Hola! he aquí con el cap 5!
"Esta historia no es mía, es una adaptación de un libro de la colección Harlequin "Julia" cuya autora es Sarah Holland. Asimismo, los personajes de Naruto no me pertenecen sino que al gran Masashi Kishimoto"
Deseo Peligroso
Capitulo 5:
Al día siguiente, Sakura despertó sintiendo que su vida había cambiado de manera profunda y compleja. La habitación le pareció diferente, sentía la piel renovada, incluso los sonidos de Montecarlo al otro lado de las puertas de su terraza parecían ser más vibrantes y excitantes.
Recordó la conversación que había tenido con Sasuke en la cama y le dio un vuelco el corazón de amor y deseo. Él pareció comprenderla muy bien. El recuerdo del cuerpo masculino junto al de ella bastó para que sintiera que se acaloraba y que volvía a sentir sus caricias y la dureza viril junto a los muslos. De pronto recordó lo que él había dicho: "Sigo haciendo todo lo posible para asegurarme de que algún día te amaré como es debido". El cariño y el deseo en ella desaparecieron al instante. No pudo habérselo dicho con más claridad. Él había hurgado en su doloroso pasado sólo por un motivo: el sexo.
Sakura se levantó, decidida a no permitir que él la dominara de ninguna manera. Fue al baño, se duchó, se vistió y se dirigió al salón en busca de su amiga.
— Hola… —Ino estaba en la terraza y la observó con una mirada culpable—. Lamento lo de anoche…
— No te disculpes —dijo Sakura con voz ronca y con el rostro encendido—. No fue culpa tuya y, además, sólo me preocupa que te hayas molestado por lo que viste —se sentó en una silla frente a su amiga y la observó con recelo—. Debió ser terrible para ti verme en…
— Ay, no, Sakura —Ino se obligó a sonreír—. ¡Estoy encantada de que tú y Sasuke se entiendan!
— ¿De veras? —movió su café con leche.
— Sí, sabía que le interesarías. Eres un cóctel letal de todo lo que más admira en una mujer.
— Ay, lo lamento —se disculpó cuando se le cayó la cucharita.
— ¿Sucede algo malo? —Ino vio que se agachaba para recogerla y que al enderezarse de prisa y nerviosa se golpeaba la cabeza con la mesa.
— No, nada —respiró hondo—. Yo… por cierto, ¿dónde está él?
— En el trabajo, por supuesto. Y eso me recuerda que me ha pedido que te diga que el almuerzo está confirmado.
— ¿De veras? —a Sakura se le aceleró el corazón.
— Sí, ha dicho que tienes que llegar a la una y que le digas tu nombre al recepcionista. Enviarán a alguien para que te lleve a su lado.
Sakura se sintió como si fuera un sacrificio y se enfadó. ¿Qué le hacía pensar a Sasuke que ella se presentaría para almorzar con él? Ni siquiera le había preguntado si ella quería hacerlo ni si tenía otro compromiso.
— No creo que vaya —masculló.
— ¿Qué…? —preguntó Ino intrigada—. No lo dices en serio. A él no le agradará, Sakura. Pocas veces cita a alguien para almorzar, odia que lo interrumpan en el trabajo. Además… creía que todo marchaba bien entre ustedes.
— Bromeaba —se obligó a sonreír—. ¿Has dicho a la una? Me encontraré con él. Mientras tanto, ¿qué haremos por la mañana?
Sakura escuchó a medias mientras observaba a su amiga. ¿Qué tenía Sasuke planeado para ella durante el almuerzo? Seguramente no trataría de seducirla en la oficina.
Más tarde, Ino y ella dieron un largo paseo por el muelle, dejando atrás los brillantes yates con el trasfondo de la roca de Mónaco más lejano. Luego subieron por un empinado sendero hasta el Museo Oceanográfico. Llegaron jadeando.
