La Rosa y La Daga

Esta historia no es mía; fue escrita por Renée Ahdieh. Esta es una adaptación de su trabajo con personajes del anime/manga Inuyasha, creados por Rumiko Takahashi. Al leerla no pude evitar pensar en estos personajes y en compartir con ustedes la historia de Las Mil y Una Noches re-imaginada.

Esta es la continuación de La ira y el amanecer (The Wrath and The Dawn), si es que no han leído la primera novela, les recomiendo leerla antes de continuar. Pueden encontrarla en mi perfil.

Espero que disfruten la historia tanto como yo y si es así, los invito a leer la novela (The Rose and The Dagger) en el idioma de su preferencia, inglés o español :3


5. UNA PUERTA ENTRE DOS MUNDOS

Kagome sabía que estaba soñando.

Lo sabía y no le importaba.

Pues estaba en casa.

Sus pies descalzos anduvieron por la fría piedra mientras recorrían los cavernosos pasillos hacia las puertas de su alcoba. Con el corazón en la garganta, asió uno de los tiradores y abrió.

El interior estaba oscuro. Como boca de lobo. Ese tipo de oscuridad que produce escalofríos, sea cual sea la temperatura.

El suelo de mármol estaba cubierto por una generosa niebla encrespada que llegaba a la cintura, como un denso humo blanco que abarcaba de pared a pared. Cuando dio un lento paso adelante, se abrió a ambos lados como un mar fantasmal, surcado por la proa de un barco encantado.

Una luz cálida empezó a brillar en el centro de la estancia. Se elevaba sobre el dosel de su cama como un silencioso centinela rodeado por un velo de seda diáfana.

En medio de la plataforma de cojines había una única figura sentada envuelta en las sombras.

"¿Inuyasha?"

Kagome atravesó la niebla a paso más rápido, escudriñando la negra oscuridad y el velo de gasa…

Luchando por atisbar aquella cara que tanto ansiaba ver.

La figura se movió. Apartó una tira de seda de araña.

"No, Kag-jan. No soy él. Pero espero que perdones esta intrusión."

La figura le dedicó una sonrisa conocedora de secretos pasados, presentes y futuros.

Kagome tropezó y a punto estuvo de soltar un grito.

Una carcajada estentórea irrumpió desde los cojines tornasolados, tan familiar y tan llena de luz que le llegó al alma.

¿Cuántas veces había deseado oír aquel sonido una vez más?

Habría matado por ello.

"¿Ayumi? " susurró incrédula mientras rodeaba el pie de la cama y se disponía a coger la cortina de seda.

"¡Ven aquí! " le indicó Ayumi, dando una palmada en el espacio a su lado.

A Kagome le temblaron las manos al apartar una franja de gasa y arrodillarse en los cojines. Se quedó mirando a su mejor amiga como en estado de trance, esperando que desapareciera.

Esperando el vacío demoledor que estaba segura de que vendría a continuación.

Ayumi sonrió, pícara y llena de vida. Un solo hoyuelo le estropeaba la mejilla izquierda, tan perfectamente imperfecta como siempre.

Aquella imagen también le rompió el alma, pues sabía que se trataba de un sueño y que tendría que despertarse.

Y enfrentarse a la mentira que era.

El hoyuelo volvió a aparecer cuando Ayumi se remetió un mechón azabache detrás de la oreja.

"Tonta, sólo porque esto sea un sueño no quiere decir que sea mentira."

"Entonces, ¿ahora estás en mi cabeza? " preguntó Kagome.

"¡Claro! Siempre he estado aquí." Ayumi apoyó la barbilla en una rodilla. " Estaba esperando a que me necesitaras."

"Pero… " Kagome se reprimió, sorprendida por una repentina oleada de rabia. "Te he necesitado tantas veces, Ayumi…"

"No. Te he estado observando. Lo has hecho de maravilla tú sola."

Las comisuras de los ojos de Ayumi se curvaron con orgullo.

"¿Qué dices? " continuó Kagome. " He cometido demasiados errores. ¡Me he enamorado del chico responsable de tu muerte!"

"Ya. Y a veces me ha costado verlo. Sobre todo, la mañana en que casi mueres."

"Te traicioné."

