Sam era grosera con Luna. Eso de cerrarle la puerta en la cara, haciendo que su nariz impactara con la madera y sangrará, soltando un alarido, provocando una risa en la rubia, no tenía nada de gracioso, ni siquiera para Luan, que alcanzaba a ver el incidente preocupada.
—Lo siento mi amor —decía melosa, en fingida sorpresa, al par de que soltaba la risita que trataba de ocultar con su puño.
La comediante hacía lo suyo gritándole, riñéndola, pero Luna con el papel estregado en su nariz y ojos llorosos, no hacía más que defenderla, y Sam fingía dolor por las palabras y agresividad de la castaña.
—No lo hizo a propósito —les decía a sus hermanas ya en casa.
Tampoco lo hacía al dejarla plantada, y cuando le llamaba, solo se encontraba el: "Ya voy en camino... ", en intermedios de silencios incómodos, en donde decía que traía una lollypop en la boca, por lo que aquellos sonidos de succión, se debía solo por el caramelo, y la llamada se cortaba al minuto de forma tajante.
Al final no se presentaba. Y cuando escampaba, se iba cabizbaja evitando los goterones que ofrecían los tejados o árboles, también siendo rociada por las aguas sucias que halaban los carros al frenar en los topes.
Ella lloraba en bajo un techo. Sus lágrimas se confundían por lo empapada que estaba, y al llegar a casa, nadie sabía que había tirado la lágrima por periodos prolongados, yéndose a su cuarto sin decirle ni un pío a nadie.
Ya dudaba del amor de Sam en esos instantes. Sabía que era triste, pero cuando su teléfono agarraba señal y los mensajes de su amada llegaban. Le brillaban los ojos al ver esas disculpas y esos corazones que vienen de amontones, y olvida rápidamente, enamorada de ella.