— Lo fundó Alberto I en 1910 —le informó Ino después de comprar las entradas, mientras caminaban por el museo—. Fue nuestro príncipe científico. Le encantaba el mar y ganó premios internacionales por sus exploraciones y descubrimientos.
El museo era impresionante e interesante con los esqueletos de peces de aspecto extraño, algunos de ellos atemorizantes por su gran tamaño. Vieron una exhibición del equipo de buceo de Jaques Cousteau que incluía a su submarino. Terminaron la visita en el sótano, donde el gigantesco acuario estaba iluminado en tonos de azul y verde, parecidos a las partes más profundas del mar y donde nadaban peces raros y maravillosos.
Caminaron de regreso a Montecarlo y se dirigieron al Hotel Uchiha, que se encontraba en la primera sección de la avenida princesa Grace.
— ¡Ya hemos llegado! —anunció Ino en el rellano inferior de los escalones blancos que conducían al prestigioso hotel, con sus puertas de cristal y adornos dorados y portero vestido de librea—. Es el segundo hogar de Sasuke. ¡El negocio de la familia, el Hotel Uchiha! —se rió y se volvió—. Hasta luego.
Sakura se encontró al entrar con columnas de mármol, techos altos y arañas de luces brillantes. De una pared colgaba el gran retrato de la princesa Grace y otro de la princesa Carolina. La brisa exterior hacía ondear la bandera monegasca roja y blanca.
— Sakura Haruno —anunció al llegar al escritorio del recepcionista—. Tengo cita con monsieur Sasuke Uchiha.
— Haga el favor de tomar asiento, mademoiselle Haruno —el hombre abrió mucho los ojos—. Inmediatamente avisaré a monsieur Uchiha.
Ella se acercó a un bello sillón antiguo y se sentó para observar a los huéspedes ricos y bronceados del hotel que se encontraban en el vestíbulo. Recordó el artículo que había leído sobre Sasuke en el Paris-Match, donde hablaban de su habilidad en los negocios, su ambición y el empuje que tuvo para convertirse del heredero de un hotel fabuloso en Mónaco a uno de los hoteleros más importantes del mundo, en sólo diez años. ¿Cómo era posible que un hombre tan tenaz y admirable en los negocios fuera un cerdo con las mujeres? Era un vulgar seductor que no pensaba en nada más que el sexo cuando se trataba de mujeres. La noche anterior se lo había demostrado con mucha claridad.
— ¿Mademoiselle Haruno? —le preguntó un hombre alto de traje oscuro—. ¿Hace el favor de seguirme? Monsieur Uchiha la espera.
La condujo a través del suelo de mármol alfombrado al ascensor del presidente del hotel y por un piso de lujosas oficinas hasta que llegaron al salón de conferencias.
— Tome asiento, por favor, mademoiselle Haruno —dijo su acompañante al tiempo que abría las puertas—. Monsieur Uchiha no tardará en venir.
Ella entró al salón con paredes de madera y oyó que la puerta se cerraba. Una mesa gigantesca de caoba dominaba el salón. Dos de las paredes eran ventanas con vista a Montecarlo de un lado y al mar del otro.
Era la una en punto. Sakura se sentó a la cabecera de la mesa y su corazón perdió el ritmo mientras esperaba para verlo de nuevo.
De pronto, la puerta de la derecha se abrió y Sasuke Uchiha entró.
— Ça va, chérie? —preguntó con tranquilidad, formidable con un traje gris claro—. Estás preciosa con ese vestido. ¿No te alegra verme? Dame un beso…
Bajó la cabeza y el pulso femenino se desbocó cuando le dio un beso en los labios.
— ¿Por qué me has invitado a venir aquí? —preguntó Sakura cuando él se enderezó—. ¿Sin previo aviso?
— Tomé la decisión de la noche a la mañana —respondió al sentarse en el borde de la mesa frente a ella con una pierna doblada—. Después de nuestra conversación de anoche en la cama…
El rostro de Sakura se encendió por el enfado; sabía que exactamente así lo había recordado ella esa mañana y le molestó.
