente, Izuku se siente conmocionado.

¿Kacchan?

Agudiza su olfato y logra percibir los remanentes de su alfa en la pareja que ha ingresado.

¿Kacchan está vivo?

–Debemos irnos, aún falta otro pabellón –anuncia Shoto, evidentemente ansioso por acercarse a aquel pabellón en busca de su omega.

Momo pide silencio y seguirlos con sigilo.

–¡ALTO! –Sin embargo, apenas salen del pabellón, se encuentran con dos guardias.

Los disiparos les han alertado.

Momo se asusta, en cambio, Shoto, se envalentona. Se mueve más rápido que las armas y ataca como el instinto le manda. El instinto de proteger a su omega hembra y también, recuperar a su omega macho.

De un zarpazo, rasga el brazo de uno, haciendo que arroje su arma. El otro guardia se prepara para disparar y es entonces, que Momo interviene saltándole encima. Sus fauces se cierran en el cuello de su atacante.

La sangre sale a borbotones ingresando en su boca, sólo ahí, ella le libera. Observa atónita y no hay tiempo de procesar su actuar, Shoto la toma de la mano y, junto al resto de betas, corren hacia el otro pabellón. Esta vez, el ingreso es más fácil.

–No.

Mas no hay olor a omega en ese lugar.

–No –repite en negación. Rompe los barrotes, desesperado. Su aroma se intensifica ansioso.–No está –murmura abriendo la última celda –¡No está!

Momo se acerca muy lento, temerosa de no reconocer al alfa que tiene en frente. Shoto es una persona tranquila, en el poco tiempo juntos, nunca le ha oído alzar la voz.

–¿Qué buscan? –Pregunta sigilosa una de las betas a su lado.

–Un omega. Cabello corto, oscuro. Ojos rasgados – recita de memoria las características que el alfa le ha repetido.

–Creo que se quién es –otra voz hace eco en medio de la desolación. –Inasa era su nombre.

Shoto se gira hacia la beta que ha hablado. Una mujer hermosa de cabello castaño hasta los hombros.

–Pero él no está más acá.

–¿Qué?

–Él... –la mujer tuerce los labios –Él estaba muy triste, no comía ni bebía agua. Solo... se dejó ir. –Momo presiona las manos contra su corazón, ha oído antes aquello. Omegas que, por alguna razón, dejan de luchar y sus cuerpos se deterioran.

Shoto queda en shock.

En medio del silencio, Izuku vuelve a guarecerse tras Mitsuki, encogiendo su cuerpo. Momo hace lo mismo tras otra beta. El instinto les llama a buscar protección frente al aroma intimidante de Shoto.

Ira.

Venganza.

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00:20 hr

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El sótano resulta un laberinto. Katsuki no es capaz de sentir olores en el ambiente. No percibe alfas como Momo comentó. Sin embargo, Nejire le ha aclarado que, en esos ambientes, lo muros son extremadamente gruesos, justamente, para que los alfas no se perciban entre ellos.

Confirmando una vez más, la agresividad que mencionaba Izuku.

–Espera – Katsuki detiene el andar, vislumbrando finalmente un pequeño mapa en uno de los muros.

Finalmente tiene una visión general del piso. Ubica rápidamente la zona de alfas, laboratorio, morgue, área de incubadoras y guardería.

Ambos entornan una sonrisa ligera.

–Es por aquí –señala el alfa, acelerando el paso junto a la omega.

Ambos pueden percibir las expectativas del otro en el aire. Aprovechan la ausencia de personal en el área y corren hasta dar con la puerta que avisa de su correcto arribo.

Nejire traga hondo, si llegase a dar con la cachorra de Tamaki, esa incursión sería favorable también para su manada.

Abre la puerta con cautela, adentrándose a un nuevo pasillo. Katsuki siente de lleno el aroma a leche y miel que intuye, es el de los bebés. Sin embargo, hay uno particular que capta su atención. Es distinto, nuevo y que reconoce como suyo y de Izuku.

Sonríe esperanzado.

Sus hijos están ahí. No tiene duda alguna y, siendo así, hay probabilidad de que Izuku también lo esté. Lee los carteles dispuestos en cada puerta, pero entonces, suena una alarma ruidosa que hace eco en el pasillo vacío.

–¿Qué hicieron? –Masculla frustrada Nejire. –Los guardias llegarán en cualquier momento.

