CAPÍTULO VI
Aprender a valerse por sí mismo nunca fue fácil, pero pese a todo lo había logrado. Perder a su madre siendo tan pequeño para luego ser criado por un hombre que era un criminal, habían sido las principales razones de su temprana madurez. En especial debido a Kenny, quien fomentó su independencia y le entregó las herramientas que lo llevaron por el mismo camino, solo que él nunca sucumbió a dañar un inocente por beneficio propio. Algo que afortunadamente compartió junto a los únicos amigos que tuvo, y gracias a los cuales no desconocía el sentimiento de una familia a la cual extrañar. Dos idiotas que habían sido lo más cercano a ello y a quienes había perdido. Solo por eso era capaz de empatizar con parte del pesar que esa mujer llevaba sobre sí, lo que sumado a su deseo de ayudar de cualquier manera a su hermana menor, eran las razones de por qué estaba sentado allí, cuidando de la soldado entretanto le permitía a ella descansar algunas horas.
No obstante, aun cuando su hermana mayor había accedido la noche anterior a dejarle ayudar de este modo, cuando él llegó esta noche, siendo la primera que lo hacía, casi había tenido que obligarla a hacerlo, espetándole que dejara la necedad, porque nadie tenía la certeza del momento en que la soldado dejaría este mundo, y por mucho quisiera velar por ella día y noche, su condición humana no lo permitiría, sin importar cuánto se resistiera. El modo en que el tono gris de sus ojos se oscureció le dejó claro que eso la había ofendido, pero casi inmediatamente después se calmaron al comprender que, pese a sus duras palabras, él estaba en lo cierto.
Como no deseaba molestarla por algo tan estúpido como querer beber un poco de té, así que con su previo consentimiento, decidió ir a buscarlo en su cocina; no sin antes comprobar algún cambio en el estado de la muchacha. Tocó su frente para ver si tenía fiebre, pero su temperatura era normal. Después puso la hoja de su daga bajo su nariz y comprobó que su respiración mantenía el mismo ritmo que cuando llegó, lento pero estable. Como habían pasado solo minutos desde que le había suministrado un poco de agua del modo en que había visto hacer a ella antes, salió del cuarto, consciente además de su propia experiencia con su madre; estaba seguro de que la chica no presentaba los signos que vaticinaban la pronta muerte para alguien enfermo o débil.
Levi miró el reloj en su muñeca, dándose cuenta de que ya eran pasadas las tres de la mañana. Cuando llegó a la pequeña cocina encendió el candelabro que había sobre la mesa y comenzó a buscar, quedando un tanto impresionado de ver que todo estaba escrupulosamente estructurado allí. No había muchas cosas debido a los acontecimientos recientes, pero incluso siendo una familia humilde, había ciertos lugares que estaban mejor provisionados que otros. Como el estante que tenía en frente y en el que se fijó particularmente porque cada repisa estaba etiquetada. Pequeños cartelitos que indicaban la ubicación de distintas cosas según criterios. Y por supuesto, había un espacio que citaba "Infusiones", que fue el primero que llamó su atención; subdividido en categoría "Doméstico" del lado derecho y "Medicinal" del izquierdo. El mundo sería ideal si al menos un tercio de las personas fuese así de organizadas, suspiró el Capitán sonriendo internamente de satisfacción. Siguió con la mirada la hilera de frascos de vidrio, metálicos y algunos de madera que tenía a disposición, leyendo detenidamente sus nombres. Y ahí estaba el que andaba buscando, almacenado en un recipiente de vidrio con las palabras "Té Negro" sin ningún otro agregado. Lo sacó de allí con cuidado y al abrirlo, recibió el agradable aroma familiar pero más concentrado.
Lo dejó sobre la mesa entretanto hacía hervir agua, teniendo cuidado de no hacer ruido y manteniéndose alerta a cualquier sonido. Cuando ya lo hubo terminado y aunque estaba bueno, se dio cuenta de que no se trataba del mismo delicioso brebaje que ella le había ofrecido poco antes de retirarse a regañadientes al cuarto de sus padres. Y ahora, a juzgar por los pasos amortiguados aproximándose, parecía haber despertado.
- Odio admitirlo, pero tenía razón – dijo su voz asomando entre las sombras, mientras se secaba la cara con ahínco para despertar por completo.
- ¿Sobre qué? – le preguntó bebiendo distraído hasta que se quitó la toalla del rostro. Y por un momento, Levi pensó que se trataba de otra persona.
- Dormir una hora cronometrada y mantenerme seis despierta no iba a durar demasiado – aceptó ella, que contemplaba su tasa de té algo abstraída y luego se retiró.
Con la tenue luz de una vela, a esas horas y el cabello suelto cayendo sobre sus hombros, no era de extrañar que pensara que se trataba de alguien más; lucía muy diferente así. De las veces que la llevaba viendo, siempre se mostraba "ordenada y profesional" con aquella trenza y la llevando una indumentaria más práctica que el común de mujeres usaban. No obstante, ahora sin ella y vestida con una especie de buzo, que por cierto le quedaba grande, podía apreciar que, aunque su pelo no era voluminoso, se veía un poco más largo y estaba cargado de sutiles ondulaciones bastante llamativas; dándole un aspecto más jovial e inocente. Algo más quedaba en la corriente de sus pensamientos, pero él no supo cómo calificarlo así que lo dejó estar.
Cuando volvió a aparecer en el cuarto donde él ya había regresado junto a su hermana, veinte minutos desde su breve aparición en la cocina, ella volvía a su habitual estilo luego de haberse duchado. Era inevitable notarlo, porque el cabello estaba húmedo y sobre todo, debido a que despedía el mismo aroma que esa madrugada cuando se la había topado en la escalera de los cuarteles.
- Ahora sí, todo en orden – comentó ella mientras se acercaba a la muchacha y le echaba un vistazo. Luego dirigió sus ojos hacia él, que en ese momento iba por su tercera taza de té, sentado en la silla al pie del espacio entre ambas camas.
- Nada que reportar por mi parte – le dijo antes de dar un último sorbo.
- Es bueno saberlo – parecía satisfecha y al mismo tiempo, triste. Pero justo cuando la veía girarse para salir de la habitación, él le habló.
- Le guardé un poco – avisó él, alzando su taza para enseñarle de lo que hablaba – lo dejé sobre el horno para conservar la temperatura – especificó, volviendo a recordar por un segundo cómo la había visto allí antes. Lo cual inexplicablemente le hizo desviar la mirada hacia otro lado con disimulo.