— Hazme el favor de no decirlo así, como si fuéramos amantes.
— ¿No lo somos, chérie? —murmuró sonriendo con malicia—. Estoy seguro de que recuerdo que anoche me arrancaste la camisa…
— Mira… la verdad es que casi no nos conocemos y no tenías derecho a obligarme a venir aquí hoy —balbuceó.
— Pero estás aquí —sus ojos brillaron—. ¡Además, estás sentada en mi sillón!
— Desde luego, ocuparé otro —curvó las manos con furia sobre los brazos del sillón en la cabecera de la mesa.
— No, quédate ahí —sonrió burlón—. Me gusta estar encima de ti. Por cierto, ¿ya has almorzado? A mí la comida me parece un poco mundana, pero puedo pedir que te suban algo. El chef es excelente. Lo saqué de un hotel de París, con lo que agregué unos puntos a mi infame reputación —se rió.
— No tengo hambre —masculló odiándolo.
— Entonces, ¿una bebida?
— No, gracias.
— Hoy estás de muy mal humor —sonrió tranquilo—. Estoy impaciente por ver con cuánta fuerza me darás una bofetada cuando veas los regalos que he comprado para ti.
— ¿Regalos…? —repitió ella despacio y agitó las pestañas.
— Sí —a Sasuke le brillaron y sonrió—. Pediré que los traigan, ¿de acuerdo? —extendió el brazo hacia el teléfono.
— ¡No te molestes! —la chica echó chispas por los ojos—. ¡No quiero regalos de un hombre como tú! ¡No podrás comprar el camino hacia mi cama!
— Hazme el favor de no insultarme —dijo él con severidad—. ¿A caso parezco el tipo de hombre que necesita comprarse el camino hacia la cama de las mujeres bellas? ¿Qué te pasa?
— No he querido decir eso. Pero sabes que no te deseo y parece que estás decidido a poseerme. ¿Qué se supone que iba a pensar cuando has dicho que me has comprado unos regalos?
— Tienes razón —entrecerró los párpados—. Estoy decidido a poseerte, pero debo tomar en cuenta todo lo que dijiste anoche. Te causaron mucho daño. Destrozaron la confianza en tu sexualidad. Tu seguridad en ti misma como mujer es casi inexistente.
— ¡Por favor, deja de decir eso! —gritó, sintiéndose humillada—. ¿No te das cuenta de que eso hace que me sienta peor?
— Hmp —sonrió—. Ahí es donde mis regalos son efectivos —volvió a extender una mano, levantó el teléfono y marcó un número—. Uchiha… sí, tráiganmelos.
— Sean lo que sean, no los aceptaré —lo observó a través de las pestañas.
— Entonces tendré que pedir que los lleven al apartamento, chérie.
Llamaron a la puerta y la abrieron después de que él ordenó que entraran. Aparecieron dos hombres y cada uno de ellos llevaba una gran caja cuadrada que dejaron sobre la mesa, al lado de Sasuke y frente a Sakura antes de salir en silencio.
— Toma —Sasuke le acercó una de las cajas—. Ábrela.
La caja era grande y pesada. Sakura le quitó el envoltorio con curiosidad y vio que contenía un estuche Chanel. Abrió la cerradura dorada y reveló un surtido de productos, todos Chanel Num. 5.
— Ah… —se quedó mirando las botellas de aceite para el baño y aceite para el cuerpo, y dijo con la boca apretada—: ¿Para qué se supone que es todo esto, monsieur?
— Para aromatizar tu piel —murmuró observándola—. Báñate con el aceite de baño Chanel y después, quizá te animes a espolvorearte el bello trasero… No lo sé, chérie, juega con eso a tu antojo.
— Monsieur, no creo que esto sea un regalo apropiado —declaró mirándolo.
