Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de mi invención, agradeceré no publicar ilegalmente en otro lugar.
Gracias RakelLuvre por la edición y corrección del capítulo.
Canción recomendada para el capítulo: A White Demon Love Song–The Killers
«Yo ya no sé qué prefiero:
que me odie de corazón…
o que me ame sin amor».
(Ricardo Arjona).
Capítulo 5
Aún no puedo creer que me encuentre solo en mi cama. Sigo sin entender el gran drama de mi esposa; soy consciente que Jessica, mi secretaria, se extralimitó al no permitirle la entrada a la oficina. Si bien había expresado que a nadie se le permitiera el acceso, justo porque tenía una junta muy urgente de último minuto. Comprendo que esté enojada, pero no a tal grado como para irse a dormir a otra habitación.
Durante este último mes y medio me acostumbré a dormir al lado de Isabella; tenemos nuestra rutina en cuanto a los hábitos de cama. Después de todo, mi meta es conseguir ese porcentaje para tener el absoluto control sobre Industrias Swan. Así también, no puedo negar que mi esposa es sumamente hermosa, sería un tonto si no supiera apreciar la belleza en una mujer.
En nuestra luna de miel descubrí lo apasionada que podía ser en la cama, algo que realmente he comenzado apreciar excesivamente en nuestro tiempo juntos. No es que nunca hubiese tenido encuentros sexuales, pero mi esposa no se compara con ninguna de esas pasadas amantes.
Sin ser consiente giro hacia el lado que debía estar siendo ocupado por mi esposa, y me permito vagar por los recuerdos de nuestra primera noche juntos.
ɸ & Acuerdo Perfecto & ɸ
Arribamos a las Islas Seychelles casi 24 horas después de subir al jet. No recuerdo haberme sentido tan adolorido de la espalda durante un vuelo; seguro que es a causa de pasar la mayor parte del viaje sentado. Puesto que no me pareció correcto irme a descansar y dejar sola a mi esposa el resto del viaje.
Demoramos una hora en el área de inmigración llenando formatos y demás trámites para poder ingresar a la isla; por fortuna, una vez que terminamos, llegamos pronto a la villa privada dónde podremos disfrutar de nuestra luna de miel. Me dejo caer sobre la mullida superficie de la cama para descansar mi espalda.
Casi consigo dormirme justo cuando siento la cama moverse; un cálido y suave peso se posa sobre mí cuerpo, y al abrir mis ojos me topo con la visión de mi esposa completamente desnuda, su cuerpo solo está cubierto por un hermoso rubor.
La veo acercándose a mi rostro de forma muy lenta, sus labios se posan en los míos tímidamente para iniciar el beso, el cual le correspondo. Siento sus manos recorrer mis brazos hasta llegar a mi rostro, con cada roce, la extraña corriente eléctrica me hace sentir más despierto. Mis manos hacen su camino por sus curvas, justo para descansar en sus caderas, compruebo que la piel en esa parte también es sumamente suave.
Un suave jadeo sale de los labios de Isabella; abro mis ojos, solo para verla temblando sobre mí; la parte egoísta y sexual me incita a continuar, pero mi parte racional me hace dar cuenta que esta no es la manera en que yo quiero iniciar esto. Siempre me ha gustado ser el dominante y no estoy dispuesto a cambiar eso, de forma lenta sin ser brusco me la quito de encima, su cuerpo parece vibrar ante mi acción.
Me incorporo rápido y salgo de la habitación. Entro al baño, me recargo sobre el lavabo, al mirar el espejo frente a mí, el reflejo de mis ojos completamente negros me da la bienvenida; abro la llave del agua y me lavo el rostro, tengo que tranquilizarme. Tomo unas cuantas respiraciones profundas para terminar de calmarme, me concentro en tener la cabeza fría; no puedo dejarme llevar por una repentina calentura, debo actuar como un hombre si quiero llegar a mi ansiada meta.
Me quito toda la ropa mientras hago un par de inhalaciones. Una vez que me siento más en control regreso a la habitación; con la meta clara en mi mente: yo, llevando la situación de principio a fin. No voy a permitir que esa mujer que ahora lleva el título de esposa me domine en las artes amatorias, ya había tenido mi cuota de estar bajo las órdenes de un Swan.