"No, boba. No me traicionaste. Te lo he dicho: llevo aquí todo el tiempo. Y tengo que confesarte algo… " Los ojos de Ayumi miraron de soslayo, chispeando con traviesa certeza. Llenos de luz vibrante. " En cuanto lo vi corriendo hacia ti aquella mañana, supe que ibas a salvarlo, igual que él te salvó a ti."

Cuando su amiga le tendió la mano, Kagome se sobresaltó por su calidez.

Parecía tan real… Tan dolorosamente viva…

Ayumi volvió a sonreírle y sus delgados hombros se echaron hacia delante con gracilidad.

"Parece real porque me recuerdas así. Y es muy agradable ser recordada tan cálida y tan perfectamente imperfecta."

Ayumi entrelazó los dedos con los suyos y apretó con fuerza.

Por un momento, el nudo que tenía en la garganta le impidió hablar.

"La…, lamento quererlo, Ayumi-jan. No haber sido más fuerte."

"¡Vaya una ridiculez por la que disculparse! " Con la indignación, los rasgos bellamente esculpidos de Ayumi se asemejaron a los de una muñeca. " Escúchame bien: nunca vuelvas a disculparte por una tontería semejante. Y tú más que nadie sabes lo que pasa cuando me desobedeces."

Agitó un puño en el aire, riendo burlona mientras le traía a la memoria sus muchas riñas infantiles. Kagome no pudo evitar unirse a su risa, hasta que aquel coro llenó el espacio que las rodeaba.

"No quiero despertarme."

La risa murió en sus labios y su eco la llamó desde el otro lado de las puertas dobles. Desde una puerta entre dos mundos.

"Y yo tampoco quiero que despiertes "dijo Ayumi. " Pero, cuando llegue el momento, lo harás de todas formas."

"A lo mejor deberíamos quedarnos aquí."

"No lo creo. " La boca de Ayumi se curvó en una sonrisa melancólica. " Después de todo, no estabas buscándome a mí cuando llegaste. Estabas buscándolo a él."

No era una acusación, tan sólo una observación. Ayumi siempre había sido así, incapaz de ocultar la verdad, pero incapaz de ser cruel. Una persona excepcional. La mejor amiga que una podía tener.

Kagome desvió la mirada.

"No… creo que pueda volver a buscarlo nunca. No con la maldición…"

"Entonces, debes romperla " la interrumpió Ayumi. " Eso por descontado. Lo que hay que ver es cómo piensas hacerlo. ¿Tienes un plan?"

Aunque Kagome pretendía buscar a Myoga Sukkipu lo antes posible con ese preciso propósito, no pudo responderle. Aún no estaba segura de cómo proceder. Siempre se dejaba guiar por su instinto, incluso de niña. Por eso y por su valor.

Su amiga era la planificadora, la que siempre pensaba las cosas por adelantado.

"¿Lo ves? "dijo Ayumi, y su frente se destensó. "Por eso he venido a verte esta noche, querida. Estás perdida. Y así no puedes seguir."

Kagome observó cómo la niebla se elevaba hacia el techo, envolviendo la plataforma con sus brazos fantasmales y girando en torno a la única luz.

"No sé por dónde empezar "admitió, y su voz se vio engullida por la niebla.

"¿Por qué no empiezas pronunciando en voz alta lo que deseas?"

¿Se atrevería a tal cosa? Después de toda aquella muerte y aquella destrucción sanguinaria y sin sentido, le parecía lo más egoísta del mundo.

Construir su castillo sobre la devastación.

"¡Qué aburrida eres! " Ayumi le dio un codazo de broma. " ¡Este es tu sueño, tonta! Si no puedes decir lo que deseas en tu propio sueño, ¿entonces dónde vas a hacerlo?"

Kagome se vio reflejada en los ojos de su amiga.

No era más que una cáscara de la chica que conocía. Una chica encorvada, reticente. Una chica ausente de la vida…, carente de vida.

Irguió los hombros.

"Quiero estar con Inuyasha. Quiero que mi padre se recupere. Y…, y quiero que se rompa la maldición."

"Así se habla " la alentó Ayumi aligerando el tono, divertida.

"Pero ¿todo eso es posible? "objetó Kagome. " Porque no lo parece."

