CAPÍTULO V
A Luther y William Möser
Guerreros, hermanos, aliados y amigos.
Quisiera poder estar ahí para despedirme de los dos y de todos quienes perecieron estos últimos días, pero sé que comprenderían la razón de mi ausencia.
Lamento que el mundo haya perdido a dos grandes hombres que nos defendían con el alma, pero sobre todo, lamento saber que no habrá más oportunidades en las que ustedes tres me harán reír (incluso rabiar) con sus ocurrencias.
Aunque Ilva no puede unirse a mis palabras, lo hace en sentimientos porque sé que fue feliz entrenando, aprendiendo, conviviendo, jugando, comiendo, soñando, y especialmente, luchando mano a mano con ustedes.
No hay palabras que puedan describir la inmensa gratitud que siento hacia ustedes por traerla a casa; dieron todo de sí por ello y yo jamás lo olvidaré.
Por ahora, sólo me quedo con la esperanza de que algún día volveremos a vernos, muchachos.
Les prometo que siempre recordaré y honraré la causa por la que ustedes y ella dieron sus vidas: nuestra libertad.
Elia
Le llamó la atención el hecho de que escribía a mano imprenta, y aún así la letra era elegantemente cursiva, con una leve inclinación hacia la derecha; no diminuta como la de Petra ni demasiado grande o desordenada como la de Hange. Pero le sentaba, de eso estaba seguro.
Levi no se había atrevido a leerla mientras iba de regreso a los cuarteles, pero ahora que estaba en su habitación, le echó un vistazo para saber si Erwin podía incluirlo en la ceremonia, pero dado lo personal del mensaje, sólo le quedaba hacer lo que la mujer le había pedido en un principio. Dobló la hoja y volvió a guardarla en el bolsillo de la gabardina militar con el que asistiría al evento. Y como aún faltaban dos horas para ello, dejó su indumentaria estirada y lista sobre la cama para ir a comer algo antes.
Una vez listo, se dirigió hacia el despacho de Erwin, sólo para no verse obligado a esperarle afuera con todo el gentío que estaría presente, militares y/o civiles; socializar nunca había sido su fuerte, y menos en aquella lúgubre situación.
- No creí que fueses a asistir – comentó el rubio con voz algo cansada mientras le dejaba pasar, consultando la hora en su reloj, que le decía que quedaba un par de minutos.
Su cabeza no le daba tregua desde la visita del Comandante Pixis esa mañana, pero ya podría contarles todo a Levi y a Hange, después de que finalmente pudieran darle una despedida digna a la mayoría de los camaradas que cayeron, junto a los civiles encontrados.
Levi lo observó con suspicacia, sospechando que su amigo se traía algo entre manos, pero sus ánimos no estaban de lo mejor para indagar en lo que sea que pensaba y probablemente, planeaba. Así que sólo se sentó en la butaca de siempre y esperó a que Erwin terminara de arreglar su uniforme haciendo uso del reflejo en la ventana.
- Tal vez me quede aquí – soltó Levi distraídamente, mientras jugaba con su cuchillo sobre el escritorio, sin perderle la vista al filo – tal vez no.
Si bien él evitaba mantener una relación estrecha con sus soldados por la incertidumbre del mañana, no significaba que no le importaran. Como ahora sucedía con los chicos Möser, ex potenciales nuevos miembros. Esa tarde sus cuerpos serían incinerados, dejando nada más que cenizas en su lugar y de sólo recordarlo le daban deseos de salir a matar más gigantes, a ver si así calmaba su ira. Ni siquiera ella se salvó, pensó con amargura. Seguía con vida, pero ésta pendía de un hilo y él no terminaba de entender por qué todo se extinguía con tanta facilidad, por qué todo y todos eran tan frágiles, pero no así él. Y ahora era tarde, porque no había nada por hacer más que esperar. Lo dejaba al menos satisfecho que el tozudo médico accediera al traslado, aunque fuese a regañadientes y después de que le recalcara que ya nada importaba porque la chica moriría en cosa de días; su propio diagnóstico era el que le daba a él la razón, pero el tipo no era muy despierto ni empático; quedo claro después de escucharle despedirse de la hermana mayor.
Si bien él era muy pequeño cuando ocurrió, no se arrepentía de haber sido quien estuviera al lado de su madre en aquellos días de agonía donde nada podía hacer. Por eso había querido ayudar a la muchacha, a pesar de estar inconsciente; no era justo morir a solas cuando tenías a alguien en el mundo al que le importabas. Debido a eso, él mejor que nadie podía comprender los sentimientos de la mujer de mirada profunda.
Agarró la empuñadura de su cuchilla con fuerza y la lanzó hacia la pared, como si estuviese arrojando a un abismo todos sus pensamientos. Y Erwin, que conocía bien a Levi en los años trabajando juntos, se daba cuenta de que su humor era más negro de lo habitual, por lo cual prefirió no preguntarle nada.
- Será mejor que bajemos – anunció mientras guardaba algunos documentos que quedaban sobre la mesa en el segundo cajón de su escritorio. Miró a su amigo, que tenía la vista perdida y se acercó a él, enfocado en la cuchilla que había dejado clavada en su pared, sólo para poner su mano izquierda sobre el hombro del Capitán, queriendo prestarle un poco de su energía para lidiar con lo que acontecería – es hora, Levi.
