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SUEÑO;
con la realidad
OX
"If I knew it all then, would I do it again? Would I do it again?
If they knew what they said, would go straight to my head
What would they say instead?"
El sueño que más se repetía y que más atormentaba a Buttercup era sobre un accidente de bus en el que estuvo involucrada. No fue nada previsto, es algo que ocurría y que se daba por distintos factores; en ese caso, había mal clima, el piso estaba resbaladizo por la agua-nieve que había estado cayendo, además de ir en un autobús cuya mantención era deficiente. Juntad ambos y sumadle el hecho de que estaba pasando por un puente. El autobús cayó, el motor hizo cierta explosión, hubo fuego, y el cuerpo de Buttercup, junto con el de otras personas, cayeron por las ventanas rotas, recibiendo considerables daños, directo al agua. Tal fue la magnitud del impacto, que ella veía cómo se iba hundiendo hasta que la luz no fue más que un mísero punto, al menos desde su perspectiva. Se estaba alejando de la vida, se le dificultó respirar, pero, en ese momento, no hizo ningún movimiento, se dejó hundir, como si estuviera aceptando a la mismísima muerte. Por suerte se salvó de la muerte, aunque, personalmente, no es algo que a ella le gustase recordar, tampoco los relatos con respecto a lo sucedido.
Desde aquel día en que confrontó a Butch, no ha recibido ningún mensaje de Robin, podría ser que la chica había bloqueado su contacto... bueno, tampoco es como si estuviera interesada en tener alguno de ella. Buttercup se había resignado a la idea de que no merecía ninguna pizca de simpatía ni amistad por parte de Snyder, después de todo, había tenido alucinaciones con su novio, y casi le jode la relación, si es que no lo hizo ya. Al recordar ese día, las palabras de Butch le retumbaban en la cabeza, tal y como sucedió el día en que las dijo por vez primera. Tuvo un colapso, se quedó sin habla y con una evidente dificultad para respirar. Ese día, Buttercup quería desaparecer de la faz de la tierra. Sus hermanas la habían tomado por los brazos y se la llevaron, de prisa, a la enfermería antes de irse a casa mientras que, a lo lejos, Buttercup pudo distinguir las voces de Robin y Butch, parecían discutir, pero la verdad es que no pudo distinguir ninguna palabra en concreto.
La situación se hizo inmanejable, se complicó cuando estuvo al cuidado de la enfermera de la escuela y tomaron la decisión de llevarla al hospital. Ahí, Buttercup tuvo que pasar la noche, su cuerpo estaba muy débil por lo ocurrido, la mala alimentación y lo fuerte que eran las dosis para su organismo tan endeble. La tuvieron en observación durante tres días hasta que, los doctores a cargo, determinaron que sería derivada al hospital especializado en salud mental. No sería una situación manejable a menos que aquellos especialistas fueran los que le dieran el alta.
La familia Utonium estaba devastada, sobre todo el padre, no le gustaba ver que su hija había cambiado radicalmente y que él no podía hacer nada más que llevarla a especialista tras especialista. Se sentía un mal padre, Buttercup lo escuchaba sollozar varias veces, culparse e insultarse, pero ella siempre le extendía la mano y le daba las gracias por nunca dejarla sola, además de recalcarle lo mucho que le quería. Sus hermanas también, sin ellas a su lado, su vida en la escuela hubiera sido un tormento mayor. Ella decía que no tenían por qué sentirse culpables, dado que era algo que podía pasarle a cualquiera y bajo variadas circunstancias. En ese caso, fue a ella y todo a raíz de un accidente que la mantuvo cerca de la muerte.
Una vez la llevaron a ese hospital de salud mental, Buttercup se prometió a sí misma que daría todo de ella para poder salir pronto, y así sus tres personas favoritas en el mundo no tendrían que sufrir por ella. Los primeros dos días pasaron desapercibidos, ya que estaba muy dopada para que no intentara escapar o autolesionarse, debían asegurarse de que eso no ocurriera. Solo estaba consciente cuando debía comer y, claro, lo hacía bajo la estricta supervisión de Sally, una enfermera robusta que siempre olía a galletas. Comer con ella no le significaba algo terrible, de hecho, le gustaba, porque Sally la motivaba a comer, no le hablaba de comida, más bien le contaba sus problemas de amor, financieros, cosas así, lo que hacía de la hora más amena. El problema era cuando tenía reunión con el cadavérico especialista. Ese hombre viejo de casi sesenta años no sonreía ni por si acaso, la miraba a través de esos gruesos cristales que tenía de anteojos y anotaba rápido en el fichero, apenas sí podía leerse lo que escribía.
