El coleccionista
Sumario: Algo extraño está sucediendo con Draco. Al menos, Harry sabe que el Draco que él conocía en Hogwarts no permitiría que lo tratasen de esta manera.
Género: Drama/Romance.
Claves: Casefic. Drarry/Harco. Post-Hogwarts. EWE. Harry sí es Auror, Draco tiene problemas…y adiós canon.
Disclaimer: Si HP fuese mío, esto sería canon. Ya que no lo es, saben lo que significa.
V
Draco lucía inquieto bajo la capa de Auror honorario. El tono oscuro lo hacía ver más pálido, su postura elegante daba la impresión de que a la túnica le hacía falta un ribete extra o algo capaz de igualar a su portador, y en general, era bastante ridículo que no parase de juntar sus manos y tocarse la cadena plateada-dorada del cuello.
—Acostúmbrate al trabajo de campo, si todavía quieres presentar la prueba de Inefable —recomendó Harry, distraído. A pesar de que le daba indicaciones a su escuadrón, por el rabillo del ojo, no dejaba de captar los movimientos compulsivos del otro mago, que comenzaban a ponerlo nervioso.
—Por lo general —soltó Draco. Sonaba más calmado de lo que parecía, y él tuvo que admitir que la falta de titubeos resultaba admirable—, yo sería al que buscan. No se invitan ex Mortífagos a cacerías de brujas con los Aurores.
—Esperemos que no sea una cacería de brujas. Sólo un trabajo limpio.
Él bufó.
—No conoces a Reed.
Harry lo observó cuando se detuvieron frente a las rejas de la mansión y no encontró palabras para responderle. Era cierto que no conocía nada del hombre más allá de lo que él le había contado.
Sin embargo, la expresión con que Draco miraba las rejas abrirse era suficiente para hacerse una idea. Le hacía pensar en sí mismo, cuando estaba ante las puertas de la Mansión Malfoy, durante la Segunda Guerra.
No era una buena comparación.
—Puedes darte la vuelta y mandarnos a la mierda en cualquier momento —Le hizo saber Harry, en voz baja.
Blaise lo había hecho; nada más oír la petición de acompañarlos, contestó con un gruñido y un juramento de que nunca, ni por todos los galeones de Gringotts, volvía a poner un pie en esa maldita casa. Harry no quería imaginarse a qué se debía esa reacción.
Draco tragó en seco, enderezándose. Apretó la pieza dañada del colgante con fuerza suficiente para hacerle pensar que podía romperla, de nuevo.
—No podría dormir por las noches, si la dejo ahí dentro.
No le dio oportunidad de responder. Draco avanzó primero.
Tuvo un déjà vu de la temporada de los Juicios. Desde atrás, el mago no era tan diferente del Malfoy adolescente, que procuraba mantener el rostro demacrado en alto, tras la estadía en la prisión mágica, a la espera de su sentencia.
Harry lo siguió.
La mansión de Reed no era tan tétrica como en su momento le resultó el cuartel tomado por Voldemort. Contaba con un enorme jardín, de flores que él no habría sido capaz de identificar, y por la manera en que distintas barreras mágicas las envolvían, supuso que no se trataban de especímenes de la zona. Más allá, un camino sinuoso de piedras llevaba a una puerta alta, doble, de madera oscura; el pórtico era estrecho, sostenido por columnas con tallados simples, las ventanas a los lados no tenían rejas y las cortinas estaban descorridas. Desde afuera, era incluso agradable.
Harry fue quien tocó la puerta. Para su sorpresa, no fue un elfo el que los recibió, sino un mago.
Reed.
Lo miró a él, a los Aurores que llevaba para la inspección, y sonrió. No ponía sus ojos en Draco, notó, a pesar de que estaba a sólo unos pasos de la entrada.
—¿A qué debo esta agradable visita, Auror Potter? —Se dirigió a él, con aires de aparente benevolencia. Tenía, pese a las diferencias de edad, esa expresión serena y amable que le recordaba a Dumbledore.
No era difícil entender por qué tres adolescentes asustados, solos y cansados, afectados por una guerra, se dejaron atrapar en su red durante los últimos años.
En respuesta, Harry le ofreció el pergamino con el sello que aprobaba la entrada y posterior revisión de su casa, de parte de los Aurores, por "cargos menores, que podrían afectar la seguridad pública" y una investigación, de acuerdo al informe, iniciada por una denuncia anónima. Le hacía gracia cuando Hermione redactaba sus permisos y confundía a cualquiera con los términos.