Salgo del baño y encuentro a Isabella sentada en la cama, abrazándose a sí misma. Me parece extraño su comportamiento, totalmente opuesto ante su despliegue de hace unos minutos, sin embargo, decido ignorarlo y continuar. Al momento en que subo a la cama, la veo encogerse y mirarme, sus ojos se abren hasta lo imposible en el instante en que me recorre de arriba abajo; una sonrisa petulante se instala en mis labios.
La atraigo hacia mí, besándola; permito a mis manos vagar libremente por su cuerpo, la siento temblar ante mis caricias, y un par de jadeos escapan de su dulce boca ante mis expertas atenciones. La recuesto sobre la blanda superficie de la cama, mientras contemplo la imagen frente a mí. Vuelvo a sonreír, antes de bajar sobre su delicada figura para dejar un camino de besos desde su cuello hasta llegar a la mitad de su pecho. Una vez cumplo esto, hago un cambio de dirección hacia una de las rosadas puntas de sus pezones, el cual ante el contacto con mi boca se pone duro; con una de mis manos doy atenciones al otro pezón, logrando así que Isabella se retuerza bajo mis mimos.
Regreso a su boca, mientras permito a mi mano deslizarse sobre su cuerpo hasta llegar a su ombligo; el cual, acaricio de forma suave para así continuar bajando lentamente. Al bajar aún más, justo a la parte que quiero, no me sorprende encontrar completamente empapados sus rizos. Un pensamiento oscuro brota desde el fondo de mi mente preguntándome con cuántos adolescentes hormonados habrá estado Isabella; una furia desconocida e irracional me invade ante dicha imagen. El jadeo de dolor de Isabella me trae a la realidad, me doy cuenta que he mordido uno de sus labios.
–Lo siento –me disculpo ante mi irracional reacción sobre ese pensamiento.
Isabella niega y con sus manos toma mi cara para acercarme a ella.
–Bésame.
El tono emitido es casi una súplica; vuelvo a sonreír antes de besarla y dejar parte de mi peso sobre ella. La corriente eléctrica que recorre mi cuerpo me enciende más, dejo de besar su boca para trazar nuevamente un camino hacia sus pechos. Los jadeos de Isabella se incrementan, y sus manos se cierran en puños en la colcha de la cama.
Prolongo mis atenciones sobre sus pechos, mientras una de mis manos hace su camino hacia abajo otra vez. Mis dedos llegan hasta sus rizos y me encuentro con su botón de amor, sus labios inferiores están húmedos y resbaladizos por el deseo. Inserto un dedo en su vagina para comenzar a estimularla; la quiero bastante lubricada para mí.
Me sorprendo con que solo basten un par de movimientos de mis dedos para hacerla llegar al orgasmo. Un gemido lastimero sale desde el fondo de su garganta y sus manos se retuercen aún más, casi al punto de romper la colcha. Retiro mis dedos para llevarlos a mi boca saboreándola en ellos; al levantar mi mirada me encuentro con los ojos cerrados de Isabella, me inclino para besar sus entreabiertos labios que jadean desesperados por aire.
Me coloco sobre su cuerpo y empujo fuertemente para introducir mi pene dentro de ella, estoy preparado para todo, menos para el jadeo de dolor que emerge de sus labios, así como la resistencia que siento al momento de introducirme completamente.
Isabella abre sus ojos y unas cuantas lágrimas se deslizan hasta perderse en su cabello, y lo que más me deja sorprendido son sus siguientes palabras:
–Eres el primero, no pensé que dolería tanto.
Inhalo fuerte ante dicha revelación, la parte irracional que me había molestado susurra complacida con el descubrimiento de este hecho; y de saberme el primer hombre en poseerla en su vida.
Me muevo lento, permitiendo al cuerpo de Isabella adaptarse a mí. No me toma mucho que ella vuelva a gemir con cada embestida que le doy, la beso de forma desesperada, extasiado por saberme el primero en poseerla. Cuando siento su vagina apretarme me dejo ir, liberando mi semilla en su interior.
