Por lo menos, hacía una hora que ya estaba en pie, vestida para salir.

Sin duda era algo bastante inusual el que yo estuviera sentada en la mesa con una tostada a medio comer, esperando que llegara una hora oportuna para ir abrir el local un mes de diciembre. Pero se lo debía a Rose. No podía dejar esto inconcluso, con un ambiente amargo entre nosotras.

Por eso, programé una alarma exageradamente antes para no quedarme dormida, y salir sin contratiempos de acá, que por lo que veo, está funcionando. Aunque, no fue muy necesario el que estuviera demasiado tiempo chillando, insistiendo en levantarme, pues esos nervios que me clavé toda la tarde después que se fue Ben no dejaron que mi mente culposa descansara.

Además, también no se lo quise permitir mucho ya que, en un momento en la madrugada, próximo a que sonaran la alarma, el moreno llegó justo cuando fui a orinar al baño, y cuando volví a recostarme, me encontré con un bulto esparcido en la cama profundamente dormido disfrazado de piloto. El pobre estaba demasiado cansado, a tal grado que ni siquiera se dio cuenta cuando le quité los zapatos y lo acomodé para que estuviera más cálido bajo las mantas.

Aun así, no podía calmar mi ansiedad, repasando una y otra vez el cómo iba a empezar a entablar una conversación con la pelinegra, prepararme con la actitud que me iba a recibir, o simplemente lidiar con el ignorarme por el resto de nuestra compañía hasta que alguna de las dos se diera por vencida y decidiera no trabajar más en el local de Maz. Aunque, prefería mantener la esperanza que por lo menos me daría la oportunidad de justificarme, explicarle que fue lo qué pasó aquel día con toda esa incómoda platica.

Ya terminado mi desayuno, miré la hora, marcando una hora prudente para marcharme. Rose era madrugadora, siempre llegaba mucho antes, incluso más que la propia dueña.

Me demoré menos de lo que tenía presupuestado. Tal parece que mis piernas estaban algo inquietas por llegar cuanto antes. Quité la reja, encendí las luces, arreglé la tienda para que nada nos quitara tiempo para conversar, y esperé a que la pelinegra se manifestara tras ese ventanal, anhelando que fuera más temprano que tarde, ya que la ansiedad me estaba comiendo por dentro.

Por fortuna, mis suplicas fueron escuchadas, pues la pelinegra a los breves minutos que dejé todo listo para que llegaran las mujeres, ella ya estaba abriendo la puerta para encaminarse a una nueva jornada laboral con rostro perplejo.

-¿Buenos días Rey?. –

-Buenos días, Rose-

Por un eterno momento, nos quedamos mirando con facciones notorias de incomodidad, una que nunca habíamos tenido en toda nuestra estancia y compartir en este local que vio florecer nuestra amistad.

-¿Estás bien?-.

-Sí…- me retracto con nerviosismo de por medio- ¡No! Quiero decir…- Respiré profundo, se me habían revuelto los pensamientos -Mejor…¿Vamos a la bodega?-

Rose no dijo absolutamente nada, sólo afirmó con un asentir con su cabeza, y se dispuso a seguirme para que conversáramos más íntimamente en la bodega, ese lugar que ha estado siempre presente escuchando todas nuestras anécdotas.

-¿Qué sucede Rey?-

-Rose yo…- tomé aire.- Lo qué pasó…-

-No te preocupes por..- no la dejé terminar.

-Sí, me preocupo Rose.- fruncí el ceño, ¿cómo no me iba a preocupar?- Solo… déjame explicarte.-

Me iba a refutar la morena, pero se quedó con la oración a medio camino. Quería escucharme, saber cuáles serían mis palabras.

-Rose…- volví a tomar aire. -lo que dijo Armitage es verdad. Soy ingeniera, y trabajé en el área de mantenimiento en el aeropuerto de Aldeeran y la base militar hasta hace cuatro años cuando me mudé a la capital. -

Esperé que me dijera algo, o que me preguntara cualquier cosa, pero sólo me llegó una mirada invitándome a que prosiguiera con mi explicación.

-Rose… no te quise contar porque... fue una época de mi vida que dejé atrás…o por lo menos trato de omitir. -respiré con pesadez, buscando valor a través de él.- Porque… hace cuatro años me enteré, cuando estaba trabajando en el aeropuerto, que mis padres desaparecieron en el vuelo 772.- se me hizo un nudo en el estómago, todavía era difícil para mí decir de aquello en voz alta.-

La reacción de mi compañera de trabajo fue de un total desconcertar.

-¡Rey, lo lamento tanto!.-

-¿Qué?. – ella no debía disculparse. - No Rose, no te disculpes… –

-¡¿Qué?!. -me interrumpe confundida. - ¿Cómo qué no? Rey, lo que te pasó no es para menos. –

-Lo sé… Pero ese no es el caso. -trato de cambiar el tema. – Rose… yo me quiero disculpar contigo porque debiste enterarte por mí de esa parte de mi vida, no por Armitage. –

-Es cierto. – le volvió esa expresión que me petrificó el día de ayer por parte de ella; Decepción -Siendo honesta Rey, no me habría importado si me hubieras dicho en diez años más lo que te sucedió, pero la forma que me enteré fue la que me dolió. -

-Lo sé… es por eso que te ofrezco una disculpa. -

-No es necesario Rey.- insiste. - Es lo de menos ahora, con todo lo que me has contado. -

-Fui una cobarde…- me estaba aguantando las ganas de llorar.

