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SASUKE
De un momento a otro, me rescatarían.
Obito entraría como una tromba en el complejo con nuestros hombres, mataría a Tristan y desataría las cuerdas que me unían las muñecas. Podría volver a ver a mi esposa, conocer a mi hijo o a mi hija. Podría abrazar a Botón hasta que por fin dejara de llorar. Cuando fuera a buscarla a Grecia quizá me quedase unas cuantas semanas, tomándome unas largas vacaciones.
Sólo tenía que aguantar un poco más.
Tenía el rostro cubierto de sangre seca, todavía me martilleaba la cabeza y sentía un terrible dolor en el abdomen debido a las lesiones internas que me habían provocado.
Pero me sentía muy animado... porque sabía que aquello terminaría pronto.
Obito había sido un genio al llamarme. Encontró una manera de obtener la información que necesitaba sin ayuda de mi rastreador. No me había dado por perdido. En cualquier momento, pondría su vida en peligro para sacarme de allí.
Se abrió la puerta y entró Tristan, con su habitual mueca elevada en una sonrisa. Uno de sus hombres colocó la silla frente a mí para que pudiera sentarse.
―¿Sabes cuál es el mayor defecto de tu hermano?
Lo miré fijamente con el único ojo que podía abrir.
―La arrogancia. Cree que no hay nadie más listo que él. ¿Y sabes qué? Tú también eres un arrogante.
Guardé silencio, sabiendo que no tenía sentido mantener aquella conversación. En algún momento en las próximas horas, Tristan estaría muerto. Yo sería el que bajaría la vista para mirar su cadáver... y para escupir en él.
―¿Crees que no sé de qué iba realmente vuestra conversación?
El optimismo que había sentido se evaporó de repente como una gota de agua en una sartén caliente. Hice todo lo posible para controlar mi reacción, y sólo lo conseguí gracias a todos mis años de práctica. Sabía poner la mejor cara de póker del negocio, pero mis habilidades estaban siendo puestas duramente a prueba en aquel momento.
―¿Crees que iba a subestimar lo unidos que estáis los Uchiha? ―preguntó―. Sabía que Obito intentaba engañarme. Sabía que sólo estaba intentando descubrir dónde estabas. Me alegro. Porque se va a meter aquí con unos cuantos hombres... mientras que yo tengo un centenar. Voy a enviar a ese gilipollas al infierno a balazos. Cuando haya terminado con él, te mataré a ti. A Temari no me será difícil seguirle el rastro y, por último, encontraré a esa despampanante mujer tuya.
Sentí la adrenalina inundarme las venas y me pregunté si habría acumulado la rabia suficiente como para conseguir liberarme de las cuerdas y cadenas con las que estaba atado. Quería partir aquella silla por la mitad y matarlo a golpes con ella. Pero aún existía una posibilidad de que pensara que Obito estaba diciendo la verdad, así que no varié mi reacción. Me tragué la ira y deseé poder cobrarme mi venganza, de un modo u otro. Obito era inteligente. Sólo esperaba que lo fuese lo bastante como para darse cuenta de que se estaba metiendo en una trampa. Él tenía que seguir vivo. Tenía que proteger tanto a Temari como a mi mujer... y a mi futuro hijo.
En aquel momento empecé otra vez a sentir miedo por perder a Sakura.
Estaba a salvo en Grecia, protegida por mis mejores hombres. Tenía la documentación necesaria para permanecer oculta durante tanto tiempo como quisiera. Pero si Tristan no se daba por vencido, era posible que la encontrara algún día. Puede que fuera tan tonta como para ir al centro comercial ella sola. Tristan podía verla con la criatura y percatarse de cuánto se parecía a mí. Afortunadamente, nadie sabía que estaba embarazada aparte de Obito, de Lars y de mí.
Tristan continuó estudiándome, esperando a que picara el cebo que me había colocado en el anzuelo.
―Tu cara no se ha movido, pero sé que el corazón te late a toda prisa. Tus ojos son los mismos, pero hay miedo ahí dentro, muy en tu interior. Eso era exactamente lo que quería.
―¿Has enviado hombres a Serengueti?
Entrecerró los párpados.
―Mira quién está siendo ahora el arrogante. Te he dicho la verdad y no me has creído. Obito no va a venir y mi mujer es vulnerable. Ahora lo único que estás haciendo es perder el tiempo.
Tristan continuó dedicándome aquella mirada agresiva suya con una mueca retorcida en la cara. Se levantó de la silla y la derribó de una patada.
―Estoy deseando follarme a tu mujer por la boca, por el coño y por el culo.