ɸ & Acuerdo Perfecto & ɸ
Dejo que el recuerdo de nuestra primera noche juntos se desvanezca. Me levanto de la cama, molesto conmigo mismo por estar excitado por esa simple remembranza; camino fuera de la habitación, atravieso el pasillo, dispuesto a ir a mi despacho en busca de un poco de alcohol para poder relajarme y dormir. En cuanto entro, de inmediato la luz automática se enciende, cierro la puerta detrás de mí y avanzo hacia la lujosa repisa donde descansan diversas botellas. Tomo una copa y la botella más próxima a mí mano; al momento que retiro la tapa, el aromático bourbon inunda mis fosas nasales.
Camino hasta la ventana y admiro la vista frente a mí, bebo despacio mientras degusto el sabor del Old Fitzgerald, el cual me relaja poco a poco. En cuanto termino la bebida, salgo rumbo a la cocina para dejar la copa en el lavavajillas. Regreso por el pasillo, dispuesto a dormir en mi solitaria habitación, pero la luz al final me hace detenerme, y cambiar de dirección.
Dejo mis ojos vagar por el hueco entre la puerta y el marco entreabierto, la cama destendida sin la presencia de Isabella llama mi atención de inmediato; por lo que abro la puerta. Miro hacia el baño que está cerrado también, seguramente Isabella se encuentra dentro. Decido esperar a que salga para poder hacerla regresar al lugar donde le corresponde: mi cama.
Espero el tiempo suficiente que mi paciencia me permite, me levanto de la cama donde he estado sentado y avanzo hacia la puerta del baño.
–Isabella, –golpeo suavemente al tiempo que llamo su nombre, sin obtener respuesta.
Entiendo que está enojada, pero esto es pasarse del límite. Insisto con un par de golpes más fuertes, obteniendo el mismo resultado infructuoso. Suspiro tratando de calmarme, no quiero que mi temperamento me sobrepase y menos por una tontería como lo es, el que Isabella se niegue a dirigirme la palabra.
–Isabella, –llamo nuevamente, con voz más firme–. Podemos hablar como gente civilizada.
Al no obtener respuesta tomo la manija, al girarla compruebo que esta, se encuentra cerrada con seguro. Golpeo la puerta más fuerte esta vez, sobrepasado por su negativa para hablar.
–Isabella, podrías por favor contestar, o por lo menos decirme que me vaya, para no estar parado aquí afuera como un tonto.
No suelo ser un hombre de dar opciones, pero este caso lo amerita; tengo la ligera sensación de que algo no está bien. Sigo insistiendo con golpes más fuertes y desesperados ante su silencio.
–Muy bien Isabella, si así lo quieres, abriré esa puerta a mi modo.
Al decir esto salgo casi corriendo, vuelvo a mi despacho; abro uno de los cajones y busco en el fondo, el juego de llaves de todas las puertas. Una vez en mis manos, ubico la que está marcada con el número 4B y regreso a la habitación. Coloco la llave y la giro con un rápido movimiento, liberando el botón del seguro.
–¡Voy a entrar! –advierto antes de abrir la puerta.
Espero todo, menos a Isabella en el piso. En un instante me coloco a su lado comprobando sus signos vitales, me veo tentado a moverla, pero no sé si eso puede perjudicarla más.
De nuevo salgo corriendo para ir por mi celular, marco de inmediato el 911; y en cuanto me contestan, solicito una ambulancia. Busco en el closet un pantalón, el cual me pongo, después de colgar con los servicios de emergencia, llamo a mis tíos y a los padres de Isabella; luego a la recepción del edificio, para que den acceso a los paramédicos. El interfón suena cuando ni siquiera han pasado diez minutos, lo que agradezco, mientras corro a la entrada del penthouse para abrir la puerta.
–¿Señor Masen? –pregunta uno de los paramédicos que me topo en la entrada, asiento inmediatamente.
–Por aquí. La encontré en el suelo del baño, su pulso es constante, no la moví por temor a lastimarla. –Le informo, mientras lo guio hasta Isabella.
