Capítulo 4
Folie à deux
— ¿Recuerdas lo que el padre de Petra te dijo aquella vez, Levi? Que su hija se iba a casar contigo cuando volvieran de…
— Por una mierda, cuatro ojos.
— Tres…
— ¿Acaso no sabes cuándo detenerte? — la retó. Hange parecía no entender lo oscuro que era preguntarle por lo que dijo ese pobre hombre minutos antes de saber que su hija había sido despedazada fuera de las murallas y el responsable era, por supuesto, el tipo con el que estaba autorizando que se casara o algo parecido.
— Solo pensé que quizás esta es la última vez que podemos tener una conversación normal antes de que el infierno caiga sobre nosotros — se excusó ella. Levi sabía que, en toda su inteligencia, su superior era incapaz de ver cuándo estaba excediéndose.
— ¿A esto le llamas normal? — siguió él. — ¿A preguntarme por una chica muerta y los deseos de su padre?
— Bueno, en realidad solo quería saber qué pensabas sobre… casarte con alguien.
«¿Qué?»
— Sé que es una estupidez. En un mundo como este, siendo quienes somos, claro que lo es… pero los jóvenes de nuestros escuadrones se permitieron soñar a pesar de todo eso. Se permitieron ver un futuro y ahora son nuestros fantasmas — finalizó Hange y bajó la mirada, pensando. — Es curioso que yo nunca me haya permitido esas cosas, ni cuando era así de joven y tenía mucha menos mierda en la cabeza que ahora.
Levi detestó verse enredado en sus desvaríos, pero ya estaba adentro y ella había tenido éxito: lo estaba considerando. ¿Alguna vez vio un futuro feliz? No. Haber nacido y crecido en una ciudad subterránea putrefacta extrajo todo tipo de esperanza de su vida; allí abajo aprendió que su existencia era solo cosa de supervivencia. Claro, tuvo a su madre y los recuerdos de la calidez de sus abrazos, de su amor. Luego encontró a Isabel y Farlan, contra quienes luchó durante un buen tiempo, evitando sentir, evitando preocuparse por ellos, evitando caer en las redes de sus emociones.
Se dio cuenta muy tarde, quizás, que había fracasado en mantenerse al margen de esos dos, pues no pudo evitar quererlos con el alma. Cuando se vio frente a sus cuerpos inertes bajo la lluvia aquel día inolvidable, el mundo se le vino abajo. Si los sentimientos estaban hechos para algo era para hacerlo sufrir y nunca más quiso volver a tropezar con ellos.
Le costaba creer que Hange pensara lo mismo que él.
— ¿Acaso no tienes familia o alguien? — preguntó, arisco. — Eres demasiado emocional como para que yo te crea esa mierda de que no te has permitido pensar en tonterías como casarte o qué se yo.
Ante la pregunta, Hange se encogió de hombros, sonriendo.
— Lo mío con mi familia fue un amor no correspondido — explicó, estirándose. — Ellos me enseñaron a desconfiar de ese sentimiento. Respecto a las emociones, ¡Hombre! Se siente bien soltar. Gritar cuando tienes rabia, llorar cuando algo duele, pero eso es distinto.
Levi notó que había evadido hablar sobre cualquier otra persona que no fuera su familia. Quizás estaba siendo sincera y nunca había considerado casarse con nadie o… amar a alguien.
— De haber sobrevivido, ¿Hubieras aceptado? — siguió Zöe antes de que él pudiera llevarle la contraria.
— ¿Aceptar qué?
— Casarte con Petra.
— Tsk…
Hange se contentó con ese gesto, entendiendo que quizás jamás podría sacarle a Levi alguna verdad más profunda que su gusto por el té o que era un maniaco de la limpieza, un obsesivo. Se levantó nuevamente de su puesto y se acercó hacia él, agachándose a su lado para ayudarlo a ponerse de pie.
— Bueno, basta de tonterías. Quiero saber si puedes caminar — explicó ante la mirada inquisitiva del pelinegro. — Sé que tienes quemaduras y probablemente algún hueso jodido, pero eres un Ackerman después de todo.
— Deja de hablarme como si fuera tu experimento — la cortó. — Adelante, haz lo que tengas que hacer.
Hange lo tomó del torso con mucho cuidado y como él era más bajo que ella no consideró que fuera buena idea que se afirmara de sus hombros al caminar, así que todo dependía de que ella lo sostuviera con firmeza y él intentara mover sus pies sobre la tierra.
Levi presintió que eso no funcionaría cuando el solo hecho de ser levantado por ella dolió.
— No te dejaré caer, no te dejaré caer — murmuró ella como un mantra más para sí misma que para su compañero, pero Levi la escuchó y, de algún modo, se sintió seguro para intentarlo.