Levi le escuchó alejarse, pero involuntariamente volteó a mirarla entretanto regresaba con la taza y se sentaba sobre la que debía ser su propia cama. Sujetaba el objeto con ambas manos, como acunándolo mientras sus delgados dedos se cruzaban por dentro del mango; un detalle curioso, a decir verdad.
- Está bastante bueno – le comentó ella, apreciando el olor de la bebida justo antes del segundo sorbo – hace días que no probaba un té bien reposado.
- Son… - iba a mencionar que estaban bien abastecidos, pero se interrumpió al pensar que era posible que eso se relacionara más con sus padres y no necesariamente ella – es interesante la cantidad de infusiones que posee.
- No necesita tener cuidado al hablar. No después de lo que me dijo hace horas – le dijo ella, dándose cuenta de cómo intentó salvar la situación para no incomodarla. Le sonrió ligeramente al notar su reticencia – no estoy enojada, señor. Lo estaba, pero me guste o no, lo que dijo era la verdad – añadió mirando a su hermana, y después a él – Y sí, en casa siempre ha habido surtidos de hojas de té y hierbas, porque además del uso medicinal, papá era adicto. Mi hermana y yo heredamos eso de él; mamá solía beberlo con leche – comentó con un estremecimiento y algo de asco – un tanto criminal en mi opinión, pero bueno, en gustos no hay nada escrito.
Inexplicablemente, escucharla hablar así ayudaba a aligerar el ambiente y por una vez en mucho tiempo, lo hizo sentir como alguien normal. Era refrescante no estar discutiendo de política, soportar a los malditos burócratas y, sobre todo, nada relacionado con titanes. Hasta podía imaginar en su mente lo que ella relataba.
- No sabía que existiera tanta variedad. Y ya después no llegué a interesarme más que por el que conocía – admitió reflexivo, mirando su taza y luego a ella - Donde yo crecí, no llegaba demasiada mercancía de este tipo – comentó mientras sostenía la tacita en el aire, rememorando internamente la dicha que experimentaba cuando lograba obtenerlo en el bajo mundo – el té negro era lo más común e incluso así, difícil de encontrar – dijo mientras daba otro sorbo – uno que valiera la pena, claro.
Ella lo observó con atención esos segundos que él dedicó a beber el líquido. Quería preguntarle dónde era eso, ya que sabía que el comercio del té se daba con normalidad en las tres murallas, pero probablemente lo que su hermana había contado una vez sobre él era cierto; provenía de los barrios más bajos de la ciudad subterránea, donde se le consideraba un criminal. Todos los reclutas conocen su historia, allí estaba el recuerdo de la voz de su Ilva en su mente.
- De hecho, existen muchos tipos – le explicó ella decidiendo que, aunque eso fuese cierto, estaba segura de que sus circunstancias de vida fueron lo que le llevaron a vivir así. Poco importaba que ahora fuese un Capitán de renombre, respetado y muy temido; debió pasar por bastante para llegar a desarrollar ese lado tan humano que lo impulsaba a ayudarles. Eso le daba la respuesta a lo que sus padres les enseñaron a considerar importante en alguien: su esencia. Y aunque algo áspero, tenía claro que el hombre frente a ella no era una mala persona – además, hay varias opciones para mezclarlo con otros elementos.
- Ya veo – fue lo único que dijo, haciéndole pensar que había terminado de hablar. Pero parecía preguntarse algo, así que le dejó el espacio – lo que bebí cuando llegué… – dijo, esperando su respuesta con genuina curiosidad.
- Té negro con hojas de canela – aclaró ella – lo había preparado porque es un buen energizante, entre otras cosas. En mi caso, apuntaba más a aliviar el cansancio – dijo, un poco avergonzada al recordar su tonto comportamiento – con lo cual usted me ha ayudado mucho más el día de hoy.
Levi la miró brevemente, y luego de terminarse lo que le quedaba de su brebaje, se puso de pie, sabiendo que ya era hora de marcharse.
- Tenía un sabor bastante peculiar – le oyó decir, sin hacer ninguna mención acerca de su ayuda – sería agradable que me pudiese enseñar sobre eso en otra ocasión, si no le incomoda – expuso con prudencia. En esa petición estaba implícito su deseo que continuar apoyándoles con algo tan simple como permitirle dormir lo necesario.
Repentinamente la vio acercarse y tomar con cuidado la taza que él sostenía para llevársela a la cocina y luego regresó para acompañarlo hasta la puerta.
Levi se daba cuenta de que estaba profundamente agradecida, pero ella también se había percatado de que él no necesitaba ningún cumplido.
- No me incomoda, Capitán – le dijo entre amistosa y formal – Esta noche vendrá Petra a quedarse, quizás mañana también – explicó por si acaso, consciente de que probablemente sólo esa noche su amiga podría quedarse, pero por solícito que él fuera, no abusaría – pero puede venir cuando le sea posible. Yo no tengo reparos.
- Hasta entonces – dijo él, mirando primero a Ilva, y luego a ella. Elia le vio asentir y después de acercarse al perchero cerca de la entrada a por su chaqueta, lo contempló salir a la oscuridad de la madrugada.
El Capitán caminó sin demasiada prisa luego de levantar las solapas de su chaqueta para protegerse de una brisa débil pero fría, que se sentía placentera al chocar con su cara.
No le extrañaba que su subordinada también estuviese intentando darle una mano a la mujer, dada la solidaridad natural en Petra, pero además estaba esa familiaridad que compartían. Se encogió de hombros al pensar si llegaba a comentarle algo sobre él; poco le importaba si lo hacía, pero según lo que él ya captaba de su personalidad, ser discreta era parte de sus valores. Por eso dudaba aquel escenario.
Ahora, habiendo traspasado la entrada de los guardias para llegar a su cuarto, era tiempo de organizarse y retomar sus usuales obligaciones, como la más apremiante, donde en unas horas, iría a hablar con el hombre que entrenaba nuevos cadetes. Lo tenía pensado desde el mismo día que cerraron la brecha pero que, por una razón y otra, se veía obligado a posponerlo. Era imperativo saber más del mocoso antes de la entrevista que tendría a lugar a la mañana siguiente, según lo que Erwin le había comentado la noche de los funerales, después de hablar disimuladamente con el viejo Pixis una vez finalizada la ceremonia.