— ¿No? Lástima. Insisto en que lo aceptes. Y ahora… —le quitó el estuche del regazo, lo puso en la mesa y levantó la otra caja para dársela—. Éste es tu segundo regalo.
Era grande y ligero. Sakura rasgó el papel que lo envolvía y vio una caja con el logotipo dorado de uno de los fabricantes más exclusivos de ropa interior.
— ¡Dios mío! —exclamó fuera de sí—. ¿Ropa interior? ¿Cómo te atreves a comprarme ropa interior?
— No te enfades —sonrió él—. Toma… —tiró de la tapa de la caja—. Ábrela. ¿No quieres ver cómo es? Anda… ábrela y mira, chérie, lo que he elegido para ti.
— ¡Esfúmate! —masculló al empujar la caja hacia él—. Nunca en mi vida me habían insultado tanto —se puso de pie—. ¿Cómo te atreves, cómo?
— ¡Siéntate! —él también se puso de pie y le agarró una muñeca.
— ¡No, no puedes comprarme este tipo de cosas, casi no te conozco! A penas te conocí…
— ¡Y ya me has revelado más de lo que le has contado a otro hombre en toda tu vida! Anoche me revelaste tus secretos más íntimos. ¿Puedes decir, con toda franqueza, que no me conoces?
Sakura no pudo contestar.
— Ahora, siéntate, chérie. Anoche dejé de ser un extraño para ti cuando me convertí en tu amante.
Sakura sintió que su corazón se encogía por la emoción. Bajó los ojos hacia los de él sin poder confirmar o negar lo que él había dicho; sólo era consciente de que era verdad y de que no podía retractarse de la intimidad que habían compartido.
Se sentó temblando y él la acarició antes de soltarla. Sasuke volvió a sentarse en el borde de la mesa y la observó en silencio.
— Tu regalo, chérie… —levantó la caja y se la entregó.
Sakura la miró enfadada durante un segundo y la abrió con actitud rebelde. Sólo vio el papel de china, el cual se desplazó.
Contuvo el aliento al ver las bellas prendas de seda y encaje, en colores que quedarían perfectamente con el tono de su piel y su pelo: marfil, rosa pálido, azul celeste, crema e incluso negro.
Él la observó sonriendo.
— Yo mismo he elegido cada una de las prendas. A las diez, tan pronto como abrieron las tiendas esta mañana.
— No has debido hacerlo —murmuró sin dejar de mirar, con disimulado placer, las exquisitas prendas interiores.
— Ah, chérie —dijo con lentitud—. Hacía mucho tiempo que no compraba ropa interior para una mujer bella.
— No finjas que esto no es sólo un juego que has jugado cientos de veces. No te creeré —lo miró a través de las pestañas con temor de creerle.
— No te culpo —esbozó una sonrisa al deslizar los dedos por la seda y el encaje de las prendas—. Pero disfruté al elegirlas para ti, chérie.
— Las odio y no las aceptaré —se le aceleró el pulso.
— Más te vale aceptarlas porque, ¿qué haría yo con ellas?
— Podrías dárselas a tu rubia —sugirió irritada.
— ¿Mi rubia…? —preguntó intrigado.
— ¿Tan pronto la has olvidado? —la acometieron unos celos salvajes—. Demuestra que eres muy distraído puesto que anoche la estabas besando en el vestíbulo del Hotel de París.
— ¿Anoche? —se la quedó mirando—. ¿Nos viste…? ¿Por qué no lo has mencionado antes?
— Porque no me interesa si tienes diez millones de rubias, siempre y cuando me dejes en paz —levantó la cabeza.
— Chérie —sonrió—. ¿Diez millones? ¡Exageras! Permite que te hable Louise Delavault. Es una vieja amiga de la familia y no tienes motivos para tenerle celos.
— Por favor —dijo riendo, enfadada—. No estoy ni remotamente celosa y no creo que ella sea sólo amiga tuya.