"¿Y cómo hace uno para volver posible lo imposible?"

Kagome se encogió de hombros con cara lúgubre.

"Sería mejor que me preguntaras cómo hacer volar una cabra."

"Muy bien. " Ayumi asintió con aire solemne. " ¿Y cómo se hace volar una cabra?"

"Atándola a una cometa enorme."

"No iría muy lejos atada a una cuerda."

"¡Habla en serio!"

"¡Estoy hablando muy en serio! " Su amiga rio y dejó que el sonido atravesara aquella niebla acaparadora y sobrepasase a aquel silencioso centinela. " ¿Y si pusieras la cabra en tu alfombra voladora? ¿Volaría entonces?"

Sus ojos brillaron con una luz suspicaz.

"No seas ridícula."

"Sólo era una idea. " Ayumi agitó una mano a través de una espiral de humo blanco. " Pero, en mi opinión, la mejor manera de volar es cortando las cuerdas que te atan al suelo… " Sus palabras comenzaron a sonar amortiguadas, como si estuvieran bajo agua, aunque su sonrisa continuó imperturbable. " Corta las cuerdas, Kag. ¡Vuela!"


Kagome se despertó de un salto.

La tienda estaba teñida de negro. La respiración de su hermana hacía tiempo que se había sumido en el ritmo de un sueño profundo y un apacible viento del desierto bamboleaba las paredes cosidas.

Tenía la garganta seca, pero el corazón pleno.

Esperó el consiguiente vacío desalentador al darse cuenta de que el sueño había acabado con demasiadas cosas por decir.

Pero este no llegó.

Por primera vez desde que había huido de Rey casi una semana antes, no se sintió perdida ni tan sola. Había encontrado un medio de lograr su propósito. Y aquel propósito tenía un peso que podía soportar.

Era algo por lo que podía luchar de verdad.

Corta las cuerdas, Kag. ¡Vuela!

Gracias, Ayumi.

Con cuidado de no molestar a Tsukiyomi, se calzó las sandalias para salir a tomar el aire. Le robó la pashmina a su hermana y se cubrió la cabeza con el largo triángulo de tela para protegerse de la gélida noche del desierto. Luego se dirigió a la entrada y cerró bien la solapa de la tienda a su espalda…

Antes de tropezarse con el cuerpo que yacía tumbado fuera al acecho.

"¡Ayyy!"

Kagome rodó por la arena.

Unas manos fuertes la agarraron y la clavaron al suelo. La visión de un soldado encapuchado se dibujó en su mente como un fogonazo. Un soldado enfadado con la marca de un escarabajo y un arma dispuesto a presentar batalla.

Arremetió contra una pared de músculo. Abofeteó una cara esculpida en piedra. Devolvió la mirada a unos ojos plateados como cuchillos afilados.

El corazón de Koga martilleó sobre el suyo.

"¡Suéltame! "exigió consternada al notar que sus mejillas se sonrojaban.

Él se puso en pie, levantándola al mismo tiempo con un ágil movimiento.

"¿Qué estás ha…?"

"¿Qué demonios…?"

Kagome se apartó de él y cruzó los brazos.

Él se sacudió la arena del pelo con un hábil gesto de la mano.

"Tú primero "dijo Koga con una voz sombría que le recordó a una versión más joven de él, una en la que prevalecían su sonrisa relajada y su afición por las bromas.

Una que Kagome prefería en aquellos momentos.

"Es muy cortés por tu parte, sobre todo teniendo en cuenta que me has ignorado durante buena parte de la semana, como un chico de la mitad de tu edad con el doble de encanto."

Los labios de Koga se quedaron a medio camino entre el silencio y el habla durante varias respiraciones.

"Eres…, eres odiosa, Kag. Simplemente odiosa."

Se pasó la palma por la cara, no sin que Kagome atisbara una mirada de agravio que no consiguió ocultar.

Ella se apretó los codos, negándose a tenderle la mano para consolarlo. No importaba lo mucho que lo ansiara. No importaba lo natural que le pareciera consolar al chico al que había amado durante tanto tiempo.

"Sé que soy odiosa. Por eso te pregunto: ¿qué haces aquí?"

