Capítulo 5: Retirada
Las luces del hotel desaparecen a medida que ellos se alejan y Gojo, una vez más, vuelve a colocar una mano sobre su rodilla. Aquel gesto comienza a volverse una costumbre, con el pasar de los minutos deja de sentirse tan ajeno. Miwa sonríe, su corazón galopa incansablemente mientras piensa en dar un paso más y se atreve a entrelazar sus dedos sobre la mano que se aferra a ella.
Los peores resultados que la joven mente de Miwa anticipó no se volvieron realidad al poner un alto; Gojo no parece molesto en lo más mínimo, sigue igual de animado que siempre y su promesa de llevar las cosas a su ritmo le ilusiona. Quiere preguntarle los detalles específicos de ese acuerdo, pero teme que su entusiasmo sea poco atractivo. Él es tan relajado y casual que siente que debe actuar de una manera similar.
Está feliz, está demasiado feliz.
—Detenga el auto.
El vehículo frena sorpresivamente y se orilla. La mano que Miwa sostenía ahora la detiene por el pecho, evitando que se golpee contra el asiento delantero. El tono de Gojo es severo, su expresión adusta, Miwa jamás lo ha visto así. Él se acerca a ella antes de salir del auto.
—Hay algo de lo que tengo que hacerme cargo —comenta y luego vuelve a sonreír. No necesita preguntárselo para saber que se ha preocupado—. Ve al colegio, iré en un momento. Avísame cuando hayas llegado.
Gojo le paga extra al taxista y se baja del auto.
—Sí… —contesta Miwa, está a punto de llamarlo sensei pero sabe la idea que se hará el conductor que acaba de recogerlos de un hotel.
La puerta se cierra y Miwa lo ve adentrarse en el bosque junto a la carretera, camina con las manos en los bolsillos de la misma forma que lo hace cotidianamente, tan despreocupado, tan genial.
Hubiera deseado tener la oportunidad de darle un último beso antes de despedirse, pero se contenta con saber que volverá a verlo al día siguiente.
Al regresar al Colegio la recibe la sinfonía nocturna de los grillos; rodean el campus en toda su extensión y la amable brisa primaveral que le acaricia los brazos vuelve la noche algo ensoñado, ha sido perfecto.
Se detiene en soledad y se da un tiempo para acariciarse los labios, aún puede sentirlos cosquilleando por el contacto de Gojo. Su piel aún quema, estuvo a punto de acostarse con él y el pecho se impregna de una calidez inexplicable. Cree que él ha sido paciente, cree que es un caballero.
—¡Cierto! —suelta y toma su celular con desesperación.
'Estoy en el Colegio", escribe en su móvil y envía.
Y mientras cree que está completamente sola, sonríe como una niña sin saber que desde el tejado de uno de los templos es observada atentamente por un ojo amigo.
Mechamaru ha estado esperando por ella desde el momento en el que se fue con él. Tiene un presentimiento extraño que lo ahoga y duele, y no logra dormir.
Él siempre la observa, el rostro inexpresivo de Mechamaru le ayuda a disimular, la contempla en la distancia y sueña con un día poder estar a su lado en carne propia. Sin esfuerzo se ha percatado del estado de ensoñación en el que está sumergida desde que Gojo Satoru llegó al Colegio, supone que Miwa cree estar haciendo un trabajo decente al esconder sus sentimientos, pero ella siempre ha sido un libro abierto.
Kirimaru la observa sonreír a través de Mechamaru, se para sobre sus dos piernas sobre el tejado y amplifica su mirada sobre ella. Se pregunta por qué ha llegado sola y desde la prisión que es su propio cuerpo, sonríe con un dejo de amargura porque sabe que algo está naciendo ante él, algo que tendrá una muerte prematura y extremadamente dolorosa. Lo presiente. Pero no hay nada que pueda hacer para detenerlo. El daño ya está hecho, Miwa está enamorada de ese hombre.
De ese grandísimo idiota.