Levi abrió la puerta que daba a su habitación; un espacio pequeño que afortunadamente no debía compartir con nadie, evitándole así el mal rato de no verse obligado a matar al que fuese su compañero si no era capaz de mantener el lugar absolutamente limpio. El capitán bostezó con ganas y, luego de sacarse la chaqueta y dejarla estirada en su silla favorita, desató su pañuelo y algunos botones de su camisa antes de tumbarse sobre la cama, sabiendo que aún le faltaba un par de horas antes del amanecer.
- ¿No irás? – le preguntó Auruo, curioso como siempre – Falta poco para terminar el entrenamiento. Iba a invitarte a la casa de mi madre a comer – le dijo sin pensar, pero al caer en la cuenta, se apresuró a agregar – a todos – casi gritó, nervioso y sonrojado.
Gunther negaba con la cabeza y sus manos en la cintura, exasperado por los sentimientos que mantenía en silencio su compañero. Ya iba siendo hora de que le dijera; estaba seguro de que Petra tal vez lo aceptaría. Por el modo en que siempre andaban discutiendo como un matrimonio, era lo más lógico.
Erd, quien no podía hacer uso de su brazo si quería sanar pronto, se encontraba cerca y ejercitando sus piernas en silencio.
- Iría con ustedes – dijo Petra, cabizbaja – pero le prometí a Elia que iría a ayudarle unos momentos esta tarde. Su situación no es la mejor, y aunque no hago mucho, la acompañaré mientras estamos en Trost y mis deberes lo permitan.
- ¿Hablas de la enfermera arriba del muro? – le preguntó Erd, incorporándose a la conversación con interés – no le he visto en el hospital militar. Quería darle las gracias.
- Elia no es enfermera – contestó la pelirroja, triste – Ella heredó el don de sus padres para la curación, pero como tuvo que hacerse cargo de la tienda porque ellos eran bastante mayores y su hermana demasiado pequeña, después de terminar la escuela no pudo continuar estudiando – les explicó a los tres – sin embargo, pueden apostar de que sabe mucho más que varias enfermeras que conozco – aseveró con orgullo.
- ¿Cómo sigue la muchacha? – inquirió Gunther, apenado por su situación. La mujer le recordaba a su propia hermana, que vivía a cargo de su familia y optó por ese camino para darle a él la oportunidad del futuro que soñaba. Eso y la estabilidad que el ejército ofrecía.
- Igual – dijo Petra, apesadumbrada – es como una bomba de tiempo, y eso me preocupa. Elia no tiene más familia; sus abuelos y tía materna murieron hace tiempo. Y aunque anoche pudo dormir, esta mañana cuando revisó a Ilva se dio cuenta de que estaba comenzando a desarrollar una irritación en la piel, por eso me pidió regresar unos momentos esta tarde; hay una planta que anda buscando que le puede ayudar con eso, pero difícilmente podía comprarla a la hora que salí de su casa.
- Me cuesta creer que la chica del escuadrón de Blair sea su hermana y la misma que está a punto de… - comentó Auruo, consternado – estoy seguro de que el Capitán la iba a reclutar. Yo lo hubiese hecho – agregó desalentado.
Petra lo miró con cariño, sabiendo que la sospecha del hombre estaba cerca de la verdad. De haber alcanzado a reclutarles, ahora probablemente los tres hubiesen estado ahí, con ellos, pero su destino había sido cruel. Al igual que el de muchos otros.
- Si vas a ir a esta hora – dijo Erd, ligeramente entusiasmado por una pequeña idea - ¿le prepararás algo de comer? ¿Qué tienes pensado?
- Eeh, la verdad es que dudo poderle cocinar algo – dijo ella haciendo un gesto de disculpa, un poco avergonzada de su falta de habilidades culinarias – pensaba en comprar algo en el mercado antes de llegar a su casa.
- En ese caso, tengo una mejor idea – declaró un contento Erd – acompáñame a la casa de mi prometida y podrás llevar algo de allí – ofreció de corazón – estará encantada de poder mostrarle su gratitud por haberme ayudado. Y yo también.
De ese modo fue que, alrededor de poco más de una hora después, iba camino a casa de su amiga, cargada con pequeños contenedores de comida que tenían un olor delicioso. Gracias, muchachos, dijo la pelirroja internamente, orgullosa por contar con camaradas como ellos, en quienes podía confiar tanto en el campo de batalla como la vida cotidiana. Al llegar a la puerta, tocó dos veces y esperó paciente. Cuando ella abrió la puerta y le vio allí, ladeó su cabeza y sus ojos reflejaron todo el cariño que le guardaba. La vio extender sus manos, ofreciéndole ayuda para cargar alguna de las bolsas con la comida, pero Petra le guiñó un ojo, asegurándole que estaba bien.
- Como mamá siempre decía – comentó Elia con una sonrisa llena de gratitud – "Más vale tener amigos que riquezas".
Hizo una leve inclinación y se hizo a un lado para dejarle pasar. Petra siguió de largo y colocó las bolsas sobre la mesa y luego se quitó la chaqueta.
- Lamento no haber llegado antes – se disculpó, suspirando cansada – la suegra de Erd se puso a darme todo un discurso para que te lo repitiera ahora pero ya sabes que no soy la mejor memorizando – dijo rascándose distraídamente la nuca – lo importante es que todo dijeron "muchas gracias".
- No necesitas disculparte, Petra – aseguró a la pelirroja, a quien le hizo una seña para que le siguiera hasta el cuarto de su hermana, donde le mostró ya con la claridad del día lo que estaba ocurriendo con su piel. Y aunque Petra estaba al tanto desde aquella mañana de ese problema, notaba que la muchacha, pese a mantener una temperatura normal, estaba un poco más pálida que el día anterior.
- Por cierto, ¿Cómo le harás hoy? – preguntó la chica mientras ambas salían de la habitación, sin darle mayor asunto al tema más que por saber si su amiga podría descansar esa noche o no.
Como Elia no quería ahondar en el tema por respeto a la privacidad de él, intentó desviar la conversación.
- Si mal no recuerdo, el amigo de Ilva vendrá – le contestó después de que ambas se sentaran en la mesa principal, sabiendo que le mentía, pero no quería abusar tampoco de ella - ¿Qué hay de ti? – preguntó con real interés.
- Todo, bien. A pesar de ser tiempos caóticos con el asunto del titán aliado, para nosotros no hay demasiado por hacer aún – dijo ella, hablando más bajo y mirando a todos lados – Un asunto del cual no sé nada. El Capitán es el que asiste a las reuniones y yo le ayudo con algunas responsabilidades o entregando sus mensajes cuando está ocupado en su oficina.