— De cualquier manera… —esbozó una sonrisa—. Insisto en que te quedes con las cosas bellas que te he comprado. Uno de mis hombres las llevará al apartamento más tarde…
— ¡Ya te he dicho que no las quiero!
— Quizá cambies de opinión si te vas a casa y juegas con ellas durante la tarde.
— Lo dudo —echó chispas por los ojos—. De hecho, si pides que lleven esas cosas al apartamento en contra de mis deseos, las tiraré al cubo de la basura.
— Hazlo —masculló él entre dientes—… Y me verás realmente enfadado. Y no te agradará, te lo aseguro.
Sakura sintió que él la intimidaba, pero se negó a hacérselo notar.
— ¡No me acobardarás, ni permitiré que me intimides hasta el punto de seducirme! Sin embargo, comprendo que te has tomado muchas molestias y que sería muy grosera si echara todo eso a la basura.
Él sonrió burlón.
— Pero no creas que me has vencido porque yo…
— ¡Shh! —le tocó una mejilla con una mano—. No más discusiones. Vete a casa y espera a que lleguen los regalos. Piensa en el placer que tuve al elegirlos para ti.
Sakura agitó las pestañas y asintió nerviosa.
— Me dará más placer aún ver que esta noche, cuando regrese a casa del trabajo, me las enseñes puestas.
— Debes estar loco —masculló—. ¡No me pondría ninguna de esas ridículas prendas y menos me pasearía con ellas para ti!
— Creo que me darás ese gusto, chérie —murmuró y deslizó la mano al cuello de la joven—. Sobre todo si pasas la tarde pensando en ello. Y quiero que me prometas que no pensarás en nada más.
— ¡Las meteré al fondo del armario!
— Pero antes las sentirás junto a tu piel.
— ¡No, nada de esto me gusta! No me gusta lo que está sucediendo entre los dos…
— Se debe a que luchas contra ello. Es normal tener miedo cuando se llega al último obstáculo. Muchos de los caballos de carreras más veloces también se rebelarían. Sobre todo aquellos muy nerviosos a quienes han maltratado.
Los ojos verdes se clavaron en el fuerte rostro masculino.
— Necesitas que te guíe una mano experta —murmuró él—. Vete a casa, chérie, y piensa en lo que te he dicho. Observa las cosas que te he comprado y espérame en tu habitación a las siete.
Sakura se puso de pie y salió sin decir nada más, cerró la puerta con furia a su espalda.
La luz del sol la cegó cuando salió del hotel. El mar se divisaba al fondo y las calles estaban llenas de vehículos.
No encontró a Ino cuando llegó a la casa. Madame Dusort escuchaba la radio en la cocina y tarareaba la melodía que transmitían mientras horneaba pan.
— Ça va, madame! —dijo Sakura al entrar en la cocina—. ¿Ino le dijo adónde iba?
— Al club de campo para un partido de tenis —le informó madame Dusort sonriendo alegre—. Creo que estará fuera toda la tarde.
Sakura asintió, se preparó un ponche de frutas y salió a la terraza para contemplar Montecarlo y darle rienda suelta a su furia contra Sasuke por su increíble insolencia.
Veinte minutos después sonó el timbre de la calle. Sakura se tentó irritada, consciente de que era posible que fuera una entrega para ella, y como era de esperar, madame Dusort gritó:
— Una entrega para usted, mademoiselle. ¿Dónde pongo las cajas?
— En mi habitación, por favor —contestó con el rostro encendido.
Trató de quedarse en la terraza y olvidar la curiosidad, pero después de quince minutos la tentación de tanta sensualidad la llevó a su dormitorio, donde no tardó en acercar la bella ropa interior a su piel para sentir la seda, el encaje…
Él no regresaría casa antes de las siete. Sakura dirigió la vista al estuche Chanel. Hacía años que no se había bañado con tanta sensualidad hedonista. De pronto tuvo unas ganas imperiosas de hacerlo.