Miwa vuelve a su habitación y se arroja sobre la cama, hunde su rostro emocionado sobre una almohada y contiene los gritos que claman por salir de su alma. La felicidad que la embarga se siente incontenible y sonríe, no puede dejar de sonreír y de pensar en él. Piensa en sus manos y en sus besos, en sus ojos y en el tono de su voz.
Esto tiene que ser un sueño…
Le es imposible cerrar los ojos sin volver mentalmente al hotel, sin volver a caer en sus brazos. Trata infructuosamente de dormir, pero el alboroto que hay entre su mente y sus hormonas no se lo permiten. Suspira y susurra su nombre con entrañable ilusión, siente tanta tibieza sobre sus pulmones, tanto afecto que nace e irradia desde su interior.
En algún momento se pregunta si él habrá regresado, si aquello que lo detuvo habrá sido una maldición que ella es incapaz de sentir. No puede evitar preocuparse a pesar de saber que se trata del hombre más poderoso del mundo. Luego intenta entrar en razón, Gojo Satoru no necesita la ayuda de nadie, al contrario de ella misma.
El sol vuelve a salir en lo que para ella han sido minutos y Miwa decide levantarse de la cama, tiene algo especial en mente y se viste su uniforme para salir. Toma su billetera, sabe de un lugar en el que venden kikufuku. Quiere sorprenderlo, ver su rostro felizmente comiendo uno de sus platillos favoritos. Sale con ilusión del Colegio y camina a paso rápido, seguramente será el primer cliente de la mañana.
Apenas están abriendo las persianas cuando ella posa su mirada sobre la tienda y corre decididamente a saludar a la robusta mujer que abre su negocio.
No tarda mucho en pagar y vuelve al Colegio lo antes posible.
Una vez en el templo su corazón se desboca, va a volver a verlo y eso la emociona más de lo humanamente posible. Va derecho hasta la habitación en la que Gojo debe estar durmiendo y toca un par de veces. Pero no obtiene respuesta.
Debe haberse quedado dormido… Miwa piensa y vuelve a tocar.
—Oh, ¿Miwa-san…?
La voz de Utahime la toma por sorpresa y se gira en su dirección. Se sonroja anticipadamente, se hace una idea extrema de lo que ella pueda pensar al verla tocando esa puerta y balbucea algo que su sensei no llega a entender. Utahime camina hasta ella, frunce las cejas y una ligera arruga se acentúa entre ellas.
—¿Buscas a Gojo Satoru? —se inclina un poco más y echa un vistazo a la bolsa que Miwa no logra esconder—. ¿Qué eso? Huele bien…
—Uhm… kikufuku…
—Ugh… No me lo digas… El desconsiderado de Gojo te envió a comprarle kikufuku. No debía decirle que estarías a su disposición, suele tomarse ese tipo de cosas extremadamente a pecho… —ella suspira con evidente cansancio, de hecho, le alivia lo que dice a continuación—. Ya se fue, el estudiante llegó temprano y Gojou no le permitió ni siquiera tomar asiento... Ni siquiera bajó del taxi. Ya se fueron a Tokyo.
—Oh… Claro… supongo que debe haber estado muy emocionado de tener un nuevo alumno de primero…
—¿Cuánto gastaste? Déjame devolvértelo, ese Gojo es… Tendré una seria conversación con él apenas ponga un pie en Tokyo.
—¡N-No! ¡Por favor!... No regañe a Gojo-sensei, me sentiría muy apenada… ¡Tome! Disfrútelo, no culpe a Gojo-sensei, debió haberlo olvidado, no es nada grave. Por favor, recíbalo sensei.
Miwa siente una pesadumbre terrible al mentirle a Utahime, y la sensación no la deja aun cuando ella recibe aquel presente y le sonríe.
Gojou se fue sin despedirse…
El nudo regresa, la felicidad que la dejaba estática hacía pocas horas se desvanece poco a poco y se reemplaza por otro sentimiento vergonzoso.
Mira su celular y el doble tilde azul sobre su último mensaje la incómoda. Gojo vio su mensaje y no dijo nada. Podría haber dicho algo, una corta explicación le hubiera bastado.