El Capitán pestañeó varias veces, saliendo finalmente de su ensimismamiento mientras contemplaba al Comandante ataviándose el abrigo en silencio antes de salir juntos de allí. Se acercó al sitio donde su arma había quedado clavada y la removió rápidamente para guardarla en el interior de su bota, donde siempre estaba lista.
A medida que caminaban en dirección al patio central, se podía percibir la inusual sensación de ver los pasillos del edificio totalmente desiertos; no quedaba nadie allí, donde siempre estaba lleno de movimiento y voces; muchas de ellas habían sido devoradas, mutiladas, aplastadas y silenciadas permanentemente. Lo creyera la gente o no, aún después de años viviendo amenazados por el mismo enemigo, nunca estabas lo suficientemente preparado ni acostumbrado a seguir viendo un camino lleno de muertos alrededor.
Ya desde una zona donde se podía ver el exterior, ambos avistaron de inmediato las antorchas que iluminaban el lugar y a los rostros de camaradas, amigos y familiares presentes. Todos estaban congregados alrededor de varias piras situadas en el centro y adonde ellos, por ser soldados de mayor rango, debían pasar al frente; cosa que honestamente incomodaba al Capitán, pero ya se había concientizado en hacer caso omiso a la gente alrededor para presentar sus respetos y después alejarse.
Por alguna razón, en su mente repercutió la pregunta del soldado al que Petra trató de salvar, el mismo a quien él juró que su vida no había sido entregada en vano. Observó los cuerpos cubiertos con las banderas de sus divisiones, excepto los civiles, cubiertos con un manto completamente negro. Llamaba su atención que fuese la primera vez en su tiempo como militante, que la minoría perteneciera a la Legión. Jamás será en vano, les prometió en su corazón de guerrero, preguntándose además cuántas personas los lloraban. No sabía si sentirse contento o desdichado al recordar que, a diferencia del común de las personas, él no tenía mucho que perder al no tener a nadie que lo extrañara o que lo llorara cuando su momento llegara. Probablemente echarían en falta sus extraordinarias habilidades matando, pero no su persona. Esos tontos sí, se corrigió mentalmente, pensando en Erwin, Hange y esos cuatro que conformaban su escuadrón. Sin embargo, dejándolos a ellos de lado, se daba cuenta de que no tenía un lugar en el mundo que fuera sólo suyo. Desde la muerte de Furlan e Isabel, él no mantenía lazos con nadie. Quizás era lo mejor, quizás era un cobarde, pero en momentos como éste, saberlo sólo acrecentaba el vacío en su interior.
Perdió el hilo de sus pensamientos al notar que Erwin se levantaba, dirigiéndose con firmeza y respeto hacia los cuerpos pronto a ser incinerados. Le vio quedarse de pie en el gran espacio entre las piras y quienes atendieron al funeral, preparándose con una extraña determinación en el semblante mientras colocaba sus manos en la espalda y comenzaba a hablar con solemnidad.
- Hoy es un día de gran pérdida. Un día oscuro en el que comprendemos que no hay manera de traer de vuelta a quienes hemos perdido recientemente, soldados o civiles. Aun así, quisiera decirles a ellos y a ellas, los caídos, que sin importar quién se interponga, les aseguro que sus muertes no serán por nada. Como muchos saben, a diferencia de batallas anteriores, esta vez contamos con el apoyo de un titán para poder sellar la muralla. No hay claridad ni información sobre el asunto todavía, pero este logro trae la esperanza que muchísimas generaciones jamás llegaron a conocer – tomó un respiro y se giró hacia las piras - Por ustedes que sacrificaron sus vidas, muchas otras resultaron salvadas. Por ustedes, mañana el sol vuelve a salir para nosotros, que seguiremos luchando hasta con la fuerza de nuestro último aliento. Por ustedes, los aquí presentes, por la humanidad y por nuestra libertad… Descansad por siempre, hermanos y hermanas.
Dicho esto, el Comandante realizó el saludo característico de la milicia, con el puño derecho hacia arriba justo sobre el corazón, lo que instó a todo el cuerpo militar presente a imitarle en señal de respeto, Levi incluido. En cuanto a los civiles presentes, la mayoría de ellos lloraba silenciosamente.
Pasado el minuto de silencio, vio a Erwin asentir a los otros oficiales de su rango, quienes se acercaron a la fogata principal para tomar una de las antorchas e iniciar la parte más dura del ritual. Cuando llegó su turno junto a otros Capitanes en la tercera ronda y final, Levi se acercó aparentemente estoico, sin embargo, en su interior sólo bullían con intensidad la rabia contenida y frustración acumulada por cada día como éste. La carta, pensó en ese momento, recordando el favor que esa mujer le pidió esa mañana; de extraño modo, rememorar las palabras en ella apaciguaban un poco su pesar. La sacó de su bolsillo y, antes de aproximar su antorcha a los cuerpos de aquellos muchachos y los otros cinco de la Legión que perecieron, la colocó discretamente en la mano de uno de ellos, luego acercó el fuego a los maderos que estaban por debajo y dejó la antorcha allí para regresar a su lugar, sin perder de vista el espacio donde había dejado la misiva que las llamas también devorarían.
Los minutos pasaron y todos los presentes congregados allí permanecían mudos mientras eran testigo de cómo el fuego iba consumiendo lo que quedaba de sus seres queridos.