—Sabías que estabas sola, ¿cierto? —preguntó con un tono frío.
Pero ella no respondió, ni siquiera le mantuvo la mirada fija, prefirió mirar sus pies envueltos en esos zapatos blandos de color rosa que le había traído Blossom en la jornada de ayer.
—Buttercup, tú lo sabías —insiste el hombre, pero esta vez con una severa afirmación.
No obstante, Buttercup se mantuvo en silencio. El hombre suspiró pesado, pasó hoja y golpeteó la punta de su boli contra la nueva.
—¿Quién era ese chico? —le preguntó esta vez.
No respondió.
—La terapia no avanzará a menos que me respondas algo —incluso si no era una amenaza, a Buttercup le sonó como una.
Fue entonces cuando dudó. Pensar de esa manera hizo que se diera cuenta de que mientras más trabas pusiera para hablar y contarle del problema, más tiempo estaría en su compañía, y lo que es más, estaría mucho tiempo en ese hospital. Ella ya quería irse a casa, incluso si solo han pasado cinco días... ¿o cuatro? Como sea. Se removió con cierta incomodidad en aquel acolchado asiento, miró al doctor y se dio cuenta de que él no desistía.
—Un compañero de escuela —le dijo al fin.
—¿Le conocías de algo? ¿Conversábais?
—Solo de vista. Él es novio de una amiga.
—Vale —dijo mientras anotaba tres líneas, a menos que de verdad pudieran considerarse palabras—, pero ¿por qué él? ¿Qué tiene de especial?
No hubo respuesta en un principio, solo se encogió de hombros. Sin embargo, al notar que el hombre no parecía conformarse con ello, tuvo que añadir algo con palabras:
—Me gustaba ese chico antes de que empezara a salir con mi amiga.
—Eras consciente de que su presencia no era real.
—En momentos, sí.
—¿En qué momentos?
—Él y yo nunca hablamos. ¿Cómo era posible, entonces, que él se acercara preocupado a mí? Y es más, ¿supiera de mi problemas del sueño?
—Asumes que él desconocía tu condición.
—Creo que él sí debía conocer algo, de seguro su novia le hizo algún que otro comentario, pero ella tampoco sabía cosas tan específicas. Él y yo no hablamos directamente y, bueno, en mi alucinación él sabía cosas que solo yo sabía.
"Decía las palabras que siempre quise escuchar", pensó.
—¿Qué más? —habló el doctor.
Buttercup sonrió con conformidad. Estaba resignada, en realidad. Relamió sus labios y sintió las pequeñas heridas que se había hecho en ellos, gracias a la costumbre de morderlos cuando se encuentra con alguna crisis. Miró a su doctor, como si le estuviera desafiando, y, como si estuviera recitando un verso aprendido de memoria, dijo:
—Es imposible que alguien se preocupe tanto por mí, sobre todo, al punto de ir hasta mi casa, en mitad de la noche, y cuidar de mi sueño. Yo no valgo tanto esfuerzo y dedicación.
Finalizó la sesión. Lamentaba no haber podido decirle al doctor que todavía escuchaba la voz del chico, pero estaba segura que él ya lo sabía, o lo sospechaba.
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Buttercup empezó a recibir visitas luego de estar dos semanas internada. La habían cambiado de habitación, incluso, y ya no debía usar ese uniforme de paciente. Su padre entraba a su habitación, en compañía de sus hermanas, y la saludaban con entusiasmo. El hombre le aseguraba que podría volver a casa muy pronto, ya había hablado con su doctor a cargo. Según el informe, ella ya estaba recibiendo el tratamiento de salida. En otra de las visitas, su padre le informó que podría retomar su actividad escolar, es decir, las clases, y que tenía la opción de escoger su modalidad: ir a la escuela o tener una educación en casa. Ella no lo dudó, escogió la educación en casa. No se sentía bien como para afrontar la escuela nuevamente, en especial esas miradas de pena. Por supuesto que él aceptó y respetó su decisión.