Una idea horrenda comienza a envenenar su mente… ¿La estaría evitando por lo que pasó la noche anterior? Se veía tan relajado, tan tranquilo con la idea de darle su tiempo que no puede creer que ese sea el motivo de su ausencia.
Mira el celular una vez más y desea escribirle otra vez para preguntarle si todo está bien, pero se abstiene de hacerlo y guarda el móvil en su bolsillo antes de comenzar con sus actividades diarias.
Gojo es nuevo en este departamento. El rechazo no le sienta, no está acostumbrado con lidiar con esa sensación vergonzosa. De hecho, él nunca siente vergüenza. Es extraño, una sensación ajena que lo incomoda y al mismo tiempo lo incita más a llegar a la meta con mucha más determinación de la que podría haberse imaginado.
Todo se le hace tan fácil en la vida que ya nada le entusiasma, pocas cosas le fascinan y ha perdido el interés en cualquier cosa fuera de su trabajo por la misma razón. Ser un prodigio tiene sus desventajas.
Miwa lo desea, lo supo en el mismo instante en el que le puso una mano encima y la sintió estremecerse. Está escrito, Miwa lo quiere, su cuerpo lo confesó, pero por alguna razón no cedió ante su propio impulso y le dibujó un límite infranqueable. Y el reto le atrae más a pesar de haberlo frustrado tanto…
Pero cuando ella le estrechó la mano de camino al Colegio algo se agitó en su interior. Las manos de Miwa se volvieron cadenas que por un momento le hicieron sentir atado a algo más, una obligación que llegó a sofocarlo y se vio obligado a detener el auto con una convincente excusa.
Él no es ese tipo de hombre. Se aburre con extrema facilidad, lo sabe. Pero Miwa le intriga y emociona. Contrariado, se detuvo en medio del bosque y soltó un suspiro.
Se está metiendo en terreno desconocido y no es lo suficientemente maduro, o es demasiado egoísta como para renunciar.
Aún la desea.
¿Qué es lo peor que puede pasar?
Su celular suena en el camino de regreso y lo mira, Miwa ha llegado. Le desagrada preocuparse, Miwa es débil. Pero tiene potencial.
Ha estado pensando una teoría desde que leyó su horrendo expediente y algo vibra en su interior, la misma emoción que le producen las cosas interesantes con las que se encuentra en su línea de trabajo. Si está en lo cierto, Miwa puede resultar más poderosa de lo que ella misma imagina.
Tiene que ayudarla a soltarse, a soltarlo todo.
Al llegar al Colegio el sol está comenzando a salir y casualmente ve un taxi estacionado justo frente a la entrada del templo. Lo reconoce de inmediato, es el nuevo estudiante.
Tras una rápida presentación mira la hora, si se suben al taxi podrán llegar a Tokyo en el próximo tren. Y a pesar de las quejas de muchacho que ya lleva viajando un día entero termina por convencerlo.
Sólo le queda ir por sus cosas antes de marcharse…
¿Estas huyendo, Gojo Satoru?, le pregunta repentinamente una voz intrusa dentro de su mente, deteniéndolo frente a la puerta de su escueta habitación. No es posible que le esté huyendo a Miwa Kasumi… no un hombre como él, no el hombre más poderoso del mundo.
Entra rápidamente en su habitación y se viste su clásica ropa de Gojo-sensei y mientras lo hace se sonríe recordando a Miwa pronunciando su nombre entre susurros durante ese sueño húmedo. Cómo le hubiera gustado que se lo dijera anoche mientras se la follaba. Y ahora que se lo piensa esa idea de ir a su paso sonaba algo complicada. Se ha metido en un aprieto.
Vaya, ¿y ahora qué vas a hacer?, se dice divertido.
Ya se le ocurrirá algo.
Un camino a la estación de trenes con un adolescente frustrado, un viaje en tren en el que se queda dormido y es despertado por el mismo muchacho, un vehículo oficial del Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokyo. Satoru aprovecha ese último tramo para volver a mirar el expediente de Miwa Kasumi. Relee los párrafos más trágicos de su historia y observa el nombre de aquel que le abandonó.
Isao Miwa.