—…oh —Reed volvía a sonreír al terminar de leer—. Por supuesto, entiendo, pasen, pasen. Hace poco uno de mis socios comerciales se ha enfadado conmigo a causa de un mal trato, ya sabe, no siempre resulta bien. Si es él quien ha hecho esta denuncia absurda, lamento que tengan que perder su tiempo viniendo hasta…
Mientras lo oía y hacía pasar a su escuadrón, acordando con Ron que el otro revisase los alrededores y el patio, se le ocurrió que, si hubiese escuchado esa voz tersa y armoniosa de joven, ofreciéndole una estabilidad que no conocía, él también hubiese aceptado cualquier trato. Por prevención, se concentró en buscar señales de compulsión y mantenerse alerta acerca de la legeremancia.
—¿Está solo? —Harry comenzó las preguntas de rutina. Se pararon en la sala, de alfombra con un complejo diseño y escalinatas en varias direcciones, y empezó a redirigir a los Aurores con señas.
—Así es —contestó Reed, calmado, observando a los agentes del Ministerio dispersarse—, vivo solo desde hace algunos meses.
No tenía que darse la vuelta para saber que, a sus espaldas, Draco tenía los ojos entrecerrados y ganas de lanzar un par de maldiciones. Esperaba que pudiese contenerse lo suficiente.
—¿Puedo saber con quién convivía antes?
—La señorita Pansy.
Interesante. Harry había esperado otra mentira, una omisión.
Continuó caminando. A través del cristal de los lentes, modificados mágicamente, podía divisar débiles ondas y campos de energía que rodeaban objetos y se acumulaban en las salas contiguas, a las que envió más Aurores; sin embargo, no parecía ser magia peligrosa. Los únicos pasos que oía detrás de él pertenecían a Reed, Draco y el servicial Dennis, atrapado en el caso por pura mala suerte.
—¿Qué clase de relación mantenía con ella?
—Era mi protegida —Reed se rio. Tenía una de esas risas suaves, que harían girar el rostro de más de uno, sólo para oírlo—, velaba por ella. Necesitaba alguien que lo hiciese, dada su…condición, ¿sí me explico?
Harry frunció el ceño. Acababa de subir una de las ornamentadas escalinatas, el piso superior no lucía tan diferente en distribución o decoración. Era demasiado espacio para una sola persona.
—No realmente —respondió Harry, en un susurro—, ¿ocurría algo con ella, señor Reed?
—Oh, era una chiquilla nerviosa. Debe saberlo, ¿no estudió con ella? Tenía entendido que…
—Estábamos en el mismo año. Ella fue a Slytherin.
—…bueno —siguió el mago, como si aquello supusiese una explicación lógica de por qué la falta de contacto entre ambos—, la cosa es que ella quedó bastante…afectada.
Harry hizo una pausa antes de doblar en una esquina. En la distancia, otros Aurores realizaban encantamientos básicos de búsqueda y para eliminar ilusiones y trampas, en especial artilugios de magia oscura.
Cuando intentó dar con Draco, para cuestionarle en silencio si aquello constituía una parte de su historia, cayó en cuenta de que Dennis y Reed eran los únicos tras él.
Bendito Merlín. Lo iba a matar por romper la condición de mantenerse cerca de él dentro de la propiedad. Draco incluso podría tener cargos por eso, después del supuesto ataque que llevó a cabo contra el dueño.
—¿A qué se refiere con "afectada", señor Reed? —Harry decidió proseguir, girándose. Le hizo un gesto a Dennis para pedirle que se acercase— ¿en qué sentido lo estaba?
—Del modo en que cualquier niña lo está cuando atraviesa una guerra, diría yo, Auror Potter. Usted debe entender bien eso —aclaró el mago. Harry tenía el ceño fruncido y agradeció que no lo tuviese de frente, para que no lo notase—. Ella quedó ligeramente trastornada. No duerme, no come. Tiene estallidos de magia. Si no tuviese a alguien más con ella…
Dejó las palabras en el aire, a propósito. Sonaba a que pretendía hacerle comprender un si no me tuviese a mí con ella…
—Suena a que tendría que estar siendo atendida en San Mungo, por expertos, señor Reed. Pero la última vez que la vi, no parecía trastornada.