Por otro lado, sus hermanas se encargaban de ponerla al corriente con respecto a las ligas de sus deportes favoritos, esos que tanto le gustaba ver en televisión. Además, le aseguraban que ambas lograron mejorar en la cocina, de ese modo, esperaban tratar de alegrarla, de hacerla feliz mediante una comida tan deliciosa como nutritiva. No se lo dirían, pero las dos, luego de verla después de tanto tiempo, lloraron camino a casa. Les llenó de dicha ver que estaba mejor y que, incluso, se notaba que sí estaba ganando algo de peso. Eran bastante buenas para hablar, mas cuando Buttercup preguntaba "¿qué tal está Robin?", Blossom y Bubbles cambiaban radicalmente el tema dejando esa pregunta al aire. Hasta que, ese día en que su padre les dijo que les daría la privacidad de chica que necesitasen, y decidieron que sería buena idea ir y pasar tiempo en los jardines, Buttercup les dijo:
—No me hará bien que me escondan cosas. Por favor, ¿cómo está Robin?
Blossom y Bubbles se miraron y comprendieron que su hermana tenía razón. La tarde estaba bastante agradable en cuestión de temperatura, corría viento, sí, pero no lo suficiente como para que alguna de las tres se pusiera una chaqueta. Buttercup tenía su cabello atado en una pequeña coleta que reposaba en su hombro derecho, mientras que sus hermanas traían el cabello suelto. Pensó que le gustaría poder volver a peinarse como lo hacían ellas, además de ocupar conjuntos más coloridos. Definitivamente, cuando saliera del hospital, les pediría ayuda con respecto a su imagen.
—Robin y Butch rompieron —dijo Bubbles sacándola de la reflexión en la que se encontraba.
Había olvidado que ella misma había querido saber de su amiga. Al escuchar lo dicho por su hermana no pudo evitar sentirse mal, pero no solo anímicamente, sino que también físicamente. Sintió un mareo, como esos que le daban antes de vomitar la comida, pero no duró mucho, no solo eso, disimuló lo mejor que pudo para que sus hermanas no se alarmaran, llamaran a la enfermera y dieran por terminada la visita. Se lo aguantaría por ahora, así que decidió seguir con la conversación.
—¿Por mi culpa?
—No —respondió Blossom inmediatamente—, porque fue Butch quien rompió con Robin, no al revés. A propósito —frotó sus manos y se acomodó mejor en la banca para mirar a Buttercup directo a los ojos—, ella no está molesta contigo. La psicóloga de la escuela le recomendó que no se comunicara contigo, al menos por ahora, para evitarte malestares, ataques de pánico y ansiedad. Pero ella quiere que sepas que sí está preocupada por ti, que bajo ninguna circunstancia te odia ni detesta. Ella te quiere, siempre pregunta por ti, es solo que todavía no era momento de que se vean.
—Ella quiere saber si puede venir a verte —añadió Bubbles—. Te extraña y quiere hacerte saber que va a apoyarte en lo que necesites.
Buttercup quiso llorar. Robin parecía ser un alma tan pura, y ella siempre malinterpretó todo a favor de su alucinación. Por ende, no pensó que ella iba a reaccionar así con ella justo después de enterarse de que tuvo delirios con su novio. No quiso hacerles más preguntas, es posible que no pudiesen darle las respuestas que ella quería en ese momento, más bien, las que necesitaba: honestas y completamente reales por parte de la misma Robin.
—Bueno, Buttercup, creo que es hora de que nos vayamos —dijo Blossom.
—Está bien —les sonrió—. Nos vemos pronto.
Se despidió de sus hermanas con un cálido abrazo. Le extrañó que se fueran antes de la hora de término, generalmente eso es lo que hacían, quedarse hasta el final del horario de visitas que era a las seis y media de la tarde. Se quedó disfrutando un poco más del aire fresco en aquel jardín y miró hacia el reloj de la capilla. Eran las cinco de la tarde con cuarenta minutos. Suspiró y echó su cabeza hacia atrás. Pensó en que, tal vez, su familia tenía cosas que hacer, por ello se fueron temprano. Pero luego sintió que una mano se posaba sobre su hombro, una masculina.