Los miro revisarla y estabilizarla, escucho que confirman un golpe en el lado derecho de su cabeza. Colocan un collarín alrededor de su cuello, y extienden una camilla, en la cual ubican a Isabella para poder bajar a la ambulancia. En pocos minutos llegamos al hospital donde, la ingresan de inmediato al área de urgencias, observo como la comienzan a conectar a diversos aparatos para medir sus signos vitales; también me piden detallarles lo ocurrido, así como otra serie de preguntas sobre su salud en general.
–Puede estar embarazada –expreso al momento en que llegamos a dicha cuestión; veo que incluyen la prueba, además de una serie de extensos análisis a petición mía. Me invitan a la sala de espera, así que salgo del cubículo para dirigirme al dichoso lugar; y nada más entrar, los angustiados rostros de mis tíos me reciben, así como el de los Swan.
–¡Edward! –casi grita mi tía Esme al verme.
–¿Cómo está mi hija? –pregunta Charlie Swan bastante angustiado detrás de ella.
–Está siendo atendida en este momento, en cuanto sepan que fue lo que pasó me informarán.
–¿Nos podrías explicar qué pasó? –solicita Charlie acercándose a mí.
–La encontré desmayada en el baño.
–¿Desmayada? –pregunta Carlisle.
Explico el incidente, omitiendo que no era el baño de nuestra habitación, ese detalle es algo que prefiero mantener para mí. Tranquilizo a Carlisle quien está dispuesto a intervenir para agilizar las cosas. Al haber trabajado en este hospital aún puede pedir algunos favores. Le aseguro que no es necesario por el momento. Esperamos por lo que me parece una hora antes de que me llamen y me permitan acceder a su cuarto asignado. Durante el recorrido, el doctor de urgencias que nos recibió me explica que todo está en orden, y que el desmayo fue debido a una baja de presión, por el embarazo. También me informa que la mejor ginecóloga de Nueva York esta por arribar al hospital para atenderla.
Al entrar al cuarto, lo primero que noto es la pequeña forma de Isabella sobre la cama de hospital. Sigue conectada a los diversos aparatos que miden sus signos vitales; la única adición es una bolsa de suero en su brazo. Observo su rostro pacífico, sus ojos se abren en cuanto el sonido de mis pasos irrumpe el silencio del lugar.
–¿Cómo te sientes? –pregunto, tanteando su estado de ánimo.
–Me duele un poco la cabeza, –responde con voz baja y desvía su mirada–. Supongo que ya lo sabes.
–¿Desde cuándo lo sabías? –inquiero un poco más molesto ante sus palabras.
Levanta su mirada hacia la mía. – Hace un par de días tuve mis sospechas. Ayer compré una prueba de embarazo y fui a tu oficina para decírtelo, pero tu secretaria no me permitió pasar, dijo que le habías ordenado que nada ni nadie te interrumpiera.
No sé si reír o molestarme con su tono enfadado. Suspiro un par de veces para tranquilizarme.
–Lo siento por eso, ella sabe que tú eres la excepción a la regla, no sé porque lo hizo; pero créeme que recibirá un llamado de atención pasado mañana.
Isabella frunce su ceño, –¿¡No vas a ir a trabajar!? –exclama casi con un chillido.
–Mi deber es estar al lado de mi esposa.
–Más bien tu deber es ver que no le pase nada a este bebé.
–Isabella, –digo, consciente de que volvemos a la misma discusión que habíamos tenido hace una semana–. Eres mi esposa, y aunque no voy a negar que efectivamente me importa la salud de nuestro hijo, tú también eres importante para mí.
La única respuesta de Isabella es desviar su mirada. Ambos sabemos que este matrimonio no es más que un acuerdo; había prometido a Isabella proporcionarle su lugar como mi esposa y ser cordial con ella. También dejé en claro qué, nunca la haría quedar mal ante la sociedad que nos rodea; de igual manera le aclaro que no soy un hombre de sentimientos, por lo tanto, jamás podre darle lo que me ha pedido: una oportunidad para que nos enamoremos.
–Ve a tu oficina, ese es tu verdadero amor, –noto que su voz se quiebra al final, lo que solo ocasiona que me sienta mal por ser tan insensible con ella.