"Yo mismo me he preguntado eso muchas veces…, sobre todo mientras yacía tumbado en la fría arena vigilando a una chica odiosa. Una con muy poco sentido de la gratitud y ningún sentido de la lealtad."

Fue como si le echara un jarro de agua fría.

Se giró eludiendo una nueva punzada de culpa con las mejillas encendidas.

Koga fue tras ella y la agarró del brazo.

Kagome se zafó.

"¡No me toques, Koga Imrán Ookami! ¡No te atrevas!"

Se horrorizó al notar el escozor de las lágrimas. No había llorado ni una sola vez en los últimos días. Ni cuando encontraron la figura acurrucada de su padre en aquella loma oscurecida por las nubes. Ni cuando se volvió para contemplar por última vez su ciudad en llamas.

Ni cuando se enteró de que Koga le había prometido a Miroku no llevarla nunca de vuelta.

Koga la atrajo hacia sí sin pensárselo dos veces.

"Para. " Le puso ambas manos en el pecho mientras unas lágrimas de enfado comenzaban a aflorar. " ¡No te necesito!"

Te mereces a alguien que te sienta a su lado sin necesidad de verte.

Y yo sólo me he sentido así respecto a un chico.

"Deja de intentar hacerme daño " dijo él con tristeza. " No funcionará. Al menos no como tú esperas que lo haga."

Unas lágrimas calientes corrieron por el rostro de Kagome. A pesar de todo, se negó a apoyarse en él, a sucumbir ante semejante debilidad.

Soltando un suspiro de agotamiento, Koga la envolvió con sus brazos.

Unos brazos que sentía sólidos, seguros, protectores.

Que sentía como todo lo que había amado cuando era joven y libre: el olor de la arena y la sal en su piel; la potente sensación de caer y saber que habría alguien allí para recogerla o, en última instancia, curarle las heridas; la novedad de todas las cosas…, sobre todo del amor.

"Hoshiyomi me ha contado lo que ha pasado. " Los dedos de Koga le acariciaron la nuca como tantas veces antes durante tantos años. Bajó la voz, que retumbó, rica y resonante, contra ella, casi pomposa. Un lujo que ya no necesitaba ni merecía. " Voy a hacer pedazos a ese canalla por pensar siquiera así."

No.

Kagome se apartó de él.

"Eso no te corresponde a ti. Ya he hablado con Amari. Va a dejar estar las cosas."

A Koga le chispearon los ojos.

"¿Que no me corresponde?"

"Ya lo he solucionado, Koga. No hagas nada, sólo servirá para que se derrame más sangre. Y ya he tenido bastante."

Intentó dejarlo atrás.

Él le salió al paso, elevando su mentón prominente con los puños a los lados.

"¿Al niño-rey también le atarías las manos de esta manera?"

"No te compares con Inuyasha. Es infantil y te rebaja bastante."

Koga pestañeó, pero no se achantó.

"Respóndeme, Kag. ¿Le dirías que no le corresponde enfrentarse a ese chico por lo que te ha hecho?"

Ella hizo una pausa.

"Sí."

"¿Y él te escucharía?"

Juntó las cejas en señal de incredulidad.

"Sí… él me escucharía."

Y luego haría exactamente lo que le viniera en gana.

"Mentira "se burló Koga. " No me creo ni por un momento que ese carnicero al que llamas marido dejara que ese chico viera otro amanecer después de lo que te ha hecho."

"Lo que Inuyasha haría o dejara de hacer no es asunto tuyo. " Estaba peligrosamente cerca de soltarle un grito. " ¡Y no pienso seguir hablando de esto ni de mi marido carnicero contigo!"

Kagome cortó el aire con la mano con rotundidad para zanjar la discusión.

"De manera que ahora crees que te corresponde a ti controlar lo que ocurre en este campamento, ¿no? " insistió Koga. " ¿Por eso ese llorón ha sido devuelto a su pueblo, como un niño que recibe un regaño? ¿De verdad crees que…?"

"De verdad creo que no servirá de nada que derramemos más sangre. A Amari lo han llevado a la tienda del emir de Karaj para que se ocupen de él. Y claro que me corresponde a mí decidir cómo ocuparme de este asunto. ¡Tú " le hincó un dedo en el pecho " no eres nadie para repartir justicia en mi nombre!"

