—¿Puedo preguntar por qué, Obito?

Ojos azules se encuentran con negros y, debido a ello, el Uchiha se siente, más que nunca, vacío.

Los ojos de su sensei siempre habían estado llenos de vida, de energía, de esperanzas. Los suyos siempre habían estado carentes de sentimiento. No parecían transmitir nada más allá que un sobrecogedor frío que le erizaba los pelos a cualquiera.

¿Kakashi se habría cansado de observar ojos que no transmitían nada?

—Necesito un tiempo para pensar en qué hacer con mi vida —sus palabras son algo mórbidas y sombrías, pero eso es lo que Obito necesitaba.

Le había tomado mucho tiempo decidirse en pedir una licencia, pero por fin estaba dispuesto a tomarla. Sino estaba mal, tenía varios meses acumulados gracias a su diligente trabajo desde que era un simple Genin.

Ahora, un año después de su ruptura con Kakashi, él se sentía igual de estancado en los mismos recuerdos que lo atormentaban desde el primer día. Bueno, mentía, las cosas habían simplemente escalado.

Ya no quería ser un ninja.

Más bien, ya no quería hacer misiones.

Estaba agotado, física, mental y psicológicamente hablando y, a pesar se que el pensamiento fugaz le hubiese dolido —porque vamos, antes soñaba con ser Hokage—, decidió que, en vez de retirarse, lo mejor sería pedir una licencia.

Quién antes solía ser su sensei agacha la mirada, consternado por lo que había acabado de escuchar. Sus ojos analizan los papeles frente a él, repasando cada cosa que tenía qué hacer y frunce el entrecejo.

Tenía demasiado trabajo.

—Este no sería un buen momento, Obito —suspira. El Hokage también tiene unas cuántas ojeras y luce cansado—. Hay muchas cosas que necesito que hagas. Los exámenes Chūnin son en dos semanas…

Obito desvía su mirada hacia una esquina de la oficina Hokage, desanimado. Ahí estaba una de las razones por las que, quizás, no había venido antes. No quería generar más problemas de los que él sentía ya estaba causando, o, más bien, de los que él mismo ya tenía.

Asintió, por un momento pensando en resignarse pero, no. Simplemente no puede más.

—No me siento bien, Minato. Necesito tiempo —el hombre rubio observa a su exestudiante con atención. Su postura se ve decaída y sus ojos evitan los suyos patéticamente.

Lo ve más delgado, también. Había bajado considerablemente de peso.

Nota también unos cuántos moretones y cortadas. Esto lo asoció a la misión, o al entrenamiento, no podía ser nada más.

Minato se pregunta cómo no se había dado cuenta antes de ese detalle, considerando que la última vez que lo vio fue la semana pasada, cuando le asignó una misión de reconocimiento. No creía que fuese posible para el Uchiha haber perdido tanto peso en sólo siete días.

¿O sí?

Ahora no tengo tiempo para pensar en esas cosas, Minato se aprieta el puente de su nariz, sintiendo un leve dolor de cabeza comenzar a desarrollarse.

—Obito, no sé si me pueda permitir un hombre fuera de servicio ahora. En serio necesito toda la ayuda posi–

—Por favor.

La interrupción lo toma por sorpresa. Fueron dos simples palabras que le provocaron un intenso escalofrío y una sensación apesadumbrada que le robó el aliento.

Desesperación.

Aquello era lo único que inundaba esas dos palabras que Obito le había dedicado.

Una cruda y muy intensa desesperación.

Se queda en silencio, desconcertado por el abrumador ambiente que se había cernido sobre ellos de repente.

¿O el ambiente ya estaba sí antes?

Porque podía sentirlo pesado, como si lo hubiese estado cargando por mucho tiempo ya.

¿Cómo no lo había notado?

—Está bien. Tómate tu tiempo —acepta, asintiendo lentamente con la cabeza cuando Obito vuelve a mirarlo, ahora con una sonrisa desolada de incertidumbre. Hay algo en su exestudiante que no lucía bien—. Yo me haré cargo del papeleo, supongo.

El Uchiha se retira lentamente de la oficina Hokage después de eso. Agradeciendo por lo bajo, casi en un suspiro, como si no fuese capaz de hablar correctamente, como si algo en su garganta se lo impidiera. Arrastraba sus pies mientras caminaba y ni siquiera se dignó en cerrar la puerta.

La sensación de inquietud que abraza al mayor es incomprensible. Hay algo que ahora le oprime el pecho y le es incapaz de volver a concentrarse en su trabajo. Intenta leer las primeras dos líneas del informe que el mismo Obito le había entregado de la misión de reconocimiento a la que también, justo había vuelto. Pero, simplemente, no puede entender nada de lo que dice.

Su cerebro parece estar trabajando a máxima velocidad y, aun así, no tiene nada en la cabeza.

Sólo una sensación insufrible cargada de los más puros sentimientos de preocupación que había sentido por alguien en su vida.

No, definitivamente algo no estaba bien y a penas podía darse cuenta de ello.

Tiene una sensación amarga en la boca del estómago, casi como si quisiera vomitar. Era una sensación que prevenía una catástrofe, una casi inevitable.

Quizás estoy exagerando, piensa, ladeando la cabeza sin terminar de convencerse a sí mismo de ello. Pero no, definitivamente había algo que no lo iba dejar respirar tranquilo.

Minato se levanta, sus pies decididos se encaminan hacia la puerta, dispuesto a detener a su exestudiante y preguntarle si sucedía algo, o si quería hablar de algo. Se siente un poco culpable al recordar cuándo fue la última vez que ellos realmente convivieron como antes solían hacerlo.

No es como que pueda hacer mucho, soy el Hokage, se excusó. Siempre estaba ocupado. No tenía tiempo para todo el mundo y debía priorizar a su familia, ante todas las cosas. Sin embargo, sus estudiantes debían ir luego, obviamente.

O no, porque es el Hokage y todos en la aldea deben ser igual de importantes para él.

Aun así, los años que había dedicado a enseñarles al equipo siete debían, al menos, ser un motivo como para priorizarlos, también.

¿Qué era de la vida de sus alumnos, hoy en día?

Sabía, porque había escuchado por una tercera persona, que la relación de Obito y Kakashi, que él había visto nacer y desarrollarse en los primeros años, había terminado.

Sabía que Rin viajaba por diferentes naciones enseñando ninjutsu médico y atendiendo a pacientes que nadie más podía atender.

Kakashi planeaba casarse con Iruka.

Y Obito…

Obito ya no está cuando sale de su oficina. Se había ido y, según había oído por ahí decir a algunos ANBU, hacía varios meses, él ya no vivía en el distrito Uchiha. Piensa en que quizás debe tener un informe que le indique dónde está viviendo ahora en algún lado de su oficina si es que compró algún otro apartamento o casa, pero no cree haberlo visto nunca.

Frunce el entrecejo.

¿Entonces dónde está viviendo?

—¡Hokage–sama! —un ANBU aparece justo frente a él, descarrilando su tren de pensamiento y captando toda su atención—. Encontramos a su hijo vandalizando su rostro.

Ugh, ahora, de nuevo, no tiene tiempo para pensar en esas cosas.

Ya luego puedo preguntarle, ahora tengo cosas más importantes de las qué hacerme cargo.

Y, aunque realmente creía aquello, se detuvo por un pequeño instante en el marco de la puerta, inquieto.

El sentimiento que oprimía su corazón seguía allí.

Quizás sólo está enfermo, se convence a sí mismo. Y está bien.