Luan no tenía ni la más remota idea de lo que le estaba ocurriendo. Desde que Lincoln la salvó de su propia broma, todo había cambiado. Ya apreciaba mucho más su ayuda, le gustaba cuando hablaba con ella, y se ponía de mal humor cuando alguna de las dos pretendientes llegaba a la casa. No es que les hablara mal, pero no soportaba estar en la misma habitación que ellas. No tenía mucho tiempo para pensar en ello; al fin y al cabo, la escuela era importante. Por suerte, Lisa la ayudaba con las cosas que no entendía, y le iba bien.

Además, aún mantenía su negocio de organizadores de fiestas, y gracias a la graciosa interpretación de Lincoln con los niños, y la extraordinaria actuación de Luan ante gente con gustos oscuros, su reputación aumentó bastante. De hecho, la misma chica a la que le habían hecho la fiesta, Maggie, era ahora una de sus mejores amigas. A Maggie le encantó como actuó en su fiesta, e incluso aceptó que las actuaciones de Luan eran geniales.

Claro, la mayoría de sus clientes eran niños, pero de vez en cuando acudían personas mayores que pedían actuaciones con más personalidad. Así pues, Luan, por el momento, había llevado a cabo un concierto, en el que la ayudó la Luna y su banda, actos de magia que Lisa ayudó a disimular, un desfile de modas ayudada por Leni, y una obra con temas algo oscuros supervisados por Lucy y Maggie.

Ganaba mucho dinero, pero ella lo hacía para sacarle una sonrisa a la gente, y no pedía mayor recompensa que oír la risa o ver la expresión de alegría en el celebrado.

Ese día recibió una llamada urgente, emergencia en la que un niño de ocho años quería una actuación de piratas cómicos. Luan aceptó, pero no estaba segura de a quien pedirle ayuda, ya que no había nadie que actuara bien como pirata, o siquiera que supiera mucho de ellos. A menos que...

Toc, toc, toc.

Lincoln abrió la puerta de su habitación, desconcertado. Ese día no se esperaba ninguna petición de ayuda.

- Hola, Lincoln -sonrió Luan.

- Hola Luan. ¿Está todo bien?

- Sí, es que quería pedir tu ayuda para un acto que tengo hoy. Se trata sobre piratas divertidos, y solo tú me puedes ayudar.

- ¿En serio...? Ahhh, no lo sé, Luan... No es que sepa tanto de piratas.

- Yo me sé unos chistes, y podemos hacerlo largo, pero necesito de alguien que sea mi compañero.

Lincoln no se veía muy convencido.

- ¿Por favoooooooor? -Luan puso cara de cachorrito, suplicando su ayuda.

- Ahhhhh... Está bien -cedió Lincoln. No podía negarse cuando alguna de sus hermanas ponía esa cara. Aunque eso sí, a Lori ya no le quedaba tanto.

Se alistaron para el acto. Apenas habían llegado a la casa del cumpleañero, cuando una señora, quien de seguro era la madre del niño, los hizo entrar.

- Gracias a dios que llegaron. Mi hijo está muy desesperado por ver a unos piratas, pero le dije que tenía que ser algo divertido, porque hay también unos niños que se quieren entretener. Aceptó, pero se enojará mucho si no lo hacen reír.

- No se preocupe señora, nosotros nos encargamos -dijo Luan, esbozando una sonrisa, y abrazando con un brazo a Lincoln, simulando trabajo en equipo.

- Eso espero, porque en serio mi hijo está disgustado -murmuró la señora. Se marchó, disimulando con otras palabras el odio que le estaba agarrando a los perros calientes.

- Luan, ¿estás segura de esto? -cuestionó Lincoln, nervioso- No sé si lo haré bien.

Luan vio la cara preocupada de su hermano. Sus ojos caídos, una mano sobando su nuca, un pie jugando en el piso. Esa vista y su actitud hicieron que Luan se pusiera nerviosa. Con el corazón en un puño, lo tomó de los hombros.

- Lincoln, ya me has ayudado antes, y no me has defraudado. Y aunque en una ocasión pudiste haber arruinado todo, debes saber que hiciste lo posible por enmendarlo, y las demás veces lo has hecho muy bien. Confío en ti. Lo harás bien.

Los ojos de Lincoln brillaron. Luan no se dio cuenta de lo mucho que había acercado su rostro al del albino. Lo abrazó con fuerza, y le dio un beso en la mejilla.

- Te quiero, hermanito.

- Y yo a ti, Luan -sonrió Lincoln, más calmado. Le devolvió con creces el abrazo.

Luan creía imposible que Lincoln no notara los fuertes latidos de su corazón. Respirando fuerte, se apartó.

- Bueno, hora del show.

El acto fue todo un éxito. Al principio el niño se mostró reacio a reír, pero ni siquiera él pudo aguantar la risa al ver lo ridícula que se veía Luan con una barba y bigote falsos, un loro de ojos saltones, a la vez que se enfrentaba a Lincoln. El albino usaba dos patas de palo, dos parches y un paliacate en su cabeza, empuñando sendas espadas hechas de globos. El sombrero de capitán de Luan tenía oculto un pay que lanzó al público, y aunque incluso algunos adultos se mancharon, les encantó el acto. Nadie quería que se fueran, pero se estaba haciendo tarde y el servicio solo duraba hasta las siete de la tarde.

Cuando salían, el mismo niño que cumplía años los fue a despedir. Su madre y él les pagaron con creces por tan buen servicio, además del habitual pedazo de pastel.

