Disclamer: Todito de Horikoshi. Yo me voy a abrazar a Shouto y a Izuku.
Beta: Milenrrama.
La poca luz que iluminaba el patio era sólo aquella que emitía la luna. Todoroki estaba apoyado contra una de las paredes de las escaleras del primer piso. Al principio llegó ahí buscando a Midoriya y se quedó en silencio, sin moverse, al verlo entrenar. Corrió escaleras arriba cuando Midoriya terminó de estirarse y empujaba la puerta de vidrio para entrar al edificio; parecía tener una de esas sonrisas que dicen: ¡Qué bien se siente practicar a esta hora!
De debajo de la puerta de la habitación de Midoriya se podía ver el brillo de la luz:
—Yo la dejé apagada… ¿Quién estará ahí? —escuchó a su amigo decir y observó como el pomo giraba rápidamente, abriendo la puerta de par en par.
Todoroki lo vio ahí, estático frente a él, Midoriya ahora estaba de pie bajo el marco de la puerta de su habitación con él de intruso. Todoroki sabía que tenía el cabello revuelto por andar pasándose las manos por encima mientras corría hasta ahí, lo delataba la forma nerviosa en la que se intentaba acomodar las hebras. La expresión confundida y sorprendida de Midoriya antes de cerrar la puerta decía a gritos: ¿Cuándo habrá entrado a mi cuarto?
Todoroki caminó, acercándose a la puerta, y pasó muy cerca de su amigo mientras intentaba alejar la mirada de su cuerpo semi-desnudo. «¿Por qué me pasan estas cosas a mí?». Decidió que lo mejor sería dejarlo a solas para que se vistiera y siguió andando hasta tener una mano sobre el pomo. «No puedo quedarme aquí mientras él siga así».
—¡Boom! —El portazo retumbó en los oídos de Todoroki al quedar aplastado contra la madera. «¿Qué pasó?». Pensó sorprendido con el rostro aún pegado a la puerta; sí, le había dolido.
—Todoroki, no te vayas. —Midoriya tenía acorralado a su amigo—. ¡Por favor!
—Pero no grites, Midoriya. —Se le hizo un poco difícil hablar.
—Lo siento —murmuró separándose unos milímetros.
—Midoriya. —Se le complicó voltearse.
—Todoroki… —Su voz sonaba muy extraña—. No deberías salir ahora.
—Ya todos deben haber oído el portazo —susurró como si fuese una buena excusa.
—Te van a ver si te vas ahora. —Midoriya subió la vista hasta los ojos del chico frente a él, sólo podía ver el de color azul—. Mejor te quedas y te escondes si alguien llega a querer entrar.
—Tienes razón en eso pero… —Todoroki giró el rostro al no poder mantenerle la mirada—. No creo que sea una buena idea —murmuró llevándose una mano al pecho.
—Perdón, no quería hacerte daño —dijo Midoriya retirando sus manos de la puerta.
—No te preocupes. —Todoroki se giró y apoyó la parte de atrás de la cabeza contra la madera.
—Prometo no volverlo a hacer. —Midoriya aún no se alejaba por completo de él.
—Te estaba buscando y, como no te encontré, me quedé aquí a esperarte —mintió Todoroki bajando un poco el rostro.
—Estaba entrenando. —Midoriya intentó volver a posar su mirada en los ojos de su amigo—. Perdona, no te dije nada.
—No te preocupes por eso. —Todoroki quiso ordenar sus ideas antes de decir algo—. Además, soy yo quien tiene que disculparse. Soy tonto… A veces el miedo puede conmigo y me limito a no hacer nada. A veces actúo sin pensarlo bien y termino diciendo o haciendo cosas incorrectas. A veces…
—Todoroki… —Midoriya lo interrumpió acercando sus manos a las de su amigo—. Los dos somos unos tontos. Los dos actuamos mal y nos damos cuenta cuando ya es muy tarde.
—Pero me comporté terriblemente mal contigo cuando estábamos en la cocina, me burlé de ti y eso fue muy irrespetuoso. —Todoroki apretó con fuerza las manos de Midoriya entre las suyas—. Pensé que eso aligeraría el ambiente pero nos separó más.
—Yo pensé lo mismo anoche cuando dije que nos alejáramos y te hice daño. —Midoriya no alejó sus manos de las de su amigo—. No tienes nada de qué disculparte porque ambos hicimos cosas que están mal.