Yuji y Fushiguro bajan los peldaños de la entrada del Colegio, es la ocasión perfecta para iniciar las presentaciones. Yuji Itadori es agradable, será perfecto para el chico nuevo conversar con él para hacerse una idea de lo que es la vida en campus. Gojo baja del auto y los saluda.
—¡Gojo-sensei! —lo saluda Yuji con una gran sonrisa.
—Mis alumnos favoritos —dice acercándose y escucha a Megumi susurrar lo mismo les dice a todos, pero simula no haber oído nada—. Les presento a Ito Noboyuki, será el nuevo alumno de primero.
—Bienvenido Ito.
Megumi nunca parece emocionado por nada, ha dominado a la perfección el arte de No me importa un carajo. Sin embargo, sonríe, se acerca junto con Yuji quien rápidamente le pregunta de dónde ha venido y qué tal ha estado su viaje.
Este es el momento perfecto. Se voltea a Ijichi quien aún no ha bajado del auto se asoma por la ventanilla.
—Tengo un trabajo ultra confidencial para ti.
—¿Ultra confidencial?
—Tan confidencial que si dices una palabra de esto a alguien tendré que matarte —El rostro de Ijichi se descompone, es tán fácil de asustar que Gojo no puede evitar reírse—. Es broma… pero sí, te mataré.
—B-Bueno, ¿en qué consiste?
—Quiero toda la información que puedas recolectar sobre una persona, quiero su dirección y todo lo que ha hecho en los últimos veinte años.
—¿Quién es?
—Isao Miwa.
Ijichi se detiene sobre el nombre y parece estar conectando los puntos, aunque luego se voltea a verlo y decide no hacer más preguntas.
—Veré qué puedo hacer.
Después de llevar a Noboyuki ante el director y ver la misma escena repetirse por décima vez, rememora su época de estudiante y al finalizar acompaña al muchacho a su habitación.
Ha dormido muy poco, aunque no está cansado. Su celular vibra y se sonríe, le acaba de llegar un mensaje de Utahime. Gojo ve la foto que ella le acaba de mandar y no logra comprender. Llega a pensar que se ha confundido de persona.
Yoshinobu Gakuganji sostiene una taza de té y come kikufuku de edamame y crema, frente a él en la mesa parece haber otra taza, asume que ambos están tomando un té.
¿Intentas que sienta envidia del viejo?, le envía en respuesta. Lo lograste, envía después y se queda observando la pantalla mientras Utahime escribe una respuesta.
Espero que sea la última vez que abuses de Miwa de esta manera, Gojo lee y se queda estático. La pobre salió a primera hora a comprarte esto y te marchaste sin llevártelo, desconsiderado como siempre.
Él no le pidió a Miwa que comprara nada para él, sin embargo, no tarda en hacerse una idea de lo que pudo haber pasado. Mira la foto otra vez, el kikufuku que era para él siendo comido por ese viejo decrépito.
Algo se remueve en su interior, él es quien usualmente trae los souvenirs y algún que otro platillo. Y esto le recuerda nuevamente que se ha olvidado de Miwa; abre su conversación y permanece ahí, mira la hora de su última conexión, tan sólo hace unos cuantos minutos y delibera qué decirle. Pero no se le ocurre nada.
Ya pensará en algo.
Kasumi mira la pantalla de su teléfono, sus ojos fijos sobre el último mensaje que le envió y él no ha contestado aún. Cuenta las horas, ya debe haber llegado a Tokyo. Y aún no le ha dicho nada.
Apoya su mejilla sobre una mano, vuelve a mirar el celular y luego lo deja a un lado para continuar escribiendo un trabajo. La puerta suena, la voz de Mai se oye del otro lado, su tono es poco cordial como de costumbre y está casi segura de a qué ha venido.
—Adelante —la invita sin levantarse de su escritorio y se gira a verla entrar con ligero desinterés.
Mai trae algunos libros entre las manos y los deja sobre la cama.
—Eso es todo —le dice como si no fueran al menos dos meses de trabajos atrasados. Miwa suspira.
¿En qué te has metido?