—A Pansy nunca le han gustado los hospitales —mencionó él, con una sonrisa leve, de disculpa. Qué conveniente—. Hago lo que puedo. A veces mejora, a veces se pone peor.
Cuando Dennis se colocó a su lado, tuvo el buen juicio de extender un muffliato en torno a ambos.
—¿Qué pasa, jefe?
—¿A dónde se fue Draco? —murmuró Harry, en tono contenido. El otro empalideció al dar un vistazo hacia atrás, por encima de su hombro. Luego se inclinó más hacia él.
—No tengo idea. Lo siento —añadió Dennis, con una expresión infantil que le recordaba al Dennis de Hogwarts—, miré hacia otro lado, y cuando volteé, él ya no estaba.
—¿Como si se hubiese Aparecido?
—No escuché ningún "plop" —Dennis se encogió, a la espera del regaño, pero Harry resopló y le restó importancia.
—Ve con Ron y pregúntale si hay barreras anti-aparición o pasajes.
Dennis asintió y se desvió del trayecto tomado por ambos magos. Harry hizo ademán de entrar a una de las bibliotecas, sólo para comprobar el lugar, cuando tuvo el presentimiento de que algo no andaba bien, el mismo tipo de sensación incómoda que lo hacía completar su trabajo sin ponerse en ciertos riesgos innecesarios y comunes del oficio.
Se dio la vuelta.
Ahora, Reed tampoco estaba.
—0—
Cuando fue por Ron, se cruzó a mitad de camino con un agitado Dennis, que frenó en seco.
—¡Jefe, justo iba hacia…!
—Déjalo así —respondió Harry, llevándolo consigo de vuelta—. ¿Qué pasó? ¿Han visto algo?
El otro Auror se apresuró a negar.
—Todo parece en orden.
—¿Ningún rastro de maldiciones Imperdonables? ¿Nada de Pansy?
Dennis meneó la cabeza. Harry arrugó el entrecejo.
Aquella historia cada vez parecía tener menos sentido.
Se acercó a Ron sólo para confirmar lo que el otro agente le avisó.
—Todo seguro, compañero. Uno podría pensar que lo más grave que alguien ha hecho aquí con una varita es un aguamenti.
Los dejó dar una última vuelta y mandó a Dennis con ellos. Harry se puso a deambular por el piso de abajo, guiado por un encantamiento de orientación que hacía girar el extremo de la varita en dirección al que era su objetivo. Rastreaba la túnica de Auror que le dio a Draco, a manera de seguro.
Percibió la barrera, incluso antes de que el hechizo le dijese que era ahí. Un escudo leve, pero funcional, cubría una puerta pequeña, lateral, e impedía la entrada y salida de cualquier sonido.
Harry, aprovechando algunas ventajas de ser Auror, la tocó con la varita y la abrió con un encantamiento. La barrera se rompió con facilidad.
—…estás jugando a ser un Auror, dragón. Eso está muy bien ahora, ¿pero qué pasará más adelante?
Aquella no era la voz amable con que los recibió; sí, todavía era suave, apenas un susurro, pero con un deje frío, desagradable, que cambió la imagen mental que se hacía del mago, de Dumbledore a Umbridge.
Reed estaba de pie en medio de un cuarto sencillo, con una cama, escritorio y un armario. Sostenía la barbilla de Draco entre el índice y pulgar, y este tenía el rostro girado para no verlo; por la posición, tampoco se daba cuenta de que Harry estaba ahí.
—¿Qué pasará cuando recuerden quién eres? Mi niño, dragón, te van a arrancar de las manos esa linda capa de Auror honorario. Sabes cómo son, cómo actúan cuando no les gusta lo que haces. ¿Has olvidado cómo los encontré a ustedes cuatro? Mírame y dime si lo has olvidado, y si tengo que recordártelo —Cuando ejerció más fuerza en el agarre, obligó a Draco a volver el rostro. Él apretó los párpados para no observarlo—. ¿Tengo que recordártelo, dragón?
—…no.
—¿Qué dijiste? —Todavía sosteniéndolo, lo hizo mover la cabeza de lado a lado. Él estaba rígido—. No te oí.