Tiempo después de que las llamas finalmente se consumieran y después de que la mayoría de los civiles se hubo marchado, los soldados comenzaron a dispersarse para reunirse con sus grupos de cercanos; algunos lloraban, otros sólo lucían tristes o simplemente parecían no saber nada. Reafirmando la única conclusión a la que todos llegaban: la primera y única victoria había sido muy amarga.
- Te veré más tarde – dijo Levi a su amigo, que observaba disimuladamente a Pyxis. Quien justamente en ese momento le daba su pésame a las familias de Ian Dietrich y Mitabi Jarnach.
- No hay prisa – aseguró éste y le dejó marchar, sabiendo que después podrían compartir esta nueva información con relación al muchacho, Eren.
El Capitán dio media vuelta y se alejó deprisa. Anduvo en silencio, todavía sintiendo el peso de la ceremonia que acababa de presenciar, absorto en sus pensamientos. Había regresado a su cuarto para descansar, pero continuaba inquieto; ni su silla favorita ni la acolchada cama le ayudaban a conciliar el sueño.
Siempre recordaré y honraré la causa por la que ustedes y ella dieron sus vidas…
[…]
Por extraño que fuera, le era imposible no reverberar sobre lo escrito por ella sin hacerlo con su voz, por lo general, de tesitura ligera pero cuando estaba molesta, tendía un poco a ser más expresiva y potente. Cerró los ojos un momento y lo único que seguía viendo eran las imágenes de aquella carta siendo consumida junto con los soldados.
Curiosamente, además se daba cuenta de que era la primera vez que sabía de alguien fuera de la milicia que comprendía el sacrificio de todos a quienes ellos habían perdido por años. Alguien que ahora mismo se veía enfrentada a la difícil situación de cuidar un ser amado que no tendría mejora, sino lo contrario. Podía ver que era valiente de un modo diferente al de su hermana menor, por quien se sentía un tanto responsable. Y aunque Levi no se arrepentía de su decisión, se prometió que no les abandonaría mientras pudiera ser de alguna ayuda. Con ese pensamiento se levantó de su catre y, sin ánimos de cambiarse a sus vestimentas de civil, salió del recinto.
Deambuló unos minutos sin rumbo, pero más tarde se dio cuenta hacia dónde iba en realidad. Cuando la vio al abrirle la puerta y delante de sí, sus ojos le dejaron ver la impresión que le causaba encontrarle allí. No obstante, no pasaba de ser únicamente eso, porque en ningún momento pareció atemorizada o siquiera intimidada por su persona, como la gente normalmente hacía. Eso era nuevo.
- ¿Es muy tarde? – comenzó por preguntar, dándole chance de negarse a recibirlo ya que él sabía que lo era.
Todo el mundo sabía que el Capitán Levi era la imprevisibilidad hecha persona y, aun así, no imaginó aquella visita ni en un millón de años. La tomó por sorpresa, pero poco después se serenó al recordar todo lo que había sucedido en las últimas horas. Por desalentador que fuese el panorama de su hermana, traerla a casa fue un gran alivio; ahora podría estar a su lado sin el temor de dejarla por horas y no saber si al volver, seguiría respirando. Y si tenía que morir, que fuera en su hogar y al lado de su familia. Y esa oportunidad fue algo que él le había regalado.
- ¿Es muy tarde? – le oyó preguntar con seriedad – no quiero importunarla. Solo pasé a saber del estado de su hermana.
- No se preocupe – musitó ella mientras se hacía a un costado para darle espacio a que entrara.
Era la cuarta o quinta vez que veía a aquel hombre, y por la forma en que vestía, imaginaba de dónde venía; lo podía percibir en el olor a humo que despedía su chaqueta. El mismo humo que ella vislumbró a lo lejos cuando se asomó al exterior aquella tarde.
De seguro él se siente tan desdichado como todos en la ciudad, o eso pensaba ella al mirar en esos ojos azules, que parecían duros y distantes, pero que a ella sólo le hablaban de una enorme soledad.
Mientras cerraba la puerta, Levi se quedó cerca de la entrada, con las manos en los bolsillos.
- Espere un momento. Vuelvo enseguida – le dijo Elia, indicándole que podía tomar asiento y lo vio escoger una de las butacas que se hallaban cerca del ventanal principal, ese que días atrás utilizaban como vitrina.
Mientras Levi le hacía caso, la vio alejarse hacia donde se encontraba la chica. Al igual que aquella mañana, volvió a prestar atención a su alrededor, pero esta vez bajo la luz de las velas en las paredes. No era un lugar grande; o quizás eso lo podía atribuir a que no tenían un exceso de mobiliario y chucherías, lo cual a su juicio lo hacía más acogedor, eso y que todo estaba increíblemente prolijo. Aunque ya no había nada en los estantes, saltaba a la vista que era la típica estructura de un hogar y pequeño local familiar. Había aguantado bastante bien en comparación con otros sectores del distrito; un par de grietas eran lo único visible en las paredes. En eso cavilaba segundos antes de que la mujer regresara con dos vasos de agua, que dejó sobre la mesa antes de tomar asiento frente de él.
- Ilva sigue igual - se notaba afligida a decir aquello – intenté probar si había alguna reacción al usar el olor de algunas hierbas energizantes, pero nada ocurrió. A veces parece que estuviera soñando, o eso creó por el movimiento bajo sus párpados.
- Entiendo – comentó Levi, mirando en dirección al cuarto donde estaba ella - ¿qué fue lo que le dijo el doctor?