—¿Y bien? —pregunta Mai, Miwa no tarda en detectar el dejo de malicia que hay en su tono. La ve salir rápidamente en dirección a la puerta, revisar los corredores y luego volverla a cerrar. Se sienta en su cama y cruza las piernas—. Dímelo todo.
¿Todo?, Miwa teme, su cuerpo comienza a sentirse rígido y recuerda velozmente las caricias de Gojo. No, no puede decirle todo.
—Estuvo bien —comenta apretando los labios en una sonrisa.
—¿Sólo bien? Vaya, no suena a que te hayas divertido mucho. Te dije que era un idiota, pero bueno… supongo que es mejor a no haber hecho absolutamente nada en tu cumpleaños. Supongo que te habrás conformado con suspirar detrás de él como una niña.
Mai se ríe sin saber que de hecho le clavado un puñal en el pecho. Miwa teme no haber sido mujer suficiente para él, se atraganta con ese pensamiento y repentinamente siente ganas de llorar. Desvía la vista a su tarea y se rie con Mai.
—S-sí, sólo cantamos y comimos. Estuvo bien… fue divertido.
Al decir aquello no miente, realmente hasta ese momento podría haber jurado que vivía la mejor noche de su vida. Pero ahora duda, no sabe cómo debe sentirse o qué ha hecho mal.
—¡Casi lo olvido! —abre el cajón de su escritorio y toma el labial que Mai le dio la tarde anterior, se lo extiende y ella lo mira de reojo.
—Quédatelo, no es mi color.
—Oh… gracias.
—Bueno, espero termines rápido con mi tarea —comenta poniéndose de pie mientras Miwa hace un gesto de fastidio que ella no llega a ver—. Y me alegra que todo haya sido apto para todo público anoche, niñas buenas como tú no tienen nada qué hacer con sujetos como Gojo Satoru.
—¿Sujetos como él?
—Mujeriegos, Miwa —se ríe nuevamente—. No quieres ser parte del prontuario de un hombre así.
—Claro que no… —fuerza una sonrisa nuevamente y Mai se marcha. Cuando escucha la puerta cerrarse se derrumba sobre su escritorio. Se golpea la frente contra la mesa una y otra vez.
Tonta, tonta, tonta.
¿Será cierto? No puede ser cierto. No puede ser que Gojo sea ese tipo de hombre. Es tan cálido y agradable, es tan gracioso y comprensivo.
Su celular suena repentinamente y su corazón reacciona de inmediato. Lo toma con el temor de encontrarse con algo que no espera, con algo que le haga daño.
Mis calificaciones.
Decepcionada, mira el mensaje de su hermano y abre el archivo adjunto. Sus notas son algo promedio, al menos ha aprobado todas sus materias.
Puedes hacerlo mejor.
Miwa mira el emoji que le envía Kano, una carita rolando los ojos. Se sonríe, lo hecha de menos. No ha visto a sus hermanos desde hace un buen tiempo y dentro de muy poco las maldiciones comenzarán a surgir nuevamente. Teme por el estado en el que debe estar su casa, la que el Colegio para para ellos.
¿Cómo está Sochi?, le pregunta y casi al instante recibe una foto de él jugando video juegos en una consola pasada de moda. Miwa vuelve a sonreír, esta vez con más calma.
Varios días pasan volando, el nuevo estudiante ha pasado la prueba de director y entrena con él diariamente. Le cae bien, es un muchacho tranquilo, algo quejumbroso, pero aprende rápido y eso le emociona. Le da algunas lecciones básicas y cuando está solo continúa meditando. Miwa no ha vuelto a escribirle absolutamente nada, lo cual le parece extraño. Ha recibido otros mensajes que pasa casi por completo por alto y se encuentra a sí mismo mirando la pantalla pensando qué decirle, cinco días de retraso en contestar un mensaje no son raros para él, está acostumbrado a hacer todo cuando le place. Pero en esta situación siente una obligación a decir algo.
¿Cómo estás?, escribe y luego borra. ¿Qué estás haciendo?, escribe y también borra.
Alguien toca a la puerta y el inseguro tono de voz de Ijichi suena del otro lado.
—¿Gojo, puedo pasar?
—Adelante.