Petra no tenía cómo saber que estaba dándole información de la misma persona que ella evitaba hablar. Le llamó particularmente la atención el saber que su día en los cuarteles era bastante demandante; eso la llevaba a preguntarse en qué momento él descansaba. La noche que estuvo allí había llegado pasadas las ocho de la tarde, permitiéndole a ella dormir casi ocho horas seguidas.
Aunque fuese un adulto y decidiera libremente lo que hacía, este era un punto que igual la preocupaba.
- ¿Qué hay de tus compañeros? – inquirió Elia al recordar lo cargada que su amiga había llegado hace poco.
- Los muchachos están bien – continuaba hablando Petra – entrenando y aprovechando el tiempo con sus familias, ya que viven cerca. De hecho… - agregó ella enérgica y alegre – Erd me pidió que, por favor, te trajera esto – le dijo al momento que comenzaba a sacar las cosas de las bolsas y las iba colocando sobre la mesa – él y su prometida están muy agradecidos por la ayuda que le diste ese día. Y su suegra. Sobre todo, ella – rio Petra, recordando la de veces que la mujer le pidió que lo dijera.
Elia miró todo lo que cubría su mesa, sorprendida por tamaño gesto de alguien que apenas y la conocía pero que, de alguna manera, entre todos le ayudaban a sentirse mejor.
- Recuérdame enviar contigo una nota de agradecimiento a ellos por todo esto – dijo contenta – no era necesario que lo hicieran. Con mucho gusto les ayudaré, si necesitan de mí – le prometió – lo que por supuesto, te incluye.
- Ahora, será mejor que comamos antes de que se enfríen – dijo su amiga con energía.
- Si puedes, por favor busca los cubiertos en una de las cajoneras de la cocina – le pidió Elia – iré a revisar a mi hermana unos momentos y regreso.
- Entendido – dijo firme la pelirroja, con su mano en la frente, acatando las instrucciones.
Ambas disfrutaron enormemente el regalo de Erd, recordando con nostalgia algunas situaciones del pasado, comentando lo que acontecía alrededor. Y aunque Elia reía, nada lograba borrar esa tristeza y constante ansiedad en su mirada, de eso se daba cuenta la oficial.
- Realmente me da mucha pena ver a tu hermana así – dijo Petra, mirando al suelo con amargura – y que tengas que pasar por esto sola.
- Siendo honesta, me duele verla así de quieta – confesó ella, concentrada en sus manos – Ilva era la persona más rebosante de vida que he conocido en la mía – dijo con melancolía – y este letargo interminable suyo es doloroso de ver. Más cuando no es capaz de valerse por las suyas; mi hermana odiaba no ser capaz de hacer algo por sí sola, y ahora, lo sepa ella o no, no hay nada que pueda hacer por cambiarlo – explicó Elia – por ejemplo, lo de esta mañana; esas irritaciones son a causa de su situación, y pueden llegar a convertirse en algo espantoso.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Petra, intrigada.
- A que, aunque comience a tratarlo desde ya, son heridas que difícilmente sanan y pueden empeorar rápidamente – le explicó – se les conoce como escaras.
- Entiendo – dijo la chica, pensativa – Imagino que existe alguna manera de prevenirlo o ayudar con los malestares, ¿o no?
- Existen algunas opciones para paliarlo, pero desafortunadamente nada permanente y como ya sabes, he agotado varios de los ingredientes para la preparación.
- Puedo ir ahora mismo a comprarlos por ti, o quedarme aquí mientras vas… Como tú prefieras - le ofreció, sabiendo que le era difícil salir – Estoy disponible por al menos dos horas – le dijo mirando al reloj.
- Gracias, Petra. En ese caso, creo que iré ahora mismo – dijo ella, mientras terminaba de lavar los trastos que habían usado, además de los contenedores para que la pelirroja los devolviera a Erd.
- No hay problema, mujer – garantizó la chica – yo me quedo con Ilva entretanto te ausentas.
Cuando Elia finalmente terminó de lavar, se sacó su delantal y se fue a buscar lo necesario, especialmente su libreta, donde había anotado lo que estaban necesitando extra. Sacó la hoja rápidamente, la guardó en el bolsillo de su pantalón y, luego de colocarse algo para el frío, se cruzó por el hombro su bolso.
- Volveré lo antes posible – dijo a Petra, quien regresaba del baño en ese minuto.
- Ve tranquila. Yo me encargo – le aseguró ella, inspirándole confianza – estaremos bien, no te preocupes.
Elia le sonrió desde el fondo de su corazón y, sin decir más, se apresuró en salir para lograr encontrar todo lo antes posible.
Había pasado un tiempo considerable desde la última vez que logró sentirse decentemente descansado por la mañana, pero así había sido.
Revisó su itinerario mentalmente, sabiendo que sólo tenía entrenamiento matutino y sólo a las ocho de la noche una reunión con Erwin y Hange para discutir qué preguntarían al chico, lo que le daba tiempo de acudir a la Escuela de Cadetes antes del mediodía. Sin embargo, para su mala suerte, cuando llegó al lugar, la oficial asistente del instructor a cargo, le comunicó que su superior no se encontraba en la ciudad en ese momento.
- Llegara esta noche, pero creo que es más probable que sea mañana – dijo ella, sin un ápice de seguridad en lo que hablaba, lo cual estaba irritando cada vez más a Levi - ¿Le puedo ayudar en algo más, Capitán? – dijo con su mejor sonrisa, intentando disimular su nerviosismo.
- En ese caso, solicitaré por escrito un informe de conducta – indicó él, con una mirada asesina de la que ella fue muy consciente – Lo envían a mi oficina lo antes posible. Es de carácter urgente.
- Entendido, señor – asintió enérgicamente mientras tomaba un cuaderno y buscaba un lápiz entre el desorden que tenía. Tardó al menos cinco minutos en ello antes de dar con uno que tenía sobre su escritorio y que él había visto hace rato, debajo de unas carpetas - ¿un informe sobre quién?
- Un cadete de la tropa 104 – respondió Levi, fijándose que la mujer realmente tomara nota – Eren Jaegar.
Por la manera en que se quedó mirándole brevemente, supo que no era el primero ni el único en solicitar aquello. Pero por razones obvias, ella no le diría.
- ¿Algo más?
- Es todo – cortó él, dando media vuelta y saliendo de aquel lugar, algo frustrado por no conseguir aquella entrevista.