- Que cayó en un letargo tan profundo que ni siquiera siente dolor, lo que al menos es un punto a favor – contestó con cierta ironía, pensando en sus múltiples heridas – lo complicado es la condición previa que ella sufría y por la que se estaba cuidando. Parecía mejorar, pero supongo que el estrés le provocó esta especie de detonación que la dejó así – explicó ella, luego se quedó pensativa y suspiró desalentada – Y bueno, existe además el hecho de no está alimentándose como debiese. El suero inyectado sólo le ayuda hasta cierto punto, así que trato de usar métodos no tradicionales para hidratarla un poco, que es lo primordial pero no suficiente.
En aquellas palabras, el Capitán confirmó que no había más por hacer; la muchacha jamás volvería a ser la misma. Y un organismo débil y desnutrido no duraría demasiado, eso lo sabía por experiencia propia; aunque su caso había sido diferente.
- Como mucho podrá mantenerse así un par de días, tal vez semanas – no era de extrañar que estuvieran pensando en lo mismo, aunque parecía como si ella se dijera eso más a sí misma.
Pensativo, Levi volvió a bajar la mirada hasta los vasos que tenía en frente. Ya sabía todo eso, pero de igual modo le afectaba. Solo podía imaginar lo que significaba para ella, que ni como sanadora podía ayudarle más. Levanto la vista sin saber qué decir, percibiendo en su interior el afán de darle alguna palabra de aliento, pero él no sabía hacer aquello y lo único que hizo fue enfocarse en su rostro, que para ser honesto, le decía más que las palabras. Los ojos son el reflejo del alma, cariño... Eso solía decir su madre cuando intentaba enseñarle a tratar con la gente fuera de las cuatro paredes donde vivían, hace ya tantos años. Y ahora, tenía la impresión de que la de ella estaba hecha jirones, pero no desfallecería. No todavía, eso le decían.
De hecho, toda esta escena le recordaba a aquella época en la que veía cómo la vida de su progenitora se iba apagando día a día. De cierta forma, le hubiese gustado tener a alguien a su lado cuando eso sucedió, y era ese pensamiento el que lo impulsaba a querer ayudarles. En especial porque podía ver con claridad que, si ella pudiese ofrecer su propia vida por la de su hermana, lo haría sin siquiera dudarlo, y eso no era frecuente. Muchos podían decirlo, pero de ahí a hacerlo…
- Debería descansar un poco – sugirió Levi y una idea que no planeó, cruzó su mente – puedo ayudarla con eso al menos – ofreció sincero. Dudaba poder dormir aquella noche de todos modos.
Por su parte, Elia se alegraba de no haber estado bebiendo agua en ese instante porque lo más probable era que se hubiese atragantado, al ser tomada una vez más con la guardia baja. Sabía que ese hombre era una persona como cualquiera, pero para ella, después de la cantidad de veces que oyó a su hermana hablar de él, haciéndole parecer casi como un ser letal y divino, a veces era difícil recordarlo. Hasta le parecía curioso y agridulce ver una faceta del Capitán a la que Ilva no había tenido acceso.
- No cuesta ver por qué mi hermana lo admira y respeta tanto – se atrevió a decirle, intentando expresarle su gratitud por todo lo que ya había hecho, pero sin querer seguir incomodándole más.
Levi la miró tan inmutable como siempre se mostraba, y ella una vez más mantuvo el contacto lleno de sinceridad en su mirada. Tch, resopló levemente y desvió la vista hacia el vaso, siendo esta vez él quien se sorprendía a causa de la leve sonrisa que ella le regaló. Al soldado más fuerte de la humanidad nunca se le había dado bien que le hicieran un cumplido.
Para Elia, de cierta forma era extraño asimilar que el héroe de su hermana estaba sentado allí, al otro lado de la mesa y ofreciéndole su ayuda. Ilva jamás mencionó alguna vez haber hablado realmente con él, dejando de lado aquella vez durante una misión, que no se cansaba de relatar a su familia. Una donde el Capitán, a lomos de su caballo, le dijo "bien hecho, soldado" después de verla realizar una maniobra especialmente difícil y en territorio donde no contaban con más que un par de árboles pequeños. Con ayuda de los muchachos, la soldado se había encargado de un titán excéntrico de nueve metros que se sacaba los ganchos de agarre, impidiendo a los soldados alcanzar su nuca. Ilva había sido impulsada en vertical y sobrepasó al enemigo en el aire, donde luego procedió a dejarse caer fuertemente con ayuda del equipo, logrando así rebanar la zona donde se hallaba su punto débil. El gigante cayó sobre otro más pequeño, inmovilizándolo, y entonces la chica aprovechó la oportunidad para matar al segundo de inmediato.
- Se lo agradezco, señor - le dijo ella cordial, volviendo al presente – pero estamos bien.
- Comprendo – respondió él, pensativo – en ese caso, será mejor que me retire.
Levi se levantó de su asiento con intención de marcharse. Sabía que mentía, ya sea porque no confiaba en él o probablemente porque le incomodaba pedir ayuda; ambas razones le parecían válidas así que no tenía más que hacer allí.
Observó que ella lo imitaba para acompañarle hasta afuera, no obstante, justo en ese momento algo se escuchó caer allá en el cuarto. La vio dirigirse allí con prisa pero en absoluta calma y, sin darse cuenta, él la siguió en silencio. Cuando entró, una vez más se encontró con las dos camas pequeñas dentro del espacio; una frente a la otra, creando un pequeño pasillo entre ambas. La muchacha había sido ubicada en la que estaba en la pared contraria a la entrada, y seguía tan quieta como horas antes.