—Hola.
Con indiferencia se giró hacia la derecha. El estómago se le apretó cuando se dio cuenta de que se trataba de Butch. La expresión en el rostro de él era difícil de describir, parecía amigable, pero también se veía algo serio. Miró hacia todos lados, necesitaba la opción de un tercero, y cuando miró hacia el pasillo, se dio cuenta de que sus hermanas seguían ahí. Buttercup les señaló a Butch y ambas asintieron con la cabeza. Volvió a verlo, tenía cierto temor, y quiso huir, pero su cuerpo no se lo permitió.
—Tu padre permitió que viniera a verte —comentó él rodeando la banca para quedar frente a ella—. Necesitaba hablar de unas cosas contigo.
—Vete —pidió ella.
—Por favor —le suplicó—. Déjame hablar contigo —ella no le respondió—. No voy a juzgarte —dijo y se agachó para que no existieran diferencias entre ellos—, solo quiero entenderte.
Hubo un silencio entre ambos. Buttercup estaba nerviosa, volvía a mirar a sus hermanas quienes le seguían asintiendo con la cabeza, diciéndole que sí, que sí era real. Pero seguía un tanto desconfiada, así que apretó sus labios con fuerza. En ese momento, Butch asintió con la cabeza, se sentó al lado de ella y descubrió su muñeca izquierda, ella pudo ver un brazalete azul y otro verde, pero eso no era lo que él quería mostrarle, así que corrió esos hilos y dejó ver una delgada línea marrón, una marca de nacimiento bastante peculiar. No recuerda haber visto esa marca, alguna vez, en el Butch de sus alucinaciones.
—¿Se te hace familiar? —preguntó él.
—No —respondió en voz baja.
—Entonces ¿por qué desconfías de mí? Te juro que soy el autén…
—Te creo —interrumpió. Por una razón obvia, no quería que completara la frase.
Estuvieron callados unos segundos, Buttercup no apartaba la vista de aquella marca; hacerlo, de hecho, le daba cierta tranquilidad con respecto a lo que estaba ocurriendo en ese momento. Butch bostezó y se estiró, impidiendo que la chica siguiera contemplando su muñeca. Luego de eso, él decidió romper el hielo.
—¿Sabes? Me parece curioso que pensaras que yo podía ser alguien que te diera comodidad.
Buttercup no le dijo nada, mantuvo su mirada en el césped que estaba a un metro de sus pies. Dado que ella mantenía sus palabras reservadas, Butch se recostó de mejor manera sobre la banca entrelazando sus dedos tras su nuca.
—Admito que sí me sorprendí demasiado —añadió—. Y sí, me asusté, y es que mi relación se puso en peligro —chasqueó la lengua y habló en voz baja, como si fuera un comentario solo para él—, aunque ya venía medio rota.
—Perdona —dijo Buttercup un poco avergonzada.
—¡No! No, no pidas perdón —Buttercup se sobresaltó un poco ante lo fuerte que había hablado él—. No se murió nadie —Butch se había acomodado, nuevamente, sobre la banca. Esta vez, quería mirarla directo a los ojos—. La verdad es que Robin y yo… ya estábamos distantes por otras cosas.
Buttercup fue capaz de ver que Butch no parecía arrepentido, en lo absoluto. Los separaba la distancia de un brazo, sin embargo, ninguno tenía intenciones de invadir el espacio del otro. Era la primera vez que hablaban, a solas, al menos. El chico suspiró y alzó la mirada que había mantenido gacha por unos segundos y le sonrió conforme antes de volver a hablar.
—Quizás no terminamos del modo en que quería, pero bueno, así están las cosas ahora. Ella está bien, yo estoy bien, no importa.
La chica no le creía mucho, a pesar de que no había indicios de mentira, solía mantener esa desconfianza activa para evitar trucos de su propia mente. Se mantuvo callada, pero al notar que Butch no desistía la mirada, quiso creerle, así que asintió con la cabeza para hacerle saber que le había prestado atención.
—Todo resultó para mejor —afirmó él.