Concentrado, hizo su mejor esfuerzo por caminar, pero al primer paso, sus piernas se torcieron y tropezó. Hange, fiel a su palabra, lo atrapó y ambos cayeron al suelo como consecuencia del imprevisto.
Suerte que ella amortiguó su caída y el dolor fue mínimo.
Cuando Levi la miró con disgusto, no hacia ella, sino por su propio fracaso en una misión tan básica, se encontró con que esta le devolvía la mirada con su ojo sano bien abierto, atenta ante cualquier cosa que pudiera molestarlo.
Seguía sosteniéndolo entre sus brazos y se aferraba a él como si tuviera que cuidarlo con su vida. Aún era incapaz de entenderlo.
— ¿Estás bien, Lev…?
— ¡Eres mi comandante! ¿Por qué mierda no me sacrificas si soy tan inútil? ¿Por qué sigues cuidándome como si lo mereciera? ¡Fracasé! ¡No maté al barbudo y ahora Eren Yeager está amenazando con un genocidio a escala mundial! ¿Qué piensas de eso, ah? Si lo miras de ese modo todo es mi puta culpa, estás cuidando al culpable de que todo se haya ido a la mierda…
Le había gritado en su cara, harto de sus cuidados, harto de su dedicación y, en especial, harto de la vida. Hange, bastante acostumbrada a recibir la ira de Levi con los brazos abiertos y sin miedo, lo escuchó atentamente y no se apartó de su lado, al contrario de lo que pensaba el capitán cuando ya no pudo soportarlo más.
— No voy a decir esto otra vez, Levi — dijo con calma y un tono de voz que le hacía sentir que estaban intercambiando un momento demasiado íntimo para pertenecerles. — Estoy mirando a la persona que me bañó por años cuando yo me dejaba llevar por mis experimentos e investigaciones, la que me alimentó cuando me encerraba en mí misma y olvidaba el paso del tiempo, la que me enseñó a utilizar una cuchilla… claro, después de mucho rogarte, porque nunca esperé que lo hicieras a la primera que te lo pidiera.
Estoy viendo a mi compañero. Al que dejó de llamarme cuatro ojos en el mismo momento en el que me convertí la 14° comandante del cuerpo de exploración.
— Te he llamado cuatro… tres ojos varias veces en lo que llevamos aquí perdidos — la interrumpió Levi, enfocándose en los detalles pequeños para olvidar lo que le estaba haciendo sentir en el interior, ahí en el estómago, todo lo que ella tenía que decir sobre él.
— Quiero pensar que eso es porque estamos solos.
— Te respeto, Hange — le aclaró él. — Y sí, en parte es porque estamos solos.
«Y porque extrañaba hacerlo.»
— No sé si vuelva a ser el guerrero más fuerte de la humanidad. No sé si vuelva a servirte…
— Tú no me sirves, idiota, tú eres… tú — la morena lo miró con todo el aprecio que había acumulado en años conociéndolo. Era increíble todo lo que habían pasado juntos, todo, desde los malentendidos, las palabras toscas, las discusiones que casi llegan a los golpes, los apodos, el cómo fueron aprendiendo a identificarse sin tener que verse.
Él conocía cómo ella tocaba la puerta, cuál era el sonido de sus botas al caminar, las palabras que tenía que decir para que ella apareciera en menos de un minuto; ella sabía, por la forma en que él tomaba el té, si algo le preocupaba, molestaba o si simplemente se encontraba relajado y disfrutando demasiado de su brebaje favorito; sabía lo que él contestaría antes de que abriera la boca. Era perfectamente capaz de robarle los comentarios ácidos y molestar a sus compañeros con imitaciones bobas cuando él no estaba presente.
Se habían mimetizado como compañeros y como personas y eso era algo que no podían negar. Era un hecho, no una suposición.
— No te estoy cuidando porque voy a utilizarte como mi arma de guerra contra Eren. Te estoy cuidando porque yo, Hange Zöe, quiere cuidar a Levi Ackerman ¿Qué hay de malo en eso?
Los sentimientos.
— Que apestas haciendo discursos, Hange Zöe — fue la única respuesta que logró hacer salir, evitando quedarse callado por miedo a perder, a perder y asumir cosas que no debía porque dolerían.
Estaban doliendo, de hecho. Una herida abierta voluntariamente con efectos colaterales.
— Claro que sí, maniaco de la limpieza — ella entornó su ojo y lo levantó del suelo entre sus brazos. — Mira, estoy cargando al soldado más fuerte de la humanidad como una de esas masas rellenas de comida que vendían en Liberio, me encantaría que todos pudieran ver esto.
— Voy a reservar lo que quisiera decir para mí solo porque eres mi comandante — refunfuñó Levi.
— ¿Eso es lo que le decías a Erwin cuando no querías responderle? — rio Hange, divertida.