A las tres, languidecía en la bañera con el aceite de baño Chanel. Se sintió tan bien cuando salió del agua que tuvo que tocar la borla para el polvo. Sonrió acostada desnuda en la amplia cama y jugó con la borla. Se la llevó a la nariz y aspiró el suave aroma; finalmente se espolvoreó todo el cuerpo. Sus ojos se dirigieron a la ropa interior.
Tenía un intenso deseo de probárselo todo.
Se deslizó desnuda y aromatizada de la cama y se dirigió a la mesa antigua donde se encontraba la caja con el logotipo dorado y un segundo después se ponía una prenda de una sola pieza, maravillada por su belleza mientras el ventilador ronroneaba y ella acariciaba la seda y se volvía una y otra vez frente al espejo. Pensó que él había elegido muy bien…
Llamaron a la puerta.
Sakura dio un salto, y con el corazón acelerado corrió a la cama para levantar su bata y ponérsela. No quería que madame Dusort viera lo que estaba haciendo.
— Adelante —dijo titubeante al atarse el cinturón de la bata.
La puerta se abrió.
Sasuke entró tranquilo y Sakura se quedó boquiabierta al verlo y sentir que él la observaba mientras cerraba la puerta y se apoyaba en ella.
— ¡Dios mío…! —le faltaba el aire y el corazón resonaba en su pecho—. ¿Qué haces aquí? Apenas son las cuatro y dijiste…
— Cambié de opinión.
— Lo premeditaste. Sabías que yo…
— Que no podrías resistirte —asintió con las facciones tensas debido al deseo—. Ah, sí, chérie, lo sabía. Y cuando llamé hace veinte minutos, madame Dusort me informó que te estabas bañando, así que salí de inmediato.
Sakura se estremecía.
— No acostumbro a salir del trabajo antes de tiempo. De modo que debes darte cuenta, chérie, de que tengo muchos deseos de saber qué llevas puesto debajo de la bata…
Sakura pensó que se desmayaría porque el corazón le latía con mucha fuerza.
— No llevo nada puesto.
Él se rió nervioso y caminó hacia ella.
— ¡No! —dio unos pasos atrás—. ¡Aléjate de mí!
Él extendió los brazos y agarró por la cintura.
— No luches contra mí —murmuró al sentarla en la cama, al lado de él y observar el cuello abierto de la bata—. Déjame verte, chérie —tiró del cinturón.
— ¡No! —Sakura trató de agarrar el cinturón, pero él abrió la bata, con lo que reveló la prenda íntima de seda roja.
Sasuke observó el cuerpo femenino y respiró hondo.
— Sí… ése es también mi favorito.
— Ay, Dios… —Sakura se estremeció con el cuerpo encendido, los ojos cerrados y los brazos extendidos.
— Quítate la bata, chérie —murmuró él ronco.
— ¡No! —exclamó con el pulso acelerado.
— No quiero quitártela a la fuerza —murmuró excitado—. Eso destruiría la sensualidad que he creado...
— Si me la quito lo tomarás como una invitación a hacerme el amor y no permitiré que lo hagas.
— Sin duda lo tomaré como una invitación a besarte —respondió él—. Pero te juro que no te tocaré de manera íntima a menos de que me lo pidas. Te lo prometo, chérie. No me valdré de la fuerza física contigo.
Despacio, Sakura se deslizó de los hombros la bata, que cayó suavemente al suelo.
Sasuke respiró hondo, tembloroso y sin dejar de mirar el cuerpo femenino que también se estremecía.
— ¡Eres tan bella! —deslizó una mano a la cintura de ella sin dejar de admirarla—. Ah, Sakura…
Ella lo miró y sin darse cuenta se humedeció los labios con la punta de la lengua.