De pronto, una puerta se abre y sale una mujer con traje de enfermera. La fémina grita al verlos y logran oír más gritos provenientes del interior de la habitación.

Nejire somete a la mujer contra el suelo.

–¡Silencio! –Grita furiosa, su voz se alza sobre el ruido de las alarmas.

Katsuki imita su actitud, ruge alto y estampa el puño contra el muro, haciendo que unos pedazos del tarrajeo caigan al suelo.

Las mujeres hacen silencio.

–Cierren la puerta –vuelve a ordenar la omega y las mujeres obedecen temerosas.

El ruido de las alarmas fluctúa junto al llanto de los niños. El aroma a leche y miel, se avinagra; los niños tienen miedo.

–Se acabó –el ánimo de Katsuki se desmorona.

Apoya la espalda en la pared. Piensa que todos los miedos de Izuku finalmente se hicieron realidad. Terminará encerrado, alejado por siempre de él, sin poder ver a sus hijos nunca.

–No –pero Nejire sería incapaz de darse por vencida. No ahora que ha conocido la libertad. No ahora que esta tan cerca de que todos lo sean –Sígueme.

Se pone el pie, jalando consigo a la mujer que había sometido.

Katsuki le sigue los pasos acelerados a la omega. Entonces, toma una dirección que recuerda bien del mapa que vieron.

–¿Estás loca? –Nejire no responde, continúa andando, llevando a la enfermera arrastras, entre gritos y quejidos. Katsuki la toma del brazo, deteniéndola –¡Pondríamos en riesgo todo!

–Ahora mismo son nuestra única salvación. –le gruñe y tira de su brazo, mostrándole los dientes, rabiosa.

Katsuki, en el fondo, sabe que la omega tiene razón. Si los atrapan, estarán perdidos para siempre.

Ciertamente, no tienen nada que perder.

Detienen su andar frente a una de las tantas puertas. Aunque en esta se divisa claramente la advertencia de peligro debajo del nombre.

Sala Alfa.

–Haznos entrar –ordena a la mujer que tiene sujetada del cabello.

–No tengo identificación.

–Código –indica Nejire. Pues sabe que las puertas funcionan de dos maneras.

La mujer no responde y Nejire vuelve a tirar de su cabello.

–¡No voy a abrir! –grita rebelde. –¡Solo hay monstruos ahí dentro!

–¿Monstruos? –Bufa.

Nejire la arroja hacia el suelo. La enfermera cae boca abajo y la omega sube a horcajadas sobre su espalda. Una mano sujetándole el cuello, la otra presiona su cintura.

–Tu gente nos ha convertido en esto –se acerca amenazante hacia su oído –Mis manos tiene la fuerza suficiente para desgarrar tu vientre y tirar de tus intestinos. Podría rasgar tu garganta y ver cómo te ahogas con tu propia sangre.

Presiona firme contra su cuello. Katsuki ve a la mujer paralizarse.

Nejire se pone de pie y la alza del cabello

–Te doy la oportunidad de abrir esa puerta y seguir con vida. –la empuja contra el dispositivo en la puerta –o puedes seguir negándote y te daré el trato que tu gente tuvo conmigo.

La mujer le rehúye la vista, asustada. No responde, pero cede, presiona uno a uno los botones con la mano temblorosa. La puerta se hace a un lado, Katsuki observa con sorpresa, que las palabras de Nejire son ciertas, esa puerta es casi tan gruesa como los muros de treinta centímetros de grosor.

Dentro, un aroma denso a alfa golpea sus rostros.

Katsuki se siente confundido. Ha estado cerca de otros alfas el día que salieron de la villa, pero en ningún momento sintió ese aroma tan concentrado. Una mezcla de furia, malestar, agresividad.

Siente una mano sobre su brazo, se gira para encontrarse con Nejire respirando con dificultad.

–¿Estas bien?

Ella asiente.

Respira despacio, adecuándose al aroma. No es la primera vez que siente esos olores, cuando le han llevado a las salas de apareamiento con otros alfas, lo ha percibido. Todo eso había cambiado con Mirio y luego de la llegada de Tamaki, el aroma del alfa se había calmado aún más.

Vuelve a concentrarse en la situación. Los ojos recorrer el pequeño ambiente de monitoreo y da con la segunda puerta.