Ya de regreso en los cuarteles, se dispuso a ir en busca de algo de comer antes de pensar qué hacer aquella tarde. Continuaba tan de mal humor que parecía más antisocial de lo normal, y cuando eso ocurría, nadie se le cruzaba por el camino. Para cuando terminó, decidió lo que iría de compras al mercado; necesitaba una escoba nueva, grasa para los muebles y detergente para su ropa. Si tenía éxito, incluso podría adquirir algún nuevo producto que viniera del interior de las murallas, y eso le entusiasmaba.
Fue con esa idea que salió de los cuarteles, vestido de civil con pantalones oscuros, camisa blanca y sobre esta, su chaleco de vestir café oscuro; un atuendo cómodo para un día cualquiera.
Su tarde al menos estaba yendo mejor que lo que había planeado para el inicio de su día. Tal y como había pensado, dio con un nuevo producto traído desde los altos barrios de Sina, el cual era un poco costoso, pero si había algo en lo que él no escatimaba en gastos, era una buena limpieza, y por lo que había demostrado el tipo del local, el líquido realmente dejaba los vidrios sin ninguna mancha, y que además llegaba a repeler el polvo por al menos unos días. Eso le había prometido bastante asustado ante su mirada inquisitiva. Ahora solo le faltaba la escoba, la cual tendría que buscar por su cuenta al no tener un lugar predilecto para ello. Durante aquel deambular fue que llegó a pasar por las afueras de un local donde vendían todo tipo de plantas, entre otras cosas. Té, pensó deseoso de beber un poco, en especial después de haber conversado de ello con alguien que sabía del tema. Tal vez tienen a la venta algo nuevo, se dijo, recordando que de todos modos, su propio stock no estaba de lo mejor; no había tenido tiempo de abastecerse desde incluso antes de la última fallida expedición.
Afortunadamente, el lugar no se encontraba atestado de gente. Lo único molesto eran la cantidad de oficiales de la Policía Militar que rondaban todo Trost desde el ataque, de quienes no habían podido librarse y que seguramente seguirían molestando hasta el juicio, y ese local no era la excepción. Uno especialmente molesto daba vueltas dentro, mirando más a las mujeres que a los productos, como si ellas también fueran objetos, lo que a sus ojos no hacía más que resaltar que era un asqueroso cerdo. No obstante, como la mayoría de las mujeres dentro se encontraban acompañadas, el estúpido no tenía chance alguna. Levi se alejó de esa inmunda presencia y prestó más atención a los varios estantes y numerosos maseteros que contenían diversos tipos de flores y plantas, mientras que en otros había sólo frascos de vidrio con hojas de distintos colores. Según un cartel en la pared, la sección de las infusiones se encontraba hacia el final del almacén, y allí los encontró; situados en una especie de cajón muy grande, lleno de subdivisiones con sus respectivas etiquetas en cada una. Sus ojos se dirigieron directo a su predilecto, el té negro, pero dos espacios más hacia la derecha se hallaba uno que rezaba "té negro y canela", justo por encima de otro que decía lo mismo, pero que además agregaba jengibre. Se encontraba en medio del dilema de decidir si llevar además uno de ellos, o más cantidad del que le había ya gustado, cuando le pareció escuchar una voz conocida no muy lejos, y a donde comenzó a caminar.
- Le pido que no vuelva a hacer eso, señor – le oía advertir al final del pasillo por el que él se iba acercando. Y aunque dijo señor, su tono le hacía pensar que iba más dirigido como un insulto que una deferencia – ya le dije que me está confundiendo. No soy su prometida y me está molestando – y claramente, lo estaba.
Cuando llegó a la esquina la vio de espaldas a él y, a pesar de no ver su rostro, identificarla no le costó nada; pocas mujeres vestían de pantalón y además usaban esa trenza de lado que ahora le era familiar. Para su mala suerte, justo detrás se encontraba aquel tipo de antes, el de la Policía Militar.
El par de transeúntes que estaban cerca de ellos se habían hecho a un lado; como siempre, temerosos del poder que le confería ese uniforme al que lo usara.
- No digas eso preciosa. Tú podrías serlo si quisieras – le oyó decir a él, hablando incómodamente cerca de su oído. Por la tensión que veía en los hombros de ella, todo indicaba que ya algo había intentado esa rata – solo acepta mi invitación y te daré lo que tú quieras – prometió el muy puerco mientras la evaluaba libidinosamente de pies a cabeza, como si fuese comida o algo parecido.
Justo en el momento que Levi comenzaba a acercarse para patearlo por su asquerosa presencia, se detuvo ante la ferocidad con la que ella le respondió, manteniendo la mirada fija al frente y sin siquiera molestarse en voltear.
- Jamás lo haría. Me respeto demasiado como para siquiera considerarlo – dijo ella, enfatizando cada palabra a ver si entendía – Ahora déjeme en paz. Necesito continuar con mis asuntos.
Dicho esto, la vio mirar hacia su izquierda para seguir avanzando, pero el tonto se había atrevido a abrazarla por detrás apenas había dado unos pasos, impidiéndole seguir.
Inconscientemente, todo su cuerpo también se tensó por la osadía que el muy infame tuvo, pero no fue capaz de hacer o decir nada de la impresión que ella causó por su propia cuenta.
- Le dije que no volviera a hacerlo – dijo calmada pero sus ojos delataban lo furiosa que estaba.
Levi la vio darle un fuerte pisotón en el pie derecho, e inmediatamente después, ella ajustó su posición, fijando correctamente su peso sobre sus piernas y agachándose un poco para atizarle un fuerte codazo con su brazo derecho justo en el abdomen, haciéndolo perder la respiración por unos segundos y doblarse de dolor.
Según el entrenamiento básico militar, el sujeto debía ser capaz de defenderse de golpes así, pero claramente no se esperaba aquello de alguien como ella. Nunca subestimar, recordó en ese momento, la voz de alguien en quien no solía pensar con frecuencia.
- Acabas de firmar tu sentencia, perra estúpida – la insultó pero ella sólo parecía cansada de la situación – Será tu palabra contra la mía, y nadie te ayudará – le amenazó, señalando su insignia con el caballo verde y la espada saliendo de su frente – Debiste aceptar cuando pudiste.
Creo que ahora sí, se dijo el Capitán, caminando directo hacia ellos, sin ocultar su desprecio por ese sujeto. Quien además era tonto, porque era realmente irrisorio ver que se mostró gratamente sorprendido al captar su presencia acercándose. Ella por su parte lo miró con seriedad, sin decir una palabra pero dejándole ver que no sentía ni un atisbo de arrepentimiento o vergüenza por su comportamiento. Bien, dijo Levi internamente.