Gimiendo, él la abrazó y bajó la cabeza para darle un beso largo, lento y sensual que la hizo gemir desvalida. Ya no pudo luchar contra el deseo sensual que le llenaba las venas mientras le abrazaba el cuello y entreabría los labios.
De pronto, él se deslizó sobre la cama, exigiendo más con la boca y respirando con dificultad porque el cuerpo sensual, cubierto de seda, estaba dispuesto a ceder debajo de él.
— Sasuke… —murmuró ella con la boca hinchada, acariciándole el pelo. Permitió que le entreabriera las piernas mientras él se movía despacio junto a ella para acomodarla con sensualidad. Estaba atento a los gemidos delirantes de ella.
— ¿Deseas que te toque, chérie? —preguntó junto a su boca.
— Sí, sí… —se oyó decir Sakura. Un segundo después sintió que las manos masculinas le acariciaban los senos doloridos a través de la seda.
La boca de Sasuke le quemaba los labios, sus manos le descubrieron los senos y se los acariciaron para excitarla aún más.
Ella deliraba, estaba tan incitada que no pudo reprimirse en tanto se balanceaban de manera instintiva. Luego sintió que él deslizaba la mano por sus muslos y que la subía hasta que llegó al centro pulsante de su cuerpo.
Gritó cuando la mano de él le tocó suavemente la tela rosa que ocultaba la carne caliente y húmeda que ningún hombre había tocado en tres años.
De pronto, él gimió ronco por el deseo. Le acarició la prenda de seda en los hombros, la besó de nuevo, y deslizó la seda hasta la cintura.
— ¡Ay, Sasuke! —murmuró presa de la pasión y estremeciéndose por el placer sensual que causaban en ella los dedos que le acariciaban la parte interior de los muslos, que lo invitaban a llegar hasta el calor que se encontraba junto a la seda húmeda.
— Ah, je te veux! —Sasuke respiró hondo para llenarse los pulmones de aire—. Te deseo tanto que estoy ardiendo.
Él empezó a quitarse la corbata con manos temblorosas, el rostro encendido y los ojos ardiendo. Luego se quitó la chaqueta.
— ¿Qué haces? —Sakura sintió que emergía del sueño sensual y lo miró horrorizada—. Dijiste que no…
— ¡Me pediste que te tocara! —respondió ronco—. Me lo pediste —expulsó el aire con mucha excitación—. Sakura, permite que te haga el amor…
— ¡No! —murmuró ronca y horrorizada.
— ¡Sí! —insistió tembloroso con fuego en la mirada y se apoderó de los labios femeninos para darle un beso profundo.
— ¡He dicho que no! —comenzó a luchar contra él, cegada por el temor. Le golpeó los hombros y trató de arañarle la cara.
— ¡Está bien, está bien! —alejó la cabeza, le agarró las muñecas y las presionó contra la cama para observarla con furia—. No te violaré; cálmate.
Ella sollozó con la boca temblorosa y lo miró. Le latía el corazón aceleradamente porque se había dado cuenta de lo fácil que fue perder el control, que así sucedía siempre con Sasuke y que así sucedería en el futuro. El deseo de ella por él se estaba volviendo muy peligroso.
— ¿Por qué no me permites hacerte el amor? —preguntó él—. Sabes tan bien como yo que soy el único que puede darte todo lo que necesitas.
— Porque no es todo lo que necesito —sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas—. ¡También necesito cariño!
— Ah, sí… l'amour —murmuró Sasuke después de observarla en silencio y sonreír burlón—. ¡Me preguntaba cuándo mencionarías ese tema!
— ¿Qué tiene de malo ese tema? —preguntó Sakura.
— Nada. Pero no hablaré de eso en la cama contigo —se alejó de ella, se levantó de la cama y se paso una mano por el pelo. Su rostro estaba muy serio—. Levántate y vístete, vamos a salir.
Hasta aquí el quinto capítulo
Nos leemos mañana!
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