Ambos bajaron la mirada a sus manos, una sobre la otra, estáticas, dejándolos con la respiración entrecortada. Todoroki no se iba a cansar de acariciarle la piel llena de cicatrices y un poco rasposa, no importaba, no le molestaba en lo absoluto porque le recordaba lo mucho que Midoriya lo ha ayudado. «Todo empezó aquella tarde durante el festival. Se lo agradezco mucho».
Todoroki sabía que estaban a un par de centímetros y era consciente de que cualquiera de los dos podría inclinarse pero también estaba seguro que, aunque la idea sonara tentadora, ninguno pensaba hacerlo, no aún; no en ese momento. No sería una buena idea terminar las disculpas dejándose llevar por la cercanía.
—No puedo creer que hasta el interruptor de la luz sea de All Might. —Todoroki intentó cambiar de tema, riéndose suavemente mientras lo decía.
—Me traje las cosas que usaba en mi cuarto. —Midoriya ya empezaba a ponerse rojo de la pena, abrió los ojos más de la cuenta y se mordió el labio nervioso.
—Me hubiese gustado poder decorar así mi habitación cuando era pequeño —dijo Todoroki encogiéndose de hombros.
—¿Y Endeavor? —Midoriya sabía que estaba tocando su fibra sensible—. Lo siento, pero…—Igual se lo preguntó—, ¿era él quien no te dejaba, verdad?
—¿Cómo iba a entrar algo de símbolo de la paz y la competencia imposible de vencer a la casa del héroe número dos? —Todoroki bajó más la mirada, observando el suelo hasta casi cerrar los ojos—. Imposible.
—Entiendo… —Midoriya esperó unos segundos antes de añadir con una pequeña sonrisa—. Si quieres te doy un par de cosas, tengo muchas.
—No, no —susurró Todoroki negando con la cabeza—. No hace falta.
—Anda, puede ser divertido. —Midoriya estuvo a punto de voltearse para ver qué le podía dar a su amigo.
—Midoriya, ahora no. —Su voz se oyó más triste mientras lo detenía y la sonrisa que intentó plasmar en su rostro no llegó a iluminar sus ojos.
—¿Estabas aquí para algo en específico? —preguntó Midoriya viendo de reojo los pálidos dedos de Todoroki enroscados en su muñeca izquierda.
—Quería disculparme —dijo Todoroki despegando su cuerpo de la madera—. Me puedo ir para que te cambies.
—Alguien puede verte afuera —murmuró Midoriya acercándose más a su amigo para asegurarse de que lo escuchara—. Es mucho riesgo.
Todoroki oyó lo que le dijo pero no pudo procesarlo. Tenía a su amigo, de nuevo, a casi un palmo de distancia y lo que más quería era colocarle una mano en la barbilla para acercarlo y besarlo. «Acabas de descartar la idea para no complicar más las cosas». No podía ignorar lo que sentía. Intentaba no enfocarse en que estaba bien oscuro afuera y que ellos se encontraban demasiado cerca. «Puedo pasar una mano por su pecho sin mayor problema».
Cerró la puerta con seguro con la mano que tenía libre y subió la mirada hasta los ojos verdes del chico frente a él, quién lo observaba sorprendido. Estaba tan cerca que podía ver unas gotas de sudor caer por la frente de Midoriya, siguió una con la mirada hasta que se perdió en su ceja y limpió las pocas que quedaban con la manga de su chaqueta.
Siguió bajando hasta sus pupilas ligeramente dilatadas. «¿Se negará si lo hago?». Todoroki esperaba no haber entendido mal la intensidad de su mirada y se arriesgó a rodearle la cintura con el brazo izquierdo, atrayéndolo hasta que la tela de su chaqueta se pegó a su pecho.
Subió la mano que tenía en su muñeca hasta su cuello, suavemente rozándole el brazo, lentamente delineando sus músculos, disfrutando del momento. Le acarició el hueso de la mandíbula con el pulgar y, antes de arrepentirse, juntó sus labios con los de Midoriya.
No se había percatado antes del color de los ojos de Midoriya. Sí sabía que eran verdes porque le llamaban la atención, pero ahora le parecía que eran de un tono más claro, más aguamarina. Quizás era por el momento o la iluminación, o una mezcla de ambas cosas, y se quedó embelesado mirando sus grandes ojos.
«Me provoca demasiado acortar la distancia y besarlo una vez más, se me está haciendo muy difícil mantener el espacio y no acercarme nuevamente a sus finos labios. ¡Lo deseo!». Todoroki era consciente de lo extremista que podía llegar a sonar pero también pensaba un poco en la tranquilidad que le transmitía su amigo y sobre lo complicada que se volvería su relación si terminaban de cruzar esa delgada línea entre amigos y algo más. «¿Con cuántos besos empezamos a dejar de ser sólo amigos?».