Buttercup no le dijo nada, solo desvió la mirada, de nuevo, hacia el césped. Él y ella tenían dos visiones completamente diferentes sobre eso. Quizás Butch hablaba de finalizar una relación que no estaba funcionando, claro, eso sí está mejor, pero en su caso, ella terminó en el hospital mental, no hay nada de "mejor" en eso.
—Yo... era una alucinación, ¿cierto?
Buttercup abrió un poco más sus ojos y giró su rostro bruscamente hacia Butch, quien se veía preocupado y expectante por la respuesta. La chica tragó saliva y apoyó las palmas de sus manos sobre sus muslos. Respiró profundamente dos veces, intentaba calmar su mente. Cuando sintió que tuvo éxito, le miró y le dijo:
—Sí —a lo que Butch asintió con cierta lentitud.
—¿Tienes idea de por qué pude ser yo?
"Es hora de que lo sepa", se dijo a sí misma.
—Porque me gustabas —dijo sin más haciendo que Butch alzara sus cejas producto de la sorpresa—. Pensar en ti, en las noches en las que me costaba dormir, me relajaba, me daba la tranquilidad y el abrigo que necesitaba en la oscuridad —agachó la mirada, pero lo hizo sonriendo—. Me advirtieron al respecto, ya había tenido un episodio parecido, sin embargo, y aun si sabía a lo que me atenía, quise correr el riesgo de imaginarte y verte a mi lado. No pude evitar querer sentirlo… siempre —tragó saliva y suspiró resignada—. Luego, se transformó en una alucinación.
—Pero…
—Sí, sí lo sabía —interrumpió ella, ya sabía qué es lo que iba a preguntar—. Es solo que me había aferrado tanto a creer que era verdad, y llegué a un punto en que no supe distinguir.
—Y te diste cuenta ese día, ¿no?
—Sí, y no —apretó sus labios unos segundos. No podía creer que estaba teniendo ese tipo de conversación con el verdadero Butch—. Era ridículo pensar que nos juntábamos todas las noches, pero nos ignorábamos en la escuela, ¿no crees?
—Sí, es algo ridículo —rio flojo, ella hizo lo mismo—. Incluso así, seguías pensando que era algo real.
—Entre los momentos en que me dormía en clases, más bien, dormitaba, escuchaba a Robin hablar de ti. Todo lo que ella decía, lo revivía como algo propio en mis noches. No es absurdo pensar por qué es que creí que era todo verdad, todo real —se mofó de sí misma—. Una noche te pedí que usaras dos brazaletes de ciertos colores, quiero decir, al tú de mi alucinación —aclaró—. Y, pues, lo de tus brazaletes lo había comentado Robin en una jornada de estudio. Cuando ella estaba hablando, yo estaba viajando por las profundidades y oscuridades de mi mente.
—Venga —se sorprendió Butch y giró el cuerpo completo hacia ella, apoyando su brazo en el respaldo de la banca—. ¿Lo dices en serio?
—Sí —afirmó ella como si nada—, eso fue lo que dije ese día. ¿Que no lo recuerdas?
—Que sí, que lo recuerdo —cubrió su boca—. Qué loco…
—Lo sé.
Incluso si pareció increíble para ambos, sintieron que el ambiente, la atmósfera que los rodeaba y cobijaba en ese momento, se volvía tibio, como si se tratase de una situación cotidiana entre ellos. Buttercup miró a Butch a los ojos, sí que los tenía de un color verde más nítido que el que ella había podido imaginar. Aclaró un poco su garganta, emitió un pequeño "eh" y le dijo:
—Mira, quiero insistir en esto —suspiró un poco pesado antes de seguir hablándole—. Llegué a un punto en el que, de verdad, creí que ibas a verme. Pero cuando era consciente, ¡ja! —negó con la cabeza, incrédula de todo lo que había tenido que pasar—. ¿Por qué nos ignoraríamos en la escuela? Porque eso hacíamos. No hablábamos, salvo cuando me pasaste las llaves.
—Yo… —empezó a decir Butch y rascó su nuca—, yo siempre te veía en la escuela. Sí estaba preocupado por ti —en ese instante, Buttercup le devolvió la mirada y se cruzó de brazos, como si se estuviera protegiendo de algo—. Le preguntaba constantemente a Robin sobre ti, y es que de pronto, de la noche a la mañana, fuiste perdiendo energía, color… —tragó saliva antes de finalizar—, vitalidad.