Observando alrededor, todo indicaba que la brisa que se colaba por una pequeña ventana había sido la causante del ruido, y el pequeño florero en el suelo era el resultado. Eso y un sutil aroma que ahora se había acentuado al ser derramado por la mesita de noche hasta llegar al piso, donde ella estaba terminando de limpiar.
- ¿Qué es eso? – se le salió. El olor realmente era agradable.
- Es lavanda – respondió ella, señalando a donde había dejado unos ramitos con pequeñas flores de un suave color lila – en ambientes cerrados es bastante útil. El aroma ayuda a estimular las defensas del organismo y además es discreto.
Él solo asintió, observando cómo arreglaba todo rápidamente, secando y volviendo a colocar un poco de agua y las flores en la vasija. La situó en el extremo opuesto al que antes estaba, ya sin el riesgo a ser derribado. Luego se encargó de cerrar la ventana hasta dejar sólo una pequeña abertura.
- Iré a lavar mis manos – informó mientras pasaba por su lado, cargando lo estropeado.
Literalmente dos minutos después, ella regresó con un vaso y le vio sacar algodón del estante cerca de donde él estaba. Luego vertió agua fresca en éste, se puso un guante y dejó caer el pequeño apósito dentro; todo con el fin de posteriormente apretarlo muy despacio para dejar caer unas gotas en la boca de su hermana, asistiéndola todo el tiempo. Repitió la acción varias veces, con extremo cuidado y lentitud. Y antes de terminar, pasó el suave material mojado por los labios de la muchacha, donde él podía ver lo resecos que comenzaban a estar, sólo con tres días de inconsciencia. Incluso su tez estaba ligeramente más pálida, a pesar de estar tapada hasta el cuello con el fin de protegerla del frío.
Observar a la soldado y a su hermana le instaba a pensar en lo que se parecían y se diferenciaban; la menor siempre había desbordado energía y era de esas personas de risa fácil, ojos soñadores y confiados, además de temerarios. A veces parecía distraída, pero era extremadamente inteligente y tenaz, sin dejar de lado lo sociable, querida y respetada que era por sus camaradas; todas las cualidades de una buena líder. Su hermana por otro lado, claramente un par de años mayor reflejaba madurez, armonía y seguridad; parecía ser de esos espíritus tranquilos y amables con el resto, pero autoexigente consigo misma, cosa que notó en la interacción con sus subordinados y cómo se esforzaba pese a estar agotada. Además, se preguntaba si ese comportamiento maternal con la muchacha se debía a la diferencia de edades entre ellas, o si era la situación. Pero lo que sí podía decir con certeza es que allí había un afecto absolutamente real; el modo en que su rostro se suavizaba cuando la contemplaba o hablaba de la soldado era la prueba, como también lo era el temple en su mirada cuando luchaba por ella. O más bien el acero, pensó Levi, por el color que tenían y cómo a veces parecía cambiar conforme la situación.
- La mayor parte del tiempo me cuesta creer que sea ella la que está así – dijo muy despacio, mientras acariciaba la frente de su hermana con delicadeza. La vio sacar de su bolsillo una pequeña libreta forrada en cuero marrón y, utilizando un pequeño un lápiz que estaba dentro, procedió a dejar nota de algo.
- Entiendo a lo que se refiere – manifestó Levi, observando el ritmo de la respiración de Ilva, que era pausada.
Fue en ese momento cuando Elia captó en sus ojos que estaba genuinamente preocupado, y que cuando él ofreció su ayuda antes, lo había hecho de corazón; nadie se lo pedía, nadie se lo imponía.
- Esperaré afuera – dijo él, dándose media vuelta en dirección a la sala y se sentó a tomar el vaso de agua que antes le habían servido. Estuvo mirando por la ventana un buen rato mientras sostenía el recipiente ya vacío. Se detuvo y se giró cuando sintió la presencia de ella cerca.
Elia por su parte, se sintió mal de haberle negado lo que sea que él quería hacer por ayudar a su hermana; Ilva hubiese sido feliz por semejante atención, una vez superada la vergüenza, claro. Comenzaba a sospechar que ella no había pasado tan desapercibida por el Capitán como creía, y por ese motivo decidió aceptar su ofrecimiento. Más, en el momento que estuvo a punto de hacerlo, el Capitán inesperadamente se puso de pie y se quedó observando un par de transeúntes que deambulaban afuera. Su postura con las manos en la espalda era tensa.
- Esto no debería haber sucedido – dijo serio, justo antes de darse la vuelta en su dirección, pero con los ojos enfocados al cuarto de la soldado – ella no debería estar así. Estaba de baja por su propia seguridad; ni siquiera debió tener acceso a su equipo de maniobras – Elia no tenía miedo, pero tampoco era ciega a lo aterradoramente enojado que se veía. Y de eso pasó rápidamente al pesar.
- ¿Por qué lo dice? – inquirió ella, extrañada al caer en la cuenta de que sólo su escuadrón, familia y los Möser estaban enterados de eso. Pero si él lo sabía, entonces…
- Porque la orden la di yo – dijo un apesadumbrado Levi, quien se obligaba a enfrentarla pese al extraño temor de que esos ojos lo señalaran como culpable.