"¿De verdad crees que el emir lo castigará por lo que ha hecho hoy? No lo hará. Y ahora no tengo ni idea de dónde está, pues dudo que a ese demonio lo hayan mandado a ninguna parte a que se ocupen de él, como crees tú. ¡Se ha ido y, con él, cualquier sentido de la justicia! " Koga abrió los brazos con cara de exasperación. " ¿Sabías que Amari iba a casarse con alguien de la familia del emir? Es posible que el emir incluso lo animara a hacer lo que ha hecho."

"No busques venganza en mi nombre, Koga Imrán Ookami. Te prohíbo…"

El la agarró por los hombros.

"¡Haré lo que me dé la maldita gana, Kagome Higurashi! " Su voz sonó descarnada por su tormento. " Una vez me negué a mí mismo lo que quería por principios, ¡y no ha pasado un día sin que me arrepienta de aquella decisión con cada fibra de mi ser!"

El sonido de su angustia se elevó en espiral en la noche del desierto, hacia una inmensidad de diminutas estrellas.

A Kagome le traspasó la mismísima piel.

Sin mediar palabra, le cogió la mano y lo adentró en el desierto, mucho más allá del enclave de tiendas. Cuando por fin se giró para mirarlo, Koga parecía haber envejecido una década en cuestión de segundos.

Se contemplaron el uno al otro a través de un pequeño mar de arena brillante. A través de aquellos años de amistad y confianza, que parecían haberse perdido en un instante.

"¿Alguna vez piensas en aquella noche?"

Koga no fue capaz de mirarla a los ojos cuando le formuló esa pregunta con calma.

Durante un momento, Kagome no supo qué responder.

"Hiciste lo correcto " dijo al fin, estudiando los granos infinitos que se le colaban entre los dedos de los pies. " Te puse en una tesitura imposible. E inapropiada."

"No es eso lo que te he preguntado."

Ella alzó la vista.

"Sí. He pensado en ella."

Él cambió el peso de una pierna a otra; aquel chico que nunca era torpe le estaba atravesando el corazón con su torpeza desacostumbrada.

"¿Puedo preguntarte por qué viniste a mi habitación aquella noche?"

Koga se merecía su sinceridad. Por todos aquellos besos robados en rincones oscuros. Por todos aquellos años de amor inagotable.

Por iniciar una guerra para salvarla.

Le sostuvo la mirada, aunque el dolor que sentía en el pecho la impelía a salir corriendo.

"Porque quería sentir."

"Kagome…"

"Quería…, no, necesitaba sentir algo. " Había una amable resolución en sus palabras. " Creí que, si me rendía a tus brazos, podría volver a sentir algo. Podría llorar por Ayumi y seguir adelante, pero tú hiciste bien en darme la espalda. Nunca te he culpado por ello, por favor, créeme cuando te lo digo " remató con voz suave.

Koga permaneció un rato en silencio. Kagome vio cómo se disipaba el dolor de sus ojos y una amarga resignación ocupaba su lugar.

"Te creo. Aunque eso no cambia el hecho de que me haya culpado a mí mismo casi todos los días desde entonces."

Dio dos pasos hacia ella y se detuvo, vacilante.

Kagome notó su indecisión. Sus dedos se aferraron a los pliegues de la pashmina de Tsukiyomi.

Está esperando a que le pregunte por qué.

Y teme lo que ocurra cuando lo haga.

Sus dedos se curvaron en sus sandalias y notó el roce de la seda en su piel.

"¿Por qué te has culpado a ti mismo?"

Koga apretó los labios hasta que estos formaron una fina línea. Los músculos del cuello se le tensaron al tragar saliva. Parecía estar escogiendo las palabras antes de hablar, algo también impropio de él.

Cuando por fin sus ojos se encontraron, le aguantó la mirada con valiente convicción.

"Porque sé que, si yo hubiera permitido que ocurriera lo que ambos deseábamos aquella noche, ahora serías mi esposa y no la suya."

A Kagome le dio un vuelco el corazón, horrorizada.