La que da al pabellón alfa.

–Ábrela. –ordena y esta vez, la mujer obedece sin replicas. –Una vez que entre, cerrare esta puerta y liberaran a los alfas.

–¿Qué?

–Si algo sale mal, vete sin mi –finaliza ingresando al pasillo.

–¿Estás segura de esto?

La respuesta que recibe, es a Nejire ingresando al pasillo. La puerta se cierra tras ella y Katsuki no hace más que observarla a travez de la pequeña ventana enmallada que tiene la puerta.

–Libéralos.

–Va a morir –murmura la enfermera mientras obedece. Presiona una serie de botones en el tablero y otra alarma suena. Un pitido grave da dos toques en tanto cada puerta empieza a abrirse.

Katsuki observa la escena, con los nervios a flor de piel, pues Izuku le ha contado historias sobre lo que un alfa es capaz de hacerle a un omega y, si aquello se hace realidad, él no podrá intervenir.

La vera padecer frente a sus ojos tal como la enfermera a predicho.

Las puertas terminan de abrir.

Ningún alfa se asoma.

–¿Qué sucede? –murmura confundido. Se acerca a la ventanilla y a su nariz llega el aroma a azafrán.

El mismo que sintió en la villa cuando fue inmovilizado.

Tras unos minutos de quietud, el primer alfa se asoma. Trae el torso desnudo, lleno de cicatrices. Es tan alto como Mirio, tórax amplio y músculos marcados. Sin embargo, no luce intimidante, con postura encorvada se acerca a Nejire y una vez a su lado, se arrodilla mostrando el cuello.

A él le siguen los otros cinco alfas.

Comprende entonces, que Nejire, los ha dominado con su aroma.

–Abre.

Una vez más, la mujer obedece.

Mientras la puerta se separa, al aroma empieza a intensificarse. Atrás quedo el olor a alfa, solo huele a Nejire.

–Iras con ellos arriba. –señala a cuatro de los alfas a sus pies –y ella –sus ojos se posan en la única mujer alfa. Piel rosada, ojos ámbar con fondo negro. Todo un experimento. –Ira conmigo por los niños.

.

00:35 hr

.

Katsuki no pierde tiempo.

Corre junto a los otros alfas en busca de los betas. Suben las escaleras de emergencia, por donde han ingresado también. El sonido de las alarmas cobra sentido cuando al ir acercándose, un olor ferroso llega a él, helándole el cuerpo.

Sangre.

No un poco, no de una persona.

Lo que llega a la nariz de Katsuki es una masacre.

–Izuku –sube los escalones de par en par, el corazón queriéndosele salir del pecho– No, no, no –repite como un mantra a cada paso.

Abre la puerta cortafuego y el panorama es desalentador. Frente a él, ve guardias tirados en el suelo. La sangre tiñe todas las superficies, hay marcas de disparos en las paredes y rasguños en sus trajes.

Solo puede imaginar que Momo y Shoto fueron descubiertos.

El resto de alfas le adelantan, patean los cuerpos cerciorándose que estén muertos.

Katsuki cubre su rostro, con el nudo formándose en la garganta y la rabia calentando su cuerpo. Cada vez se siente más imposible encontrar a Izuku, como si la vida se empeñara en arrebatárselo. Camina entre los cuerpos hacia una puerta semiabierta.

"Sala beta I", se lee en el cartel exterior. Encuentra un ambiente de monitoreo similar al de la sala alfa.

Y un hombre muerto en el suelo. Tiene un disparo en el abdomen y la marca de una mordida en su mano. Pasa a un lado del cuerpo, abre la segunda puerta, dando con las celdas de las que tanto hablaba Izuku. Los barrotes torcidos son muestra de que todos huyeron. Respira profundo y pausado, siente el aroma de Momo, de Shoto...

–Izuku –vuelve a inhala, creyendo haber olido mal.

Deja que su olfato le guie entre las celdas hasta dar con el origen de ese remanente. Se aproxima hacia una de las dos camas que hay dentro. Acerca la sabana contra su nariz, es Izuku, no confundiría ese aroma a menta y bosque con nada en ese mundo.

Aunque otro olor se asoma.

Sangre seca.

Las sabanas están manchadas con ella.

–No –vuelve a repetirse. Sale corriendo hacia el pasillo –¡Izuku!.