Se quedó helada de la conmoción. El héroe de su hermana pequeña, a quien apenas y conocía, había tratado de protegerla, incluso de sí misma al prohibirle ir con ellos.
Elia podía ver que sentía culpa, o al menos un tanto de responsabilidad por el estado de Ilva. Estaba claro en la manera que se forzaba a encararla mientras le ofrecía una disculpa implícita. Lo que a su parecer era injusto, porque nadie hubiese podido imaginar el desastre que se avecinaba dentro de los muros, de lo cual él no era causante.
- Créame cuando le digo que nada podría haberla detenido – le aseguró, tan enfocada en su persona como él la estaba observando a ella – mi hermana siempre ha sido como una fuerza de la naturaleza. Y una muy obstinada.
- Pero de haber ido con nosotros… - dijo él, pero Elia le interrumpió, negando sutilmente con la cabeza.
- Podría haber resultado en lo mismo o peor. Luther y su hermano no hubiesen estado aquí de no haber sido altaneros con el oficial que le dio el comunicado a mi hermana, pero lo hicieron. Por ende, no hay cómo saber si seguirían vivos al haber ido a la expedición – explicó ella – Hasta me atrevería a decir que yo puedo ser responsable porque no me di cuenta cuando Ilva me mintió. Ella se movilizó apenas atisbó que algo sucedía y se fue corriendo a los cuarteles. Actuaba raro, pero no le di mayor importancia – le relató – Incluso cuando la vi bien por última vez… – le confesó son una expresión devastadoramente triste – ella sólo quería ayudar y pelear; y aunque pude obligarla, no era mi decisión ni mi derecho hacerlo. Eso nos lo dejó muy claro el día que nos comunicó que se enlistaría en la Legión de Reconocimiento.
Esta vez él abrió mucho los ojos, aturdido. Era difícil comprender que ella no sintiera rencor, ni que le responsabilizase por lo ocurrido. Su voz ahora incluso poseía un tono diferente, como si fuese menos reservado.
- Si todo sigue igual mañana y no ha cambiado de parecer – dijo ella aún de pie, a solo a un par de metros de él – acepto su ofrecimiento, señor.
- Gracias – respondió Levi, agradecido. Inclinó su cabeza respetuosamente y sin decir más, se marchó.
Elia no tenía cómo saber si había logrado aligerar la culpa que él sentía. Y él por su parte no terminaba de entender el modo en que su cabeza funcionaba, pero lo apreciaba.
Su aceptación y humanidad, de alguna forma también se habían llevado parte del remordimiento de años atrás, por una decisión errada en la que se obligaba a no pensar demasiado. Si bien hizo una mala elección, sus amigos también habían decidido libremente confiar en que lograría la misión oculta y por eso le dejaron ir solo; lo que le ayudaba a comprender que Furlan e Isabel difícilmente lo hubiesen culpado por lo imprevisto. Recordaba perfectamente la noche anterior a la expedición, donde él les había prohibido ir y ellos se habían revelado, acusándole de no creerlos capaces de lograrlo. Con lo cual le hicieron cambiar de opinión, suprimiendo así su miedo a perderlos y confiando en la amistad que tenían avanzar juntos hacia su objetivo.
Las cosas habían salido terriblemente, pero lo que la mujer había dicho al final, esas palabras de su hermana, finalmente le ayudaron a comprender que todos tenían derecho de elegir sus propios caminos, y asumir las consecuencias era parte de ello.
Con cada paso que daba se sentía un poco mejor y al mismo tiempo más resoluto a cumplir la promesa de darle significado a sus muertes. Promesa que había hecho aquel mismo día, cuando decidió seguir a Erwin en esta búsqueda de la libertad.
- Es algo tarde para deambular, ¿no crees? – comentó una voz familiar, escondida entre las sombras de la sala común que estaba atravesando para ir a su habitación.
Levi cambio de rumbo y se dirigió hacia su amigo, quien estaba al fondo de la sala común y acababa de encender la chimenea. Al terminar tomó asiento en una butaca y dejó un vaso sobre la mesita cercana a ambos mientras el crepitar del fuego se oía con total claridad en aquel silencioso lugar.
- Caminar ayuda a despejarse – le soltó despreocupadamente cruzándose de brazos y omitiendo detalles de lo que sea que hacía en su tiempo libre.
El Comandante miró en su dirección y le hizo un gesto con la mano para que tomara asiento frente a él. Tenían mucho qué discutir, estrategias que evaluar.
- Creo que, si tenemos éxito en el juicio, lo mejor es que nos marchemos de la ciudad apenas el muchacho se incorpore a nuestras filas – dijo Erwin con seguridad entretanto mecía el líquido ambarino de su vaso.
- La vieja sede de la Legión podría ser un buen lugar para entrenar al chico. No hay nadie allí o en los alrededores – comentó Levi – Aunque por eso mismo, ahora debe estar asquerosamente sucio – agregó estremeciéndose de fastidio al pensarlo.
- Es una buena idea – expresó Erwin antes de vaciar el contenido de su vaso de u solo trago – es retirado, espacioso y oficialmente está bajo nuestra jurisdicción. Sería provechoso para los experimentos de Hange y para mantenernos alerta.
El Capitán lo observaba atentamente. El semblante de su camarada volvía a transmitir algo inusual; aparentemente, algo bueno había ocurrido. Levi levantó una ceja a modo de interrogación y el hombre sonrió satisfecho.