- ¡Ah, Capitán Levi! - le saludo el muy imbécil - ¡Qué gusto verlo! Necesito hacer una denuncia a esta delincuente – le dijo el tipo, señalando a la mujer – me atacó sin motivo mientras le hacía unas preguntas de rutina.
- Ya veo – dijo él, sin saludarle ni voltear a mirarla siquiera. Podía sentir en su aura el asco por aquel repulsivo idiota.
Levi se dedicó a observar el lugar, evaluando a los presentes que se mantuvieron al margen por temor a represalias, a quienes podía entender. Afortunadamente, él podía actuar como mejor le pareciera.
- Usted será mi testigo, Capitán – le escuchó decir, pagado de sí, seguro de triunfar.
- Claro – le contestó con aquella voz de aburrimiento máximo – ¿Qué preguntas le hiciste? – inquirió levantando una ceja.
- Esto… - balbuceó, sin haberse preparado para eso, claramente acorralado – yo…
- Porque lo que yo vi fue a una persona defendiéndose de un desgraciado que se tomó atribuciones que no le corresponden – esta vez lo fulminó con la mirada.
- Pe-pero – tartamudeó el tipo, alarmado, buscando manera de zafarse del asunto. Claramente, había olvidado que los de la Legión no eran como ellos, sino solo "unos ilusos que se arriesgaban demasiado por nada", según lo que el mismo Levi había oído en más de una ocasión – ¡Ella se me insinuó!
- Nunca había visto a alguien insinuarse de esa forma – dijo con seco sarcasmo – no tenía idea que estar de espaldas daba esa impresión.
El hombre temblaba nervioso y apretaba la mandíbula, lleno de frustración al no lograr salirse con la suya. Tenía miedo y no por ella, sino porque el Capitán Levi no era alguien con quien se podía negociar, mucho menos acallar. El tipo era un misterio, pero los rumores contaban que había sido un delincuente conocido antes de unirse al ejército. Y en vista de que había presenciado todo, no había nada que pudiera hacer.
Levi lo vio mirar con odio contenido a la mujer y se marchó de allí sin decir ninguna palabra más. Aun así, él siguió su trayectoria con la mirada hasta que desapareció por la puerta de entrada; sólo por darse el lujo de humillar al muy malnacido. Recurrir a artimañas como la que planeaba para conseguir lo que quería era repugnante.
Cuando se giró hacia ella, la vio leyendo una hoja arrugada que sostenía en su mano. Se acercó lo suficiente para ver más de cerca y notó que en el objeto había algo escrito a mano y parecía ser una lista. Le sorprendió un poco notar que parecía totalmente ajena a lo que acababa de suceder.
- ¿Está bien? – le preguntó.
- Si me ayuda a encontrar esto, estaré mejor – le dijo, mostrándole el papel y señalando donde decía "aloe vera" – es una planta que tiene hojas alargadas, algo triangulares y son de un tono verde opaco. Los bordes en general parecieran estar como dentados – le explicó en detalle, concentrada en eso.
- Me refería al cerdo que acaba de salir – inquirió, un tanto sorprendido.
- Ah, sí, pero no hay necesidad, señor – le respondió ella encogiéndose ligeramente de hombros –no es el primero que conozco – explicó mientras doblaba la nota y la guardaba en el bolsillo de su pantalón.
La manera en que lo dijo sonaba como si aquella no fuese una escena que no hubiese vivido antes. Eso le molestó bastante; ninguna mujer debería tener que aguantar este tipo de abusos. Ser vista como un objeto era a lo que había sido reducida su propia madre para sobrevivir, y él había odiado a tipos como ese desde que comprendió lo que ella tuvo que soportar. Le parecía de lo más bajo y deplorable.
- ¿Capitán? – le interrumpió ella, leyendo en sus ojos la molestia que él sentía.
- No es nada – respondió desviando el tema – ¿Quién le enseñó los movimientos? – eso le daba curiosidad.
Ella bajó la mirada y cerró los ojos unos momentos mientras apretaba los puños, dándole la respuesta que ella misma verbalizó segundos después, llena de melancolía.
- Mi hermana – fue lo único que dijo y comenzó a caminar despacio, aparentemente mirando en los estantes por si hallaba lo que andaba buscando, rodeada de esa vibra de "querer estar a solas".
Levi sólo se limitó a seguirla con la mirada y dejarla ir. Imaginaba lo difícil que debía ser para ella recordar ese tipo de momentos y luego volver a la realidad de asimilar la situación en la que estaba la muchacha; postrada en una cama y sin esperanzas de recuperarse.
Exhaló algo cansado y después se dio media vuelta para regresar al sitio donde buscar hojas de té. Cuando las estaba seleccionando, repentinamente volvió a ver esos ojos en su cabeza, esos que a veces decían más que cualquier palabra.
Miró el reloj en la pared de la tienda, captando que ya iba siendo hora de que regresara a los cuarteles si quería cenar en paz y darse un baño antes de la reunión con Hange y Erwin. Necesitaban enfocarse en las preguntas esenciales para aprovechar el tiempo que Pixis les había conseguido con el mocoso llamado Eren. Ojalá y sus ojos también sean honestos, pensó mientras salía de aquel lugar, habiendo pagado sus compras. Al final se había decidido por comprar más cantidad que probar por su cuenta; recordando su promesa de enseñarle más sobre el tema la próxima vez que fuera y que para ella servía como distracción.
La escoba quedaría pendiente para otra ocasión. Bueno había sido no encontrar una decente, o sino la habría partido sobre el cráneo de aquella bestia que se hacía pasar por oficial.
El hombre realmente era un salvavidas. No encontraba otro modo de decirlo, porque había llegado en el momento preciso para relevarla en su guardia a Ilva. Tal como prometió, pensó ella agradecida.
Ahora que había tenido al menos nueves horas de sueño y habiendo logrado darse un apropiado baño, después de más de veintiséis horas despierta, se sentía como una persona nueva. Ya sólo le faltaba terminar de arreglar su cabello en su habitual trenza, y de ese modo volver con su hermana y el Capitán, que cuidaba de ella.
- Siento haber tardado – se disculpó sincera, mirándolo directo a la cara desde el umbral de la puerta, donde ella se encontraba.
Él se hallaba sentado en su cama, con la espalda apoyada en la pared y uno de los libros de su padre abierto en las manos.