—Bueno —empezó a decir en tanto jugueteaba nerviosamente con sus dedos—, sé que me mirabas. Hay que ser estúpida como para no darse cuenta —arrugó la nariz un momento y volvió a verlo—, pero nunca te acercaste.
—Tú tampoco —quiso defenderse Butch—. Tommy me lo decía, pero no hice caso, así que dije que si tanto me mirabas, debías acercarte y hablarme, así como lo hicieron tus hermanas.
—¡Ja! —se burló Buttercup y sonrió un poco—. Tú estabas saliendo con mi amiga. ¿Cómo pretendías que me acercara?
—Yo te observaba desde mucho antes que empezara lo de Robin y yo.
Buttercup guardó silencio otra vez y miró las rodillas del chico antes de verle a la cara. Butch estaba serio, no parecía haber mentido con eso último que dijo, pero, para ella, era algo difícil de creer. Mantener este tipo de conversación con Butch era único. Llevó sus manos hasta su pequeña coleta y trató de desenredar un poco su cabello.
—No lo pensé —le dice casi en un murmullo.
Escuchó al chico suspirar y quejarse un poco, mas no le miró. Su atención se centró en aquel jardín. Había otros pacientes, como ella, con sus familiares y conocidos. Todos parecían estar pasando un buen rato. Después se fijó en el cielo, ya estaba anaranjado, el sol se estaba poniendo, lo que significaba que el horario de visitas estaba por acabarse pronto, lo que daría paso a la cena. Estaba prestando atención a los cardenales que estaban entre bancas cuando le escuchó a Butch preguntar:
—¿Cuánto te darán de alta?
—Asumo que en una o dos semanas —respondió de inmediato sin mirarle.
—¿Volverás a la escuela?
—No.
—Rayos —y chasqueó la lengua.
—¿Qué te pasa? —volvía a juguetear con sus dedos.
—¿Cómo voy a acercarme a ti, si no iremos a la escuela juntos?
—¿Eh? —le miró rápido—. ¿De qué hablas? No te acerques a mí.
—¿Por qué? —preguntó frunciendo un poco el ceño como si estuviera rogando un poco.
—Porque no —negó con la cabeza—, no quiero tu lástima.
—Dijiste que te ayudé, ¿no?
—No lo hiciste tú. Fue mi propia mente. Tú nunca estuviste verdaderamente ahí ayudándome.
Fue dura al decir cada palabra, sin embargo, Butch procedió a tocarle la cabeza y a darle un par de palmaditas suaves, como si hiciera "pat-pat". Buttercup quedó extrañada, por completo, pero más que estarlo por la acción en sí, era por sentir el calor genuino y propio del chico. No, no era igual al que sentía en su cama, ya que, en ese entonces, sentía su calor, y ahora, era el de otra persona.
—¿Qué? —desafió Buttercup una vez que Butch retirase su mano de su cabeza.
—Puede ser diferente ahora —aseguró tomando sus propias manos mientras mantenía su brazo apoyado en la banca.
—Lo haces por lástima —aseguró Buttercup entrecerrando sus ojos.
—Lo hago porque el no haber actuado antes te causó problemas —corrigió él.
—No es tu culpa.
—En parte, sí, lo es.
"Siempre estaré a tu lado", escuchó de pronto, esos residuos de la alucinación de Butch que todavía no se iban al cien por cien. Qué irónico que apareciera justo cuando está enfrentándose al real.
—Cuanto te den el alta, iré a visitarte —aseguró Butch antes de mirar al cielo—. Y te llevaré golosinas. Estoy segura de que te gustarán las galletas de avena con jarabe de manzana.
—No es necesario —insistió ella.
—Déjame hacerlo —volvió a verla, inclinó la cabeza, miró hacia las manos de ella, pero prefirió no intentar ningún contacto todavía—, por favor.
—¿Por qué? ¿Por qué insistes tanto? Ya te dije…
—Si pudiste visualizarme —interrumpió adoptando una postura un tanto desafiante hacia ella—, a mí como un consuelo o protector de tu sueño, debo y decido —enfatizó— interpretarlo como una señal. Te vi caer una vez, no me sentiré nada de bien si te veo caer de nuevo, menos cuando sé que puedo ayudarte, hacer algo por ti. No, Buttercup, me niego a hacerlo.