- Muchas gracias por esta obra. ¿Te gustó, Christian?

- Sí, mamá. ¿Podrán venir el próximo año?

- Claro que sí -aseguró Luan, mostrando la más amplia de sus sonrisas.

- ¿Actúan seguido los dos? -insistió el niño.

- Generalmente sí -confirmó Luan.

- ¿Y por qué siempre ustedes dos? ¿Son novios?

Luan se enrojeció muchísimo al escuchar esas palabras, y no pudo contestar.

- Christian, eso no se pregunta -lo regañó su madre.

- Jajaja, no pasa nada señora. Y no, solo somos hermanos -sonrió Lincoln.

- Ahhhhh -dijo Christian, riendo también.

- Ok, que pasen una buena noche.

- Igualmente, gracias.

Los hermanos caminaron de regreso a casa. Luan seguía sonrojada.

- ¿Qué pasa Luan? Estás muy callada.

- Na-Nada... es que... No puedo creer que nos viera como... como novios.

- Jajaja, lo sé, fue muy raro. Pero le dije que solo somos hermanos, no pasa nada.

- Si, es cierto.

- Así que solo me ves como tu hermana, Lincoln. Y yo que te... espera... ¡¿QUÉ ACABO DE PENSAR?!

- ¿Luan, qué pasa-preguntó una vez más Lincoln. Su hermana estaba actuando de manera muy extraña.

- ¡Lo siento, me tengo que ir! ¡Te veo en la casa!

Salió corriendo, dejando a Lincoln plantado a varias cuadras de su casa. Debía de alejarlo de ella lo más que pudiera. Entró como una exhalación en la casa. Por fortuna, solo estaban las hermanas menores y Leni, quienes no podrían obligarla a salir de su cuarto. Se encerró, ignorando las preguntas de las demás y se acostó en posición fetal, intentando respirar.

- No.

Nunca habría esperado algo así de ella. Jamás lo había creído.

- No.

Había imaginado a Lincoln saliendo con ella, una cita, un beso...

- No.

¿Era eso lo que sentía? ¿Celos? ¿De que Lincoln pudiera tener una novia?

- No.

Algo prohibido, algo indeseable, algo reprobable, algo hermoso, algo anhelante, algo confortante...

- No. No. No, no, no, no, no, no, no, no. No puedo estar sintiendo esto. ¡Es tu propio hermano! ¡Eso no se puede hacer! Entonces si lo sé, si sé que es algo que no se debe hacer, que nadie lo aprobaría, que todos me odiarían, entonces, ¿porqué...? ¿Por qué...? ¿Por qué se siente tan bien pensar en él? ¿Su cara, su risa, sus ojos, su cabello, su amabilidad, su caballerosidad, siempre estando ahí para nosotras? Lo ha dado todo por la familia. ¿Me he... enamorado de mi propio hermano?

Luan se sentía confusa. Y mientras las lágrimas resbalaban por su rostro, y sujetaba con fuerza su almohada, se hundía cada vez más en la desesperación.

Mientras tanto, Lincoln entraba cual campante en la casa. Sus hermanas menores y Leni estaban en la parte de arriba, intentando entrar en la habitación de la rockera y la comediante.

- Hola, Lincoln -saludó de inmediato Leni, cuando lo vio subir las escaleras.

- Hola, Leni. ¿Han visto a Luan?

- Sí, subió corriendo y se encerró en su cuarto.

- Pero, ¿qué le pasó? -se extrañó Lola.

- Ojalá no le haya pasado nada -dijo Lana.

- Su corazón está rodeado de oscuridad. No creo que salga pronto -suspiró Lucy.

- Wwwuuuaaaa -sollozó Lily, preocupada por la hermana que jugaba con ella y la hacía reír.

- Oh, tranquila, Lily -dijo Lincoln, cargándola y tranquilizándola- Ya veremos qué se puede hacer.

Lily siguió lloriqueando, así que Lincoln le preparó algo de papilla y se la dio. Eso la calmó un poco, pero la menor seguía triste. Las hermanas no cesaban de tratar de persuadir a Luan, pero ésta se limitó a decirles que se fueran, que quería estar sola. La dejaron en paz, pero no dejaron de estar atentas.

Lincoln era el que más preocupado estaba, convencido de que había salido corriendo a la casa por una razón. Pero no se le ocurría qué podía ser.

- ¿Será algo que hice? -pensó para sus adentros.

Se acercó él solo a la puerta, y tocó suavemente, intentando de inmediato remediar el asunto.

Toc, toc, toc.

- Luan, ¿estás ahí?

- ¿Lincoln?

- Abre, por favor, estamos muy preocupados y queremos saber lo que te pasa.

- No te incumbe, Lincoln, déjame sola.

- Pero al menos dinos que te sucede, de repente te encierras por cualquier razón.

- Lincoln, vete.

- No me iré hasta que me digas lo que ocurre.

- Lincoln, ¡BASTA!

La súbita cólera de su hermana lo detuvo en seco.

- Es a ti a quien menos le quiero hablar. No quiero verte ni a ti ni a nadie. Ahora déjame sola.

Lincoln no supo qué decir, y retrocedió de la puerta, sumamente dolido.

- ¿Fue algo que hice? -tartamudeó por lo bajo.

No hubo respuesta. Él mismo se fue a su cuarto. Y aunque no cerró la puerta, nadie lo molestó. Las hermanas entendían que una pelea se solucionaba solo entre las personas implicadas. Aunque, por como se veían las cosas, Luan no se veía dispuesta a volver a hablarle a Lincoln en su vida.