— No tenía necesidad de ocultarle mis pensamientos — razonó él con rapidez. Volvieron a mirarse cuando ella lo dejó en la carreta.
— ¿Me ocultas tus pensamientos, Levi? — curioseó.
— ¿Vamos a hablar sobre logística o no? — se cabreó, evadiéndola.
— Pues sí — Hange, tras dejarlo recostado, fue por las mantas y lo envolvió en ellas sobre la tabla que serviría para trasladarlo y, luego de arreglar una almohada bajo su cabeza para su comodidad, comenzó a pasearse por los costados de la carreta. Era hora de dejar las emociones encontradas atrás, de momento, por supuesto. — Primero, suponiendo que Floch y su equipo llevaron a Zeke con Eren, se desató el infierno en Shiganshina y, como ya pudimos oír, hicieron contacto a pesar de todo. Tengo que asumir que hay una gran probabilidad de que tengamos caídos. Muchos caídos.
— Y no me parecería para nada poco cuerdo pensar que el mono ese gritó para que todos los que bebieron el vino con su fluido espinal se convirtieran y lo ayudaran en momentos de apuro — añadió Levi, un poco más aliviado tras haber sacado el lado más racional de Hange, por fin, haciéndola olvidar su pregunta de hace un rato.
— Solo si encontraron algún obstáculo demasiado difícil de vencer en su camino hacia encontrarse y activar el fundador — le recordó ella. — Hasta ahora sabemos que Floch y Yelena tenían todo bajo control.
— ¿Y los mocosos?
— En una celda, protegidos por la gente de Yelena.
— ¿Dónde estaba Eren la última vez que lo viste?
— En… en el mismo edificio que nosotros, el restaurante de Niccolo. Floch nos detuvo y nos separó. Estaba ahí… — Hange no podía, por más que lo intentaba, figurar qué es lo que pasaba por la mente de Eren Yeager en esos últimos momentos. Qué es lo que había hecho para que Floch se volviera su seguidor más devoto y sanguinario, qué es lo que necesitaba de sus antiguos compañeros y amigos, de Armin, de Mikasa.
— Perdimos a ese idiota desde Liberio, Hange — dijo Levi, intentando volverla hacer enfocarse en el punto. — Si alguno de ustedes tuvo contacto con él en ese edificio, dudo que hiciera cambiar el rumbo de sus planes. El retumbar con fines de exterminio estaba en su mente desde entonces, quizás desde antes, e incluso creo que engañó al barbudo… su hermano.
— Debo admitir que en algún momento muy breve quise pensar que Armin tenía la razón y solo bastaría que los viera y volviera a ellos, a sus raíces, a ese niño al que le volaste todos los dientes en una corte — reflexionó. — Pero sí, él se ha ido y no nos dimos cuenta de que partió incluso estando con nosotros.
— Debemos volver y encontrar a los demás. Joder, incluso si encontramos a los que solían ser nuestros enemigos en el camino, necesitamos de todos esta vez porque nosotros… solos los dos… sería un suicidio.
— Claro, un Folie à Deux, puedo imaginarlo — dijo Hange, deteniéndose para mirarlo con una pequeña sonrisa. — Voy a asegurarte a la carreta y partiremos ¿Vale?
Levi dejó que ella lo amarrara con cuidado, observándola, sintiendo su aroma natural cada vez que se acercaba para cruzar las sogas por sobre su cuerpo, percatándose de que el olor a tierra mojada, sangre seca y bosque no era tan desagradable en ella.
Una vez más, su cabeza volvió a repetirle el mismo pensamiento que al comienzo, a las pocas horas después de despertar tras el estallido.
«Podrías vivir aquí, en el bosque, con ella»
«No podrías casarte con nadie tan solo por hacer feliz a un padre esperanzado, pero sí puedes imaginarte vívidamente renunciando a todo para vivir con Hange en un bosque que huele a sangre y a pérdida, a tu fracaso…»
— ¡Listo! — lo despertó, sacándolo de la profundidad de sus pensamientos en un abrir y cerrar de ojos. — Iré a tu lado y saldremos de aquí — le aseguró.
Levi no dijo nada, solo movió un poco la cabeza para darle a entender que la había escuchado y estaba bien con ello.
Por algún motivo, ella no hizo partir a los caballos.
— ¿Hange? — musitó Levi.
— Levi, sé que huir y escondernos no es… un plan viable, pero en otra situación…
— Sí — la cortó sin pensarlo. — Es un sí. Cállate y pon en marcha al caballo ahora.
Se vieron y, por primera vez desde que se conocieron, ambos sonrieron a la misma vez sintiendo paz muy en el fondo de sus interiores.
Folie à deux.
Quizás era la última vez que estarían a solas y vivos para decirse eso con palabras, con la mirada, con todo lo que eran.