"¿Eso…, eso es lo que crees que estaba haciendo? " logró espurrear. " ¿Que fui a tu habitación como la hija de un pobre bibliotecario planeando marcharme como la esposa de un futuro emir?" Alzó la vista hacia él con los brazos en jarras. " ¡No era mi intención obligarte a casarte, maldito arrogante! ¡Si hubiera compartido tu cama esa noche, nunca habría esperado que me pidieras matrimonio al día siguiente!"

"Por Dios, pero ¿qué te crees que estoy diciendo?"

"¿Y qué otra cosa iba a pensar cuando…?"

Koga se apresuró a taparle la boca con la mano, rogando en silencio por que claudicara.

Al cabo de unos instantes, Kagome asintió, aunque su indignación aún bullía en el aire. Cuando Koga le destapó la boca, ella captó una diminuta seña de diversión en su cara. Algo totalmente característico del chico que conocía… y al que tanto había echado de menos en los últimos días.

Frunciendo aún más el ceño, asió la pashmina de Tsukiyomi por ambos extremos y se la cruzó por el pecho.

"Y bien, ¿qué es lo querías decir entonces?"

"Quería decir "empezó de nuevo " que, si te hubieras quedado conmigo esa noche, habría ido a ver a tu padre a la mañana siguiente…"

Ella abrió la boca para protestar y él repitió su súplica silenciosa.

Luego se acercó más a ella.

"Pero no lo habría hecho por obligación" dijo, apoyando las manos en sus hombros, primero tentativamente y luego con decisión. " Lo habría hecho porque no quería esperar ni un solo día más… y habría estado mal. Mi prima había muerto hacía apenas dos semanas. Mi tía se había arrojado por el balcón tres días antes. ¿Cómo iba a ir a ver a tu padre, a mis padres, para pedirte en matrimonio?"

Sus rasgos se habían suavizado mientras hablaba, aunque su voz no había perdido ni un ápice de intensidad. En aquel momento, Kagome recordó cómo todos los ojos de cualquier habitación se centraban en él de manera espontánea. Cómo llenaba el espacio sin darse cuenta.

Las manos del joven cayeron a ambos lados mientras esperaba a que ella pusiera en orden sus pensamientos y tomara la palabra.

Cuando lo hizo, fue ella la que se sintió torpe y perdida:

"Yo…, yo nunca habría esperado que hicieras tal cosa."

De nuevo, una sombra de diversión cruzó la cara de Koga.

"Sigues haciéndome daño, ¿eh? Porque ya lo sé. Si hubiera pasado una sola noche contigo, habría deseado que no nos separásemos nunca más."

Kagome quería evitar que siguiera hablando. Que dijera algo de lo que pudiera arrepentirse.

¿Qué puedo hacer para ahorrarle más dolor?

Sin embargo, Koga la cogió por la barbilla con decisión y la obligó a mirarlo.

"Desde la tarde en que te vi caer de aquella almena en Taleqan, has sido imprescindible para mí. Eso es lo mucho que te amo. " Las palabras le salían sin esfuerzo, como siempre. " Pero tú ya no puedes decir lo mismo de mí, ¿verdad?"

Ella era incapaz de mirarlo a los ojos.

"Por favor, respóndeme, Kag " la alentó. " Ha llegado el momento de oír la verdad. Me… merezco oírla."

Cuando Kagome escrutó su cara, se dio cuenta de que llevaba los últimos días preparándose para aquel trance.

Aunque eso no lo hacía más fácil para ninguno de los dos.

Exhaló despacio.

"Te quiero, Koga. " Con mucho cuidado, Kagome le puso la mano en la mejilla. " Pero… vivo por él."

Koga le cubrió la mano con la suya y asintió. El único reconocimiento más allá de aquello fue un ligero movimiento del músculo de la mandíbula casi inapreciable. Un esfuerzo por mantener a raya la emoción que lo traicionó más que si se hubiera deshecho en lágrimas.

"Siento muchísimo hacerte daño " susurró Kagome, y el dolor que sentía en el pecho le anegó la garganta. Le puso la mano libre en la otra mejilla, expresando su pesar a través del tacto. Sabía que era una tontería, pero no se le ocurría otra manera de arreglar aquella traición.

Koga se echó hacia atrás con una expresión extrañamente distante.