–Isabella, las discusiones no solo le afectan al bebé, también a ti.
Me levanto y me acerco a ella, sé que nuestra situación no es fácil; si no lo es para mí que soy un hombre de treinta y cuatro años, menos lo será para ella que solo tiene dieciocho. En resumen, ella solo es una joven que ha vivido muy poco de la vida real.
El llanto es su respuesta, así que hago lo único que puedo; abrazarla, mientras trato de consolarla. Le permito desahogarse en mi pecho, en tanto dejo mi palma subir y bajar por su espalda. Detrás de nosotros la puerta se abre, supongo que debe ser la doctora Farris, solicité que trajeran inmediatamente a la mejor ginecóloga de Nueva York sin importar el costo.
–¡Buenas noches! –La alegre voz de la mujer nos saluda, escucho el repiqueteo de sus zapatos hasta que, su figura se coloca frente a la cama de Isabella, quien aún continúa llorando–. Veo que las hormonas están haciendo de las suyas, es normal. Bueno, veamos que dicen los estudios en lo que mi paciente se tranquiliza.
Enseguida, la veo tomar la Tablet que descansa sobre una mesa a los pies de la cama de Isabella, el dedo de la doctora se desplaza por la pantalla, su ceño se frunce un par de veces mientras continúa revisando los datos; así también me fijo en el movimiento de sus cejas en tanto que revisa la información. Debido a mis observaciones no me doy cuenta que Isabella ha dejado de llorar y que mira fijamente a la doctora.
–¿Está bien mi bebé? –cuestiona en un susurro con sus manos ahora sobre sus piernas, su costado aún se mantiene apoyado en mi pecho.
La doctora levanta la vista y nos sonríe a ambos antes de aproximarse a nosotros.
–Soy la doctora Victoria Farris, seré su ginecóloga durante el embarazo y parto. Y si, su bebé está bien, se hizo una revisión rápida a su llegada y todo parece en orden. Sin embargo, me gustaría agendar su primera cita para establecer un buen control.
–Claro, puede ser agendada hoy mismo en el horario que tenga disponible. –Solicito.
La doctora nos mira a ambos antes de arrugar su ceño levemente.
–La señora Masen deberá descansar un par de horas más antes de darla de alta, pero puedo agendar su cita para mañana por la mañana.
Asiento ante la falta de respuesta de Isabella. La doctora deja la Tablet en su lugar y me mira detenidamente antes de mirar a Isabella; sonríe de forma enigmática y luego sale de la habitación, eso último particularmente no me agrada. Beso el tope de la cabeza de Isabella para luego alejarla de mí, solicitándole que descanse.
Al regresar a la sala de espera soy abordado por la familia. Les informo el estado de salud de Isabella y que se encuentra bien; así también les digo que el desmayo solo es a consecuencia de su embarazo. Dicha noticia es tomada con bastante alegría por parte de mis tíos; contrario a mi suegra que al parecer no está muy contenta, pero lo disimula muy bien, algo en esa actitud sigue sin gustarme del todo, me resulta muy hipócrita. Charlie por otro lado sonríe ampliamente, al fijarme más en él me percato que, su mirada dista mucho de sus pensamientos, casi puedo apostar que se siente enfadado porque ahora me encuentro más cerca de contar con el poder suficiente para mover a mi antojo su empresa.
Ahora solo debo asegurar la salud de mi esposa, y en consecuencia la de mi hijo o hija, para así con ello, afirmar mi control sobre la empresa que he hecho crecer, y que se alza como un imperio hoy en día.
Hola
¿Cómo ven a Edward? ¿Creen que Isabella también tiene parte de culpa, o es inocente?
Espero sus teorías, y les adelanto que el próximo veremos un poco del acuerdo prenupcial. Gracias por sus reviews, recuerden que son mi único pago.
A los anónimos, aquí se resuelven un par de sus dudas y… no revelare más o les diré toda la trama.
Nos leemos en el próximo, adelantos en mi grupo de Facebook Fics IsisJanet y otros datos extra.
Saludos.