Ninguna palabra fue emitida, simplemente se quedaron ahí, viéndose directo a los ojos. Buttercup desvió su mirada hacia el piso de concreto, apretó sus puños sobre sus rodillas. Estaba tensa y Butch pudo darse cuenta de ello. Suavizó su mirada y pensó en que, tal vez, podría volver a tocarla. Estiró su brazo y abrió la mano. El cabello de Buttercup era suave. La chica parecía estar disfrutando de ese contacto. Se inclinó hacia ella, iba a decirle algo, pero fueron interrumpidos.
—Buttercup —le habló Sally, su enfermera, desde atrás—, ¿quieres ir a recostarte antes de la comida? Te noto pálida —movió sus ojos hasta el chico, arqueó una ceja y entreabrió la boca con sorpresa, él dejó de tocar a la chica—. Hola, joven. ¿Amigo? ¿Novio?
—Compañero de escuela —respondió Buttercup y se puso de pie—. Y sí, creo que me iré a recostar un rato.
—¿Puedo acompañarla? —pidió Butch con cierto entusiasmo—. Digo —se puso algo nervioso con la mirada curiosa de la enfermera—, si es que es posible.
—Bueno —Sally aclaró un poco su garganta y procedió a arreglar el cuello de su uniforme rosa pálido—, técnicamente Buttercup es una paciente que está pronta a recibir el alta. No hay ningún problema —sonrió cálidamente—, siempre y cuando la paciente —miró a la chica— esté de acuerdo.
Buttercup no se negó, asintió levemente con la cabeza y Sally le sonrió a Butch. Guio a los dos adolescentes hasta la habitación, pero ellos, a pesar de estar caminando junto al otro, no decían palabra alguna. Butch miraba las instalaciones, las paredes blancas, las ventanas grandes junto al pasillo, las puertas marrones, en donde una placa blanca indicaba el nombre del paciente que estaba en ella. Buttercup cruzó sus brazos sobre su pecho y caminaba mirando a sus pies, haciendo de todo para no mirar de reojo al chico que la acompañaba. Una vez que iban a llegar, Sally detiene su paso y se dirige a Butch:
—Ya va a terminar el horario de visitas, así que será mejor que se despidan.
—¿Podría darnos cinco minutos? —pidió el chico, para sorpresa de Buttercup, quien lo miró frunciendo el ceño con extrañeza.
—Está bien. Te esperaré afuera para que no tengas problemas con la seguridad. ¿Viniste solo o están esperándote?
—Me esperan.
—Vale —asintió la mujer y abrió la puerta de la habitación para que los chicos entraran—. Cinco minutos, ¿okay?
Butch asintió, dio las gracias y tomó a Buttercup de la muñeca, quien no puso resistencia. Ni aunque quisiese hubiera podido hacerle la competencia a la fuerza de él. Cerró la puerta tras de él y suspiró fuerte. Sin embargo, Buttercup, ofendida y algo molesta, le señala la puerta.
—Vete ya, Butch.
—No quiero —respondió raudo—, no todavía.
—No hagas esto por lástima. No necesito eso.
—Si fuera solo por lástima, me habría ido así sin más —aseguró y pasó una mano por su cabello—. Pero quiero estar aquí. Contigo.
—Yo… —empezó a decir ella, pero se quedó sin habla y chasqueó la lengua—. Olvídalo.
—¿No crees que pueda ayudarte?
—No sé cuáles son tus intenciones. Solo no quiero que se burlen de mí.
—Déjame preguntarte una cosa —aclaró su garganta y dio unos pequeños pasos hasta ella, quedando a menos de un metro de distancia—: ¿Tú crees que tus hermanas y tu padre me habrían dejado venir si tuviera malas intenciones?
—Pudiste engañarlos…
—¿Lo crees posible?
—Conociendo mi historial, no logro distinguir muy bien lo que es real de lo que no —quiso bromear, pero Butch no se rio.
"Ah, público difícil… o momento inadecuado", pensó.