- La idea era hablar contigo y con Hange, pero ella está supervisando el asunto de los titanes que fueron capturados – contestó el Comandante – en fin. Esta mañana vino a verme Dot Pixis…
Fue así como el rubio le relató todo lo conversado aquella mañana con el veterano Comandante. Le contó sobre el muchacho, las impresiones que Pixis había tenido de él, y sobre cierta llave que podía llevarlos finalmente a la verdad de todo.
Cuando Levi le preguntó dónde se hallaba dicho objeto, el Comandante miró detenidamente alrededor antes de sacar la pequeña pieza del bolsillo de su chaqueta y se la enseñó: una llave plateada que colgaba inerte de su mano. Una llave que implicaba que décadas de lucha y muertes podían finalmente tener un significado real.
- Tengo el presentimiento de que todo comenzará a complicarse – comentó Levi con un dejo de prudencia en los ojos al notar la de excitación en los de Erwin.
El momento finalmente se estaba acercando.
- Sé que eres capaz de hacerlo, pero eso no quita que me preocupes – comentó la pelirroja, quien se hallaba sentada a sobre la cama desocupada, observando el modo en que el pecho de la muchacha de enfrente subía y bajaba con cierta normalidad.
- Estoy bien, Petra – le contestó su amiga, quien terminaba de revisar la pesada mochila que ella había traído de regreso y que había dejado en el suelo por un momento – sólo me siento mal de haberte pedido que hicieras esto. Está muy pesado, ¿sabes? – dijo, arrastrándolo fuera del cuarto.
Petra le guiñó un ojo y le sonrió con autosuficiencia, haciéndola resoplar un momento y reír al siguiente.
- Entreno casi todos los días, Elia – le recordó ella – me veo menuda y todo eso, pero puedo soportar con facilidad un peso como ese. Tú por otro lado, no hubieses podido más de tres cuadras. O quizá sí, pero hubieses tardado eras – dijo burlona, contagiándole de su buen ánimo mientras pudiera.
Observó a Elia mirar el reloj en la pared, el mismo que antes estaba en la sala de estar y que ella misma acababa de arreglar entretanto la esperaba. Sólo faltaban dos minutos para las once de la mañana. Y de un momento a otro, la vio erguirse y salir del cuarto sin decir nada.
- No sabes cuánto te agradezco que hayas venido, mujer – le oyó decir de pronto, mientras se acercaba cargando dos platos y un vaso, que le entregó a ella.
- Lo hago con gusto – aseveró Petra, recibiendo uno de ellos y dejando el vaso de agua sobre la mesita de noche que estaba cerca – pero no deberías haberte preocupado por alimentarme.
- Es lo mínimo después de hacerte venir y enviarte de compras – comentó Elia, quien se sentaba a su lado – y no exageres; sólo es un sándwich. No podía dejarte ir sin comer nada en toda la mañana antes de presentarte a trabajar – como siempre, su amiga recordaba perfectamente que ella debía marcharse en poco menos de una hora – además, es agradable poder compartir un rato juntas – agregó con una sonrisa triste.
- Me preocupa dejarte sola hasta mañana por la noche – confesó Petra, ceñuda – si sigues así vas a terminar con unas ojeras tan grandes como las de mi jefe. Nada lindas, ¿sabes? – dijo antes de darle un mordisco a su comida, que por simple que pareciera, estaba deliciosa.
Elia la imitó y al mismo tiempo desvió los ojos hacia su hermana, como si estuviera evaluando algo, pero cuando volvió a mirarla, lo hizo con una expresión que parecía ser más despreocupada.
- Estaré bien, mujer – la tranquilizó – Un amigo de Ilva me ofreció su ayuda en ocasiones que tuviese libre para permitirme dormir.
- ¿De verdad? – inquirió la pelirroja, mirándola con evidente desconfianza e intentando averiguar si mentía para no angustiarla – no te lo estás inventando para despistarme, ¿verdad?
- Te juro por mi hermana que es verdad – respondió su amiga con franqueza.
- En ese caso, me alegro de su buen corazón – dijo Petra, sabiendo que su amiga no se hubiese atrevido a prometer en nombre de la persona que más le importaba si fuese mentira. Por lo que continuó comiéndose tranquilamente su merienda.
Elia por otro lado, no había creído correcto revelar que era el mismísimo jefe de Petra quien se había ofrecido a apoyarla, porque el hombre no parecía ser de los que disfrutaban pregonando lo que hacía ni divulgando más de lo estrictamente necesario. Estaba claro que era sumamente reservado, y ella no deseaba defraudar su confianza antes de siquiera comenzar.
Se concentró en terminar de comerse su propio sándwich, retirar las cosas una vez que terminaron las dos y regresar junto a su amiga, que ya pronto debería retirarse.
- Hace tiempo que no comía algo tan rico – agradeció Petra, inclinándose sobre ella y fingiendo llorar sobre su hombro, como cuando eran pequeñas y Elia le convidaba de su propio almuerzo – ya quisiéramos tener a gente como tu metida en las cocinas – rio la muchacha con ojos soñadores.
- Lo creas o no, eso mismo decía Ilva – le comentó la sanadora, mirando al frágil cuerpo de su hermana enfrente – aunque más a mamá que a mí.