- No hay problema – le oyó decir con seriedad, devolviendo la vista al objeto, reflexivo – su hermana no ha presentado cambios demasiado notorios, pero imagino que usted ya está al tanto de que el ritmo de su respiración se ha hecho más lenta.
- Eso ha estado ocurriendo desde anoche – era doloroso ver cómo el cuerpo se le iba apagando con cada día y cada hora.
- Siempre es así – comentó él desde donde estaba, con su mente en otro lugar todavía más lejano – Mi madre estuvo enferma por largo tiempo y aunque yo era muy joven, recuerdo lo perdido que me sentía de verla apagarse poco a poco – Levi no sabía bien por qué le compartía esto pero su instinto le decía que era lo correcto – Ahora la veo a usted, llena de conocimiento y fuerzas para tratarla, pero no hay mucho que pueda hacer realmente – Elia por su parte no estaba segura, pero detectaba cierta rabia en sus palabras. Él suspiró abatido – Por mucho tiempo creí que, si hubiésemos tenido una mejor situación, ella viviría, pero me doy cuenta de que al final, cuando no hay vuelta atrás, no importa si se cuenta o no con recursos. El cuerpo humano es realmente frágil y cuando te llega la hora, no hay nada que hacer.
- Una verdad que cuesta aceptar – le dijo ella, empatizando con su dolor. Pudo haber ocurrido hace años, pero cuando se ama a esa persona, jamás dejabas de añorarla; eso se lo había explicado su propia madre cuando les contó cómo había perdido a su única hermana a causa de una epidemia - Lamento mucho lo de su madre – fue lo único que pudo salir de su boca.
Lo vio agachar la mirada, con gran tristeza. Elia sintió el impulso de acercarse, todo con el fin de darle alguna palabra de aliento por tan horrible experiencia para un niño, pero no se sentía capaz. Si para ella, que siendo adulta y capacitada esto era difícil… no era de extrañar que él fuese así de hermético bajo experiencias tan traumáticas.
Por esa razón no dijo nada más y se acercó a Ilva en silencio para revisar sus signos y anotarlos en su bitácora, sin encontrar mayores cambios excepto lo ya mencionado. Una vez el Capitán se retirara, ella se dedicaría a asearla, sobre todo despejar su boca y fosas nasales; por inconsciente que estuviera, Elia respetaría lo estricta que su hermana era en relación a no ser vista durante una situación embarazosa. Mucho más tratándose de su héroe cerca.
- Regreso enseguida… – dijo en el umbral de la entrada de la pieza y de camino a la cocina. Él no se había vuelto a concentrar en el libro desde que llegó, menos al verla detenida allí - ¿Le gustaría probar una nueva combinación? – ofreció con gentileza. Si no podía decirle explícitamente gracias, al menos podía ser amable.
- Sería interesante – replicó con cordialidad, pero realmente sentía mucho interés en aprender más de ella.
Elia se retiró pensando en cuál sería una buena opción, analizando los factores a mano, como la hora que era, el clima actual y por supuesto, sabor. Como aún era de madrugada, y hacía un par de horas que había dejado de llover, el ambiente estaba más fresco de lo usual. Esperaba al menos que él se hubiese tapado con la ropa de su cama si había sentido frío durante el tiempo que la cubría cuidando a su hermana. Ya lo tengo, pensó resoluta mientras ponía a hervir agua y buscaba lo necesario. Elementos con los que no hubiese contado de no haber tenido la ayuda de Petra el día anterior, ya que compró bastante para no correr riesgos de otro desabastecimiento.
Sacó una pequeña bandeja y colocó su taza y la de él sobre esta, interesada en lo que le escucharía decir. Era agradable contar con este tipo de distracciones cuando tus fuerzas y espíritu se encontraban tan alicaídos; te ayudaban a mantenerte estable, dadas las circunstancias.
Al llegar a la habitación, se percató que había dejado a un lado el libro; sus ojos estaban en Ilva, pero parecía estar muy lejos de allí. Estaba preocupado por algo, tanto que se sobresaltó cuando la escuchó hablar.
- Aquí tiene – dijo ella, acercándole su brebaje.
No sabía si estaba aún medio dormida, pero podría haber jurado que lo vio arrugar ligeramente la nariz cuando se le acercó a darle su taza de té. ¿Tal vez me excedí? Se preguntó ella, creyendo que se trataba del brebaje, pero no le tomó mayor asunto. Si no le gustaba, no significaba nada. El paladar de cada persona es un misterio, recordó con la voz de su padre. Y tenía mucha razón.
- ¿Qué es? – le preguntó él con atención. Parecía un niño al que le habían dado algo que no terminaba de entender.
- Me parece que sería mejor que usted lo descubriera por su cuenta – contestó ella, que se había sentado en la silla al final de la habitación.
Él la miró con cierta intensidad, como si intentara encontrar la respuesta en su semblante, pero luego bajo la mirada a la taza que sostenía de forma peculiar, lo que la hacía ser más consciente de su propia manía, la que tampoco era el socialmente correcta. Por un segundo quiso reír, pero sólo dejó escapar una leve sonrisa antes de limitarse a hacer lo mismo que él; beber con cuidado. Dejó pasar unos segundos hasta que se sintió preparada para preguntarle, después de verle dar el segundo sorbo, más largo que el anterior.
- No estoy seguro, pero creo que tiene limón – ofreció él, pareciendo más seguro después del tercer sorbo – y está dulce pero no se parece al azúcar regular. Deja un sabor agradable.
Elia sonrió satisfecha mientras lo imitaba; al menos había dado en el clavo con uno de los agregados.
- Correcto – le felicitó, y luego agregó – limón y miel de abeja. De las combinaciones más simples que puedan existir.
- Esta bueno - repuso él, que ya casi se lo había acabado – ¿tiene algún uso específico o sólo es porque sabe bien?
- Es un té que tiene principalmente dos objetivos – expuso con cierto entusiasmo. Por alguna razón se sentía como si estuviese de vuelta en la escuela, sólo que esta vez ella parecía ser la profesora – el primero consiste en un efecto refrescante. El segundo, y en un aspecto más medicinal, es una buena terapia para el resfrío. La cafeína del té sirve para estimular el cuerpo, ayudándole a entrar en calor y también como analgésico. El limón ayuda a suprimir las toxinas en el cuerpo y, por último está la miel, que es perfecta para el dolor de garganta, sea por irritación, picazón o dolor. Es un antinflamatorio natural.
Él la contemplaba verdaderamente inmerso en el asunto, asimilando en silencio la información que le compartía.