Ijichi viene caminando con unos cuantos papeles entre las manos. Se los entrega con una reverencia exagerada y Gojo alza una ceja sin recordar completamente aquello que le había pedido. Mira de reojo las hojas y repentinamente se exalta al leer el nombre de Isao Miwa. Casi lo había olvidado.
—Es todo lo que logré encontrar… Tuvo tres hijos con Akiko Azumi: Sochi, Kano y Kasumi Miwa… Pasó cinco años en un correccional por robo y tiene varias denuncias por violencia intrafamiliar. Su dirección actual está en la última página, vive aún en Kyoto —recita como en un examen.
Gojo alza el rostro, le sorprende lo que acaba de escuchar. ¿Isao Miwa sigue viviendo en la misma ciudad que Kasumi? Aquel hallazgo le resulta ligeramente inquietante. Vuelve el rostro al informe de Ijichi y lo dispensa con un gesto de su mano. Cuando él se retira comienza a leer más a fondo.
Aparentemente la madre de Mira denunció en al menos cinco ocasiones casos de violencia, según los reportes Isao se encontraba en estado de ebriedad, pero la justicia lo liberó una y otra vez. Afortunadamente para toda la familia, decidió marcharse por alguna razón dos años después del nacimiento de su último hijo. Lo cual motiva más la teoría que ha estado fraguando en su mente y se levanta sin pensárselo mucho. Mira la hora en su móvil. Tiene tiempo para tomar el último tren si sale ahora mismo.
Mientras viaja en el tren hacia Kyoto continúa leyendo. Isao asaltó una licorería, asume que se trata de un alcohólico y mira su mug-shot con ligero desprecio. Actualmente no tiene trabajo y vive de la venta clandestina de narcóticos. Por lo que no tardará mucho en ser atrapado por la policía… Fuera de su expediente criminal no hay mucha información sobre él, es un humano común y corriente.
Al llegar a Kyoto mira la dirección y pide un nuevo taxi. El vecindario en el que vive es desagradable, las calles oscuras y sucias, un sitio ideal para una basura como él. Sube tres pisos en un edificio de departamentos corroído por el paso del tiempo. Gojo huele la orina impregnada en las paredes de los pasillos, mira las manchas de dudosa procedencia impregnadas en los rincones y camina hasta el 3B, toca a la puerta y luego de que nadie contestara el llamado utiliza un diminuto porcentaje de su energía maldita para abrir el cerrojo y se abre paso.
Dentro del monoambiente todo parece aún más decadente. No hay más que un colchón envuelto en unas sábanas sucias y una mesa con dos sillas diferentes. A un lado se encuentra con una pequeña nevera y una hornalla. Hay varias botellas de sake regadas por el suelo y un intenso hedor a ropa sucia que le obliga a arrugar la nariz.
La idea de que alguien tan pura como Kasumi tuviera tan estrecha relación con un sujeto como ese le sorprende.
Revisa los cajones, la nevera, el baño, pero no encuentra nada. Y cuando escucha el picaporte rechinar se sonríe con malicia y permanece escondido en la oscuridad.
Isao no tarda en darse cuenta de que alguien ha estado dentro de su apartamento. Ingresa con cautela y saca de su chaqueta un cuchillo que mantiene apretado sobre su mano izquierda. Enciende la luz y no lo encuentra, lo cual sólo significa que el intruso se encuentra dentro del baño. Camina lentamente hacia le marco de la puerta y entra de un salto, hondeando su cuchillo, pero le sorprende no encontrar nada. Coloca el cuchillo nuevamente dentro de su chaqueta y se gira a cerrar la puerta, pero se sobresalta al ver el metro noventa de Gojo Satoru parado allí.
—Te haré el favor de cerrar la puerta —le dice divertido—. Es un vecindario peligroso.
—Te metiste en el lugar equivocado, niño —responde confiado.
La foto que Gojo había visto de Isao no le hace justicia al actual. El padre de Miwa es corpulento, los años en prisión lo deben de haber forzado a verse más intimidante. Tiene una cicatriz profunda en la mejilla y una oreja cortada.