-No lo eres Rey.- me contradice.- Estoy segura que tuviste que armarte de valor para contarme algo tan fuerte de tu vida, a tal grado que, antes de decirme, debiste mentirles a todos y esconder esa parte de tu vida, para ayudarte a omitirlo tú misma durante tantos años. -

Se me apretó el pecho escuchar esas palabras, esa comprensión de parte de ella. Rose me entendía, de cierto modo se ponía en mi lugar. Sin duda, ella era una persona que valía la pena hablar de esto, y conservarla en mi vida.

-Gracias Rose. - la abracé con fuerza, era lo menos que se merecía ahora.

-Gracias a ti Rey, por darme tu confianza. - me corresponde el abrazar, con la misma fuerza - un poco tarde, pero se aprecia igual. -

-Rose, prometo que jamás volveré omitir algo. Trataré de ser lo más sincera posible con lo que respecta mi vida pasada- traté de remarcar mis palabras para que sonaran convincentes. – y te dejaré que me hagas todas las preguntas que quieras. -me atreví a bromear.

-¿Es en serio?. –

-¡Claro!.-

-Bueno, si es así …creo que ahora yo te debo una verdad de mi parte. - noté culpa en su tono de voz.

Me tomaron por sorpresa esas palabras de la morena, nunca se me cruzó por la mente que Rose tuviera alguna una vivencia oculta, cuando ella siempre fue muy espontánea al momento de contar su vida.

-¿Qué cosa Rose?.-

- Rey yo…-traga duro, y se tomó su tiempo en buscar las palabras correctas. - Rey, yo tuve una hermana. Paige era su nombre- musitó con pena. - Ella, desde que tengo memoria, siempre quiso ser bombero.

Recuerdo que cuando obtuvo la edad suficiente para pertenecer a la institución, no lo dudo, y se reclutó a una compañía cerca de casa. - hizo una pausa, tomando aire con pesadez. - Un día, un incendio en un edificio cerca de nuestro vecindario, que empezó a arder por una fuga en las instalaciones de gas, generó mucho caos en las calles. Fue un incendio gigantesco, uno de los más grandes de la provincia de Coruscant.

Fue impresionante, todo el edificio ardía. Es más, a la gente que vivía alrededor la tuvieron que evacuar, porque prácticamente no se podía respirar. Y justo ese día, mi hermana estaba de turno, por lo que fue atender la emergencia con los demás cadetes que resguardaban la compañía.

Estuvieron horas tratando de apagar el incendio, y en su mayoría rescatando a la gente que se quedó atascada en algún piso. Por fortuna, alcanzaron en su totalidad a sacar a todas las personas del lugar, excepto a una mujer que avisaron de último minuto que estaba atrapada en una de las escaleras de emergencia en un piso demasiado alto.

A esas alturas, casi todos los cadetes estaban agotados, exhaustos, pero mi hermana estaba determinada a rescatarla. Fue, pero… ninguna de las dos volvió.

La pobre Rose no pudo aguantar en derramar un par de lágrimas.

Demonios, me partió el alma escuchar esas espantosas palabras. Ella también había perdido un ser querido de una forma horrible, y trató de omitirlo a toda costa con los demás para no revivir ese desgarrador sentir. No pude evitar colocarme en sus zapatos, y corresponder su sufrimiento.

-Rose lo siento tanto. -

-No te preocupes Rey - se quitó un par de lágrimas. - En cierto modo, entiendo el no querer contarme desde un principio lo tuyo, porque yo sé en carne propia lo verdaderamente difícil que es desmantelar recuerdos tan tristes y dolorosos. -

Cuánta razón tenía mi compañera de trabajo. Por eso las personas que hemos vivido algún episodio traumático prefiere omitir esa parte de tu vida para ahorrarte dolor, más esas miradas llenas de lástimas con las que te observan las personas al enterarse que estas dañada por una herida tan grande por dentro.

-Sí…-

-Pero ya basta de lamentos - quitó todas sus lágrimas y volvió a sonreír. - ya está todo perdonado-

-¿De verdad?.-

-¡Sí!.- me toma de las manos.- Rey, sé que nuestra amistad es más fuerte. No dejemos que un mal entendido nos aleje. -

Aunque la chica de ojos rasgados me haya mostrado una personalidad que siempre traté de evitar en pertenecer, y fallé el día de ayer, seguía siendo la misma Rose de siempre: una persona que cualquier mal que apareciera en su vida lo transformaba en positivismo, sobresaliendo con creces su espíritu de superación. Y admiraba demasiado eso de ella.

-Tienes razón-

-¿Ves? Todo está bien entre nosotras-

Todo ese pesado ambiente que habíamos dejado el día ayer en la tienda después de nuestro fatídico encuentro desapareció. Como colorear una pintura. Gracias a aquel abrazo de amistad que nos entregamos, cargado de perdón y reconciliación. Al fin todo iba a estar bien para las dos, sobre todo para Rose, con la dicha que la morena no albergaría un mal sufrir a su ya lastimado corazón por mi culpa, cuando ella era la persona que menos merecía ser lastimada, vivir con angustia.

-A todo esto, Rose. -cambie de postura -¿Qué tal fue tu cita ayer con Armitage?. –

-Bueno, al final no hubo cita. –

-¡¿Qué?!. – Demonios, me sentí de lo peor, al final si arruiné su salida con el pelirojo. –

-Sí. ¡Pero no te preocupes!. -trató de relajarme por mi reciente afligir -Saldremos dentro de la semana. –

-¡Que alivio!. – suspiré

-¿algún consejo?. – me sonríe pícara la morena, retomando esa actitud tan característica de ella.

-Tengo muchos. – le guiñé el ojo.