Todoroki creyó que sería una buena idea usar su don pero, antes de poder activarlo, Midoriya se alejó de él cómo si le hubiese quemado muy fuerte. «¿Usé mi singularidad sin querer?». Todoroki pensó que podía haber ido muy lejos por la forma en la que él reaccionó y su corazón dio un vuelco cuando sintió la mano de Midoriya presionarle el pecho, empujándolo hasta recostarlo contra la puerta, y besarlo de improvisto. Tenía que admitir que le llamó la atención la suavidad de los labios de Midoriya. «Anoche no se sentían así». Con eso confirmó que no quería dejar de probarlos nunca.
Sintió la mano de Midoriya pasar de su pecho a su nuca, presionándole el hombro en el camino, y empezó a jugar con los cortos mechones de cabello que se arremolinaban sobre su piel. «¿Qué estás haciendo, Midoriya?». Subió hasta su coronilla y lo relajó con la delicadeza con la que enrollaba las hebras entre sus dedos; sumiéndolo aún más en la necesidad que sentía.
No se apartó de él, consciente de lo lento que movía sus propios labios, de la casi nula experiencia que tenía y de lo fuerte que les latía el corazón a ambos; podía oírlo. Seguía con la espalda pegada a la puerta, respirando erráticamente. No lo pensó antes de acariciar sus labios con la punta de la lengua, humedeciéndolos e, inconscientemente, dándole a entender a Midoriya que aumentaría la intensidad del beso.
Ese sabor ácido que había sentido la noche anterior empezaba a hacerse más claro y, como si fuese un bombillo recién encendido, supo qué olor era. «Mandarina». Pensó suspirando, aún sin dejar de besarlo; quería embriagarse de su esencia. Todoroki se acercó más a Midoriya en un intento de profundizar el beso, le mordió los labios posando la mano en su barbilla para elevarla y así acortar un poco el espacio que él tenía que agachar su cabeza.
Midoriya se alejó y Todoroki no quiso abrir los ojos aún; pensaba que con eso podría guardar más claramente lo sucedido en su memoria. Se arrepintió de esa decisión cuando, luego de unos segundos, vio las pupilas dilatadas de Midoriya y el tono rosado que cubría su rostro. «Le da una apariencia aún más angelical». Ahora podía ver más claramente las pecas que adornaban sus mejillas y le provocó volver a besarlas, contarlas, acariciarlas. Intentó acercarse pero Midoriya lo detuvo, colocándole ambas manos sobre su pecho.
Todoroki quiso preguntarle qué había pasado pero estaba seguro que no podría pronunciar su nombre por mucho que quisiera, así que sólo volvió a posar su mirada en los ojos de Midoriya. «Ahora se ven más oscuros que antes… ¡Me encantan!». Se mantuvo en la misma posición, frente a su amigo y con la espalda contra la puerta, esperando que le dijera algo o le explicara por qué lo detuvo de esa forma. Sabía que la expresión en su rostro podía gritarle que no entendía lo que estaba sucediendo.
De pronto recordó por qué muchas veces quería ser como el chico frente a él. «Siempre se valiente, que nunca nada te de tanto miedo que haga que te quedes paralizado». Aunque esa vez, ni Midoriya parecía seguir su propio consejo. Eso se lo había repetido en algunas ocasiones, muchas durante esas noches en las que hablaban hasta el amanecer, y ahora se dio cuenta que les tomó un momento íntimo entre ellos para no cumplirla.
La presión de las manos de Midoriya sobre la tela de su chaqueta disminuyó cuando las alejó y pasó una de ellas a su muñeca derecha, tirando de él para que lo siguiera. Se detuvieron frente al escritorio y su mirada se posó en el único cuadro que no tenía un portarretratos de All Might. «Somos nosotros». Era una foto de ellos dos en la sala común aunque no entendía de dónde había salido dicha imagen. Midoriya estaba sentado sobre uno de los apoyabrazos de los sofás y él observaba atentamente el suelo a su lado.
—La tomó Taneo Tokuda cuando vino a entrevistarnos —susurró Midoriya agarrando el marco.
—Ese día estuviste ignorándonos más de lo normal. —Todoroki no pretendía que sonara a reclamo.
—Fue un día extraño. —Midoriya le tendió la fotografía—. ¿Recuerdas sobre qué estábamos hablando esa tarde?