—No estaré aquí por mucho tiempo, sólo he venido a hacerte unas preguntas. Tengo algunas dudas que sólo tú podrías despejarme.
Rapidamente Isao saca su cuchillo y arremete infructuosamente contra Gojo, pero en un abrir y cerrar de ojos él está del otro lado de la habitación.
—¿Q-qué? —murmura incrédulo y lo busca hasta encontrarlo a pocos metros.
—No hagamos las cosas más complicadas de lo que deben ser, de verdad el olor es insoportable aquí…
—Pequeña mierda —dice y vuelve a lanzarse, pero esta vez Gojo está detrás de él y luego de un ligero golpe de su mano derecha lo deja en el suelo.
Isao tiembla, todo su cuerpo se sume en extramo temblores. No puede levantarse, no puede mover las manos ni las piernas. Mira por encima de su hombro y apenas logra ver una parte del rostro de Gojo.
—Ah… te lo dije, ¿o no te lo dije?
—¿Qué… qué eres? —pregunta con sumo esfuerzo.
—No eres rival para mí, así que deja de intentarlo… —contesta él en un tono lleno de fastidio y se agacha ante él—. Lo único que tienes que hacer es contestar unas cuantas preguntas y me iré.
—¿Qué quieres?
—Quiero saber sobre Akiko Azumi.
—Ella… ella murió.
—Lo sé. Hablame sobre ella.
—Akiko… estaba loca. No dejaba de hablar sobre… criaturas horrendas. Decía… que veía cosas, cosas que… no estaban ahí.
Gojo se sonríe. Ha dado en el clavo.
—¿Qué hay sobre Kasumi?
—¿Ka... Kasumi? Ella también estaba… demente. No pude soportarlas… a ellas y sus historias… las cosas que veían… Esa niña… esa niña… Odiaba escucharla.
Mientras habla, Isao comienza a mover sus brazos; ambos tiemblan como dos hojas en el viento e intenta levantarse del suelo. Pero lo que acaba de decir se siente como una espina para Gojo. Repentinamente siente ganas de cerrarle la boca. Su sonrisa se borra por completo y se pone de pie sin dejar de mirar su horrendo rostro. Apoya su pie izquierdo sobre la espalda de Isao y pisa con fuerza para volver a dejarlo en el suelo.
—Kasumi no está demente —sale de su boca como si escupiera las palabras.
Isao se ríe, no tiene idea de ante quién está postrado. Gojo lo observa con desprecio debajo de la banda negra que protege su mirada y presiona con más fuerza para borrarle la sonrisa.
—¿La golpeaste? —pregunta en un tono suave.
—No es tu problema…
—No estás en posición de decirme qué me incumbe. ¿Acaso no lo entendiste aún?
—Si vas a matarme, hazlo.
—Nah… Matarte es demasiado fácil. Eres débil, ¿golpeando mujeres y niñas? Qué desagradable…
Gojo lo escucha quejarse mientras aprieta su zapato sobre la espalda de Isao.
—Cobarde…
—¿Quieres morir?
Luego de hacer esa pregunta, lo libera. Lo observa mientras comienza a levantarse y se arrastra sobre un rincón. Golpea unas botellas vacías que caen al suelo. Gojo baja la mirada hacia los ceniceros colmados de cigarrillos, la suciedad sobre la alfombra y luego vuelve a verlo a él. Isao jadea y suda.
—Estoy listo para morir…
—Bueno, no es tu día de suerte.
Isao lo observa darle la espalda, sale por la puerta y la cierra detrás de sí dejándolo completamente solo.
N/A: ¡Mil gracias a Syalis, Astrid, Ina, kikyole, Nicole y natalysweety por sus comentarios! Es muchísimo más de lo que esperaba para este ship. Creo que la diferencia de edad es lo que disuade a muchos, por eso elegí escribir esta historia con una Miwa en edad legal para dar consentimiento. De todas formas conozco muchas relaciones de personas con 10 años de diferencia (incluso tuve una). Por eso es que aprecio tanto que se hayan tomando unos minutos para comentar. Muchísimas gracias, espero les haya gustado el capítulo. ¡Nos leemos en el siguiente!