"Supe que estabas enamorada de él cuando los vi juntos en Rey, pero… he sido un idiota por aferrarme a una esperanza absurda."

"Por favor, quiero que sepas… " Kagome se mordió el labio inferior con tanta fuerza que creyó que iba a salirle sangre " que nunca he pretendido hacerte daño."

"El daño me lo he causado yo mismo. Hoshiyomi me ha contado lo que le has dicho a Amari hoy: que tu corazón estaba conmigo y que siempre lo estaría."

El sabor a cobre y sal le envolvió la lengua.

"Yo…"

"Mentiste para salvarte. Lo entiendo "dijo en tono monocorde. " Pero debes saber que Amari se lo dirá al emir de Karaj y que el rumor circulará."

Ella pestañeó, desconcertada por el cambio que se había producido en él: todo signo de debilidad había desaparecido y había dejado paso a un rictus serio y una conducta firme.

Un abrupto regreso a la distancia anterior.

"Estarás más segura en este campamento, sobre todo entre los enemigos del rey-carnicero, si mantenemos las apariencias " remató.

Aunque Kagome no tenía intención de quedarse mucho tiempo en el campamento, sabía que debía decir algo. Si no en defensa de ella misma o de Inuyasha, al menos en defensa de Koga.

Meneó la cabeza y se aferró con más fuerza si cabe a la pashmina.

"No puedo pedirte eso. No te lo pediré. No es justo."

"No, no lo es "coincidió Koga", pero aún puedes pedirme que abandone esta guerra.

Los ojos de Kagome se abrieron como platos.

"¿Harías eso? ¿Es posible?"

"Aunque lo fuera, no lo haría. " Koga no vaciló en su respuesta. " Cuando me propongo hacer algo, no abandono tan fácilmente. Y eludir mi responsabilidad no sólo sería un fracaso para los que me rodean, sino para mí mismo."

"¿Para los que te rodean? "La rabia estalló de repente en su interior. " ¿Sabes qué tipo de hombres son los que te rodean, Koga? " Pensó en el centinela de la tienda de aquella mañana, en la marca fida'i que llevaba impresa en la piel. " ¡Te has rodeado de mercenarios, de forajidos y asesinos a sueldo de toda clase y condición, para intentar derrocar a un rey del que no sabes nada! Inuyasha no es…"

"¿Forajidos y asesinos a sueldo? " Koga rio cáusticamente. " ¿Tú te estás oyendo, Kagome? ¿Acaso sabes quién es tu marido? ¿No has oído las historias que corren sobre el califa de Khorasan? ¿El loco asesino? ¿Mató o no mató a Ayumi, tu mejor amiga? " Hizo hincapié en aquellas dos últimas palabras.

Articulando la traición que había cometido.

Ella se tragó su réplica.

"La verdad no es tan simple."

"El amor te ha impedido ver la verdad, pero a mí no me lo impedirá " replicó Koga, aunque sus ojos se inundaron de sentimiento. "Sólo queda una verdad importante por saber: ¿es responsable de la muerte de mi prima?"

Kagome se lo quedó mirando en doloroso silencio.

"Sí."

Daba igual la excusa, era la pura verdad.

"Entonces sí es tan simple."

"Koga, por favor." Alargó la mano hacia él. " Has dicho que me quieres. Te ruego que reconsideres…"

Él dio un paso atrás, haciendo un gran esfuerzo por esconder su dolor.

"Te quiero. Nada cambiará eso, como nada cambiará el hecho de que él mató a mi prima y me robó a la mujer que amo."

Kagome observó horrorizada cómo dirigía la mano a la empuñadura de la cimitarra y la asía con fuerza.

Aunque estuvo a punto de tropezar en su prisa por retroceder, a Koga no le tembló la voz.

"Que no te quepa duda: la próxima vez que vea a Inuyasha Taisho, uno de los dos morirá."


Auch

Yo creía que a Koga ya le había quedado claro que Kagome no iba a dejar de amar a Inuyasha.

Esperemos que más adelante esté dispuesto a escuchar toda la historia.

La visita de Ayumi fue muy linda, justo lo que Kag necesitaba (aunque si salía Inuyasha hubiera sido genial también).