- Pues así de maravillosa sabe tu comida y la de tu madre – recalcó ella, intentando animarla un poco más – siempre me dejabas comerme la mitad de tu almuerzo en la escuela. Todo porque papá cocinaba fatal – así había sido desde que su propia madre había muerto cuando ella era muy pequeña – de hecho, aún lo hace – puntualizó con fingido horror.
- Debió ser difícil para él – musitó Elia, absorta en sus propias cavilaciones – no muchas personas piensan que los hombres deberían ser seres funcionales en su hogar, y por eso es problemático cuando se ven enfrentados a valerse por sí solos. Tu padre dio todo lo que pudo, Petra. Aunque tuviera mal sabor, siempre lo hizo con cariño y se esforzaba por cuidar de ti.
- Lo sé – aceptó ella contenta de saber cuan cierto era aquello. Se preguntaba qué estaría haciendo él justamente en ese momento; hacía tiempo que no le veía – No tendrá dotes culinarios, pero sé que es un gran hombre. No fue muy fácil que aceptara mi decisión de enlistarme en el ejército, pero espero que ya se haya resignado a la idea de que sea una ama de casa y lo llene de nietos.
- ¿Sigue empeñado en eso? – preguntó su amiga, sonriendo con melancolía al verla asentir con energía y contrariada – Tal vez podrías escribirle una carta – ofreció ella con optimismo - Asegúrate de contarle todo lo que veo que te hace feliz. No la parte horrible de los titanes, pero sí de compartir con él un poco de tu vida como soldado, tus propias aspiraciones, o sobre las personas con quienes trabajas. No sabría decir si le hará cambiar de parecer, pero es una forma de hacerle ver lo que realmente quieres o piensas.
- Tal cual. Sigue siendo el sueño de su vida, pero no de la mía – enfatizó ella con un poco de amargura, pero ahora esperanzada y agradecida del pequeño empujón que Elia le estaba dando – Y como siempre, me has dado una excelente idea. A veces me aflige pensar que ya con mis veintiocho años no sepa, o en realidad no quiera ver, lo que yo deseo hacer con mi vida – dijo suspirando, entretanto miraba a la hermana pequeña de su amiga - ¿cómo lo tomaron ustedes cuando Ilva les comunicó su elección?
- Bueno, no puedo negarte que no fue nada fácil. El trabajo de ustedes es como una apuesta con el destino; jamás sabes si volverán enteros por la misma puerta por la que salieron y eso asusta a cualquiera – le confesó su amiga, reflexiva – pero nuestros padres siempre nos instaron a pensar y a escoger por nuestros propios intereses. Yo, por ejemplo, desde pequeña me gustó el campo de la sanación, inspirada por lo que ellos hacían en conjunto. No necesité pensarlo demasiado y me apoyaron desde entonces – era agradable conversar así de cercanas, como habían hecho tantos años atrás – Y lo mismo pasó con Ilva. Le preguntaron sus razones y motivaciones para tomar ese camino, y al igual que yo, lo tenía claro desde que era bastante joven. Nos dijo que su objetivo era luchar por los indefensos, ayudar con el exterminio de la amenaza de los titanes y finalmente, dijo que lo que más deseaba era ir más allá de las murallas para sentirse realmente libre – expuso Elia, enumerando con sus dedos los tres fundamentos que su hermana les había dado.
- Bueno, es la meta de algunos de nosotros – confesó ella, sabiendo que, entre las filas de la Legión, no eran demasiados los que tenían ese tipo de motivaciones. Por eso respetaba a las personas como la hermana menor de su amiga, quien pudo ver más allá, al igual que ella hacía; confiando en un sueño lejano, y que ahora esperaba poder cumplir también en honor a ella – Lamento decirlo, pero justamente ahora ya debo irme – anunció mirando enojada al reloj, como si el objeto tuviese la culpa. La pelirroja exhaló resignada, pero de igual modo, contenta - Echaba de menos estas instancias – dijo abrasando a mujer a su lado, quien había dejado caer su cabeza sobre la suya unos momentos.
- Yo también los extrañaba – dijo ella con sinceridad. Petra recordaba bien que a su amiga no le gustaba la efusividad si no se trataba de alguien a quien apreciara realmente – ha sido un maravilloso regalo volverte a encontrar, Petra.
- Bueno, siendo así, me vas a tener bastante seguido por aquí – anunció ella, juguetona. Teniendo la certeza de que Elia entendía que detrás de esas palabras, le estaba prometiendo que no la dejaría sola en su dolor.
- Y siempre serás bienvenida – aseguró su amiga, tomando su mano izquierda y dándole un apretón lleno de gratitud y afecto.
Para ser honesta, he sufrido bastante escribiendo la última parte de este capítulo porque ya todos sabemos lo que va a pasar con la próxima expedición (*puñalada invisible directo al corazón*). Pero como dije desde un principio, los hechos trascendentales en la trama original de Shingeki no Kyojin, no serán modificados. Algún dato, como fechas y cosas así, puede que sí (pero será explicado posteriormente).
Por otro lado, ya desde aquí y poco a poco, Elia y Levi al fin comienzan a conocerse. Bajo una situación terrible, pero es lo que generalmente nos marca como humanos.
Ahora, el capítulo seis está terminado pero, como siempre, necesita pasar por una nueva revisión antes de ser publicado, lo cual sucederá muy pronto. Creo que lo más probable es que suba capítulos entre jueves y sábado (y, si todo va bien, puede que a veces sean dos en un mismo periodo).
Gracias por leer. Espero lo disfruten.
Namärié