Mientras se adentra más en las instalaciones, los cuerpos dejan de pertenecer solo a los guardias de seguridad, sino también, de betas.

–¡Izuku! –grita, desesperado, volteando uno a uno los cuerpos con la esperanza de no encontrarlo ahí.

Es imposible percibir algún aroma más ahí, todo es sangre y pólvora.

–¡Izuku!

–Shhh –Le silencia uno de los alfas.

Le ve observar fijo al final del pasillo y tomas la misma pose de ataque que vio en Mirio. Los otros alfas le siguen. Katsuki lo comprende luego de unos segundos, cuando finalmente oye el sonido de pisadas acercarse.

Es un grupo de personas.

Imita la posición del resto de alfas, la vista inamovible al final del pasillo. Respira agitado, entre los dientes. Es inevitable sentir miedo al saber que solo son cinco alfas frente a un grupo de más de diez.

Traga hondo, con los pasos cada vez más cerca.

Todos ubican un pie por delante, las rodillas flexionadas. Listos para atacar antes de ser atacados.

Entonces, al final del pasillo se asoma la primera figura.

–Kacchan –susurra aliviado.

Ha perdido sus rizos y ahora trae el cabello recortado, pero es su omega y está vivo.

–¡Son betas! –grita Katsuki, conteniendo al grupo.

El alfa corre entre la sangre y cuerpos. Izuku también se acerca, con menos velocidad, descalzo. Katsuki le atrapa entre sus brazos, olvidando todo el horror que les rodea. Le sabe a un sueño el tenerlo nuevamente a su lado.

–Estas vivo, Kacchan.–solloza Izuku, sin dejar de besarle. –¡Estas vivo!

Katsuki hunde su rostro en la cuenca del cuello de su omega. Quiere saborear ese momento infinitamente, sin embargo, oye pasos en las escaleras y el aroma a sangre fresca se aviva.

Gira su cuerpo, cubre a Izuku protegiéndolo. El resto de alfas retoma la posición de ataque que, rápidamente, dejan de lado avisados.

No es la amenaza que esperan.

Es uno de los suyos.

Shoto baja las escaleras del tercer nivel. Trae la mirada perdida, sus manos gotean sangre, su cuerpo este embarrado de ella.

–Podemos irnos –anuncia con calma, aunque su aroma informe lo desecho que se encuentra.

Momo le mira del fondo, afligida.

Duda que lo que ha hecho, haya calmado en algo su dolor.

–¿Katsuki?

El cenizo se sobresalta al oír el tono de voz. Lo reconoce. Voltea, viendo que ahora hay más personas. Mujeres en batas celestes, cabello corto como el de Izuku. Por un segundo, cree haber oído mal. Las dudas se disipan al momento en que Izuku le sonríe ufano y asiente.

No es posible.

Busca con la mirada entre las mujeres, incrédulo.

–Mamá – susurra, finalmente sus ojos dan con ella.

Mitsuki tampoco lo cree. El Katsuki que partió de casa hacía dos años, era un muchachito poco más alto que ella, contextura gruesa, pero no tanto como la del hombre que tiene en frente. Aun así, es capaz de reconocer a su hijo.

–Katsuki –solloza.

Abre paso entre el resto de mujeres y abraza a su hijo tan fuerte, como la última vez que lo vio. Katsuki le devuelve el abrazo, uniendo también a Izuku.

Siente que podría llorar de felicidad por primera vez.

Su familia está completa.

.

04:30 hr

.

Nejire ve bajar a al grupo hacia el primer nivel. Las betas traen puesta ropa y no sus batas, asume que es del propio personal. La omega nota a muchas de ellas embarazadas, con lo cual llega a pronosticar que el regreso será lento, incluso si los alfas ayudan.

Aclara su garganta sonoramente, instando a las enfermeras a acercarse al grupo que se aproxima. Ellas traen a los bebés que había en el área de incubadora.

Los niños más grandes, fueron transportados días antes a otras instalaciones.

Si alguna vez estuvo ahí el hijo de Tamaki, nunca lo sabrá.

–Inasa –murmura Shoto.

Agudiza su olfato, inspira profundo. Su instinto no puede engañarle, siente su aroma, muy tenue y difuminado. Permite que el olor le guie hacia una de las enfermeras y ahí, entre sus brazos, ve a su hija.

Una niña de cabello negro, ojos rasgados celestes.