—Dije "no" —Draco le replicó, en una voz clara y firme, que resonó en el cuarto—. Y no tienes permitido tocarme. Suéltame o-
—¿O qué?
—Estoy con los Aurores-
—Y seguramente a Potter le importará tanto lo que te pase. A todo el Ministerio le importará tanto. Justo por esa preocupación tan grande de su parte acabaste en esta situación para empezar…
Draco tenía una mano detrás de la espalda. Poco a poco, la varita se deslizaba desde la manga de la túnica hacia sus dedos. Reed no se daba cuenta, o no le importaba.
Harry no necesitaba que nadie le dijese las consecuencias que tendría que lo hechizase en su propia casa, durante una visita de Aurores, incluso si lo merecía. Se acercó dando zancadas, procurando hacer tanto ruido como le era posible, a pesar de que los años de entrenamiento y práctica hicieron sus pasos más sigilosos.
—Debo pedirle que lo suelte, señor Reed —Harry no esperó una reacción para interponerse entre los dos, pasando por debajo del brazo extendido del mago. Discretamente, atrapó el codo de Draco, para que no sacase la varita por completo—; en este momento, debe considerarlo un Auror más para la investigación. Y yo no permito que se intimide a un Auror bajo mi cargo, de ningún modo, sea cuál sea su historia.
El mago elevó las cejas, y por primera vez en ese recorrido, a Harry le pareció que mostraba interés genuino, una emoción verdadera al menos.
—Claro, entiendo —susurró el mago, sopesando cada palabra—, me he sobrepasado.
Reed alzó las manos, en señal de paz. Harry asintió y tiró de Draco cuando volvió al pasillo.
En el breve tramo, alcanzó a ver una fotografía mágica enmarcada sobre el escritorio. Pansy, Blaise y Draco alzaban las copas en un brindis con el que la tomó; sonreían. No llevaban ropa de gala, ni pudo reconocer el lugar en que estaban.
La mente de Harry repasó cada instante que había estado allí dentro, deprisa.
¿Has olvidado cómo los encontré a ustedes cuatro?
Vivo solo desde algunos meses.
…algunos meses…
—Señor Reed —llamó Harry, al detenerse bajo el umbral de la puerta. Tuvo que hacer que un enfurruñado Draco saliese primero. El hombre lo observaba, sonriéndole, desde el mismo punto exacto en que estuvo parado cuando estaba con él—, si Pansy estaba tan afectada, ¿cómo pudo dejar que se fuese de la casa, sabiendo que no tiene familia en Inglaterra?
—No podía obligarla a quedarse —contestó Reed, demasiado rápido, en tono lastimero—, ¿se imagina? ¿Forzar a alguien a estar contigo?
Harry apenas evitó soltar algún comentario irónico, cuando se recordó que llevaba el uniforme de Auror, y debía mantenerse a la altura.
—Y a pesar de su condición nerviosa, y de que se ha ido hace meses, ¿aún guarda sus cosas —Harry cabeceó en dirección a la mesa, donde estaba la fotografía mágica—, y ella lo acompaña a eventos, como el que patrocinaba El Profeta esta semana?
Reed sonrió más, como si acabase de hacerle una broma.
—Oh, Auror Potter, si la conociese mejor…mi querida Pansy es de ir y venir. No sería capaz de tirar sus cosas y dejarla sin nada cuando esté de vuelta; estamos intentando arreglar nuestras diferencias, como comprenderá. Algunos sí podemos hacerlo.
Harry sabía que se refería a la noticia de hace un par de años, cuando rompió su compromiso con Ginny. No podría haberle importado menos.
—Sí, seguro que sí pueden, señor…
—0—
—…es tan descarado. El tipo más descarado, cínico, que he conocido en toda mi vida, es-
—Mione, tú no lo has conocido —objetó su esposo, con suavidad, para no molestarla.
Aun así, Hermione le dedicó una mirada mordaz, que ni siquiera el hecho de que estuviese devorando unos cupcakes de chocolate pudo aligerar.
—Lo conozco de todo lo que Harry y Draco han dicho de él.
—Sí, pero lo que Ma- Draco diga, es algo-
Mientras Ron gesticulaba, intentando dar con una explicación que no le ganase la ira de su esposa, Harry desvió la mirada hacia la sección de Corazón de Bruja tirada sobre la mesa del escritorio entre ellos. Un artículo que hablaba de magos prominentes (y atractivos, de acuerdo a una votación general entre la comunidad inglesa de brujas), mostraba una fotografía de Pansy en segundo plano, acompañando a Reed en un evento muggle-mágico. Ella no veía a la cámara.