Todoroki negó tomando el metal plateado y se dedicó a detallar cada parte de la imagen. Primero notó lo que le parecía más común: el sofá verde, sus uniformes del colegio, la corbata mal amarrada de Midoriya, las tazas de té que estaban encima de la mesa, los mechones rojos de su cabello que se habían mezclado con los blancos…
—Me estabas contando sobre cómo jugabas a que eras All Might con tú mamá. —Todoroki giró el rostro cuando se acordó de lo que él le había dicho.
—Aún no sé qué me llevó a hablarte de eso… —Midoriya tenía la vista fija sobre el escritorio—, pero me alegra haberlo hecho.
—Tuviste una infancia muy bonita, Midoriya —susurró al mismo tiempo que se le entristecía la mirada.
—No todo lo fue —musitó justo cuando Todoroki guardó silencio.
—Pero tenías una familia unida. —Su tono estaba impregnado de dolor y enfado—. Me gustaría poder decir lo mismo.
—Oye, Todoroki. No pienses en eso. —Midoriya volteó a verlo—. Puedes tener las mismas experiencias ahora.
—No lo sé, Midoriya. —A Todoroki no le gustaba hablar de esos temas porque significaba dar más detalles de los que estaba dispuesto.
Parecía que Midoriya empezaría a murmurar en cualquier momento, casi podía ver una idea formándose en su mente, pero no pudo conocer su plan hasta que lo vio alejarse de él en dirección a la cama. Se sentó sobre ella y se tapó hasta la cabeza con la manta. Todoroki sólo veía una pequeña montaña azul, roja y amarilla, por los colores de la frazada de All Might, y sonrío con la imagen que tenía frente a él.
—¡Ayuda, estoy en peligro! —dijo Midoriya actuando el hecho de que tuviese que estar gritando, simulando que estuviese en un predicamento.
—¿Qué haces, Midoriya? —preguntó soltando una corta risa.
—Pobre de mí, ¿no hay ningún héroe cerca? —interrogó, aún escondido bajo la colcha.
Todoroki no sabía qué hacer. Le parecía chistoso lo que estaba haciendo Midoriya y, al saber que no estaba realmente en peligro, se había quedado de pie al lado del escritorio; esperando a ver si se le ocurría algo.
—No puedo respirar… —susurró Midoriya, de verdad sonaba como si alguien lo estuviese ahorcando. «Vamos a seguirle el juego».
Todoroki elevó su mano derecha y pretendió lanzar hielo a su oponente imaginario, inmovilizándolo en su fría prisión. Se subió a la cama y le sacó de encima la cobija a Midoriya antes de tenderle una mano para ayudarlo a escapar. Lo bajó de la cama a él primero, como un buen héroe, elevándolo un poco para no arrastrarlo sobre el colchón, y lo dejó en el suelo, alejando las manos de sus caderas cuando vio que sus pies tocaban el piso.
—Muchas gracias, usted es mí héroe —dijo justo antes de que lo soltara.
—Aléjese de aquí, yo me encargo del villano —murmuró Todoroki al mismo tiempo, haciéndole señas para que se fuera.
Midoriya trastabilló al tocar el piso y se hubiese caído al suelo si no fuese porque Todoroki estaba a su lado y volvió a enrollar un brazo alrededor de su cintura, jalándolo hacia él para evitarle la caída. Pero él mismo parecía tener poca fuerza porque fueron a parar juntos al suelo, uno sobre el otro. Todoroki encima de Midoriya.
Enseguida se oyó una carcajada interrumpida por la mano de Todoroki tapando la boca de Midoriya, impidiéndole llamar la atención y haciéndolo abrir desmesuradamente los ojos por la sorpresa. Todoroki podía ver las mejillas de su amigo ponerse rojas y sentir que empezaban a calentarse. «¿Qué estoy haciendo?».
Todoroki tenía una mano apoyada en el suelo, cargando con su peso, y una pierna a cada lado de las caderas de Midoriya, dándole un poco de estabilidad. «Debería levantarme». Las manos de su amigo lo tomaron por sorpresa, quitando la mano que aún le intentaba tapar la boca y acercándolo por el cuello de la camisa.
Su corazón dejó de latir. Todoroki se sintió como si flotara momentáneamente. «¿Qué está pasando?». Empujó ambos brazos intentando alejarse de Midoriya pero él seguía con su mano firmemente agarrando la parte de la camisa que se veía por encima de su chaqueta, y empezó a sentir el calor invadir su rostro.
