Capítulo 6
La casa se sumía en una profunda tranquilidad. Seiya y Shun se habían ido a trabajar cuando asomaban los primeros rayos del alba. Dohko se marchó hacia el este poco después acompañado por Aioros, quien debía ir a un pueblo vecino a intercambiar los vestidos que Saori había cosido la semana anterior. Ikki seguía en las minas y no volvería hasta la tarde y Saori parecía no existir por lo callada que se volvía al concentrarse en la costura. Esa era una paz a la que Hyoga y Shiryu no estaban acostumbrados.
Aunque entrenaron en lugares distintos y con maestros muy diferentes, la calma era algo atípico para ambos. En el día a día de Shiryu, si no estaba entrenando en las afueras del ruidoso castillo, estaba acompañando a su instructor a realizar alguno de sus improvisados viajes. Hyoga, por su parte, recibía una rigurosa preparación física por la mañana y otra tan o más desgastante preparación cultural y artística por la tarde y noche. Los únicos momentos de quietud que gozaban se reducían a: para el de largos cabellos oscuros, servir como escolta de Shunrei, la hija de Dohko; y para el rubio, acompañar a Camus a los pueblos cercanos cuando requerían su presencia. No significaba que les disgustara la tranquilidad, solo que no estaban acostumbrados a ella.
Se encontraban los tres en los límites donde el terreno de la casa se transformaba en bosque. Saori cosía y bordaba, remendaba y cortaba, creaba nuevas piezas y destruía completamente otras, todo eso sin emitir un solo sonido más que el de sus herramientas. Mientras tanto, los huéspedes se divertían midiendo sus fuerzas en un combate amistoso. Determinaron que esa era la mejor manera de pasar el tiempo hasta que regresara el resto de la familia y la casa retomara su animosa atmósfera.
Al sonar tres campanadas consecutivas fue cuando escucharon el primer sonido que salía de la boca de la chica de cabello castaño. Tan concentrados estaban que apenas tuvieron tiempo para decodificar la exclamación de terror y voltear para ver como ella corría hacia dos personas en la entrada del hogar. Se unieron a la carrera y más cerca de la entrada entendieron la gravedad de la situación. En la puerta se encontraba un Ikki muy alterado cargando a un Aioros herido y, lo más preocupante, inconsciente. Sin siquiera saludarse los cuatro emprendieron el corto viaje hasta el pequeño recinto médico donde estaba Shun.
Cuando llegaron ahí se sorprendieron por varias cosas. La primera; al entrar se encontraron con algunos hombres y mujeres en las mismas condiciones que Aioros o incluso aún peor. La segunda; no fue ni Shun ni June ni Daidalos quien los atendió, sino que fue un hombre rubio y esbelto que jamás habían visto. A pesar de su contextura pequeña, bastó únicamente de su fuerza para llevarse al herido hacia una zona más privada. Se acomodaron en un lugar que no estorbara el paso de los profesionales y esperaron que el desconocido volviera a notificarles el estado de su hermano mayor. Algunos minutos después, Shun se acercaba a ellos con un rostro que denotaba lo agitado que había sido ese día. Les comentó lo poco que sabía del estado de Aioros y luego pasó a contarles los extraños acontecimientos del día.
Por la mañana había llegado al pequeño centro médico acompañado por Seiya, que junto a otros trabajadores se estaba encargando de realizar una ampliación del lugar. Allí lo recibió su amiga y le presentó al misterioso hombre. Su nombre era Shaka, un reconocido médico en la capital y colega de su padre, y se encargaría de ayudarlos hasta que Daidalos regresara. Pasaron una mañana tranquila conversando del oficio, de la guerra, del país; en fin, de las cosas que todo el mundo hablaba, hasta que se vieron desbordados por la cantidad de personas gravemente heridas que acudían a ellos. Llegaron a ser tantas que hasta Seiya había tenido que colaborar como enfermero para dar abasto.