Había sido tomada, según el fotógrafo, el día anterior. La misma noche después de la visita de los Aurores a Reed.
Harry suspiró y se reclinó contra el respaldar de la silla. La oficina de Aurores estaba vacía, a excepción de los dos pequeños conjuntos que discutían el tema; por un lado, aislados gracias a un muffliato, Blaise no paraba de hablar y hacer gestos hacia un Draco que se limitaba a sentir y mascullar, e Ilta, que estaba con ellos desde que se enteraron de la noticia sobre la pista de su amiga, alternaba la mirada entre uno y el otro, retorciéndose la punta de un mechón de cabello.
Hermione salió de la oficina de Seguridad Mágica sólo para discutirlo con ellos, ahora que tenía libertad de ir y volver por las tardes, debido a que su vientre seguía en crecimiento y su jefe, un mago anticuado, no sabía cómo lidiar con ella. Ron ya estaba en el Departamento de Aurores cuando Harry envió a los chicos a casa, y le pidió que se quedase.
—¿Qué se supone que quieres decir con eso, Ronald? —insistió Hermione, tras un rato en que no aclararon nada.
—Bueno, vamos, Mione, ¡tú lo sabes! —estalló Ron, pidiendo auxilio con la mirada a Harry, quien arqueó las cejas y se preparó para una explicación, probablemente, no muy convincente—. Oigan, chicos, piénsenlo. El tipo no tiene ni un antecedente, ni siquiera un cargo menor o un problema tonto antes de esto, está limpio; nada de nada. Su casa está llena de magia, pero, en serio, todas las casas de magos sangrepura son así, han visto La Madriguera, aunque no sea el mejor ejemplo…
—¿Pretendes decir que estamos dando vueltas en círculos?
Ron arrugó el entrecejo y volvió a pedirle ayuda, suplicando en silencio. Harry negó. Él se había metido en aquel embrollo, ahora que saliese solo; podía acompañarlo a otra guerra, si era necesario, pero no pensaba meterse entre él y su esposa embarazada. Apoyaba a Hermione.
—Sólo creo que es raro, Mione, que si lo piensas bien…
—¿Así que ahora son unos mentirosos?
—No- espera, yo no dije…
—¿Y Harry y yo unos crédulos por querer ayudarlos?
—No, no, en ningún momento he insinuado…
—¿Así que tenemos que dejar este caso y abandonarlos cuando más necesitan nuestra ayuda? ¿Es eso lo que dices, Ronald?
—¡No cambies mis palabras!
Harry se llevó una mano a la frente y apartó la mirada. Su mejor amigo acababa de alzar la voz. En cuestión de un parpadeo, se dio cuenta de su error.
—¿Por- por qué- me- me gritas, Ron?
Hermione hipaba, las lágrimas acumulándose en sus ojos a una velocidad que no debería ser posible. Ron enterró el rostro entre las manos.
Harry se levantó y los dejó resolver sus asuntos. El ruido repentino había capturado la atención de los otros tres, por lo que Blaise estaba callado cuando caminó hacia ellos.
Sintió que retiraban el muffliato.
Ilta sostenía uno de los brazos de Blaise, como si temiese por él, o buscase darle algún tipo de apoyo moral en lo que fuese que estaba por ocurrir. Draco hacía girar la pieza rota del colgante entre sus dedos.
—¿Hay algo que todavía no me hayan dicho?
Los antiguos Slytherin intercambiaron miradas. Blaise negó, Draco asintió, ambos gestos se repitieron dos, tres veces. Luego el primero suspiraba y dejaba caer los hombros.
—¿Y bien? —Harry los apremiaba, cruzándose de brazos.
Draco apretó los labios, al tiempo que hacía lo mismo con el dije entre sus dedos. Vacilaba. Después ya no.
—¿Podemos hablar en un sitio más seguro?
Él dudaba que hubiese un lugar más seguro que el Departamento de Aurores. Pero asintió.
Dennis cuando se dio cuenta de que perdió al amorcito de su jefe: hasta aquí llegué, fue bueno ser Auror durante este tiempo, me voy a despedir del trabajo, de la vida…