—Midoriya… —musitó en un tono casi inentendible, sin saber qué hacer.
—Todoroki… —lo imitó él, sin mover ni un solo músculo y manteniendo la mirada fija en sus ojos.
—¿Qué estamos haciendo? —interrogó tragando con fuerza, esperando que él lo iluminara.
—Pensé que esto es lo que querías… —susurró mordiéndose el labio inferior—, ¿no lo es, Todoroki?
—Yo, ehm, no… no lo sé —respondió sin pestañear por no querer perderse ni un segundo del brillo que irradiaba la mirada de su amigo.
El agarre de Midoriya bajó de intensidad, ahora sólo tenía dos de sus dedos rozando muy levemente la tela, casi como si no quisiera alejarse pero tampoco intentara volver a halarlo. En cuestión de segundos, Midoriya movió los dedos hasta el broche de su chaqueta y comenzó a bajar el cierre siguiendo lo que hacía con la mirada.
Estaba a medio camino cuando Todoroki lo detuvo, aprisionando sus dedos con la mano izquierda y haciéndolo levantar el rostro para verlo, intentando descifrar lo que él estaría pensando. «No debe de estar cómodo así sobre el suelo». Todoroki no quería interrumpir lo que hacía Midoriya pero se preocupaba por él. «Es muy duro». Pensó envolviendo su muñeca con sus dedos.
Se puso en pie, levantando a Midoriya con él, y se quedaron estáticos junto a la cama. Ambos con los brazos estirados al lado de sus cuerpos. Todoroki no se atrevía a hacer lo que su cuerpo le estaba pidiendo a gritos; le daba miedo sucumbir. Podía percibir el ligero temblor del labio inferior de Midoriya indicándole que en cualquier momento se rompería. «¿Qué hice? Por favor, que no llore ahora».
Desvió la mirada de sus ojos, no quería verlo tan cerca y menos si se rompía. Cada vez que sabía que Midoriya estaba llorando, no aguantaba la sensación que lo invadía, no soportaría que él lo viese con los ojos vidriosos. «¿Cómo hace para que me sienta así?». Todoroki estaba al borde de los nervios, inmóvil y sin pronunciar palabra, observando fijamente las patas de la cama; esperando que algo sucediera.
Midoriya se sorbió los mocos antes de levantar una mano y acercarla al rostro de Todoroki, sobresaltándolo por el contacto, haciéndolo dar un par de pasos hacia atrás mientras colocaba su propia mano donde él lo había tocado. No se arriesgó a subir la mirada al ser consciente de las lágrimas que comenzaban a caer por sus mejillas, obligándolo a voltearse; dándole la espalda a su amigo.
El silencio se mantuvo hasta que Midoriya se acercó a él y lo abrazó por la espalda, resistiendo cuando Todoroki intentó alejarlo. «Me avergüenza que me vea así». Todoroki observó las manos de su amigo entrelazarse sobre su pecho y curveó los labios en una triste sonrisa, dejando de respirar por un momento. «Con él no puedo dejar de sonreír».
Todoroki, aunque seguía teniendo miedo, se rindió al sentimiento. Deshizo el abrazo de Midoriya al separar sus manos y girarse por completo. Lo haló hacia él por los hombros y pasó los brazos de su amigo por debajo de los suyos, apretándolo contra su cuerpo lo más fuerte que había hecho nunca. Sin reparos ni arrepentimientos, sólo quiso conseguir en ese abrazo aquello que necesitaba, eso que llevaba tanto tiempo anhelando pero que no se habría dado cuenta si no hubiese sido por lo que había hecho con él la noche anterior.
«¿Por qué tiene que ser él?». No era la primera vez que Todoroki pensaba eso y tampoco sería la última. No sabía si era lo correcto o no, ni quería pensar en ello en ese momento. Prefería omitir el sentimiento que comenzaba a formarse en su pecho. «¿Qué hizo para llevarme a esto?». Intentó con todas sus fuerzas no tragarse las lágrimas y sacar de su garganta los sollozos que se habían atorado.
Lo podía oír hacer lo mismo. Lo sentía en el frío que acechaba su hombro derecho, dónde Midoriya escondía el rostro, mojándole la tela de la chaqueta con sus lágrimas. «Yo estaré empapándole el cabello». Lo abrazó aún más fuerte, a punto de levantarlo en el aire.
Este es el quinto capítulo...
Se me hace añicos el corazón, lo admito.
Espero que les haya gustado, los leo en la cajita de comentarios.