Su relato fue interrumpido por el improvisado ayudante, quien les comentó que Aioros seguía inconsciente pero que ya habían tratado todas sus heridas. Asimismo, él también se vio interrumpido por June, la cual le facilitó un pequeño envase y le ordenó darle su contenido al herido, y sin dar más explicaciones se marchó corriendo hacia quién sabe dónde. Los seis entraron a la sala donde Shaka custodiaba al herido. Seiya le entregó el frasquito a Shun para que se lo administrara al mayor y él se quedó examinándolo antes de abrirlo. Frunció el ceño. No recordaba haber visto esa sustancia antes. Bueno, en realidad sí la había visto, pero no con fines medicinales. Al abrir el contenedor confirmó sus sospechas.
—¿De dónde sacó esto June? —Las miradas confundidas de todos los presentes se clavaron sobre él. Por supuesto que no sabían qué estaba pasando, sus reducidos conocimientos de medicina no eran suficientes para llegar a las conclusiones a las que él había llegado, por lo que decidió esclarecer la situación —. Es veneno.
Todos en la sala se espantaron. En medio del caos, Shaka tomó el frasco y después de segundos de observación decidió dar su veredicto.
—En efecto, esto es veneno —rebuscó entre los cajones y sacó un frasco un poco más pequeño—. Mejor denle esto mientras me encargo de desechar este peligro.
Así Shaka se retiró de la habitación y procuró alejarse tanto como le fuera posible de ese lugar. Apenas podía contener su ira y el rojo del atardecer sólo ayudaba a acentuarla. ¿Cómo pudo ese niño pobre haber arruinado su plan? Afrodita se reiría en su cara cuando se enterara de la situación y no tenía forma de evitarlo. Se quedaba sin tiempo y por culpa de ese mocoso había fallado en eliminar al objetivo principal. Debía escapar de ese pueblo antes de que la hija de Daidalos volviera, lo que significaba que su compañero se tendría que encargar de todo y, lo peor, se llevaría el crédito de la misión.
Miró a su alrededor. El rojo del cielo había desaparecido y ahora estaba pintado de un azul profundo salpicado por brillantes puntos blancos. Trató de relajarse mirando hacia los astros. Instintivamente guió su vista hacia la constelación de virgo, de la que solo pudo distinguir algunas estrellas. Sus mejores ideas llegaban a él cuando posaba sus ojos en Espiga y esperaba que esta vez no fuera la excepción. Luego de minutos de observación, la ira que corría por su cuerpo fue reemplazada por la efervescencia de su mente. Iba a vengarse de ese niño por semejante humillación. Después de todo era un testigo y Afrodita tenía órdenes de matarlo.
¡Holis! Heme aquí con otro capítulo. Estoy pensando qué comentario hacer sobre este capítulo así que mientras tanto, respondo a la divina review de Samsalvatore.
El nombre de máscara de muerte es totalmente irónico. Cuando me enteré de que el personaje es italiano me encapriché con ponerle Giovanni, que es uno de los nombres más comunes allá, pero luego mi hermana me lavó la cabeza con el potencial irónico que cargaría el nombre Angelo, así que quedó ese nombre. Sobre el resto de la review no quiero opinar porque me conozco y sé que puedo terminar dando spoilers que nadie pidió. ¡Me alegra que te esté gustando el desarrollo de la historia, me pone re contenta leer eso! Además, está totalmente permitido divagar tanto como quieras, todo lo que dejás escrito me saca una sonrisa XD
Supongo que como comentario de hoy puedo decir que Shaka, junto con Saga, son los dos caballeros que peor me caen. Tengo cierto rechazo (injustificado) hacia ellos y creo que por eso terminé poniéndolos como los malos de la historia. De todas formas no me arrepiento, aunque mi percepción de ellos haya cambiado con el tiempo, me parece que no desentona el rol que les di. Bien, ese era todo el datazo que quería compartir hoy así que ya pueden cerrar el paraguas, jaja.
Nos leemos en el próximo capítulo. Besos uwu