El pecho le oprime de pensar todas las cosas que pudo hacer por salvar a su omega, y no lo hizo. Confió en Emi y Shota, en el sistema en el que vivían, en lugar de enfrentarse contra todos como lo hizo Katsuki.

La pequeña abre los ojos y le mira. Su diminuto rostro inocente parece reconocerle. Shoto mira hacia Momo, ella comprende, no quiere cargarla e impregnarla de la sangre que trae encima.

Momo la toma entre sus brazos. Ella solo siente el perfume a leche y miel, a diferencia de Shoto, que acerca su nariz al cuello de la pequeña y huele hondo.

–Mis bebés –Izuku suelta a Katsuki cuando percibe también la esencia de sus hijos.

Están los dos, él puede oler a los dos.

Izuku se acerca a una de las enfermeras, mientras Katsuki se aproxima a otra. El omega carga a su bebé por primera vez. Es más pequeñito de lo que imaginaba y su cabello aun luce como una pelusa verde. Lo pega contra su pecho, sonríe feliz entre lágrimas. Frota sus mejillas contra el pequeño y cuando Kacchan se acerca con el segundo bebé, hace lo mismo con él.

Pensar que por un segundo creyó no volver a verlo. Que los había perdido para siempre.

A sus hijos.

A Kacchan.

–Katsuki –el alfa se gira a ver a su madre, quien tiene a otro bebé entre sus brazos. Este luce más grande, cabello cenizo, ojos azules– él es tu hermano, Katsuki –le presenta. La beta suelta una risita, divertida de que su hijo seguramente no ha comprendido. Ambos se llaman igual.

Nejire observa uno a uno los niños volver con sus padres. Ese día, no ha logrado dar con la cachorra de Tamaki, sin embargo, no se va con las manos vacías.

Ha liberado a una parte de los suyos esa noche.

–Es hora de irnos.

Y aunque por hoy a terminado, no cesará hasta ver al último de ellos libre.

Fin


Nota de la autora:

¡Y llegamos al final!

Imaginar que inicialmente esto sería un oneshot que terminara con Izuku dando a luz. Siento que aun quedaron muchas cositas sueltas, pero en general, me gusta como quedo.

Suelo dejar al final de mis historias datos sobre ellas, así que aquí les van:

-La primera (que ya menciones), inicialmente solo era un oneshot donde iniciaban encerrados y terminaban encerrados. Felices, con sus bebés, pero encerrados.

-Luego de alaragr esa primera version, finalizaba cuando iban a llevarse a Izuku. Katsuki se enfrentaba a los guardias y a Chizaki con la ayuda de más alfas. Al final, a Izuku se le adelantaba el parto ahí mismo, antes de partir al bosque.

-Mirio iba a ser quien encabezara la búsqueda, pero después me di cuenta que el instinto no le permitiría dejar solo a sus dos omegas, menos cuando uno estaba embarazado. Por otro lado, me parecía interesante hacer de Nejire una omega distinta al resto, ya que ella no fue criada en un laboratorio y cuando sí, fue aislada como un alfa. Evidentemente era más salvaje al resto.

-Mitsuki no volvía a aparecer. De hecho, en un punto, Katsuki se enteraba que poco después de irse, ella sale a la calle.

-Tenya iba a ser el omega de Shoto y en esa versión, él no moría, sino que compartía celda con Izuku. Pero como que Tenya no me llama mucho y por eso pregunte a quien preferían xD

-Mientras iban a rescatarle, Izuku organizaba su propia huida desde dentro del laboratorio. Atacaba a un guardia como Nejire describe podría atacar a la enfermera. Sin embargo, no sentía que él tuviera la sangre fría de ella para hacerlo y, en caso sí, solo si alguien a quien quiere estuviera en peligro. Como Momo lo hizo con Shoto.

-Dato curioso que no encontré donde ponerlo, el bebé de Mitsuki es de Mirio. Inseminación artificial.

-La canción de KALEO, Way Down We Go, fue la musa de los ultimos capitulos.

Para terminar, tenía pensado un epilogo. Algo corto comparado con el resto de capítulos. Así que, si hay alguna escena que quieran, pueden pedirlo para ver si lo añado o termino cambiando todo y partiendo de ella jajaja.

Muchas gracias por llegar hasta aquí, por sus reviews y favoritos.