Autor Original: outwitted
ID: 2321050
Notas de la traductora:
La persona que escribió la historia considera esto como un epílogo pero yo considero que eso sería la parte del final. La marcaré como tal pero, si consideráis que es erróneo, decídmelo.
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Un cuento de hadas roto
"¿Q-Qué? ¿Cómo puede ser cierto…?" el rubio la miró boquiabierto. En cuanto Frau entró a su casa para saludar a su embarazada esposa de ocho meses fue recibido con las bolsas de esta. En la puerta. Listas para marcharse.
"Cierra esa boca, dije que te dejo" espetó la muer de pelo negro, levantando las bolsas de manera altiva.
"¿Por qué?" dijo Frau, su voz suplicándole. No necesitaba lidiar con esto, no después de volver tras conocerlo. Ese moreno que había conocido en el barco, el prostituto, eso cambió su vida. Bajo toda esa fanfarronada había una persona normal, y no importaba cuánto autocontrol fingiese creer que tenía Frau, no pudo evitar el enamorarse de esa persona. Esos ojos esmeraldas le entendían, y la verdad es que nunca podía apartar los suyos azules. No es que fuese a admitir nada, tenía que seguir dedicándose a su esposa e hija, necesitando de toda su fuerza de voluntad para no aprovecharse ese último día a bordo del barco.
La mujer rechinó los dientes con frustración, a medio camino de la puerta "La única razón de que estuviese quedándome con tu penosa persona era el bebé, nada más. Los abortos suceden todo el tiempo, necesitas despertar, Frau" y con eso salió por la puerta. Los pasos alejándose. Dentro del taxi y fuera de la vida de Frau.
Pero, de algún modo, dentro del dolor y el arrepentimiento, sacó una sola emoción perdida. Alivio. Era extraño, ser abandonado y entonces sentirse así, pero mientras observaba el coche volverse más y más pequeño en la distancia, no pudo evitar el pensar en cierto prostituto.
Las cosas estaban mejorando. Después de dejar terminado el trabajo del señor Ayanami, Teito fue capaz de pagar la deuda, todavía teniendo algo de dinero extra para gastar. Fue capaz de mudarse a un apartamento mejor con tres habitaciones diferentes y, lo mejor de todo, fue capaz de conseguir un trabajo decente. Vendiendo suscripciones a revistas puerta por puerta, para ser más exactos. No era mucho, pero pagaba el alquiler mientras dependía de sus ahorras del trabajo para poner comida en la mesa. Sobre todo, estaba mejorando. Estaba mejorando.
Ahora, por las mañanas, salía con una sonrisa, la voz amable y persuasiva junto con su bonita cara encajaban perfectamente en una persona de ventas. Siempre estaba agradecido de llevar ropa de verdad al trabajo ahora, ropa normal. Y zapatos platos. Oh, sí, tirar las botas de prostituta fue seguramente lo mejor desde que pagase la deuda, no más dolor de pies.
Aunque un único pensamiento estaba siempre dentro de su mente, un único nombre el cual escondía para detener sus sentimientos. No le gustaba la sensación de náuseas, sobre todo cuando sentía que iba a vomitar. Las quemaduras de cuerda y los arañazos del último trabajo habían desaparecido hace tiempo, y no esperaba nada especial hoy, era como cualquier otro, de verdad. Menos el nuevo vecino, con el que no estaba familiarizado. Pero sin más, partió.
Las cosas iban bien hasta que llegó a su sexta casa. Era azul, con la entrada pintada de blanco. Por alguna extraña razón, tenía un extraño sentimiento sobre esta casa, pero aun así continuó, dándole a la puerta un fuerte y marcado golpe. En poco tiempo, escuchó algo arrastrarse desde el otro lado. El pomo de la puerta giró, la puerta se abrió lentamente.
Era rubio, con ojos azules. Alto, fuerte y parecía bastante cansado. Por un momento, Teito y Frau solo se miraron el uno al otro. No necesitaban ninguna palabra para explicarse. Pero hicieron una cosa.
Se abrazaron, y por primera vez en algo de tiempo tanto hombre como chico sintieron alegría. E incluso si ambos habían visto la crueldad del mundo, quizás pudiesen simplemente creer que esto era un cuento de hadas. Uno con final feliz.