- ¿Desde hace cuánto que se dedica a la medicina? – le preguntó, mirando la taza, pero en realidad quería averiguar cosas de ella, sin entender realmente su propia motivación – el modo y compromiso con que habla, a veces la hacen parecer más adulta de lo que se ve.
- No sabría decir desde cuándo – le contestó con sinceridad, recordando con melancolía aquellos días donde observaba con atención el trabajo de su madre y absorbía cada enseñanza de su padre – pero desde muy pequeña disfrutaba ver el modo en que mis padres asistían a la gente, lo cual ayudaba a regresar un poco de alegría al mundo. Así es como lo veía cuando tenía cinco años – admitió un poco azorada por describirlo de tal modo pero quería ser sincera con él.
- ¿Y por qué escogió ese camino? – preguntó él, mirando unos segundos a Ilva – Me lo pregunto porque son bastante diferentes con el que su hermana escogió.
– Me gusta poder ayudar a restaurar el cuerpo de alguien que lo necesita, eso y parte de la historia familiar – intentaba encontrar una respuesta directa, pero era difícil. Sus padres la habían inspirado y esa era su verdad – Nuestro padre era un experto herbolario, así como antes lo fue el suyo – dijo pensativa más no afligida por los recuerdos – y mamá era la que practicaba la curación. Ella también la aprendió de mi abuelo paterno, quien le salvó la vida cuando llegó a su puerta totalmente sola, y por lo mismo, decidió adoptarla – Elia temía estar aburriendo al Capitán, pero la muda concentración por su parte parecía pedirle que continuara hablando - Así fue como se conocieron, crecieron y aprendieron juntos de todo lo que mi abuelo les enseñó, trabajando en conjunto para dar lo mejor de ambos. Lo que de algún modo también fue como una inspiración para mi propio camino. Y verlos trabajar como un equipo se convirtió en uno de mis recuerdos favoritos.
- Debe ser agradable sentirse orgulloso del camino que escogieron para llevar una vida – comentó él, más para sí, por lo que Elia veía en sus solitarios ojos.
- Puede ser, pero muchas veces, la vida escoge el camino por la persona, y eso no culpa de nadie – dijo ella con honestidad y firmeza, sin saber en realidad si él pensaba en su vida o la de alguien más – Ilva y yo fuimos afortunadas, pero eso no les ocurre a todos. Mamá, por ejemplo: no tenía a nadie cuando nuestro abuelo la acogió. Siendo huérfana, tuvo que pasar cosas difíciles para mantenerse viva. Cosas de las que probablemente ella se arrepintió – Elia veía como él la miraba con renovada atención, por eso continuó – pero yo no creo que debería, a no ser que sus acciones hayan causado un mal a otros. Hay una gran diferencia entre verse obligado a tomar un camino o escoger uno por motivos egoístas, como la ambición – enfatizó – Para mí, lo que haya tenido que hacer fue porque no tuvo otra salida, y eso no era su responsabilidad. Pero cuando tuvo oportunidad de hacerlo, lo hizo gracias a las enseñanzas de un desconocido que le tendió la mano. Y con eso, ella encontró su vocación de ayudar a otros – le explicó, pero de igual modo se entristeció un poco al tener que agregar lo último – Desafortunadamente, eso aplica para quienes hayan sido lo suficientemente afortunados de poder cambiar las cosas. A veces no hay salida.
- ¿Cuántos años tiene usted exactamente? – preguntó Levi, ahora enfocado en el rostro de su hermana y con una expresión llena de nostalgia en su semblante.
- Veintiocho años - como ella no era el tipo de persona que se ofendía por ese tipo de preguntas, no esquivó la respuesta.
- Creo que sus padres deben haber estado orgullosos de las dos – comentó él, aún pensativo mientras se colocaba de pie y se encaminaba fuera del cuarto.
Sus ojos se veían algo tristes, pero por alguna razón no le daba la impresión de que lo había ofendido, sino más bien parecían sosegado pero no estaba del todo segura.
Elia miró a Ilva y se acercó a darle un beso en su frente, sintiéndose increíblemente un poco más ligera después de haber podido hablar de ellos sin sentir ese nudo en su garganta. El legado que sus padres le habían dado, de cierta manera los mantenía cerca; nunca lo había pensado de ese modo.
Se giró para seguirle hasta la puerta, sin saber muy bien qué decir. Solo se quedó allí de pie, a cierta distancia de él, observándole entretanto se colocaba su gabardina sin mirarla.
- Espero no haberlo ofendido, señor. No era mi intención.
- No debería disculparse cuando no ha hecho nada malo – replicó él, finalmente mirándola a los ojos cuando estuvo listo para marcharse – debo retirarme, pero espero pueda enseñarme alguna otra combinación la próxima vez – dijo con su mano en el pomo de la puerta, prometiéndole nuevamente otra visita – Quizás esta noche, si no tiene inconveniente.
- No lo tengo – fue lo único capaz de responderle, sorprendida por cierto brillo que atisbó en sus ojos.
Elia lo vio asentir como usualmente se despedía, y sin decir más, atravesó el espacio y cerró la puerta tras de sí. Causando una inesperada alegría al saber que volvería a verlo por allí.
Respeto la manera que otras personas tienen de ver a Levi, pero para mí nunca dejará de ser un hombre solitario y con más heridas emocionales de las que un ser humano puede aguantar sin volverse loco.
Como dije con anterioridad, enamoramiento y amor no son lo mismo. Por eso necesitaba tomar de cierto tiempo y situaciones para poder desarrollar el lazo que han formado, y del que ninguno sospecha. Algo que ni la fachada (que él mismo inconscientemente creó) para mantener al mundo fuera de su zona segura, ha podido frenar.
Levi sigue siendo directo con ella, pero difícilmente grosero, y eso es porque ve que Elia ya tiene más que suficiente con la situación de la única familia que le queda. Como no desea causarle más dolor del que ya tiene, eso termina exponiendo a la persona que él realmente es. Algo que Elia, en base a sus propias experiencias y valores, logra ver en Levi, definido a sus ojos por las acciones toma por decisión propia.
Levi es fuerte y duro, pero a pesar de ser el personaje que no expresa casi nada, a juicio personal, es el que más siente. Por eso, no es insensible, brusco, egoísta, demandante, posesivo o altanero con alguien que se está ganando su abandonado corazón.
Eso querid s. Pronto continuaré con lo que viene.
Pero me siento contenta de haber subido dos capítulos en un mismo fin de semana =)
Gracias por leer.
Namärié.