—Me puse en contacto con tu familia desde el día del incidente. Desde ahí que no dejo de preguntar por ti —afirmó con seguridad—. He ido a tu casa, he hablado con tu padre, con la psicóloga. Me preguntaron varias veces si me sentía acosado, y simplemente dije que me sentía culpable porque sí era consciente de lo mal que estabas, pero nunca me acerqué a ti para ser alguien en quien te pudieras apoyar. Ahora quiero hacer las cosas bien.
Una vez que guardó silencio, se atrevió a tomar las ásperas pero cálidas manos de Buttercup. Las estrechó incluso si ella no reaccionaba de la misma manera. Luego de un par de segundos, ella también las estrechó.
—No te estoy pidiendo que salgamos —aclaró Butch—. Solo te estoy diciendo que…
—No es necesario, ya entendí —respondió ella—. Está bien —le miró—, lo acepto.
Volvieron a quedarse en silencio, pero esta vez, Butch estaba fijando sus ojos en la cama. Buttercup se dio cuenta de que algo miraba, y cuando giró su rostro para ver de qué se trataba, él dijo:
—¿Podemos probar algo?
—¿Qué cosa? —tartamudeó ella sin mirarle.
—Tengo la leve impresión de que te haces una idea de lo que quiero hacer.
Aun con las manos tomadas, Buttercup se dejó guiar por Butch. Se soltaron las manos, ella se quitó los zapatos, y se recostó en su cama. Butch hizo lo mismo. Con movimientos torpes y cargados de nerviosismo por ambas partes, Butch fue capaz de pasar su mano por la espalda de Buttercup, mientras que ella lo hizo sobre su pecho.
Buttercup fue capaz de sentir el verdadero perfume de Butch. No, no olía a bergamota como ella siempre creyó, basándose en el que usaba su padre, es más, parecía ser que la lavanda primaba en su fragancia. Recostada en su pecho, escuchó el genuino latir de su corazón. Sintió su calor, y sí, era mucho más cálido y reconfortante que el que imaginó. Él la abrazó con cuidado de no importunarle, y al notar que la chica no daba indicios de querer alejarle, acercó un poco su boca a su ojera y le dijo:
—Prometo que voy a ayudarte, aunque sea de esta maner.a
Buttercup pudo darse cuenta de su verdadera personalidad. No se notaban malas intenciones por su parte, es más, eso hubiera sido demasiado cruel, y no, sus hermanas no lo hubieran permitido. Ella quería hacer las cosas bien esta vez, recuperarse y salir adelante. Sintió la caricia de la mano de Butch sobre su cabeza y lo quiso interpretar como el inicio de la recuperación de las pesadillas que la han estado atormentando durante todo este tiempo.
Buttercup entre lágrimas piensa para sí misma:
"Esto es todo lo que quería".
"Si hubiera sabido todo eso entonces, ¿volvería a hacerlo de nuevo? ¿Volvería a hacerlo de nuevo?
Si supieran que lo que dijeron fue directamente a mi cerebro,
¿Qué habrían dicho en su lugar?"
.
fin
.
Reeckless Pretty, ¡muchas gracias por leer! Confío en que con esta actualización pudieras aclarar todas tus dudas. Y no te preocupes, es más, pido disculpas si de verdad te hice sentir triste, pero quisiera decir, si tú, leyéndolo, te sentiste mal, ¿te haces una idea de cómo estaba yo escribiéndolo? Exacto, no sentí jajajaja, solo bromeo, es coña. Agradezco tus comentarios, el tiempo que dedicaste a leer y a escribirme para hacerme saber tu opinión. Espero que te haya gustado esta conclusión, ¡gracias por todo!
perlapuccabf, ¡hola! Gracias por leer. Oh, si Butch hubiera hecho eso, sería un maldito y yo misma lo odiaría. Trato de hacer a los personajes masculinos lo menos odiable posible. De por sí ya detesto a los hombres, así que trato que, al menos en mis historias, no sean tan desgraciados. Agradezco que leyeras esta historia, a pesar de que te pusiera triste, jajaja. Espero que, este final, haya sido un poco de tu agrado. ¡Hasta pronto!
Y a vosotras, os agradezco el tiempo de lectura. A partir de ahora, me tomaré un pequeño receso antes de volver, pero lo haré.
Gracias por el apoyo, sóis las mejores.
Saludos,
Mariposa.
